viernes, 27 de septiembre de 2019

LA DERROTA DE FRANCO O CÓMO SACARLE JUGO AL SEÑUELO


Nací en mil novecientos cuarenta y tres; por tanto, experimenté casi cuatro decenios de franquismo. Voy a contar dos vivencias personales de aquella época. Tendría yo dieciocho años cuando ya bien entrada la noche agosteña -sobre las doce- un grupo de amigos charlábamos en el bar Sheriff, tomando unas cervezas. A poco pasó una pareja de guardias civiles y nos dijeron: “eh, chavales, ya está bien; ¡a dormir!”. Yo, rebelde con causa, dije: “¿y si no tenemos sueño?” Entonces uno de ellos replicó: “¿Qué… quieres llevarte dos hostias?” El sentido común, pese a mi cabreo e impotencia, me aconsejó callar. 


La otra ocurrió luego de morir Franco. Una hermana de mi padre estuvo casada con un anarquista -así lo declaraba él- que había hecho los cursos para ser alférez republicano. Cuando entró en vigor la ley que permitía cobrar pensión a viudas de militares republicanos, gestioné el papeleo para que pudiera hacerlo. Necesitaba fotocopia del juicio sumarísimo a que fue sometido. Sentenciado a muerte por “adhesión a la sublevación”, le conmutaron la pena a cadena perpetua y, al final, estuvo preso ocho años en el penal de Ocaña. Sin comentarios.


Mi familia materna era de filiación franquista; pese a ello, un tío resultó muerto por los nacionales en la batalla de Brunete (Cuenca, por ubicación, luchó con la República). A los veinte años emprendí mi profesión de maestro, jubilándome cumplidos cuarenta años y ocho meses de servicio al país. Jamás pertenecí a ningún partido político ni sindicato, como tampoco gocé de ninguna cobertura privilegiada por el régimen. Es decir, no encuentro razones para encomiar el franquismo, pero tampoco motivos para vituperarlo empujado por la moda. Simplemente me ha tocado vivir un periodo -si bien algo brumoso y adulterado de forma agria- con momentos adversos. 


Si hay algo que me molesta es el innoble adiestramiento por individuos maniqueos, más si procuran la obtención de réditos espurios. Ciertos medios me suelen escandalizar especialmente. Suelo ver programas de debate político en la cinco, la sexta y la trece. Estas dos últimas utilizan parejos métodos para ventear lo infernal o bondadosa que resulta la derecha a la vez que enaltecen o denigran a la izquierda. Ambas me resultan igual de indigeribles. Si reparo en ellas es con la única finalidad de comparar argumentos contrapuestos, pauta para un correcto análisis.


El PSOE -ese partido menos íntegro de lo que se asegura- no ha tenido homologación con la socialdemocracia europea salvo el periodo en que su secretario general fue Felipe González. Zapatero se ladeó al marxismo real e introdujo la Ley de Memoria Histórica (acompañada de falsedades sobre la situación económica) unos meses antes de las elecciones de dos mil ocho, vendiéndolos como éxitos rotundos de su primera legislatura. Verdad y realidad divergieron de tal manera que la primera generó un enfrentamiento social innecesario y las mentiras nos llevaron a la mayor crisis económica de los tiempos postreros. Sánchez ha cogido, exultante, el testigo.


El señor Rodríguez inició el camino para exhumar a Franco, favoreciendo así su primera derrota tres décadas después de muerto. Ese exterminio cuasi definitivo, sin embargo, lo llevó a cabo Rajoy al no derogar aquella Ley disgregadora, impuesta por Zapatero, que permite ahora -con fundamento jurídico- su exhumación. Sánchez ha jugado con el plan largo tiempo ilusionando a un colectivo arrebatado, presuntamente, por diluidos afectos familiares, dogmatismo profundo e intereses bastardos. El tedioso epílogo terminará en próximas fechas, cuando la cuarta aventura electoral otorgue al PSOE un rédito loable. Este remate, amén de la victoria tácita (político-social, que no castrense) del frente popular ochenta años tarde, es el objetivo previsto y casi conseguido.


