viernes, 29 de julio de 2022

ESCARDA INFRUCTUOSA

 

Escardar, en su acepción primera, significa “arrancar y sacar cardos y otras hierbas nocivas de los sembrados”. La acepción dos dice “separar y apartar lo malo de lo bueno para que no se confundan”. Como vemos, ambas acepciones repelen lo nocivo y lo malo considerando su anulación objetivo preeminente, a priori, desde una visión vegetal. Si bien el medio físico, nuestro hábitat, es fundamental para la indagación antropológica, necesitamos dejar los contornos y centrarnos en el hombre como núcleo indiscutible de lo biológico. Por este motivo se suele anotar, ignoro si con buena o mala finalidad, matices que innovan significados originarios u oportunos. No constituye un hecho singular sino conducta social consuetudinaria, recalcitrante. Sin embargo, siempre nos guía el deseo de aplicarlo a los otros y concretamente a políticos con estilo despótico.

He dicho políticos sin ninguna concreción porque todos los partidos dicen necesario realizar catarsis imprescindibles para su funcionamiento y operatividad. Las razones reales distan de estas buenas intenciones. El cesarismo que impregna la vida política actual, lleva a los líderes a rodearse de afines (conforme solo a sus intereses personales) mientras apartan lo que pueda suponerles presunta deslealtad o ambición desmedida de última hora. Cierto que la experiencia muestra cargar tintas en las siglas siniestras, pero la derecha tampoco se libra de cruentas batallas internas. Extrañan los intentos realizados por mostrarse más demócratas que nadie cuando la Constitución manifiesta la preceptiva organización democrática de los partidos, entidades sustantivas en estos regímenes. Tácitamente se debiera exigir sentido de servicio a la colectividad que dicen representar.

Los tiempos actuales vienen pletóricos de “catarsis” ruinosas. La más sonada, también precursora, fue aquella que se deshizo de Sánchez para a poco alzarse poderoso, vengativo y arrogante. Fue continuador de las trincheras abiertas por Zapatero, fomentó la ignominia moral y renovó el desastre económico. Me produce zozobra atemperar los dislates permanentes que realiza este necio en su cesáreo proceder. No obstante, mis lectores saben cuántas veces he advertido su falacia, histrionismo, propaganda mitinera y afectación por la imagen, respecto a las formas. En relación al contenido, parece tener ansias de descuartizar el país creando taifas financiadas por todos e insolidarias, amén de llevarnos —vistos IPC, déficit, deuda pública y derroche improductivo— al abismo. Estamos inmersos en la farsa tragicómica de un gobierno inútil, ridículo e irrisorio.

Desconozco si a consecuencia del bochorno andaluz o a arbitraria emanación ególatra, este obseso ha desnortado la banda (que no partido) desnudando a fieles, que él ahora cree infieles, y vistiendo a fieles, que mañana le serán infieles. Adriana Lastra, Héctor Gómez y Felipe Sicilia, hasta ahora figuras clave en la camarilla, han sido sustituidos por María Jesús Montero, Patxi López y Pilar Alegría, respectivamente. Sus pretensiones son utilizar la túrmix para ver si batiendo iguales o parecidos ingredientes obtiene alguna pitanza prodigiosa que haga modificar los malos pronósticos electorales del año próximo. Desde mi punto de vista, todo esfuerzo que realice “contra” el entorno inmediato es inútil porque el problema se llama Pedro Sánchez. Eso, lo deduzco yo y los barones autonómicos que prefieren su ausencia en los mítines electorales porque ya “no vende”.

El PP tampoco se libra de esta fiebre lampedusiana “cambiar todo para que nada cambie”. Dudo si la purga de Casado fue consecuencia del enfrentamiento con Ayuso o si medió alguna eventualidad política para que así ocurriera. A simple vista fue un encontronazo entre viejos amigos, aunque aparecieran —a posteriori— evidencias que desmontaban (no sé si parcial o totalmente) hipótesis divulgadas. Lo he dicho en ocasiones anteriores; para mí el culpable fundamental fue García Egea. No olvido el error definitivo de Casado al acusar a Ayuso de connivencia y corrupción, en el caso de su hermano, a través de los medios. Fue la losa que cerró su tumba, probablemente con la complicidad de algún barón que esperaba sacar provecho. Esta conmoción permitió a Núñez Feijóo hacerse con las riendas del partido, temo que con futuro ineficaz pese a las expectativas despertadas.

