viernes, 25 de febrero de 2022

DISEÑO SUICIDA

 

 

Renuncio a reproducir informaciones que ya han sido suficientemente expuestas (incluso magnificadas) con profusión, en ocasiones con desmedida inquina. Llega el momento de inferir, también lucubrar, qué puede traernos el destino siempre irritado y aturdido por la estupidez humana. El tema muestra una casuística espinosa, recóndita, hasta retorcida, para analizarlo sin precedentes sustantivos. La conjunción planetaria —aquella de la que hablaba Leire Pajín, iletrada ministra de Zapatero hoy asesor de gobiernos exquisitamente democráticos— que las caóticas leyes astrales negaron por entonces, ahora se ha realizado trayendo confusión y zozobra. Partidos o grupos concretos invierten su tiempo laborable, a cargo del erario público, en buscar pruebas incriminatorias para aniquilar rivales políticos incómodos. Constituye una forma, al menos poco estética, de corrupción. 

Los últimos tiempos son indulgentes con vocablos de implícita carga peyorativa: corrupción, fascista, populista, etc. Todos ellos son definibles, no definidos; es decir, están abiertos a capacidad o posibilidad de matizar conceptos en oposición a algo afianzado. Bebible y bebido, verbigracia, pueden aclarar dichos matices. Nadie, salvo ingenuos pertinaces, creen que haya partidos —asimismo escasos individuos—provistos de fuerza moral para acusar de corrupción a antagonistas. Tal vez los haya porque los escrúpulos (mejor dicho, su falta) engendran cierta sensación de impunidad. Viene a colación el viejo proverbio “ver la paja en ojo ajeno y no ver la viga en el propio”. Declino eximir a nadie de responsabilidades o culpas cometidas durante su gestión político-social, pero me parecen poco equitativas, desiguales e injustas, las inflamatorias (a la vez que chabacanas) imputaciones de corrupción vertidas básicamente sobre el PP.

A tales personajes, ubicados entre la intriga y lo delincuencial, se suman ensoberbecidos medios audiovisuales casi todos comprados por Sánchez u otros sosias. Donde la cultura escasea, el conocimiento se adquiere cómodamente a través de las pantallas sin tiempo a discernir su autenticidad o podredumbre. Millones de ciudadanos llevan anteojeras en su camino consolidando el itinerario prescrito, “conveniente”. Resulta incomprensible, además, que individuos investidos de toda pureza e integridad ética sean incapaces de respetar la presunción de inocencia que exigen para sí y adláteres. “Comunismo o libertad se convierte en comunismo o comisiones”, Fernando Berlín dixit. Se ha tragado de golpe “presuntas”, ese vocablo que dilata la transgresión moral, social y jurídica. Hay algunos más amparados bajo una prerrogativa exclusiva que no alcanza al común.

Fuera de cualquier ambición tangible, o no, Isabel Díaz Ayuso es considerada enemiga peligrosa, letal, a batir, por Sánchez y Casado al alimón. Tal animosidad tiene una fecha rotunda: cuatro de mayo de dos mil veintiunos. Para el necio presidente supuso no solo un golpe fulminante en su egocentrismo sino la aparición precisa de quien le ganaba cualquier lance oponiendo humildad a altivez. Supuso para él la estocada indigesta a su soberbia dominante, ahora cruelmente mancillada. Casado, contradictorio e inseguro, concibió una fantasmagoría terrible: que su protegida lo traicionaría raptada por un deseo irrefrenable de poder. Puede que la génesis de esa pesadilla fuera impulsada por el afín, pero quien admitió como real aquel espejismo es culpable directo de las derivaciones posteriores. Tal escenario nos lleva a una probable conjura entrambos.

