viernes, 25 de diciembre de 2015

A MAL TESTIGO PEOR JUEZ, ME TEMO


Hagamos, en esta ocasión, un paralelismo entre aquellos elementos que constituyen el proceso jurídico y el fundamento democrático. Observaremos que cierto maridaje une testigos y votantes; abogados y medios audiovisuales; jueces y líderes políticos; órganos judiciales y entidades financieras, asimismo grandes empresas. Si, además, realizamos la antítesis e inversión del célebre drama del romántico José Zorrilla “A buen juez mejor testigo”, convergeremos con el prosaico epígrafe que encabeza este artículo.

Llevamos una semana desde que la ciudadanía hablara. Lo hizo con palabras confusas, ininteligibles. Fue un pésimo testigo, pues su declaración ha resultado enmarañada, insensata, quizás absurda. España es un país abarrotado de estúpidos. Carlo María Cipolla, en su obra “Allegro ma non troppo” articuló las leyes de la estupidez humana. La segunda delata que una persona puede ser estúpida independientemente de cualquier otra característica. Define, en la tercera, al estúpido como persona que causa daño a otra o grupo sin obtener un provecho para sí e incluso obteniendo un perjuicio. Más claro agua.

A la sazón, el PP pierde de una tacada sesenta y tres diputados tras el aguinaldo de Zapatero. Tal circunstancia despierta un desatado y cínico optimismo al PSOE que, en dos carambolas, pierde setenta y nueve. Izquierda Unida logra dos míseros representantes. Sin embargo, este es quien menos ha merecido el castigo. Aparecen por el horizonte dos culpables: Ciudadanos y Podemos. Aquel democrático, sobrio, con visión de Estado. Este -junto a una camada de movimientos folklóricos, antisistema, sin pies ni cabeza- de dudosa filiación democrática (por no decir nula) pretende llevarnos a una versión fresca del más puro estalinismo. Es decir, a los arranques del siglo XX. Sesenta y nueve diputados constatan la tercera ley de Cipolla sobre la estupidez. Hasta yo, que conozco el paño tras cuarenta años de docencia, he quedado profundamente sorprendido. Jamás pensé que alcanzaríamos tales cotas de indigencia intelectual e histórica.

Rajoy, ahora, tiene prisa -es un decir- por parchear su descalabro. Me pregunto cómo una presunta buena cabeza, amén de hipotéticos peritos en dinamismos sociales, interpretaron tan mal los reiterados avisos que recibieron en las europeas, andaluzas, autonómicas y municipales. Hago un aparte con las catalanas. Donde escasean los estúpidos abundan los lerdos. Podría ser mi primera ley sobre la incongruencia humana. Rajoy, digo, merecerá ese triste honor de abandonar el gobierno tras una única legislatura. Puede que en plena similitud con Zapatero, una vez más, deje el partido roto para unos cuantos años. Su obra demoledora termina, así se observa, con grave riesgo para una España bastante herida. Tanto demérito debería obligarle a presentar su dimisión irrevocable.

Pedro Sánchez es el ejemplo máximo de ambición personal. Ser presidente del gobierno puede llevarle a destrozar al PSOE y a hundir España en la indigencia económica y la tiranía ideológica. Después de aquella fatídica “no pactaré con PP ni Bildu” quedó ilegitimado para ser Secretario General del PSOE y candidato a presidente del gobierno. Ya lo dijo Einstein: “Hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Nadie le forzó a dejar su puesto a alguien que mostrara más mesura y hoy pagan estos silencios ominosos. Tanto despropósito puede pasarle una abultada factura al partido centenario. Algunos barones y veteranos marcan a Sánchez estrechamente para amainar sus ansias de poder a toda costa.

Albert Rivera es el político acreedor; la sociedad pagará caro su displicencia. Aun no comprendo por qué al político justamente más valorado, se le da la espalda con tanta tibieza. Aparte otras cualidades, ese plante social es parecido a aquel que le indujo a Suárez decir: “Los españoles me quieren pero no me votan”. Con esa ceguera proverbial han dejado inoperante la moderación, la armonía, la coherencia y la visión de Estado. Pobres estúpidos.

Garzón, Alberto, en el ámbito personal y UPyD en el partidario, serán la pócima amarga que financieros y empresarios tomarán por un tiempo. Dejarles caer lleva a la conclusión de que sus éxitos se deben a sinecuras públicas y no a la gestión inteligente de los respectivos consejos administrativos. Aquí se hace preciso invocar la segunda ley de Cipolla.

Los medios, esos leguleyos que conforman las mentes de quien luego testifica en forma de voto, tienen mucha culpa de este escenario inquietante. Saben, cómo no, de su ascendiente a la hora de formar conciencias. Ese maniqueísmo infecto de unos y otros, alimenta el enfrentamiento social. El voto, así, surge de la víscera en lugar del intelecto. Caemos insensible e involuntariamente en esa estupidez que algunos potencian en aras de destruir la convivencia, el esfuerzo y la Historia.

El pueblo lo ha hecho torpemente, pero los políticos son incapaces de remediar su error.

 

viernes, 18 de diciembre de 2015

EL LUNES LES COMPETE A ELLOS


Gentes versadas y diversas han dicho a lo largo de la Historia que cada pueblo tiene los políticos merecidos. Calcada afirmación, plena de lógica y verdad, en España se supera. Los ciudadanos aquí alcanzan el grado de ermitaños si contrastamos rigurosamente vicios de unos y de otros. El próximo domingo habrá abstencionistas, individuos que se tapen la nariz, contrahechos -hasta malignos retraídos- aportando su voto más o menos reflexivo y fecundo. Asistiremos a una jornada tranquila, ilusionante, donde cada cual actuará según le dicte ese escaso juicio del que solemos hacer gala en tales momentos. Pero votaremos, o no, alejados de intereses bastardos, dañinos. Somos ese joven inocente que procede sin saber por qué; sojuzgamos, a veces, una rebeldía natural haciendo esfuerzos para satisfacer incautamente a quien marca el camino. Jamás intuimos, al igual que él, si otra forma de manejarnos daría mejores réditos.

El pasado debate entre Rajoy y Sánchez, resultó confuso, incomprensible, hosco. Solo pudimos sacar una conclusión: la imposibilidad de que ambos, en armónica conjunción, luchen por conseguir mayores cotas de bienestar social. En otras palabras, los ciudadanos les importamos un comino; priorizan sus apetitos. Formas vulgares, miserables, se disfrazaron de lisura; una licencia que propicia el ardor del debate, podría pensarse. La realidad difiere mucho del supuesto. Tan innecesarios modos reflejaban una táctica severa a fin de congraciarse con la grey, borracha de agresividad dialéctica. Excesiva moderación y buenas formas decepcionan al personal, ese que pasta en las resecas praderas de la izquierda sediciosa y maniquea, a años luz de la socialdemocracia europea.

Dicen que el ritual del 20-D constituye, a mayor gloria, la fiesta chic democrática; sin indicarlo abiertamente -porque sería demasiado irrisorio- su columna vertebral. Esa premisa o principio es falso. No se conquistan las libertades introduciendo una papeleta dentro de la urna cada cuatro años o menos. Los políticos muestran con descaro que la democracia (para ellos) es una metonimia, esa figura que confunde los conceptos trocando a voluntad, verbigracia, la parte por el todo. Votar, o no, conforma una democracia mínima, un sucedáneo; asimismo, puede que un placebo. Mientras el individuo carezca del poder que le otorga su etimología, nuestros políticos nos conceden una democracia ilusoria, inexistente.

Sin embargo, el cercano domingo los individuos han de hablar, formularán un mandato a estos líderes presidenciales. Sé que el lunes padecerán sordera, cuanto menos cierto reparo a cumplir la orden. Diseccionando gestos y talantes, veremos al auténtico demócrata o al revestido que se enfunda un ropaje apropiado para obtener réditos espurios, ilegítimos. Observaremos qué regates realizan unos y otros para, al final, hacer de sus intereses un sayo. Y así, entre bambalinas, entre faustos no exentos de fuegos artificiales, terminará el pomposo espectáculo que empezó a lo largo de la jornada festiva. Afirmo que ningún “arreglo”, por incómodo que parezca o sea, me va a causar asombro u horror. Con estos adalides espero cualquier cosa por insólita que se presente.

Me aventuro, no obstante, a vaticinar presupuestos lógicos. Si el PP es el partido estrella y Ciudadanos, contra mi predicción de la semana postrera, obtiene el tercer puesto que las encuestan vaticinan, deberá permitir un gobierno estable con pacto de legislatura o apoyos concretos. Si Ciudadanos -segundo o tercero, no importa- lograra un número de diputados considerable, podría pactar con el PSOE siendo presidente Albert Rivera. Otra perspectiva no la considero recomendable. Si permitiera un tripartito para desalojar al PP del gobierno, a poco recogería su quiebra a nivel nacional. Las estrategias postelectorales pueden vigorizar o desfallecer sobre todo a Ciudadanos e individualmente a Sánchez.

Intuyo que el día después es fundamental para todos, pero Sánchez se la juega de golpe. Recorre la cuerda floja realizando irritantes acrobacias. A punto de caer, le salva un pacto con el PP o Ciudadanos conformando un gobierno nuevo que destierre formas y usos caducos. Rivera debe espabilar si no quiere quedarse en embrión de algo esencial para la política de los decenios venideros.

El domingo la ciudadanía cumplirá el ritual que le corresponde. A partir del lunes compete a otros tomar decisiones. Todas las encuestas predicen un escenario complejo, difícil, suicida. Deseo que acierten en beneficio de España y de los españoles. Sensatez señores.

