viernes, 28 de mayo de 2021

HUIDA HACIA ADELANTE NO, DESCALABRO

 

Quien no quiere reconocer (acaso rectificar) errores del pasado, solo le queda una salida útil para sortear la coyuntura y esperar tiempos o escenarios mejores: huir hacia adelante. Practicar un don Tancredo cuando las crisis embisten a cualquier sociedad harta, supone el primer rictus, la mueca diáfana, de una muerte anunciada. Huir —estrategia siempre aventurada porque quedamos errantes, dispersos— no previene ningún resultado o meta satisfactoria, pero abre cierta perspectiva que otra opción negaría rotundamente. El gobierno socialcomunista, sanchismo adverso, ha llegado a su fin; no solo en inoperancia absoluta sino en incapacidad para ilusionar. Ha quemado todos sus presupuestos sin ni siquiera avistar nada que pudiera merecer alguna glosa amable, al menos misericordiosa. Justo es considerarlo el peor gobierno… ¿democrático?

Pudiera urdirse que el interrogante final del párrafo anterior fuera algo excesivo, malintencionado o nihilista. Desmiento cualquier supuesto que se me quiera atribuir porque mis intenciones divergen de todo apriorismo. Quizás el yerro sea exógeno, ajeno a mente y voluntad propias. Abusar con detraimiento del lenguaje lleva aparejados múltiples desavenencias entre significado y significante. Los políticos, sin apenas excepción, han conseguido pervertir la semántica en su beneficio. Se habla, verbigracia, de fiesta democrática (cuando votamos) por el simple hecho de introducir una papeleta en la urna. Contraponen forma y esencia traicionando el sistema, transfiriéndolo desde sus cimientos a farsa inmunda. Cambiar de rumbo es complejo por la falta de mentores intelectuales y exceso de fanatismo social. No obstante, necesitamos reedificar un Reformismo liberal, tipo siglo veinte, tras el naufragio de Ciudadanos.

Ver a Ayuso el otro día cerca de Vargas Llosa (¡qué gran consejero de cultura!) supuso condensar un prototipo, ignoro si alegórico o esperanzador. La presidenta, creo que inconsciente pero llena de principios firmes, ha demostrado servir al pueblo con ahínco, fidelidad y rectitud, galardones que pocos políticos —ahora prácticamente ninguno— pueden ofrecer sin disfrazarse con ropajes engañosos. Percibí un ideal precursor, débil, iniciario, pero intrigante. Tal vez Madrid, España y el mundo entero, haya descubierto esa amalgama venturosa entre una política y un intelectual pioneros, precursores, capaces de racionalizar deseos extendidos por ciudadanos indefensos. Quiero pensar que a ese dúo magistral se irían uniendo personas con prestigio, solera y deseos de ser útiles. Aledaño, asomaba también Martínez-Almeida, otro personaje imprescindible, hay más, en un necesario desafío reformista. ¿Se atrevería Casado a liderarlo? Creo que no.

Lo hago por citar los clanes que acaparan el voto mayoritario, pero ni el PP de Casado (casadismo si llegara a gobernar) ni el sanchismo todopoderoso son capaces de reconstruir una democracia verdadera, rigurosa, etimológica. Antes bien, los viejos PP y PSOE han ido alimentando un sistema negrero, cleptómano, que asfixia sobre todo al mundo del trabajo. ¡Qué decir de quienes quieren sustituir —no desterrar, por mucho que lo propaguen— a la “casta”! Los “genios” del cambio ya van enseñando la patita y su música desafina tanto como su discurso antañón, anclado en clichés y alusiones inverosímiles a falta de argumentos sólidos. Todavía no quieren asimilar que, cerrado hace mucho el crack del veintinueve, el único vestigio repelente que perdura es el totalitarismo marxista. Pese a tanto esfuerzo, hasta la socialdemocracia se desvanece en Europa.