Ni todas las mentiras ni propaganda de Sánchez son capaces de ocultar la situación económica real de nuestro país, prácticamente en bancarrota; es decir, arruinados, sujetos a una deuda impagable y asfixiados por un gran descrédito internacional. Si no se dopara (palabro utilizado por Podemos con Rajoy) el empleo público, estaríamos ya en estanflación. He aquí el verdadero enemigo de Sánchez que lo llevará a la desaparición política y social. Algunos pensamos que Casado se ha dejado engañar confiándose a un presidente presuntamente informador, directo o indirecto, de datos tóxicos, ilegales, para aplacar a Ayuso, incluso deshacerse de ella. Su propia estratagema se le ha vuelto letal.

Como español y analista político me desconciertan dos hechos. Uno esconde actitudes doctrinarias, fanáticas, corruptas. Me pregunto cómo puede ser que varios contratos, presuntamente viciados hechos por la Comunidad de Madrid en los primeros meses de la pandemia, cuyo importe total no llega a dos millones, interesen semanas de programación en la Sexta. Mientras, millones de contratos, subvenciones y nepotismos muy sabrosos (en fechas perecidas) por un monto de miles de millones merezcan un silencio ¿cómplice? y la abstención ominosa de la fiscalía cuya obligación hubiera sido intervenir de oficio. Más Madrid, PSOE y Podemos, han salido en tromba endosando a Ayuso las peores lacras. Ángeles y demonios se conocen por los hechos, nunca por su fisonomía.

En mil novecientos noventa y seis apareció un libro escrito por José Díaz Herrera e Isabel Durán bajo el título “Pacto de silencio” y subtítulo: “La herencia socialista que Aznar oculta”. Se vislumbraba el acuerdo tácito entre los partidos políticos para tapar abusos diversos. Si lo que está ocurriendo ahora implicara quebrar las líneas rojas del supuesto proceder —sueño estéril— los españoles nos enteraríamos de la corrupción real, no de la continuamente aireada. La “casta”, toda ella, nunca desnuda sus vergüenzas.

El segundo hecho es quién va a coger las riendas del PP para deshacernos de Sánchez, político increíblemente destructivo. Hay analistas que sugieren la existencia de diversas sensibilidades dentro del centro-derecha y que los acontecimientos recientes significarían un golpe dado por una de ellas, en alusión al equipo de Ayuso. Salvo sorpresas de última hora, todo apunta a Alberto Núñez Feijóo como sustituto de Casado. Creo en la necesidad de dejar al margen cualquier sensibilidad porque, al fin, siempre habrá una con mayores probabilidades de triunfar en beneficio del país, del sistema y de los españoles.

Quien perciba animadversión al hipotético sucesor de Casado, se equivoca. Sin embargo, no lo juzgo candidato idóneo para enfrentarse no solo a Sánchez sino a su personal nacionalismo gallego. Gloria Lago, portavoz de la desaparecida “Galicia Bilingüe”, a la que utilizó y luego desdeñó, dice de él: “La palabra de Feijóo no vale nada”. Recordemos asimismo que hace escasas fechas, puso una prueba eliminatoria en gallego para opositar a la función pública. Estos y otros acaeceres hacen que Feijóo carezca de prestigio ni carisma para conjuntar afectos ni satisfacer repetitivas esperanzas siempre frustradas.

Si el PP no aprende en esta pugna de trincheras y devuelve cada golpe, si renuncia a la hegemonía educativa, cultural y mediática (no adoctrinadoras), si sigue preso de sus complejos y no deja de suscribir etiquetas grotescas, podría jugar solo en competiciones veraces que son las menos. Políticamente andaría errante, vacío, inservible. Si el próximo presidente del PP no comprende las normas de juego, seguirá diseñando un guion suicida porque el deterioro, la desafección, no los engendra la desconfianza sino la desilusión.

viernes, 18 de febrero de 2022

SI LA DERECHA DESAPRUEBA, MALO; SI LA IZQUIERDA APLAUDE, PEOR

 

 

Hay ocasiones en que se hace imprescindible acudir a las esencias para encontrar respuestas que despejen equívocos vertebrales del acontecer social. A poco de elecciones autonómicas en Castilla León, previsible ensayo de las andaluzas e incluso nacionales al finalizar el año, irrumpen sucesos cuyo tratamiento merece especial cautela siempre, más cuando la coyuntura aconseja un tacto exquisito. El azar ha querido cebarse con dos jóvenes, uno de quince años, muertos por la insensata acción de bandas juveniles adscritas a una rivalidad aparentemente insustancial. Los lances ocurrieron en Madrid y ello llevó a Ayuso a solicitar mayor presencia policial para paliar, al menos, el aumento eventual de inseguridad. Lo ocurrido después recuerda el debate grosero, cretino, de dos conejos a los que perseguían galgos, según uno, y podencos al parecer del otro.