 

 

viernes, 11 de diciembre de 2015

MANUALES DEMOSCÓPICOS Y SENTIDO COMÚN


Desde la última encuesta del CIS vienen apareciendo numerosos sondeos sociológicos que reparten semejanzas o diferencias a la par. Sin embargo, tanto unos como otros conforman matices en vez de contrastes abismales. Por esto, las disensiones que estiman todos los estudios son mínimas. Luego aparecen resultados sorprendentes, inesperados e inexplicables, porque se hicieron análisis basados solo en compendios estadísticos. Las respuestas ciudadanas indican porcentaje de voto directo. Después, los peritos cocinan estos porcentajes conforme a procesos anteriores. Este adobo significa acomodar el sinfín de variables para llegar al constructo o síntesis definitiva. Cualquier estudio estadístico suele cumplirse cuando la muestra es amplia. El error surge si sus elementos son humanos. Los individuos no reaccionan siempre igual, incumplen la ley física. Por este motivo, toda información de semejante procedencia debe someterse a cuarentena. De aquí la terrible realidad que se impone, regularmente, a predicciones huérfanas de lógica -o ilógica- conductual cuyo venero sea científico o matemático en exclusiva.

El conjunto de encuestas actuales presentan un dato común: la existencia del veinte por ciento de indecisos. Este colectivo es necesariamente escéptico; por tanto, alejado de todo dogmatismo y radicalidad. Cierto es que los políticos están convencidos de dirigirse a una ciudadanía bastante lerda, tanto como para comulgar con ruedas de molino. Acorde con tal premisa, Pablo Iglesias ha declarado: “Soy patriota de la democracia y por eso estoy a favor del derecho a decidir y de que la educación y la sanidad sean públicas”. Exhibe un cinismo sin límites al identificar democracia y derechos (cuanto menos confusos) junto a educación y sanidad públicas. Cualquier cotejo riguroso ubica estos conceptos en planos diferentes si no opuestos. Se equivocan él y quienes cocinan sin tener en cuenta rechazos, asimismo credos humanos. No obstante, que Podemos tenga tanta aceptación, tras las referencias marxistas de los siglos XX y XXI, rompe mis esquemas intelectivos.

Etimológicamente demoscopia viene de demos (masa de pueblo, pueblo) y skopeó (yo examino, veo) significando estudio de opiniones, aficiones y comportamientos humanos mediante la investigación científica. El postrer vocablo explica los contrastes absolutos entre hipótesis y realidad, pues el acontecer personal jamás se somete al rigor científico. Cuando se acierta aplicando leyes irrefutables aparece la casualidad o el azar. Para desentrañar actitudes y pautas humanas hay que utilizar la experiencia y el sentido común, sin más.

Sustentaré sobre estos pilares la conjetura que expongo a renglón seguido. Sabemos que el ciudadano patrio es poco amigo de extremismos. Sitúa sus afectos en el término medio, tópica ubicación de la virtud que incluso es patrimonio pagano. Las crisis promueven mayorías absolutas o alimentan corrientes renovadoras; a lo peor, populismos totalitarios. El cedazo democrático lo pasan PP, PSOE, IU y todos los partidos que, a lo largo de cuarenta años, se ganaron esa distinción. No parece aventurado constatar que Ciudadanos goza del mismo tratamiento. Podemos ya es otro cantar. Rasgos previos, manifestaciones, actitudes, tics y querencias inducen a situarlo lejos de doctrinas que respetan las libertades individuales. Quien se autocalifica representante del pueblo, tiene como objetivo burlarlo porque, en democracia, el ciudadano elige a sus representantes; los tiranos escogen (asimismo excluyen cuando no les sirve) a su pueblo.   

Dicho esto, conocemos los deseos de cambio y moderación. Del mismo modo, que los votos radicales no forman parte del porcentaje de indecisos y que el bipartidismo parece quebrado. Debido a sus pactos erráticos y legitimadores, igualatorios, PSOE, Podemos e IU son vasos comunicantes, no tanto PP y Ciudadanos. Suponiendo cinco millones de voto irresoluto, imagino que entre treinta y cuarenta por ciento irán a Ciudadanos que le aportarán cerca de noventa diputados. PP ganaría alrededor de un veinticinco que le arrastrarían a los ciento veinte. PSOE acapararía un quince por ciento y sobre ochenta diputados. Podemos y agregados se repartirían migajas en porcentaje y diputados, sin que superaran los cuarenta. Las demás fuerzas: IU, UPyD, nacionalismos, etc., deberán conformarse con una renta insustancial. Este vaticino me lo dicta el sentido común.

 

viernes, 4 de diciembre de 2015

¿PURGARÁ RAJOY SU CALCULADA INCOMPARECENCIA A CIERTOS DEBATES?


El País propició un debate a través de internet que, aparte de marcar un hito en la historia electoral, tendrá implicaciones escasas si no nulas. Salvo jóvenes internautas -y algunas decenas de miles, seguidores de 13Tv- el resto sobrellevó tan infrecuente penuria informativa. No niego la novedad tecnológica ni el éxito, en ese campo, que supone abrir el camino, pero dudo de su eficacia cara a la praxis. Pareciera una competición artificial, sin pasión, sin rivales, de la que se desprende como único triunfador un muestrario de abalorios. Tuvo tan poco contenido que el alma del mismo estuvo en la incomparecencia de Rajoy. Destacaba, sobre todo y todos, el atril vacío. En su desnudez se centró el debate como si una fuerza superior o dirigida obligara a escuchar un mensaje silencioso. Ignoro si fue causa del azar; aunque temo que una mente sibilina, juguetona, se conjugó con la táctica infausta de resaltar ausencias, por parte del trío, para (desatendidos programas y propuestas) enviar dardos de baratija a quien no podía defenderse. Y eso, en este país donde el débil es sacrosanto, ocasiona duros rechazos. Desde Zapatero, nunca se lo pusieron tan fácil a Rajoy. Y creían que lo engañaban.   

Aquí, más importante que el autor suele ser quien lo reescribe o interpreta. Después de Cervantes, se han escrito mil Quijotes en que (respetando hechos y personajes) símbolos, objetivos y motivaciones fueron certeros, a veces; otras, extraños en razón de fechas y exégetas. Tras la espantada de Rajoy, y la menos entendible negativa de ser sustituido por su vicepresidenta, tertulianos con diverso pelaje y parecidos intereses se dispusieron a repartir objeciones y encomios. Hubo decenas de tertulias que reconstruyeron minuciosamente la ceremonia; en algunos casos, nada que ver con el original. Sin mirar, solo por los pronunciamientos fervorosos o malévolos, uno podía distinguir a qué medio, asimismo señor, servían. A buen seguro buscan un paraguas aparente aunque puedan discrepar del loado. Los tiempos que corren impiden conciliar ideología y recato profesional. Surgen disensiones que se matizan por supervivencia, dejando entendimiento y mesura para épocas menos conflictivas, menos predecibles, menos neuróticas.

Bastantes de estos oráculos pronosticaron que Rajoy hizo mal, marchitó su campaña por mor del vacío atril. Otros, gozosos o a las puertas del banquete, loaron tal negativa debido -según ellos- a la penuria argumental desplegada por quienes hicieron acto de presencia. Para ese viaje, mantenían, no se necesitan alforjas. Cierto que las propuestas fueron sustituidas por la censura al ausente, a su talante huidizo. El ciudadano quiere soluciones, no maniobras de desprestigio. Sin embargo, y a pesar de que el trío pisó a fondo el acelerador inclemente, la verdadera rémora estaba allende ese atril acusador; se debatía entre el tactismo y la cobardía, vicios que se saldan con un costoso peaje.

Estoy seguro de que nuestro presidente lleva tiempo maltrecho. Es difícil perder sesenta diputados de la noche a la mañana. No ya por la subida de impuestos;  tampoco debido a casos tan mediáticos como Gürtel, Bárcenas, Púnica o Rato, reavivados en algunos medios que se encelan por el eco de un prurito progre. A Rajoy lo va a destruir la frustración colectiva, acaso una difundida impotencia fraudulenta. Pobre PP. Sánchez y el PSOE seguirán sufriendo aquel desastre llamado Zapatero, agravado por esa legitimidad democrática que ha brindado a Podemos el actual Secretario General, al ofrecer y consentir apoyos. Ellos -un partido populista a la izquierda de IU y con serias dudas sobre su pureza democrática, pese a diferentes máscaras- consiguieron el pedigrí gracias a la adversa política de alianzas de Sánchez. No obstante, si nos fijamos un poco, al santo se le ve siempre subido a la peana. Don Pedro, con estrategia errónea, pretende ocultar un suspenso y va a conseguir un descalabro insólito, amén de radicalizar el partido que debiera ser fiel representante de la socialdemocracia europea.

La encuesta del CIS tiene demasiada sustancia que digerir, pero eso lo trataremos la próxima semana. Tengan paciencia y resignación ante la campaña que se avecina. Quizás interese efectuar una cura de reposo; es decir de ojos ciegos y oídos sordos.

 

viernes, 27 de noviembre de 2015

DE MONAS Y DE SEDAS


La contumaz y, en algunos casos, vehemente entrada de extrañas agitaciones que afectan al escenario político español, provoca una rigurosa cautela. No sé si juzgar su auge como algo vetusto, asiduo, o por el contrario descubrirle un frescor común a todo lo novedoso. En verdad, el horno no está para muchos bollos (frase rutinaria) incluyendo ámbitos internacionales. Padecemos u holgamos, quién sabe, un escenario complejo, perturbador. Paso a paso, plenos de inconsciencia o, peor aún, de terquedad, nos conducen sin esfuerzo al abismo. Cierto que nosotros no oponemos ningún pero al camino, menos al opaco pretexto que induce a iniciarlo. Es la fatal ventura de cualquier masa rendida a las disposiciones antojadizas de inicuas élites dirigentes. Sabemos, por otro lado, que una ley inmanente, inevitable, guía el destino universal.