Acepto que -pese al menoscabo histórico perpetrado por apetencias extemporáneas, quizás anhelos imposibles- se exhume a Franco y se vuelva a inhumar donde acuerden. Lo que deniego es su utilización ideológica, venga de donde venga. Ni es un triunfo excepcional, como quieren apreciar algunos, ni una capitulación afrentosa, al decir malévolo de otros. Simplemente es el deseo de un Parlamento que pudo ser corregido por otro de ideología antagónica, dando por supuesto (en cualquier de ambos casos) la división y el enfrentamiento social ocasionado.


Rechazo vivamente, eso sí, la estridencia de los medios y el oportunismo político. Ya he dicho que veo La Sexta. El día de la sentencia, Ferreras al igual que RTVE dijo: “es una victoria democrática”. Añadió que en ningún país europeo había mausoleos en homenaje a dictadores. Cuando alguien apuntó que en América los dictadores estaban enterrados en cementerios normales, refiriéndose a Chile y Argentina, el señor Ferreras cortó ante el sesgo del debate y dijo: “Bueno, bueno, son casos distintos”. Debió temer a Cuba y Venezuela. Esto, y los homenajes rusos a Lenin y Stalin con mausoleos, estatuas, calles y ciudades (Volgogrado, nueve días al año se denomina Stalingrado como claro homenaje a Stalin), ponen de manifiesto la falta de rigor e imparcialidad informativa.


No, la sentencia y su ejecución no conforman una “victoria democrática”. Tampoco es un logro de Sánchez que se realice antes del 10-N y lo presente como tal. Sería una “victoria democrática” y un logro de Sánchez si se consiguiera en España un sistema parecido al que disfrutan los países de Europa septentrional: Dinamarca, Suecia. Noruega, etc. donde no hay tantas bagatelas ni privilegios. “Victoria democrática”, entre otras acciones, significaría retirar miles de aforamientos para que pueda cumplirse estrictamente el artículo catorce de la Constitución; en bajar impuestos, reducir considerablemente el gasto público improductivo y atender, bajo ese prisma, a ciudadanos con penuria económica. Esto, por lo menos.


Exhumar a Franco no puede considerarse victoria para nadie que no merodee el absurdo. A lo sumo, clausura la antítesis vencedores-vencidos sin sacar a relucir atributos de difícil establecimiento o propiedad. La Historia se estudia, reputa un empirismo pragmático y se juzga con ecuanimidad para desechar de ella todo fanatismo. Su utilización insidiosa encierra uno de los mayores fraudes democráticos. Hay un hecho indiscutible: Franco no fue de derechas; por tanto, esta derecha nuestra nunca ha sido franquista. En el contubernio de Múnich estaba presente José María Gil Robles, líder de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) génesis ideológica del actual PP, ilegal en el franquismo. Esos son los hechos. Renovación Española, derecha minoritaria de Calvo Sotelo, sí pudo tener querencias específicas con Franco.

viernes, 20 de septiembre de 2019

QUE VIENE EL LOBO


Sería absurdo hacer una breve apostilla acerca del famoso cuento “Pedro y el lobo” cuya moraleja debiera poseer un enorme recorrido pedagógico. Viene a colación recordarlo por la coyuntura política actual. Muchos, algunos desde el pasado abril, teníamos la mosca detrás de la oreja, ese cosquilleo sutil de estafa, de repetición electoral. No recuerdo -antes, ni en estos años de democracia presunta- tanta pantomima burda, basta, ayuna de calidad. Han convertido varios exteriores y el Parlamento en auténticos escenarios donde la tragicomedia iba desarrollándose acompasada de diálogos insulsos, vanos. Los protagonistas con frecuencia olvidaban su papel y torpes incoherencias, a veces revestidas de yerros, se enseñorean del entorno. Pese a las apariencias, destaca un personaje que, a poco, recogerá vítores o silbidos de forma preeminente y será juzgado por los ciudadanos cuando llegue el momento de repartir nuevos papeles. 


