Cuando un sabio comete
una estupidez, coyuntura difícil, sobrecoge constatar esa ruptura total —tal
vez definitiva— entre un atributo digno y el aspecto humano que lo destroza
porque la persona ratifica, o no, todo mérito o demérito relativo a ella. Si no
hay línea de comportamiento moral, el individuo (vinculado a sus quebrantos)
navega perdido por confusas y turbulentas aguas vitales. La persona docta suele
reconocer su desacierto, incluso intenta corregirlo, dando otra lección
magistral a una sociedad muy necesitada de ellas. Aunque solo sea por estas
enseñanzas, vale la pena el estudio y análisis hipotético de cualquier descuido
cometido por genios en diversos órdenes. Como mínimo debemos asimilar esa
humildad admirable que les impide esconder yerros o huir hacia adelante, método
común entre personas cuya estolidez impulsa a lo antitético.
Caso contrario, el
mindundi insolente, ridículo, fingido puritano, dando lecciones a cubierto de
una superioridad general y postiza, produce nauseas. Según el DRAE, mindundi es
persona insignificante, “sin poder ni influencia”. A la definición le sobra
toda nota aclaratoria, pues apostillar en este caso es una contradicción sustantiva.
El mindundi lo es con poder e influencia, o no. Puesto que mis artículos enjuician
a ¿personajes? con poder, básicamente políticos de primer orden, me repele dedicar
mi tiempo a escribir sobre menudencias. Quizás sentimientos encontrados al
escuchar ciertas frases y actitudes, liderados por lógica indignación
compensadora de tanta desfachatez, me lleve a contrariar mis apetencias. Si
sellaran su soberbia con silencios decorosos amainarían, con probabilidad, el hastío
que provoca su permanente intento de hacernos comulgar con ruedas de molino.
Hoy, pese a la dura
actualidad para el sanchismo tras una debacle electoral andaluza, me motiva hablar
de Mónica Oltra. No voy a posicionarme en la causa procesal abierta contra ella,
aunque defiende su verdad confrontando trece síes culpables con infinitos noes inocentes
acumulados en un encuentro partidario y festivo. Parece que la señora Oltra
confunde lógica democrática y método cartesiano. El aforismo enseña que “por la
boca muere el pez”. Sin duda, también los políticos que se mueven en terrenos
resbaladizos como pez en el agua. “No dimito y mi postura es ética, estética y
política” para continuar “tengo que defender la democracia frente al fascismo”.
Si la primera afirmación es una afrenta al sentido común, la segunda dibuja una
personalidad enajenada; cuanto menos, excluida de la realidad.
Ética, en su acepción
dos, enaltece plena conformidad con la moral. La acepción cuatro, habla del
conjunto de normas morales. Por lo que
se sabe, dudo que la nueva Mónica Oltra no dimita por ética. Ayer (cuando era látigo
inmisericorde de una oposición perseguida, insegura), poseía rasgos inquebrantables
de una ética que cimentaba su estilo político. Hoy, puede comprobarse la
falsedad con que subalimentaba, seleccionando dosis de inmundicia moral, vísceras
inconformistas y conciencias laxas. Estética se refiere a la disciplina que
estudia la belleza y los fundamentos filosóficos del arte. Deduzco que, salvo persuadidos
más o menos sectarios, el análisis del autohomenaje a campo abierto, incluidos bailes
y expresiones —algunas ignominiosas— con amenaza velada al pacto del Botánico, debe
resultarles antiestético por no decir bochornoso.
Política, en su empaque
más distanciado y discreto, se refiere a directrices que rigen la actuación de
una persona o entidad en un asunto o campo determinado. Dicho juicio desmiente lo
referido por la inculpada para no dimitir invocando motivaciones políticas. Es,
por tanto, un rosario de excusas que pudieran justificar su inviolable deseo
hacia el cargo. No obstante —por mucho esfuerzo realizado y por apego desmedido
que evidencie tener al acomodo— es ya un cadáver social. Probablemente no sea
cesada porque la pervivencia del gobierno autonómico depende de Compromís,
aunque interrumpirlo a quien más afecte sea a esta sigla. Poder, dádiva o paro;
elijan.
Ignoro qué motivaciones incitan
a nuestros próceres a decir sandeces. Deduzco que todo origen se debe a
certezas fabulosas tal que el ciudadano español es un “tragaldabas” dueño de
estómago robusto, inmune, por dogmatismo irracional; tal vez, desidia. Lo peor
no es que lo crean a pies juntillas, es que no se equivoquen. Conforme a los
acontecimientos, da la impresión de que nos tienen tomada la medida. Caso
contrario, resultaría poco rentable (aun perjudicial) seguir dando una murga desentonada
y grosera.
El sanchismo, sobre todo después
del fracaso andaluz y la extrapolación advertida en algunas encuestas al
efecto, se erosiona de forma acelerada e irremediable. Son múltiples las razones:
económicas (en primera instancia), institucionales, oscurantismo, inoperancia
total, falsedad permanente, destellos autócratas, etc. Si le sumamos “pactos
indeseables”, inmorales, o que desean pervertir el orden constitucional —pese a
que la propia manada, por fas o por nefas, no necesite sardinas para beber
vino— podremos comprender el derrumbe sanchista.
Acaba de dimitir Mónica
Oltra tras la presunta presión de Sánchez a Ximo Puig. Es la primera víctima de
las elecciones andaluzas. Vendrán algunas más, a ser posible en los arrabales del
único responsable. Aunque el felino saque las garras, nada cambia; no es suficiente
cambiar a Oltra por Aitana Mas, socia de música y baile de la cesada. Tampoco resolverá
nada el hipotético cambio de look con independentistas catalanes, vascos y
Bildu una vez participada su vestimenta con ellos a lo largo de tres años
siniestros e insolidarios. Es la demostración palpable del daño ocasionado a
España, a un partido de gobierno y a personas auténticamente socialdemócratas. Tragedia
y víctimas ocasionadas penden de una incógnita: cuánto tardará en caer. Todos
tienen presente el ejemplo francés.
“Quereos los unos a los
otros”, frase casi póstuma de Mónica Oltra, no sé si adjudicarla a voluntario y
malévolo retintín o a un capítulo de irreverente recuerdo sacro. Pudiera quedar
margen, asimismo, al consejo enfermizo (lo digo al revés para que me entendáis,
pensaría ella) dirigido al tripartito en el trasero del presidente, señor Puig.
Sigo sin comprender qué papel juega la ultraderecha —considerada como orden
lineal de punta a punta— en el proceso jurídico abierto contra la
dimitida/cesada por supuestas evidencias delictivas.
Termino con una reflexión
al margen, que no jarro de agua fría a Feijóo. La victoria en Andalucía, desde
mi punto de vista, no refleja sentir favorable a Moreno Bonilla sino rechazo
ilimitado al sanchismo. ¿Recuerdan qué pasó con Zapatero y la inmerecida mayoría
absoluta de Rajoy? Siempre se obtiene un resultado incoherente, pernicioso, si repulsa,
necesidad de cambio, suplanta a convicción.