Sánchez —sus ministros y asesores que constituyen una camarilla nada desdeñable por aquella copla imperecedera “la bien pagá”, nada más— al final concede una verdad conocida por todos: es un chapucero inútil. Durante tres años fue sacando conejos excesivamente repetidos, sin inventario, de una chistera traslúcida. Madrid dejó claro que terminó las existencias, incluyendo repuestos. La exhumación de Franco le permitió entretener algunos días a sus correligionarios menos exigentes. Hubo mucho ruido, pocas nueces y al final no quedó ni eco. Supo reprimir, dolido su ego, el sorprendente fracaso de la Memoria Democrática sin germinación posible, resembrada por segunda vez en terreno infecundo, yermo. Dejaciones vergonzosas durante la pandemia, inconveniencias toleradas, patrañas infinitas, anuncio permanente de dinero europeo (fiado a largo plazo), negativa absoluta de responsabilidades, etc. le llevó al sorpasso de Mas Madrid.

Nula cualquier solución inmediata, sin solvencia patria y escasa exógena, visto el descalabro nacional, causa del suyo propio confirmado en las elecciones del 4-M, Sánchez se inquieta, se extravía, delira. Sabe que el poder hace siervos, pero su pérdida los vuelve disidentes peligrosos, que a poco —de forma brusca— logran su irrelevancia. Ante esta coyuntura, solo faltaría que Susana Díaz ganara las primarias andaluzas. Cierto, Sánchez ha sorteado momentos difíciles y siempre supo encontrar una salida airosa. Ahora su rival es imbatible: el tiempo. Años atrás, cuando perdió la secretaría general, era un seductor desconocido. Le fue sencillo convencer a los afiliados con cánticos de sirena, demagógicos, ajenos a cualquier compromiso. Ahora, militantes y ciudadanos, conocen sus andanzas, su vacuidad, engreimiento y egolatría. Adiós.

Ve, impotente, desvanecerse esa construcción palaciega conquistada a base de farsa e histrionismo continuo. Estoy convencido de que ni él se lo cree. Desde luego su peaje resulta excesivamente caro para Europa, España y los españoles. Tras purgar a rivales más o menos válidos, se ha rodeado de individuos que lo abandonarán enseguida porque integran no una coalición aparente sino una simbiosis fértil. Son estómagos agradecidos sin pies ni cabeza. Sus apoyos financieros, esos que le llevan a promover cambios sociales y alimentarios para evitar la “contaminación medioambiental”, lo dejarán (no solo los lunes) al sol ardiente, inhóspito, cuando huelan el próximo cambio. Tendrá suerte, pese a todo, de abrir alguna puerta giratoria o pertenecer al Consejo de Estado como expresidente, si es que estos momios no se lograra terminarlos más pronto que tarde.

Este “lumbrera”, digo, dejará un país descalabrado. Mísero desde el punto de vista económico, injusto por fiscalidad confiscatoria (un trabajador reduce en impuestos el cuarenta por ciento, al menos, de su salario), convulso institucionalmente, rota la institución familiar y desmoralizada la sociedad. Incapaz de ofrecer soluciones inmediatas, se inventa el Plan 2050 para ver si cuela como adormidera. Alguna referencia tengo al respecto, porque no pienso leerlo; significaría legitimar el cinismo ahora oracular de tan siniestro —nunca mejor dicho— personaje. Aparte retorcerse de risa, sospechar que este señor pueda resolver algo, con treinta años de antelación, parece osado si no psicótico. Cuando falsean soluciones se acude a la originalidad estúpida. ¿Se acuerdan de la “Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento”? Este, nos endilga una fábula con espoleta de retardo. Por cierto, ¿por qué la nueva ley antifraude impide que los bancos en paraísos fiscales identifiquen a sus clientes? Seguro que hay alguna “buena” razón.

viernes, 21 de mayo de 2021

MUY BIEN Y MUY VALIENTE

 

Este epígrafe me lo facilitó Bisbal que, en la Voz Kids, dijo a un niño tras presentarse cantando una saeta de modo espectacular: “muy bien y muy valiente”. Tal percepción, extraordinaria, casi inverosímil, debieron sentirla miles de madrileños pese a tener una presidenta fuera de guion y empatía, según propagaba con incontinencia un gobierno avieso, plagado de intenciones políticamente homicidas. A veces, salirse del rasgo orquestado, ese que alguien perfila cuando quiere auparse al poder proscrito por medios democráticos, entraña poseerlo sin pagar excesivos cánones o gravosas servidumbres. El niño protagonista de la primicia cometió la temeridad de interpretar algo insólito, vulneró los procedimientos normales, consensuados tácitamente, pero (a la postre y mientras no haya técnica más exacta o justa) solo cuenta el individuo en su valor intrínseco.