No me atrevo a identificar al pastor del cuento con Pedro Sánchez porque, en sentido estricto, este no es pastor salvo que ambicione dirigir groseramente, a capricho, el figurativo rebaño social. Sospecho tal probabilidad como causa suficiente para compendiar actitudes de difícil aceptación si semejante hipótesis no fuera esencia de su carácter. Unos meses han bastado para ir conociendo al personaje. Atiborrado de vanidad, sin desdeñar cierta secuela chulesca, compone un estilo, una hechura, alejados de cualquier moderación. Resulta normal, dados estos aspectos definitorios, que saque a relucir actitudes patrimonialistas mientras concibe la mentira flaqueza imprescindible del político, más si es presidente. De ahí el uso excesivo del Falcon, de los helicópteros Súper Puma, amén de la mentira impresionable y actualizada en cada momento. Reconocerán conmigo, al menos, alguna curiosa coincidencia entre ambos Pedros.


 El lobo, es la representación rancia del miedo. Intuyo, desde ahora, que este animal espeluznante tomará diferentes formas para asustar al ganado metafórico; es decir, al pueblo español. Parece que la izquierda (más o menos extrema) obsoleta, decadente, en la UE, pretende utilizar el miedo como método de captación electoral. Norbert Elías, famoso sociólogo alemán, en su obra “El proceso de civilización” expresaba: “Las coacciones fundadas en nuestros deseos, acaban imponiéndose a ellos alimentando nuestros miedos. Cualquier proceso de civilización se asienta en esta invisible mudanza”. Ya en mil novecientos noventa y seis, el felipismo sacó a relucir el dóberman para referirse al PP. Luego, unos y otros, utilizaron técnicas electorales “a cara de perro”, siguiendo las tesis de Elías. No cabe la menor duda del extraordinario rédito que se obtiene con tales campañas impúdicas e ignominiosas ante una sociedad árida, que se nutre solo de medios audiovisuales.  


Pese a lo dicho, hay un político que hace del miedo argumento sempiterno, ideal, para conseguir sus objetivos. Sánchez cimienta su buena estrella en dos factores: el miedo y la engañifa, condimentados con altas dosis de egolatría. Recuerdo a un indocumentado tertuliano paseando el verbo hechicero, aunque anodino, por diferentes cadenas. Su afectación -ya secretario general del PSOE- le obligó (o le obligaron) a abandonar todos sus cargos, también como diputado. Poco después engatusó a la militancia acechando el recelo sobre la élite Federal, pidiendo la unión del débil para derrotar al fuerte. Gracias al temor, terminó por ser de nuevo secretario general en mayo de dos mil diecisiete. En junio, celebró el XXXIX congreso del PSOE, donde no dejó rastro del viejo Comité a la vez que se rodeaba de un sanedrín fiel. Mientras trastocaba una élite por otra sumisa, el afiliado (como el arpa) veíase olvidado, silencioso y cubierto de polvo. 


La condena del PP por la Audiencia Nacional como partícipe lucrativo (multa de doscientos cuarenta y cinco mil euros) en los comienzos del caso Gürtel permitió al PSOE (a los medios afines) aumentar el diapasón acusando al PP de partido extraordinariamente corrupto en Europa. Olvidado el caso Filesa (mil millones de pesetas en financiación ilegal), pactaron todos los partidos políticos, ajenos al gobierno, una moción de censura que llevó a la Moncloa a Pedro Sánchez. Ante la negativa (ERC) de aprobar los presupuestos, las cortes se disolvieron a principios de marzo. Eran convocadas nuevas elecciones para el veintiocho de abril con un partido flamante, Vox. Sánchez, hizo emerger una vez más el miedo. Hablaba del “trifachito”, de la foto de Colón, conformado por PP, Ciudadanos y Vox. Ayudado por medios cercanos o a jornal, se aireó la farsa de que probablemente venciera el fascismo en España. Solo este temor pueril y la ley electoral permitió al PSOE tener ciento veintitrés diputados.