El episodio que nos ocupa tuvo dos protagonistas rigurosas, indómitas, opuestas al carácter tranquilo, apacible, de aquellos simpáticos animales. Resultó que Rocío Monasterio, portavoz de Vox en la Asamblea madrileña, atribuyó a la inmigración ilegal relevancia notable, si no única, en esas bandas denominadas clásicamente “latinas”. Ayuso respondió argumentando que sus miembros nada tenían que ver con un origen determinado, añadiendo: “algunos pertenecen a la segunda generación y son tan españoles como Abascal, usted o yo”. Semejante respuesta mereció el aplauso general de toda la izquierda; esa que no desaprovecha ocasión para despellejar (básicamente sin motivo como se comprueba a posteriori) a la presidenta. Cualquier roce entre PP y Vox significa el goce eterno, espurio, de Sánchez en La Moncloa. He aquí la razón de tanto regocijo.

Convendría que esas fricciones fueran desapareciendo con inteligencia, contemplando el menosprecio hacia aquellas etiquetas engañosas a una sociedad que día a día advierte el abismo entre patraña y realidad. Haríamos bien en aprovechar lecciones juiciosas que ofrecen las fábulas de Iriarte y Samaniego. Viene al caso: “Guarde para su regalo esta sentencia de autor, si el sabio no aprueba, ¡malo!; si el necio aplaude, ¡peor!”. Durante una semana, al menos, todos los medios —con delirio el de referencia, La Sexta— se dedicaron a ensalzar de manera inaudita, estentórea, asimismo interesada, la elocuencia de Ayuso. Que esta enemiga tenaz del sanchismo (una Juana de Arco rediviva) merezca aclamaciones por parte de quien pretende su descrédito absoluto, es cuanto menos extraño si no evidencia júbilo libidinoso ante presuntas fricciones PP-Vox.

Se percibe, no obstante, cierta empatía entre ambas políticas llamadas a ocupar puestos estelares en sus respectivas formaciones. Carecen de complejos, engendro que aprovecha nuestra izquierda (generalmente radical, totalitaria), incluyendo el sanchismo, para señalar extrema derecha a Vox y aledaños. Ignoro qué brebaje suele tomar el Comité Ejecutivo del PP cuando todo un conjunto se “acongoja” (léase otro vocablo popular) porque le cuelguen sea cual etiqueta. Comprendería que individuos pusilánimes sufrieran angustia cobarde, pero referido a grupos hipotéticamente solventes es inconcebible. El sanchismo, una banda poco democrática de charlatanes y vividores, potencia cualquier receptividad política y social para mantener el poder a poco que las urnas hablen indefinidas. Ahora mismo, Vox es descrito incluso a nivel ciudadano como una ideología tiránica, agresora, perversa. Comunicadores varios llaman a Podemos izquierda y a Vox extrema derecha. ¿Conocen la Historia o están vendidos? Respondan ustedes.

Insisto, si Casado no se deshace de Teodoro García Egea jamás presidirá ningún gobierno. Si, al final, lo envía a casa probablemente tampoco. Le falta consistencia, valentía y provisión. La respuesta dada (en aquella moción presentada por Vox) directamente a Abascal, exhibió tantas carencias que quedó inhabilitado a futuro. Dicho cúmulo de deficiencias le empequeñece ante Ayuso —inclemente con el rival infame— llevándole a cometer error tras error. Creo, además, que emplea o permite trucos desleales con sus barones pensando siempre en beneficio propio. Cuando alguien manifiesta espanto a perder un crédito que no demuestra en forma y manera, es que lo tiene ya perdido. Cualquier acción cuyo objetivo sea retrasar tal evidencia, acarrea un mal irreversible al país y al propio partido.