Hay un antiguo refrán que señala: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Malicio que sustantivo tan definido viene a significar esa querencia cautivadora propia de las hembras. Me parecería absurdo sospechar que su origen se debiera a un machismo soterrado. Asimismo, las cábalas sobre sus razones primigenias no deben sustituir a la esencia del contenido. Interesa el mensaje más allá de la envoltura. Se indica en él que los defectos naturales o adquiridos no consiguen simularse con tapujos exteriores. Nadie está libre de la apariencia; tan corriente que supera cualquier otra propensión humana e incluso animal. Sin embargo, hábito tan impostor alcanza ahora un momento dulce, único. Hoy, el artificio alcanza cotas de récord sobre todo en políticos y estafadores, valga la redundancia.

Tenemos diversos ejemplos que conforman vanos intentos de sustituir la entraña con solo cambiar el embalaje. CDC, un partido corroído por corrupciones y absurdos sin fin, pretende lavar su imagen renovando unas siglas cargadas de miserias. Desprendiendo un hedor insoportable -tras años de hipotéticos chanchullos- le faltaba esa incoherencia y huida hacia adelante del actual presidente para alcanzar los niveles más bajos de aceptación popular. Son repetidas las pérdidas de confianza que depara un electorado harto de abusos sangrantes. Esto ha llevado a las cabezas pensantes de Convergencia -tal vez bajo presión de Mas- a poner en juego la seda.

Resulta curioso que abandonado el textil hace años -incluida la seda y otras fibras artificiales como la famosa Terlenka- ahora la burguesía catalana quiera envolverse en un disfraz fraudulento. Su nombre: “Democràcia y Llibertat”. A su pesar, no conseguirá desfigurar el hatajo de presuntos delincuentes que durante decenios ha esquilmado Cataluña para, a la postre, traer una división social de consecuencias mal calculadas. Dicen que la nueva sigla se corresponde con la explosión de un flamante país. El vocablo explosión es lo único que parece real en esta colección de desvaríos

Podemos compite con CDC por liderar un talante camaleónico e hipócrita. Partido populista, radical y anclado ideológicamente, combate su indigencia revistiéndose a golpe de encuesta. Cuando se despierta marxista y se acuesta socialdemócrata, enmascara su identidad. Los votos que logra durante el día -procedentes del sector antisistema o de románticos comunistas- los pierde por la noche al cubrirse con ropaje socialdemócrata. No obstante, este travestismo lo compensa captando votos moderados sino insípidos; poco fiables, desde luego, porque suelen preferir otras siglas más afines. De ahí que, definitivamente, las encuestas les sean hostiles y el nerviosismo supere una contención bastante meritoria. Podemos se convierte así en la Penélope política: su pugna neutraliza un azar adverso.

Monedero, ese verso suelto, polemista sin solvencia ni autoridad, deja de ser mona para convertirse en elefante. Viene a cuento la semblanza por su arrolladora nueva entrada en el teatro político, cada vez más parejo a una cacharrería. Agotado el paréntesis adscrito a aquella “ligereza” fiscal, la velada (o no tanto) cita referente a Albert Rivera y su afecto por la cocaína, ocasionó no solo el rechazo del mismo sino de toda la sociedad que espera unos prebostes dignos y preocupados por los problemas ciudadanos, al menos. Si bien tiempo atrás se apartó -o lo apartaron- de la primera línea,  ahora su defenestración debiera ser definitiva porque no debe quedar impune quebrantar las buenas formas. Menos aún de cualquier político que, sin proponérselo, es referente del comportamiento ciudadano. Le exonera algo ese primitivismo ayuno de pautas sociales, pero actúa como un verdadero cínico que aplica al antagonista su verbo salvaje e impío, quedando exentas de tan incruento fanatismo las máscaras aledañas.

Llevamos meses de campaña electoral, porque hablar de precampañas hace tiempo debemos considerarlo un falso eufemismo. Si estamos atentos, con capacidad crítica, observaremos en todo el arco ideológico, sin excepción, un auténtico esfuerzo por mostrar actitudes liberales, rumbosas, ocultas a lo largo y ancho de toda la legislatura. Cada cual intenta camuflar vicios comunes, consabidos, como si pertenecieran a lejanas galaxias. Qué difícil les resulta engañarnos. Distinto es que nosotros, voluntariamente, nos dejemos; y nos dejamos. Pero el disfraz resulta ineficaz, no cuela, es tiempo perdido. Sabemos perfectamente que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Cierto que, en estas ocasiones, la actualidad candente, el debate, se desvirtúa disertando no de política ni de programas electorales sino de monas y de sedas. 

 

viernes, 20 de noviembre de 2015

DE COYUNTURAS Y GATOS


Seguramente el epígrafe chocará, e incluso confundirá, a más de uno. Sin embargo, no hago otra cosa que transcribir actitudes habituales y repetidas. Las injurias siempre resultan llevaderas contra el cronista, o hipotéticos antecedentes del caso, en lugar de dirigirlas a aquellos que protagonizan siniestros lances. Al censor pareciera adornarle un talante cuanto menos pusilánime, pues el mensajero le sirve de biombo para disimular taras menos airosas. En fin, todo un anacronismo que se difumina insensible al correr de los tiempos, aunque surja tenaz con escenarios especiales. Estos días vivimos la desgracia suprema de alguno. Políticos concretos y personajes bien definidos, diluyen la maldad asesina embrollando informaciones verificadas con argumentos peregrinos. 

Antes de continuar voy a exponer mi soporte ideológico. En varias oportunidades he revelado una irredenta propensión abstencionista. No se debe a impulsos viscerales ni rechazos provenientes de actitudes políticas átonas o reprensibles. La razón definitiva se debe a mi sensibilidad ácrata nacida de profunda predilección por un albedrío consciente. Creo que su alcance, cuando hablamos de sustancia, supera a la razón; es decir, el hombre se computa y distingue por su libertad. Como consecuencia, reniego de cualquier ingrediente o proyecto que puedan limitarla. Entre ellos, el poder político amén de otros con parecido ensamblaje. Sé, al mismo tiempo, que la utopía establece servidumbres que impiden alcanzar cotas de satisfacción personal, pero cualquier sistema social es utópico. Hago esfuerzos para, sin caer en marginaciones obtusas, mantener esta certidumbre.

Libre de prejuicios políticos que pudieran oprimir la ecuanimidad de manera total o parcial, me dispongo a enjuiciar hechos y objeciones actuales. El postrero, no exclusivo, es el acto terrorista cometido en París y que terminó con centenares de víctimas. Un eco absoluto resonó por todo el orbe y la Marsellesa fue símbolo sentido de recogimiento, fortaleza, memoria y homenaje a aquellas bajas inocentes. Conmoción y trauma social impulsaron una unidad que, poco a poco, viese matizada en demasiados países próximos, miembros de la OTAN. Bien es verdad que, desde un punto de vista oficial, gobiernos y oposición fueron terminantes a la hora de calificar los atentados; también de ofrecer apoyo expreso. Luego, donde se anota digo aparece Diego.

No obstante, cada vínculo, cada convenio, viene acompañado de su obstáculo. Ignoro aquellos que anidan allende nuestras fronteras; los aborígenes, estos que inundan España, se van conociendo a lo largo del devenir histórico. Desde hace tiempo, la izquierda patria busca tres pies al gato siempre que la ocasión lo permite. Le importa poco desbarrar, mantenerse en la incoherencia de entrever asuntos y soportes cambiando el color de los cristales. Usan adminículos ad hoc, ventajosos, reversibles, aptos para detectar -cual veleta meticulosa- aires y refugios. Emergen de la necedad perfilando una fisonomía sobria, severa, clarividente. ¿Por qué España idolatra tanto la indigencia intelectual? Acaso haya abundancia de mentecatos para compensar la escasez de lúcidos.

Niego todo pronunciamiento ex cáthedra en cuestiones doctrinales; menos, en aquellas que necesitan del recto juicio como aval. Cuando un personaje -elevado a tal categoría por accidente, inercia o consenso- se presta a zanjar dudas e imprecisiones con su verbo “certero”, me entra un sentir que cabalga entre lo grotesco y el epíteto nada caritativo. Justificar los asesinatos de París aun indicar cierta inclinación a hacerlo, desde mi punto de vista, implica una encarnadura cuyo atributo prefiero dejar en los piadosos espacios del mutismo para que cada lector ocasional decida utilizar el suyo. Eso sí, no escatimen mordacidad ni exceso porque pudieran quedarse cortos.

Me empalaga tanta altanería. Resulta imposible coincidir con el ególatra, con el salvador que pide cautela, a su vez, de los salvadores. Hay políticos de medio pelo, populistas, que argumentan sus querencias de ruptura con la civilización española y europea proponiendo mesas de paz contra la venganza. ¿Por qué no sugiere las mismas acciones a los yijadistas? ¿Vislumbra qué consecuencias tendría una mesa unilateral para la paz? Podemos se satura de Dédalos que quieren escapar de sus angustias vitales con débiles e inflamables alas de cera, pero su líder Pablo-Ícaro vuela demasiado cerca del sol, pese a las múltiples advertencias sociométricas.