Tres meses de mentiras, farfolla e histrionismo, bastaron para poner en evidencia el cinismo del presidente en funciones. Ha pasado del alienante “Up es socio preferente para formalizar un gobierno progresista” a vetar a su líder de forma inicua, repugnante, terminando, a los postres: “no dormiría tranquilo con personas cercanas a Iglesias en el gobierno”. Esta tajante frase equipara a UP con un peligro seguro. Al final, Sánchez y yo estamos de acuerdo, con la diferencia de que yo jamás “blanquearía” a la extrema izquierda. Sánchez engañó a Iglesias y sigue sin saldar el débito de la moción de censura.


Ahora, después de entretener al personal, luego de gozar unos meses más la Moncloa, saca a pasear una aprensión virtual, pero efectiva. Da muestras claras de echar culpas fuera por el bloqueo político. Bien por inexperiencia, bien por indigencia patriótica, resulta que todas las siglas, conjunta o individualmente, son responsables de una repetición electoral gravosa, detestada. El PSOE, dicen, “ha cumplido con su obligación trabajando sin descanso para conseguir un gobierno progresista”. Los españoles sabemos, creo, cuál es la verdad. Sánchez pide ahora, en un alarde de arrogante altanería, “una respuesta más clara para evitar futuros bloqueos”. Asimismo, siembra un miedo que provoca ese mensaje tácito: Yo o el caos. Vaya jeta tiene don Pedro.


Todo lo expuesto sugiere una conclusión: el uso del miedo como elemento recurrente, inductor hacia un determinado partido, en la contienda electoral. Mi consejo es que quien desee votar el día diez de noviembre lo haga sin coacciones morales o emotivas. Por un complejo proceso psíquico, personal y grupal, evocación y realidad llegan a formar parte con frecuencia del mismo sujeto ontológico. Por este motivo, no hay que temer al lobo evocado por Pedro en el cuento, tampoco al que alguno -cegado de alarma, artera e indecentemente- pretende introducir en precampaña, porque al lobo no se le evoca, no viene, ha llegado ya. Y Sánchez lo sabe.

viernes, 13 de septiembre de 2019

ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO


Queda lejos de mi intención, salvo el epígrafe, referirme a la comedia de Rojas Zorrilla, escritor del siglo XVII. Cierta es, sin embargo, la semejanza entre argumento y situación política actual en este país desdeñado. El personaje central de la comedia, don Lucas, es una persona histriónica, avara, necia, que compite en ridiculez, y pierde, con estos bobos nativos llamados Sánchez e Iglesias. Desarrollo dramático y juego político se parecen como dos gotas de agua. Aquel, gira en torno al casamiento de varón rico, aunque feo, con dama pobre, pero hermosa, buscando ambos una felicidad siempre huidiza. Este, menos romántico, alude al intento de matrimoniar PSOE y Podemos (o sea, Pedro y Pablo) para introducir acuerdos que lleven a buen puerto las tribulaciones propias, personales, bajo la excusa redundante de conformar un “gobierno progresista, que se desviva por el bienestar ciudadano”, que ya tiene guasa.


Ahora, en este momento de zozobra, el escenario -al igual que en dicha comedia- está abarrotado de protagonistas bobos, tal vez listillos, unos y otros. Muy pocos se salen del papel exhibiendo infrecuentes cualidades intelectuales. Creo que el apartado “bobos” se ceba con el pueblo soberano; mientras, los “listillos” acrecientan día a día la camarilla política. Algunos medios, fundamento estructural de la conciencia pública, se han vendido al mejor postor no ya por réditos pecuniarios, que también, sino por un prurito “progre” muy bienquisto. Advertir qué líneas editoriales alimentan diariamente los medios audiovisuales constatan lo dicho. Aparte, no necesitamos hurgar demasiado para sugerir sobrados ejemplos que reniegan ostensiblemente de la ética informativa. Principios hegemónicos marxistas, complementados por esa deriva acomplejada de la derecha, permiten que una mayoría de medios audiovisuales tengan alineación izquierdista. Incluso aquellos que recibieron subvenciones o ayudas pródigas de la anterior vicepresidenta del gobierno, señora Sáenz de Santamaría.


