viernes, 22 de febrero de 2019

TRAIDOR, INCONFESO Y MÁRTIR


Es evidente que el epígrafe le procura cierta convulsión al dios Crono, pues los hechos han ocurrido tal como indicaría una lectura inversa. Cierto, titulando mártir, inconfeso y traidor ajustamos cronología con realidad. El personaje, complejo, oscuro, opaco, vive envuelto en un bucle sin principio preciso ni final supuesto. He observado indudable paralelismo entre el relato de Zorrilla y los acontecimientos actuales, si restamos fatalidad al desenlace presente. A nuestro protagonista, al igual que el del famoso dramaturgo, le persigue un destino eminente pero incierto, riguroso, efímero. Ha querido burlar a los hados y estos se tomarán una venganza fría, justa, reparadora. Es difícil eludir las penas que conlleva quebrar el orden establecido, de forma contingente, por el propio destino -rasgando la lógica del caos- al tiempo que nos sumergimos en un laberinto instrumentalizado por ruindades sin freno.

Sánchez, ese figurante inmoral, fulero, mereció el martirio que ofrendaron en el ara quienes pretendían salvaguardar las esencias socialdemócratas. Elegido secretario general del PSOE por un error humano, quiso darle una entraña personal e intransferible. Se olvidó de aquella tarea que venía cumpliendo desde hacía cuatro décadas para mejorar la vida del ciudadano y conseguir su bienestar social. Prefirió seguir el sendero iniciado por Zapatero enfrentando la sociedad con dos objetivos: agarrarse al poder de forma duradera y ganar socialmente una guerra perdida, a la vez que olvidada. Tal empresa le llevó a realizar una política de cortocircuito con su simétrico en el gobierno. La dispersión creada fue debilitando un bipartidismo positivo, incluso con los altibajos producidos por discrepancias no siempre realizadas bajo un prisma de sana nobleza.

Probablemente no fuera justo achacarle la solidez con que aparecieron dos siglas para arrebatar parte del protagonismo político. Sin embargo, sí reconoció de facto la envoltura democrática que le proporcionó a Podemos, un partido con ADN totalitario. Dicha asunción, con el repudio indefectible de una sociedad moderada, junto al obstáculo que suponía Sánchez para formar gobierno, hizo recapacitar a buena parte del PSOE -sobre la deriva peligrosa a que lo avocaba- concluyendo con la decisión de hacerle renunciar en una Asamblea General ya famosa. Al tiempo, surgió la figura de David, ese mártir sin mancha, sosias del pueblo masacrado por el poder. Rajoy tuvo a su alcance un gobierno inmerecido, pero necesario para que el país no ahondara todavía más la crisis. Por fas o por nefas, aquella gestora, presidida por Javier Fernández, y el propio gobierno quedaron heridos de muerte. Surgía la leyenda del Ave Fénix.

Sánchez, destronado por la élite dominante del partido, escrutó las normas internas para elegir un nuevo secretario general. Un último cambio daba a los afiliados la posibilidad de elección directa. Contra todo pronóstico, ganó el defenestrado secretario. En una campaña total, recorriendo “hasta el rincón más pequeño de España con su Peugeot” (según las crónicas del momento), sedujo a base de proposiciones inconfesas, veladas por la inconcreción nacida del engaño, a una filiación raptada con relatos heroicos que ella misma provocaba con ingenuidad y desprendimiento. De forma artera, escondiendo su verdadero talante a unos y otros, empezó escalando la cima que ansiaba. Los escrúpulos no iban a constituir ningún obstáculo, pues estaba decidido a todo con tal de completar sus aspiraciones. Preparando un terreno que le era adverso, sembrando de nuevo falsedades, fue capaz de converger ideologías opuestas para desbancar a Rajoy.

Cuando llegó el momento de abonar el peaje convenido, expresa o tácitamente, empezaron a surgir disensiones dentro del PSOE una vez que Andalucía dejaba al descubierto una herida sangrante, mortal de necesidad. Si la fortaleza andaluza se desmoronaba después de casi cuarenta años, el resto de autonomías se verían atrapadas por similar terremoto. Sus presidentes declinaban ser pasto de alimañas para que Sánchez siguiera vanagloriándose unos meses. Empezó a sentir el sabor de la desilusión cuando, quizás demasiado tarde, se dio cuenta del pacto tóxico que le llevo a La Moncloa. Ubicarse en ella puede costar un alto precio, pues España, el PSOE y él mismo, se encuentran maltrechos. De momento, todos sus socios -tal vez a excepción del PNV- lo califican de traidor. Los independentistas, bastante ciegos, con mayor vehemencia. Ellos, no dan crédito a la actitud presente de Sánchez; yo, tampoco a aquella que le permitió entrampar a todos.

