viernes, 26 de julio de 2019

LA MUERTE DE LAS IDEOLOGÍAS


Los obstáculos observados en la configuración de una mayoría que culmine la investidura de Sánchez, nos lleva a colegir divergencias irreconciliables entre las diferentes siglas. Por lógica, solo cabe una respuesta: se ha perdido el sentido de Estado. Tal certeza ofrece un escenario maldito, oneroso. Muchos, todavía recordamos aquellos pactos monclovitas -al principio de los ochenta del pasado siglo- entre liberales, socialdemócratas, conservadores, y eurocomunistas; es decir comunistas democráticos, en teoría una contradicción. Suárez, Felipe González (abandonado el marxismo), Fraga, y Carrillo (cargado de experiencias terribles) fueron capaces de limar diferencias, de ofrecer un patriotismo inédito que los abocó a toda suerte de infamaciones. Sin embargo, sirvieron bien a aquella sociedad sedienta de libertad y esperanza.

Pese al epígrafe y a su cotejo, tal vez hubiera debido agregar una excepción: el neocomunismo del siglo XXI, tan totalitario, antidemocrático y despótico como su raíz. Donde se impone deja un rastro reconocible de opresión y miseria, pues este comunismo engendrado -no creado- conserva intactos todos los atributos inquietantes que lo han hecho indeseable, monstruoso. Con todo, también él aplica el vocablo “transversalidad” al objeto de mimetizarse (cual camaleón encubierto) con las siglas de hipotético pedigrí democrático, pese a engreída identificación. Yo alucino cuando Podemos proyecta coaligarse con el PSOE para lograr un gobierno “progresista”. Por lo que intuyo también lo hace Sánchez, tras el resultado de la investidura, por mucho que se parezcan uno y otro en sus políticas de garabatos, estrategias y artimañas. 

Los nacionalismos, más o menos independentistas, no han perdido ningún sedimento doctrinal porque, fuera de un postureo crediticio, jamás exhibieron ninguna etiqueta ideológica patente. El ejemplo incontestable lo vienen dando la antigua CiU (burguesía catalana corrupta) y el sempiterno PNV (burguesía vasca adscrita al Concierto insolidario). Ambos partidos niegan su tamiz muy conservador para divergir, si quiera, con su rancio franquismo hoy refractario. ERC -tintada de rojo suave, socialdemócrata- presume de un antiespañolismo inaceptable para quien quiera presidir el gobierno de España. Sin embargo, no le hace ascos a los privilegios que conlleva tener asiento en el Parlamento patrio. Grave incoherencia dogmática superada por su asenso y sumisión al refrán: “por dinero baila el perro”.

Sí, el resto de partidos ha perdido su ideología primigenia. Esta globalización que nos secuestra, amilana y desorienta, ha dado al traste con el mundo tradicional, cotidiano. Ha traído cambios, un trasiego, de principios económicos, morales, psíquicos, entre otros, que nos ha pillado a traspiés. La socialdemocracia (izquierda moderada) que ha gobernado gran parte de la posguerra europea, está en horas bajas, prácticamente desaparecida, salvo aquí y en Portugal. Su política de concierto, armonizadora -y me refiero a nuestro país- se ha convertido en un afán ilimitado de corromper la conciencia ciudadana demonizando a sus rivales mientras sacraliza los propios dichos y hechos. Tal escenario, junto a la Ley de Memoria Histórica, Ley de Género y Ley sobre el Cambio Climático, coronan el cuerpo doctrinal de un PSOE vacío cuyo único éxito radica en potenciar la quiebra social. En realidad, solo se consiguió darle encarnadura socialdemócrata con Felipe González. Zapatero y Sánchez han rivalizado en llevarlo a un callejón marxista.