Desde luego, yo no sé si François Hollande acierta al bombardear Raqqa; si lo hace al pactar con Rusia bombardeos masivos, heridos ambos países por un terrorismo indiscriminado. Tampoco sé si Manuel Valls atina al anunciar que hay peligro real de terrorismo químico o bacteriológico. Por la misma razón, desconozco si adivinan quienes propugnan estrategias contrarias. Soy espectador y analista discreto, respetuoso con las medidas que toman responsables más expertos e informados. De una vez para siempre habría que separar intereses políticos, individuales o no, de valoraciones que afectan a todos los ciudadanos y que nunca sabremos la decisión tomada si quienes están fuera del poder lo ostentaran. Predicar y dar trigo suelen ser términos irreconciliables.

Los asesinatos de París reeditan nuestros muertos de aquel fatídico 11M. Conocemos una diferencia sustancial: nadie ha inculpado al presidente francés por realizar bombardeos junto a Estados Unidos, ni inferir causa-efecto. En aquella ocasión (2003) intervinieron, además de EEUU e Inglaterra, Polonia y Australia entre otros. La participación española fue testimonial. Pese a ello, el terrorismo solo hizo acto de presencia en España -dejando un recelo irresoluto- y Aznar fue tildado de asesino, culpable, condicionando el resultado electoral. Evidente; siempre hay alguien con sacudidas antidemocráticas que aprovecha cualquier coyuntura para buscarle tres pies al gato.

 

viernes, 13 de noviembre de 2015

CATALUÑA Y EL ESTADO FEDERAL


Según los principios básicos de teoría política, las estructuras nacionales pueden constituirse en estados unitarios, federales y confederales; todos ellos propios de sistemas democráticos. Federación y confederación tienen procesos que se asemejan al método inductivo. Aglutinando varios estados simples, independientes, soberanos, bajo dicha lógica inductiva, se construye una unidad más compleja: el Estado Federal e incluso Confederal. Ambos difieren en que los asociados a la confederación sí se disgregan a voluntad, mientras los federados no. Sin embargo, pretender federar un estado unitario, deducir qué partes lo informan, acometer una división confusa, discrecional e inédita, resulta tan arriesgado, tan ilógico -cuanto menos- como desear la independencia en nuestro mundo, ajeno al colonialismo y vinculado a una economía globalizada.

Disertar, digo, sobre independencia y autodeterminación en el primer mundo, a día de hoy, supera los límites impuestos por el sentido común. Mal, muy mal, debe encontrarse una sociedad que acepta el discurso, la credibilidad, de cualquier mensaje que inspire aquellos afanes descabellados. No ya por incumplimiento de la regla común, sino por el despeñadero aledaño al final del recorrido. Resulta chocante que el apoyo sin condiciones, esa pleitesía obtusa, provenga de quien ha de sufragar los peajes. Políticos y adláteres saldrán indemnes de tan onerosas tentativas. Mientras, la masa -que alienta exaltada el escenario- rubrica con su firma gravosas facturas. Siempre ocurre lo mismo; es un hecho recurrente a lo largo del devenir histórico. Entre tanto, y aunque parezca extraño, el pueblo (cada vez más insensible) glorifica la miseria total a que se ve sometido.

Mediados los sesenta del siglo pasado, viví durante tres años cerca de Manresa. El pueblo -sobre ocho mil habitantes- tenía tres fábricas textiles, un matadero, la Pirelli y numerosos talleres. Apenas existía paro en Cataluña, verdadera tierra de promisión. Media España saboreaba aquella zona ubérrima, acogedora, generosa. Recuerdo que llegaban familias andaluzas, verbigracia, cargadas de hijos y de penuria para (a los pocos años) convertirse en gentes, si no adineradas, con notable patrimonio. ¿Cuántos emigrantes encontraron trabajo, fortalecieron una economía débil y pudieron mandar su prole a la universidad? Conozco a muchos.

Eran los años del proteccionismo franquista. Entonces nadie movía un dedo, no por miedo sino por satisfacción. Cataluña nadaba en la abundancia gracias a ingentes inversiones y facilidades que adjudicó Franco. De hecho, se llevaba casi todo el pastel financiero. Aquel nacionalismo se limitaba al abad de Montserrat y a un entorno elitista. Después vinieron la Transición, la economía de mercado y los chinos. Un exceso de dádivas otorgadas por PSOE, amén de PP, nos han conducido al disparadero actual. Para más ofensa dicen que ellos siempre ayudaron a la gobernabilidad de España como si hubieran efectuado un sagrado acto de patriotismo. Se necesita descaro. Callan, entre otras prerrogativas, que ochocientos mil votos supongan doble diputados que dos millones a partidos nacionales. ¿Es justa una Ley Electoral que posibilita tan antidemocráticos efectos? Sin comentarios.

Esta espantosa crisis económica que sufrimos, acrecentada por la corrupción sistémica, ha provocado una huida hacia adelante, una torpe llamada a la independencia para camuflar el estercolero político que han generado unos y otros. Por este motivo, siglas tan dispares como CDC y CUP suscribirán un compromiso que, sin llegar al delirio presente, permita ocultar -con el beneplácito del gobierno central tras el 20 D- toda la inmundicia. Conseguirán el lavado jurídico y social para mantener en pie un edificio que necesita urgentemente profundos retoques. Cataluña conseguirá restablecer su statu quo mediante un original equilibrio entre independentistas y unionistas. El nacionalismo ha muerto en acto de servicio. 

Pedro Sánchez embrolla el momento presentando una grotesca, confusa e inexplicada solución federal. Nuestro Estado Autonómico instituye un federalismo soterrado que no apacigua la avidez de políticos insaciables ni de esa sociedad adoctrinada por el eslogan chapucero, perverso e iluso de que “España nos roba”. Alguien afirmó no hace mucho que partidos de innegable divergencia se aglutinaban por su entusiasmo independentista; adhesivo sutil e inquietante. Agotado el papel legendario en la política nacional por irrupción de nuevas siglas, rota la hegemonía de antaño, disminuida su influencia, este independentismo se vislumbra como la futura bandera que han de blandir para cosechar indulgencias una vez consumada aquella función bisagra del nacionalismo caduco. El señor Durán y Lleida quedará fuera del juego político a causa de su ceguera táctica. 

Cataluña ofrece dos únicas opciones: reflexionar -por parte de la sociedad- la ventaja de admitir una independencia convenida y aceptarla como mal menor o seguir sacrificando sin fecha fija al país en beneficio de una comunidad que históricamente ha exigido unos privilegios inasumibles en democracia. Desde luego ha de acabarse el desahogo que se permiten con la Ley. Argumento mi tesis basándome en lo expresado por Miquel Caminal, profesor de teoría política en dos mil trece y que resumo. “La obligación de todo federalista es promover la unión en la diversidad, pero cuando no es posible asume el deber y el derecho a promover la secesión o independencia. El catalanismo, en la hora actual, está asumiendo de forma preponderante la opción independentista. Durante décadas se han defendido las opciones autonomista y federalista, pero la cerrazón e intolerancia del nacionalismo español ha dejado sin futuro ni credibilidad estas tradiciones pactistas del catalanismo. En este caso la ruptura se hace inevitable y a la nación catalana, siempre abierta al acuerdo y convivencia con los demás pueblos hispanos, no le queda más remedio que iniciar su propio camino y esperar que su voluntad de autodeterminación sea respetada y no ahogada por la fuerza”.

Leído el mensaje, aceptado por una parte significativa de catalanes, hemos de constatar que Pedro Sánchez pretende que esta sociedad española despliegue la fe del carbonero.  

 

 

viernes, 6 de noviembre de 2015

CONOCE A LOS OTROS


Reputada, incluso relevante, es la sentencia atribuida a Sócrates: “conócete a ti mismo”. Constituye el embrión de aquel dictamen aristotélico relativo al apetito humano por el conocimiento. Siguiendo la senda que marcara tan autorizado sabio, uno debe conocerse a sí mismo como génesis de posteriores aprendizajes. Compendios básicos de filosofía y sociología mantienen que necesitamos imperiosamente mirarnos en el prójimo, cual espejo clarificador e irrefutable, para llegar al conocimiento propio. Además, origina una interacción recíproca, un método de inducción a la manera del flujo electromagnético. Así aseguramos, al menos, alejar el lastre ególatra que nos llevaría a una visión subjetiva -seguramente errónea, cuando no malsana- en las relaciones sociales. Es decir, el otro yo, nuestro simétrico, se imbrica con nosotros para alcanzar el discernimiento que debe acercarnos a la íntima realidad.

Sin embargo, a veces interesa reconocer el espejo, captar su esencia. No debemos conformarnos con ese efecto proyector del yo; hemos de advertir, por otra parte, materia y estructura. Más allá del modelo, del contraste, el otro tiene una influencia extraordinaria porque somos seres sociales. Robinsones y anacoretas se aíslan contra su voluntad o a resultas de cierta exaltación espiritual. Mayoritariamente sedimentamos el carácter, la conducta, sometidos a influjos externos. Por este motivo, cuando se habla de personalidad debemos aglutinar un componente genético junto a otro educacional. Ortega, en su perspectivismo, mantenía que nos encontramos a medida que vamos percibiendo el mundo que nos rodea. En este contexto, el individuo profesa un papel estelar. He aquí las razones que permiten fundamentar la gnosis del otro. “Yo soy yo y mis circunstancias”. Si perseguimos evidenciar el yo, resulta prioritario descubrir esas “circunstancias”.

