Hasta hace cuatro días, la terminología
y mensaje que indica el sugerente epígrafe eran exclusivos de élites académicas.
Hoy (bien debido a una aciaga masificación de las mismas, bien por injerencia
política que alcanza todos los aspectos sociales) se visten con ropaje
democrático y ampuloso. Antaño, las postreras jornadas agosteñas venían
acompañadas sin remedio por el horrendo pavor que originaba la vuelta al
torbellino laboral. ¡Qué agitaciones! ¡Qué trastornos! Diversos medios
audiovisuales publicaban toda suerte de síndromes si el currante era vencido
por el abatimiento. Técnicas, consejos, remedios, fórmulas, saturaban el éter
con la firme pretensión de minimizar tan amarga vuelta al tajo. Seguramente su
eficacia equidistara de los intentos. Ambos eran inútiles desde el comienzo.
Ahora, digo, cualquier individuo se
pregunta qué perspectivas encierra el nuevo curso. No le inquieta retornar al
trabajo porque lleva cuatro años buscándolo. Acaso, si tiene hijos, implore ayuda
familiar o gubernativa para sufragar libros y material variado. Aquí emerge el
primer ahogo porque todo es caro, enormemente caro, desde que -en mil
novecientos noventa- aquella famosa Ley de Educación socialista notificase la
gratuidad hasta los dieciséis años. Una promesa más incumplida por políticos de
verborrea fácil e incoherencia supina. Eran conscientes del engaño porque la
nefasta LOGSE jamás incluyó el necesario complemento de una rigurosa Ley de
Financiación. Ignoro si los prebostes están al corriente (aventuraría que sí),
pero un alto porcentaje de ciudadanos desconoce la magnitud astronómica que hay
entre lo dicho y lo hecho. Así nos va.
Yo, harto de lucubrar sobre el devenir
curso a curso (académico se entiende) pongo mi experiencia al servicio de la
comunidad y, en su nombre, analizo las perspectivas que abre el nuevo curso
político. Percibo, de antemano, negros nubarrones -ahora que estamos inmersos
en una gota fría- sobre la cabeza de Rajoy. Un profundo movimiento dentro del
PP apetece, cada vez con más despliegue e insistencia, su cabeza. Son
prohombres, asimismo “promujeres” (vocablo menos chirriante que “miembras”),
cercanos o alejados del poder. Temen no ya un descalabro electoral indudable,
sino el ocaso del partido y el naufragio definitivo de España; eso, al menos,
divulgan.
Rajoy no debiera terminar la legislatura
al frente del gobierno. Parece juicioso este aserto. Don Mariano -ilícitos
presuntos aparte- huye, respira medroso y contraría. ¿Quién iba a pensar hace
meses que este señor haría bueno a Zapatero? Urge que deje la presidencia antes
de culminar su labor destructora. Nos jugamos mucho en ello. El señor Rodríguez
dejó su partido para el arrastre y al país casi. El actual presidente, sosias
clónico de Zapatero (uno algo iluso, otro algo evasivo), lleva camino de acabar
con la Nación y con el PP. Un conflicto se alza en el horizonte. Surge altivo,
escabroso, a consecuencia de la estructura monolítica de los partidos. ¿Qué
personaje y qué equipo cuenta con reputación para asumir la gobernanza de
España? Algún temerario contestaría que, visto lo visto, cualquiera. Resulta,
no obstante, arduo descubrir alguien sin contaminar, inmaculado. ¿Dónde
encontrar a quien acometa la catarsis necesaria?
Aclarado y resuelto -si se consiguiera-
este paso previo, piedra angular del momento, quedarían aún demasiados
obstáculos e interrogantes por el trayecto. Un PSOE enquistado obsesivamente en
una estrategia a la contra, de enfrentamiento, borda ese maligno papel entre
desleal y traidor. El PP, este u otro, alimenta a su vez tal contradicción con
el mismo objeto: obtener réditos electorales. Cabe preguntarse si fue primero
la gallina o el huevo. Conforma una prueba de esfuerzo para tasar su respuesta coronaria
y ambos quedan exhaustos, sin fuerzas. Nunca conseguirán el bienestar nacional.
IU y UPyD continuarán asomándose al
contribuyente (antes ciudadano) cual escaparate navideño. Desplegarán una
dialéctica que quiebre éticas, incluso estéticas, puestas en uso por sus
hermanos mayores. Sin embargo, el individuo no debe dejarse seducir, como
acostumbra, por retóricas de etiqueta. Ha de fijarse en los hechos que resultan
más clarificadores. Hablar cotiza alto en sociedades desinformadas e incautas y
algunos son expertos vendeburras.
El nacionalismo catalán se disolverá,
cual azucarillo, víctima de su propia quimera. Esta Comunidad adoctrinada, intoxicada,
por intereses desmedidos, sin cálculo alguno, ha desbordado las metas que
pergeñaron CiU y PSC, al menos. Cambiarán enseguida su discurso aleccionados
por el rigor económico a que conducirá su envite artero. Cuando uno se mete en
laberintos, ha de tener ensayadas estratagemas de salida. Les auguro una penosa
soledad. ERC se convierte en crisálida de corta existencia; su radicalismo
reaccionario incumbe a patrones superados, más cuando afectan a espacios
capitalistas amén de globalizados.
Sindicatos, prensa y CEOE seguirán
exigiendo el óbolo gubernamental; vulgarmente chupando del bote. Quedan pocas
dudas respecto a sindicatos y CEOE. Algunos medios sucumben al donativo
permanente y venden su independencia por un plato de lentejas. Otros quieren
cambiar el curso de los acontecimientos por prurito personal no ajeno a
intereses particulares o de grupo. Los hilos siempre se mueven desde arriba en
este teatro de marionetas.
Advierto, a modo de epílogo y compendio,
que nos espera un nuevo curso político donde modos y vicios seguirán campando a
sus anchas. Transigiremos los mismos engaños, igual corrupción y parecida
prepotencia. Eso sí, lo veremos repleto de confabulaciones, intrigas e
insólitos episodios; todo ello sometido a una crisis moral, institucional y
económica en aumento pese a los “brotes” aireados.