viernes, 31 de julio de 2015

UN CAMBIO DE DIÁCONO NO ENTRAÑA AUMENTAR EL CRÉDITO


Julio, canicular y porfiado, acaba con una noticia sorprendente: la asignación de García Albiol como candidato a la Generalidad catalana en los próximos comicios. Rajoy fulmina, de hecho, a Alicia Sánchez Camacho. Aunque, desde mi punto de vista, esta señora finiquita todo optimismo, me disgusta su cese in péctore. Aseguro que, desde cualquier otero, la situación del PP catalán -e incluso nacional- supera el hecho artificioso de exhibir rostros nuevos o viejos con suficiente juego. Las caras, con el tiempo, se desfiguran en caricaturas, cierto. Sin embargo, estas no añaden, de forma necesaria, lastres ni defectos al original. A los sumo deforman el trazo consiguiendo resultados casi metafóricos.

Los partidos, cuando ven mermar sus expectativas electorales, jamás modifican argumentos ni conductas; renuevan diáconos y, en contadas ocasiones, sacerdotes. Retocan el perfil, la pauta, para que (siguiendo criterios lampedusianos) nada cambie. Podrían atender reivindicaciones y deseos similares a aquellos que cualquier prócer alienta. Pese a todo, el ciudadano siempre recibe un portazo como respuesta a sus demandas sin que el individuo ose tomar medidas drásticas para responder a tanto desprecio. Joaquín Leguina -intelectual estoico, espíritu libre y sin complejos- se dejó decir jornadas atrás: “Va siendo hora que alguien significado diga algo políticamente incorrecto. El ciudadano se equivoca en numerosas ocasiones”. Considerar intocables a quienes administran la cosa pública es el mayor error de todos, agrego yo.

Zapatero dejó al país hundido en la miseria material y moral. Rajoy, sorprendentemente, sigue el guión sin desviarse un milímetro. Tras Zapatero vino Rubalcaba, un aderezo oneroso e inconsistente. Permitió que el PSOE transitara por el período más anodino de toda la Transición. Le sustituyó Pedro Sánchez, un joven inédito que arrancó alguna esperanza. A las primeras de cambio pudo constatarse cuánto podría dar de sí. Aquella palmaria frase: “Pactaré con todos a excepción del PP y Bildu”, tan miserable e injusta, puso de manifiesto su dimensión de estadista, al tiempo que le inhabilita para ocupar la Moncloa. Tan exclusivo sectarismo le confiere un elevado grado de incapacidad para ocupar cualquier compromiso gestor. Ningún Presidente riguroso excluiría a sigla democrática de cualquier pacto que pudiera beneficiar al contribuyente. El votante debiera pedir a gritos un repuesto urgente bajo la advertencia de abstención total. Esta amenaza es hoy la espada de Damocles con que conviven nuestros políticos de baratija. Conforma su tendón de Aquiles.

Rajoy representa la gota que colma el vaso. Tras una legislatura de arrumacos con el nacionalismo burgués llega al epílogo de que tal escenario le deja sin apenas representación. Saca de la chistera, entonces, a Xavier García Albiol para corregir el declive. Se trata de un diácono con altura, pero necesita a alguien milagrero. El PP catalán, tiempo ha, perdió toda credibilidad junto al PSC. Uno y otro fueron generosos en concesiones a cambio de apoyos puntuales. Una política de Estado hubiera permitido gobernar al mayoritario con respaldo exigente del opositor. Tan confortable remanso ha costado demasiados platos de lentejas. La crisis -junto a políticos truhanes, prepotentes, aventureros, sin cota moral- trajo esta inmoderación reciente que deja a Cataluña al borde de la ruptura social. UPyD, con gran sentido, propone una plataforma constitucional que contrarrestase el efecto de la independentista. Estoy convencido de una respuesta muda por parte de PP, PSOE, Ciudadanos e Izquierda Unida. Entonces, ¿a qué piar? PP y PSOE, al menos, han cosechado méritos para convertirse en siglas testimoniales. Merecen la abstención masiva.

