viernes, 29 de julio de 2016

ÉTICA DE BOLSILLO


Las llamadas ediciones de bolsillo se caracterizan por una manufactura ramplona, precaria, insustancial. La baja calidad remata todo el bloque haciéndolo casi exclusivo para economías disminuidas, carentes; asimismo individuos vulgares. Constituyen ese grupo de objetos cuya característica específica viene determinada por el atributo poco decoroso de “usar y tirar”. Papel reciclado, amarillo, impuro, franquea la puerta del libro -compendio de caracteres inelegantes, restrictivos, astrosos- siempre colocado en paneles semiocultos, vergonzantes. Llevan el demérito dibujado ya en una cubierta antiestética, pobre, repleta de incuria. Conforma la avidez lectora de quien anda escaso de recursos o exhibe miseria abundante, y no solo financiera.

Llevados por modernas interacciones típicas de las sociedades actuales, utilizamos sustantivos a los que podríamos añadirles un apéndice común: de bolsillo. Así, políticos, “intelectuales”, artistas (quizás titiriteros), comunicadores, carecen de grandeza, de crédito, aun de dignidad; son individuos de bolsillo en su comparecencia dentro del panorama nacional. Casi amorfos, exhiben materiales ajados, sin brillo, nada originarios ni particulares. Me recuerdan buñuelos insípidos, asemejados a esa inutilidad que la gente de mi pueblo, metido de lleno ahora en fiestas patronales, denomina con cierta repulsa agua de borrajas. No es lo peor que sectores comúnmente bien valorados atesoren un notable grado de descrédito; no, es mucho más punzante que ciertos comportamientos fundamentales en sociedades sanas, adquieran últimamente textura de bolsillo. Enfatizo el ético.  

Sí, los tiempos que corren son ricos en incautos, en retóricos de provisiones éticas que jamás superan los límites que marca una palabrería tan hueca como propagandista. A lo sumo, desmenuzan iniciativas unidireccionales, maniqueas, que guardan el equilibrio procedente de leyes ad hoc. En este laboratorio caótico, lucrativo, cada cual padece los inconvenientes o ventajas a que lleva la incongruencia doctrinal. Esta izquierda, mal llamada progre, acapara -en su mayor parte- loas, impudicia e impunidad. Parecieran acreedores de una sociedad que malvive gracias a sus desvelos. Ignoro si tan asombroso agasajo, la falsa honradez que se atribuye de forma expresa, puede ser causa o consecuencia de tan absurda reputación. Colabora el dogmatismo de muchos y la estulticia de  una mayoría.

Podemos -ese partido con vocación populista, totalitaria, tal vez debilitada por paradójicos o estudiados fantasmas disgregadores- ha contaminado la vida política española marcando líneas de exquisitez ética que luego traspasa sin “perder” un ápice de pulcritud. Encima trastocan el protagonismo de episodios vergonzantes. Proclamaron que caminar bordeando la ilegalidad debiera suponer una dimisión inmediata como peaje político. Luego, Errejón, Monedero, Rita, Zapata y un largo etcétera hicieron sayos de aquellas capas dimisionarias. El mismo Iglesias, con sus intenciones sobre la señora Montero, y Echenique, burlando a la Seguridad Social, se han ciscado en sus propias exigencias moralizantes. Si presumiblemente feos, livianos, fueron algunos procederes, su justificación excede la esfera del esperpento. Vean si no. Bescansa, refiriéndose al caso Echenique, dijo: “Es vergonzante que se utilice la precariedad de los trabajadores domésticos como argumento contra Echenique”. Señora socióloga, ¿somos de verdad tan imbéciles? Sin comentarios.

Medio año después, los modos políticos tras dos elecciones abonan la ética de bolsillo. Aparentemente nadie quiere terceros comicios pero tampoco ninguno persigue evitarlos. Sumergidos en un sangrante problema territorial, ahogados por el tsunami económico europeo, unos y otros aparecen inmóviles ante lo que apunta un horizonte próximo. Rajoy, el roqueño, sigue esperando a la puerta el cadáver de Sánchez. Este quiere retrasar su sepelio e incordiar al presidente en funciones aparentando que estudia las probabilidades de  un gobierno imposible. Rivera, estratega autolesivo, anda acariciando no se sabe qué. Otra hipotética confrontación electoral le dejaría patitieso. Podemos, pese a la extraordinaria puesta en escena permanente, ni pincha ni corta. Es un brindis al sol, favorecido por la coyuntura, el dogmatismo, la mediocridad y el despropósito.

