viernes, 29 de junio de 2018

EL AURIGA DE SÁNCHEZ


Auriga, en sentido estricto, equivale a conductor de carro ligero romano tirado por dos caballos. Asimismo, otros relatos describen a un esclavo que sostenía la corona de laurel para ceñirla sobre la cabeza del triunfador. Al tiempo, pretendía contener su vanidad mientras le susurraba “recuerda que eres solamente un hombre”. Puesto que vanidad y estética son valores contrapuestos, conviene resistir orgullos postizos y valoraciones alejadas de una realidad cotidiana. Yo me guiaré del relato para significar este epígrafe. Es evidente que al ciudadano español le toca protagonizar el papel de esclavo, de auriga. Sánchez, heterodoxo, consiguió éxito amañando espuriamente la carrera requerida para alcanzar un pellizco de poder. Con este matiz indigno, cuestionado, ha obtenido una ventaja hedionda que le lleva al laurel equívoco, irreal, infame. Más dura será la caída, ilustra un proverbio habitual.

Mi intención primera impedía cualquier análisis implacable del gobierno cuyo ascenso ha causado estupor, por utilizar formas suaves, casi exquisitas. Sin embargo, mi amigo Ángel -lector empedernido y enciclopedia andante- detalló que los cien días de indulgencia constituían una deferencia consuetudinaria para ejecutivos emanados de elecciones generales. Tesis discutible, pero no invalidada cuando se ajuste a la lógica o al sentido común. Inundado de dudas tras semejante criterio (y movido por los pasos endebles, inseguros, esperpénticos, de Sánchez), recapacito si gratifica lanzarme al ruedo aceptando pros y contras. Tampoco el gobierno concede tiempo a sólida reflexión, menos al sosiego en apariencia poco productivo. Receloso de escaso plazo, consciente de vulgar indigencia e ineficacia, muestra presteza por imponer gestos que solo generan aplauso en una progresía postiza, opulenta. 

Tal escenario despeja mis titubeos e impulsa a dejarme de nimiedades tan innecesarias como desajustadas. Observo que el gobierno, en vez de tomar medidas encaminadas a robustecer el estado de bienestar, prefiere la demagogia y el populismo. Todavía no he oído una medida formal, ni tan siquiera prevenida, para mejorar el futuro del español corriente. Sí, de la española bajando el IVA de tampones y compresas. Ignoro si semejante medida debiera entrar en el campo del escarnio caricaturesco o de la vigorosa hechura económica. Hago parecida pregunta cuando averiguo qué gratificación regala el gobierno a artistas multimillonarios bajando un impuesto indirecto que afecta básicamente a ellos. No creo que esta medida ataña positivamente a nadie desconocido en sea cual aspecto cultural o artístico. Ha de mantener satisfecho un colectivo “rebelde, progre e intelectual”. ¿A que queda bien? Sublime, si no fuera falso, éticamente ventajoso y -desde el punto de vista oficial- bien remunerado. El cardenal Cisneros, a falta de razones, oponía la fuerza de sus cañones; estos, tan desprovistos como el cardenal, las compensan con una progresía de saldo.

Dos hechos han venido a difuminar esta, ya tópica, incompetencia del PSOE y de su líder. Uno fue el barco “Aquarius”, repleto de presuntos refugiados cuando ninguno procedía de países en guerra. Con guiño insensato, propagandístico, fructífero, pero disfrazado de solidaridad, cobijo y cuantos valores cimientan el ficticio patrimonio moral de una izquierda insolvente en un marco capitalista, acogió más de seiscientos migrantes. A fuer de sinceros, detalle cicatero en personajes públicos, le atrae a más no poder la foto, el estruendo mediático, la reputación internacional. Tanto eco podría acallar un amplio mutismo inoperante, falto de exigencias anteriores, estéril. Calculador y pragmático, supo aprovechar la coyuntura sin importarle dejar al descubierto cuántas divergencias pudieran atesorar aquellos seiscientos con los mil que llegaron en pateras el mismo fin de semana. Hubo una específica: ni políticos ni televisiones salieron a recibirles. Cuestión de humanidad bien entendida.