Ahora, con la serenidad de ánimo que retorna cuando los acontecimientos se alejan y el tiempo calma tanta dentellada visceral, es ocasión de reconocer aciertos y errores. Días después del increíble resultado electoral, todavía quedaban osados y acerbos ardores en políticos incapaces de comprender una derrota propiciada por ellos mismos. Arrogantes, altivas, las izquierdas no quisieron aceptar el bofetón social, zaherían a los madrileños (llevaban meses arruinando sus vidas al hostigar a Ayuso) y mostraban arrogancia dejando al descubierto tics totalitarios. Acompasados, les acompaña la sacudida fanática, belicosa, grosera, de unos medios que no me atrevo a calificar. ¿Alguien con sentido común, aun en semilla, piensa subsanar el camino iniciado? Luego se inquirirán ahítos de hegemonía bufa, insustancial, si los resultados pueden ser extrapolables. Sí, sin duda.

Ayuso resultó ser una política con principios inalterables, tenaz y flexible. Puede doblarse, someterse en apariencia a presiones rabiosas e inequívocas, pero es difícil quebrarla. Formar o forjar opiniones sobre personas es un escollo indiferente a su conocimiento privativo, pues —a veces— la intuición que se sustenta sobre datos inmateriales, próximos al espectro, supera cualquier examen sensorial. Es probable errar en ambos casos sin que haya preeminencia cierta de uno u otro. Quien la escudriña con cercanía, al menos por el santo y seña, ya dio su dictamen aplastante. A mí como opinador, si se quiere analista, solo me cabe añadir amén. Este debiera ser el epílogo de cualquier ser inteligente o pragmático, distintivos huidizos en la vasta clase política patria. Luchar contracorriente frustra muchas esperanzas y dilapida no pocas energías.

Sánchez, su oráculo áulico con mayor probabilidad, diseñó la campaña de acoso y derribo orquestada sobre la presidenta madrileña. Pandemia y crisis económica aconsejaban hacer mutis, pasar desapercibido, hasta el amaine aventado por aquel dicho popular, incuestionable: “no hay mal que cien años dure”. Pensaba que, si además le negaba el pan y la sal, lograría crear una atmósfera contraria, oportuna, para cobrar la Comunidad ante el presunto, acariciado, descalabro electoral. Sin embargo, con buen criterio, Ayuso supo conciliar una lucha —difícil en Madrid— contra el virus y otra peliaguda, boicoteada por medios y gobierno, que redujera la postración de los hosteleros. Ni deslealtades ni presuntas traiciones, gestadas a espaldas y con alevosía, minaron un ápice del férreo coraje acrecido, asimismo, por esa convicción plena de utilidad a su pueblo. 

Frente a lo excelso y a la valentía como motor —equidistante, simétrico— se encuentra el contrasentido: lo ineficaz y la cobardía. Teniendo todo a su servicio, BOE, dinero, medios mercantilizados, comunicadores serviles, fuerza legítima y mayoría legislativa usurera, Sánchez divulga únicamente retórica postiza. Acompañado de una banda genuflexa, indocumentada para evitar el contraste llamativo e importuno, no recuerdo acción legislativa, funcional, utilitaria, que le vanaglorie durante los tres años de gobierno. A primeros de marzo Newtral, que no parece “fascista”, publicó una información de Carmen Calvo con el siguiente texto: “Creo que somos un gobierno que en cuarenta y dos años de democracia saca adelante más leyes que ningún otro en un año”. Aparte de una redacción mejorable, dicho medio declaraba falso el mensaje.

La señora Calvo lanza fuegos de artificio cuando emite cualquier estupidez; por cierto, escenario bastante frecuente en ella. Hagamos una ronda abreviada. En dos mil veinte se aprobaron cincuenta y dos leyes, doce ordinarias y cuarenta decretos leyes. En dos mil quince, se aprobaron sesenta ordinarias y veinte decretos. En dos mil siete, sesenta y tres ordinarias y doce decretos. En dos mil tres, sesenta y siete ordinarias y ocho decretos. Felipe González (presidente que menos decretos leyes firmó) aprobó en mil novecientos ochenta y dos cincuenta y tres ordinarias y veintisiete decretos. Mil novecientos ochenta contabilizó setenta y ocho leyes ordinarias y veinte decretos. Los otros dos años de Sánchez no fueron fecundos ni mucho menos. Doña Carmen yerra o engaña porque su gobierno socialcomunista, sin desacuerdo posible, tan solo ocupa el liderazgo en aprobar decretos leyes.