Conservadores y liberales padecen parecidos peajes. Perdido el andamiaje económico (y muy dudoso el ético, contra aseveraciones injustas, insolidarias, inicuamente aventadas) cunde la desbandada electoral. Casado fue penitente putativo de un Rajoy huidizo, algo cobardón. Encima tiene que soportar con total ignominia la maledicencia antidemocrática de quienes favorecen el viejo sustento de la corrupción como argumentario político. Rivera, novel inmaculado, debe mantenerse ajeno a reseñas interesadas y mostrar reciedumbre amén de confianza en sí mismo. Su juventud, hoy por hoy políticamente imprecisa, puede resultar impulso hacedor a medio plazo. Tal vez le conviniera mirar con ojos escrutadores a Vox en lugar de condenarlo sin meditar pros y contras, no solo a nivel particular sino avistando dividendos generales. Es peligroso caer en el laberinto de la dialéctica ficticia, postiza. Menos trabas tiene Sánchez para pactar con Podemos cuyo extremismo no tiene comparación.

Sánchez no quiere pactar con Podemos el Gobierno; yo tampoco lo haría para evitar el abrazo del oso. Sabe perfectamente, porque se mueve en el mismo campo de la triquiñuela, que sentar -aunque sea de forma indirecta- a Pablo Iglesias en la mesa ministerial, significa dar carta de naturaleza a alguien peligroso, casi letal, en un contexto capitalista. Ya lo dijo Michel Foucault: “La conceptualización del objeto a analizar necesita una conciencia histórica de las circunstancias actuales”. Pese a ese juego de analogías y distancias, es evidente que lo conoce mejor que sus votantes. Ahora se impone el relato para inculcar alevosamente al ciudadano quién ha de cargar con todas las culpas por el espectáculo grotesco, esperpéntico, gravoso, representado en la Cámara. Es el final lógico cuando intervienen dos actores cautivados por la pompa y la codicia. Si agregamos encima altas dosis de egolatría, similares a ambos, se perfila un adelanto electoral cuyos resultados, pronostican las encuestas, serán catastróficos para Podemos.

Creo que el sectarismo fanático se entronca básicamente en los medios audiovisuales tomados por la izquierda. Algunos de sus tertulianos braman porque se ha marchitado la investidura. Podemitas defraudados se ubican en el ara de las ofrendas, abocados al paroxismo, mientras esperan inestables que alguien los redima con el cabrito sacrificial. Esta semana, consumida por el tiempo y la insatisfacción, he escuchado barbaridades intelectuales e históricas cuya base dialéctica, poderosa, descansa en la visceralidad; es decir, en el absurdo. Sus infortunios intentan superarlos colgando al adversario etiquetas que se adecuarían con total propiedad a los conmilitones. Una prueba rotunda sobre el ánimo que inspira a quienes se han autoconcedido la patrimonización de todas las cualidades éticas y sociales.

La muerte ideológica lleva aparejada el exterminio social del hombre y orgánico de las naciones.

viernes, 19 de julio de 2019

PUNTO Y SEGUIDO DE UNA TROPELÍA


“El Santander ha culminado la integración tecnológica del Popular”. Así, con este titular insípido para la mayoría de españoles, concluye -junto con el caso “straperlo”- una de las páginas más vergonzosas de la Historia reciente. Aproximadamente trescientos mil pequeños accionistas fuimos estafados, presuntamente, con la aquiescencia de varias instituciones nacionales y europeas. Dentro de las nacionales, cabe destacar el Banco de España, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) y el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Asimismo, destacan las instituciones europeas Mecanismo Único de Resolución (MUR), Junta Única de Resolución (JUR) y Fondo Único de Resolución (FUR), este todavía inhábil por no disponer de recursos para reestructurar o rescatar las entidades bancarias europeas con dificultades. Pregunta, ¿para qué crear un organismo inútil? Tal vez, como oficina de colocación. 