Convengamos primero algunos cotejos históricos incuestionables. Fascista y antifascismo fueron conceptos acuñadas por comunistas, españoles e internacionales, en la Guerra Civil y postguerra. Coincidiremos en que “nazismo” y “comunismo” sintetizan cualquier visión extrema de la política en aquella época. Pues bien, como premisa, Mussolini y Hitler (padres de aquellos excesos) surgieron del socialismo italiano y alemán. ¡Qué decir de Stalin! Hay un hecho todavía más ilustrativo: el veintitrés de agosto de mil novecientos treinta y nueve —días antes de empezar la Segunda Guerra Mundial— se firmó el pacto Ribbentrop-Mólotov entre Alemania y Rusia. ¿Fue un pacto fascista o antifascista? Tales virajes constituyen componendas de la extrema izquierda ante sociedades iletradas. Así consiguen un poder inscrito al miedo, cincelado a golpe de retórica bastarda, elemento motriz del acontecer humano.

Me sorprende que personas con sentido común, sensatas, den oídos al sambenito colgado a Vox de partido abominable, satánico, capaz de las mayores crueldades imaginables. Millones de españoles conciben absurdamente sus presuntas lacras. Hasta donde yo sé, fascismo y nazismo fueron sismos genuinos de un pasado irrepetible que algunos aprovechan de forma tremendista y miserable. Excluyo un partido de extrema derecha en sentido diabólico. Sí como posición ideológica respecto a otra anterior; es decir localizada en un espacio ordenado. Sin embargo, han existido y existen partidos de extrema izquierda con terrible proceder moral y social. Desde luego, constriñen la libertad metafísica del individuo porque impulsan una ideología opresora.

Hemos llegado a un punto donde el lenguaje sufre oscuras transformaciones debido a artimañas admitidas maquinalmente. Doctrinas totalitarias cuyo asiento natural es la dictadura, pasan a ser garantes tediosas de exquisitez democrática. Por el contrario, idearios liberales, defensores de la dignidad e igualdad del individuo, son considerados perversos, contraproducentes, para una convivencia pacífica. Se llega así a la fase álgida en que los farsantes realizan su siembra nociva, nefasta. Al ciudadano le queda como opción lucrativa defenderse de forma titánica con análisis censores, políticamente (in)correctos, mientras saca a relucir una rebeldía justa, imperativa, acusadora.

Mientras la derecha, situada en cualquier tramo del espacio propio, gasta energías en conflictos de pedigrí genético, la izquierda dictatorial (incluido el sanchismo) abriga notables probabilidades de repetir legislaturas eternamente porque acepta cualquier apoyo sin exigir certificado previo de buena conducta. ¡Ojo al dato!, que diría aquel. Sánchez exige al PP romper con Vox en toda España si quiere la abstención del sanchismo —que no PSOE— en Castilla y León. ¿Broma o estupidez? Me inclino por lo segundo.

viernes, 11 de febrero de 2022

FRANQUEZA VERSUS ESTAFA

 

Franqueza es sinónimo de sinceridad y significa sencillez, veracidad, modo de expresarse o comportarse libre de fingimiento. Pareciera que esos valores, a poco, desaparecen del quehacer nacional de forma perturbadora. Ignoro cuál es la degradación que sufren los países adyacentes al respecto, aunque, según el dicho, “en todas partes se cuecen habas”. Pienso, dada nuestra idiosincrasia optimizada además por una ingeniería social con planificación sutil desde las altas esferas del poder, que batir la marca nativa lo hemos puesto realmente difícil. No discuto la existencia de territorios con caracteres similares (podríamos nombrar algunos que aflorarían de manera natural) cuyas miserias casi alcanzan los niveles propios. Desde luego, “España es diferente” excluye frescura pues su preeminencia la ha desarrollado en torno a una larga y turbulenta vida.