Si dichas “circunstancias” se dedican a la política, es decir, si su actividad concierne también al bienestar personal, se impone desentrañar qué virtudes o defectos se ocultan tras esa máscara. El político actúa, vincula su talante, su embozo, a los embates de cuantas prospecciones sociales se realizan. Solo tiene un objetivo: conseguir el poder por encima de otras consideraciones. Quien opine lo contrario se equivoca. La Historia da suficientes testimonios que constatan tal afirmación. Necio es mantener tesis antagónicas. Cualquier inacción que reporte ignorar la verdad del otro, revalida el extravío de nuestra existencia; fuente probable de todos los males que aquejan al individuo confiado.

Aún caliente el fichaje del general Rodríguez por Podemos, han surgido toda clase de especulaciones. Desde un pelotazo electoral, de resultados inciertos por el nuevo tinte militarista, hasta una sutil confabulación para descabalgar a Pedro Sánchez como cabeza visible del PSOE. Fuera de cualquier análisis, ha resultado -sin duda- un excepcional acontecimiento mediático. ¿Significa, asimismo, este lavado de cara alguna novedad en su doctrina u objetivos? Mi respuesta concisa, clara, es no. Por mucha capa de moderación, de solidez democrática, que reivindique este golpe de efecto, bajo ella permanece la entraña primigenia que, a tenor de viejas proclamas, es populista, totalitaria, en esencia. Muy a su pesar, todavía enseña actitudes y maneras caudillistas dignas de preocupante reflexión.

¿Dónde se ubica Podemos? Se hace obligatorio repasar las zozobras e impaciencias políticas de su líder, junto a la diversidad doctrinal de esta izquierda patria cuya estrategia común consiste en reescribir hechos y lugares asaltando sus contenidos. Al final, cuando se les conoce bien, aquella realidad transformada, virtual, se deshace cual azucarillo en agua. No obstante, deja paradójicamente un sabor amargo. Digo, la izquierda española venía representada por el PSOE que jugó un indiscutible servicio modernizador y democrático a la España postfranquista. El PCE (posterior Izquierda Unida) aceptó las reglas liberales al tiempo que desempeñaba un papel destacado, muy destacado, durante los primeros años de la Transición. Ambos partidos se encuentran fuera de toda duda, tras cuarenta años, ganándose a pulso la etiqueta de calidad democrática.

Pablo Iglesias pudo adscribirse al PSOE. Lo intentó en Izquierda Unida pero su proceder egotista y megalómano lo impidió; fue rechazado. Semejante contrariedad le llevó a fundar Podemos bajo la égida de un orfismo enfermizo y petulante. Ahora -acompañado de una cohorte cercana, elitista, casta genuina- acaricia suavizar aquel discurso inestable, pavoroso, en el que rompía con todo y con todos para iniciar un régimen lozano entre delirante y despótico. Consiguió mediante ofertas, atractivas fuera del rigor, embaucar a gente heterogénea, desigual, que le dio unos frutos desmedidos, increíbles. A poco, va ocupando el espacio que le corresponde una vez raspada esa cutícula de seducción sabiamente aderezada. Si el PSOE ocupa, presuntamente, el ámbito socialdemócrata; si Izquierda Unida se ladea a la izquierda del anterior, ¿qué le queda a Podemos salvo el extremo? Al pan, pan y al vino, vino, independientemente del atributo que sus representantes más ilustres (por utilizar un adjetivo) determinen otorgarle.

Conoce a los otros no constituye solo un sentir contradictorio a aquel socrático y que sirve de venero a todo conocimiento posterior. Diría que introduce una añadidura aconsejable, básica, para llegar al control que la soberanía popular y el sosiego individual requieren. Discriminar churras de merinas es una propuesta cardinal en cualquier coyuntura política. No nos dejemos convencer por el pelaje, pues hay mucha engañifa. Deambulemos el trayecto ojo avizor, con cuidado. 

 

viernes, 30 de octubre de 2015

HONRADEZ, MADRUGONES Y OTRAS SIMPLEZAS


El vocablo revolución tiene dos acepciones muy definidas. De un lado, significa cambio violento y radical en las instituciones políticas de una sociedad. De otro, cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de una sociedad. Debemos convenir que brusco implica cierto grado de furor por lo que la violencia aparece en ambos de forma más o menos expresa. Días atrás, José María González -conocido popularmente por Kichi- alcalde de Cádiz, dijo convencido tras observar algunas corrupciones de la “casta” que la honradez era instrumento revolucionario. A la chita callando, se autocalificaba de honrado, así mismo revolucionario, haciendo extensivas tan supuestas y rentables probidades a Podemos, ese partido que parece haber cerrado el círculo de los círculos. Este virtuoso personaje, sin duda, desconoce que la honradez casa con la revolución como un beodo con el agua bendita. Eso, o bien ignora conscientemente qué sustancia siniestra ocultan los afanes revolucionarios dentro del devenir histórico.

Nuestro jaranero regidor complementó su reflexión filosófico-moral añadiendo otra perla bañada ahora con una fina película de frivolidad. Vino a decir que el pueblo debe levantarse pronto porque las revoluciones se dan al alba; parafraseando a Aute, momento en que sangra la luna al filo de la guadaña. Olvida precisar si se refiere al abandono tierno del lecho o al trasnoche mundano, gozoso y algo transgresor. Sea como fuere, el señor González -Kichi- presuntamente hincha de tan arraigada costumbre, solo es observador somnoliento de esa revolución cromática que se atisba cuando las sombras nocturnas dejan paso al destello crepuscular. Acaso, y a falta de distintos éxitos municipales, su excelencia quiera poner en el platillo de los logros ese adagio, revolucionario sin duda, que aconseja: “poca cama, poco plato y mucha suela de zapato”. No contemplo -a fuer de dadivoso- otro esfuerzo, ni vela, para conseguir el bienestar ciudadano. Lo terrible vendría si tal método se generalizara en España de manera abusiva e indeseada.

Se comenta que el ayuntamiento de Madrid tiene quinientos veinticinco vocales ciudadanos con bonificación media de setecientos euros mensuales. Este escenario donde el presunto amiguismo brilla con luz propia, lo cubren todos los partidos municipales sin excepción. Se habla también de que las multas impuestas por la policía local madrileña concernientes a la nueva Ley de Seguridad Ciudadana (conocida por Ley Mordaza) se han transferido a la Delegación de Gobierno para su tramitación y cobro, dicen, por no ser dominio del cabildo. Aquella, ha devuelto expedientes, percepción y trabajo al Palacio de Cibeles para su debida diligencia. Al mismo tiempo, Rita -la bien plantá- ha elevado quejas y lágrimas a la señora Cifuentes por dejar casi huera toda aportación económica a la EMT. Su respuesta fue fulminante: “Aquí se viene llorada a trabajar”. Quizás en otro siglo le hubiera dado una respuesta igual de rotunda pero menos rigurosa: “Pídeselo a tu tocaya, Rita la Cantaora”. No se armó el belén aunque Carmena, poseída por Santa Claus, lo hubiera suprimido de inmediato. En fin, corramos un tupido velo a tan romos lances versallescos.

Barcelona cae bastante lejos -cada vez más- y su alcaldesa dista demasiado, no de mí sino del sentido común. Siempre que un responsable político gobierna a golpes de efecto, toda iniciativa contraviene cualquier sensibilidad social. Detener sine die proyectos que potenciaban el turismo, principal motor económico, no consigue paliarse con la retirada u ocultación de símbolos constitucionales. Entre tanto desempolva un carácter altivo, prepotente, de quien levita sobre la masa algo remisa a concederle el aplauso que se atribuye. Olvida que su vara procede de la componenda posterior, de venganzas estériles pero lesivas para una ciudad medio culpable. Un peaje cuatrienal que han de sufragar los barceloneses y una ilusión particular, íntima, hecha realidad por mor de leyes cuyo venero luego se odia. No obstante, ella sí respeta, o lo parece, el belén vinculado al ayuntamiento. Tamaña audacia probablemente sea debida a esa figura entrañable, profana: el “caganer”; día a día más presente en Cataluña y Valencia donde sobrepasa la tradición para mostrarse reflejo fiel del ejercicio político.

Rajoy, invadido por un extraño y peculiar baile de San Vito, reacciona tibiamente ante hechos que presentan una gravedad incuestionable. Sin que sirva de precedente, debido acaso a la deferencia, acaso al mandato institucional, ha visto unos cuantos líderes políticos sacados, algunos, de efluvios sociales rayanos con el absurdo. Les solicitó un pacto constitucionalista. Al sí pero no del señor Sánchez, se une el no avieso -fácil de prever- del salvador podemita. De los próximos, no me extrañaría que uno, al menos, pateara el mismo camino. Resulta penoso comprobar como jóvenes promesas del futuro político exhiben gran indigencia raptados por dogmas selváticos. Espero y deseo que Garzón, para mí con cualidades notables, no incurra en los defectos timoratos, viejos, estúpidos, de la izquierda evasiva y gestual derivados de un dogma necio. Todos deben arrimar el hombro para bien de España y de los españoles, dejando atrás proyectos o subterfugios espurios, fantásticos y volátiles.

Hoy, cual ejercicio de higiene mental, he decidido entregarme al sarcasmo aunque la situación apremie a dejarnos de burlas o liviandades incompatibles con esta coyuntura. Deduzco que guiado por nuestra idiosincrasia entre el drama y la sátira -a buen seguro el esperpento- acometa un empeño apurado: poner buena cara al mal tiempo. Desconozco si mis ocasionales y amables lectores comulgarán con estos jocosos enfoques, o desenfoques, para hacer digeribles tan inquietantes momentos. Ciertamente, algunas gotas de frescura, de acompañar los tragos con éxtasis, no puede llevarnos a cambios coyunturales. Es recomendable, sin embargo, cambiar a menudo los cristales. Escudriñar con visión nueva, colorista, no altera la realidad pero aviva cierta ilusión caleidoscópica.

