viernes, 29 de abril de 2016

REQUIESCAT IN PACE U OFERTAS LETALES


 

Sin duda, ha sido la legislatura más corta del actual periplo democrático. Algunos, inconscientes o caricaturescos, abonaban la esperanza de que el último minuto viniera acompañado por un milagro antes de disolver las Cortes. Ayuno de fe, afecto al sentido común, conceptúo los milagros quimeras existentes solo en mentes débiles o, peor aún, desnortadas. Pese a lo dicho, hay prodigios inexplicables. Siete millones, al menos, de españoles hacen de su vida un milagro permanente. Mientras, políticos adscritos a las diversas siglas que abarca el amplio espectro parlamentario se entretienen con juegos de tronos. Olvidan esa labor social que proclaman norte y guía de sus desvelos. No tienen remedio. La legislatura de forma oficial, jurídica, ha fenecido. Requiescat in pace. Lo confirma la jueza en excedencia, señora Rosell, que deja su escaño (a buenas horas) para ser juzgada en Canarias. ¿Decencia o desconfianza? El tiempo dará respuesta exacta, aunque temo lo peor.

Decía Cicerón que una muerte honrosa puede glorificar una vida innoble. Certifico el carácter torpe, insultante, de estos cuatro meses que nos ha brindado semejante crónica parlamentaria. Bien es verdad que lo normal de esta legislatura desahuciada no supera el cobro de emolumentos (sisa me atrevería a calificarlo) por parte de sus señorías. Voces, probablemente poco atinadas, plantean una devolución in extremis de lo percibido. No es ni más ni menos populista que otras propuestas merecedoras del asentimiento general. Existen indicios, precedentes  y sospechas fundadas, de que en este país nadie restituye nada. Si la vida es todavía vil, esa muerte próxima no presenta ningún signo de probidad. Ambas caras, muerte y vida, parecen caracterizarse -aquí y ahora- por una incontinencia total.

Sin embargo, a mí no me preocupan las pompas que desplieguen para iniciar la nueva campaña. Advierto una vieja táctica, común a “castas añejas” y a “actuales redentores”: siempre es culpable, responsable, el rival. Hay otros centenarios defectos que exhiben en este temprano despertar. A pocas horas del velatorio, cercano el último aliento, los políticos -haciendo oídos sordos a consejos que demandan una campaña austera, casi menesterosa- han iniciado las hostilidades. Conjeturo nula voluntad de adecuarse al especial marco económico pese a hipócritas insinuaciones. Días antes de disolver las Cortes y mes y medio previo al comienzo oficial de la campaña, continuamos en ella prácticamente desde el 20D. Es decir, llevan ciento veinte jornadas batiéndose el cobre. Y lo que te rondaré, morena. Luego hablan de moderación. Mal empezamos.

Nos queda mucho por ver. El derroche de ciento ochenta millones sería una inversión rentable si sirviera para optar con criterio. Pero no. Una ingeniería social hábil invita al elector a votar de forma visceral, inconcebible. Tal escenario obliga a ventear defectos, reales o presuntos, del contrario en lugar de exponer programas rigurosos y realistas. Solo así los populismos quiméricos, seductores, pueden amasar logros extraordinarios. El bipartidismo gestor empezará enseguida a pagar su peaje. Conseguir una multitud sumisa, mediocre, faculta a quienes atesoran maneras engañosas, demagogas, para crear conciencias sociales que fomenten la entelequia porque enmarañan lo dicho y lo hecho. El individuo, austero, queda satisfecho con poco, descuida lo genuino; duerme tranquilo bajo los oportunos sopores de promesas imposibles. Quién sabe si estaré perfilando, inconscientemente, el granero de Podemos.

Algunos opinan que acabamos de presenciar el esperpento político dentro de una España esperpéntica. Se equivocan aquellos que, llenos de largueza o candidez, señalan así el momento actual. La situación sobrepasa los rasgos grotescos para adscribirse a un escenario donde se impone el sectarismo como ley de actuación política. Puede observarse también una egolatría enferma -tal vez enfermiza- incapaz de ver al otro como complemento necesario (casi obligado) en lugar de peligroso rival. Percibiremos extraños movimientos, golpes de timón, vicisitudes insólitas, pero seguiremos subidos al mismo caballo fiero de la bajeza. Cuando al pueblo le urgen soluciones, estos fanáticos -si no cainitas- blanden la quijada como argumento dialéctico. No buscan convivir; quieren imponerse. Ya lo dijo en un arrebato aquel apóstol milagrero, salvador de la nada: “El cielo no se toma por consenso sino por asalto”. Breve síntesis metodológica de su acción ejecutora. Si yo fuera Garzón adoptaría ciertas precauciones, por si acaso.