Decía Aristóteles: “Nuestra actuación no es correcta porque tengamos virtud o excelencia, sino que las tenemos porque hemos actuado correctamente”. Significa que la ética no es apriorista como proyectan imponer prohombres de izquierdas. Basados en esa falacia autocomplaciente, El País ha publicado un manifiesto firmado por cuatrocientos cincuenta “políticos, hombres de la cultura, intelectuales y activistas” cuyo contenido dice así: “Necesitamos otro gobierno que revierta los recortes, defienda la sanidad y la educación pública, los derechos laborales, la cultura, la ciencia y el medioambiente. Necesitamos otras políticas que acaben con la desigualdad, castiguen ejemplarmente la corrupción y pongan fin al deterioro democrático”. Fantástico, fantasioso, falso. En Unidos-Podemos es axiomático, el PSOE demostró su ineficacia hace algunos años. El tal mensaje irradia infantilismo, incoherencia, sombrío reclamo. Delata también un brote relevante de ética de bolsillo. 

 

viernes, 22 de julio de 2016

SABLAZOS Y CONFUSIONES


 

Hace años leí una información curiosa, chocante. Aseguraba que en cinco generaciones la propiedad familiar pasaba al Estado. Tal aserto implica sometimiento a un Estado mezquino, confiscatorio; es decir, a la requisa arbitraria del patrimonio privativo. Mi experiencia, más allá del imposible cotejo personal, confirma la certidumbre total de dicho presupuesto. Verán. Tres años atrás realicé la reforma de un almacén heredado para evitar el desplome de su techumbre. Ayer recibí escrito del catastro advirtiendo un nuevo apunte basado en suelo y construcción. Vaticinaba aumento impositivo con el agravante de que dicha diligencia costaba sesenta euros, cuyo pago debía hacer efectivo en agosto.   

Acepto que el local haya aumentado su valor y pueda usarse con seguridad. Tenía dos opciones: dejar que la cubierta cayera al suelo o sanearla para evitar peligros potenciales a cualquiera. Hice lo segundo. Si se hubiera producido un derrumbe, el valor del edificio -o sea, el bien patrimonial- sería menor. ¿Vendría recogida tal alteración en este trámite? Creo que no; al menos no conozco ningún caso. Prácticas paralelas constituyen un soterrado aumento de impuestos sin variar el tipo de gravamen. Así pueden propagar, con medias verdades, que no sube (e incluso baja) la fiscalidad. Imagino a muchos de mis amables lectores víctimas de parecidos arbitrajes.

Cuando hacemos la declaración del IRPF, se computan los rendimientos del trabajo, capital inmobiliario y capital mobiliario. ¿Por qué, entonces, sufragamos cargas de bienes adquiridos con dinero libre de impuestos si no se obtiene rentabilidad alguna? Parece, pues, evidente que la ley es injusta, ladronzuela; de difícil ensamblaje en un país democrático. En definitiva, como tantos otros preceptos y normas, son recaudatorios, caprichosos, amén de  bordear el sablazo o asalto trabuco en mano. Quien sea responsable de este escenario, llámese como quiera, asimismo adscrito a cualquier sigla política, podríamos denominarlo -sin un ápice de exageración ni pecado- José María El Tempranillo.

Cambiando de tema porque el guión lo exige, la investidura de Rajoy -unida a la formación de gobierno- parece ir para largo. Unos y otros actúan cual ritual carente de entidad, un abalorio democrático. Decía el clásico: “Debemos establecer nuestras metas, luego aprender a controlar nuestros apetitos. De lo contrario, nos perderemos en la confusión del mundo”. Tras cuatro años sin clarividencia ni criterio, faltos de toda creatividad, llevamos siete meses inmóviles, paralizados por tactismo espurio, perverso. Precisamos un formidable impulso para evitar agarrotamiento o, peor todavía, caer de forma irreflexiva en nefasto y dispendioso acomodo. Los ciudadanos vemos incrédulos las barreras que levantan por detalles grotescos, tal vez grandes dosis de personalismo ruin, indigno. ¡Cuánta paciencia, señor!