Podemos ha vuelto a utilizar su máquina de picar carne. Estos mozalbetes no tienen solución. Mucho hablar de la gente, aunque esa “gente” advierta con claridad meridiana puñales chorreando sangre. Lo hizo Iglesias con Errejón y lo ha vuelto a consumar Belarra, al menos cuenta como ejecutora, con Enrique Santiago. A lo lejos se ve la sombra siniestra de una mano fácil de identificar. El secretario de Estado para la agenda 2030 fue cesado, igual que Amanda Meyer, por su cercanía con Yolanda Díaz y su partido “Sumar”. La izquierda, más o menos extrema, se acerca a la insignificancia no ya por asumir una ideología arcaica, totalitaria, calamitosa, (que también) sino a consecuencia de luchas cainitas para hacerse con el poder. Hoy, cuatro facciones al menos llevan enzarzadas en conseguir liderazgos personales que les lleve al erario público.

Los medios igualmente sufren la escarda gubernamental, rigurosa comparada con aquella que efectúa la audiencia. Centenares o miles de millones son el mejor herbicida, forma actual de eliminar yerbas —medios, periodistas y tertulianos— dañinas para el gobierno de turno. Algunos, incluso, pretenden sembrar su propia maleza para intervenir toda vegetación y acomodarla al plan proyectado. El comunismo totalitario constituye una ideología que deja un rastro de limpieza cuanto se refiere a la intervención del hábitat. Penoso es, asimismo, que realice tal selección perjudicial de manera tan sigilosa que los especímenes afectados omitan su inopia intelectual. Hay doctrinas en las que el intento de separar lo bueno de lo malo resulta casi infructuoso porque apenas queda en ellas algo bueno. Ahora mismo acontece con el “sanchismo” (que no PSOE) y la extrema izquierda.

Quien realiza mayores esfuerzos por limpiar, valga la expresión, los cuadros políticos al efecto de conseguir réditos ocultos es el sanchismo que ve peligrar usos y abusos del erario. Le acompañan en esa situación, potencialmente terrorífica, Podemos y ERC. Dicho trío teme, cada uno esclavo de tácticas torvas e inciertas, malograr bicocas e impunidades de las que disfrutan ahora sin límites, infundada y arbitrariamente. A Sánchez, si es que no ha conformado un futuro económico sólido (y es una presunción), le corresponderá conformarse —puesto que no es Felipe González, Aznar o Rajoy— con el sueldo de consejero de Estado, insuficiente para darse la novísima vida de potentado. El resto, apoyos recíprocos, vitales, deberán ir directamente al paro, en un alto porcentaje, visto el currículum laboral anterior al asalto.

jueves, 21 de julio de 2022

MEMORIAS DE LA POSGUERRA

 

Mi memoria también es democrática salvo en el hecho fundamental de que no creo (porque pretendo lo contrario) quebrar la convivencia entre las diferentes partes que participaron en aquella triste contienda. Sin embargo, tengo plena seguridad de que tal intolerancia o antipatía son sentimientos hoy, más de ocho decenios después, inexistentes; un puro desatino de gentes que quieren vivir de unos rescoldos, ya cenizas, que ellos mismos alientan. Puedo comprender el caos personal producido por una ambición desmedida, pero me es imposible asimilar cómo gentes normales, humildes, con gozos y sombras al decir de Torrente Ballester, pueden seguir ese caos sin encomendarse ni a dios ni al diablo. Seguramente estas contradicciones u otras similares son aprovechadas por oportunistas y desequilibrados que suelen ser distinguidos al final como élites del poder.

Nací —ya al ocaso de mil novecientos cuarenta y tres— en Villalpardo, un pueblo de Cuenca. Por aquellos años, y antes, la provincia era de derechas aun sin saber muy bien qué significaba ser de derechas. Mi familia materna, con la paterna convivimos en ocasiones al ser de otra provincia, lo era y católica. Se dedicaba a la industria: horno, tienda de ultramarinos y telar. Mi abuelo (al que apenas conocí pues murió cuando contaba yo tres años) tenía un primo cura y él era sacristán, aunque con el tiempo me enteré de que solo ponía velas al demonio de la carne. Tuve la suerte o desgracia de ser el primer miembro nuevo de toda la familia materna. Mis años iniciales me dejaron recuerdos imprecisos como las cartillas de racionamiento y algunas travesuras que realizábamos mi hermano, dos años más joven, y yo. Destaco que jugábamos al fútbol con una pelota de piedra liada con lana basta y tiras de tela, cosidas al final para que aguantaran todo el sistema sin desparramarse.