Traidor le llaman también quienes forman la “derecha trifálica” de la ministra Delgado o los “trillizos reaccionarios”, menos libidinosos, de Irene Montero. Sospecho que un alto porcentaje del pueblo español camine, asimismo, en la misma dirección. Hasta doy por bueno que tamaña etiqueta tenga similar rigor al “partido más corrupto de Europa” que se le colgó al PP como excusa para “robarle” la cartera. Detrás de estos asertos tan inclementes, se esconde un deterioro irreflexivo del sistema. El individuo, huérfano de soluciones, va respirando aire contaminado por quienes debieran purificar la percepción democrática. No obstante, ocurre lo contrario y esta caterva de indocumentados potencia su refutación de forma alarmante. No es un hecho novedoso, ni mucho menos, pues llevamos siglos sobrellevando semejante desolación. Describen un sistema esperanzador para, a poco, deslizarse al olvido ignominioso. 

Traidor o no, es un hecho incuestionable su nefasta contribución a la divergencia social e inoperancia gubernativa. El primer menoscabo nace de un afán renovado por llevar a sus últimas consecuencias la llamada Memoria Histórica, tan sectaria como marrullera. Una ley de género, bastante cuestionada por muchas mujeres que tienen hijos y por quienes se niegan a financiar y/o mantener chiringuitos diversos, así como algunas propuestas de protección del medio ambiente, no probadas, constituyen pruebas insuficientes para constatar un gobierno eficaz, operativo. Antes bien, diría que su eficacia -tras meses de experiencia ciudadana- es nula. De ahí el libro presidencial y la procesión de ministros que recorre las televisiones patrias, aun foráneas. Todo para nada ya que a Sánchez le quedan dos meses. Demasiados embustes y pocos resultados. Mártir, unos meses; inconfeso, siempre; traidor, puede que nunca. ¿Y qué?

viernes, 15 de febrero de 2019

AÚN PUEDEN PAGAR JUSTOS POR PECADORES


Cuando empiezo a escribir faltan algunas horas para que Sánchez decida si convoca elecciones ya o termina el resto de legislatura. Geniecillos grotescos deben haberse confabulado para hallarnos en este escenario verbenero, si no fuera perturbador. Los intereses políticos, lejos del bienestar ciudadano, se reducen a dos temas capitales, al decir mediático: el juicio a procesados catalanes y la convocatoria de elecciones generales. Considero que ninguno merece tan alta cualificación. Cualquier país democrático, que garantice separación de poderes, juzga a presuntos delincuentes sin entrar en consideraciones políticas o personales. Por otro lado, siguiendo la norma preceptiva, las convocatorias electorales se realizan cada periodo concreto y, en su caso, cuando lo decide el presidente. No hay nada extraordinario dentro del marco liberal, salvo el hecho de una resonancia excesiva cuyo alcance pudiera tener objetivos vitales para diferentes actores de la escena nacional.

Sánchez, desde mi punto de vista el peor mandatario en los últimos cuarenta años, alcanzó la cima del poder con embustes y disimulos. Aclaro, para evitar desorientaciones innecesarias, que tal constatación no resta indigencia, torpeza, ni venero corruptor, a sus antecesores -de ambas siglas- en el bipartidismo al uso. Como digo, Sánchez fue depuesto como secretario general del PSOE por su actitud refractaria a pactos de Estado con el PP impidiendo, a extremos insólitos, la gobernanza. Posteriormente, tras seducir y engañar al militante en unas primarias directas, alcanza de nuevo la secretaría general. Continúa poniendo obstáculos a fin de preparar una toma poco ortodoxa del gobierno que le niegan las urnas. Antepone su ambición personal a intereses ciudadanos y se embarca en una aventura compleja que, ante la inacción (probablemente cobardía) de Rajoy, termina por darle los frutos deseados.