El PP -es decir, don Mariano- como siempre especulando, ralentizando el metrónomo, deja que los demás disparaten y luego él recoja frutos ilegítimos. Le salió bien la jugada con Zapatero. Caso contrario, hubiese constituido una burla inmisericorde del fatídico presidente o extravagancia juguetona de un azar absurdo. Desde entonces, anda errante, no da una. Ocurre, sin  embargo, que suma votos, conexiones, por aquello de vale más malo conocido que bueno por conocer. Tan vaga estrategia presenta un inconveniente espinoso: puede tener un final fulminante, definitivo. Rajoy está ya en puertas porque le supera la intransigencia acumulada durante su mayoría absoluta. Necesita elasticidad, indispensable para aglutinar programas y suscribir pactos.

Pedro Sánchez juega aventuradamente al enfrentamiento doctrinal que existe solo en su mente fanática. Asesorado por indigentes, se juega más que el futuro personal -bastante agitado- el del PSOE y, sobre todo, el de España. Aun considerando su responsabilidad en una alícuota parte, la obcecación puede llevarle al lance de otras elecciones con un resultado previsible. Actitudes displicentes, además de estériles, suelen cosechar efectos letales para quien las exhibe con excesiva asiduidad. Ignoro qué motivo le ha llevado a preferir un camino que le lleva a ninguna parte. Acaso Podemos sea su fantasma, el ara onírica. La realidad podemita, empero, dibuja un gigante sin vértebras, una sombra chinesca y sobrecogedora.

Pese a todo, quien suscita más confusión entre el personal es Albert Rivera. Ciudadanos, partido que a futuro debiera ser la llave de cualquier gobierno, se obstina en renegar de su acervo político mostrando una inacción incomprensible. Falta de flexibilidad, junto a vetos preventivos, seguramente le suponga un peaje cuantioso, mal cuantificado. Mostrarse harto exquisito ahora resulta paradójico respecto a otras razones y ámbitos. Rivera avienta una incoherencia verbal decepcionante, fomentando la duda de esa moderación que implica ocupar el centro. Ve hábitos corruptos, lastres legendarios, antañones, cuando su única vigilia debiera ocuparla hogaño esta sociedad. Ahí, no repartiendo donosuras retóricas, encontrará el auténtico espaldarazo político.

Decía Anne Austin que la confusión es un signo muy sutil de paranoia. En efecto, nos envuelve una bruma palpable de osadía -quizás aturdimiento intelectual y movilidad vacilante- aledaña al estadio catatónico. Nadie puede llamarse a escándalo o extrañeza. Tanta confusión, si no se corrige la trayectoria, confirmará el dicho popular: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”. Sirve de poco protagonizar un papel de ingenuo lanzando a medio mundo culpas y al resto amenazas. Pagarán esa prepotencia estúpida de que hacen gala anteponiendo pruritos pueriles al bienestar nacional. Más que augurio, la última afirmación es una sospecha, un aviso a navegantes.

 

 

viernes, 15 de julio de 2016

MISERABLES, HISTRIONES Y MOSTRENCOS


Alejado de dogmas, escaso de fe, racionalista y agnóstico, debo confirmarme en el sentir católico para -piadoso a fuer de humano- marcar la frontera de toda conducta civilizada que impida caer en los excesos reclamados por la parte más primitiva de mi ser. Se me ocurren bastantes epítetos gruesos que definirían mínimamente a quienes mancillaron rabiosos el twitter, ese moderno impulso de socialización y convivencia puesto por la técnica. Freno arrebato tan inclemente porque quiero conservar como valor insuperable la compasión al vil. Víctor Barrio, su muerte, alumbró ese recelo temible y sobrecogedor: la creciente podredumbre del individuo. Cada cual puede tener los gustos e ideas que apetezca, siempre supeditados a los de quienes se agrupan bajo el término prójimo. Mal podemos exigir respeto y derechos cuando carecemos de recíproca respuesta. A mayor vergüenza, dice ser gente defensora de la dignidad del individuo, del ser vivo; gente rodeada por una aureola de superioridad moral tan falsa como su propia naturaleza. Pregonan un mundo mejor, fraterno, pero enseñan una patita sectaria. Me pasma, finalmente, el umbral perceptivo de quien asegura ser profesor. Pavoneado y diabólico sujeto. Miserables.