A bote pronto, y salvo reglamentos varios sin recompensa social pero con dividendos electorales, aludo la Ley de Eutanasia, Memoria Democrática (ambas, deduzco, de escasa querencia general), Ley Celáa —muy espinosa— y “Ley Trans” bloqueada por el propio PSOE en bucle cruel, quizás pendenciero. Ninguna se ha consensuado con la oposición y, por tanto, su plácet tuvo plena orfandad reluctante. España, con Sánchez, conforma un escaparate virtual; no hay nada, aunque aparezca atractivo, apetecible, seductor. Cualquiera que recorra la información audiovisual con juicio somero, tendrá sensación de vivir en jauja, alejados de coyunturas tragicómicas, intransitables. Admitirán dificultades específicas, siempre con la prevención de un gobierno que tiene preparados diferentes proyectos para salvar todo tipo de contingencias. Si acaso, el éxito sería impedido por “deslealtad y acoso de las Comunidades Autónomas”.

Atónito, acongojado (desprovisto de delicadeza eufemística, acojonado), me dejaron las declaraciones de Sánchez ante la avalancha invasora en la playa del Tarajal. Dijo: “defenderé con firmeza la integridad territorial de España con los medios que sean necesarios”. Me intranquilizó tanta contundencia fiera —adviertan una gran carga irónica—pero Marruecos, que ya conoce como se las gasta el presidente con Cataluña, no hizo ni caso por lo que decidió pedir la intervención de Europa. Este estrepitoso fiasco no desalienta a quien cree ser el mejor estadista del mundo. Suspende en sanidad, tiene números rojos en la gestión económica, callo (por vergüenza) en el tema institucional y echa culpas, por carecer de sentido de Estado, a una oposición bastante maleable. ¡Sánchez! (no mereces deferencia alguna), es tu gobierno quien no tiene sentido de Estado desde el minuto cero; conformáis una cuadrilla de intereses. ¿Queréis más argumentos por los que a Ayuso pueda otorgársele ese distintivo de “muy bien y muy valiente”?

viernes, 14 de mayo de 2021

NUEVAS MARTINGALAS: VACUNAS Y FONDOS EUROPEOS

 

Cuando alguien resulta incompetente absoluto —más si recibe un histórico rechazo ciudadano— se agarra desesperadamente al uso de diversas martingalas para no perder perspectiva ni descuidar la escena. Le ocurre a Pedro Sánchez, cuya incapacidad viene acompañada de malsanos vicios: vanidad, falacia y egolatría enfermizas, entre otros. Solo individuos como él, vinculados a aspectos parcialmente indecorosos, pueden mantener tal hipoteca sin anotar alteración alguna. Tras la debacle madrileña imputable a él casi en exclusiva, desde mi punto de vista, se ha percibido un silencio táctico, pero no ningún gesto de propio arrepentimiento o inquietud. Al contrario, ya ha buscado oportunas cabezas de turco para arrostrar cualquier peaje que alguien pudiera exigirle. Desde luego, la valentía únicamente se confirma en coyunturas extremas. No es el caso.

Martingala, según el DRAE en su acepción primera, significa: “Artificio o astucia para engañar a alguien, o para otro fin”. Completo muestrario de dicho vocablo, con diferentes modalidades y matices, podrán apreciarse a lo largo de los próximos meses —si tenemos a punto el juicio crítico— cual certeros, novedosos e incuestionables remedios. Sánchez (apellido patronímico que significa hijo de Sancho) es el nuevo Sancho Panza conocedor del bálsamo de Fierabrás. Sin embargo, contra su vieja e hipotética función curativa de dolencias físicas, la nueva poción mágica remediará los males del ciudadano cuando el gobierno aplique su mejunje. Este taumaturgo, si fuese preciso, se revestirá de hada madrina, tan ficticia como la Cenicienta, si ello le lleva a restablecer aquella añeja seducción y mantenerse palaciego, aunque a altas horas pudiera perder uno de sus zapatos. La apetencia es alargar sine die el “bailoteo litúrgico”.