Enreda también a partidos dispares (Podemos, ERC, PDECAT, PNV, Bildu) para ganar la moción de censura contra Rajoy y alcanzar su meta perseguida: ser presidente del gobierno, sin pasar por las urnas, a cambio de nada. Solo Podemos, en realidad su líder, ha recogido algunas migajas de la dádiva otorgada a Sánchez. TVE y la guardia permanente en Villatinaja, así apodada por algunos medios, forman parte de esas menudencias. A los demás, puede que ni agradecimientos. Eso sí, han observado una generosidad impropia del proceder político. ¿Acaso creían Torra y sus cuates que Sánchez se iba a mojar por ellos? Menos, una vez visto el desenlace de las autonómicas andaluzas. Cobayas o conejillos de Indias conforman un papel desagradable, traumático, casi esperpéntico. Ahora, cuando crea llegado su momento, intentará engañar al pueblo español. En las dos veces anteriores no lo consiguió; esperemos que tampoco lo logre la próxima.

Rechazados los presupuestos, se planteaba una “duda metafísica”: ¿cuándo convocará el presidente nuevas elecciones? Tiene ante sí varias papeletas difíciles. Él ya ha asegurado su bienestar económico a costa de varias víctimas; la primera España, después el PSOE y, para terminar, Susana Díaz. Podría agotar legislatura para atiborrarse de endiosamiento mientras llena de oropel a decenas de miles que viven del erario público. ¿Y si no? He aquí el dilema. Podría convocar antes, en o después de las europeas, autonómicas y municipales. Antes, haría un favor a los barones territoriales porque la sociedad condenaría al falaz Sánchez, con todo merecimiento, y únicamente él expiaría los inmensos deslices cometidos. En mayo o después, sus yerros los pagaría él igualmente pero también afines ahítos de gula. Si fuera justo, humilde y sensato las adelantaría, pero me temo que le suponga demasiado sacrificio.

Conocida la fecha electoral, tras un mitin que he abandonado ante el aprovechamiento extemporáneo e ignominioso, concluye aquella duda mordiente. Sospecho que (con la debilidad política atesorada tras dos derrotas a sus espaldas) barones bien colocados electoralmente le habrán puesto las “peras a cuarto” para evitar que pueda repetirse el inesperado desastre andaluz. Al final, hará de la necesidad virtud. La pretensión abusiva, desordenada, de un saltimbanqui difunto no puede poner en riesgo el futuro del socialismo autonómico. Como añadían los romanceros, que al filo de los cincuenta arañaban horas al individuo ocioso con leyendas épicas, cómicas y tremebundas, “aquí termina la historia”. Porque Sánchez es pasado en funciones, ya que nunca fue presente real. Toda la gloria desmenuzada antes de descubrir la fecha electoral, meollo de una intervención fullera, se reduce a vanas intenciones impostadas: exhumación de los despojos de Franco, fervor feminista y protección medioambiental. El resto, narrativa fatua, señuelos de un farsante.

Esta coyuntura ha desbordado el buen juicio, la mesura e incluso las formas. Unos y otros han encontrado en la inmoderación un alimento idóneo para su empeño. Ardores, pasiones desatadas, recluyen sin dificultad los procesos racionales dejando un rastro ingente de auténticas necedades. Tardá, verbigracia, se preguntaba cómo “se puede impedir el derecho democrático de autodeterminación”. Una falsedad, aunque se repita mil veces, no se trocará en axioma jamás. El despectivo e intrigante político sabe que esa singularidad es inconstitucional y que la ONU aprueba su práctica solo en países sometidos o colonizados. Sí recoge la Carta Magna el derecho que asiste a todos los españoles para intervenir en asuntos que afecten al interés nacional. Irene Montero va más lejos al defender una mesa de diálogo con los partidos que apoyaron la moción de censura para “elaborar un proyecto de país”. ¿Proyecto de país con medio país fuera del proyecto? Pido cordura, rigor.

¿En qué estaría pensando la ministra de justicia cuando aseguró que PP, Ciudadanos y Vox, conformaban “la derecha trifálica? Hasta el veintiocho de abril, estos partidos sufrirán continuados ataques de siglas mucho más radicales, corruptas e ineptas que ellos, pese a ecos impíos de orquestadas maniobras mediáticas. “Obras son amores y no buenas razones” advierte una sentencia popular. El pueblo conoce el percal de cada uno y confío en que no se deje engañar por estos siniestros; sin embargo, auténticos diestros. Las encuestas, una vez más, se ubicarán por los Cerros de Úbeda. Hartazgo y asqueo pueden deparar sorpresas notables. Entre tanto, me mojo y digo que Sánchez quedará descabalgado; mejor dicho, desfalconado.

