La vida, sus fenómenos y
situaciones, son con frecuencia origen sutil de horizontes varios, cuando no
variopintos. El arte, en sus diversos campos, surge necesariamente a la sombra
de procesos vitales, llegando a interaccionar ser (hábitat, momento, perfil) y
obra. Creo que todo está descubierto, a la vista de quienes consigan observar con
ojos escrutadores nuestra realidad; es norma ahora y lo ha sido siempre.
Surgen, no obstante, tiempos depurados por paradojas incomprensibles como
ocurrió en el Siglo de Oro. Aquella época, desde una perspectiva social, tuvo
como caldo de cultivo ininteligible la mayor miseria conocida durante siglos.
Opuesto a tan pernicioso entorno, se desarrolló una actividad creativa, artística,
inigualable: arquitectura, escultura, pintura, literatura, ocuparon un lugar magnífico.
Después se han ido sucediendo casos notables, pero aislados, sin constituir
conjunto nominativo.
Al ocaso de los años
cincuenta, salvo error u omisión, surgió una célebre canción cuyo título era “a
lo loco”. En fechas posteriores se realizaron sucesivas modificaciones, siendo Jarabe
de Palo, si nadie me corrige, autores de la última. A lo loco, no significa
adaptar vida y estado mental, qué va; a lo loco consiste en ratificar
plenamente modas pasajeras, más o menos efímeras, que suelen dejar improntas
con sabor agridulce. Constituye un estado de abandono, acomodaticio,
impermeable, cuya traducción sirve a élites cínicas, farsantes, transgresoras, para
lograr metas soñadas e imposibles en contextos estándar. El pueblo español,
ahora, vive a lo loco. Ignoro si por propia voluntad o debido a estímulos
groseros y externos que canalizan rumbos cismáticos, rupturistas, inseparables
del embrollo ético criado al cobijo de aquella existencia tan poco sobria y jugosa.
Necesitamos deponer modas tóxicas y acopiar usos nutricios, cuerdos, críticos.
“A lo loco es el sistema,
mejor de todos, mejor de todos” musicalizaba una estrofa chapucera y lesiva. No
me opongo al instante, pero considero aventura desmedida darle oportunidades sin
plazo; es decir, renunciando a los límites razonables. Tampoco sería bueno constatar
las palabras de Rick Yancey, novelista americano: “Locura es la nueva normalidad
social”. Erasmo de Róterdam, principiando el siglo XVI, publicó su “Elogio de
la locura”. Defiende que la estulticia supera la razón y de sus ventajas hipotéticas
no escapa ningún personaje. Entre otros integrantes, le acompañan adulación,
egocentrismo, demencia y voluptuosidad. Sus “beneficios” se reparten por igual
vulgo, reyes y eclesiásticos. Pese a tan interesante tesis, no exenta de
certidumbre extrema, prefiero a guías sensatos, lúcidos, con sentido común.
Infiero, tras la carga empírica soportada por los españoles, que mi propensión abraza
un sueño imposible.
Sin Parlamente efectivo y
dos contiendas electorales incitan las prisas de cualquiera, sobre todo si cualquiera
es perdedor reincidente. No precisamos cálculos prolijos; los políticos llevan literalmente
nueve meses de holganza. Meritxell Batet fija el pleno para los días cuatro,
cinco y siete de enero, asunto que ha levantado ampollas en diferentes
partidos. Ábalos, al pretender aplacarlas, manifiesta: ”El que quiera
vacaciones puede dedicarse a otras actividades”. Deja muy claro, aparte su
espectacular cinismo, un grado de estulticia alto, comparable al alborozo social
de vivir a lo loco. Por este motivo, hacen buenas migas las necedades políticas
con la negligencia ciudadana. Cuando se vive a salto de mata, lo grotesco nos
hace perder el oriente y no solemos advertir que todo libertinaje presenta un
costo con frecuencia ruinoso. Sí, nosotros también aclamamos la locura porque no
hay mejor elogio que la preferencia y nuestras prelaciones, confusas y dirigidas
por testimonios falsos, recayeron en sujetos huérfanos de escrúpulos.
Asimismo, al compás, ciertos
políticos elogian la locura empeñados en componer un gobierno que, para más
inri, llaman “progresista”. ¿Puede tildarse social al gobierno que quiere
cargarse el statu quo a cuya tutela hemos vivido el mayor periodo de paz?
¿Puede llamarse español al gobierno apoyado por treinta diputados, al menos, que
quieren destruir España? ¿Puede llamarse democrático un gobierno que se coaliga
con la comunista extrema izquierda, cuya aversión y cruzada contra los sistemas
democráticos evidencia? Ese elogio que contrasta con la realidad -aunque Erasmo
se fundamente en argumentos elevados, pero folklóricos- tiene apologetas dentro
de sectores mediáticos notorios, representativos, periodistas o no. Hoy, he oído
decir a uno, presuntamente retribuido por Roures o Soros, “vamos a tener en
España por vez primera, desde hace cuarenta años, un gobierno de izquierdas que
se preocupe por los desamparados”. ¡Imbécil! (tómenlo como definición, jamás
como insulto).
El ejecutivo en ciernes,
si nadie lo remedia, tiene personajes, actores, como Iglesias que después de
tormentoso tanteo es capaz de soltar: “Para nosotros va a ser un honor que Sánchez
sea nuestro presidente”. Aunque parezca verdad, el honor en Pablo tiene las
mismas connotaciones que los “principios” de Marx, Groucho; varía dependiendo
de quien reparta los sillones. Sánchez debe tener un alma impía pues no
correspondió con un: “Para mí será honroso compartir gobierno con Pablo y traer
la calma al noventa y cinco por ciento de insomnes españoles”. ¡Vaya par! Tomás
Fuller, canónigo inglés y coetáneo de Erasmo, aseveró: “Es una locura para las
ovejas hablar de paz con un lobo”. Este sí estaba cuerdo, muy cuerdo. Paso por
alto, porque son de dominio público, subidas de impuestos a todos, chiringuitos
de género y cambio climático, desigualdades autonómicas, facturas impagadas con
los independentistas, chanchullos con altas Instituciones del Estado hasta
riesgo de independencia judicial buscando jueces ad hoc.
Dijo Nietzsche, y dijo
verdad: “Hay que estar un poco loco para aguantar a tanto idiota”. Solo nos
salva Puigdemont y los suyos, que ERC quiere dejar en el trastero catalán.
Veamos. El plan de ERC es apoyar a Sánchez y Podemos para que estos, a su vez,
compensen a ERC en Cataluña. Así, JxCat y CUP serían partidos testimoniales en
breve tiempo. Únicamente un adelanto electoral por parte de Torra (Puigdemont) daría
al traste con la falta de lealtad y nobleza con que se está exhibiendo ERC
llevando las conversaciones con Sánchez de forma exclusiva. Ignoro qué nube afecta
al candidato nacional cuando hace ascos a pactar con la derecha catalana, pero
no siente ningún pudor de hacerlo con la vasca. ¿Querrá cargarse la derecha
independentista catalana, una vez derrotada la nacional en Cataluña, y luego aguijonear
al País Vasco para terminar con el PNV? Diría que, en España, hay un plan para
acabar con la derecha y su centro. Al final se eternizaría una izquierda
radical. No me gusta nada lo que vislumbro; ojo avizor.
Nota
al margen.- Sánchez,
en su propuesta de gobierno para ser investido, ha prometido la construcción de
un puente para atravesar el río y, cuando le han advertido que no hay río, ha ofrecido
también un río. Es decir, su formulación es perfecta para EEUU. ¡Viva la locura
y la bufonada que lleva implícita!
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