El otro fue la puesta en libertad provisional de cinco transgresores sexuales. Una muchedumbre incauta, manipulada, saltó a la calle en un rapto de inoportuna exigencia. Pidieron, si bien una minoría, justicia popular. En otras ocasiones, curiosamente, sugerían poder popular o democracia popular. ¿Les suena ese anhelo? Ningún partido conservador, liberal o socialdemócrata expresaría tal empeño. El apelativo “popular” se prodiga únicamente en sistemas totalitarios. Cierto que la medida ocasionó bastante indignación, tal vez lógica aunque maquinal. Las víctimas merecen justicia, pero la sociedad precisa claridad, cordura e independencia. Lo que no tiene un pase es politizar asuntos que pudieran desatar bajos instintos. Comprendo la gradualidad que revisten ciertos temas; sin embargo, no debemos utilizar distintos raseros a la hora de analizarlos. En justeza, lo que es malo para ti también debe serlo para mí o viceversa. Cualquier falta de correspondencia, la considero corrupción mental: variedad más abundante y perniciosa que la económica.

Aparte ambos devaneos de marcado carácter publicitario, existen otros menos estridentes aunque más selectos. Aludo a las intenciones expuestas por Sánchez de exhumar a Franco y sacarlo del Valle de los Caídos. Parece como si entre esta “necesidad” y vivificar la Ley de Memoria Histórica, no quisiera cerrar una guerra que termino hace casi ochenta años. Sin duda (y se me escapan los motivos), hay intereses oscuros, ocultos, en resucitar las dos Españas o, peor aún, en quebrar la que tiene seis siglos de Historia. Desconozco qué afán puede conducir a algunos de nuestros políticos a destruir un país contra la voluntad de sus habitantes. Es duro denunciarlo, pero lo es más advertirlo. Al compás, pagará deudas contraídas estos días; impondrá un fanatismo desintegrador, diluyente; subirá salarios y pensiones; promoverá impuestos confiscatorios; remozará nuevos nepotismos; seguirá, secundado por otros, con el reclamo corruptor. Si cambia algo será a peor, me consta.

San Agustín proclamaba: “La soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. Sánchez comparece hinchado o así se lo recomienda el experto en imagen, quizás para darle una consistencia que no tiene. Lo cierto y verdad es que La Moncloa ha sido transformada en pasarela Cibeles. Por este motivo, al pueblo le corresponde ese papel compensador del auriga, quien debe recordarle mejor cuanto antes: “No te envanezcas, recuerda que solo eres un hombre”. Espero oírlo pronto sin temblarle la voz.

viernes, 22 de junio de 2018

EL INVIERNO DEL PSOE


Curiosamente cuando apenas faltaban tres semanas para la apertura del verano, empezaba a forjarse el largo invierno del PSOE. Cierto que su secretario general emprendía una primavera personal a caballo entre yemas verdes de vida y hojas secas de languidez. Porque llegar a La Moncloa como lo hizo vivificó un otoño a destiempo, anacrónico. Tal maraña de estaciones conjuga procesos, clarividencias y afectos. El hoy se resiste sin perjuicio de promesas u ofertas. Los hados, tal vez un fatalismo fortuito, recomiendan acometer acciones opuestas a lo presumiblemente presupuestado en la génesis. Así, el mañana quedará sometido a la providencia social. Sánchez tiene un grave problema inútil de eludir: el feroz antagonismo entre aquellos que le ayudaron a vencer y la gente, en su mayor porcentaje, refractaria a los primeros. 

No dudo de que Rajoy -pese a enaltecer su imagen con marco sobrio, sesudo- cometiese y permitiera errores de toda índole. Incluso, veo justo que pierda el gobierno viniendo, dos años antes, de mayoría absoluta. Casan sin duda, coexisten, dos episodios históricos, paralelos, insólitos. Rajoy, primer presidente que no aguanta dos legislaturas, y Sánchez primer candidato que ocupa el puesto libre sin elecciones, sin asiento en la cámara y con minoría irrisoria. Va de récord (no confundir con el parónimo vade retro). Sin embargo, el ruido mediático, vendido a la inquina o al mejor postor, expuso los hechos de forma distinta. Mientras los evacuados lo fueron por corrupción sistémica, quienes ocuparon el poder tenían como objetivo regenerar la democracia. Lo pedían siglas con notorio pedigrí: PDECat y Podemos. Recurro al murmullo para no levantar ronchas sobre el famoso tres por ciento. Hemos aprendido el nuevo método para luchar contra la corrupción: apoyarse en ella.

