El lenguaje permite una comunicación
completa entre personas. Sin embargo, para que sea eficaz hemos de precisar con
esmero vocablos y significado en una correspondencia inequívoca. Si
incumpliéramos esta premisa, la polisemia del idioma español nos llevaría a un
fárrago impenetrable. Farsa, según el DRAE en su cuarta acepción, significa
“enredo, trama o tramoya para aparentar o engañar”. Los políticos, masivamente,
son especialistas de la farsa; incluso abusan de ella. Cualquier momento es
adecuado para esconderse tras esa máscara histriónica que les permite
protagonizar los mayores excesos verbales al amparo del papel asignado en el
marco de la figuración. Son actores y están exentos de peajes lógicos, éticos y
morales. Así, al menos, lo creen ellos.
Amores y, sobre todo, desamores llenan
el graderío. Los afectos últimos llevan impregnada la praxis. El oyente muestra
predilección por el personaje refractario, a quien dirige su encono. El actor
no debe buscar la estima a sí mismo sino el odio a su rival. Este objetivo, que
parece una paradoja, marca el éxito del político moderno. No interesa
desmenuzar programas e intenciones. Primero porque escasean y luego (o a
resultas) porque al ciudadano se le ha persuadido a favor del voto contradictorio,
severo, en lugar de aquel que revela convencimiento y razones plenas.
Probablemente el individuo sea consciente del juego; pero aunque -imbuido- lo
mantenga, se le excluye de establecer su reglamento. Como dijo Bismarck: “Nunca
se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la
cacería”.
La campaña electoral en Cataluña navega
(quizás naufraga) por procelosas aguas. Un Mas desconocido (aunque poco a poco
al descubierto, en apariencia) quiere capitalizar, sin que signifique que la
cabra tira al monte, todo protagonismo a fin de atesorar -sirva la expresión-
una mayoría absoluta al objeto de satisfacer un prurito personal, profetizo.
Jamás Pujol, su maestro y promotor, consiguió superar una minoría mayoritaria
que aportara, aparte vanidades, un gobierno personalista. Don Arturo coloca
toda la carne en el asador retórico. Lenguaraz, importuno y desestabilizando
permanentemente lealtades institucionales, trastabilla consciente por esa
cuerda floja que puso bajo su pie el once de septiembre. En esa fecha, necio e
imprudente, se izó a una cuadriga (concierto fiscal, soberanía, independencia y
Europa) desbocada que llevará a él o a Cataluña al precipicio. Un cálculo
incorrecto, un pronóstico incierto, mueve la farsa a melodrama.
Por desgracia, en esta España de
nuestras desazones, se pretende camuflar la farsa con otra más aparatosa. El
caso es ocultar la sustancia en envolturas, exógenas a ella, plenas de quimera
o de insidia. Ahora, próxima la papeleta a su destino, aparecen con todo lujo
de detalles las presuntas irregularidades económicas de familiares muy cercanos
a la médula convergente. No cuestiono el hecho y sería tan oportuno como
necesario que se aclarasen responsabilidades (incluida la satisfacción penal o
civil) a que hubiere lugar. Sin embargo, me parece repugnante la utilización
política, evidente en este caso, de un asunto que ocasiona alarma social.
Considero, ética y estéticamente, tan nauseabundo el uso de la noticia que lo
noticiable. No por ello desdeño la trascendencia del asunto, más si cabe por la
angustiosa crisis que padecen muchos españoles.
Del revoltijo de informaciones, mentidos
y desmentidos, entresaco una cargada de humor si no grotesca. Se refiere al
augurado proyecto postelectoral (realizado por algunos medios) que une a CiU y
ERC al objeto de gestar un sólido empeño -léase plan- soberanista que permita a
los catalanes superar en cinco años su longevidad, entre otros cánticos de
sirenas odisiacas. En el fondo, se trata del viaje a ninguna parte. Posible es
porque todavía hay milagros. Apostaría, asimismo, por el imposible físico y
metafísico; por la imbricación utópica y la divergencia nítida. ¿Acaso son
miscibles la alta burguesía y la clase media baja? El análisis correcto
proviene del fondo, jamás de la burbuja.
El ganador, aun con exigua victoria,
gobernará solo con apoyos concretos del PP que se ha convertido en aderezo de
salsas nacionalistas gracias a su estómago múltiple que, cual rumiante, engaña
a propios y extraños en esas degluciones lentas, sinuosas y difuminadas u
oscuras. Será lo auspiciado por el burgués catalán, por la mayoría de catalanes
y por Mas, junto a sus variados quebraderos, allende la farsa y la campaña.