Observo estupefacto el caparazón exhibido por nuestro presidente cada miércoles, día de control al gobierno. Gesto y réplica irradian desprecio a los españoles, a diputados rivales (a veces incluso a congresistas afines, codiciosos, que lo sostienen sin pudor) y a la propia Cámara. Me pregunto con cierta inconsciencia qué habrán visto mis conciudadanos en Sánchez para izarlo tan alto. Seguramente han descubierto méritos ignotos, sinuosos, que el resto no apreciamos y, desde luego, menos hechos que los avalen. Ha jugado con España a la gallina ciega desde todos los ámbitos posibles: sanitario, económico, institucional, político, jurídico y resto, por si dejara alguno. Como consecuencia —y flanqueado por cientos de asesores e Iván Redondo que redondea el número, nunca mejor dicho— encuentra cristianos a quienes arrojar a los leones sin distinguir coliseo concreto.

Gar-Mar (padre Vicente García Martínez) expresó: “El silencio es a veces una mala respuesta, una respuesta amarguísima”. ¿Pudo realizar un ejercicio de clarividencia sobre Sánchez cuando compuso sentencia tan agria y exacta? Ignoro si su retiro fue una cura de humildad ineludible o tránsito táctico para sembrar el olvido penitente que reparara la herida electoral del 4-M. Vuelto al mundo rutinario avista parecido desprecio, altivez e insolencia, anteriores al proceso balsámico, reconstituyente. Debemos presuponerle, a estas alturas, alguna anomalía epistemológica si no reducido coeficiente intelectual. Solo así lograremos concebir que siga uncido al palo de la noria y de vueltas a ver si los viejos cangilones recogen copiosas rentas políticas. Ocurre, no obstante, que demasiados de ellos están ya agujereados y descargan nada, solo fatuas fantasías.

Hoy toca abundar sobre vacunas y derrota (por segunda vez, quizás tercera) del virus como resultado adjunto. Desde enero lleva anunciando la inmunidad de rebaño (modificada a grupo, menos peyorativa pero más engañosa) a finales de agosto. Le reconozco una rara habilidad para cubrirse las espaldas por él mismo o a cargo de abnegados botarates. La presunta inmunidad, allá por agosto abrasador, le supondrá apropiarse —en su retiro vacacional— de un triunfo indecoroso porque el éxito le correspondería a la CE y Comunidades encargadas de su proceso posterior. Si para esas fechas el porcentaje de inmunidad fuera irrisorio, serían culpables los distintos laboratorios por incumplimiento de contrato. Eso sí, encadenado a impúdico descaro y artillería mediática al efecto de persuadir a quienes repele comulgar con ruedas de molino.

Corroboradas las palabras de Unamuno: “A veces el silencio es la peor mentira”, tendremos certidumbre de que Sánchez embauca cuando habla y magnifica la falacia si calla. Sus irregulares mutis o reservas potencian episodios donde lo inverosímil hornea infundios espectaculares. Los tiempos completan una alternancia hasta ahora eficaz, desconozco si debido a habilidad del personaje o mentecatez del conjunto. Desde aquella tomadura de pelo a los militantes para convertirse en secretario general (léase capo intocable), los españoles somos voraces esponjas, tal vez humillantes receptores, de patrañas sin fin. El Plan de Recuperación y Resiliencia —solo el epígrafe debería levantar sospechas— ha calado tan hondo en Europa que vaticinan la mayor subida del PIB en la UE durante los próximos dos años, aunque paradójicamente no disminuya el paro. ¿Cómo armonizamos tal contradicción? Dicho amasijo mezcla aserciones sin sentido, ilógicas.

Mientras, pasea obcecado por el espacio nacional, con terquedad cargante, ciento cuarenta mil millones de fondos europeos. Me recuerda la táctica de Queipo de Llano haciendo deambular por Sevilla “cuatro legionarios”, para conseguir una sensación enfática, artera, delirante o el cuento del manjar degustado al aroma y su correspondiente pago sonoro con el tintineo monetario. Sánchez, perillán donde los haya, logra que el efecto Marshall tenga una insólita elasticidad. Si de la nada crea una economía sobrecogedora, paradigmática, qué no se encumbrará con las perspectivas avaladas por estudios internacionales para las dos próximas temporadas. El sentido común y la criba empirista me incitan a dudar sobre cualquier predicción, sea proveniente del fantaseo presidencial o especialistas mundiales cuyos datos indiciarios se estiman falsos, prestos a dar el pego. Este tema, sustantivo, viene acompañado del absurdo como música de fondo.

