viernes, 27 de junio de 2014

UN CANTO A LA NECEDAD O EL TONTO SOY YO


Recuerdo con cierta inmediatez -a pesar del tiempo transcurrido- el programa de TVE donde Franz Johan y Gustavo Re, dirigidos por Artur Kaps, referían rarezas del momento. Finalizaban invariablemente con la expresión: “el tonto soy yo”. Corrían los albores del decenio revolucionario. De forma desenfadada, jocosa, hiperbólica, ponían en solfa hechos y personajes de actualidad. No me extrañaría que la imaginación configurara una realidad aciaga. Hasta es posible que el dúo diseñase testimonios agridulces con envoltorio para regalo. Eran tiempos de austeridad intelectiva porque importaba atesorar bendiciones institucionales.
Hoy, no sé si con maneras diferentes o trucadas, aquel protagonismo lo acaparan políticos y medios. Remedando aquella habla particular de Johan divulgan mensajes insólitos. Les falta el estilo alegre, zumbón, de los viejos comediantes. Toscos, suelen recurrir al populismo. Avistan en él la piedra filosofal, venero de réditos colosales. Exhiben desparpajo pero les falta algunos dedos para llegar a la “marca” (magnitud que determina atributos sustantivos de asnos y équidos semejantes). Además de las diferencias formales, existen profundas discrepancias -léase divergencias- cuanto a contenidos se refiere. Aquellos, procuraban entretenimiento en la verdad. Estos, tedio en la falacia. Aquellos, nos trataban con deferencia buscando la reacción inteligente. Estos, potencian nuestra indignación al insinuar con su proceder que ostentamos unas “tragaderas” gigantescas.
Sólo con advertir las últimas noticias disponemos de material sobrante para constatar qué opinión les merece a nuestros prebostes la sociedad española. Evidencian una rotunda certidumbre sobre las entendederas de los que contribuimos a su bienestar; asimismo a  sus obtusas especulaciones. Nosotros desempeñamos, a mayor gloria, el papel de meretriz indulgente que encima paga la cama. Ellos se decantan por el travestismo farsante cuyo eficaz logro ha sido transformar, tras cuatro décadas, un país esperanzado en la Casa de tócame Roque. Más por el aspecto feo, desaliñado, sin valores, que por la imagen ruinosa, tampoco desdeñable.
Esta conspiración de necios, rasgo real o consentido, la abre el señor Montoro con sus comentarios sobre la Reforma Fiscal. Exclama: “Bajar los impuestos no implica disminuir la recaudación porque aumentará el número de cotizantes. Además se reavivará la economía”. ¿Por qué los sube, pues, desde el minuto cero? ¿Se recauda mayor cantidad o no, tras anunciar que el ciudadano se embolsará unos tres mil millones de euros? ¿Acaso son ganas de tocar los dídimos? ¿Nos toma, asimismo, por descerebrados? Ante semejante papelón y la evidencia de que -pasadas las elecciones europeas- no se ha enterado de nada, me tomo la libertad de poner en su boca el tópico y famoso latiguillo: “El tonto soy yo”.
Sospecho que el amable lector estará de acuerdo conmigo si volteo el proverbio. Quedaría así: “En mi casa cuecen habas y en todas partes a calderadas”. Empleé como paradigma la expresión curiosa del ministro de Hacienda, sobre todo por el efecto económico y emocional (cabreo infinito) que provocó subiendo los impuestos, para ahora venir con estas. Al mismo ritmo baila también Cándido Méndez cuando afirma ufano que la fiscalía y la Guardia Civil “no son independientes”. Resulta, según él, que las mordidas en los cursos formativos dados por UGT se deben a que fiscalía y Guardia Civil obedecen al gobierno. Además de una acusación insustancial, el señor Méndez exhibe una jeta descomunal. Similar a la de aquella ministra “antes partía que doblá” imputada y que dice dejar la vicepresidencia del Banco Europeo de Inversión (decenas de mil euros mensuales) por el acoso del PP.
El PSOE, para congraciarse con su grey republicana, da un paso atrás a la hora de votar una consensuada Ley de Aforamiento para el rey abdicado y otras personas próximas. Unos cuantos prebostes, entre ellos el señor Montoro  ponen sus ingresos a resguardo de SICAVs (Sociedades de Inversión de Capital Variable, constituidas por cantidades superiores a dos millones cuatrocientos mil euros) para cotizar al fisco el uno por ciento. La medida -evasiva de impuestos- es legal pero poco ejemplar. Irrita, ante todo, que el ministro de Hacienda, tan resolutivo con los demás, adopte una postura laxa y no dimita. Como particular puede hacer lo que le dé la gana. Como ministro, tal actitud es una inmoralidad; mayor aún teniendo en cuenta la crisis que sufre el pueblo español, a años luz de las SICAVs.
Mención aparte merecen los medios de comunicación. Con excepciones, renuncian a su inicial labor correctora, imprescindible en una democracia indivisa, para contribuir (olvidando la génesis deontológica) al estado inicuo que nos atenaza. Es indudable que la ambición o el prurito de un predicamento alquilado insensibilizan los más nobles y leales sentimientos.
Sí, prácticamente todo el arco parlamentario nos toma por torpes. Se perciben u oyen cosas que superan toda lógica. El absurdo se materializa por boca de esta panda que practica una impunidad total en dichos y hechos. Realizan, sin determinar el grado de consciencia, parecidos sketch a los del afamado programa televisivo. Aquellos seguían el guión y clamaban “el tonto soy yo”. Estos, por el contrario, improvisan cual actores olvidadizos y murmuran “los tontos son ellos”. Esperemos que pronto se den cuenta de su error.
 