Cortesía obliga, dice un proverbio para justificar los famosos cien días que se otorgan a cualquier gobierno que inicia su andadura. Persistiré en mantenerme fiel a un uso del que tengo múltiples prevenciones. No obstante, es distinto aventar noticias irrefutables a mantener comentarios más o menos corrosivos en torno al novel gabinete. Hago divergencia expresa entre comentario e información. Huiré del primero y me centraré en la segunda complementada, si acaso, con alguna mínima precisión. Verdad es que, a veces, la frontera entre ambos es demasiado tenue.

Ninguno queda exento de utilizar vericuetos extraños para conseguir el poder como objetivo individual, definitivo. Es una plaga que afecta a partidos viejos y nuevos. Asimismo, quienes gobernaron durante cuarenta años deben compartir la responsabilidad del momento. No hemos llegado hasta aquí por generación espontánea. Tampoco puede atribuirse a la inercia coyuntural causalidad exclusiva. PP y PSOE -en concierto sibilino, si no aireado a bombo y platillo- han construido la España actual. Nosotros también tenemos parte de culpa, mínima quizás, pero la colaboración silenciosa, indolente, es innegable. Nos enfrentamos a problemas económicos, organizativos y sociales graves; en alguno de ellos francamente preocupantes. El tema catalán, sin temor a la hipérbole, está alcanzando cotas insólitas sin que se aprecien visos de actuación minuciosa.  

Todo poder sabio, compartido, democrático, vela por el bienestar ciudadano; al menos, debería intentarlo. No obstante, esta piel de toro sufre humillaciones del poderoso desde siglos atrás. Hoy, no creo que cambiaran mucho los juicios expuestos en su momento por Larra, Unamuno u Ortega. España deja de ser diferente para convertirse en sempiterna. Desconocedores de la Historia, quizás caricaturistas de ella, desean prohijarla a su antojo con intentos espurios y delictivos. Quien debe tomar medidas, deja hacer con indolencia, incumplimientos prometidos e incluso complicidad. Seguimos en las mismas, sin saber qué motivos inducen a permitir tal escenario. Podemos conjeturarlos, pero las evidencias siguen ocupando zonas brumosas entre el convenio y la cobardía.

Primavera es un tiempo de explosión, de vida, previo a aquellos que indicarán -a poco- cercanía de ocaso y muerte. Porque las estaciones son protocolos humanos, permanentes ciclos en que reflejarnos. El caos natural ordena mentes y afectos; limita anhelos, sueños, pues todos tienen fecha de caducidad. Sánchez llegó a tiempo de gozar una primavera tardía, fortuita, mal engendrada. Llegó el verano y deberá padecer asperezas congénitas debidas a un arranque enfermizo. La sociedad tolera cada vez menos que políticos de cualquier ideología prometan mientras se ubican en la oposición y hagan lo contrario cuando llegan al gobierno. He aquí el porqué de las frustraciones, del desencuentro, de la desafección. Cada campaña electoral, aumenta el absentismo de manera progresiva pero irrelevante pese a múltiples desencantos.

El presidente carece de proyecto sólido, firme. Los gestos abundan solo en países o gobiernos populistas. La sociedad española necesita soluciones, resultados, sustancia, no sinuosidades ni ditirambos a colectivos concretos por muy de la cuerda que sean. ¿Qué interés tiene para el común el previsto traslado de presos? ¿Habrá mejoras morales y económicas si sacan a Franco del Valle? ¿Significa, acaso, que universalizar la sanidad permitirá al gobierno recuperar las competencias autonómicas en la materia y hacerla nacional e igual para todos? ¿Quizás sea elemento convergente, justo y reparador, perfeccionar, como se amenaza, la Memoria Histórica? Salvo seguir la norma marxista de Gramsci sobre hegemonía, ¿qué objetivo tiene resucitar educación para la ciudadanía o cargarse mediante “decreto-ley” (odiado en la oposición) la plantilla de RTVE?