Cataluña importa a Rajoy igual que a Pedro Sánchez: un bledo. Aquel siente un horror tremendo en tomar medidas quirúrgicas. Este solo encuentra un camino tan extravagante y misterioso como incierto: el federalismo. Si les importara, ambos crearían un gabinete de crisis para analizar el problema jurídico-social que se avecina. No se puede incumplir la Ley gratis, sin consecuencias. Terco y errado (aun herrado), el PP acomete a Ciudadanos, su puntal. Allende la vituperación rutinaria, escasean argumentos sólidos para convencer al votante ahíto de verborrea fatua. ¿Qué estratega, para recuperar la credibilidad, sustituye un programa reformador por la invectiva al rival próximo? Quizás sea peor enarbolar bandera de incapacidad suprema. Hay que ajustar aptitudes y trayectorias.

El PSOE, extraño hombre de paja, centra su contra argumentación en una España federal confusa, hipotética, que lleva impreso un lema: “es peor el remedio que la enfermedad”. Izquierda Unida se desgañita ansiando consolidar unas siglas mortecinas debidas al ciclón Podemos, espontáneo y destructor. A su vez, en justa correspondencia, da una dentellada a Pablo Iglesias -líder ególatra del nuevo aunque periclitado partido- con el advenimiento de Ahora en Común. Alberto Garzón, político (no hay más de dos) al que le compraría un coche de segunda mano, manifiesta un discurso económico inviable en el actual statu quo. Sin embargo, me parece un joven honrado, juicioso, que trae aire fresco, descontaminado, a este chiringuito maloliente y perverso.

Que no espere el PP ganar las próximas generales con mayoría suficiente para encabezar un gobierno estable. Ningún partido, salvo Ciudadanos, UPyD (en bancarrota) e Izquierda Unida constituye alternativa intachable. Podemos significa confusión económica y tinieblas en libertades individuales. Se impone la abstención para ilegitimar este sistema corrupto, cleptómano, que castiga salvajemente a las clases medias.  No nos sirven lucubraciones sobre socialdemocracia, liberalismo o comunismo planificado. Se requieren menos teorías y más voluntad de servicio al ciudadano. Lo demás, debemos considerarlo principios teoréticos seductores, no siempre, pero vanos. Veremos qué nos depara el futuro al día siguiente de las elecciones catalanas o nacionales. Yo, personalmente, preveo reducidas novedades gane quien gane.

Los españoles tenemos que diseccionar adecuadamente la terminología política y su entronque con la realidad.

 

viernes, 24 de julio de 2015

CARMENA Y CARMONA VERSUS RITA LA BIEN PLANTÁ


Mi pueblo, como cualquier otro del solar patrio, adolece de usos inveterados incluso frases que conforman la columna vertebral de su idiosincrasia. Desde los primeros recuerdos que asaltan mi niñez, la gente utilizaba una frase muy precisa con dos vertientes diferenciadas. Se refería a señoras o jóvenes (jóvenas según la lingüista Carmen Romero) de cuerpo escultural -casi siempre supuesto por el decoro, quizás pudor, imperantes- o a aquellas que ponían sus gónadas a escrutinio colectivo, es decir, de armas tomar. Ambas, portadoras de unas u otras “razones”, recibían un título que arrastraban más allá del espacio y del tiempo: “la bien plantá”. El metaplasmo prosódico, frecuente en Andalucía y Castilla la Mancha, acompasa la indigencia fonética al infortunio material. Constituyen zonas humildes donde el boato y la ostentación se dan solo en determinadas élites económicas o individuos pretenciosos -probablemente acomplejados- que ansían arrojar un lastre enjuiciado desde sus cortas y erróneas miras.