Pese a la incompetencia manifiesta, Sánchez ofrece auténtica pericia para acercarse a siglas inconvenientes siempre que le permitan objetivos rutilantes. Denuncia contactos peligrosos del PP cuando él se ayuga con partidos totalitarios, algunos que se definen antiespañoles y remata propinando abrazos a Bildu. La exaltación que le brinda esa amplia claque del Congreso, del organigrama sanchista y de “solventes asesores”, deja al descubierto qué predicamento moral acompaña a tan “intachables” servidores públicos. Es comprensible que cada cual defienda sus lentejas (legumbre bíblica) porque se ha acentuado aquella amenaza de Guerra: “Quién se mueva no sale en la foto” y eso esconde un significado prosaico: pasar de miles de euros mensuales al paro; en el mejor de los casos a cobrar mil euros escasos. Atentos Susana Díaz y barones contestatarios; os la tiene jurada.  

jueves, 6 de mayo de 2021

Y COLORÍN, COLORADO, EL CUENTO SE HA ACABADO

 

Hace años, allá por dos mil diez, publicaba un artículo con epígrafe opuesto al de hoy: “El cuento billete”, pero centrado en la cuestión impositiva. Zapatero —igual que el gobierno actual, pero menos embustero y maligno— aireaba, iniciando cierto aspecto histriónico ahora desatado, una subida de impuestos “a los ricos”. Pareciera que la izquierda “progre” se anclara en siglos pasados o la muchedumbre que la alza al pedestal ignorara el mensaje si hablaran de “grandes fortunas”. Sigue usando un ardid antañón; lo explotó durante los años treinta del pasado siglo y quiere exprimirlo ahora, ya casi enjuto cual esa ideología fracasada que lo sustenta. Al final, fuera de frases seductoras, postizas, pagan las clases medias y bajas; es decir, aquellos a quienes dicen favorecer, redimir. Y este pueblo, con ojos de yeso que dicen por mi tierra, sigue alimentando sus cuerpos maltrechos de utopía mientras los catequistas viven la opulencia.

Sí, en mi infancia nos incordiaban —básicamente los muy allegados— con aquellos “cuentos de nunca acabar”, naderías que soportábamos de forma jobniana, pero incómoda. Ellos, según recuerdo, lo pasaban bomba cuando olfateaban nuestro empacho e inquietud. Probablemente supusiera desquite, tal vez venganza afable, bonachona. Hoy, en mi segunda edad y media (nominación optimista pues nací finalizando el primer quinquenio de la posguerra), quienes gobiernan hasta ahora —es un decir— hieren sensibilidades y bolsillos, no por revancha sino por depredación. Encima del atentado a los sentimientos, a la dimensión democrática, han castigado nuestros ahorros de forma lujuriosa, con insistente intención de apurar todavía más tanta codicia recaudatoria. Y, por otra parte, sin vínculo sanguíneo que hiciera llevadera tan excesiva malquerencia.

Aquel cuento billete (en mi pueblo un modelo de cuentos sin fin, de nunca acabar) se ha ido gestando imperceptiblemente, casi de tapadillo, por los diferentes ejecutivos desde que se consideró consolidado el nuevo sistema. Sería injusto excluir a alguno de los partidos que animaron un bipartidismo disoluto, cuyas irresponsables secuelas penamos hoy. Asimismo, expiaríamos como aficionados si olvidáramos a políticos indecentes y a una sociedad indocta, holgazana, permisible. Nadie cuestiona que la carga es compartida, pero quien realice un análisis profundo, objetivo, llegará a conceder que la izquierda despliega un papel medular. Tal vez, esa propensión al autobombo sin hechos que puedan legitimarlo sea el origen de tanta adversidad. Lo incuestionable es que el peso ético históricamente ha sido apropiado por la izquierda de forma hueca y sin desplegar título taxativo. He ahí el porqué de tanta frustración.

