viernes, 24 de julio de 2015

CARMENA Y CARMONA VERSUS RITA LA BIEN PLANTÁ


Mi pueblo, como cualquier otro del solar patrio, adolece de usos inveterados incluso frases que conforman la columna vertebral de su idiosincrasia. Desde los primeros recuerdos que asaltan mi niñez, la gente utilizaba una frase muy precisa con dos vertientes diferenciadas. Se refería a señoras o jóvenes (jóvenas según la lingüista Carmen Romero) de cuerpo escultural -casi siempre supuesto por el decoro, quizás pudor, imperantes- o a aquellas que ponían sus gónadas a escrutinio colectivo, es decir, de armas tomar. Ambas, portadoras de unas u otras “razones”, recibían un título que arrastraban más allá del espacio y del tiempo: “la bien plantá”. El metaplasmo prosódico, frecuente en Andalucía y Castilla la Mancha, acompasa la indigencia fonética al infortunio material. Constituyen zonas humildes donde el boato y la ostentación se dan solo en determinadas élites económicas o individuos pretenciosos -probablemente acomplejados- que ansían arrojar un lastre enjuiciado desde sus cortas y erróneas miras.

Rita Maestre -motu proprio, sin necesidad de impulso definido- decidió sacralizar su torso. Fue un acto exhibicionista (en su más amplia acepción), un argumento netamente femenino a la vez que reivindicativo, para procurarse un lugar al sol. Dejó al descubierto una anatomía cercana al famoso canon de las ocho cabezas, si bien media armadura hubo que suponerla acorde a la norma. Sin duda, Rita era bien plantá aun tasando la divergencia armónica entre su físico y algunas concepciones que merecen el respeto democrático. Quedan exonerados de tal acato talantes totalitarios o dogmáticos, sirva la redundancia. Destaca el hecho impío -al declarar ante el juez- de negarse en carne y hueso alimentando la frustrante noticia de ser exclusiva figura adscrita al Museo de Cera.

El devenir -digo sugerido, desprovisto de azar- la hizo munícipe de Madrid. Figura relevante en el equipo gubernativo, se le asigna ser portavoz del mismo. Sin llegar a los cien días (tópico infantil) ni mucho menos, Rita ha dado muestras de temperamento indómito, proverbial en damas guerreras. Cumple a rajatabla el otro punto para significarse como bien plantá. Tal escenario la hace merecedora de acecho, de observación rigurosa, por parte de compadres e intrusos. La singularidad del personaje y el proceso que tiene abierto a consecuencia del despelote generoso, sacrílego para cristianos tersos, tiene en ascuas al PSOE. Agarrada al asiento municipal, no parece dispuesta a dimitir, a abandonar armas y bagajes, pese al anuncio de limpieza anticasta que voceaba Podemos; su mentor, patrocinio y respaldo.

La señora Carmena y el señor Carmona, su apoyo imprescindible, advierten un vaho antiético que expelen algunos concejales de ese colectivo heterogéneo, desmadejado, que conforma Ahora Madrid. Tanto ella (atada a su antigua profesión), como él (preso de exuberancias verbales), se inquietan ante imputaciones e insolencias fronterizas con el delito. Ni en política puede hacerse una tortilla sin romper huevos y esta comparsa los casca por docenas. La novedad estriba en que son “ecológicos”, diferentes a los que quiebra cualquier otra sigla. Quiero decir que, debido a su procedencia, se les exime de juicio y deben quedar impunes. Por supuesto, Rita (la bien plantá) destaca como estrella principal, fuera del apartado tuitero.

MadridVO, esa web que pone en cuarentena a medios y periodistas, ha levantado ampollas en el sector. Se ha extendido además a gran parte de la sociedad cuya respuesta acoge cierta carga de espanto ante lo que intuye. Hay sospechas de vedar la libertad de expresión. Podemos aparenta congeniar, al menos, con dicha web. El PSOE, bien por convicción bien por el qué dirán en esta larga precampaña electoral, ahoga su desacuerdo con la boca pequeña de Carmona. Exige delicadamente que desaparezca MadridVO. Carmena le dice no. Matizará sus formas, ajustará cualquier acritud a la inconcreción de medios y periodistas. Nada más. Rita (la bien plantá), se planta de nuevo y dice que nones, que ni matiz ni gaitas. Es una portavoz autoritaria, con suficiente autoridad para desautorizar a Carmena, truncando -al tiempo- el optimismo de Carmona. La polémica, además de cambiar el tono castaño a oscuro,  roza lo inaudito. Produce, no obstante, un exiguo rasgado de vestiduras. El sonrojo está prohibido

Antonio Miguel Carmona, ese candidato endeble, es un político sin papel o, por mejor decir, comparsa. Como dicen por estos lares, manda menos que un perro en misa. Enemigo de la invectiva y del insulto, encarna al preboste inusual, extemporáneo. Se desmarca de los modos agresivos, sectarios. Aquí, en esta jaula de grillos, donde los anhelos son curvos como puñales morunos, campa cual esquimal en desierto. A mayor gloria, Pedro Sánchez -que prejuzgo un Zapatero, o Mariano, bis- lo tiene preñado de querencias electoralistas. Manuela Carmena, alcaldesa oficial (ignoro si real) se bandea mal entre jóvenes antisistema porque su anterior actividad consistió  en garantizar a ultranza el régimen de la Transición y sus leyes.

Rita (la bien plantá) al contrario, es un verso suelto que rima a la perfección con Podemos y la marabunta que ha asentado sus reales en el Palacio de Cibeles. Como el lector ha comprobado ya, o está en ello, los “descastados” abandonan a poco sus trincheras atesorando nepotismos y sinecuras, amén de todos los vicios y excesos de aquella casta tan vilipendiada cuando eran mileuristas o parados. Pecan de palabra y obra. ¡Cuántas historias, qué jetas! Es la política, idiotas.

 

 

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