Rita Maestre -motu proprio, sin necesidad de impulso definido- decidió sacralizar su torso. Fue un acto exhibicionista (en su más amplia acepción), un argumento netamente femenino a la vez que reivindicativo, para procurarse un lugar al sol. Dejó al descubierto una anatomía cercana al famoso canon de las ocho cabezas, si bien media armadura hubo que suponerla acorde a la norma. Sin duda, Rita era bien plantá aun tasando la divergencia armónica entre su físico y algunas concepciones que merecen el respeto democrático. Quedan exonerados de tal acato talantes totalitarios o dogmáticos, sirva la redundancia. Destaca el hecho impío -al declarar ante el juez- de negarse en carne y hueso alimentando la frustrante noticia de ser exclusiva figura adscrita al Museo de Cera.

El devenir -digo sugerido, desprovisto de azar- la hizo munícipe de Madrid. Figura relevante en el equipo gubernativo, se le asigna ser portavoz del mismo. Sin llegar a los cien días (tópico infantil) ni mucho menos, Rita ha dado muestras de temperamento indómito, proverbial en damas guerreras. Cumple a rajatabla el otro punto para significarse como bien plantá. Tal escenario la hace merecedora de acecho, de observación rigurosa, por parte de compadres e intrusos. La singularidad del personaje y el proceso que tiene abierto a consecuencia del despelote generoso, sacrílego para cristianos tersos, tiene en ascuas al PSOE. Agarrada al asiento municipal, no parece dispuesta a dimitir, a abandonar armas y bagajes, pese al anuncio de limpieza anticasta que voceaba Podemos; su mentor, patrocinio y respaldo.

La señora Carmena y el señor Carmona, su apoyo imprescindible, advierten un vaho antiético que expelen algunos concejales de ese colectivo heterogéneo, desmadejado, que conforma Ahora Madrid. Tanto ella (atada a su antigua profesión), como él (preso de exuberancias verbales), se inquietan ante imputaciones e insolencias fronterizas con el delito. Ni en política puede hacerse una tortilla sin romper huevos y esta comparsa los casca por docenas. La novedad estriba en que son “ecológicos”, diferentes a los que quiebra cualquier otra sigla. Quiero decir que, debido a su procedencia, se les exime de juicio y deben quedar impunes. Por supuesto, Rita (la bien plantá) destaca como estrella principal, fuera del apartado tuitero.

MadridVO, esa web que pone en cuarentena a medios y periodistas, ha levantado ampollas en el sector. Se ha extendido además a gran parte de la sociedad cuya respuesta acoge cierta carga de espanto ante lo que intuye. Hay sospechas de vedar la libertad de expresión. Podemos aparenta congeniar, al menos, con dicha web. El PSOE, bien por convicción bien por el qué dirán en esta larga precampaña electoral, ahoga su desacuerdo con la boca pequeña de Carmona. Exige delicadamente que desaparezca MadridVO. Carmena le dice no. Matizará sus formas, ajustará cualquier acritud a la inconcreción de medios y periodistas. Nada más. Rita (la bien plantá), se planta de nuevo y dice que nones, que ni matiz ni gaitas. Es una portavoz autoritaria, con suficiente autoridad para desautorizar a Carmena, truncando -al tiempo- el optimismo de Carmona. La polémica, además de cambiar el tono castaño a oscuro,  roza lo inaudito. Produce, no obstante, un exiguo rasgado de vestiduras. El sonrojo está prohibido

Antonio Miguel Carmona, ese candidato endeble, es un político sin papel o, por mejor decir, comparsa. Como dicen por estos lares, manda menos que un perro en misa. Enemigo de la invectiva y del insulto, encarna al preboste inusual, extemporáneo. Se desmarca de los modos agresivos, sectarios. Aquí, en esta jaula de grillos, donde los anhelos son curvos como puñales morunos, campa cual esquimal en desierto. A mayor gloria, Pedro Sánchez -que prejuzgo un Zapatero, o Mariano, bis- lo tiene preñado de querencias electoralistas. Manuela Carmena, alcaldesa oficial (ignoro si real) se bandea mal entre jóvenes antisistema porque su anterior actividad consistió  en garantizar a ultranza el régimen de la Transición y sus leyes.