Desde los diez a los dieciséis estuve estudiando con una tía mía que era maestra. Primero bachiller elemental y luego dos años de magisterio. Fue casi la década de los cincuenta entera. Desde luego no recuerdo discrepancias (tampoco hostilidades) ni en niños ni en mayores. Menos todavía rencores o animosidades; por el contrario, todos se ayudaban olvidando probables reticencias ideológicas porque la prioridad era subsistir. ¿Vivíamos en dictadura? La pregunta presentaría respuesta dificultosa para aquellos años adolescentes. ¿Qué decir? Cierto que algunas prácticas y usanzas se adaptaban poco a las formas democráticas, pero no se observaba intromisión en las libertades individuales. Al menos, eran inapreciables para la población joven. Nadie limitaba movimientos “normales”, como reunirse con amigos bajo los límites del orden público y las leyes.

Es verdad que vivíamos en autarquía —pese a que Gran Bretaña y Francia fueron los primeros países que reconocieron a Franco— a consecuencia del aislamiento internacional impuesto por la ONU en mil novecientos cuarenta y seis. No obstante, Argentina rompió el bloqueo y envió trigo y carne, básicamente, para mitigar el hambre ibérico. Los pactos bilaterales España-EEUU en mil novecientos cincuenta y tres, abrieron la puerta a que la ONU rompiera el aislamiento en mil novecientos cincuenta y cinco. El franquismo empezó a respirar políticamente y los españoles económicamente. Aunque en los pueblos minifundistas no se hizo muy visible, al menos en el mío no, una penuria casi de lividez cadavérica, la situación general cambió de forma prometedora y acelerada. Si bien la hambruna castigaba entendimientos y voluntades apenas se cometían robos pese a que las puertas se dejaban siempre abiertas. ¿Confianza? No, disciplina.

Con diecisiete años me fui al Colegio Menor Alonso de Ojeda en Cuenca, evidentemente del régimen franquista en gestión y metodología. Allí terminé tercero de magisterio, quinto de bachiller, reválida de magisterio, sexto de bachiller y preuniversitario. Precisamente, al cumplir los dieciocho años dejabas de militar en la OJE (Organización Juvenil Española), de carácter obligatorio, para afiliarte (de forma voluntaria) a Falange en un acto multitudinario celebrado en el salón de actos de la jefatura provincial. Yo, no me afilié por ser contrario a partidos y sindicatos. Corría el año mil novecientos sesenta y solo nos obligaban cada domingo a ir a misa y realizar una tabla de gimnasia en el patio del centro. En mil novecientos sesenta y tres, terminado todo, decidí irme de maestro a Castillo de Garcimuñoz. Fue el inicio de mi carrera profesional que completé, tras cuarenta años y ocho meses, en dos mil tres en Valencia.

Mi vida transcurrió en un pueblo tranquilo, sin tumultos, lo mismo que cuando fui a la capital. No había universidad ni movimientos contestatarios (opuestos al régimen) que nos permitieran tomar unas u otras posiciones. No tenía conciencia de que aquello fuera una dictadura porque nadie me impidió nunca moverme con plena libertad y seguridad. Con el tiempo, he ido comprendiendo que palabras y conceptos pueden divergir semánticamente; es decir, no siempre una dictadura se considera tal como tampoco una democracia ha de ser verídica. La sustancia de las cosas nunca las define el predicado. Desde mi punto de vista, el franquismo fue un periodo probablemente no solo necesario sino imprescindible, más a nivel internacional por su importancia geoestratégica, en aquellos convulsos años. Tuvo errores, el mayor la represión posterior, pero también aciertos que después no se han repetido. La democracia no tiene por qué ser un cuartel, pero tampoco la casa de tócame Roque. Ese ha sido el error del bipartidismo.

Alucino, vocablo chirriante, que la Memoria Democrática sea ordenada —incluso elaborada— por gente que no vivió el franquismo y si lo hubiese hecho jamás se hubiera manifestado antifranquista. A las pruebas me remito: el antifranquismo surgió potente, poderoso, tras la muerte de Franco. La memoria que se nutre de maniqueísmo al analizar la Guerra Civil me parece sectaria, disgregadora, basada únicamente en un odio visceral, por tanto irracional, imposibilitando toda praxis fecunda. No voy a caer en la tentación de defender o atacar perspectivas históricas porque, pese a documentos, la Historia es multifacética y cada uno elige para contarla el matiz que le interesa. Me convencen aquellos autores que reciben críticas de todos. Creo que el camino elegido, remitiendo a las nuevas generaciones al Centro Documental de Memoria Histórica, no conduce a nada.