 

viernes, 23 de octubre de 2015

LOS POLÍTICOS Y EL COLOR


Hasta hace poco, nuestra política venía exclusivamente coloreada por el azul y el rojo, tonalidades enfrentadas, amén de adversarias, que surgieron en la Revolución Francesa para cotejar derecha e izquierda. Sin embargo, España también es diferente a la hora de interaccionar color con vísceras, sentimientos o emociones. Lejos del sosiego, sometidos al reto sempiterno y vivificante, ambos colores dividen el país irremisiblemente. No solo lo helaron produciendo medio millón de muertos sino que, tras ocho décadas, todavía rojos y fachas-azules son insultos expectorados, arrojadizos, furibundos. Resulta curioso que no se hagan distingos entre sangre regia y proletaria (azul y roja), pues toda se unifica dando lugar a curiosas aproximaciones beligerantes. Machado supo ver como nadie la terrible divergencia que marcó, marca y probablemente marcará esta idiosincrasia tan particular que nos distingue, asimismo atormenta.

Sin diluir el odio, ni mucho menos, estas tonalidades emblemáticas, luctuosas, se vieron acompañadas por una nueva de naturaleza afable, aglutinadora: el magenta de UPyD. Junto al PP, PSOE e IU, se acostaba otro partido ínfimo, humilde, sin pretensiones. Pese a que fue llave en ayuntamientos y alguna autonomía, nunca pasó de impulso ilusionante. Siempre lo juzgué un color libre de ansias dentro de su firmeza que, en ocasiones, radiaba insolencia. Ha sido pasto del cesarismo incomprensible e incomprendido. No llegó a la escala base -aunque le faltó poco- y alimentó una lucha intestina que acabó por vencerlo. Necesario, casi imprescindible, la indigencia mediática y financiera terminarán llevándolo al rincón del olvido. Niegan la posibilidad de que alguien recoja el testigo socialdemócrata a la europea cuando el PSOE, cada vez más desorientado, se ladee hacia un radicalismo suicida.

Algunos, con intereses bastardos, defienden que hay un cambio acelerado en los modos políticos. Semejante análisis, desde mi punto de vista, es erróneo. Lo que curre es mucho más simple: la depauperación de las  clases medias (convertidas en decadentes menestrales sine die) y la inadmisible corrupción de las élites político-financieras, son razones definitivas. El nacimiento de Ciudadanos y de Podemos es, pues, la resultante obligada, fatal, de una cogestión desastrosa imputable a dos partidos que han traído este escenario mísero, al tiempo que delictuoso. Ellos y solo ellos son los padres putativos del arco iris que oteamos en el horizonte electoral. Mención extraordinaria merecen aquellas agrupaciones, heterogéneas cuando no divergentes, que hacen gestos -dada su incuria- en las principales ciudades del país o que utilizan los sentimientos identitarios como tapadera de hediondos brebajes.

Ciudadanos eligió el naranja; color levantino, alegre; con fundamento, con sustancia, para provocar la atención del individuo. Fueron inteligentes, prácticos, seductores, hasta en ese pequeño detalle casi doctrinal que muestra a las claras su afán de “pegada”. La nitidez cromática contrasta con abundante y ajena confusión ideológica. Se considera un partido que va desde la extrema derecha (según los independentistas catalanes) hasta la izquierda neta, en opinión del PP. Es evidente que estos extremos le vienen sugeridos por siglas lesas o damnificadas. Rajoy, junto a sus voceros, lo ubica a la izquierda porque sus votantes de antaño, hogaño porfían atropelladamente por confiar en Albert Rivera. Puede, al final, convertirse -para bien o para mal- en partido de gobierno dejando atrás esa función de bisagra que ahora mismo se le adjudica. La frescura y pureza que desprenden le hacen asombrosamente rentable. Ser centro indiscutible del foco mediático y social puede suponerle un marco de inestabilidad si no administran adecuadamente tiempos y compañeros de viaje

Podemos eligió un morado precursor. Si bien es el color que transforma espíritu y mente (propio de nazarenos y penitentes), para el esoterismo potencia la trasmutación, la transgresión y el cambio. Ignoro si sus fundadores, élite universitaria, casta selecta, rumiaron una u otra cualidad. El resultado final, a que tienden todas las prospecciones sociales, le acerca a las últimas. A poco, Cronos les asignará retales en vez de expectativas brillantes. Quizás a sus líderes destacados les parezca bien que quede algo, sea o no transgresor, ante el cariz de ruina que predicen las encuestas. Los objetivos, en ocasiones, acostumbra a cargarlos el diablo. De conquistar aquel cielo pretérito por asalto han pasado a procurar que no les caiga este encima. Sospecho, con argumentos consolidados, que pese al viaje atroz, morado, de última hora, nada puede imputársele al color; sí a la egolatría, prepotencia e impiedad, de un líder cuya estrategia se ha revelado desastrosa.

Jordi Ébole puso sobre la mesa, con ligereza o mala leche, el color negro. Preguntados Pablo y Albert si habían cobrado o pagado en dinero  negro, durante segundos se adueñó del coloquio un silencio cortante, acusador, para luego silabeando, arrastrando vergüenza ambos, reconocer que sí en algún momento de sus vidas. Desgraciado y desgracia se conjugaron una noche fantasmal, ardua. Trajo cola el valiente, sincero e inoportuno reconocimiento de su salto torero a la obligación fiscal. Pedro Sánchez, a preguntas de María Casado, respondió entre malhumorado y seguro que él jamás había pagado con dinero negro. Sí reconoció haber cobrado tiempo atrás -al principio laboral en que ética y seguridad están reñidas- cierto dinerillo oscuro. Le faltó aseverar que  lo hizo como prueba material, ejemplarizante, de rechazo al racismo. Pero hombre, Pedro, que este país tiene socialmente implantado un precepto justo: evitar, cuando se puede, el IVA y otros impuestos abusivos, confiscatorios, no ya por sus motivaciones sino por el uso arbitrario, corruptor y ratero a que suelen ordenarse.

Dejémonos de colores, aquí solo predomina el color del dinero. Eso, al menos, parece indicar el nacionalismo catalán que, imitando el agua, es incoloro, inodoro e insípido.

 

 

viernes, 16 de octubre de 2015

¿ESTÁ ESPAÑA AL BORDE DE LA DESCOMPOSICIÓN?


Cuando un país democrático adolece de instituciones gravemente deterioradas, se encuentra en claro proceso de descomposición. España, ahora mismo y desde hace tiempo, viene manteniendo unas instituciones perversas, romas, negligentes. Pareciera que potencian el folklorismo como licencia de su función sustantiva, de la que han hecho auténtica dejadez o, peor aún, apostasía. Si analizamos cualquiera de ellas, nos interrogaremos, con cierto sobresalto, en qué han sido convertidas, a qué amalgama de despropósitos les ha abocado la torpeza -e incluso el ensañamiento- de estos sujetos ignominiosos, antisociales. No va más, aparentan decir, porque el juego está terminado. Quizás esté empezando, guiado o sometido al azar caprichoso de esa ruleta rusa a la que nos arrastra semejante cuadrilla de rufianes.

El nuevo código penal presenta artículos, disposiciones, que fueron elaborados con indigencia intelectual, a lo peor con vesania antidemocrática. Me inquieta la redacción del artículo cuatrocientos noventa y siete, cuyo texto pone en evidencia el perfil sumiso del poder legislativo. Proclama determinadas penas para quienes, sin ser miembros del Congreso o del Senado perturben gravemente el orden de las sesiones. Sin embargo, parlamentarios y senadores sí pueden perturbarlo. ¿Son, acaso, especiales o están revestidos de una impunidad a todas luces privilegiada? Me parece el escandaloso paradigma de un poder democrático incompatible con sus principios generadores. Mejor correr un piadoso silencio sobre la nueva Ley de Seguridad Ciudadana, denominación falaz, desafortunada, opuesta a cualquier contexto que debiera guardar las formas liberales.

Sin restar culpas a mis conciudadanos -amén de algunas propias- ni caer en argucias o excesos, podríamos examinar muchas instituciones sin alentar impiedades pueriles porque ellas mismas se mancillan y cubren de inmundicia. Reseñaré aquellas que estos últimos días abrieron sorprendentemente noticieros u ocuparon páginas de rotativa. El acompañamiento esperpéntico y sedicioso que abrió las declaraciones de las señoras Rigau y Ortega, junto a la exaltación de varas regidoras que hicieron el paseíllo, más que pasillo, al muy honorable, debieron constituir un cuadro insólito para el resto del orbe y una intimidación inadmisible a la independencia judicial. Las sutilezas que adujeron los imputados ante el juez, verdaderos argumentos a la impunidad, fueron empequeñecidas  por el ruidoso silencio que evacuó un gobierno preso de extraños temores. Mas pedía, de manera inútil, años de inhabilitación y cárcel a los que era merecedor con sobrados motivos. De momento, hasta la justicia calla. Sin Ley no hay democracia. Por esto, salvo contradicción, quien se salta la norma no puede justificar su delito alegando un encargo democrático.