Tras siete meses sin gobierno real, dos exposiciones de mascarada política y años de miseria material y moral, seguimos esperando alguna iniciativa sensata, esperanzadora. Desde el primero al último advierten la urgencia de modelar un gobierno estable que dé respuesta a las perceptibles incertidumbres existentes en el suelo patrio. También a aquellas que se otean en el horizonte europeo por un optimismo alocado junto a falacias endémicas en tiempos de ceguera electoral. Los expertos gestores de cuentas públicas saben lo difícil que resulta maridar entusiasmos monetarios con déficit. Sin embargo, víctima de las apariencias, del escaparate, de la dialéctica fraudulenta, Rajoy se vio obligado a bajar los impuestos mientras aumentaba el gasto. Como consecuencia, ha disparado el déficit comprometido y ahora Europa pretende transferirnos al camino correcto previo pago de dos mil millones de euros. El refranero, obligatoria enciclopedia popular, recoge tan lamentable escenario: “A perro flaco, todo son pulgas”.

Pese al peaje, imputable al PP (el PSOE hubiera obrado igual en parecidas circunstancias), don Mariano ralentiza al máximo -sin que se oigan voces discrepantes- la constitución del nuevo gobierno. Pareciera confirmar el tópico: “vísteme despacio que tengo prisa” pero sin aparentes prioridades cualitativas; así, pura languidez. Ayer, día trece, pasadas dos semanas del escrutinio, quien debe propiciar los contactos esbozó modestas ideas generales que examinarán partidos constitucionalistas al objeto de pactar aquellas medidas que conviniera lograrse en la legislatura. Es decir, llevamos quince jornadas perdidas y lo que te rondaré morena. Es la prueba palpable del interés que les despierta el ciudadano, aunque se desgañitan en afirmar lo contrario. A mí solo me sirven y convencen hechos. Las palabras suelo relegarlas mientras archivo, metafóricamente hablando, ciertos eslóganes como arquetipos de cinismo e indignidad.

Hoy, cualquier cadena de televisión recupera aquel viejo programa Estudio 1 (espléndido nutriente cultural) centrado en la difusión del teatro. Noticieros, debates e informes ponen de manifiesto, ahora, las increíbles dotes histriónicas de los principales líderes políticos. Nadie como ellos interpreta, con excelentes facultades pero resultado incierto, el papel encomendado por esta democracia representativa. En ocasiones, dudo si dicho adjetivo implica delegación del ciudadano o comporta simple vocación dramática, tal vez bufa. Me lleva a ello mi escepticismo y el carácter polisémico de nuestro rico idioma. Todos saben qué ocurrirá si fracasa la conformación del gobierno pero prefieren a toda costa salvaguardar un futuro electoral, más o menos cercano. ¿Por qué afecta tan poco a Rajoy que el nuevo ejecutivo empiece cuanto antes a reparar parte del desaguisado atribuido a él mismo? Se regodean en un importuno diálogo de besugos al tiempo que retardan hincar el diente a esta situación infecta. Huele y ellos lo notan. Dan muestras claras de querer construir una absurda voluntad popular. Viejos recuerdos me arrastran al periodo militar -medio siglo largo-donde abundaban órdenes sin sentido para someternos a irracional disciplina. ¿Hemos cambiado? Si acaso, poco.

Sánchez presiente que él no conseguirá gobernar y juzga que Rajoy no puede obtener mayoría absoluta porque le es imposible apoyarse en los partidos nacionalistas. Asimismo, dice no querer otras elecciones. ¿Entonces? Sigue, testarudo, erre que erre en su negativa; contrahecho, perplejo. Mostrenco indica indefinición, imprecisión. PSOE y Ciudadanos presienten que un gobierno débil, en minoría, acapara un lastre definitivo para sacar a España del marasmo económico, laboral y territorial que le amenaza. Cierto que los socialistas han de nadar y guardar la ropa, más si no descabalgan a Podemos del poder, y Ciudadanos tiene que andar con pies de plomo. Pese a lo dicho, Ciudadanos debe entrar en el gobierno poniendo al PP duras y publicadas condiciones. El PSOE, a su vez, se ve obligado a vender cara su abstención para pasar a una oposición exigente y constructiva. De esta forma, tales partidos se fortalecerán compartiendo el éxito que deseamos para España y los españoles. Cualquiera comprende estos argumentos y la urgencia de tomar decisiones ¿verdad?, pues ellos siguen sumergidos en la mostrenca vaguedad. Benditos estrategas.