Rita (la bien plantá) al contrario, es un verso suelto que rima a la perfección con Podemos y la marabunta que ha asentado sus reales en el Palacio de Cibeles. Como el lector ha comprobado ya, o está en ello, los “descastados” abandonan a poco sus trincheras atesorando nepotismos y sinecuras, amén de todos los vicios y excesos de aquella casta tan vilipendiada cuando eran mileuristas o parados. Pecan de palabra y obra. ¡Cuántas historias, qué jetas! Es la política, idiotas.

 

 

viernes, 17 de julio de 2015

LOS OTROS OPOSITORES


En mi vida laboral fui funcionario de carrera. Ser funcionario, estar al servicio del Estado y por tanto del ciudadano, implicaba aprobar una oposición más o menos dura y competitiva. Sin embargo, opositar es un vocablo que produce -siempre fue así- inquietud, temor y ansiedad. Cuando yo empezaba, mediados los sesenta del siglo pasado, aún era considerado poco temible pues la proporción entre plazas y candidatos era liviana. Pese a tal ventaja había que estar un año o dos “pelando codos” en el argot habitual. Hablamos de una oposición convencional, la que servía para acceder a los grupos A y B a través de una licenciatura o diplomatura respectivamente. Juez, abogado del Estado, notario, registrador, etc. atemorizaban por su complejidad y carácter endógeno. Individuos inteligentes y vigorosos tardaban sobre cuatro años en aprobarlas. Algunos, muchos, fueron incapaces por el esfuerzo extraordinario que entrañaba obtener plaza. Una vez aprobados, el futuro era prometedor, envidiable, propio de la burguesía intelectual.

Hoy ha cambiado la entraña y, sobre todo, el cupo. Paradójicamente, el sistema está más politizado y el nepotismo se adueña del entorno. Quizás el escaso interés que había años atrás por la función estatal -mal retribuida- potenciaba una evidente falta de atractivo. Demasiados sacrificios para tan escasa compensación. Ahora continúa el chorreo de quienes prefieren optar por aquellas plazas exclusivas, cuya dificultad no ha ido en aumento. No obstante los aspirantes a una plaza ordinaria se han acrecentado de forma exponencial. Este marco lleva a normalizar las primeras pero a hacer arduas las segundas a consecuencia de la relación plaza-aspirante. No extraña a nadie que para cubrir alguna decena de puestos se presenten varios millares. Hay quienes perseveran tanto que el apartado profesión puede cumplirse con un solo vocablo: opositor.

El actual sistema trae consigo nuevas ideas, estrategias y artes. Últimamente malas artes. Ha surgido una clase vieja, nada bisoña, con los mismos tics de aquella que generó miseria y odio pero travestida de juventud a la par que seducción. Ayer, unos partidos genuinos, demócratas, garantes -mal que bien- de las libertades individuales, nos dieron cuarenta años de paz. A trancas y barrancas, cierto, trampeando, con juego poco limpio en ocasiones, pero acatando tácitamente la norma que configura a los países democráticos. Hubo algún abuso, apropiaciones indebidas, incluso atropellos, aunque jamás se sobrepasó la frontera que abre la puerta al totalitarismo. Afirmar que el concierto fue ejemplar implicaría un exceso. Hemos disfrutado de concordia y de paz, algo que poco a poco se va diluyendo, nos lo están secuestrando.

Desde hace algunos años alimentamos una crisis social ¿inesperada? y otra económica que, al parecer, cumple su ritual cíclico. Como consecuencia irrefrenable, surge el populismo demagógico y tiránico. Siempre ocurre así y la Historia lo coteja. El cisma social ruso trajo el leninismo-estalinismo depredador. La crisis económica motivó el fascismo italiano y el nazismo alemán, tan terribles como los anteriores. Ahora, en España, surge una izquierda radical, totalitaria, liberticida, que ahondará ambas crisis y nos hará esclavos de su mesianismo. ¿Cómo hemos llegado a este escenario? ¿A dónde nos encaminamos de forma tan irreflexiva? ¿Creen ustedes que esta caterva fanática, soñadora y chulesca nos va a llevar al Edén? Craso error, vamos derechos al matadero.