Preparémonos para velar el cuerpo exhausto, yacente a poco, de esta corta legislatura. El ciclo biológico enseña que la muerte produce vida. No obstante, hemos de estar alerta no vaya a cumplirse aquella sentencia de Napoleón: “La muerte es un dormir sin sueños, y tal vez sin despertar”. He ahí el fracaso, el devenir hipotético que puede entronizarse en la oscuridad de un futuro incierto. Podemos e Izquierda Unida juntos pueden lograr seis millones de votos que les daría, al menos, una influencia gigantesca. Si PP y Ciudadanos no sumaran, tampoco lo harían -eso dicen las encuestas- Ciudadanos y PSOE. Con estos datos, unidos al hecho evidente de la acreditada enemistad Rajoy/Sánchez, ¿qué nos espera tras el 26J? ¿Una rueda diabólica o ese gobierno reformador, de cambio, que se invoca maquinal y falazmente? Lo simple, amén de lo imposible, goza del mismo crédito que los teoremas pues no precisa comprobación. Aquí anidan los éxitos, asimismo los fracasos, de Podemos porque explicar lo simple, o lo inverosímil, implica adentrarse en peligrosas arenas movedizas. Ese es el calvario de Iglesias.

Imagino, pese al probable éxito unitario de Podemos e Izquierda Unida, un resultado electoral que aporte escasas alegrías a Pedro Sánchez. Si conformara el gobierno que ansiara ayer, sería suicida para el PSOE y devastador para los españoles. Constituiría un descalabro tras el fracaso. Presiento que no se dará, que habrá un final feliz, una renovación política floreciente, alegre, copiosa, pero… Esperemos, como manifestara Erich Fromm, no morir antes de haber nacido por completo.

 

 

viernes, 22 de abril de 2016

PERSIGUEN UNA TRAICIÓN ATAVIADA DE PROGRESISMO


A lo largo de los setenta del pasado siglo, partidos comunistas de Europa occidental, entre ellos el francés, italiano y austriaco, propiciaron un eurocomunismo al que se incorporó Santiago Carrillo. El insólito comunismo reconocía los sistemas democráticos como eje básico de su doctrina, negando además todo carácter revolucionario. Grecia y Portugal siguieron sin cortar ese aditamento umbilical que los mantenía unidos a la URSS, en vías ya de cierto revisionismo ideológico. Carrillo, secretario general del PCE, tuvo un papel destacado en la Transición cooperando activamente no solo en la elaboración del texto constitucional sino en los famosos Pactos de la Moncloa. Sobre ellos descansaron las bases políticas y económicas que fortalecieron la democracia en España permitiendo, a su vez, el periodo más largo de paz y de bienestar social.

Hacia mil novecientos ochenta y seis, en torno al PCE como célula vertebradora, se constituyó Izquierda Unida. De índole plural y organización federativa, ha desarrollado importantes servicios al país, tanto a nivel metropolitano cuanto autonómico con desiguales resultados. Lo mismo que otros, tuvo épocas gloriosas junto a momentos menos laudatorios. Sin embargo, dentro de su agitada historia, orlado por un currículo abarrotado de deserciones y sonoros rechazos, fue fiel a aquellos principios que implicaban la defensa singular del trabajador, de la justicia social y de la concordia. Superó diferentes cánticos de sirena que le proponían maridajes inconvenientes, quizás adulterinos. Probablemente, este detalle cuente a la hora de ser el único partido comunista sólido existente en un  país industrializado. No computan ni Grecia ni Portugal.

Allega hermético, pese a todo, un peligro amigo. Son los peores porque te pillan despreocupado, entusiasta, sin defensas. Tal desarme ideológico impide discernir el bien del mal; en definitiva, la catástrofe subyacente. Un partido opiáceo, quimérico, pero triunfador en esta coyuntura, es el perfecto incentivo para atraer a su seno a Izquierda Unida. Esta goza de un crédito, amasado en años, pero infecundo; aquel -mancebo osado- debe mostrar virtudes que no le avalan, ni mucho menos, sus frutos electorales. La propuesta esconde un claro afán de rapiña, de absorción, asimismo de apuntalamiento ante ciertas dinámicas sociales que preocupan a quien hace de la política su medio de vida. Izquierda Unida no debe dejarse arrastrar por el pretexto, pues sus carnes electorales están contusionadas por el abandono de pequeñas organizaciones, territoriales o no, que buscan un sol más candente.

