Pido disculpas por el
primer vocablo del epígrafe. Sé que la incorrección, malquerida del análisis,
difumina las razones aportadas al debate. Pensé cambiarlo por sandeces pero entonces su autor sería un
sandio, voz demasiado cálida, cursi e imprecisa para los merecimientos
atesorados por el tuitero cuyo nombre prefiero callar. Cuestión de higiene. El
desatinado de marras dejó escrita esta excrecencia: “La esperanza de la
izquierda española es que mueran todos los viejos de mierda que todavía votan”.
Sin comentarios. Lo malo del mensaje no viene dado por la sutileza y originalidad
de semejante genio sino porque parece confirmar la existencia de una instruida línea
de choque. Presuntamente ubicados bajo el ala protectora del politburó podemita,
otros oscuros personajes achacaron el desastre de Podemos a los medios
franquistas (¿todavía existen?), a los viejos y a los paletos. ¡Qué exquisitos!
Cercanos al colmo del desbarre, algunos “intelectuales”, afines a la histeria,
agitan el rancio espectro del pucherazo. Como puede comprobarse, además de
firmes convicciones democráticas, tales individuos -anclados en el siglo XIX,
vetustos y anacrónicos enemigos del bienestar y las libertades- tienen arrestos,
amén de jeta, a la hora de poner etiquetas e inventar culpables de sus delirios
o afanes para conseguir un placentero y lucrativo empleo. Estos aventureros,
buscavidas, son carcas extemporáneos antes del éxito y después del fracaso.
Nuestros políticos, que
soportamos y sufrimos con excesiva delicadeza, andan escasos de probidad. Renuncio
a sintetizar los vicios porque son numerosos e innegables; quizás tantos como
aquellos del pueblo que los distingue y abastece en el más amplio sentido.
Previo al 26 J, todos anteponían intereses partidarios, asimismo personales, a
los del conjunto. Bien por discreción bien por inoperancia (tal vez por cálculos
rastreros), pasados varios días del recuento -de regocijo vencedor o tribulación
que produce toda derrota- aparecemos encallados entre el estatismo táctico de
unos y la testarudez inercial, maléfica, de otros. Como dirían en mi tierra: “pasan
días y la casa sin barrer”. Opino que, desperdiciados seis meses, España no está
para iniciar tartamudeos cuando urge estudiar salidas sensatas para este país
medio desahuciado. Sin embargo, ellos tensan la cuerda. Rajoy, exigiendo su
derecho a gobernar; Sánchez, negando el pan oculto él tras un biombo que
asegura ideológico; Rivera, empeñado en despreciar la argamasa que le ha unido
a un electorado afecto a Rajoy pero alejado de él por cobijar corruptos.
Iglesias, estrellado, roto, ya no cuenta.
Rajoy, digo, tiene en el
apartado del débito una cuenta pendiente con los españoles, sobre todo, con la
clase media por él proletarizada y que, paradojas de la vida, le ha servido
para dar una patada al PSOE utilizando la bota de Podemos. Avizora, pese a
todo, un camino difícil. España necesita gobiernos vigorosos, consistentes,
estables, que completen las legislaturas sin contratiempos ni estridencias. Demanda
amplios consensos para regenerar la democracia, cambiar la ley electoral y apuntalar
otros conciertos de índole nacional. Sé que tales deseos entran en conflicto con
partidos nacionalistas e independentistas, por eso es imprescindible el apoyo
de un PSOE capaz de volver al rumbo que le hizo grande. Puestos a priorizar,
sería preferible sentar las bases programáticas de un nuevo Estado, aunque en
dos años hubiera que repetir elecciones pero ya bajo una única circunscripción
electoral al Congreso (cámara de representación nacional). Se recuperaría de
nuevo el bipartidismo junto a una sigla mediadora, elementos básicos de un país
moderno que mira al futuro con esperanza e ilusión. Veremos si PP, PSOE y Ciudadanos
son capaces de protagonizar los cambios esenciales para recuperar la verdadera
democracia sin movimientos espurios ni pretensiones insolidarias. Al mismo
tiempo, cimentarían la tumba de Podemos y sus renovados sueños ochocentistas. Yo,
volvería a creer en los políticos y abandonaría de mil amores mi abstencionismo
recalcitrante.
El PSOE, insisto, se
jacta de airear que el español ocupa un lugar de privilegio en sus desvelos
políticos. Ahora mismo demandamos la convergencia apremiante de las siglas
constitucionalistas. Los numerosos problemas económicos, territoriales e institucionales,
precisan la confluencia de todos sin matices ni condiciones bloqueantes. A
pesar de ello, el secretario general, su ejecutiva, siguen empeñados en el no.
Les puede ese sedimento frentista que daña a ellos y a la sociedad. Se empeñan
en levantar barreras inexistentes fuera de nuestro país. Es prueba indiscutible
de desahogado aldeanismo junto a un grave error estratégico. Al PSOE, frente a
voces contrarias e interesadas, solo le queda una solución: romper los pactos
con Podemos, diferenciarse de ellos y exigir al PP compensaciones partidarias y
compromisos que redunden en el bienestar ciudadano. Mientras, operar un saneamiento
ineludible, ofrecer al pueblo las bondades del nuevo partido y esperar tiempos
mejores. Lo contrario significaría provocar su desaparición del mapa político
español.
Ciudadanos, ahora sosias
del PSOE, lleva tiempo cometiendo yerros de bulto que le pueden llevar
inexorablemente a frustrar el papel que los nacionalismos excluyentes han
dejado sin suplencia. Rivera debe pactar y exigirle a Rajoy cambios sustanciales.
Tras esta medida prioritaria, entrar o no en el futuro gobierno es secundario.
Yo, entraría. Haya o no acuerdo, Ciudadanos tiene que dejar clara su determinación
para que se sepa con certeza quien debe cargar los costos de unas terceras
elecciones, incluyendo al PSOE. Queda airoso sostener que se pugna por los
intereses del contribuyente y luego no arrimar el hombro en situación tan
preocupante. Cuando la sociedad se ve amenazada por este escenario tan insólito,
nadie debiera invocar discursos insustanciales, evasivos. Excusas, las justas
Por justicia
compensatoria (PP ha gobernado doce años y PSOE veintidós) el socialismo precisa
transformar su arrebato de echar a Rajoy del poder e iniciar una contribución
incondicional al Estado de bienestar social. Todavía no se encuentra con el
crédito necesario para enmendar la plana a la labor del actual ejecutivo. Los
resultados electorales así parecen indicarlo, aunque la pléyade de exégetas
socialistas haga una lectura a propia conveniencia. Hay gente que enloquece haciéndose
trampas en el solitario.
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