El siete de junio de dos mil diecisiete, la CNMV suspendió cautelarmente la cotización del Banco Popular e inmediatamente la JUR, por primera y única vez en toda su existencia, resuelve dicho banco y lo vende al Santander por un euro. Trescientas mil familias de pequeños ahorradores quedan en la miseria debido a los yerros cometidos por las citadas entidades nacionales y el europeo Mecanismo Único de Supervisión (MUS). Todo ello para evitar proveer siete mil millones de euros. Esa cantidad fue la que tuvo que desembolsar el Santander para asegurar a los impositores su dinero. Según informaciones, a treinta y uno de diciembre de dos mil diecisiete el Banco Popular tenía unos activos de ciento trece mil millones de euros y un dieciocho por ciento de cuota de mercado en las pymes. ¿Hubo maquinación o arbitrariedad? Quizás ambas cosas con presumible resultado de latrocinio consentido.


Años atrás, el abuso, desgobierno y derroche de las Cajas de Ahorro, fue encubierto con más de cincuenta mil millones de euros que abonó el ciudadano español. Antes -con Zapatero- sí, pero ahora con Rajoy no. Clásica cobardía de la derecha y desconsideración de un político disipador, pues en cuatro años liquidó cinco millones de votos. Tampoco el PSOE, al presente, ha abierto la boca siquiera para conseguir un plus propagandístico, aun ético, defendiendo los valores de justicia social que se harta de propalar. Tampoco aquellos que vinieron a consolidar y reformar una democracia escuálida, cadavérica. Ciudadanos y Podemos han optado por no pasar ni de puntillas por tan execrable capítulo. Prefieren hacer mutis y luego soltar cargas, más o menos profundas y exitosas, sobre un bipartidismo que está negando ser causa exclusiva de cualquier desenfreno.
  

Escéptico vital, solo puedo percibir un cinismo a prueba de bomba en Podemos. Me sorprende ver cómo un líder paradójico, disfrazado, logra sumar tantos adeptos una vez constatadas diferencias sustantivas entre dichos y hechos. Ataca a la banca, al Ibex, a los empresarios, pero vive de ellos y no peor que ellos. Advierto que el mutismo innovador, tras los acontecimientos denunciados, se debe a esa interpretación maniquea cuyo dictado indica que los accionistas del Popular debíamos formar parte de la burguesía patria y patriótica. Más allá de discursos demagógicos, de fraseología revolucionaria, rupturista, él puede conseguir favores negados a cualquier ciudadano común; es decir, constituye la misma élite sobre la que vierte sus ataques inmisericordes y, por ello, postizos. Iglesias, dispuesto a encarnar todos los aspectos que le brinde la máscara, ha conseguido una feligresía devota, acrítica pero fiel


“El cielo no se toma por consenso: se toma por asalto” junto a lo aparecido en un tuit: de Pablo Iglesias: “Por primera vez el sorpasso es posible; ahora toca voluntad de asumirlo”, son las dos frases que le impiden ser ministro, su mayor anhelo. Semejante estela de petulancia, no solo ha abierto los ojos a gente armada de buena fe sino también a Sánchez que viene considerando peor el remedio que la enfermedad. Se han juntado dos magos del tocomocho, pero aquel domina los medios y este, pobre, es incapaz de dominar el pavor que le ocasiona su proximidad. He aquí la razón de los innumerables reclamos (eso sí, poco inteligentes) para que PP o Ciudadanos se abstengan cara a su investidura. Deduzco sin esfuerzo que Sánchez prefiere incluso la repetición de elecciones -con el riesgo implícito que conlleva- antes que sentar a Iglesias y Montero a la mesa del consejo de ministros. Sería una primera y concluyente derrota personal, escenario imposible dado su elevado ego. A mí, de todas formas, tampoco me seduciría (entiéndase bien la metáfora) sentar un alacrán en mi mesa.