A veces, los tratamientos tienen un carácter simple, no simplista. Para ello, es preciso abandonar conductas exclusivas de histriones y mostrencos.

 

 

viernes, 8 de julio de 2016

UN PAÍS DE CANTAMAÑANAS


Se denomina coloquialmente cantamañanas a quienes se comprometen a hacer cosas que son incapaces de realizar. Revelan ciertos atributos específicos como mostrarse fantasiosos, informales e indignos de crédito. En mi pueblo, además, les adosan un carácter de artificial osadía, farruco, matón. Nuestras villas e Instituciones rebosan de esta fauna humana tan infravalorada respecto a su contaminación social. Sí, son individuos poco productivos, malsanos, a la hora de confluir esfuerzos. Su informalidad rompe cualquier atisbo unificador, potencialmente meritorio. Es probable que alguien, cercano o comprensivo, vea en mis reflexiones una intención vejatoria o un insulto incómodo, nada cercanos a mi proceder. Me viene a la memoria, en parecidos términos, la anécdota que le ocurrió a Valle Inclán con una autoridad pública. Cuando el autor visitaba una comisaría (lugar de cita frecuente), definió al comisario asignándole un epíteto que afirmaba la duda sobre su capacidad intelectual. El funcionario le espetó: “oiga, sin insultar”, a lo que el libertino escritor respondió: “no es un insulto, es una definición”. Pues eso.

El primer, rumboso y multitudinario cantamañanas es el ciudadano. Tenemos sobrados motivos para aflorar sentimientos de aversión a cualquier sigla sin salvedad. ¿Debemos reconocer elementos positivos, no obstante, en algunos momentos de su oficio político? Sin duda, pese a que los últimos años se ven muy ensombrecidos debido a ineptitudes, falta de visión nacional y corrupción generalizada. Es, pues, justo que haya un desapego total. Las quejas se multiplican por doquier, siendo corriente oír conversaciones poco misericordes para el conjunto de políticos sin excepción. Escuchar estrictos propósitos de abstenerse viene a ser el pan nuestro de cada día. Luego, se vota con la nariz tapada. ¿Hay mayor prueba de informalidad? Calla o cumple. Queda así constatado que somos una nación de cantamañanas. A tenor de las barbaridades que se airean sobre esa casta privilegiada (para a renglón seguido constreñir la ira), lo somos en sus más amplias acepciones, incluyendo ese tinte tabernario de mis paisanos.

Advierto, asimismo, que mis críticas siempre apuntan al político, jamás a la dualidad sustantiva objeto de su fundamento y que -pese a la vulgar amalgama- son diferentes cuando se someten a sentencia moral. Rajoy, contra lo dicho por diferentes voceros, mengua respecto a los compromisos adquiridos, bien debido a previas limitaciones bien debido a onerosas coyunturas externas. Enumerar incumplimientos de todo tipo (no solo económicos) sería largo. Menos tiempo nos llevaría citar lo concluido. Desde mi punto de vista, y en verdad, ninguna propuesta ni compromiso puede registrar su haber. Atesora una estrategia de inacción, de desgaste. Cuando es urgente formar gobierno, promueve las reuniones demasiado tarde. Parece vislumbrar otras prioridades previas, excusando la claque su inercia estática con esa salida talismán de jugar acertadamente los tiempos. Muestra incapacidad e inconsistencia políticas. Rajoy es un cantamañanas.

Mientras España está cansada, exhausta, Pedro Sánchez -irresponsable- rebaña una semana de vacaciones. Dicha actitud se ha de valorar más como síntoma que como necesidad. Al socialista parece importarle un bledo este escenario caótico, lamentable, donde demasiada gente malvive rodeada de privilegiados con excesivos fueros, deudores, inmunes e impunes. El PSOE se desgañita venteando un siglo de existencia, una labor impecable en pro del individuo huérfano de fortuna, un partido con pedigrí social, luchador y solidario. Obras son amores y, desde Zapatero aquí, han sustituido la acción por fraudulentos eslóganes tan vacíos como muchos de sus líderes. Ambiciones personales, a lo sumo partidarias (que termino por descartar), con la colaboración inestimable de otras siglas, están pergeñando una parálisis gubernativa de consecuencias graves, incalculables. Es la segunda vez que destapan una indigencia política aterradora. Siguen empeñados en despeñar su partido por el precipicio de la incomprensión. Saben, peor si lo ignoran, que Sánchez no puede presidir el ejecutivo sin consecuencias letales. Rozando el suicidio colectivo, siguen empeñados en ello. Sánchez y su legión adyacente conforman un grupo especial de cantamañanas.