Por cierto, cuando el Banco Popular fue intervenido (el mayor escándalo de corrupción institucional, tras el caso estraperlo) el PSOE no dijo pío. Ahora, que proclama combatir la corrupción y regenerar la democracia, tampoco. Me recuerda aquella serie: “Los ladrones van a la oficina”.

Advierto, por diferentes detalles, que a Sánchez le queda poco para disfrutar de una primavera metafórica. Si el gobierno llega a dos mil veinte, el PSOE quedaría a la intemperie de un invierno glacial, hipotérmico. Aunque parezca artificio, no es un tropo. Dijo Ortega: “De querer ser a creer que se es ya, va la distancia de lo trágico a lo cómico”. O viceversa, añado yo.


viernes, 15 de junio de 2018

EL OTRO TSUNAMI


Uno -a veces, cuando duerme- se siente angustiado por pesadillas propias de la niñez. Recuerdo, en mis años casi infantiles, al monstruo de dos o cuatro patas que me perseguía impasible sin alcanzarme. Resultaba extraordinario advertir cómo sus movimientos eran proporcionales a los míos en una carrera sin fin. Nos diferenciaba mi sudor frío y su rictus voraz. Ignoro si aquellos episodios significaban la continuidad del niño inquieto, perseverante en la vela. Nunca me ha interesado conocer qué encerraban aquellos sueños al parecer bastante comunes en esas edades. Ahora, las congojas me las producen agentes externos con rostro tranquilizador, pero de parecida monstruosidad. Aquellos, al cabo despierto, sucumbían bajo la tenue luz que atravesaba una ventana interior. Estas, no hay forma humana de vencerlas, de apartarlas de tu vida, porque son reacias a dejarte en paz.

El eudemonismo es una actitud que permite al hombre encontrar su felicidad. Se piensa que el origen filosófico del Estado radica precisamente en conseguir este objetivo. Para ello, es imprescindible entregarse a una autoridad opuesta a cualquier poder que acarree tiranía y penurias. Kant era partidario del deber como concepto fundamental y camino idóneo para alcanzar una felicidad transitoria. Lo malo e insoluble acontece cuando el político gusta de haberes mientras huye de los deberes. Cuarenta años desde que enterramos la dictadura, han servido para comprobar el grado de indigencia moral e intelectual atesorado por nuestros prohombres. Sin ánimo de hacer comparaciones, temo que haya una distancia astronómica entre el estilo del sur -falto de ética y estética- respecto al que se da en los países septentrionales. Al menos, eso indica el tópico.

Iniciamos junio, mes rebelde e irregular, con la derrota de Rajoy en jornada que llevó a Sánchez al gobierno. Expresé inmediatamente -contra elogios excesivos, laudatorios- mis dudas acerca de la dignificación democrática aneja a aquella derrota inesperada. El procedimiento fue legítimo, legal, pero el trasfondo olía a ambiciones o rencores personales y colectivos, no a discrepancias doctrinales. Nadie puede creerse cismas ideológicos, salvo concepción del Estado Autonómico, entre PP, PDeCat y PNV. Asimismo, referente al biombo de la corrupción, los censores cerraron ojos y oídos a la que acopiaban siglas validadoras. ¿A situaciones así llaman frívolamente dignificar las instituciones? ¿Era el eudemonismo materia de análisis? Cada cual juzgue a su criterio razones ocultas y sinrazones ostensibles.

Renuncio a poner nota al nuevo examinando. Me parecería precipitado e injusto corregir tan repentino tareas que viene realizando. Queda tiempo, o no, para abordar el foco de observación, para engrandecer el campo visual. Suponiendo que cayera el gobierno de forma fulminante por su propia deslealtad, la nota iría implícita en dicha contingencia; luego, no parece apremiante someterlo a prueba específica. Algún paso inicial, podemos apreciarlo como síntoma más que como suceso. Litigio de promoción y no de praxis. Sea cual el resultado, Sánchez lo tiene difícil. Si cumple presuntas promesas el PSOE entraría en erupción y si no lo hiciera su aislamiento debiera tener consecuencias definitivas. Cualquier grupo heterogéneo, discordante, produce antes que después efectos corrosivos.