Ciudadanos -otra sigla renovadora, pero enmudecida- pone ese discutido liberalismo (extremo voluntarista autoaventado) al servicio de las injusticias que propicia el poder, su abuso. Parece ajustar la contrapuesta misión política al servicio de intereses espurios en vez de velar por los rectos dividendos del contribuyente. Creo que Rivera está cometiendo errores inasumibles relativos a diferentes campos políticos. Quizás el mayor sea desconocer cuál es el papel que debe desempeñar ahora, en este momento crucial. “Rectificar es de sabios” enseña un adagio clásico. Mantenerse obcecado augura cerrilismo, torpeza, actitudes impropias de quien se debe a pautas reflexivas, serenas, convergentes. No es menor el yerro de mostrar una extremada sensibilidad con Vox mientras exhibe ciertos posicionamientos laxos en otros casos mediáticamente menos conflictivos o señalados. Frase de refrán: ¡“Madre que me toca Roque; tócame Roque”!


La coyuntura actual exige ausencia de complejos, invertir en valor, aunque ello implique bordear esa incorrección política tan temible para los que gozan de privilegios y tan aplaudida por ciudadanos hartos de farfolla. Ignoro si azar y providencia han armonizado disensiones para ridiculizar a estos politicastros onerosos, incapaces e inútiles. Ramco Litigation Funding, un fondo americano, financiará las demandas contra el Banco Santander por las pérdidas ocasionadas a los accionistas del Banco Popular cuando fue resuelto en dos mil diecisiete. Pagará entre ciento cincuenta y doscientos cincuenta millones de euros a cambio de un porcentaje del dinero recuperado en futuras sentencias. Sospecho que los análisis previos han encontrado aspectos, enfoques, que aquellos organismos nacionales e internacionales (ir)responsables pasaron por alto. Dicha noticia constata, asimismo desde un punto de vista jurídico, la tropelía cometida contra accionistas y bonistas del desparecido Banco Popular. En otras palabras, sus ahorros sufrieron un atraco brutal, perverso.

viernes, 12 de julio de 2019

TRAMPOLINES, TÁCTICAS Y ENJUAGUES


La situación política ahora mismo se parece muy mucho al azar meteorológico que nos agobia. En efecto, sequía pluviométrica e intelectual amén del infierno térmico -similar a ardientes temperaturas viscerales que menosprecian el acuerdo- llevan a divergencias irreconciliables. Algunos casos, para ser contenido, dejan al descubierto un talante mezquino, pues importan los sillones por encima de cualquier otra consideración u objetivo. Como dirían en mi tierra, borrando la estúpida frontera que impone toda compostura (quizás impostura) sumisa: “estos aventureros trincones no necesitan sardinas para beber vino”; es decir, actúan por hábito, irrazonablemente, sin apremio, orden ni medida. Solo así se entiende que estemos meses, manga por hombro, esperando la formación del gobierno nacional y autonómicos.


Escudriñar cómo se ha llegado a semejante situación, qué hemos hecho para merecer esta caterva de desalmados, es quehacer laborioso, arduo. Si estudiamos cuáles fueron los canales de entrada, tal vez nos aproximemos a las razones que expliquen consultas aclaratorias, necesarias. Requiere, en definitiva, examinar actitudes y vías emprendidas por los diferentes líderes que ocupan o pudieran ocupar puestos de responsabilidad. Si bien todos empezaron mozalbetes, hay diferencias sustantivas en sus respectivas trayectorias para llegar a metas similares. Principios más o menos decorosos, estéticas (no ya éticas) y coherencia mínima, distinguen los diferentes recorridos efectuados. Quienes llegaron a lo más alto exhiben pocas diferencias, pese a probables caminos distintos incluso opuestos. La meta es una línea grisácea, penumbrosa, confusa. 