Dicen que los partidos políticos y su actividad conforman los pilares vertebrales de todo sistema democrático, se consideran instituciones sustantivas. Hoy, vemos casi todas en una dramática coyuntura plena de achaques. Reparemos. Aznar, Montoro, Quiroga y Álvarez de Toledo, han puesto al PP a punto de resquebrajarse, avivando enconos simulados o bien dormidos. Cuando sobrevuela una probable pérdida de poder sobre el horizonte inmediato, los silencios cómplices restituyen atronadoras culpas. Algunos creen que deben exponer dudas, requerir urgentes cambios, para cosechar insustanciales dividendos rehabilitadores. 

El PSOE exhibe idéntico dilema, pero al contrario. La señora Díaz, víctima de cálculos erróneos, confió que el señor Sánchez quemara sus naves en esta primera disputa electoral para, enseguida, presentar presumibles éxitos andaluces a fin de conseguir protagonismo nacional. Si Sánchez ganara, surgirían sigilosos movimientos tácticos que ocasionarían alarmantes quebrantos para la difícil gobernanza. Díaz no iba a conformarse con estar una década -pues el PSOE siempre repite legislatura- sin probar fortuna. Rotos, casi desaparecidos, Vox, UPyD e IU, quedan Podemos, grogui, y Ciudadanos, como único verso suelto. Con estos mimbres mal puede construirse el cesto democrático.

Los poderes ejecutivo y judicial -sirva la redundancia- llevan tiempo obviando sus funciones. Uno por desasosiego y otro asumiendo influencias malignas, piden a gritos autoestima, fuerza interna; tal vez sustitución liberadora. Ignoro si por complejo, o por cobardía, se judicializa el marco político y se politiza el que compete al ámbito judicial. Esta situación da pie, a quienes actúan hollando leyes divinas y humanas, a encontrar una salida política, asimismo judicial cuando burlan sus compromisos políticos o se ven deshonrados por lastres viciosos. Ambas instituciones presentan un perfil putrefacto, hediondo, que contamina una democracia débil, insegura.

Ha poco conocimos el postrer síntoma de descomposición institucional. La jueza Alaya, instructora de los EREs, ha sido separada definitivamente de esa larga y oscura trama para que la sustituya otra “menos aguerrida”. Al parecer, la Junta Andaluza, por fin, se ha salido con las suyas. La responsabilidad inmediata debe consignarse al TSJA aunque su aprobación incumbe al CGPJ. Creo que este refrendará la decisión de aquel ya que la sospecha de “arreglo” entre PP y PSOE no es nada descartable. Sería un signo más de esta carrera hacia la descomposición institucional que sacude con preocupación los cimientos democráticos. Preparémonos para digerir lo que deja entrever el panorama económico-político-social de España. Hasta ahora vivíamos algo esperanzados porque solo hemos visto la punta del gigantesco iceberg que nos acecha y mortifica.

 

viernes, 9 de octubre de 2015

LA PRIORIDAD DE NUESTRA DEMOCRACIA ES CONFISCAR


Sabemos que los sistemas democráticos aparecen por la necesidad de amparar intereses y derechos individuales. El Estado nace como respuesta a la debilidad e inconsistencia humanas. Nadie puede defender aquellos en solitario. Por esta razón es imprescindible crear un cuerpo imbricado, robusto, seguro. La Revolución Francesa, matriz del Estado Moderno, conformó su proceso con la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciudadano. Ella, amén de estos principios constituyentes, hizo desvanecerse el absolutismo monárquico equivalente a cuantas dictaduras aparecieron después. Sin embargo, su pureza no impide que ciertos prohombres, bajo una apariencia democrática, se burlen de aquellas esencias. Tal vez el tiempo, la desmemoria o ambiciones ilegítimas, la vayan desnaturalizando en perjuicio de un ciudadano desclasificado, apático, harto dentro de su resignación.

Confiscar significa atribuir al fisco unos bienes que eran propiedad de una persona en virtud de disposiciones legales. En otras palabras, sustraer legalmente o no tanto. Refiero mi caso particular para que el lector consiga situarse en la siguiente exposición. El pasado mes de julio fui sancionado por exceso de velocidad con cien euros. Cuando se me comunicó tal incidencia estaba en mi pueblo natal conquense mitigando los calores valencianos. El cartero, al no localizarme, devolvió la notificación. De inmediato, se recurrió al BOE -que nadie lee- para darme por enterado. Aparte de no percatarme (como es lógico), semejante eventualidad impedía rebajar el cincuenta por ciento. Hace unos días recibí la llamada de una empresa dedicada a gestionar multas de tráfico. A través de ella conocí la existencia de la infracción  y me comunicaron que tenía quince días para reclamar o pagar cien euros, salvo su anulación. El precio, cuarenta euros. Acepté, lo que puede suponer un monto total de ciento cuarenta euros en vez de cincuenta. Como puede imaginarse, inicié un cabreo de bastantes decibelios.

Siendo irritante el escenario expuesto, mi disgusto aumenta con la novedad. El Tribunal Constitucional hace tiempo resolvió, a favor de los Automovilistas Europeos Asociados (AEA), lo siguiente: La comunicación de actos judiciales mediante edictos solo es ajustable a las exigencias del artículo veinticuatro de la Constitución (derechos de los ciudadanos) cuando es absolutamente imposible la comunicación personal al interesado. Su finalidad consiste en rehuir limitaciones del derecho a la legítima defensa y a la prohibición de indefensión. Es de suponer que su alcance concierna también a los actos administrativos para salvar rechazos indeseados a aquellas judiciales. Hoy, esa imposibilidad de la que habla el Tribunal Constitucional como marco de acceso al BOE es quimérica más que difícil. Con estos antecedentes, podemos extraer la percepción de que todas las instituciones se saltan las leyes a la torera; es decir, hay una burla evidente a los derechos ciudadanos. Mientras, al individuo se le exprime hasta el agotamiento en una codicia insana.

Estaremos de acuerdo en que la robustez democrática es directamente proporcional al Estado de Derecho que la sustenta. No sirven enunciados ni soflamas. El movimiento se demuestra andando. El aprendizaje diario confirma a las claras la indigencia legal con que tropezamos en tantos y tantos episodios. Cuánta envidia suscitan las referencias a países como Dinamarca, Finlandia, Suecia o Noruega. Cuánto malestar, hastío y vergüenza, anidan  en nuestras vivencias democráticas. De aquí procede el desapego a políticos e instituciones. Nadie quiere herramientas caras, ineficaces u obsoletas.

Quienes por cuestiones de edad no conocieron otro régimen, andan perplejos, perdidos, dubitativos cuanto menos. Uno de mis hijos -ingeniero, funcionario, ideológicamente moderado, con dos hijos pequeños y esposa en paro- estaba tan pesimista que su única salida era votar a Podemos. Me costó convencerlo de que esa opción suponía el totalitarismo disfrazado de sirena. No me extrañó porque los que vivimos el franquismo, en alto porcentaje, evocan con deleite aquella época. Resulta curiosa la confluencia dictatorial entre jóvenes y mayores. Parece ser el designio de España. Tras una vivencia democrática viene un periodo absolutista o dictatorial. Ocurrió en la Primera República, en la Segunda y no descarto que termine igual esta monarquía parlamentaria.

¿Por qué los políticos siguen luciendo incapacidad democrática? ¿Por qué jóvenes y mayores, por distintos impulsos, detestan al final democracias que ansiaban, o eran ansiados, vivir? ¿Qué ocurre? Tengo mil respuestas juiciosas. Desconozco, asimismo, el afán de esta caterva por matar la gallina de los huevos de oro. Tanto desaprensivo como anda suelto crea una atmósfera contaminada, irrespirable. Traspasan todas las líneas rojas y el pueblo termina por repugnarlos. A ellos y al sistema que representan.

El gobernante que incumple la Ley queda inhabilitado para hacerla cumplir. Se inicia así un veloz tránsito hacia la ley de la selva exterminando, a poco, cualquier respeto por los derechos individuales. Se rompe, pues, el puente que une al ciudadano con la democracia y aparece, por reacción, un sistema opresor pero intransigente con todos. Esta ulterior característica lo hace duradero, convirtiendo en probidad lo que a todas luces es lacra. Para concluir, pido perdón por el exabrupto con carga tremendista, poco piadosa, pero presuntamente bíblico, que dice: “O follamos todos o la puta al río”.

 

viernes, 25 de septiembre de 2015

DE LOS FALSOS DESLEALES Y RENEGADOS


España es un país histriónico, en permanente camuflaje, hiperbólico. No hay pensador ni literato que haya olvidado dibujar, bien a retrato bien a caricatura, ese temperamento que nos caracteriza.  Aun rozando aquellos límites tácitos impuestos por el celo, la moral y las leyes, el español tiene mucho de ratero. Es un pícaro digno, capaz de ofenderse si se le achaca cierta aversión a la solidaridad. Caritativo selecto, lo envuelve una costra de largueza notable. Eso sí, procura pasar desapercibido no vaya a ser que alguien le zahiera por altruismo excesivo, por traidor al proceder nacional. Prevalece el prurito picaresco a la razón serena. Amamos el cobertizo y tememos la aldaba que abriría paso a una realidad inquietante por si ella objetara nuestra mala reputación. Odiamos cualquier apariencia de mansedumbre.

Ahora hacen furor epítetos que sirven igual para un roto que para un descosido. Se lleva la palma, con toda probabilidad, el vocablo desleal. Puede que esta situación política compleja, confusa, retadora, potencie su uso a niveles desorbitados e injustos. Llevamos meses en que los políticos se cubren con una máscara cuya función es desnaturalizar personas, siglas e ideas. Soy enemigo de la hipocresía y de cualquier estrategia que lleve a la manipulación en lugar de al convencimiento. Desapruebo, repudio, que los políticos -sin excepción- muestren un talante alejado de su propio yo. A veces, opuesto. Este escenario lleva a generar desconcierto (incluso a analistas y comunicadores) o a otear tácticas que cada cual articula según aconsejen las prospecciones sociales. El individuo constituye la materia prima del negocio político.