Alberto Garzón -que me producía buenas impresiones, seguramente inmerecidas a lo que se ve- si llega a la Secretaría General, pudiera consentir y completar el desalojo de su partido. Según todos los indicios, la sigla (ilustre otrora) podría desparecer devorada por Podemos, con o sin complementos. Aunque lo preguntara insistentemente, jamás obtendría una respuesta razonable. ¿Cómo es entendible que decenios de protagonismo ejemplar en la Transición se arrojen por la borda con tanta inconsciencia? ¿Qué puede ofrecer Podemos más allá de cháchara hueca? ¿Qué especulación inclina a Garzón, o a quien sea, para pactar una alianza de la izquierda moderna, libre de prejuicios y lugares comunes, con un clan vetusto que pretende hacerla añicos? Ni derecha ni izquierda, proclaman; defienden un credo vertical dirigido, al modo de ese anuncio lavavajillas, a los de arriba y a los de abajo. Desentierran, en sus propuestas, los viejos sindicatos franquistas. No me extraña nada. ¿Por qué no puede conjugarse alrededor del PSOE o la misma Izquierda Unida? Es evidente, importan solo intereses espurios y ambiciones personales. Desde mi punto de vista, avideces dramáticas para los españoles si se consumaran.

Sea cualquiera el avanzado estado de las conversaciones para conformar el bloque Podemos/IU, Garzón no solo traiciona un digno devenir de su partido, sino la democracia y las libertades individuales de los españoles, que tanto dicen defender por otro lado. Ayer, una vez más, Pablo Iglesias mostró sin rodeos la esencia fascista que suele exhibir muy a pesar suyo. Lo mismo que  una lagartija, verbigracia, no puede revestirse de oso panda, tampoco a Iglesias le ajusta la máscara democrática. Yerra quien advierte únicamente singulares episodios de carácter. Este tiene un componente genético y otro adquirido. Por tanto, el carácter es un atributo; no constituye capítulo de la esencia humana. El espíritu fascista es connatural, sustancia del ser. El señor Iglesias rezuma fascismo, le fluye por los poros. Los que amamos la libertad hemos de desenmascarar a quien pretenda limitárnosla. Sin rodeos ni descanso.

Pese a su naturaleza totalitaria, a los intentos de embozar la libertad de expresión y de información, aun es más delicado el atrevimiento de atribuir mayor solidez a un acto universitario que a las ruedas de prensa. A su pesar, ningún comunicador convirtió el salón de conferencias en una casa de lenocinio, vulgarmente casa de putas, como hizo él años ha cuando Rosa Díez pretendió dirigir su palabra en aquel recinto, hoy elevado a los altares por un miembro de la endogámica institución, no sé si educativa.

Conjeturo escasa probabilidad, salvo alarmantes signos psicóticos en mis compatriotas, de que Podemos -absorbida y silenciada Izquierda Unida- supere al PSOE. No obstante, Garzón dejará de ser el fetiche de la izquierda para convertirse, junto a un Iglesias desaforado, en cómplice maligno de la ultraizquierda. No lo olviden amigos, los extremos se tocan.

 

 

viernes, 15 de abril de 2016

¿QUÉ NOS IMPULSA A TRANSIGIR TANTA NECEDAD?


Me consta que somos animales (en mayor o menor grado) de costumbres fijas, apenas alterables. Constato nuestra correlación con aquella propiedad física de la inercia, según la cual un cuerpo permanece en reposo o movimiento constante si una fuerza no actúa sobre él. Nosotros, cuerpos o engendros naturales, llevamos siglos estáticos, soportando políticos de escaso calibre y gran indigencia. Casi nadie, yo tampoco, suele plantearse las razones que nos llevan a tolerar semejante marco. Pereza, cobardía, e inseguridad, ofrecen al preboste un resquicio para alcanzar cotas impensables de poder, de tiranía. Es curioso cómo en política, y espacios próximos, se cumple a rajatabla el principio de Peter. Ese que asegura, sin matices, que todo puesto es ocupado por alguien incompetente. De aquí se desprende que todo trabajo solo puede ser desarrollado por quien no ha alcanzado su nivel de incompetencia. En otras palabras, es mejor que los políticos no hagan nada, permanezcan inactivos, para preservar al país del desastre.