Trampolín es un artilugio elástico que impulsa a quien desea realizar acrobacias, sin cuyo concurso sería imposible. Figuradamente, se le atribuye su manejo a todo aquel que utiliza algún desvío para conseguir algo casi imposible por el procedimiento general; en resumen, un salto acrobático. No cabe duda que representa la fórmula más inmoral de conseguir el fuero para quienes apenas si tienen méritos. Todo activismo constituye esa puerta que franquean con magnetismo curioso sus personajes de relumbrón. Me viene a la mente -máxime por posteriores dudas respecto al activismo primigenio, tránsitos velados y retrocesos- Ada Colau. Fundadora de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), recuerdo el heroico coraje derrochado en cada desalojo hasta que encontró un resquicio para meterse en política. Ahí terminó su ministerio.


Aun habiéndolo dicho en multitud de ocasiones, reitero que mis comentarios van dirigidos únicamente al ejercicio político, jamás a la persona soporte merecedora de todo respeto. He hablado de la señora Colau por lograr un galardón inobjetable, demasiado alto, desde mi punto de vista. Sin embargo, hay una fuente inagotable de personajes practicando el activismo, en sus variadas formas, que solo llegan a alcanzar puestos intrascendentes si la doctrina que ampara sus esfuerzos consigue poder o arranca alguna migaja. Disponen de sobrados sillones, pero insuficientes para tanto candidato a ocupar alguno. No debemos olvidar la fragancia profesional que desprende por estos lares toda actividad política. Pese a promesas de renuncia, verdaderas a medias en Aznar y algún escaso idealista, el político echa a andar a los dieciocho años y se jubila cuando le obliga la ley. Ahora mismo, este regateo es una auténtica profesión.


Cierto que el activismo es una plataforma ideal para aferrar esa ubre suculenta, generosa, que conforma el erario público. Verdad es también la asistencia voluntaria, sin matices ni rentas, que ofrecen individuos con un alto compromiso fraterno, solidario. Advertimos, asimismo, la existencia de ciertos mortales ayunos de virtudes, de sentimientos, que niegan afectos o proclividades para con los demás. Al contrario -de forma habitual, mecánica- procuran su bienestar, su deleite, mientras abonan semillas de odio; al menos, de insensibilidad. Imagino que todos, de una forma u otra, conocemos a arribistas cuyo afán es ponerse a la sombra de personajes (por utilizar algún sustantivo parcialmente definitorio) para ver si, mejor antes que después, consiguen alcanzan alguna oportunidad. Ese fue el recorrido de Sánchez y Casado. De segunda fila, los hay a patadas.


Aparte las mencionadas tácticas-trampolín que podríamos catalogar de génesis política, embrionarias, hay otras más visibles de efecto casi siempre pecador. En este aspecto, los medios tienen un papel destacado pues son caja de resonancia taxativa adscrita a determinada ideología. La mayor parte sacraliza supuestas virtudes sociales de la izquierda, mientras demoniza a la derecha asignándole un papel falsario. Hoy, fatalmente, llama la atención ese desierto gubernativo que transitan ciertas autonomías y el gobierno nacional bien por incapacidad bien por contumacia, aunque brillan en el horizonte demasiados intereses espurios. Iglesias está poniendo en jaque al país por un prurito testicular oculto tras el biombo de la desconfianza, del “justiprecio” y de la supervivencia.

Ciudadanos, terco, retrasa la conformación de los gobiernos murciano y madrileño. Ignoro qué opinará el resto, pero yo considero que su táctica de evitar contaminación con Vox, implica prepotencia, arrogancia, no exentas de un tic antidemocrático. Me parece que Rivera no ha medido bien las consecuencias electorales que le puede reparar el futuro. El personal está ya harto y puede disparar, si lo hace, hacia cualquier lado.


Enjuague, en su tercera acepción, significa arreglo irregular y fraudulento para conseguir lo que no se espera obtener por medios regulares. Es sinónimo de amaño, chanchullo y trapicheo. Sin excepción notable, estos políticos que nos sangran y desdeñan son auténticos maestros del enjuague. Algo de culpa tiene el pueblo lánguido, acéfalo, timorato. “No hay peor ciego que quien no quiere ver”, reza un viejo refrán popular. Este terreno rebosa de próceres (al igual que personajes, sustantivo parcialmente definitorio) afanados en vender humo como si fuera aquel oro del alquimista medieval; casi seguro su precursor y guía. 