Sé que la izquierda miente cuando dice defender los derechos y libertades de los ciudadanos porque solo lo hace en países democráticos, donde ya existen, pero nunca en las dictaduras que disfraza constantemente como democracias populares. Es la estrategia del totalitarismo donde no detenta todavía poder. La memoria Democrática no se ocupará, pero la Historia contará el final del sanchismo a manos, incluso, de barones y huestes hartos de aguantar purgas despóticas sobre quienes fueron culpables de su propia gestación. Ignoro si serán los primeros o no, aunque temo que sea una pequeña parte de la multitud que desea quitarse de encima a este aventurero que nos denigra y arruina.

viernes, 15 de julio de 2022

DEL CAÑO AL CORO

 

Nunca me he perdido ningún debate del Estado de la Nación. El Parlamento, con mayor gloria en tiempos pasados, estaba conformado por señores que a lo sumo defendían sus posiciones utilizando el florete dialéctico. Lógica y sentido común se enseñoreaban del verbo menos ducho en la Tribuna. Si se analizaba pormenorizadamente cada momento, el espectáculo era digno y los políticos cumplían con decoro el fin para el que fueron elegidos. Este año, no solo no lo voy a ver, sino que sé de antemano contenidos y mensajes. Cuando un Parlamento languidece en manos de aventureros sacamantecas, la Institución queda desacreditada y sus conclusiones posteriores interesan una higa. Cada presidente que ha pasado por el trance, lo ha hecho con apostura y solemnidad. Este tontaina tan arrogante como cretino actúa igual que un elefante en una cacharrería.

Conozco muy bien el paño y puedo afirmar que los debates del Estado de la Nación serán bizantinos, estériles. Gamarra, Arrimadas o Abascal, presentarán cuantos datos quieran; pueden ser incisivos o suaves, condescendientes o belicosos. En todos los casos, el ególatra contestará ubicado por los Cerros de Úbeda. Si preguntan por un tema A, o no habrá respuesta o se acercaría a responder con un compendio (rollo) Z, perfecto para su propaganda e imagen. Será un diálogo de besugos, donde habrá diputados correctos, o no tanto, y un inútil que, por arte de birlibirloque (no estrictamente democrático), se ha convertido en protagonista funesto. Algunos expresidentes, léase González y Aznar, se rasgan las vestiduras por ser conscientes del triste espectáculo que estamos ofreciendo al mundo entero. Ellos, sin embargo, no son ajenos al esperpento.

La mejor frase política, acreedora de coronar el frontispicio del Congreso y dejarla como ejemplo y guía ciudadanos, no fue dicha por un erudito de la Cámara —muchos en siglos pretéritos— sino por un agricultor palentino con motivo del terrible incendio de la Sierra de la Culebra cuando Sánchez, capeado el temporal, iba diciendo “esto hay que arreglarlo”. Tocado con gorra, de entre sesenta y setenta años, tuvo esa explosión de inteligencia natural que, desde mi punto de vista, debiera pasar a los anales de la Historia para cotejar degradación y lucidez. El hombrecillo le respondió a escasos centímetros: ¿Arreglar? ¿Tú? ¿Arreglar tú? Hoy, supongo, habrá hecho propuestas “pactadas” para contentar (lean engañar) a los de siempre. En el ruido mediático, a tope de decibelios, he podido interpretar subida de impuestos a eléctricas y banca (¿quiénes pagarán la factura al final?) y bonos gratis, a partir de septiembre, para los trenes de cercanías.

El antagonismo ricos y pobres ha tenido siempre un eco desmesurado, propio de cualquier país inculto donde, con relativa frecuencia, los ricos de última hora siguen anexionados a su status anterior. Es decir, no son pobres todos los que relucen. La razón de tal reflexión viene a cuento por el anuncio “meter en cintura a eléctricas y banca” para repartirlo a los pobres. Solo hay una realidad: aquellos impuestos que penalicen a eléctricas y banca serán sufragados por trabajadores y pensionistas; o sea, impuestos a ricos serán pagados por pobres. Sin herir a nadie, me pregunto ¿qué grado de incapacidad es necesario para no darse cuenta de que abogados, inspectores de hacienda, profesores de pega (en paro), licenciados, graduados, bachilleres, graduados en secundaria, iletrados e individuos en el  paro, viven como potentados, y lo que te rondaré morena porque seguirán toda la vida en puestos políticos, orgánicos o empresas públicas? Estos sí son ricos y muy pocas veces hablan de ellos ocultos bajo un velo de oscurantismo y silencio. ¿Roban? Presuntamente.