Cuatro meses y medio llevamos desde que las últimas elecciones, hasta el momento, dieran una victoria pírrica al PSOE. Realidad aparte, su secretario general -junto a esa caterva de conmilitones amaestrados que conforman el núcleo gubernativo o duro- idealiza un eco pleno de halagos. “España ha votado un gobierno socialista”, “los españoles desean un gobierno progresista”, son dos eslóganes que constituyen el sumun del retorcimiento semántico. Sí, eslóganes falsos de toda falsedad porque España no ha votado ningún gobierno socialista ni progre; menos aun aceptando el concierto de Podemos, partido autoproclamado comunista por su líder supremo. Insisto, ¿puede adjetivarse progre algo que provenga de un partido comunista? No, ni democrático.


He aquí la fuente de mis incertidumbres. Cuatro meses y medio sin gobierno, sin tener estabilidad en las instituciones y finanzas nacionales (amén de autonómicas), es una coyuntura propia de bobos consumados. Surge, a renglón seguido, ese interrogante lógico, atrevido, necesario, de si hablamos de Pedro y Pablo o acaso de una ciudadanía presta a comulgar con ruedas de molino. Porque… si bien la representación es evidente, queda por determinar a quien se asigna el papel de bobo. Ante otro marco distinto, no me dolerían prendas en asignárselo al pueblo sin titubeos, porque “el necio manda y el tonto anda”. Vista la eventualidad actual, a priori -y hasta conocer el resultado electoral, si hubiera elecciones- el atributo bobo, ex aequo, se lo llevarían Pedro y Pablo. Solo así podría entenderse que a estas alturas permanezcamos huérfanos de gobierno.


La sesión parlamentaria de control gubernamental lució todavía más un insólito juego de obtusos que toman el Parlamento como ring, no tanto boxístico (deporte limpio) cuanto mezquino. Aquí se igualaron formas y contenidos en una atmósfera contaminada por afanes espurios, siempre fastidiosos para el individuo llano. Me aburrió el informe europeo que desmenuzó exultante, tardío, un presidente farolero, subido al doble estrado material y anímico. “La ignorancia es muy atrevida”, aventura un adagio popular que, no obstante, se queda corto en este caso. El pugilato incruento entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, ya frecuente, pasará a los anales del rifirrafe acerbo. No guardaron en la canana cartucho alguno por disparar. El viejo e inacabable debate: coalición o gobierno de apoyo -probablemente debido a total impostura, a mascarada pundonorosa que los delata- truncó desbloquear un horizonte plomizo.


Dejo para mis amables lectores la opinión que les merecen los hechos siguientes. El PSOE obtuvo en las elecciones generales ciento veintitrés diputados. Desde esa fecha, el presidente en funciones y voceros adjuntos siembran que la ciudadanía ha votado un gobierno de izquierdas y Sánchez debe ser su presidente bienhadado. Quien sepa sumar, intuye que necesita cincuenta y tres diputados para conseguir mayoría absoluta y así conformar un gobierno estable. Podemos le ofrecía cuarenta y dos, pero exigía una vicepresidencia y varios ministerios. Sánchez excusó su negativa argumentando neciamente que él (Iglesias) era el problema. Este dio un paso atrás con la intención de manejar los hilos a su antojo desde fuera. El candidato, esclavo de su palabra, le ofreció una vicepresidencia y tres ministerios algo vacíos de contenido. Inesperadamente el líder morado no aceptó, quedándose compuesto y sin novia. Error de bobo sustantivo.