No obstante, uno se lleva con total merecimiento la palma: Pedro Sánchez. Desde aquel escamoteo, con tentativa de pucherazo incluido, en octubre de dos mil dieciséis, empezó un enjuague frenético con los afiliados a quienes olvidó tras el sí ganador. A poco, fueron desfilando todos aquellos íntimos que lo habían negado y barones sin suficiente fuerza para procurarle desasosiego. El resto de líderes consistentes temen un desenlace todavía por ver. Purga en toda regla. Actitud propia del césar autócrata.

viernes, 5 de julio de 2019

EL FALSO PEDESTAL


Cuando hablamos de falso pedestal podemos referirnos al conformado por materiales quebradizos, arenosos, discontinuos. También -y es lo frecuente o socorrido- a aquel que, atendiendo a su concepto, se somete al descrédito general empujado por un devenir licencioso. De aquí en adelante, cualquier comentario al respecto se refiere indistintamente a uno u otro dependiendo de la versión que cada lector quiera darle. España, financieros, políticos, medios y sociedad, constituyen elementos básicos bajo los cuales suelen construirse pedestales más o menos legítimos. Mis comentarios tienen como origen informaciones publicadas a las que dedicaré verdaderos esfuerzos para darles un tratamiento objetivo. Si alguien viera elogio o menosprecio a entidades o personas en los párrafos siguientes, ya indico que no es mi intención en ningún caso. 


Abro la cuenta con un PSOE “cargado de virtudes”: honradez, ética, solidaridad y progresismo, a la sombra de “firmes pulsiones democráticas y constitucionalistas”, amparan un partido virtual, postizo, inexistente. Entre apariencia y entidad hay un largo trecho imposible de esquivar cuando se evidencian contrastes irresolubles. Felipe González -escoltado por luces y sombras- consiguió componer, fraguar, un partido nacional, cuyas repercusiones hicieron flaquear discordias ancestrales, mientras modernizaba un país harto de inmovilismo. Zapatero, ante el hecho indiscutible de su inepcia, se atrincheró en la simbología y el gesto beligerante, disgregador. Solo resucitando la dos Españas aseguraba su continuidad, de ahí su Ley de Memoria Histórica, Cambio Climático y Alianza de Civilizaciones. Es decir, entelequia envuelta en papel de celofán. Sánchez se prodiga (in)digno sucesor superando al maestro.


El PP, a caballo entre el incumplimiento y la soberbia absurda, da pasos tímidos, inestables, a la hora de retener dos autonomías: Murcia y Madrid. Un nerviosismo comprensible, pero contraproducente en política, les lleva a tomar partido por quien es culpable al sentir social mayoritario. Ciudadanos muestra cerrazón arbitraria debida a un prurito impuesto por etiquetas ajenas y complejos propios. Sé que en Santomera, Ciudadanos y Vox votaron conjuntamente para elegir alcaldesa del PSOE. Ni este puso objeción a Vox ni tampoco el partido naranja. Resulta asombroso que la coherencia de ciertos partidos termine cuando surgen apetitos réprobos, tal vez corruptos.  


No menos incomprensión me merecen los equipos encargados de llegar a pactos de gobierno en las Comunidades citadas. Así, López Miras -candidato a presidir el gobierno murciano- respecto a Vox dijo: “No es momento de política de bajo vuelo, de corto plazo, de inmovilismo y de frentismo”, injusta acusación que se vio aún más deslegitimada cuando el partido, a nivel nacional, exige a Vox explicaciones de su negativa a firmar el acuerdo con Ciudadanos. Honrando a Adolfo Bécquer, pudiéramos responder: ¿y tú me lo preguntas?, poesía eres tú.