Albert Rivera, antes, en y después de la campaña electoral, dio señales claras de soberbia innecesaria ni como táctica. Su talante, al menos, parecía el de un cantamañanas más. Ha manifestado errores tangibles, no sabemos si debidos a alegrías inoportunas o ligerezas de ardor juvenil. Me ha sorprendido negativamente mi político de cabecera, el mejor valorado, mi favorito. Si me defrauda a mí, qué no ocurrirá con sus votantes. Mal, muy mal. De él se esperaba algo importante, decente. Cuidado con el fiasco. No se debe ser más papista que el papa. Verdad que hay mucho por retocar, pero con sensatez y humildad; sin enmiendas inflexibles.

Pablo Iglesias instaura la personificación del cantamañanas conceptual. Quimérico, novelero, farsante, farruco, junto a otros atributos perniciosos, conforman un personaje que malcubre su entraña doctrinal emanada inconscientemente. Autócrata de vocación, compensa todos los vicios antidemocráticos, totalitarios, con una capacidad histriónica sin igual y con un excelente don comunicador. Tanto que es capaz de seducir con buñuelos de viento a cinco millones de españoles, no todos necios. ¿Para qué extenderme más?  Él es Podemos y viceversa. A ver quién le contraviene.

Los poderes legislativo, ejecutivo y judicial son incapaces, pese a sustanciosas sentencias, de poner coto al antojo absurdo e ilegal de los políticos (digo bien, políticos) catalanes. El Estado español, vertebrado democráticamente en sus tres poderes, hasta ahora también es un cantamañanas.  

 

viernes, 1 de julio de 2016

GILIPOLLECES Y EMBUSTES QUE SE REVELAN EVIDENTES


Pido disculpas por el primer vocablo del epígrafe. Sé que la incorrección, malquerida del análisis, difumina las razones aportadas al debate. Pensé cambiarlo por sandeces pero entonces su autor sería un sandio, voz demasiado cálida, cursi e imprecisa para los merecimientos atesorados por el tuitero cuyo nombre prefiero callar. Cuestión de higiene. El desatinado de marras dejó escrita esta excrecencia: “La esperanza de la izquierda española es que mueran todos los viejos de mierda que todavía votan”. Sin comentarios. Lo malo del mensaje no viene dado por la sutileza y originalidad de semejante genio sino porque parece confirmar la existencia de una instruida línea de choque. Presuntamente ubicados bajo el ala protectora del politburó podemita, otros oscuros personajes achacaron el desastre de Podemos a los medios franquistas (¿todavía existen?), a los viejos y a los paletos. ¡Qué exquisitos! Cercanos al colmo del desbarre, algunos “intelectuales”, afines a la histeria, agitan el rancio espectro del pucherazo. Como puede comprobarse, además de firmes convicciones democráticas, tales individuos -anclados en el siglo XIX, vetustos y anacrónicos enemigos del bienestar y las libertades- tienen arrestos, amén de jeta, a la hora de poner etiquetas e inventar culpables de sus delirios o afanes para conseguir un placentero y lucrativo empleo. Estos aventureros, buscavidas, son carcas extemporáneos antes del éxito y después del fracaso.

Nuestros políticos, que soportamos y sufrimos con excesiva delicadeza, andan escasos de probidad. Renuncio a sintetizar los vicios porque son numerosos e innegables; quizás tantos como aquellos del pueblo que los distingue y abastece en el más amplio sentido. Previo al 26 J, todos anteponían intereses partidarios, asimismo personales, a los del conjunto. Bien por discreción bien por inoperancia (tal vez por cálculos rastreros), pasados varios días del recuento -de regocijo vencedor o tribulación que produce toda derrota- aparecemos encallados entre el estatismo táctico de unos y la testarudez inercial, maléfica, de otros. Como dirían en mi tierra: “pasan días y la casa sin barrer”. Opino que, desperdiciados seis meses, España no está para iniciar tartamudeos cuando urge estudiar salidas sensatas para este país medio desahuciado. Sin embargo, ellos tensan la cuerda. Rajoy, exigiendo su derecho a gobernar; Sánchez, negando el pan oculto él tras un biombo que asegura ideológico; Rivera, empeñado en despreciar la argamasa que le ha unido a un electorado afecto a Rajoy pero alejado de él por cobijar corruptos. Iglesias, estrellado, roto, ya no cuenta.