 

miércoles, 25 de junio de 2014

LOOR A UN BENICALAP UNIDO Y CÍVICO


Vaya por delante mi aversión a la guerra de cifras y a la réplica de epítetos falaces, inmoderados e injustos. Si algunos medios o instituciones caen en esa orfandad documental, a ellos compete dar cuenta de tal frivolidad -quizá dividendo- y pagar su correspondiente peaje.

El tema se pone caliente. Tanto que la asociación de vecinos de Botànic, agotadas las sutilezas terrenales, recurre a una apremiante intervención sobrehumana. En epístola personal al señor arzobispo de Valencia, le exhortan a que imponga su autoridad a los párrocos de Benicalap para cambiar la actitud “inhumana, incívica y anticristiana de la zona” (sic). Sin proponérselo, brindan el mejor argumento para conformar una oposición firme. Nadie mejor que ellos conoce la problemática real. Imaginemos el impacto de un Centro a cuya sombra los servicios actuales en Paseo de la Pechina son una mojiganga. Vierte, además, afirmaciones que pudieran considerarse injuriosas y calumniosas (ambas delito) cuando asevera con rotundidad que “por la fuerza y con coacción física” se cometen actos delictivos e incalificables desde el punto de vista moral, ético o religioso. Pidan a la policía los preceptivos informes de cualquier acto público en que haya intervenido la asociación-plataforma de Benicalap.

Estoy convencido de que Benicalap, ratificando la “talla moral” de ustedes y de cuyo usufructo en los demás dudan, les apoya fraternalmente en la ubicación actual de Casa Caridad. Si persiguen su desubicación definitiva, encima de poner en cuarentena bondades éticas y cristianas tan arraigadas, ignoro el origen de tanta malquerencia con aquella barriada ya bastante deprimida. Si no, ¿por qué tomar vela en entierro ajeno? Señor, que son molinos, no gigantes.

Ayer, unos mil quinientos convecinos recorrieron durante dos horas el barrio. Vi, por ejemplo, un matrimonio entrado en años. El señor empujaba una silla de ruedas que transportaba a una señora con evidentes deficiencias motoras. Bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos caminaban ilusionados, unidos. Un objetivo ocupaba sus mentes: impedir una mayor degradación del entorno. Desde luego, aquellos semblantes no retrataban a “pijos” ni cabía sospechar que, entre ellos, hubiera ninguno perteneciente a la élite financiera, política o sindical. Eran gentes curtidas por el trabajo. Pertenecían a diversas capas de clase media, cada vez más uniforme si no desaparecida.