Este vende humos echa la culpa de la irreversible, salvo rescate, situación económica española al sursuncorda. Ahora resulta que la crisis proviene de la guerra de Ucrania cuando IPC, Deuda Pública, Déficit y probable deflación, estaban muy asentadas antes. Las consecuencias de una crisis, bélica en este caso, al escenario internacional suele apreciarse muchos meses después de haberse producido. Pero este tipo aprovecha cualquier coyuntura que le sea favorable tenga sentido o no. Este otoño-invierno, si los salva, tendrán cualquier respuesta en la escasez de suministro, cuando España será uno de los países menos afectados por los recortes propiciados por Rusia. Por cierto, el pacto hispano-portugués para topar el precio del gas y así bajar la luz, ha resultado un fiasco morrocotudo. No me extraña nada cuando la procedencia tiene tal lumbrera.

Subir impuestos y no subir los tipos de interés (esa parece, de momento, la política monetaria europea y española) nos lleva irremediablemente a mayor IPC y recesión, una dinámica explosiva que afectará a millones de compatriotas. Llevamos años de engaños en el tema económico, pero todo tiene un final, porque las migajas son suficientes para aquellos (un mínimo porcentaje) acostumbrados a subsistir con ellas. La gran mayoría quiere un trabajo que le permita vivir libre y dignamente. No me gusta el papel de adivino ni de aguafiestas, pero temo que más pronto que tarde salga a relucir toda la porquería oculta en años.

Cocina o maquillaje es el nuevo oficio mejor pagado en las áreas monclovitas. Hay algo fundamental en todos y cada uno de los que pasan figura por los medios: decir una cosa para hacer estrictamente lo contrario. Hay vocablos que deben ser repetidos hasta hacerlos verdaderos: trabajo, diálogo, esfuerzo, expansión, mejora e impulso, entre otros. Luego se dice, verbigracia, que con tal sigla no se puede dialogar porque impulsan el odio. Sin embargo, la Ley de Memoria Democrática (de por sí, ha recibido el apoyo de Bildu que no son ejemplo de concordia, precisamente) se ha realizado al objeto de romper probables puentes de negociación. Ladinos, son muy ladinos.

¡Cuánto bombo con la Ley de Vivienda! Las intenciones vienen calificadas por su propio articulado: “Favorecer el acceso a la vivienda a precios asequibles, protege de las situaciones de vulnerabilidad y combate la especulación inmobiliaria”. Perfecto en el plano hipotético, pero luego se transgreden, por sobreprotección, algunos derechos individuales de los dueños de la propiedad y, de ahí, viene el maremágnum. Al final, las buenas intenciones, cocinadas o maquilladas para la ocasión, devienen en fracaso estrepitoso. Ya, ni mencionar los alquileres ayudas incluidas.

Si entendemos por cómico a la persona que hace reír, Pinocho y Tezanos Tortajada, son dos cómicos reconocidos a nivel internacional, sobre todo el primero. El segundo parece asentar en terreno patrio “comidillas” intelectualmente bochornosas, contra todo sentido común. Menos mal que todavía quedan tontos sabios que aplauden por inercia y luego se retraen llenos de vergüenza. Los más, hacen cábalas y concluyen, no solo por los mencionados, que Dios o el Demonio los cría y ellos se juntan.

viernes, 8 de julio de 2022

EL CAPIROTE

 

Nuestro lenguaje es dinámico y complejo, desconozco si por fortuna o desventura. Dinámico, porque asimila cualquier voz cuyo uso sea generalizado, sin exigir pureza u origen. Complejo, porque es abundante en localismos con extensión concreta fuera de la cual son enigmáticos e incomprensibles. A la vez, hay viejas expresiones cada día más vigorosas, plásticas y comunes. Me refiero, verbigracia, a “tonto del capirote” y “sambenito”. En estos tiempos desequilibrantes, turbulentos, de peligrosa locura, podríamos utilizar su carga despectiva para señalar a individuos que se ajusten al apelativo; mientras, de forma clemente, a otros (también muy significados) intentaríamos descolgarles el “sambenito” colocado espuriamente, con mala fe. ¿Lograríamos así poner las cosas en su sitio? No, porque el “tonto de capirote” es inconsciente y el que arrastra injustamente su “sambenito” sin reprobarlo debiera ser beatificado.

