Alguien reivindica la
personificación como inventiva literaria mitad caricatura, mitad alegoría. Prefiero
entrever alegoría el paralelismo que pudiéramos apreciar entre España e individuo.
Por desgracia, su salud está mermada ya por edad ya por desidia. Dicen que la
enfermedad tiene un componente psico-somático. Atribuyendo al político el papel
mental, queda para el pueblo el aspecto tosco, de sostén, corpóreo. Tal
escenario (lesivo desde el punto de vista psíquico) se agrava cuando el componente
somático queda a merced de una crisis febril cuyo origen presenta ardua concreción
y cura. El cuerpo electoral manifiesta síntomas claros de fracturas preocupantes.
¿Qué sortilegio lleva a gente universitaria, y no tan joven, a sentir
predilección por un partido radical? Todo vale a excepción de quienes proyectan
una España ajena a nuestro entorno europeo. ¿Qué seducción dejó Zapatero en un
PSOE cuyo anhelo programático se reduce a eliminar al PP del panorama político?
¿Serán capaces de llevarnos así al Estado de Bienestar? Los análisis
electorales refuerzan el lamentable aspecto de un país que equidista del proselitismo
y la humillación. Desconozco qué sutileza despliega el pecado cometido para
que, entre tanto vicio e inmoralidad, seamos nosotros -pueblo llano- quienes
cumplamos penitencia.
Carezco de interés por
la clase política pero me inquieta el cuerpo electoral. Reconozco que educación
se identifica con ausencia. Sin embargo, la cultura política alcanza cotas sorprendentes
de penuria. Más aún en jóvenes inexpertos, incluso enaltecidos con títulos
universitarios. Semejante panorama acre, viene padeciendo igualmente los
claroscuros que propicia un adoctrinamiento ignominioso y perverso. A los
medios, debates y tertulianos les cabe una responsabilidad considerable. Beber
realidad nos hace firmes, prestos, invulnerables. Sofocar nuestra sed con
quimeras demagógicas crea frustración, incivismo, violencia. Lo confirma la
Historia. Ningún populismo, una vez alcanzado, comparte el poder; siempre socializa
la desdicha. Además, persigue sin límite cualquier disidencia tras el biombo de
práctica contrarrevolucionaria. Las democracias efectivas garantizan los
derechos ciudadanos, partidos que normalizan la convivencia y el pluralismo.
Otras, verbigracia la nuestra, están repletas de lagunas. Basta con mejorarlas,
adecentarlas; no sustituirlas por un castillo de naipes.
Finalizado el
escrutinio, apreciamos errores, optimismo y trastorno. Las siglas se reparten,
en proporciones parejas, dislate y optimismo. Al pueblo le cabe el desliz de
protagonizar tanta precipitación que le acerca sin remedio a la singularidad.
¿Cómo puede diseñarse un escenario tan venenoso? Podemos, y otros que deseaban confundirse
con el paisa(je)naje, planificaron su estrategia a golpe de encuesta. Por ello,
y pretendiendo posicionarse bien en el otero, presentó candidatura solo a las
elecciones autonómicas. Craso despropósito incorporarse a las municipales como
marca blanca. Recreó el espíritu antisistema, ácrata, levantisco; en fin, un
órdago a la credibilidad. No puede uno ubicarse en dos espacios
contradictorios. PP dice haber ganado y el PSOE, en su descalabro, ríe como
llora Chavela.
Vencida la jornada
electoral, contabilizados los votos ciudadanos, se realizan opiniones variopintas;
unas sectarias, hiperbólicas las más. El Partido Popular sufre un descalabro notable,
menor del que le hacen acreedor sus méritos. Ciertos complejos, que no sabe
vencer, le mueven a realizar políticas contra sus propios votantes. La
izquierda tiene inmerecida fama de priorizar, en sus gobiernos, avances
sociales. Digo inmerecida porque el objetivo no es el ciudadano sino proteger
su granero de votos. La orfandad táctica emana del PP porque castiga a las
clases medias, su veta natural. Con todo, el votante ha favorecido al PP pese a
estos lamentables resultados.
Las urnas han puesto en
la picota fundamentalmente a PSOE y Podemos. Ambos, hoy por hoy, conforman unos
vasos comunicantes sin equilibrio gravitatorio. No así Ciudadanos y PP. Dos
millones y medio de votantes populares se han quedado en vigilia, guardando armas.
El próximo sufragio votarán PP o abstención; a lo sumo Ciudadanos ante una actitud
cegata, terca. Un caso único. El PSOE, sin dudarlo, con inercia zapateril, va a
pactar con Podemos. Si no fenece en el trance, presupuesto muy probable,
quedará como partido bisagra e incluso testimonial. Dar un paso lateral hacia
la izquierda, teñirse de radicalismo, supone dejar libre un espacio moderado,
atractivo, que otra sigla pudiera ocupar de forma definitiva. Depende del futuro
Congreso y de la financiación que determinen concederle. Si tuviera las
finanzas en mi mano, un partido sin prejuicios históricos -UpyD- sería la imprescindible
socialdemocracia española. Podemos, unido al PSOE, se convierte en casta o copartícipe
por mucha retórica que dedique a disimularlo. Grupos antisistema, viejos marxistas
románticos y jóvenes frustrados (todos abstencionistas tradicionales) despertarán.
Les explotará en sus narices aquel sueño novelesco, iluso, que la seducción ha
ido excitando. Podemos carecería de solvencia para ocupar el hueco moderado que
abandona neciamente el PSOE.
Ciudadanos sustituiría
al PP si este siguiera obstinado en castigar a las clases medias. IU -otro
partido ileso de las pasadas elecciones- perdida su franja ideológica, debe
realizar un tránsito claro hacia la moderación, adaptarse a la socialdemocracia
y ser ¿por qué no? otro candidato a recoger los restos del náufrago PSOE. En
definitiva, si la tozudez continuase haciendo mella, Ciudadanos e IU-UPyD
serían los partidos vertebrales, mientras que aquellos -disminuidos, enanos-
quedarían reducidos a partidos bisagra. He aquí el cambio futuro o futurible.
Podemos, a medio plazo, se convertiría (una vez desentrañada hasta la piel con
que se recubren) en partido residual hacia su extinción. Aunque parezca un
análisis calenturiento, improbable, piensen. De momento, y en meses, con un
cambio radical, serio, riguroso, el PP puede alcanzar una mayoría holgada si no
absoluta. Caso contrario, Ciudadanos emprenderá un rápido ascenso hacia el
estrellato.
Los electores, harto confundidos,
castigaron -sobre todo- el empobrecimiento de las clases medias y la corrupción
abusiva. Destacar como algo relevante, tranquilizador, que los partidos
soberanistas desaparecen de la vida nacional. Enhorabuena a España, Cataluña y
País Vasco.