Pese a informaciones que buscan el descrédito -no sólo de personas, pues todos encarnan al barrio- la actitud y comportamiento fueron de un civismo ejemplar. El momento álgido se esperaba en la confluencia del recorrido con la antigua asociación. Media docena de policías nacionales guardaban su puerta. Al pasar por delante, la manifestación aumentó los decibelios en algunos dígitos. Lejos de oírse frases o vocablos irreproducibles, un estrépito taurino atronó la calle: ¡fuera! ¡fuera! ¡fuera! Fue el desahogo natural, netamente español, como corresponde a nuestra idiosincrasia. Constituyó un grito unánime de rechazo al torero malo que, aparte de cobrar una pasta, deja al personal insatisfecho.

No puedo, ni quiero, terminar sin reconocer la profesionalidad y el denodado esfuerzo que desplegó la policía local y nacional -o viceversa- para que todo se desarrollara sin incidentes, como así ocurrió. Aunque no represento a nadie, gracias.

 

 

lunes, 23 de junio de 2014

BENICALAP: LAS COSAS CLARAS


Ocultismos pretéritos y obstinaciones presentes suelen alimentar los rumores. El proyecto de Centro Asistencial que se quiere ubicar en Benicalap, suscita fundadas sospechas. No ya entre los vecinos -incidencia directa- sino entre la población valenciana, desencantada con una Administración arbitraria.
Por los mentideros sociales toma cuerpo la idea de que, al amparo de tan generoso objetivo asistencial, emerge una espuria especulación económica. Según estos ecos, Casa Caridad (incrementando tareas más allá de la función primigenia) se traslada a un solar público de Benicalap; la obra cuestionada. En su asiento actual del Paseo de la Pechina se piensa construir un complejo hotelero. Es decir, gracias al trueque, el hotel se alzaría en suelo público. De llevarse a cabo, Casa Caridad será cómplice necesario del tejemaneje y el justo crédito adquirido en un siglo lo dilapidaría con celeridad.
Estoy convencido de que nadie se opone al proyecto total. Bastaría con que los intereses pudieran conciliarse sin menospreciar a un barrio bastante maltratado ya. No parece justo ni solidario -esa conducta que para algunos tiene un solo sentido- desnudar a un santo para vestir a otro, al decir del proverbio popular.
En beneficio del pueblo valenciano, pido a la Administración que vele por las personas y sea capaz de acoplar unos intereses con otros sin corroer el hábitat humano. Cronos pedirá responsabilidades

viernes, 20 de junio de 2014

DOS ANOTACIONES Y UNA PATRAÑA


El epígrafe, ribeteado, presenta cierto paralelismo con aquel memorable filme de Don Siegel “Dos mulas y una mujer”. No deseo ofrecer al amable lector insidia, retranca o doble lectura. Las mulas, por mi procedencia rural, me provocan debilidad y la mujer consideración, aun agradecimiento. Simplemente observo entrambos una consonancia digna de destacar. A lo que iba. Días pasados todos los medios pugnaban por ofrecer dos noticias y otra tercera que abandonaba tal concepto para convertirse en patraña inmunda. Voy a referir el curso de los hechos.

Permítaseme un inciso para reconocer, sin vanagloria, que mi interés por el futbol supera por poco una pizca de motivación patriótica. Nada más. En ocasiones, añado varias cucharadas de filias o fobias que mantienen un escaso atractivo; extraño al deleite forofo. La flema constituye el termómetro prolijo que indica mi nula fiebre futbolera. A lo sumo, conforma el pasatiempo preferido por su entraña ahorrativa y polémica. Este rasgo postrero induce a forzar el ingenio para rebatir argumentos enfrentados. Tal empeño mental vale la pena porque, inadvertidamente, nos enfrentamos al señor Alzheimer. Los años son una carga para otros duelos más placenteros.  