Tiempo atrás empezó un paralelismo entre decoro e indecencia al ofrecer semejantes alternativas. Ciudadanos juiciosos entraban en la función pública diseccionando el temario propuesto, con sacrificio personal y financiero. Individuos atípicos, para lograr parecidos empeños, maduraban diferentes méritos. Aquellos dependían de su esfuerzo, estos de su cínico descaro. Aquellos dejaban intactos sus principios morales y éticos. Estos los sojuzgaban bien con la provocación desairada -cuando no violenta- bien con agasajos, fidelidades y servilismo de felpudo. Así se ha constituido un Estado a cuyo frente hay dos millones de funcionarios y millón y medio de enchufados; políticos institucionales u orgánicos aparte. Desconozco qué pasos exactos hemos dado hasta llegar a esta coyuntura inasumible.

Nuevos disfraces, moderno discurso y tácticas agresoras, dejan fuera de juego -sin defensa ni respuesta- a un ciudadano falto, apático, abatido. Quien aspire a gerifalte del nuevo embeleco debe presentar un pedigrí forjado en años de revuelta, de disturbio, de atropello. Exhibe, así, méritos para formar parte del entramado político que nos acecha, para vivir a la sombra de un aparente sacrificio personal en beneficio del actual ciudadano surgido por la acción perversa e inmoral de una inmunda ingeniería social. Suele iniciarse temprano en plataformas, ONGs, colectivos; en definitiva, se foguea dentro del activismo acreedor. Desde luego financiado con fondos públicos dando lugar a un arribismo jugoso. Al fin y a la postre, pretenden vivir (sin excesivos disimulos) de la ubre del Estado. Concienzudos e histriónicos.

Los tenemos ahí, al frente de municipios, diputaciones, parlamentos autonómicos y, pronto, en el Congreso. Carentes, o cicateros, de currículum laboral. En ocasiones, ni siquiera académico. Son  doctores de la agitación como estrategia revolucionaria. Aman el enfrentamiento, un medio para conseguir parcelas de dominio, de status. Constituye una especie tan numerosa que no precisa concreciones. Basta con mirar ayuntamientos o autonomías para advertir su infecta actividad. Qué discordia, cuánta incoherencia, se observa en su trayectoria pública. Al final, los responsables somos nosotros por haberlos aupado a un trono inmerecido. Aceptemos nuestra deuda con los funcionarios, nunca con los bribones.

 

 

viernes, 10 de julio de 2015

JACTANCIA, OSADÍA Y DESACIERTO


Quienes sigan mis artículos saben que los políticos, sin ninguna salvedad, me causan desazón para ser suave y, sobre todo, caritativo. Teniendo en cuenta mi escasa fe, el racionalismo que me caracteriza, así como la actividad empírica acumulada desde el régimen franquista a la democracia, no me siento nada proclive a comulgar con ruedas de molino. Desdeño cualquier argumento que pretenda persuadirme de las supuestas bondades sembradas por gerifaltes a la hora de gestionar el bienestar ciudadano. Da igual momento y país. Importa poco qué sello moral impregne la envoltura del mensaje. Incluso, en ocasiones, pretenden el adoctrinamiento perverso. El individuo solo les atrae cuando no constituye una rémora para conseguir o consolidar poder. Los autócratas, especie solapada pero abundante, persiguen encarnizadamente al ciudadano antagonista. Sin embargo, “sarna con gusto no pica”. Niego que el pueblo sea tonto pero sí algo necio e inocente. El jeta habilidoso -denominado casi siempre político- es un lince, nos abruma y juega con las cartas marcadas.    