viernes, 8 de febrero de 2019

FALSOS PATRIOTAS


Patriota, indica el diccionario, es persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien. Jaume Perich decía que “hay dos tipos de patriota: el que ama a su país y el que ama al gobierno de su país. Lógicamente los gobiernos consideran más patriota a estos últimos”. El actual marco político español brinda la posibilidad de analizar, in situ, quién asume tan ligera concepción y quién admite la figura contraria: antipatriota o falso patriota. Parece que quienes tienen claro todo protagonismo son los políticos divididos en dos bandos irreconciliables. Al personal de a pie, le cuesta advertir con qué bando se siente más concernido cuando, a la postre, antes o después, todos han cometido parecidas felonías. Tal vez se salven aquellas siglas recién llegadas al panorama político nacional. Pese a todo, jamás se había llegado al momento absurdo -amén de temerario- en que nos encontramos, de cuyo arranque mediato pocos pueden eximirse.

La actualidad nos muestra descarnada el momento peliagudo, terrible, en que está envuelta España. Los que ahora se acusan recíprocamente de ser responsables lo son; pero no uno u otro alternándose, sino los dos a tiempo completo. PSOE durante cuatro legislaturas, incluso con mayoría absoluta, dejó cuantiosos pelos en la gatera por sembrar pactos -al ser preciso- con los nacionalismos catalán y vasco. Instituyó un método o privilegio que vino bien a Aznar, su sustituto en el gobierno. Ambos concedieron excesivas competencias, principalmente educativas y sanitarias, que  permitieron adoctrinamientos en masa y uso partidista de las mismas. Cuando alguien argumenta (para justificar actuaciones poco patrióticas, e incluso ilegales) que se han utilizado mediadores, ahora “relatores”, sin distinción de siglas, los afectados oponen que el nacionalismo entonces no era independentista. La Historia muestra que, al menos el catalán, lleva siglos optando por una independencia más o menos veraz.

Cierto es que también los partidos políticos tienen derecho a evolucionar. La socialdemocracia siempre ha defendido un Estado jacobino, centralista, unido, fuerte. Parecidos ahíncos han mostrado regímenes conservador-liberales. Sin embargo, nuestro PSOE -tras Felipe González- se ha radicalizado convirtiéndose en sosias de aquel que llevó al enfrentamiento civil hace ochenta años largos. Ignoro si es debido al intento de ganar socialmente una guerra perdida o forma parte de la absurda venganza hacia un país, instigando el disparate y su lenta destrucción. Tal vez constituya la obra diabólica de dos presidentes ínfimos, necios y hasta perversos. Zapatero y Sánchez, diferentes en cuanto a maldad política, han roto cualquier vestigio de moderación, de entendimiento con el contrario, ideológico, en aras del bienestar ciudadano. Entre cordones sanitarios (Pacto del Tinell), estigmatización del PP y ofuscaciones varias, abominaron realizar auténticas políticas de Estado. Veremos el peaje que le tocará pagar.

Pese a todo, el PP me sorprende. Clava aquel viejo refrán: “Después de irse la liebre, palos a la cama”. Es patético testigo de su propio proceder. Ahora, en la oposición, todo le parece desastroso, olvidando que tuvo mayoría absoluta para derogar ciertas leyes que hoy critica. ¿Por qué el PP pasó en cuatro años de tener ciento ochenta y seis diputados a solo ciento veintitrés? ¿Precisa el señor Casado que se lo indique yo? Le sobra razón, pero le falta autoridad moral; pues habla en nombre de un partido que es imposible renovar en ocho meses. Los individuos pueden arrogarse las bondades que quieran; no obstante, los colectivos suelen ser más lentos a la hora de adquirir el crédito necesario, imprescindible. Un político perspicaz, cauteloso, debiera tener algo más de cuidado con sus manifestaciones para evitar futilidades que llevan al hazmerreir y desdén intelectual. De todas formas, hay diferencias notables entre PP y PSOE.

Sánchez, paradigma del antipatriota, pretende enrocarse en La Moncloa al precio que sea, sufragado por los españoles. Conocidos esos veintiún puntos que el gobierno catalán exige al presidente, difundidos por Torra ante la cobardía del nuevo literato, se ha iniciado una polémica desaforada por el vocablo “relator” que pervierte el papel del “observador” internacional propuesto por la “mesa de partidos catalanes” con ausencia de PP y Ciudadanos, a la sazón el más votado en Cataluña. Superado el titánico esfuerzo de la ministra Calvo por hacer inteligible un galimatías (torpe intento), el resultado fue insatisfactorio incluso para algunos barones y miembros destacados del propio PSOE. Realmente es complicado digerir cómo una doctrina jacobina, solidaria, que propugna igualdad de derechos y deberes tolera siquiera la pérfida maniobra de plantear el desgarro nacional. Sánchez ha patrimonializado el partido para su propio interés.