Reconozco cierta malicia, no exenta de mala leche, a la hora de establecer un paralelismo entre políticos e ineptitud. Sin embargo, la Historia -amén de nuestra patrimonial experiencia- confirma tal analogía. Ahora mismo llevamos cuatro meses de un gobierno tetrapléjico por culpa de una Ley Electoral, hecha a medida, y unos políticos que, pese a pomposas declaraciones, les mueve solo un interés personal. Ni siquiera el conjunto, debido a su monolitismo. Con excesiva frecuencia, los juicios de valor se basan en las propias concepciones. Marx pronunció aquella frase lapidaria: “la religión es el opio del pueblo”. Seguramente pensaba en la doctrina política y en los partidos, que le eran más comunes. Deduzco, pues, que todos los regímenes anti o pseudodemocráticos tienen algo de teocracias: es decir, sus políticos son un aliento salvador huérfano de cualquier acción sensible. Por supuesto, potencian la retórica sugerente, cautivadora, adormeciendo sobre todo las sociedades fatalistas y dogmáticas.  

Hace cuatro meses, digo, el ciudadano español votó como quien rellena una quiniela, de forma automática, maquinal. Muy pocos podrían argüir argumentos de peso a la hora de ultimar su voto. De igual manera, los políticos leen o visionan el resultado a través de un caleidoscopio contrahecho, disgregador, delirante. Y estos estímulos les conducen a percepciones psicóticas, huérfanas de toda conciliación. Un PP obtuso, severo, putrefacto, se enrosca en el sueño de haber ganado unas elecciones revueltas. Mientras no despierte es imposible llegar con él a ningún acuerdo que permita un gobierno estable. Sus tesis pasan necesariamente porque Rajoy sea presidente de un ejecutivo inverosímil. Sánchez -que no el PSOE, o sí- hizo ascos a pactar con una sigla, dice, que ha llevado a España al peor gobierno de la actual democracia. Olvida pronto aquel, no tan lejano, de Zapatero y quedaría por ver el suyo propio. Ciudadanos y Podemos hacen verdaderos esfuerzos por mostrar músculo ante la situación a que nos lleva tanto egoísmo y táctica espuria.

Desde mi punto de vista, el individuo está hecho para soportar impuestos confiscatorios, comisiones, paraísos fiscales, “distracciones” diversas, incluso felonías. No obstante, sería pedir demasiado que encima tuviera que escuchar sereno gilipolleces sin fin. Al político se le perdona, como así parece, cien mil vicios cuando no comportamientos delictivos, pero empalagan las justificaciones torpes, osadas. Personajillos del amplio espectro parlamentario -asimismo líderes de baratija, espantavillanos- habitan, sin protección ni vergüenza, los Cerros de Úbeda. Molesta la proposición consecuente: nos tratan como idiotas. A lo peor, y de aquí surgen nuestros males, no se equivocan. Imagino que el contribuyente menos reflexivo y sagaz, denominado pérfidamente ciudadano, se da cuenta de que a los políticos no les importamos nada,  les traemos al fresco. Ante esta evidencia, ¿por qué, pues, no los mandamos a hacer gárgaras? Ni idea, aunque sospecho, sin apenas margen de error, que cualquier réplica sea afín a fenómenos borreguiles. Otro interrogante sin respuesta.  

Teatro, paripé, señuelos, nos mantienen expectantes entre la entelequia y la desesperanza. Parecemos esos pajarillos que mantienen el pico abierto sin posibilidad de que los padres dejen un alimento inexistente. Cada vez que observamos revoloteos políticos aparecen imperiosos, burlones, los reflejos de Pávlov. Esta situación condicionada es, en verdad, lamentable. Al final del macabro juego nos someterán a unas elecciones inmediatas o a corto plazo. Sánchez dice estar dispuesto a someterse a una moción de confianza en dos años. ¿Acepta el reto Podemos? ¿Aguantaremos dos años con “soluciones” podemitas? Ni seis meses. Aquí todos esperan algo. PP (Rajoy en suma) sacar mayoría absoluta con Ciudadanos. Sánchez aguantar unos meses la Secretaría que se desmorona día a día. Iglesias, engañar a Garzón, aglutinar una izquierda radical y adelantar al PSOE. Ribera, el éxito e Izquierda Unida descifrar su galimatías. Entre tanto, nosotros -sin aliento- confiamos en que no nos hundan definitivamente. 