Europa se encuentra hoy desorientada. Pese a que también la Comisión está constituida por políticos, estos parecen provenir de un extraño planeta. Se dejan querer estúpidamente o la nueva élite griega pretende incluso el tálamo carnal gratuito. Tsipras no necesitaba ganar ningún referéndum; era ya la jactancia convertida en dios mitológico. Tal divinización es el apeadero extremo del demagogo. Los demócratas no necesitan consagrar sus actos, los populistas demagogos sí. Lances y actores conforman una cohorte que los aúpa al poder y, a la vez, conforman un filtro o lastre, según los casos. El presidente griego falto, al parecer, de caterva celeste ha optado por ungir al pueblo (hundido en la miseria) para aunar orgullo con divinidad de segunda, esa que protege el último aposento sacro.

Los próximos meses vienen generosos en eslóganes, dichos y refranes. Percibo uno que ha de liderar todos los mensajes previos al día D. “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar”, se repetirá de forma tan cansina como fructífera. Grecia pagará un alto precio por la arrogancia y verborrea de Syriza izadas al Olimpo. Sea cual fuere el acuerdo a que finalmente se llegue, los griegos se han sumergido en las procelosas turbulencias de una indigencia tercermundista. Cuando despierten del estado catatónico actual, propiciado por el elixir demagógico, deberán digerir durante algunos años su insensatez. Otros demagogos, afines o rivales, intentarán sacar partido de tan onerosa experiencia recomendando al ciudadano europeo escarmentar en cabeza ajena.

Podemos exhibe, además, una osadía hiriente, de sarpullido. Mis raíces manchegas me hicieron especialmente sensible a la bravuconería del ególatra, a responder con firmeza al reto. Espero que este carácter bravo, aguerrido, sea común en la extensa piel de toro. Podremos soportar mentiras, fraudes, desdenes, pero zaherir la humildad es intolerable. Nuestro pundonor individual no se negocia, ni puede medirse ni compararse. Quien despliegue un talante prepotente comete la mayor ofensa que pueda erosionar la cautela ciudadana. Las últimas noticias muestran una vez más el fondo totalitario de un Pablo Iglesias de postín, huero, con lógica contrahecha; divergente sumo entre lo dicho y lo cumplido. Gracias al plan de primarias propuesto, pasa a ser gestor torpe, pero indiscutible, de Ahora en Común. Podemos es tan socialdemócrata como casta la Trotaconventos. Aparte hábiles técnicas de púlpito, dista mucho de ser un partido renovador, demócrata, ético. Es una tramoya para conseguir un poder absoluto que no piensa ceder ni compartir; una nueva casta más casposa que la anterior porque tiene antecedentes ideológicos del siglo XIX. El desvelo por los ciudadanos oscila entre arriesgados experimentos y notables desamparos aplicables a Syriza y Tsipras, sus correligionarios griegos.

El primer error lo ha cometido el PSOE. Esa estrategia de unir su destino al de Podemos crea incertidumbre y rechazo. ¿Hay alguien capaz de definir cuál es la política real de Pedro Sánchez? ¿Qué proyecto tiene de España, si esconde alguno? De momento solo le interesa sustituir al PP en el gobierno. Sospecho que semejante proyecto es insuficiente para ganar unas elecciones. Carece de referentes actuales y los pasados constituyen un auténtico lastre. Veremos al final, pero no deben hacerse demasiadas ilusiones. Jugar con fuego siempre implica riesgo; y no pequeño, incalculable. 

Rajoy y PP personifican el desacierto pues desconocen a sus votantes. La derecha no es dogmática, sino racional. Convencer con miedos o mentiras a dos millones de ciudadanos críticos, con sentido común, aparenta misión imposible. Rajoy perderá las elecciones por derrochar inútilmente aquel capital político que hace cuatro años puso en sus manos el pueblo español. Vio en él una última oportunidad para que diera la vuelta al roto calcetín. No pudo o no quiso y será el primer presidente que cumpla una sola legislatura. A mayor inri, proviniendo de una mayoría absoluta. ¿Cómo se puede desperdiciar tanto crédito? Vanidad de vanidades; es decir, vacuidad.