Por orden cronológico, la primera noticia se ceba inmisericorde con el espantoso partido que ofreció una selección nacional aciaga, rota. Si el pasado viernes, día trece, dio un espectáculo lamentable, calificar lo último con rigor pudiera resultar lesivo para oídos inocentes. Intuyo que mis modestos saberes sobre tácticas de juego, asimismo dotado de un estilo calmo y tolerante, prohíben que pueda protagonizar manifestaciones atrevidas, probablemente injustas. Sufrí, pese a lo dicho, un desengaño enorme porque tenía la íntima convicción (quizás vana esperanza) de que España levantaría el vuelo. Se impuso la cruda realidad cuando, a poco, vimos descoordinación, impotencia y agotamiento.

Minutos después Felipe VI ocupaba el trono. Algunos agoreros quisieron ver señales inequívocas del oráculo. Sabido es que superstición y fatalismo hacen mella en sociedades incultas. Sin embargo, los hados no son bifrontes ni ubicuos. Aquellos que pululaban por el estadio de Maracaná, vestidos de luto riguroso, no pudieron levantar acta notarial en el Parlamento español. Ignoro si se debe a peculiaridades autóctonas o son extravagancias aisladas, pero acostumbramos a confundir el culo con las témporas. Me preocupa este yerro porque llevamos siglos cometiéndolo. Nada hace sospechar que los nuevos reyes sufran aojamiento o hayan sido tocados por la bicha. El futuro aportará luz suficiente para comprobar si su reinado viene presidido por la ventura o el infortunio. Los inicios dan pie a un optimismo renovado y prudente. Delirante cualquier otro discurso, mi afirmación la emito en defensa propia; para acallar fiascos. Ahora escasean argumentos válidos a los que aferrarse para manifestar euforia.

 Me ocurre con la Corona lo contrario que con la Iglesia. La Historia constata que esta institución adolece de hoscos momentos que aún afloran. Como corporación, y debido a ello, le tengo nulo aprecio. Puedo, incluso, ser drástico en los apelativos; siempre sin menoscabo ni agresividad. Curas, frailes y monjas, salvo excepciones, estimulan mi complacencia porque acometen funciones sociales consagrando su  vida a tal ministerio. Con la institución monárquica acontece lo contrario. Los monarcas, sin distingos, y su entorno me producen indiferencia. No así la Corona que garantiza estabilidad y confianza. Precisa ser parlamentaria y transparente. Hemos visto con qué orden y sosiego termina un reinado para iniciar otro nuevo sin solución de continuidad.  ¿Hubiese ocurrido algo semejante en caso de una presidencia republicana? ¿Estaríamos tan calmosos? Aseguro que no. Una disyuntiva monarquía-república en este momento carece de sentido.

El insólito naufragio de nuestra selección y la investidura de un rey esperado, completan los dos apuntes. ¿Dónde está pues la fábula? Alternando con las informaciones anteriores -a la par- despuntaba esta otra: “El gobierno anunciará el viernes una bajada de impuestos”. Incluía la mención de tres mil millones de ahorro para el contribuyente en dos años. Planean bajar los tramos del IRPF, aumentar los mínimos personales y familiares junto a una bajada importante del Impuesto de Sociedades. Obviamente esta novedad es el reclamo electoral que se formula al imbécil de turno. Hace días, como preludio al anuncio formal -llevamos seis meses de cantinela- el gobernador del Banco de España pidió al gobierno una subida de impuestos porque se recaudaba poco. ¿Saben qué significa esto? Pues, aparte de un escarnio impertinente, incremento del déficit y de la deuda. En el fondo, tanto ruido sólo constituye una rebaja de lo elevado previamente. Preparémonos para el dos mil diecisiete, si todavía respiramos.

Esta caterva no aprende nada. Nada de nada; ni de lo inmediato. Veamos. Tras esas declaraciones cínicas: “tomamos nota” posteriores al veinticinco M, el PSOE corrobora la venda y el PP desempolva mentiras e insolencias. Recordemos que subidos los impuestos -hasta el ahogo- contra su aireado compromiso cuando eran oposición, se desgañitaron en afirmar que una legislatura duraba cuatro años. Ahora dicen cumplir la promesa bajando una parte de lo que previamente habían aumentado. Estos señores tan pertrechados y campanudos están dejando por bueno al mismísimo Zapatero. No vislumbro solución pues, a pesar de los tiempos nuevos que mencionaba el rey, seguimos caminando entre la farsa y la idiocia.