¿Por qué admitimos tanta necedad? La respuesta es ajena a ese tópico repetido de nuestra inexperiencia democrática. También a la idiosincrasia especial del pueblo español forjada en el crisol de las civilizaciones que nos han invadido/civilizado. Tampoco se debe a esa razón exculpatoria de que tenemos los políticos que merecemos. La contestación parece cristalina: nuestros políticos se afianzan, y algo más, sobre el pueblo que les sirve de sustento. Nosotros somos los consentidores, masoquistas, culpables de su malquerencia.

 

viernes, 8 de abril de 2016

EL NUDO GORDIANO O ENTREMESES POLÍTICOS


Nudo gordiano es una expresión que se utiliza para indicar dificultades prácticamente insalvables. Desde hace siglos, el nudo gordiano de la convivencia nacional lo conforman gobernantes y políticos de todo signo. Asimismo, entremés indica ese deleite alimentario que abre camino a las diferentes viandas. Puede utilizarse también, metafóricamente, como compás de espera para cuestiones vertebrales. Ahora, la situación patria se encuentra inmersa en esos entremeses sin fin. Los españoles esperamos, al parecer de forma inútil, que nos sirvan no digo la carta sino el menú del día; ese alimento mínimo, de subsistencia, para seguir sufragando una política absurda. Decía Wittgenstein: ”Nada es tan difícil como no engañarse”. Cierto, nosotros llevamos siglos cometiendo deslices y hoy, pese al decir de mucho ignorante sobre la preparación de las nuevas generaciones, batimos el récord de errores propios. 

Corría el año mil ochocientos setenta y tres, cuando Figueras -primer presidente de hecho- dijo aquella memorable frase “Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros” y abandonó el Parlamento sine die. Cortó por lo sano el nudo gordiano (cual Alejandro Magno redivivo) que la necedad había construido. Sí, cortó el enredo pero no aniquiló la estulticia que, a poco, elaboró otro de semejante desorden y de consecuencias siniestras para España. Costa, fundador del regeneracionismo, pretendió desenredar sin abrir cismas sociales aquella nueva componenda concebida por un liberalismo elitista, a menudo antisocial. El revisionismo lampedusiano de Maura, Canalejas y Dato, condujo inclemente a la dictadura primorriverista y posterior Guerra Civil. Casi medio millón de muertos y cuatro decenios de dictadura han servido para poco. El pasado vuelve con saña.

PP y PSOE (o viceversa), junto a un nacionalismo corrupto, llevaban cuarenta años alternándose en el gobierno. A la chita callando, iban construyendo un régimen democrático viciado, injusto, nauseabundo. Comprada presuntamente la complicidad del nacionalismo catalán -“si cae el árbol caerán también las ramas”- socialistas y peperos (antiguos liberales y conservadores) cimentaron un Estado sosias de aquel que propició las mayores revueltas sociales de la España contemporánea. Por mucho que ambos se rasguen ahora  las vestiduras, manosearon la Constitución a su antojo, permitiendo una soberanía popular de apariencias. Semejante caldo de cultivo fue venero de partidos frescos, acicalados con ademanes desconocidos. Idéntico rigor esgrimo al asegurar que Podemos es un partido totalitario en su fundamento, metodología y praxis, que cuando pongo en cuarentena el fervor democrático de PP y PSOE, orlados por el resto de siglas, según trasciende de su gestión. Enronquecen asegurando que los partidos son esenciales para implantar un sistema de libertades, pero también dice la Constitución que deben conducirse de forma democrática. ¿Lo practican? No. “Quien se mueva no sale en la foto”.

