CIUDADANOS
El espectacular desplome
de Ciudadanos, igual al que anteriormente sufrió UPyD, supone una absoluta
contrariedad política. Los individuos cautos, reacios al bipartidismo y contrarios
al independentismo, acabarán sintiéndose huérfanos en época electoral. Por otro
lado, con su asenso, vascos y catalanes perderían opciones de fiscalizar la
gobernanza y soberanía nacionales. Considero irresponsable que partidos
liberales, centrados, bisagra, desaparezcan a causa de complacencias
irreflexivas, insensatas. A la inmadurez social reiterada, incorregible, hay
que añadir el desacierto del político desubicado —sin trayectoria definida— no
menos pertinaz. Ocasionalmente, importa poco cuántas siglas conformen el
abanico ideológico porque la coyuntura del momento suele enyugar, sin trabas
imposibles, con cualquiera de ellas.
Ciudadanos nació para
oponerse al nacionalismo, de ahí su primigenio éxito en Cataluña sometida al
radicalismo identitario y abandonada por un PP insensible (el PSOE pelaba la
pava con él a través de la, allí roída, ventana constitucional). A poco, debió
cambiar de táctica para bucear alborotado en las inquietas —tal vez
turbulentas—aguas nacionales, deduzco con vocación de constituir mayorías
estables. Al fin y a la postre,
intentaba así abolir sustancialmente aquel nacionalismo tan funesto durante casi
cuatro décadas. Catalanes y vascos, alternando con PSOE y PP, se han cobrado un
caro peaje por sus apoyos condicionados siempre. La voracidad nacionalista
lleva a Aitor Esteban, portavoz del PNV, a quejarse de que haya pocos jueces
vascos: “Hay temas en los que deben tener sensibilidad de país”. Lo que
faltaba; vergonzoso, si hubiera vergüenza.
Cincuenta y siete
diputados el 28-A de dos mil diecinueve fue un aviso inquietante para esta excrecencia
del PSOE llamada sanchismo. Su permanencia en el poder viene determinada por
pactos espurios con comunistas, independentistas y Bildu, impensables bajo la tutela
de un socialismo moderado, socialdemócrata, homologable al europeo. Sánchez vio
resbaladizos para su futuro personal esos cuatro millones y medio de votos que
él interpretó de derechas. Sus asesores analizaron con juicio que el trípode
PSOE, PP, Ciudadanos, llevaría a medio plazo al primero (transfigurado) a un destierro
indeseado. Vox, nacionalistas, Podemos y resto insignificante, pasarían por el
espacio político sin pena ni gloria. Razón que le llevó a no pactar con
Ciudadanos, pero atribuyendo culpas a Albert Rivera. Como siempre, un trilero
irreinsertable.
Meses después, tras el
diseño esperpéntico de Tezanos, Sánchez convocó nuevas elecciones para el 10-N.
Ciudadanos solo obtuvo diez diputados forzando la dimisión irrevocable de su
líder. Analistas conspicuos endosaron esa derrota a Rivera por negarle insistentemente
el apoyo a Sánchez cuando ambos sumaban mayoría absoluta. No obstante, los
votos de Ciudadanos fueron a Vox y PP principalmente. Mi opinión desde el
primer momento es que aquel desastre se debió a la actitud displicente,
ofensiva y disgregadora ante Vox. No había terminado la jornada electoral,
cuando Sánchez pactaba con quien días antes le quitaba el sueño. A ellos se
unió ERC, PNV y Bildu. Dicho entramado populista, la pandemia, el “diálogo” con
independentistas —muestras antiespañolas incluidas— y una economía de miseria,
le llevarán irremisiblemente a su tumba política.
Desaparecido UPyD junto a
Ciudadanos (la última encuesta le concedía un diputado), queda carente de
espacio político un número importante de electores. Quien no quiera votar al
“actual PSOE” por representar el desdoro, al PP cobarde, a Vox caricaturizado o
a Podemos comunista radical, tiene como única opción abstenerse. España precisa
un partido de centro liberal que entierre el bipartidismo con aderezo
nacionalista. Ahora mismo lo considero imprescindible para superar la senda extremista,
antidemocrática, totalitaria, del sanchismo. ¿Qué facción verdaderamente
democrática recrea un Estado de Alarma durante seis meses sin dar cuenta al
Parlamento? ¿Qué camarilla de esa calaña pretende someter —tal vez tiranizar—
los órganos de poder judicial (CGPJ y TC) con argumentos desautorizados por la
propia CE? ¿Demócratas? Sí, de saldo, en liquidación.
Quizás los núcleos
generatrices de UPyD y Ciudadanos —impregnados de intelectuales, analistas,
sociólogos e individuos notorios, carismáticos, dando generosas alas a un
sentido cívico-patriótico— debieran unir voluntades y gestar una sigla con
vocación de servicio. En este momento hay demasiadas trincheras abarrotadas de
irresponsables que prefieren hundir el país antes que domar pruritos
destructores. Falsedad, propaganda, cinismo y calumnia sojuzgan la conciencia
social subyugada por medios audiovisuales desleales, vendidos, corruptos. Sé
que los resortes del poder político han caído en manos indigentes, cortas,
míseras, ética e intelectualmente; zarpas de auténticos fracasados civiles. Unos
y otros lanzan atributos mordaces, ciertos, válidos, en cualquier dirección,
pero jamás se preguntan por qué los sabios se alejan de ellos. Hoy he
comprobado que Félix Bolaños es un sosia aventajado, impúdico, de su señor:
Sánchez. Otro que tal baila.
Ignoro las razones de
Inés Arrimadas para apalabrar con el “sanchismo” (caballo de Troya que abatirá
al PSOE) una moción de censura en Murcia y otra sibilina a Ayuso. ¿Acaso no conocía
el proceder “dialogante” del presidente con ERC? ¿Cómo un partido que nació
para oponerse al nacionalismo hace migas con individuos contrarios a ese propósito?
He aquí por qué cualquier sondeo le concede menos de tres diputados. Quien se
asocie a una sigla desarbolada, sin rumbo, resulta reo del desprecio ciudadano
y ajada en los comicios electorales. Al final quedará sola, sin fuerzas, totalmente
vencida. Ella y sus cuadros encontrarán acomodo en el PSOE o PP en consonancia
a ofrecer mejor cosecha. Sin embargo, hago ingentes lucubraciones para concebir
qué futuro ilusionante esperan algunos políticos, válidos a priori, en una
sigla con rigor mortis. Se precisa revitalizarla.
Medios incondicionalmente
adictos a Sánchez; una sociedad visceral, acrítica e iletrada y el concurso
errático de unos líderes insignificantes, han conseguido la práctica
desaparición de Ciudadanos. Cierto que se lo han ganado a pulso, pero eran venero
de moderación tan preciso ahora donde las malas formas y los enfrentamientos desgarran
cualquier impulso afable, cordial. Las palabras importan según el lado desde donde
se pronuncien. Hemos llegado a límites insólitos; desfachatez, arbitrariedad y
sectarismo causan espanto. Bruja, que ha supuesto un incidente parlamentario, ¿encierra
más iniquidad que evocar un “pasado de cal viva” o escupir fascista para
enrocarse como demócrata? Desaparecido Ciudadanos se abrirán nuevas y belicosas
trincheras que, al decir de Ortega, conformarán una España invertebrada, prostituida,
agónica. Consecuencia irremediable debida a demasiadas ausencias políticas y
sociales.