Nos queda como repuesto exclusivo, para continuar con esperanza, Ciudadanos y UPyD. Albert Rivera tiene que andar con pies de plomo porque es rival serio y lo observarán a fondo, tanto en su comportamiento cuanto en sus disposiciones. Dicen los mentideros que algún colaborador, quizás barón, actúa con escaso tino. Cuidado con los espontáneos. Asimismo, espero del partido magenta una renovación seria para colocarse a la cabeza en las elecciones generales y tener un protagonismo del que ahora mismo carece. Sería bueno para España y para los españoles que recogiera el espacio de la izquierda moderada, socialdemócrata, abandonado por un PSOE echado al monte. Así sea.

 

viernes, 3 de julio de 2015

GRECIA, CARICATURA Y ENCRUCIJADA


Llevamos unos días convulsos. Que yo sepa, Grecia es el primer país europeo en sufrir un “corralito” revelador e ignominioso. Inquieta que el crisol de la cultura greco-romana se zambulla en concurso de acreedores. Esta dentellada moral importa poco al individuo griego que sufre la mancilla del materialismo exigente. Acostumbrada a un statu quo engañoso e irreverente, Grecia exige trato hospitalario, casi asistencial. Europa teme que pueda extenderse esta llamada a la providencia y quiere cortar por lo sano, sin contemplaciones. Podemos, que todavía no es España, mira espantado el derrotero (claramente siniestro) que toma el marco de los debates entre un David intrigante y el Goliat arisco. Además, y aquí viene la inquietud de nuestro Syriza patrio, tal litigio tiene final anticipado.

Se dice, ignoro si como excusa o cargo, que Grecia entró en el euro adulterando datos precisos. Sospecho que hubo otros falsarios documentales, amén de reglamentarios. Sin embargo, hay sobrada certidumbre de que estos ardides tuvieron escasa influencia en la estabilidad o inestabilidad de la moneda porque la falacia fue recíproca, consentida, y sus secuelas anticipadas. Hacerse ahora de nuevas forma parte del histrionismo, asimismo enmascaramiento, con que se bautizó al retoño europeo. Ciertos países, entre ellos España, no entraron en la Comunidad; fueron magnetizados por su halo o por gobernantes ahítos de ofrecer algún rédito político. Alemania, Francia, Países Bajos o Italia -esta en menor medida- acumulaban grandes excesos de producción que ponían en riesgo un notable equilibrio económico. Debido a ello, unos y otros cerraron los ojos contaminando también el euro. Ahora preocupan estos lodos.

Que Grecia no puede pagar la enorme deuda es archiconocido desde hace decenios. Años atrás ya se efectuaron quitas importantes, jugosas. Creo que todo el mundo (deudores y acreedores) era consciente de tan anómala situación. No obstante, nadie daba un paso para alterar ese acuerdo tácito que tutelaba una relación enfermiza. Tuvo que ganar Syriza con quimeras y desplantes para que la entente quedara rota. Algunas afirmaciones arrogantes, pruritos -suicidas más que decorosos- y desplantes innecesarios, de consumo interno, forzaron el pulso económico-político. Al fondo, se observa una ciudadanía que paga el triste peaje de su ligereza. Los errores se pagan. Ya casi nada es gratis en este mundo tan competitivo y globalizado. Además de penoso, es totalmente injusto que los éxitos sean disfrutados solo por gerifaltes mientras cualquier fracaso lo expíe, cruzando un inhóspito desierto, el pueblo llano.