Ignoro si fue estrategia de sus asesores más conspicuos o prueba insoslayable de que padecemos un bobo con pedigrí. Tuvo dos fallos apoteósicos e ignominiosos: trascender que su socio preferente era UP para luego vetar (inadecuado comportamiento de un presidente, aunque sea en funciones) al líder ante un discutible gobierno de coalición. Iglesias, otro bobo solemne, tuvo en su mano a Sánchez cuando le ofreció una vicepresidencia y tres ministerios. Aceptando, UP -el líder en la sombra- hubiera demostrado su valía en la gestión con probables réditos futuros. Dijo no, lo dejó escapar y ahora le pesa implorando, rastrero, servil, aquello a que renunció hace unos meses. Más allá de narcisismos ostentosos, nocivos, me escandaliza que la solvencia patria, la estabilidad nacional y el bienestar social, dependan de los acuerdos a que deben llegar dos bobos presumidos más que presuntos.


Merece destacar el juego que se traen en Cataluña los políticos independentistas. Como dirían en mi pueblo, aquí la romana hay que reseñarla, tomarla, por las arrobas. Estos señores, sin excepción, baten todos los registros de la estupidez, del fraude y de la artimaña, superando cualquier cálculo por generoso que este sea. El bobo -queda confirmado- carece de exclusividad, origen y magnitud.

viernes, 6 de septiembre de 2019

EL VUELO RASANTE DEL AVE FÉNIX


Nuestro presidente en funciones tiene siete vidas como los gatos; más aún, resurge de sus cenizas cual ave Fénix. Eso sí, son pavesas fraudulentas hechas de mentiras, de argucias, sin conciencia ni escrúpulos. Muchos creerán una hipótesis demasiado aventurada si conjeturo la cercana muerte del pájaro mitológico porque haya elegido un vuelo rasante para impresionar (tal vez alarmar) a rivales declarados o confundir agradablemente a votantes indecisos. Sánchez ha renacido de sus cenizas en sobradas ocasiones. Sin embargo, le pronostico una caída definitiva al dejarse llevar por su envanecimiento petulante. Uno debe saber dónde se encuentra el límite, por encima del cual queda indefenso ante los avatares adversos de una prominencia ilusoria, ridícula. Quizás ignore que Carl Gustav Jung concluyó: “También el ave Fénix muere, de ahí su similitud con el hombre”.


Tras dos derrotas aparatosas y un incidente bufo, hizo del engaño la única actividad para conseguir los objetivos que su ambición -alentada por furtiva avidez consorte- le sugería. Engañó a afiliados, a siglas diversas, a Podemos (un amor concupiscente) y a la sociedad al enarbolar, en su moción de censura, un acta de corrupción del rival sin firma ni rúbrica jurídica mientras ocultaba con indecencia la milmillonaria cochambre andaluza. Ahora, ajeno, disparatado, hace extensiva la mentira, el disfraz, a los suyos y a sí mismo. Le pirran fastos y formas, pero también se deja seducir por el vasallaje. Todo ello, en perfecta síntesis, se vio días atrás cuando presentó -ante un escenario casi medieval, cortesano- trescientas setenta propuestas (buñuelos de viento, al fin) para convencer a Iglesias de que avale una investidura a priori onerosa para España, el PSOE y Podemos. Segundos antes de que termine el plazo, veremos quién es más agudo o más cínico.  


El sismógrafo político advierte que los movimientos apreciados tienen un cometido claro: debilitar a Podemos, hasta dejarlo desnudo, testimonial, y endilgar al PP una dieta descarnada con la ayuda valiosa de Ciudadanos. Dos semanas han bastado para dejar al descubierto las intenciones del partido naranja en la Comunidad de Madrid. Apoyar la comisión de investigación sobre Avalmadrid, impulsada por PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos, avanza turbias intenciones. Jamás ninguno de los tres últimos ha tenido curiosidad por aclarar presuntas ilegalidades o corrupciones de adláteres e incluso nacionalismos excluyentes. A mayor gloria, sus condenados en sentencia firme han sido defendidos por propios y extraños a capa y espada. Apesta más un buen embozo que una mala acotación. Rivera, don Albert, muestra desmedida zozobra por sobrepasar al PP obviando altos intereses generales. Quien juega con fuego puede terminar abrasado.