Al epígrafe que abre el artículo, me llevó mi desapego con lo hiperbólico y, de rebote también, cierto rechazo a la ligereza. No obstante, sin caer en excesos, podía haberme referido a tales efectos trágicos en plural. Entre los tsunamis virtuales, presuntos y reales, este ejecutivo tiene visos de batir varias marcas sin despeinarse, en socorrida frase popular. Podríamos sumar al ingénito de la moción unos cuantos más con entidad potencial o confirmada. Lo del efímero ministro de cultura y deporte fue un pequeño maremoto a causa de los vientos renovadores y retóricos (puro voluntarismo hueco) del presidente. Incluso el relevo recibe un plácet que se le negó al primigenio. Vicisitudes, en cuantiosos órdenes de la existencia, deslindadas por esa perspectiva filosófica llamada fenomenología. 

Dos son los tsunamis que acechan al actual gobierno. Uno procede de la cada vez mayor zozobra al desconocer, tras quince días, el proyecto de país que tiene Sánchez y que debió desmenuzar con detalle cuando presentó su moción. A estas alturas, el traído y llevado plasma gana peso comparándolo con los tenaces silencios actuales. Ocurren lances que anteriormente hacían clamar a la oposición y a los medios. Ahora, con mayor pujanza, calla quien antes se desbocaba. Advierto apatía, prudencia cosmética o ineptitud. Tal vez un combinado selecto cara al proceso electoral que se otea próximo dado el número de diputados con que cuenta el PSOE. La astucia del presidente -que no afecta al bienestar ciudadano- le dicta caminar con trayectoria definida por el anterior ejecutivo antes que prodigarse en experimentos, previsiblemente pactados, cuyo efecto electoral sería apocalíptico.

El otro, dudo de su sincero arranque, viene definido por las cargas soberanistas. Se reclama -entre distintas menudencias pecuniarias- acercar presos al País Vasco y Cataluña sin formular matices. Es innegable, de momento, que el presidente catalán y todo su gobierno se salta a la torera leyes y recomendaciones del Tribunal Constitucional. Echa un pulso manifiesto a este gobierno débil que se ha aupado mediante procedimientos antiestéticos e inusuales. Malo si calla, peor si no actúa. Esperar el manido tópico del diálogo es tan estéril como pedir orden en un motín, ya que ellos fían todo a la confrontación. Según qué situaciones o escenarios nos encontremos, se requieren vías de acuerdo u hostilidad.

Quiero terminar, de puntillas, analizando el pequeño tsunami que se cierne sobre el “Acuarius”. Señalar actores que persigan desgracias ajenas, asimismo huérfanos de sentimientos humanitarios, me parece rastrero. Estoy convencido: existen buenos deseos con independencia de ideas o doctrinas. Por este motivo, holgarse ebrios de gloria, hacer gestos fútiles, impostados, sirven para lo que sirven. Advierto un contrasentido entre el proceder oficial sobre los migrantes que llegan en patera, o saltan las vallas de Ceuta y Melilla, respecto a los centenares repudiados por Italia y Malta. Oponer muertos y solidaridad -amén de loar políticas determinadas- me parece ruin, argumentación sectaria y populismo corruptor. El problema es mucho más complejo y no sirven soluciones simplonas, casi maliciosas. Su resolución no corresponde a Naciones aisladas sino al mundo desarrollado, en este caso a Europa.


viernes, 8 de junio de 2018

LOS POLÍTICOS HAN ENTERRADO LA IDEOLOGÍA


Acontecimientos llevados a cabo en fechas recientes, consagran la prueba efectiva, incontestable, de que entre todos han enterrado la ideología. Lejos de ser una novedad, el desahucio, los síntomas letales, vienen de lejos. Pudiéramos aventurar que durante la segunda legislatura de Felipe González se inician los pasos para desembocar en este escenario repleto de pragmatismo desertor. Von Mises había declarado: “Nadie puede escapar a la influencia de una ideología dominante”. Su convencimiento no entrañaba tener abierta ninguna vía de comunicación, ni predecir qué mente debiera desarrollar los fundamentos del extraño siglo XXI. Simplemente su vaticinio chocó con intereses personales (aun partidarios) fraudulentos y con dinámicas sociales enfrentadas a modos o cauces lógicos.