Ambas expresiones tienen origen impreciso, aunque el que se cimienta en la Inquisición y la gravedad del pecado/delito/herejía, desde un punto conceptual, supone acercarse gráficamente a la realidad. Se cuenta que la Santa Inquisición, tribunal que luchaba contra las corrientes heréticas medievales, castigaba a los reos con un gorro en forma de cono invertido que llamaban capirote. Quien lo llevaba recibía la burla, no exenta de escarnio, y el remoquete de tonto (“tonto del capirote”). Si la culpa era menor, se le colocaba encima un capotillo infamante (“sambenito”) que indicaba reconciliación con el Santo Tribunal. Posteriormente, y fieles a los sentimientos que despierta el tonto de capirote, se llamó “capirote” al uniforme estudiantil con birrete incluido, cuya desaparición se realizó en mil ochocientos veintiocho. Los más ensoberbecidos con el atuendo eran los alumnos menos aventajados, los mediocres, de ahí el sobrenombre de “tontos del capirote”.

Tropo es figura retórica que consiste en sustituir una expresión por otra relacionada con la primera. Metonimia es el tropo que sustituye un signo por la cosa significada. Así, si decimos “el capirote” nos referimos a persona que consideramos escasa de luces; es decir, de mente poco despierta. Emplearíamos metonimia, por ejemplo, cuando en lugar de mencionar a Sánchez utilizáramos como sobrenombre “el capirote”. Alguien podría presuponer que mis expresiones, en este y otros artículos, suponen afrenta grave a personas determinadas. Si llamo al pan, pan y al vino, vino, nadie negará que son definiciones y nunca ausencia de consideración. Mientras no se introduzca otro quehacer distinto, el político —en su servicio diario— debe enaltecer al ciudadano con actos y formas serios, fecundos. Su repugnancia al deber atrae actitudes aguerridas, iracundas.

Desde el primer momento, Sánchez se ha ganado a pulso tan ajustado remoquete: “el capirote”. Considero imposible encontrarse con una persona tan pretenciosa, ególatra y adulterina a la vez que hueca, necia y veleta. Estos días, con ocasión de tener a su alcance figuras estelares del mundo civilizado, se le ha visto pordiosear entrevistas y fotos para ver si puede crearse una imagen ad hoc dentro y fuera de nuestras fronteras. Hemos conseguido realizar el mejor escaparate factible; en verdad, extraordinario. Madrid, la ciudad más segura del mundo durante la Cumbre, presentaba un aspecto sensacional. Como anfitriones no hemos defraudado y España, por unos instantes, ha sido el foco cultural y político del mundo entero. Otra cosa distinta es que hayamos conseguido los objetivos previstos, básicamente blindar el flanco Sur europeo y proteger Ceuta y Melilla.

El capirote, pandilla incluida, cree haber revestido —tal vez levantado— su hundimiento político por boca de unos andaluces hartos de trapicheos, antes en las Instituciones Autonómicas y ahora nacionales. Es la primera voz mayoritaria y potente, eco incluido, que manifiesta amplio rechazo a un grupo de vividores que, a poco, quedará convertido en estrépito colectivo. Sus hipotéticos éxitos personales conseguidos días atrás con más desfachatez que denuedo, son frutos de un día. Hoy, nadie se acuerda de la reunión de la OTAN en Madrid salvo individuos que tengan intereses concretos. El ciudadano de a pie vio un espectáculo inducido, virtual; sorteándosele además una contemplación efectiva, tangible. Resurge sensibilizado el país de ayer, el del IPC que aboca a la pobreza, una deuda descontrolada cuyo rostro dibuja miseria para varias generaciones y un trabajo, pese a generosa y maquillada propaganda, precario, que lleva a la exclusión social. 

Este encapirotado aprendiz de Maquiavelo ofrece —y estamos en maitines, es decir, sin haber empezado la precampaña— subvenciones para toda la población. El problema surge cuando cualquier individuo se pregunta de dónde va a salir tanto dinero. Solo hay dos respuestas: deuda pública o subida de impuestos. Al final, se perpetúa un mismo “pagano”: el propio perceptor. Esta estafa similar al tocomocho tiene como protagonista, en ambos casos, a un individuo (estándar, pero histriónico, o fulero con diferentes máscaras de ilustrado) cuya única misión es confundir y engañar. Así, los mayores fiascos se convierten en éxitos rotundos ante la complicidad ignominiosa de medios sumisos a su prestatario. Los males proceden de la guerra de Ucrania cuando deuda, déficit, paro e IPC, entre otras magnitudes económicas negativas, son muy anteriores a su inicio.

