Con frecuencia, las sentencias populares son auténticas
herramientas de conducta individual y colectiva. Sin embargo, el personal se
muestra opaco cuando conviene tomar medidas precisas para evitar el efecto
pernicioso de aquello que la práctica lleva a una certidumbre plena. Desde hace
casi dos décadas, la política transcurre por cauces heterodoxos, genuinamente
desazonadores. Si al principio la democracia tuvo inicios complejos, e incluso
de difícil engarce, el sistema se encuentra ahora mismo en una encrucijada
-tras cuarenta años- próxima a su desaparición práctica. Ignoro si es decadencia
inherente, fin de ciclo o el precio que debe pagar una sociedad hastiada cuando
no insensible, ociosa. Lo cierto y verdad es que se avecinan tiempos de
inquietud ante lo aborrecible. Todo parece indicar que se prepara un cambio
drástico, en formas y modos, protagonizado por una izquierda errante; hoy, nada
universal.
Nuestro presidente, tipo poco recomendable, hace gala (aparte
un desprecio inmenso) de una falacia pertinaz que le ha llevado a escalar
sucesivamente diferentes puestos hegemónicos gracias al uso de maniobras
-siempre impostadas- para engatusar a individuos crédulos; bien próximos, desde
el punto de vista ideológico, bien opuestos a su credo. Secretario general del
PSOE -en segunda opción- desde junio de dos mil diecisiete, se rodeó de fieles
servidores, tal vez siervos, haciendo una purga severa que se llevó por delante
válidos socialistas jóvenes amén de viejas glorias. La experiencia negativa que
él mismo propició por su tozuda negativa a abstenerse para que pudiera gobernar
Rajoy y su consecuencia, le llevó crear un “héroe” falso, un David de pega, que
pugnaba contra una poderosa ejecutiva hostil y unos barones omnipresentes. Así
consiguió el apoyo incondicional, irreflexivo, de militantes olvidados cuando
su concurso no le fue necesario.
A poco, raptado por una ambición irrefrenable, inició el
asalto a La Moncloa acopiando la ayuda singular del grupo Prisa y Atresmedia,
vigorizados presuntamente con amplia financiación por la vicepresidenta Sáenz
de Santamaría. Se empezó acusando de forma ignominiosa al PP de corrupción
generalizada (el partido más corrupto de Europa, decían), mientras ocultaban
EREs y otras bagatelas socialistas repartidas por todo el territorio nacional.
El veinticuatro de mayo de dos mil dieciocho, el PP fue considerado en la trama
Gürtel “partícipe a título lucrativo”. Resolución suficiente para promover la
moción de censura y arrebatar a Rajoy la presidencia. Hasta el PNV, derecha
burguesa vasca que días antes había conseguido un “cupo” ventajoso por apoyar
los presupuestos, votó a favor de Sánchez. Este, traicionando su promesa de convocar
elecciones de forma inmediata, se mantuvo en el poder hasta que ERC, con su
negativa a aprobar los presupuestos socialistas, le obligó a convocarlas casi
un año después.
Terminada la jornada del 28-A, el resultado sirvió una vez
más para conocer al personaje si quedaba todavía alguna duda. Sus ciento
veintitrés diputados sumados a los cincuenta y siete de Ciudadanos le concedían
una mayoría absoluta. No obstante, su ego significó un obstáculo imposible de
salvar. Pudo, asimismo, proponer a Unidas Podemos un gobierno de coalición
apoyado por ERC junto a otros partidos (incluido PNV) que se mostraban abiertos
al pacto. No quiso, las sucesivas encuestas de Tezanos junto a su carácter fraudulento
e impostor, negaron el pan y la sal a sus antiguos socios de moción. Bloqueó
cualquier intento que permitiera constituir un gobierno verosímil y fue
culpable único de nuevas elecciones, eso sí acusando al mundo entero de tan estrepitoso
fracaso. El engaño, esa estratagema espuria que le había dado frutos
impensables, esta vez le pasó factura a España, a los españoles.
El 10-N terminó por mostrarle una debilidad absoluta, su
desnuda realidad, que le obligó a abrazarse a su peor enemigo: Pablo Iglesias.
Pese a la repulsa mutua, puesta de manifiesto por versiones compensadas en
diferentes ocasiones, Sánchez disimula la aversión personal que le produce
compartir su dominio. Tiene deudas también con ERC y debe soportar insolencias
varias de algunos personajes groseros con los que, sin duda, ajustará cuentas
en cuanto pueda. Hoy, ignoro si debido solo al escenario dibujado, tiene que
someterse a las exigencias de unos y otros si quiere conservar su dote más estimada.
Cronos constatará si hay algún plan impuesto por alientos exógenos o, aunque
resulte increíble tal grado de eminencia, viene con marchamo originario.
Vislumbro, porque constituye un murmullo permanente, el
intento de unificar -a todos los niveles- diferentes partidos, que compartan alguna
base ideológica común, aunque sea diminuta, para eternizarse en el poder con la
venia “del pueblo soberano”. Lo mismo que cualquier ciudadano vota multitud de
veces tapándose la nariz, el político (menos escrupuloso) lo hace a pleno
pulmón. Con náusea presunta e incluida, el gobierno nacional se mantiene
gracias a un tripartito de izquierdas que, al parecer, quieren hacer extensivo.
El primer centro experimental será Cataluña donde las elecciones están
próximas, según todos los indicios. Allí, ERC, ECP (partido de Colau) y PSC,
formarán gobierno dejando en los arrabales a JxCat; es decir, a la burguesía
catalana porque el independentismo es un camelo para entretener al personal.
Poco a poco, se irá remansando todo soberanismo y las aguas volverán al cauce izquierdista
del tripartito.
Y aquí viene la sutileza del epígrafe. Vivimos tiempos
convulsos en los que dominan bloques artificiales creados por evidentes
deficiencias ideológicas. Un largo proceso de ingeniería social, ha convertido
al individuo en el perro de Paulov que reacciona solo a estímulos previamente
dirigidos. Nos hallamos sometidos a nuestro propio umbral de percepción
moldeado en años de manipulación burda, inadvertida. Ahora, difuntas las
ideologías, nos mueve el tañido de una campana inmunda que toca a rebato contra
un adversario socialmente ficticio. Presuntas izquierdas emplazan al cisma
frente a presuntas derechas. JxCat está a punto de ser devorada por la
izquierda catalana. Curiosamente, esta derecha indígena, exclusiva, que baila
el agua a la izquierda acude alegre y necia a su propio funeral. Termino con un
previo de futuro al PNV: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…”.