Comenzó Gran Bretaña impelida por un referéndum -que David Cameron, presidente inglés, calculó fatalmente- sobre continuar o salir de la UE. El denominado brexit lo aprobaron, en dos mil dieciséis, grupos políticos y sociales variopintos, transversales, sin ideología concreta. Dicho país abandonó una Europa de la que jamás se sintió parte activa. Sus prioridades se acercaban a naciones atlánticas. Triunfó la praxis, asida a un insensato romanticismo, sobre soberanía e inciertos intereses económicos. Luego, tras los primeros sopores veraniegos, advirtieron que no suelen casar realidades y quimeras, bienestar a cambio de un laberinto confuso e inútil. Viven las consecuencias inmediatas de quebrar principios doctrinales sin asegurarse a qué leyes debiera someterse el sistema suplente. Fueron víctimas del acomodo histórico apadrinado por EEUU.

Alemania vino a corroborar, a la chita callando, lo arcaico que resulta marcar límites entre conservadurismo y socialdemocracia, ambos centenarios. Así, borraron inobservables matices y consensuaron un gobierno capaz de instaurar ilusión en tiempos sombríos. No siempre amalgamar doctrinas diferentes o -viceversa- disociar las próximas, surten efectos opulentos o desastrosos. La estrategia alemana tiene visos de obtener buenos resultados económicos, sociales e institucionales. Incluso pudiera llevar aparejada aquella típica excepción que confirma toda regla, pero la realidad se impone con tino o sin él. Hayek y Keynes tienen en común mucho más de lo que sus acólitos hermeneutas pretenden divergir. Economía de mercado y social las separan tenues hilos, indistintos, porque aquella es social y esta facultativa.

Italia -con sorprendente maridaje, superada la segunda Contienda Mundial y la Guerra Fría- marca una línea de imposible superación. Unir ultraderecha y ultraizquierda, pese al tópico “los extremos se tocan”, tiene más de prodigio que de magnificencia. Falta ver si el experimento saldrá bien o mal. Creo que morirá tierno porque los extremismos ya tuvieron su época de gloria; gloria que ocasionó demasiados millones de muertos. Nadie niega la destreza con que los pueblos mediterráneos hacen virtud de la necesidad, pero dudo razonablemente del éxito en esta ocasión. Debemos ponderar también cuánta experiencia encierra la Historia sobre estos países invasores e invadidos. El mar, durante siglos, ha sido venero de adaptabilidad entre culturas distantes, aun opuestas. Enemigos viscerales tuvieron que asociarse para luchar juntos contra el azar, enemigo común e irreconciliable.

Grecia ha sido siempre el puente euroasiático y ese vínculo entraña un plus de virtuosa fraternidad, incluso con antagonistas tenaces. España, asimismo, mantiene parecido menester como frontera euroafricana. Ello les ha llevado a una idiosincrasia especial. Aquella, hace tiempo, rompió los moldes democráticos para imbricarse con un populismo grotesco. Se le acabó el amor democrático de tanto usarlo. Conforma el cuenco donde beben el hastío provocado por ideologías impostadas e impostoras. Al final será una bebida tóxica, abominada. En España, la crisis significó la desaparición momentánea del bipartidismo que había ocupado todo el poder desde que se iniciara la Transición. Cedieron demasiado a nacionalismos, independentistas revividos, y ahora pagamos los intereses contraídos.  

Nosotros, Portugal, España, Italia y Grecia, hemos sido cautivos no ya de ideas, que también, sino de gentes que hacían ondear sus blasones sobre cabezas cercanas al patíbulo. Las ideologías, entonces, provocaban una muerte bochornosa. Tras mil vicisitudes, aparecieron doctrinas que levantaron esperanzas con escaso fundamento. Se asentaron sobre dictaduras y muerte. Las respectivas sociedades cobijaron ilusiones desmedidas porque, a poco, fueron confundiéndose y el individuo fue introducido en laberintos sin escapatoria. Parece increíble que países con referencias imperiales terminen víctimas de su propio amorfismo. ¿Qué fue de aquel impulso colonizador, didáctico, religioso, en ocasiones incomprendido? ¿Cómo hemos llegado a ser PIGS, ese epíteto ganado a pulso por nuestras débiles finanzas, cuando en tiempos seculares éramos la envidia del mundo?