 

miércoles, 18 de junio de 2014

INQUIETUD Y CLAMOR EN BENICALAP


El pueblo español es suspicaz. Sin embargo, tal pulsión dista de ser connatural ni gratuita. Tampoco putativa. Se gesta y alimenta por siglos de oscurantismo, promesas incumplidas e infamia. Casi todo, en este país postrado, corresponde a un poder desleal, inmaduro, con vocación tiránica. A lo largo del devenir histórico (cuatro milenios) el individuo fue dueño de su destino -incluyendo clausuras- en contadas ocasiones, escasamente unas décadas. Democracia aquí tiene un significado diferente al que traducen naciones de nuestro entorno. Creo llegada la hora en que debamos exigir un trato respetuoso; propio de quien, según refrenda nuestra Constitución, es soberano.

Benicalap, barriada obrera casi enclaustrada, viene sufriendo tradicionalmente olvidos y marginaciones de una Administración local laxa. Huérfana, sin afectos, calla porque es humilde. Un breve repaso nos indica la inexistencia de dotaciones públicas que permitan cierta calidad de vida. La irrisoria red de transporte urbano la hace cerrada, sin horizontes, asfixiante. Tal escenario le marca un carácter endógeno, tribal, opuesto al aperturismo que demandan los nuevos tiempos.

Ahora (de tapadillo, con nocturnidad y alevosía) proyectan construir por mediación de Casa Caridad un complejo asistencial. Mentiras, verdades a medias y, sobre todo, ocultismo conforman el prólogo. Envuelto en una atmósfera vaga hemos de interpretar frases, gestos y contradicciones. Sabemos, más allá de conjeturas, que pretenden incorporar al Centro ex-convictos, así como -muy probablemente- toxicómanos en proceso de desintoxicación y rehabilitación. Estas noticias, conexas a tanto misterio y por tanto difíciles de rebatir, son la causa de tanta inquietud y la razón del clamor que se agiganta conforme el vecindario va advirtiendo los alcances. Voces gubernativas, insensibles o interesadas -entre tanto- confunden solidaridad y suspicacia.

Poco a poco madura la idea del terrible impacto que tan improvisado proyecto ocasionará en el hábitat humano. Convecinos y familiares, sin alardes, con sensatez, guardando escrupulosamente la ley -enfundados en ella- piensan luchar hasta el agotamiento para que hijos y nietos crezcan, se desarrollen, en un medio de paz y seguridad. Les impulsa su derecho; asimismo lo exige su obligación.

Por los mentideros se afirma la maniobra del equipo de gobierno municipal para trasladar Casa Caridad de su vieja ubicación en el Paseo de la Pechina. Tas el biombo de reforzar la imagen turística de Valencia parecen ocultarse opacos favores privativos poco dignos. Salvando ese escollo de priorizar oscuras intrigas sobre derechos individuales, no podría oponerse ningún objeción si, a renglón seguido, existiera un firme propósito de conciliar con justeza y justicia cargas e intereses sin acreedores ni deudores.

Sé que las asociaciones vecinales se financian mediante subsidios orgánicos. El círculo vicioso lo inicia la falta de alistamiento y aquellos, que les obligan a secundar la voz del amo, junto a gestiones arbitrarias, precipitan su defunción real. Son fósiles administrativos. Sólo así se explican vergonzosas pleitesías al estatus, mitigadas por acciones teatrales, anteriores o posteriores, que lavan una cara bastante sucia. No extrañe que el ciudadano, harto de tanta impostura, se organice en movimientos asamblearios, extraños a los modos clásicos; es decir, a las milongas.

Esperamos, y no es mayestático, que el PP municipal sepa corregir a tiempo el camino emprendido. No se puede degradar más un barrio deprimido e infradotado. Sobre su conciencia, y la de sus cómplices, caerá el peso de la inmoralidad amén de los acontecimientos lamentables que pudieran ocurrir a futuro.

No es un consuelo, pero Cronos descubrirá quién llevaba razón.