Rajoy, digo, tiene en el apartado del débito una cuenta pendiente con los españoles, sobre todo, con la clase media por él proletarizada y que, paradojas de la vida, le ha servido para dar una patada al PSOE utilizando la bota de Podemos. Avizora, pese a todo, un camino difícil. España necesita gobiernos vigorosos, consistentes, estables, que completen las legislaturas sin contratiempos ni estridencias. Demanda amplios consensos para regenerar la democracia, cambiar la ley electoral y apuntalar otros conciertos de índole nacional. Sé que tales deseos entran en conflicto con partidos nacionalistas e independentistas, por eso es imprescindible el apoyo de un PSOE capaz de volver al rumbo que le hizo grande. Puestos a priorizar, sería preferible sentar las bases programáticas de un nuevo Estado, aunque en dos años hubiera que repetir elecciones pero ya bajo una única circunscripción electoral al Congreso (cámara de representación nacional). Se recuperaría de nuevo el bipartidismo junto a una sigla mediadora, elementos básicos de un país moderno que mira al futuro con esperanza e ilusión. Veremos si PP, PSOE y Ciudadanos son capaces de protagonizar los cambios esenciales para recuperar la verdadera democracia sin movimientos espurios ni pretensiones insolidarias. Al mismo tiempo, cimentarían la tumba de Podemos y sus renovados sueños ochocentistas. Yo, volvería a creer en los políticos y abandonaría de mil amores mi abstencionismo recalcitrante.

El PSOE, insisto, se jacta de airear que el español ocupa un lugar de privilegio en sus desvelos políticos. Ahora mismo demandamos la convergencia apremiante de las siglas constitucionalistas. Los numerosos problemas económicos, territoriales e institucionales, precisan la confluencia de todos sin matices ni condiciones bloqueantes. A pesar de ello, el secretario general, su ejecutiva, siguen empeñados en el no. Les puede ese sedimento frentista que daña a ellos y a la sociedad. Se empeñan en levantar barreras inexistentes fuera de nuestro país. Es prueba indiscutible de desahogado aldeanismo junto a un grave error estratégico. Al PSOE, frente a voces contrarias e interesadas, solo le queda una solución: romper los pactos con Podemos, diferenciarse de ellos y exigir al PP compensaciones partidarias y compromisos que redunden en el bienestar ciudadano. Mientras, operar un saneamiento ineludible, ofrecer al pueblo las bondades del nuevo partido y esperar tiempos mejores. Lo contrario significaría provocar su desaparición del mapa político español.

Ciudadanos, ahora sosias del PSOE, lleva tiempo cometiendo yerros de bulto que le pueden llevar inexorablemente a frustrar el papel que los nacionalismos excluyentes han dejado sin suplencia. Rivera debe pactar y exigirle a Rajoy cambios sustanciales. Tras esta medida prioritaria, entrar o no en el futuro gobierno es secundario. Yo, entraría. Haya o no acuerdo, Ciudadanos tiene que dejar clara su determinación para que se sepa con certeza quien debe cargar los costos de unas terceras elecciones, incluyendo al PSOE. Queda airoso sostener que se pugna por los intereses del contribuyente y luego no arrimar el hombro en situación tan preocupante. Cuando la sociedad se ve amenazada por este escenario tan insólito, nadie debiera invocar discursos insustanciales, evasivos. Excusas, las justas

Por justicia compensatoria (PP ha gobernado doce años y PSOE veintidós) el socialismo precisa transformar su arrebato de echar a Rajoy del poder e iniciar una contribución incondicional al Estado de bienestar social. Todavía no se encuentra con el crédito necesario para enmendar la plana a la labor del actual ejecutivo. Los resultados electorales así parecen indicarlo, aunque la pléyade de exégetas socialistas haga una lectura a propia conveniencia. Hay gente que enloquece haciéndose trampas en el solitario.