El ascenso de Pedro Sánchez a la presidencia del gobierno, configura el ejemplo lapidario de la orfandad ideológica. Palabras, promesas, compromisos y principios, se han esfumado por sumideros con ornato dorado. Sí, el oro -real o metafórico- ha sido el adhesivo potente capaz de aunar tan dispares concepciones. Mezcla desigual, divergente, para conjugar en tiempos de reflexión, de firmeza, de coherencia. Ya lo aseveraba Ortega al ocaso de los años veinte del pasado siglo: “La muchedumbre, de pronto, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social, ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: solo hay coro”.

Sánchez ha confeccionado un ejecutivo atractivo, casi excelente en varios ministerios. Dicha ventura permite a comunicadores adversarios (a priori) loar su inteligencia. Dicen que conseguir la secretaría general y posteriormente el gobierno es prueba sobrada. Recuerdo a aquellos que hayan caído en impía adicción, a un Zapatero incluso apoyado por las urnas. Digo, confundir inteligencia con habilidad, engaño, vileza, junto a otros distintivos de parecido jaez, es impropio de ojos clínicos. Las aguas doctrinales vienen sucias, infectas, no aptas para el consumo. Ignoro si el personal timado, bien coautores de su inesperado ascenso bien individuos o colectivos específicos, le obligará a disolver las Cámaras y convocar elecciones anticipadas de forma inminente. A espera de eventualidades, los nombramientos -más que conformar el gobierno deseable- constituye un eslogan electoral oculto tras astuto artificio.


viernes, 1 de junio de 2018

INDIGNIDAD, CALVARIO Y FUNERALES


“Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona”. Desde ayer, esta frase encierra no solo la carga didáctica del precepto sino el símbolo estricto, asimismo protocolo democrático imaginativo, entre sociedad docta y política. Hubo verdadera pugna en denominar éticos, estilos tan postizos como su vana y aparente sobriedad. Reivindicaban al tiempo una dignidad semántica, etérea, sin sustancia. Casi todos la utilizaron sin mirarle la cara para no quedar expuestos a sacudidas innobles. Vimos, estupefactos, derroches de puro histrionismo, de ahí que por momentos viniera a nuestra mente un rosario de afanes espectaculares. Desvelo el autor del pensamiento que da entrada al párrafo. Fue Juan Domingo Perón, dictador populista argentino.

En la moción de censura aleteaban -cual cuervos carroñeros- diversas traiciones cuyo quebranto resultaba inmune a rostros ocultos tras diversas máscaras obscenas. Las siglas, sin apenas excepciones, prodigaron el vocablo dignidad orlado de gran impostura. Se conjuntaron (quizás conjuraron) para llevar a la opinión pública que echar del gobierno a Mariano Rajoy, líder “del partido más corrupto de Europa”, era un ejercicio de dignidad democrática. Esta imputación reniega de memorias tenues; esas que hasta el polígrafo dejaría escapar un mohín de asombro al fingir su primer requerimiento. ¿Cómo aquietarse con graves “distracciones” en Cataluña, Valencia, Andalucía…, aparte diversas sisas inspiradas en los usos consuetudinarios? Participa del desorden la totalidad, pues el trinque es propio de personas y no conozco ningún partido integrado por robots. 

Sí, el PP lo ha hecho mal ética, política e institucionalmente. Ello, sin embargo, no certifica que ya el novel presidente vaya a superar ninguno de los capítulos antedichos. Yo añadiría que lo va a hacer rematadamente peor porque es esclavo de un canon terrible. Nadie sabe a ciencia cierta qué interés debe abonar por tan sabroso préstamo, pero las hipotecas suelen responder de forma enojosa más si el propietario exige participar del trofeo. Iglesias, ha pasado de la “incondicional” ayuda al ingrato apremio para conformar un gobierno estable. Es evidente: Uno se embolsa setenta y cuatro mil euros de por vida y los demás, olvidadizos, desean atrapar las opíparas viandas que constituyen estas bodas de Camacho. Y todos tan contentos. Pero… ¿y el pueblo? A ese, que le den morcilla. 