Se oye por parte de un gobierno inerme, amén de una oposición indigente, que el señor Mas es desleal a España y a la Constitución. Desde mi punto de vista, esta afirmación es aventurada si no falsa. Para que alguien sea desleal se precisa primero que sea leal, premisa muy dudosa en este caso. Sin embargo, y a mayor abundamiento, creo que el muy honorable derrocha intriga de boquilla; como suele decirse (y es un horror) optimiza el “postureo”. Convergencia Democrática -es decir, la burguesía catalana- jamás hizo fe de independentismo. Ahora tampoco. Es un paripé, arriesgado por cierto, para acarrear algún beneficio monetario o competencial. Digo arriesgado porque una parte considerable de la población no ve el señuelo, se ha fijado al capote, y su frustración puede originar un conflicto social inquietante. Engañan a la sociedad, espolean a un ejecutivo que está de vuelta, y esa circunstancia genera furia al ver burladas sus expectativas. Vano esfuerzo sembrar quimeras para luego cosechar sinsabores.

Estoy convencido de que Mas pretende únicamente el Concierto Fiscal y la Autonomía Judicial. De esta forma, Cataluña se convertirá, presuntamente, en la tierra de promisión para transgresores impunes. Probablemente ERC y el resto de formaciones que componen la candidatura “Junts pel sí” tengan objetivos diferentes, incluso ese delirio denominado independencia. Los últimos días traen un eco aciago para Mas. Se comenta que Junqueras y Romeva, si ganan las elecciones, quieren una presidencia rotativa para ellos dos. Esta coyuntura sí implica una deslealtad potencial a Mas que parece actuar como el tonto útil del independentismo. Significaría su segundo y definitivo fracaso. De rebote, también el de Pujol; aquel señor extraño, indescifrable, que pretendía hacer patria. Después se ha ido averiguando su íntima concepción de patria.

Próximos a los falsos desleales encontramos a los pérfidos leales: González, Aznar, Zapatero y Rajoy. Ellos debieron ser fieles a los españoles, incluyendo a catalanes, y por sendos platos de lentejas fueron excitando un engendro dormido que ahora preocupa a todos. Cataluña, ocurra lo que ocurra,  no tiene salida -carece de solución- porque la fractura social es irreversible. Si bien se piensa, los mencionados fueron padres putativos del desasosiego que se cierne sobre todos los españoles. Porque, al final, solo puede haber trato desigual e insolidaridad. Tiempo al tiempo.

No ha mucho, siguiendo la inercia del momento, Fernando Trueba dejó oír que él “no se había sentido español ni cinco minutos en toda su vida”. Interpretaciones o lecturas aparte, su aserto no era el de un renegado; sí de un falso renegado. Cuando uno se siente económicamente solvente (gracias, en cierto modo, a las continuas subvenciones que da el país negado) y goza del respaldo de una tribu de progres -altamente dogmáticos, a la vez que seducidos por la moda y otras pasiones frívolas- puede permitirse aparecer necio en lugar de afirmarse renegado. Pese a lo dicho, casi con seguridad, él prefiera pasar por perjuro entre los de su calaña porque mola más. Yo lo veo como un pobre oportunista.

Mis ocasionales lectores estarán de acuerdo en que pocas cosas son lo que aparentan. Nuestro sistema es formalmente democrático, pero ¿disfrutamos en realidad de una democracia? Se evocan con frecuencia, asimismo con cierto dividendo, las palabras de Churchill: “La democracia es el sistema menos malo de todos los conocidos”. No intuía la democracia pintoresca, cleptocrática, rastrera y onerosa que vivimos en España. Mientras que transijamos, nos vienen aplicando un sucedáneo; preferible, por supuesto, al populismo totalitario.

 

 

viernes, 18 de septiembre de 2015

DANDO LA NOTA


Dar la nota es una expresión popular utilizada a menudo. Significa tener un comportamiento extemporáneo o no acorde con lo esperado. El tópico indica que España es diferente. Ignoro si esta insinuación se refiere al hecho indicado o, aun siendo así, se complementa además con otros aspectos de mayor o menor encomio. La diversidad no tiene porqué centrarse solo en perspectivas censurables. Somos un país capaz de acciones rastreras, pero también de conseguir logros, proezas, insólitos. Tenemos gran capacidad para levantar pasiones variadas y variopintas. Al final, nos odian y envidian a partes iguales. Esta circunstancia, tan paradójica como real, permite que nuestro entorno haya comprendido -quizás empiece a hacerlo- tan especial idiosincrasia.

Pese a lo dicho, la sociedad española basa su diferencia, respecto a aquella que conforma la media europea, en su naturaleza indolente, casi fatalista. Llegamos tarde al humanismo. Como consecuencia padecimos orfandad de clases burguesas y de democracias liberales. Semejante marco, origen de todos los males posteriores, ocasionó un retraso social de dos siglos en relación a los países más avanzados de Europa. Su consecuencia lógica fue el surgimiento de un pueblo sumiso y con abundantes déficits democráticos. Es verdad que nuestros políticos dan la nota a diario. También, y es mucho más grave, que esquilman al individuo aprovechando la falta de juicio crítico. Cualquier sociedad inculta es caldo de cultivo para sembrar una conciencia dogmática y sectaria. A lo largo de los siglos, nuestros gobernantes han potenciado la desunión, el enfrentamiento, como medio para conservar inalterable su status quo.

Hoy, seguimos de forma similar a tiempos pretéritos. En ocasiones he recordado que si Ortega viviera no cambiaría una coma a sus lamentos de hace un siglo. Larra escribiría los mismos artículos que realizó doscientos años atrás. España cambia algo, poco, pero sus prebostes nada. Se consideran dueños de esta bendita tierra convertida en aprisco con nocturnidad y alevosía. La masa, desvertebrada, rota, ha servido y sirve de carnaza cuando se quiere solventar las diferentes contiendas propiciadas por un poder insaciable. El horizonte próximo no ofrece ninguna salida. Sentir cierta esperanza de rectificación constituye un anhelo sin fundamento. Menos ver enseguida la luz al final del túnel. Hemos llegado al punto de no retorno. Lo que pueda ocurrir en adelante escapa a cualquier predicción hecha con el mayor sentido común. Ahora manda el azar, la ruleta rusa.

Veamos algunos casos donde líderes, o actores secundarios, llevan tiempo dando la nota. Empiezo por Podemos, partido que ajusta un discurso deshilachado, inconcreto, visceral, al capricho del voto. Puede ser de izquierdas, socialdemócrata, de centro, independentista, nacional, según venga el aire. Importa el poder, nada más. Definiéndose continuamente de democrático, suele inhibirse cada vez que surge un rechazo público e institucional a ciertas dictaduras. Miembros vip de esta formación, dan el cante -fiscal y dialéctico- con frecuencia a mayor gloria. Estos buscadores de oro serían comidilla en mi pueblo a través de la siguiente referencia: “Hay que ver lo que hay que trabajar para vivir sin trabajar”.

Perdónenme, pero Ciudadanos no da la nota. Si acaso, desafina medio tono; nada importante si escrutamos el conjunto. Soy abstencionista confeso, por tanto no interpreten intención ni subjetivismo. Por la misma razón, tampoco deben hacerlo de las palabras que expongo a continuación sobre el PSOE. Este partido, desde Zapatero, protagoniza la exclusiva. Nadie como él ejecuta las salidas de tono con tanta intensidad. Puede que sus perspectivas de gobierno le hagan perder el oremus. Desde esa boutade de Pedro Sánchez anunciando, urbi et orbi, la negativa a pactar con el PP, dar la nota para aquel partido no es una casualidad, es una vocación. ¿Cómo va a liderar el cambio quien desconoce qué se debe cambiar? ¿Qué significa instaurar una España Federal para que Cataluña se sienta gustosa en su seno? ¿Simétrica o asimétrica? Otro mago embaucador no, por favor.

El PP le va a la zaga y acortando distancias. Los ministros, salvo honrosas excepciones, aman el cante por encima de cualquier otra consideración. Ahora que Rajoy ha dispuesto que pisen el albero, esto se ha convertido en un jolgorio, el club de la comedia. Nadie puede decir, igualando los tiempos, tantas sandeces. Es imposible. Lo malo es que ellos piensan que son sandeces y las sueltan creyendo bobo de precisión al contribuyente español. Pronto sabremos si aciertan. El broche de oro lo pone una salida de tono que da el cante: quieren que el Tribunal Constitucional acometa la dualidad de ser, asimismo, un órgano ejecutivo.

Donde la romana se ajusta por arrobas (locución de la manchuela castellano- manchega) es en los independentistas y en estos municipios de cien días. Los independentistas que son fluidos -pero no miscibles- no dan el tono, lo bordan. Madrid, Barcelona y otros ayuntamientos, quebrados o no, destacaron estas fechas de análisis y satisfacciones en dar el cante colectivo, de grupo selecto. Calientes aún los comunes afanes nepotistas, cada cual dio su nota particular. Carmena, verbigracia, apuntó la frialdad mediática como excusa a la nada municipal. Pero para nota, nota, la de verdad, la literal, aquel ocho notabilísimo que se autoadjudicó la señorita Maestre, hija de su padre. Es el talante falaz e hipócrita de “Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”.