 

 

 

 

viernes, 13 de junio de 2014

QUÉ HACER


Con este título, en mil novecientos dos, Lenin divulgaba un ensayo para sintetizar las experiencias de los activistas rusos. Importaba el modelo del Partido Socialdemócrata Alemán a fin de conseguir la movilización obrera evitando el marco represivo del absolutismo zarista. Otros, como los partidarios del economicismo y Kautsky, defendían mejorar las condiciones de vida por medios pacíficos dentro del sistema capitalista. Eran los prolegómenos de la Revolución Rusa. Ansiaban consumar, aprovechando la situación, las teorías de Marx. A la postre, los instrumentos (dictadura del proletariado) se constituyeron en fines privativos.

Guerras y miseria modelaron un espíritu revolucionario que consiguió, antes de finalizar el primer conflicto mundial, derrocar al régimen zarista. Sacrificio y muerte reemplazaron un absolutismo medieval por una dictadura totalitaria. Millones de víctimas, represaliadas o hambrientas, y terror sin límite sirvieron para poco. Ocho décadas después todo se derrumbó como un castillo de naipes. Quedaba una Rusia mohosa, quebrada, casi indigente; errante tras aquella revolución vana. Los frutos de resultar elegida la estrategia de Kautsky forman parte de lo hipotético.

Tengo bastantes dudas sobre las revoluciones (que acrecento ahora) y detesto a ciertos revolucionarios. La Historia constata lo acertado de mi recelo. Acepto, admiro, la fe del individuo religioso. Sin embargo, personal y socialmente, estimo maligna la que incita al dogmatismo ciego. Ser libre eleva al hombre a un estadio superior. Para ello, hemos de ver con los ojos del raciocinio, de la lógica. Evitaremos así la locura del dogma que nos lleva irremisiblemente a la servidumbre intelectiva y al imperio tiránico.

Las revueltas distorsionan sistemas políticos pero no los modifican. Francia aniquila una monarquía absoluta para instaurar la democracia burguesa. Caminando por cualquier ciudad, se observa que los edificios de la nobleza, procedentes de épocas pretéritas, están ocupados por entidades financieras o instituciones públicas. ¿Es este el Tercer Estado? ¿Dónde reside el verdadero cambio? Algo semejante podría decirse de la Revolución Rusa; más sangrienta, más corta, más inmovilista y, sobre todo, menos rentable para la sociedad.

Días atrás, por puro azar, me topé con un curioso vídeo. Era una charla de Pablo Iglesias dirigida a la Asamblea Ciudadana de Valladolid. Detallaba en sesenta y cinco minutos la situación del país. Ajeno al populismo demagógico, yo hubiera suavizado las formas para coincidir con el contenido. No obstante, las circunstancias, sutilezas y conclusiones propuestas turban cualquier mente que se rija por la cordura. Inquietantes eran, excusadas tras una máscara de aspecto virtuoso y democrático, las resonancias totalitarias que emanaban sus palabras. Aconsejo verlo porque la información nos lleva al conocimiento y al cotejo.

Inmerso en una atmósfera entusiasta, subyugado el auditorio, esparciendo frases, vicios sociales (antropológicos) y conceptos sui géneris, se despachó a gusto con la especie política nativa y foránea. Adherido a la loa personal, exhibía aureola de demócrata empedernido, insaciable, casi justiciero. Un público libre de prejuicios hubiera expuesto la incoherencia del personaje pero mostró unas tragaderas sorprendentes, infinitas. Sus iniciativas económicas se sustentaban en tres pilares: renta básica universal, subida proporcional de impuestos y nacionalizaciones. Semejante marco nos llevaría enseguida a codearnos con las naciones más deprimidas del tercer mundo.

Con todo, donde se agudiza el cataclismo es en los objetivos políticos, sus remedios. Propone la Unidad Popular para alcanzar el Poder de la gente; es decir, la dictadura del proletariado. Afirma que la victoria no tiene nada que ver con identidades, demostrando una alarmante dieta doctrinal. Afirma, sin ambages, que la política no es tener razón sino éxito. Confiesa que no quiere ganar tres a dos; pretende imponerse a todos para no tener enemigos. Así califica a los antagonistas. La muestra, junto a la amortización institucional que predica, despide un tufo totalitario evidente.