Próceres diversos manifiestan que la sociedad habló el 20D. Así será si ellos lo dicen. Sin embargo, demuestran estar sordos u oyen demasiado. Por mucho reclamo que expongan, el ciudadano les importa un bledo. Ambicionan poder, nada más. El PSOE no habla con el PP porque cree perder votos. El PP pretende seguir gobernando sin mover un dedo para conseguirlo. Iglesias, siempre gestual, no quería compartir gobierno con nadie porque esperaba asaltar el cielo. Ahora que lo ve inaccesible, exige prerrogativas y ministerios a la par cobijando su audacia bajo la ambición ilimitada de Sánchez. Sus tan cacareadas inteligencia y astucia le han jugado una mala pasada. Don Pedro se sabe cadáver desde aquel fatídico: “pactaré con todos a excepción de PP y Bildu”. Después, con gran esfuerzo, le han hecho concebir que no puede meter también en el mismo ataúd los restos de un PSOE patitieso. A partir de ahora, libre de lastre, el PSOE -retomando una política lógica, estricta, con PP y Ciudadanos- puede acometer cambios en los gobiernos municipales e iniciar movimientos internos que conformen una socialdemocracia real, apartando de su horizonte delirantes querencias zapateriles.

A algunos analistas, interesados más que parciales, les seduce abonar la especie de que si el PSOE acerca posturas con el PP, Podemos lo desarbole. Incierto. Únicamente debe impedir que nadie le “distraiga” el espacio socialdemócrata europeo. Ningún país, salvo Grecia por diversas circunstancias, ha castigado estos acercamientos liberal-socialdemócratas porque son diferentes caras de esa moneda que atesora bienestar y libertades. ¿Queremos ser europeos? Algunos partidos extremos, radicales, potencian nuestra salida del marco común. ¿Por qué será? La bonanza social no procede de ningún Decreto-Ley. Los Estados reparten miseria pero no prosperidad. Para que unos cobren, otros tienen que pagar y esto jamás lo hacen los ricos, riquísimos. Las clases medias sufragan tales limosnas y al final se consigue una sociedad asfixiada por una pobreza general, a excepción de quien complace al Comité Central que suelen nadar en el exceso. La Historia es testigo fiel e incuestionable.

Preparémonos para otros comicios. Tras siglos de nudos gordianos y bastantes días de entremeses, entretenimiento o teatro fantástico, nos piden de nuevo un ejercicio soberano. Sería de risa si no tuviera tintes dramáticos. Por mi parte, hace tiempo corté el nudo: me confieso abstencionista terco en defensa propia y esquivo toda suerte de prácticas postizas. Los entremeses no me preocupan porque soy frugal en comidas y escéptico en concepciones. Cultivamos la idiotez por nosotros mismos, pero cumple su papel la inapreciable ayuda de periodistas felones. 

 

viernes, 1 de abril de 2016

TITIRITEROS Y PRESUNTOS DEFRAUDADORES FISCALES


Jamás creí en cuentos de hadas, ni aun de niño. Durante años toleré fabulosos cuentos chinos pero dejaron de extraviarme hace tiempo. Estos relatos son propios de estadios vitales participados por una inocencia beatífica. Sin embargo, individuos maduros, curados de espanto (real o supuestamente), viven y gozan sus fascinantes historias. ¿Son bobos solemnes? No, solo incultos. Los cuentistas, distintos a cuenta cuentos, quedan al descubierto solo cuando tropiezan con adultos informados. Aquellos saben que la farsa se alimenta de necios, irreflexivos, o con enormes lagunas culturales, amén de dogmáticos cuya guía es un crédito irracional. Semejante escenario provoca la indecorosa colisión entre propuestas educativas e intereses gubernativos. Nadie crea que al poder le importen sociedades fisgonas, inquietas, juiciosas. Persiguen ciudadanos -contribuyentes- sumisos, retraídos, analfabetos; listos para adscribirse al rebaño nacional.

Llevamos tres meses de parálisis gubernamental; en realidad, siglos. Todos, gobernantes -sin gobierno- y gobernados proclaman la erosión que provocan las mayorías absolutas. El pueblo, respetuoso, acorde, ha transferido sus votos a cuatro siglas por igual. Surge así lo que podríamos llamar un bipartidismo doble (quizás doblado, quién sabe si tronchado), de coalición. Un auténtico guirigay donde abunda el ruido y escasean las nueces, una perrera de hortelano llena de ansias y temores. Avanzan, retroceden; a la postre, ofrecen un reposo dinámico. Parecen estar sometidos a campos gravitatorios y sufran serias dificultades para descubrir su polo de atracción o repulsión. Se juegan mucho pues el efecto final lleva al éxito rotundo o a la extinción definitiva. Me escandaliza que excusen afanes personales con ese latiguillo mordaz, infame, hilarante, de que lo primero, lo primordial, es España y los españoles. Cínicos, desvergonzados.