Madrid, de nuevo, ha rechazado la divergencia, el fanatismo salvaje, surgidos a iniciativa de una estrategia errónea, suicida. Mucho antes de la campaña oficial, el gobierno venía hostilizando al pueblo madrileño en la figura de su presidenta. Aquí estuvo su primer yerro: Ayuso le salió respondona aguantando carros y carretas, dimes y diretes, sin variar un ápice su ruta ni proyecto. Se enfrentó a la inmoralidad de Tezanos, a invectivas personales —también políticas— e incluso a debate social con Sánchez que, a poco, tuvo que retroceder ante el peligro de salir chamuscado al agigantarse una presidenta endeble a priori. Sin embargo, hubo un precedente sustantivo: afición desmedida a burlar la democracia con añagazas legales, pero ininteligibles para el ciudadano común. Las declaraciones ulteriores de Ábalos y Carmen Calvo indican desconocimiento total de la lección ofrecida. Se salva socialmente el menos pecador y más castigado: Gabilondo.

Victoria arrolladora de Ayuso, Ciudadanos sin representación, huida razonada y vergonzosa de Iglesias (aunque apunta más a rechazo sine qua non por parte de Europa), sorpasso de Más Madrid al PSOE, son reseñas que trajo el 4-M. A su término, surgieron análisis y estimaciones variadas; unas, sensatas —al menos con sentido común— otras, indisimuladamente esquivas, equívocas, justificadoras. No obstante, todo desespero pretendidamente agraviante procede de medios anejos, pero bajando timbre, tono e intensidad. El bofetón ha templado ánimos que días pasados hervían con fervor bélico al amparo de una trinchera común en la que podía leerse: ”fascismo o democracia”. Dentro bramaban “sanchistas” (nada que ver con un PSOE vinculado a formas democráticas) y comunistas totalitarios: Podemos, en caída libre, junto a Mas Madrid. El pueblo “fascista” les ha dado a los atrincherados una lección democrática inolvidable.

Casado tiene buen bagaje de salida, pero no debe olvidar que la victoria le es extraña; ha ganado Ayuso —en un actuar exitoso— empujada por el hastío y rechazo que exhalan Sánchez e Iglesias. Al PP le falta un líder carismático, audaz, enérgico. Tiene dos peones probos, válidos (ambos en Madrid), aunque algún barón, con crédito infundado, pudiera salirle desleal. Tal escenario exige una actuación previa, lograr unidad estratégica por convicción o por pragmatismo. Sin unidad, y sin limar asperezas con Vox, jamás llegará a presidente. El sanchismo político y mediático insiste en añadirle un plus de arriesgado acercamiento a quien denomina “extrema derecha”. Mientras, pacta con comunistas, independentistas y Bildu, que, como sabemos, destilan exquisitez democrática. Casado precisa ahormarse con la reciedumbre y confianza doctrinal de Ayuso. Pactar el CGPJ refleja seguidismo hediondo con la vieja política bipartidista. Malo, malo.

Cualquier líder político ansía absorber la sigla, convertir el partido en una banda de amiguetes, donde pueda haber hasta despotismo si se obtiene el plácet del autócrata. Digo bien, porque—según la Constitución— no hay democracia sin partidos administrados democráticamente. Sánchez, al efecto, se ha convertido en virrey o dictador operativo. Hace y deshace a voluntad sin guardar la mínima apariencia. Elige, incluso, su Comisión Ejecutiva Federal formada por individuos de plena confianza. El PSOE se utiliza como terminología, a modo de nomenclatura, pero el partido en esencia no existe. Perdido todo vínculo, rota la mínima cohesión, los resultados de Madrid pueden emprender una catarsis que se lleve por delante dicha malandanza. No puede olvidarse que el sanchismo es la tercera fuerza política tras Más Madrid, un partido con dos años de vida. Cuidado.

Dejo para el final la auténtica madre del cordero. ¿Son extrapolables estas elecciones? Puede que no, ni en contenido ni en resultado, porque Madrid no es la enfermedad, pero sí un síntoma preocupante. Tal vez pudieran serlo por su espíritu que, como al campo, no se le puede poner puertas. Este es el verdadero aprieto del sanchismo, muy deteriorado ante la ejecutoria sanitaria, el nefasto galimatías económico y, sobre todo, la coalición con Podemos debido al desprecio que ocasiona Iglesias, mejorando lo presente. En tiempos de bonanza la gente no piensa porque tiene los “ojos llenos de pan”. En tiempos de hambre, los ojos se desorbitan impulsando inteligencia y juicio crítico. Dos cosas: Cataluña y el resto de España son vasos comunicantes y las declaraciones de gerifaltes sanchistas no presagian ningún aprendizaje. Creo firmemente que el cuento empieza a acabarse.