Hemos oído una sarta de patrañas exculpatorias que encierra la mayor y más nauseabunda indignidad. Ganaron el cinismo, la ingratitud, el delito; en fin, un amasijo de absurdos aderezados para una presentación sugestiva, convincente. Con todo y ello, las viandas conseguidas son indigeribles. Pronto empezarán aquellos ardores propiciados por una ingesta extrema, acaso antihigiénica. Veintidós ingredientes acaban siendo excesivos para conseguir un plato vistoso y rico al paladar; ese que permite popularmente “chuparse los dedos”. Porque, a la postre, persiguen chupar. Dejan en el monte del olvido pequeñas (tal vez no tanto) rencillas y se regodean en calmar su propia sed no sea que, desbordados por el lance, rompan el tarro de las esencias.

Me preocupa la enorme alegría mostrada por partidos dispares y que hace dos días se tiraban los trastos a la cabeza. ¿Gozan por el bien del español? Eso dicen. ¿Cómo pueden converger independentistas y constitucionalistas (presuntos)? Pudiera suponerse que exageran o fingen unos u otros. Seguramente, como afirma el chiste, los dos. ¿Qué oculta argamasa aglutina a partidos democráticos y totalitarios (supuestos)? ¿Su responsabilidad con la gente o avenencias de última hora entre casta y galgo? Perdón, disculpen el error; parece podenco. ¿Había que echar a Rajoy? No, era un mero eslogan porque la corrupción pecuniaria, como previne, ocupa el orbe político. A ella habrá que sumar otra mucho más penosa y cara: intoxicar mentes con métodos furtivos. ¿Adivinan quiénes son auténticos peritos en la materia? Esos mismos.

Sánchez ha conseguido superar, ignoro si demonios personales o pruritos adquiridos. Creo que él se ha cubierto de gloria, ha aprehendido el éxito, a costa de sepultar al resto. Pobre Susana. Y eso lo ha logrado porque en este país todavía quedan pavesas del pasado remoto. Aquí sigue habiendo señores feudales porque aún hay siervos. Perviven gracias a que han trocado el primigenio estadio atributivo por un circuito mental; kit cobarde o políticamente correcto. No le arriendo la ganancia. Intuyo que se ha metido en un avispero sofocante y maldito. Iglesias, mucho más hábil y estratega, le hará la vida imposible si no satisface aquella deuda implícita en su famosa ayuda “incondicional”. El delator de la cal se reviste ahora de cobrador del frac. Y tú, Pedro, ¿no lo especulabas? Menuda ligereza, qué ingenuidad.

José Luis Ábalos hizo unas declaraciones, recién ganada la votación, que alentaron mi desasosiego ante la aventura iniciada por el PSOE. Adujo varias necesidades perentorias para el futuro ejecutivo, entre las que destacó la importancia del feminismo en leyes distintivas. Dicha especificidad, aparte tinos, implica cierta e injusta disposición a colectivos cercanos en perjuicio de aquellos menos próximos. Tal prerrogativa elitista hace sospechar los derroteros del gobierno en ciernes. Y no me extraña, ya que don Pedro (me temo) es un meritorio sucesor de Zapatero. De esta guisa, acrecentada la coyuntura por los irrisorios ochenta y cuatro diputados, la legislatura debe terminar como Cagancho en Almagro  Preparen, pues, las preceptivas honras fúnebres para dentro de unos meses.

Vaticiné -y lo mantengo- que el próximo presidente, concluido el apunte Sánchez, será Albert Rivera. Mi duda consiste en si vencerá por mayoría simple o absoluta. Hundido el PP e indigente el PSOE (Podemos ya dije que era un apéndice inservible), Ciudadanos cosechará un triunfo fácil. Por cierto, medios y periodistas cuyo hábitat preferido se encuentra adyacente al poder, van venteando que es la primera moción de censura que genera nuevo presidente. Nada que objetar, pero han de informar además que es el único presidente (sin escaño) ungido fuera de un proceso electoral. Yo, ni quito ni pongo rey y además no tengo señor.