El Estado griego lleva tiempo siendo paternalista, una ONG de amplio porte social que financia la Troika. Probablemente en su inicio -como a otras naciones, entre ellas España- se les prestara sin límite para elevar de manera artificial su poder adquisitivo. A la vez, los países prestamistas veían contraerse sus stocks. A poco, estos fueron menguando en proporción inversa al saldo impagable de los deudores. Casi todos, ebrios de consumismo, acumularon pasivos imposibles. Pero el problema económico se vuelve político a causa de dos aspectos fundamentales: quitas aparatosas y talante altivo. El primero sienta un precedente resbaladizo, tozudo. El segundo alumbra una respuesta fría, cortante, inmisericorde. Se pasa así de la restitución al reto, del concierto a la discrepancia, de las tributaciones a los atributos; es decir, se imponen órganos extraños al intelecto. Téngase presente que nadie está libre de enrocarse en vericuetos insólitos.

Alguien expresó sin contribuir al eufemismo: “Si Grecia sale del euro es una mala noticia pero si se queda es peor”. Al momento, existen parejas probabilidades de lo uno y de lo contrario. Creo que se quedará por esa transmutación del apremio económico a extravío alarmante del status político, si al final se abrazara a Rusia. Estados Unidos presiona (¿involuntariamente?) para que el gobierno heleno, bajo una cutícula victimista, se aproxime a la esfera rusa. Si ya es preocupante el conflicto ruso-ucraniano, con Grecia potencial aliado volverían a enfriarse las relaciones ruso-americanas provocando, quizás, una inminente “guerra fría”. El FMI, puede que paradójicamente dirigido, tiene especial interés -casi por generación espontánea- de mitigar las exigencias rigurosas de hace días. Incluso aventó la absoluta necesidad de una nueva quita para hacer viable cualquier trámite respecto a la deuda. ¿Hay gato encerrado? Es posible. 

El calor infernal de este julio madrileño, en donde me encuentro por un tema familiar, posibilita el ardor de mi mente que deviene delirante. Sin embargo, la realidad supera en demasiadas ocasiones las fantasías más pasmosas. Syriza abre el Mediterráneo que puede cerrar Podemos. ¿Pura casualidad o proyecto político-militar para forzar posturas? No conozco los entresijos de la política griega pero me parece sospechosa la facilidad mediática, asimismo económica, para que -dentro del ámbito capitalista- un movimiento revolucionario radical consiga tantas facilidades. La débil economía japonesa, la enorme burbuja financiera americana, el absorbente capitalismo chino, la expansión del fundamentalismo árabe, junto al problema ruso-OTAN en Ucrania, ponen al mundo en estado crítico. La Alta Política es tan misteriosa, tan compleja de razonar, como el dogma de la Santísima Trinidad.

Dudo de la efectividad que dejará el referéndum mañana. Consecuente con mi tesis, pienso que tendrá nulo alcance porque todo está previsto sea cual sea la respuesta ciudadana. Grecia se convierte en caricatura para cambiar de ubicación y de biombo. Es el catalizador idóneo, la excusa decisiva. El pasado siglo, dos imperios cercanos -Austria y Prusia- junto a otros dos lejanos -China y Japón- constituyeron sendos veneros de enfrentamiento bélico que causaron millones de muertes en todo el orbe. Fue una horrible manera de resolver sucesivas crisis sociales y económicas. Por desgracia, quizás la única. Cuando el hombre pierde su oriente, la tragedia le vuelve al camino correcto. Eso indica reiteradamente el devenir histórico.

Entre tanto, Tsipras solo es un  personaje de la farsa. A lo peor, un aventurero más de los que abundan por nuestros lares. Respeto, aun admiro, a quienes pretenden escalar puestos altos de la pirámide por méritos propios -no necesariamente intelectivos- o por necedad social. Me repelen, a la vez, aquellos que esconden su natural tras disfraces y máscaras haciendo de la estafa su ambigua tarjeta de presentación.

De momento Grecia, en principio sola, se encuentra en una difícil encrucijada. Puede que mañana nos toque a nosotros. Por esto, debemos sumarnos a su expectación por encima de síes o noes tan impostores como inútiles. Algunos afirman que votar no, es afirmar la democracia. Me aburre tanta indecencia política.