Mi imaginación, oyendo aquel mensaje trasnochado pleno de borrachera revolucionaria, me llevó a los discursos del burgués Lenin. Este prometía paz y pan, ansiados por el pueblo ruso. Luego trajo horror. Iglesias brinda una renta básica, que persigue el pueblo español. Ignoro qué depararía el futuro si ocupara el gobierno, en este caso. Hitler, por su parte, impulsó el honor alemán -algo ajado tras el Tratado de Versalles- para hacerse con el poder democráticamente. No creo preciso concretar la crueldad del dogmatismo nazi, idéntico al marxista. Me incomodan quienes, a cada momento, utilizan la expresión “los que somos demócratas” como columna vertebral de su discurso. Llego al clímax si, a renglón seguido, dicen que democracia es sinónimo de fraude.

El escenario actual tranquiliza, me aporta confianza. Estamos en el siglo XXI, formamos parte de una Comunidad Europea y el mundo funciona globalizado. Conjeturo improbable el triunfo de  cualquier aventura que quiera fraguar un túnel del tiempo. La pregunta, asimismo, deviene actual. ¿Qué hacer? Desde mi punto de vista, no conviene embarcarse en empresas salvadoras de resultados infaustos más que confusos. Desde luego, resultaría oneroso soportar indefinidamente a estos políticos que han traído la corrupción, cimentado un sistema sin valores (sin justicia libre e independiente) y donde las leyes se incumplen con impunidad por la élite poderosa. Mi consejo recomienda la abstención para deslegitimar tanta indigencia e impostura pervertidoras del sistema. Queremos políticos eficaces -estadistas- cuyos desvelos busquen el bien común; no que vivan encelados en luchas fratricidas o arrebatados por intereses espurios. Demos un sí a las Instituciones y rechacemos a quienes las ocupan de momento.

 

 

viernes, 6 de junio de 2014

MONARQUÍA, REPÚBLICA Y DEMOCRACIA


El imprevisto anuncio sobre la abdicación real, ha levantado una gran polémica instigada por partidos radicales de izquierda. Pese al terco fomento, sólo a un exiguo porcentaje parece preocuparle qué forma de Estado se den los españoles. Eso confirman,  al menos, las postreras prospecciones del CIS. Cualquier país sensato, maduro, con lustre democrático, en las actuales circunstancias haría  supremos esfuerzos por mitigar los efectos de la crisis. Ninguna sociedad puede alcanzar cotas de bienestar si la mitad de su población joven está desempleada. Tal marco impide que se puedan constituir nuevos núcleos familiares cuyo arranque afecta al índice de natalidad, excesivamente bajo. Las secuelas se acentuarán en un futuro inmediato. La irrupción de estos estadistas produce un cisma social y frena probables concurrencias contra el marco financiero que sobrellevamos. Oportunidad para ellos no es sinónimo de virtud. Puede que tampoco lo sea mesura. ¿A quién dicen servir semejantes redentores? Discriminen entre decires, procederes y proyectos viables, no delirantes aunque suenen bien al oído.

Este conflicto, agigantado por la ausencia de motor económico que cree riqueza para intensificar el consumo interno y satisfacer la inmensa deuda, sintetiza o debiera los quebrantos de nuestro pueblo. Sin embargo, políticos dogmáticos con modesta influencia buscan una escisión egoísta. Precisan sembrar en la mente colectiva semillas de divergencia -de disputa- abonadas con el culto al paladín (distintivo de la izquierda rancia) e irrigadas por copiosos fraudes. Argumentos tan atractivos como falsarios contienen propuestas extemporáneas. Suelen envolverlas, buscando una difusión eficaz, con eslóganes pegadizos. Sugieren a bote pronto, por ejemplo,  monarquía o democracia como disyuntiva pertinente. Atribuyen una implicación tácita entre esta y república; similar a la que entrañan velocidad y tocino. Asimismo, implica otra repugnante maña manipuladora usual en pretéritos regímenes nazis. Lógico.  