Leo las alabanzas que el equipo de Yolanda Díaz, ella misma, airean con arrogancia y boato. Sin participar del jolgorio, sino motivado por experiencia familiar, expongo el siguiente caso que deduzco serán centenares de miles en toda España. Tengo un hijo mayor de cincuenta años, diplomado en empresariales, para más señas, y con otras dos carreras posteriores, que, tras años de paro, le han dado trabajo para quince días. ¿Es para cantar y contar victoria? Respondan ustedes mismos. Este gobierno, astuto “cocinero y maquillador”, atesora total desconfianza cuando ofrece datos e informes. Cualquier autenticidad significaría yerro involuntario o confabulación. Llega ahora un esperado paripé entre los coaligados a causa del aumento OTAN en mil millones de euros. Sin embargo, no habrá ruptura porque eso supondría castigo para todos: el paro.

No crean que existe monte ayuno de orégano porque, en política, toda espesura está llena de él. Ya conocen el refrán: “en todos los sitios cuecen habas y en mi casa a calderadas”. “Capirotes” (memos, lelos, torpes, necios, y resto de retahíla) los hay en todas las siglas, si bien es verdad que varían procederes y cuotas. Anteayer, Moreno Bonilla homenajeaba a Blas Infante en su ciento treintaisiete aniversario con el ritual y boato característico. Un político previsiblemente monárquico y nacional —juicioso, revestido de solvencia intelectiva— evita actos de ensalzamiento cuyos protagonistas sean individuos republicanos y federalistas, como mínimo. Seguramente satisfizo a cuatro votantes suyos, coyunturales de izquierdas o andalucistas, pero cabría preguntarse cuántos votantes natos se cayeron del guindo. Con estrategas de tal molde y huérfanos en retórica desvergonzada, el PP se apunta a una oposición imperecedera, aun existiendo crisis insoportable.

viernes, 1 de julio de 2022

APAGAR FUEGOS CON AGUAS MENORES

 

La expresión aguas menores tuvo su origen en el Madrid dieciochesco cuando antes de Carlos III era normal arrojar residuos metabólicos, con diferente aspecto, por las ventanas al grito de “¡agua va!”. Lo común es que fueran solo orines (aguas menores), aunque se acompañaran más o menos frecuentemente de residuos sólidos (aguas mayores). Esta extendida costumbre terminó en mil setecientos sesenta y uno mediante una Real Orden que prohibió lanzar este tipo de vertidos. Con todo y ello, no hace tanto quedaban extraños impulsos —tal vez tics vengativos— seguramente lastrados por un hábito nunca cerrado. Quiero detenerme para contar una historia, sospecho curiosa e inhabitual. Me refiero a Julián (apodado el Chicho), viejo amigo y vecino de mi padre, cuya tentación fue vaciarnos encima alguna vez un bacín sestero en los rigores estivales.

Ahora, bastantes décadas después, comprendo la ira del Chicho nunca exenta de un espíritu bromista y travieso. Apenas consumidas aquellas veladas al fresco, casi sin dormir, los agricultores partían con sus carros de cadalso para traer consigo la mies antes de que la canícula hiciera insoportable cualquier atrevimiento. Algunos, insomnes o con quehaceres simples, nos poníamos en pleno sesteo a jugar “a las caras” delante de su ventana.  Varias veces la abrió colérico, blandiendo un orinal —ignoro si vacío o no— en calzoncillos, con ademán manifiesto, si bien nunca se atrevió a lanzar el contenido. Hicimos un pacto tácito: él se conformaba “enseñando los dientes” mientras nosotros, un nutrido y dispar grupo, procurábamos zaherir lo menos posible. Tuvo que soportar el tintineo exasperante de las “careras” chocando contra el asfalto, durante muchos veranos, por residir al lado del bar y toparse con una horda de desaprensivos o inconscientes.

Lecturas históricas, tal vez sainetescas, y experiencias personales surgidas en aquella España profunda (esa que algunos denigran de oídas, sin haberla vivido), marcaron la trivialidad e intemperancia de las clásicas —a la vez que pretenciosas— “aguas menores”. Hoy, con el país incendiado literal y metafóricamente, se utilizan con bombo y platillo medidas, recursos, adscritos sin exageración a frase tan popular. Ha ocurrido en Zamora donde, una vez sofocado el siniestro de Sierra Culebra, han quedado al descubierto demasiadas anomalías y escaseces. Resulta paradigmática la respuesta altiva dada por un viejo agricultor a Sánchez tras prometer arreglar aquel desaguisado: “¿arreglarlo?, ¿tú?, ¿arreglarlo tú?”. Significó el inquietante eco nacional de desconfianza, de angustia, incluso de amargura, ante la ineptitud evidente de un cantamañanas.