Bergamín sostenía con acierto que: “Detrás de un patriota hay siempre un comerciante”. Por este motivo, la diferencia entre los independentistas catalanes, Sánchez y adláteres con respecto a PP, Ciudadanos y Vox, es que aquellos pretenden un beneficio personal, aunque se quiebre la unidad de España -garantizada por la Constitución- y estos un fruto electoral, también sometido a intereses personales, para mantenerla unida. A la escandalosa propuesta de Torra, risible por delirante, atendida con rubor por Sánchez (en principio aceptando un “relator”), responden los partidos de centro derecha con la convocatoria fructífera de manifestación en Plaza Colón. Es curioso que cuando la derecha hurta protagonismo callejero a la izquierda, esta se carga de razón e imputa a aquella los males provenientes del odio y la crispación. ¡Ay!, cuán corta resulta a veces la memoria.

Gruesos calificativos, no exentos de sentido, parten de los medios audiovisuales y se leen en la prensa escrita. Porque, también ahora, el cuarto poder quiere dejar su impronta ajustándola a filias y fobias recreando una opinión pública sujeta a rentas espurias. Mientras algunos recriminan, entre la justeza y el agravio, procederes inesperados, insólitos al menos, otros jalean el esfuerzo dialogante del ejecutivo. Hay quien afirma la imposibilidad de acuerdos para, a renglón seguido, proponer salida a los desacuerdos. En fin, toda una gama amplia de voces contrapuestas que llenan el espacio de ataques y loas envueltos en osados argumentos. Llega la hora de perturbar la paz judicial, quebrantada por acordes musicales que se escuchan tras el biombo de los presupuestos. Hemos topado con una caterva de políticos felones, de falsos patriotas. Por cierto, los patriotas no hacen teatro, odian la farsa.

viernes, 1 de febrero de 2019

TRILLIZOS, MELLIZOS E HIJOS ÚNICOS


Desde luego, ahora mismo, ni como maestro jubilado ni como padre de cuatro hijos siento ninguna atracción por diseccionar la problemática surgida en parejas con diferentes retoños alumbrados a lo largo de su convivencia. Tampoco interés relativo a qué métodos educativos resultaran idóneos, desde el punto de vista psicológico, para conseguir darles una esmerada formación. Se insinúa, basándose en casos concretos poco consistentes y acientíficos, que los hijos únicos suelen tener una infancia y juventud sin disciplina sometidos a un exagerado afán de cuido, blindados al temor de su pérdida. Supongo que esta posibilidad pueda desequilibrar el primigenio plan de cualquier progenitor rendido a tan desgraciada contingencia. Qué decir de aquellas parejas encadenadas al atribulado, aun gozoso, parto doble. Tres retoños de golpe, solo imaginarlo, me crea inquietud.

Inicio semejante prólogo para lucubrar sobre cuestiones candentes de la vida política a cuyo rescoldo aparecen trillizos, mellizos y, como cosecha propia, yo añado hijos únicos. Podemos cabalga, según costumbre inveterada, junto a la farsa populista. Ahora, han fabulado el eslogan-consigna de apodar a PP, Ciudadanos y Vox, “trillizos reaccionarios”. Semejante adjetivo seguramente será ininteligible para un alto porcentaje de la población audiovisual. Ignoro la causa, pero estos expertos publicitarios yerran al cambiar “trillizos fachas”, verbigracia, que todo el mundo interpretaría correctamente, por un “reaccionarios” casi inaccesible. Observo que doña Irene, gendarme de alto rango para el gobierno, sigue acopiando lastre semántico a consecuencia de su reciente maternidad. De “mellizos” surge con desenvoltura y mansedumbre “trillizos” cuando en circunstancias diferentes hubiera utilizado “trío” u otro sinónimo. Es evidente que la señora Montero sigue el rastro de Ortega (Gasset, en este caso) respecto al perspectivismo.