Ciudadanos es el auténtico verdugo de Vox, por ello (aunque merezca opiniones en sentido contrario) pagará sus culpas más pronto que tarde. Queda claro, meridiano, quien es el responsable verdadero del bloqueo en Murcia y Madrid. Pese a las triquiñuelas ejercidas por una izquierda “listilla” y una derecha incómoda, ansiosa, Vox demuestra tener demasiada paciencia al aguantar tanta displicencia de Ciudadanos y PP. Pese a Tezanos y sus encuestas de Monopoli, estoy convencido de que Rivera perderá votos en favor de Abascal siendo Casado el intermediario de tal trueque. PP, PSOE y Ciudadanos -olvidados Podemos y Vox- deberían conformar según los votos gobierno, oposición y partido bisagra. Pero ya no; la vuelta al bipartidismo de tres se advierte imposible por discrepancias, asimismo exquisiteces. Son culpables del resurgir de una izquierda extrema y de una derecha expeditiva.  


Podemos, con innegable pedigrí comunista, extremo, bebe la pócima infecta que ha ido elaborando primorosamente desde hace un quinquenio. Sánchez, su blanqueador oportuno aunque desdeñoso, no se fía porque ambos son enemigos fraternos; es decir, se conocen sin mediar alternativa alguna. En ellos, cualquier recelo vehemente pasa por certidumbre axiomática. Es el peaje que deben pagar quienes gozan de mutua intuición. Si no hubiera cálculo electoral o temor al abrazo asfixiante, formarían un tándem insólito, extraño quizás a la conveniencia social. Iglesias sigue exigiendo un asiento en el consejo de ministros, a priori o posteriori ¿quién sabe? de acordar cuantos avances sociales atesore un “gobierno progresista”; biombo tan manido como embaucador. 


Pronostico que pactarán al final el gobierno de cooperación porque el líder de Podemos tiene abiertos dos frentes: la bajada electoral y la consiguiente contestación interna. El acuerdo in extremis contentará a todos: PSOE, Podemos, PNV y demás compaña. La algazara de villanos tomará cuerpo después, cuando nos pille bostezando. Vox lo tiene muy complicado ante la malquerencia que muestra el grupo, a excepción del PP (por interés baila Andrés) que “padece” sus votos para encubrir el desastre de abril. Esta coyuntura alternante, insolidaria, altiva, le permitirá endurecer todavía más aquel carácter exhibido tras el fiasco andaluz. A la postre, no hay mal que por bien no venga al decir popular.


Vox, ahora mismo, es el blanco del pin, pan, pum. Parecería una broma de mal gusto si no se impusieran esos hechos conocidos que fluyen entre escarnios, hostilidades e incluso celos venenosos. Comparen, sustentados en honda reflexión, distintas manifestaciones -quizás diligencias- para desvelar y discriminar mensajes, pautas, procedentes de los diferentes bloques. Sánchez, para quitarse de encima a Iglesias, pide que Podemos le presente una lista de “independientes”. Irene Montero le responde que ellos son “independientes” del poder. Entonces, ¿para qué piden? Un alcalde del PP se sube el sueldo un ciento sesenta por ciento. Casado debe hacer limpieza porque, aunque los demás practiquen la misma sinvergonzonería, los medios importantes airearán solo aquello que afecte a PP, Ciudadanos y Vox.


“Almeida carapolla” llama Podemos al alcalde de Madrid mientras promueve y juzga el estatuto del buen diputado. La Mesa del Parlamento, sin excepción, retira la credencial a un periodista (a propuesta de Podemos) por publicar fotos del despacho de Iglesias. Viene a cuento el texto de Martín Niemöller, sobre la apatía social: Primero vinieron a buscar a los comunistas y yo no dije nada porque no era comunista/ Luego vinieron por los sindicalistas y yo no dije nada porque no era sindicalista/ Luego vinieron por los católicos y yo no dije nada porque no era católico/ Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada. Es el lamento terrible de quien confió en falsos pedestales.