Parodiando a Figueras, uno de los presidentes de la Primera República, amén de alterar algo su frase, digo: “Señores, estoy hasta los cojones de todos vosotros”. Hay quien peca de inmovilismo con argumentos escasos de razones e infaustos en táctica política. Hay quien persigue gobernar sin detenerse en costos para el partido o para los españoles. Hay quien se adhiere a un dinamismo confuso, sin tasar que el movimiento, a veces, lleva al despeñadero. Hay quien, al fin, espera aprovechar la coyuntura para pescar, a río revuelto, en aguas democráticas con arreos o artilugios espurios, antidemocráticos. Y nosotros sin vender una escoba. Sorprende que la zurda con linaje democrático, PSOE e Izquierda Unida, acoja y legitime extremismos incompatibles con Estados ricos, libres, modernos. Nunca fue solución esconder la cabeza bajo el ala, menos cuando quieren asaltar nuestro espacio ideológico, porque no existe granero para el conjunto.

Este PSOE siente avidez por formar un gobierno de cambio, reformista y progresista de izquierdas, en palabras específicas. Próximo al paroxismo, cegado por la ambición, Sánchez -junto a su Comité Federal- proclama tales virtudes de forma osada. Estiman que los cambios son positivos siempre como si jamás hubieran oído el vocablo regresión. Ese retroceso a que nos llevó Zapatero, fue la causa por la que Rajoy gozara de una mayoría absoluta inmerecida. Tanto, que solo ha durado una legislatura. ¿Cómo puede ser un gobierno reformista sin contar con los votos necesarios y con mayoría absoluta del PP en el Senado? Pura fachada, absurda empresa, bonitas palabras. Nada más. Respecto al progresismo de izquierdas, véase la secuela del señor Rodríguez, técnicamente padre operativo de la izquierda metaprogresista.

Me interrogo, desmenuzando tranquilas lucubraciones, qué sugieren tres siglas diferentes de izquierdas. Si el PSOE abona el campo de la socialdemocracia europea, que es mucho entrever, Izquierda Unida ocupa la izquierda marxista, incluyendo sus aciagas hipótesis económicas, qué espacio ideológico atiende Podemos. Ninguno. Es un parásito cebado a costa de los anteriores mediante fraudulenta carta de presentación. Partido de laboratorio; alquimista. Liberales y socialdemócratas europeos quedan separados por diferencias nimias. En España ocurre igual pese a los inútiles esfuerzos de Zapatero y Sánchez por aparentar lo contrario. Este, además, no es consciente del deterioro general a que nos llevaría una política de izquierda radical. Cuba, Venezuela, Grecia -entre otros países- son ejemplos incuestionables. “Kichi”, alcalde de Cádiz, empieza a tener problemas por incumplir promesas huecas, retóricas. El individuo descubre los engaños solo cuando se impone impúdicamente la realidad. Queda mucho por ver.

Ayer presencié un nuevo capítulo de la actual tragicomedia. Monedero, el notorio Guadiana de la política patria, surgió falaz, mitinero, exultante. Audiovisual, manifestaba preciosista, casi etéreo, sus afanes de que el PP perdiera cualquier posibilidad de gobierno por su “política recesiva que ha llevado a recortes económicos, pérdida de libertades y estado de bienestar” (sic). Anunciaba la “buena nueva”: un gobierno a punto de pactarse, incluyendo la insólita generosidad (sacrificial) de Pablo Iglesias, el salvador. Reiterado el mensaje hasta la pesadez, silenció que dimitir de un sueño es prudente desde el punto de vista psiquiátrico. Asimismo, ocultó la hábil estrategia gratuita porque él (Pablo) es Podemos y, de llegar al pacto, en vez de dimitir sería vicetodo en la sombra. Sustituye esa urgente necesidad que indican las prospecciones por la virtud aparente, fructífera. El gato escaldado huye del agua fría.

Llegó al colmo. El aparte fue la actitud agria con Rivera (con cualquier disidente) al que calificó de “titiritero”. Mostró recurrente, a poco, cierta displicencia agresiva -al mismo tiempo-porque se le limitó el tiempo mitinero. No me extrañó la audacia supina de quien comete ese grave tropiezo social de ser presunto defraudador fiscal. Desesperada e importuna bravura.  Como diría Diego de Acuña, entre lo obsesivo y lo insolente: “Podemos es así, señora”.