Atreverse a asemejar república y democracia tiene un recorrido fugaz. Aludiendo a nuestro entorno europeo, Alemania y Francia son grandes países que ostentan sistemas republicanos. Inglaterra, Suecia y Dinamarca defienden sistemas monárquicos. ¿Acaso estos últimos están menos desarrollados o evidencian algún déficit democrático respecto a los primeros? La mentira, afirma un proverbio popular, tiene las patas cortas. Me sorprende que individuos presuntamente válidos, cabales, desarrollen tan bajas intenciones. Su vena ladina les permite cosechar éxitos inmediatos que a poco -una vez descubiertos señuelo y hojarasca- trasmutan en tremendo desafecto. Sufren el canon que pagan por tanta indecencia. Incluso en este país rústico, impasible pero contumaz, purga el yerro quien utilice la treta como soporte político.   

Decía Ortega y Gasset hace un siglo: “El problema no consiste en que estas o aquellas gentes se hayan revuelto contra la autoridad del Poder Público, sino en que, con tal motivo, hemos descubierto los españoles que el Estado carece de entidad positiva para hacer frente a las fuerzas disgregadoras”. Estas palabras constatan que llevamos cien años estancados. Cerca de cuarenta fueron insuficientes para desarrollar el artículo cincuenta y siete punto cinco de nuestra Constitución. Ahora, con urgencia y celeridad innecesarias, precipitadamente, se quiere reparar la negligencia. Partidos de izquierda (más o menos radicales) incluyendo sectores concretos del PSOE que no quieren abandonar la estrategia gestual, aprovechan tan oportuna ocasión para reabrir de forma corrosiva el debate monarquía-república. Tal contingencia pudo evitarse si este Poder astroso, materializado en un bipartidismo litigante, no hubiera consentido que el asunto se pudriera.

Dos incógnitas capitales hacen de España un territorio de ardua gestión y difícil equilibrio. La izquierda marxista (para diferenciarla del PSOE socialdemócrata con matices muy particulares) dicta aspectos y pautas democráticos como si fuera el venero exclusivo, su único padre. Historia y vivencia advierten de todo lo contrario. La derecha liberal, demócrata con pedigrí, ha perdido -quizás se haya dejado sustraer- crédito por un complejo absurdo. Resulta curioso, asimismo lamentable, que el abandono de posiciones propias sirva al contrincante de justificación y arraigo. ¿Desde cuándo la izquierda, menos de porte radical, es demócrata? ¿No hablan sus preceptos rectores de dictadura del proletariado para superar al capitalismo? Obsérvese qué alcance tienen las declaraciones de sus líderes españoles, en referencia tanto a sus objetivos políticos cuanto económicos. ¿Alguien cree que así saldremos del marasmo institucional o de la crisis? Hace un siglo que Alemania se sacudió la Liga Espartaquista de acomodo totalitario. En mil novecientos noventa y uno desapareció el Partido Comunista Italiano. El resto de partidos comunistas que perviven en la UE atesora una presencia testimonial tras haberse acoplado a las exigencias democráticas, al menos de palabra.

Los últimos días se distinguen por las constantes demandas de referéndum para elegir entre monarquía y república. Sin mencionarlo, un sector definido relaciona la primera con derecha ultra y la segunda con izquierda democrática. Pero  ¿con qué autoridad adjudica atributos tan privativos e influyentes?  Es prueba incontestable de lo que les importa la ética política y el bienestar general. Confirma esta sospecha la sinceridad y vigor que desprenden sus prédicas. Insisto, se atreven a proponer la alternativa monarquía o democracia pues… ¿quién desconoce desde hace cuatro décadas que son vocablos “antitéticos, divergentes”? Estos grupúsculos -igual que sus mayores, pese a tanta palabrería- conjeturan que somos idiotas. ¿Qué cambios suscriben? Hacen de falacia y medias verdades su Caballo de Troya. ¡Ah!, soy monárquico de cabeza y republicano de entraña. Termino con otro pensamiento de Ortega, útil consejo: “Piensen los españoles dotados de serenidad y reflexión si no es un crimen dejar en vano deslizarse los minutos, si no es un deber de suprema conciencia social estar prevenidos y juntos -lejos de toda carroña oficial- a fin de encauzar noblemente, humanamente, las iracundias de un pueblo desesperado”.