Filias o fobias tienen un componente clarificador de sentimientos que surgen naturales, tal vez espoleados por intereses fraudulentos. El sincretismo que deja entrever “trillizos reaccionarios” exhala un temor incómodo, insalubre. Sin la existencia de Vox, probablemente Andalucía estaría gobernada por PSOE y Podemos, mellizos con fauces turbadoras, de gula lasciva, insaciables. Hoy, Podemos constituye el bastión de Sánchez que devuelve favores brindando generosas privanzas a sus líderes, otros “mellizos” que duermen a pierna suelta vigilados por esa Guardia Civil tan vilipendiada. A poco, dentro de unos meses, Sánchez y Pablo M. Iglesias constituirán un olvidado apéndice lesivo que pudo producir la perforación del intestino nacional. Sin embargo, el efecto quirúrgico de los “trillizos reaccionarios” evitará tan grave peligro. España se sentirá segura mientras desaparece aquella amenaza provocada por unas siglas que inmolan su ética virtual en aras de una casta real. Cuánto daño hace soberbia, ostentación e incoherencia reunidas y sin freno. He aquí la verdadera reacción recelosa de perder su estatus burgués.

No obstante, hay quien prefiere ser hijo único, gozar del privilegio no compartido con nadie, parecerse a esas siete capillas distinguidas -abrazadas al ábside de la catedral conquense- rotulada alguna con las palabras-mensaje “Unum et septem”. Pablo M. Iglesias, anhelante asaltador del cielo sin previa retribución democrática, se queda sin esperanza y, hostigado por el averno, se conforma con las migajas sobrantes de esas Bodas de Camacho que entraña la política española. Errejón apura, finiquita, el proceso funerario de un suicidio estúpido. Villatinaja supuso el vacío al que se arrojó con entusiasmo pueril. Ahora paga cara su irreflexión, su actitud vanidosa e inmoderada, viendo como la, también engañosa, humildad del amigo (actualmente competidor) hechiza incluso a las primigenias huestes que le dieron aquella victoria lejana en Vistalegre II. Presentar candidatura propia a la Comunidad madrileña provocará la muerte traumática de Pablo M. Iglesias y el retorno egregio de Errejón. Tiempo al tiempo.

La debacle de Podemos ha ocasionado dos víctimas colaterales. El PSOE aparece como primera y principal, no ya como partido sino también, y de forma conjunta e irreversible, del veleta señor Sánchez. Ambos (PSOE y Sánchez) aspiran, como solución exclusiva, a un tripartito -no trillizos- extraño, quimérico, conformado por ellos (tronco generatriz), Ciudadanos y Errejón revestido de Más Madrid. El segundo cadáver, y no menos importante, sería el propio partido naranja cuya disyuntiva le ofrece muerte, si apoya al PSOE, o menoscabo, si armonizara con Vox una hipotética terna gubernativa. Este conglomerado iluso tendría opción si Sánchez se evaporara y apareciera alguien más centrado, menos dispuesto a desenterrar fantasmas, mientras su esfuerzo tuviera como objetivo consolidar, de verdad, el Estado Democrático y la defensa de los intereses ciudadanos tan ajados en los últimos gobiernos.

Yo, lo oteo claro. El hijo único (Pablo M. Iglesias) quedará muy tocado, sin patrimonio social, quedándose como heredero pleno Errejón, legitimado por unos resultados electorales sorprendentes. Asimismo, los nuevos mellizos -Sánchez y Errejón- precisan el voto imprescindible de Ciudadanos que no debe concedérselo, salvo defunción anexa. Estoy seguro de que Sánchez no puede llevar a Errejón al ara sacrificial, que haría gustoso si le fuera en ello la presidencia. Viceversa, presenta los mismos inconvenientes, con la salvedad de que Íñigo, sospecho, sería incapaz de hacerlo sin apreciar motivos perentorios e imprescindibles. Queda, como medida airosa e inmediata, un gobierno protagonizado por los mencionados “trillizos reaccionarios”. Desde luego, quizás no sea el ideal, pero no hay otro posible.

Las fidelidades en política no existen, manda el poder y sus privilegios. Desconozco si Podemos desaparecerá con el resurgimiento de Más Madrid, que nucleará la izquierda madrileña para posteriormente absorber toda ella. Carmena y Errejón tienen gancho nacional y, abandonada la seducción mediática de Pablo M. Iglesias, pudieran socavar o transfigurar una sigla hedionda, arrastrando en la caída a un PSOE desorientado, postizo. Es decir, los dos mellizos de hoy, Sánchez e Iglesias, consumarán su viaje al abismo arrastrando a sendos partidos que les sirvieron de excusa para detentar un poder inimaginado. Mientras, aquellos trillizos malditos recibirán un gobierno ratificado por el ciudadano, democrático.