La antigua televisión valenciana amenizaba -o potenciaba el
sopor- las tardes de lunes a viernes con una película del oeste (Una de
l´oest). No pretendo paralelismo ni entretenimiento alguno, pero sí generar puntos
de reflexión; deseo hilvanar un artículo que resucite algo perfectamente
conocido: estamos sometidos a los caprichos, a las arteras actividades, de una
caterva de trileros. Trilero, enseña el DRAE, es un estafador que ayudándose de
ciertos objetos y con la complicidad de “ganchos” aligera el dinero de cuanto temerario
se pone a tiro. Tres elementos concurrentes: demagogia, medios y pueblo a la
medida dan respuesta cumplida a objeto, “ganchos” e incautos. Imagino que todos
sabemos de qué se habla y del esfuerzo que debe realizar la sociedad para
volver las aguas a su justo cauce democrático, lejos del que venden algunos con
“patitas” totalitarias (evoquen el relato de los tres cerditos).
Este timador, tan viejo como la humanidad, solo puede
nutrirse de gente que se deja engatusar. Constituye una especie desaparecida en
países donde la cultura rompe barreras sociales recreando un clima de rebeldía razonada.
Espaciadamente, también ellos precisan recargar el espíritu censor - germen de movilizaciones
vigorosas- para liberarse de zánganos y vividores. Ocurre, con actual incremento,
en naciones de Europa central y septentrional. Cuando políticos de tierras ingenuas
e incultas (las nuestras) ven peligrar su “modus vivendi”, desprestigian estos
bandazos con calificativos gruesos, intimidatorios, porque así los entiende esta
sociedad corrompida. Cargan las tintas en lugar de analizar qué parte de culpa
tienen ellos, los políticos, en semejante transformación. Las sacudidas se producen
por los errores de quienes ostentan el poder; un poder que les viene grande o
pretenden convertirlo en tiránico.
Sabemos que España es pueblo de pícaros, villanos y ladrones;
actualmente, mesa de trileros. Hay que admitir, lo contrario sería injusto, la
abundancia de valores poco o nada prosaicos: hidalguía, heroísmo, flema, carácter,
… no siempre patentes ni bien tasados. Quizás vivamos una época adversa, pero
hoy fraude -en su amplia concepción- y timo forman la esencia de nuestra
sociedad. Desconozco qué razones fomentan en esta época ofuscarnos con el
trilero de feria, ese que aprovecha la ocasión emocional para desvalijar al
individuo bobo. Políticos de uno y otro signo han sacado tres cubiletes y bajo
uno han colocado la bolita que lleva inscrito un máster o tesis. El ciudadano
contribuyente se desoja para encontrar el dueño del título que debe aparecer
bajo el cubilete señalado. Oh, dioses, no ha acertado. No hay nada, todo está
vacío, evaporado. Es humo que ciega tus ojos.
Entre tanto, una comitiva de personajes variopintos (tal vez
fuera más acertado argüir “variopintas”) ocupa el ruedo ibérico. Con frecuencia
nos llevan al huerto que desean sin excesivos costes ni escrúpulos. La
Universidad Rey Juan Carlos (URJC) soporta desde hace meses ataques tóxicos e
indiscriminados de una izquierda que, sin faltarle razón, hiciera bien en
azuzar algo de prudencia. Se comenta malintencionadamente que dicha universidad
es un apéndice del PP pues se fundó en mil novecientos noventa y seis, siendo
presidente Ruiz Gallardón. De aquí las críticas feroces a Cifuentes y Casado. Me
gustaría saber -aparte los pormenores con que la Universidad Camilo José Cela
calificó la tesis de Sánchez- si la Complutense pasaría de forma inmaculada el
cedazo ético, que dicha izquierda exige a la URJC, tras algún rector con
presuntas anomalías contables sin numerar asimismo “predilecciones” (también
presuntas) a alumnos y profesores con renombre, pero discutible prestigio.
La farsa mayor del trile viene de las innumerables evidencias
de pacto PSOE-Podemos tan divergente en objetivos como imprescindible para un
gobierno ridículo. Además, necesita el complemento nocivo de independentistas y
otros grupos detestables para el común. Cualquier estafado, con tiempo,
descubre la fullería y abandona el entorno echando pestes. Enseñar el rostro
revela la inutilidad de la capa; asimismo, el embozo eclipsa al sujeto. No se
puede ser constitucionalista e independentista al mismo tiempo. Lo dice el
refrán: “Quien da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro”. Acercamiento
de políticos presos a Cataluña, permitir embajadas, “regalar” casi mil
cuatrocientos millones de euros al gobierno catalán, etc. forman parte del
importe suscrito por Sánchez con los soberanistas. Cierto que antes lo hicieron
otros, y se abunda en ello por periodistas concretos, pero entonces no se proclamaban
independentistas.
Populismo, demagogia, falacias, forman los principios
rectores del trilero. Rajoy judicializó la política en Cataluña y ahora Emilio
Fernández, presidente de la Unión Progresista de Fiscales (UPF), politiza la
judicatura. Mal, muy mal cualquier tejemaneje. A Monedero siempre que sale en
TV le preguntaría ¿qué hace un chico como tú en un lugar como este? Podríamos
citar innumerables ejemplos de personajes adscritos al trile. Mencionaré
algunos casos curiosos, paradójicos. Echenique, apóstol de la estética sobria,
alquila un piso en el barrio de Salamanca. Celaá, ministra portavoz, asegura
que las bombas vendidas a Arabia Saudí son “inteligentes” y no van a matar
yemeníes. Razonamiento engañoso, eficaz; salvoconducto para los trabajadores de
Navantia. Sánchez, por arte de birlibirloque, se atreve a decir: “Hemos venido
a limpiar la corrupción venga de donde venga”. Para descongojarse. El colmo de
la desfachatez y de los tics antidemocráticos viene de la mano de Carmen Calvo:
“La libertad de expresión no lo resiste todo”, mensaje-consigna para impedir
que la prensa airee los infinitos desmanes socialistas o adjuntos. Censura pura
y dura.
Viene al pelo citar, una vez más, el robo perpetrado por PP,
Banco de España, CNMV y MUR (Mecanismo Único de Resolución, adscrito al Banco
Central Europeo) a los accionistas y bonistas del Banco Popular. El resto de
partidos, PSOE, Podemos y Ciudadanos, no han movido un dedo para redimir la
injusticia cometida. España se encuentra en una coyuntura terrible, de difícil salida
sin intervención férrea, rigurosa. Como lo que verdaderamente separa a los
partidos son exiguas diferencias de matiz, consigamos que gobierno y oposición
se conformen con una abstención ciudadana del noventa y cinco por ciento. Da
igual, que da lo mismo, quien gobierne. Europa sería el talismán que nos
guardara de probables aventuras totalitarias.