Ya han ardido miles y miles de hectáreas quemando bosques que conforman una parte esencial de la biosfera. Los quinientos cinco mil novecientos noventa kilómetros cuadrados que ocupa España en el orbe, están siendo asolados ahora mismo por un incendio global, gravoso, trágico. Los resultados electorales en Andalucía, guarida prolongada de gentes con trabuco (también en el siglo XX) permiten comprobar el alcance del cataclismo. Como es rutinario, mucho más en política, siempre son culpables otros. La autocrítica brilla por su ausencia, aunque gasolina y cerillas llevan grabadas el santo y seña. ¡Pobre Viriato!, la que le espera cuando PP, sociedad, empresas, medios y apoyos interesados, dejen de ser coartada creíble. Estoy convencido: lo histórico pasará a ser vital; un cambio de simbolismo oportuno, imprescindible, para conseguir resultados con nuevo ardid. Eso siguen creyendo, atemorizados pero ahítos de optimismo delirante, quienes cimientan el quehacer político únicamente en imagen y propaganda.

Decía Marx, el genio, (Groucho) que “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados” o esperpénticos, añado yo. Hasta junio de dos mil dieciocho, los ejecutivos —empapados más de sombras que de luces— generaban incendios partidarios (excluido Zapatero cuyas llamas pusieron en peligro los cimientos europeos) sofocados sin esfuerzos aparentes. Pudiera ocurrir que las gigantescas llamaradas actuales, potenciadas por absolutas negligencias e incapacidades de tanto indigente ocupando asientos ministeriales, sean consecuencia de pretéritos escenarios y conflictos fosilizados e irresueltos. Afirmo que Sánchez es el peor político en siglos. Con la misma justeza reconozco que España venía ya hedionda, corrompida, cuando la ocupó utilizando dudosas prácticas.

Lo dicho en renglones precedentes no le exime del desastre. El descenso del PIB per cápita de España en el año dos mil veinte fue mayor, entre otros países, al de Argentina, Bhután, Botwana, Congo, Cuba, etc. con cifras inferiores a menos once, coma tres del español. En el rango dos mil dieciocho-dos mil veintiuno, fuimos último país de la Unión Europea en el aumento de la renta per cápita. Sumemos: Incremento desaforado del IPC, deuda pública descontrolada, déficit astronómico, bancarrota, rescate o corralito, por citar algunas magnitudes económicas que se esconden de forma vergonzante, trapacera, para asentar éxitos mágicos, vanos. Hablan de transparencia cuando únicamente divisamos tiranía y oscurantismo. He aquí la raíz del incendio que incriminaron los andaluces. Su voracidad alcanzará pronto a barones silentes por temor a Sánchez.

Cree, el muy lerdo, que su persona libera efluvios embriagadores inconciliables con la repulsa electoral que atesora incluso entre los propios barones en defensa propia. Saben que sus posibilidades, cuando llegue la confrontación autonómica el año próximo, disminuyen progresivamente a la participación de Sánchez. Por este motivo utiliza, de forma infantiloide, cortafuegos crematísticos bajo la modalidad de decretos leyes. Bajar el IVA eléctrico del diez al cinco, repartir doscientos euros a millones de parados, limitar los alquileres, ofrecer el oro y el moro (básicamente, el moro), no le servirá de nada porque el auténtico causante, el lastre, tiene nombre y apellido. Patrañas fraudulentas, puertas giratorias, castuza insolente y duradera, ocupación “in aeternum”, agravan tan amarga realidad alimentando a Vox porque el resto, sin exclusiones, son viejos conocidos.

El IPC, por encima del diez por ciento, desangra a los ciudadanos. Si sube los impuestos esta sangre correría por la calle; si baja alguno, “pícaramente”, los precios se dispararían quemando familias a troche y moche. La desenfrenada coyuntura echa gasolina al fuego que Sánchez cree apagar orinando sobre él o su idéntico, hacerlo sobre los españoles. Cualquier persona con medio dedo de frente deduce que el escenario plantea un Pacto de Estado entre las fuerzas con vocación y probabilidades de gobierno. Es urgente e imprescindible. No parece oportuno que Podemos y demás apoyos antiespañoles, con sus contradicciones, exhiban propiedades idóneas para conseguir tal fin o parecidos. Sánchez sigue mechero en mano al afirmar: “El PP es un terminal de intereses oscuros y ocultos”. Dicha frase —rancia, dañina, apocalíptica— como de costumbre la suelta sin despeinarse. Él tiene solución; nosotros, no. Necesitamos darle pasaporte y generar un probable proceso judicial por su afán dictador al pretender controlar las Instituciones básicas del Estado de Derecho con fines evidentes. Democracia e impunidad son contradictorias.