Abraham Lincoln, hace años, advirtió: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Ese vuelo a ras de suelo que viene realizando Sánchez desde hace meses pareciera una forma nítida de ver el territorio aledaño, cumbres y valles, sentimientos y pasiones que dejan al descubierto individuos de cuyos yerros pretende vivir opíparamente. Tanto color, tanta concreción, es pura apariencia, simulación total. Pensamos, no exentos de lógica, que esa visión en cinemascope le va a permitir llevar al huerto a un famélico Iglesias so pena de anticiparle unas elecciones tóxicas. Pero no; el único perdedor, quien va a chocar con una realidad indeseada, ruinosa, es él. Lo vaticina Lincoln, el propio Pablo (“si no aceptas un gobierno de coalición, jamás serás presidente”) y el vuelo decrépito, mustio, del ave Fénix. 


El ave Fénix soporta dos limitaciones. Un vuelo muy alto, encaramado al cenit, padece los efectos ardientes, mortíferos, del sol; un vuelo a escasos metros del suelo, rasante, tiende a terminar estrellándose fatalmente. Sánchez experimentaba un vuelo virtual, emotivo, altísimo. No obstante, se va imponiendo la realidad cicatera, prosaica. Los apoyos que busca entre independentistas, nacionalistas vascos (atiborrados de insolidaridad, si no de traición) y extremistas de izquierda, con el plácet tácito de Bildu, le obligan -lastrado por semejante compañía- a coronar apenas arboleda y áticos. Permítanme un inciso. Comprendo que ni PP, Ciudadanos o Vox tengan representación en el país vasco. Son partidarios de excluir o ajustar el “cupo”, cosa que no ocurre con nacionalistas e izquierda, pese a que más de uno destaca su carácter solidario, garante de la justicia social. El “cupo” es la materialización evidente de lo contrario, de la farsa.  


 Plinio describe el ave como un águila grande que posee un collar dorado alrededor del cuello, un cuerpo color púrpura y cola azul. Pedro -docto y ducho en ceremonias, pero sin la magnanimidad de su tocayo Pedro IV de Aragón llamado el ceremonioso- desconoce, sospecho, este detalle que bien le pudiera servir para corregir el tiro gubernativo. Si nos ceñimos a la mitología griega cuya base sustantiva y metafórica es el contenido plenario del presente artículo, llegaríamos a la conclusión de que los colores atribuidos por Plinio corresponden, en este orden, a Ciudadanos, PSOE y PP; es decir, al bipartidismo trino. El primero en votos, gobernaría; el segundo ocuparía la oposición; el tercero ostentaría el papel de bisagra. ¿Casualidad o previsión? Probablemente no lo sepamos nunca porque la indigencia notable que menoscaba a sus líderes acabe por no ensayar un derrotero, pero tampoco el contrario.


Según se cuenta, a la entrada del Oráculo de Delfos podía leerse la inscripción “Conócete a ti mismo”. Esta máxima era el secreto de la sabiduría y la felicidad. Si uno no se conoce a sí mismo desembocamos en el autoengaño, un narcisismo desbocado que lleva a la propia muerte. Conocerse a sí mismo implica existencia de un ser próximo, un espejo en el que mirarse, una organización social. Por eso, al ególatra le exaspera cualquier compañía que pueda verificar los fiascos personales, la falta de sabiduría y su inmoral, repugnante, alianza con el desencanto. Pedro no quiere coaligarse con nadie, probablemente ni desee un bipartidismo (trino en este caso) donde tenga que competir con otros partidos. Sánchez odia el águila colorida de Plinio y se ceba en un gobierno único, monocolor. Me incomoda estar de acuerdo con Iglesias, por una vez y sin que sirva de precedente, pero creo -con rigurosas e inequívocas razones- que aquí quien sobra es el actual presidente en funciones.