No sabría argumentar las razones, pero atisbo pequeños espacios donde malicia y rectitud conviven turnándose momentos, etapas, peculiares. Quizás fuera acertado denominarlos rescoldos de un pasado que va desapareciendo sin que nada análogo llene el dominio vacante. Conozco todavía gentes que cuando estrechaban la mano subscribían un documento notarial. Incluso contemporáneos infantes entonces—pese a invasiones tóxicas ex profeso, desprotegidos si no faltos de reputación— hoy mantienen en boga aquellas pautas dignas de todo encomio. Jóvenes, asimismo menos jóvenes, han ido sustituyendo tales entrañas extendidas, modestas y honorables, a cambio de un ardor progre. Ese delirio de escaparate, erróneo, lo juzgaría incompatible con cualquier derivada anexa a la tan traída y llevada lucha generacional. Tiene sus propios cimientos.

A título personal, sin subrogarme representación alguna, voy a ejercer de franco (así, con minúscula para evitar sobresaltos emocionales) o, como se diría ahora en el ruedo ibérico, de políticamente incorrecto. La sociedad debe cargar pesadas losas en actitudes y réplicas respecto a muchos desatinos políticos, así como menguar las tragaderas convertidas en grave problema democrático. Bien por jóvenes con la placidez del imberbe, ya ataviados de cauta veteranía, la calle se encuentra tranquila, sin amago de cambio inminente. Yo —rebelde con causa, pero de arrebato reducido por los años— digo que tenemos el gobierno (léase sobre todo presidente) más postizo y tortuoso desde hace ocho décadas, al menos. Algunos comunicadores, aparceros o revertidos, dicen que Sánchez es un lince que al ser ibérico su taxonomía lo designa lynx pardinus; es decir, “apardinado”.

El lunes pasado, día siete, por fin apareció un rayo de franqueza en el firmamento hispano. A expensas del gobierno social-comunista, se invitó al profesor Joan Ramón Laporte Roselló —experto en fármaco-vigilancia— para dar una conferencia sobre vacunas y Plan de Vacunación en la Comisión de Investigación del Congreso. Dicho experto, tras una exposición argumentada y con datos incontestables, puso en duda la eficacia de las vacunas contra el Covid-19 (incluso negó que lo fueran según la terminología de la RAE). Se manifestó además partidario de las vacunas contrastadas y contra el negacionismo. Este señor ha aclarado muchas dudas importantes mientras dejaba traslucir la ingente cantidad de patrañas que nuestro gobierno ha ido atesorando en meses. Ignoro si la gratitud del pueblo compensará los problemas venideros por ser contestatario al individuo que ejerce de señor feudal.

Sí, salvo el derecho de pernada probablemente inexistente o inadvertido, vivimos bajo las extravagancias de un tirano que hace lo que le apetece sin control ni límite. Coyuntura penosa, agudizada porque el escenario teórico es una democracia que resulta incorpórea, pura inscripción de frontispicio. Una sociedad adormecida, fiscalía domesticada, insólita ganga sindicalista-patronal y el aliento lelo de Alberto Casero —diputado del PP desafecto a Guillermo Tell— allanan la legislatura a un Sánchez con chistera muy raída ya. Quiero suponer que los españoles (solos, sin ayuda de una Europa desnortada, débil, medrosa) seamos capaces de poner donde corresponde a este caradura intrigante. Como persona me importa un bledo y, por tanto, carezco de epítetos meritorios o censurables; mi estimación del político es notablemente negativa, mugrienta. Justo y oportuno.

Estafa —palabra gruesa, aposentada en esta tierra pícara— es toda acción de delitos que se caracterizan por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio. Niego mayorazgo exclusivista incluso dentro del entorno democrático que nos rodea, aunque ostentemos cierta autoridad. Quien más, quien menos, aprovecha las ocasiones al máximo por si tiempo y azar las malbarata o mengua. Aquí, la competencia se hace asfixiante dado el desmedido número que pretende exigir su particular agasajo. Tal vez esta perversión acontezca en cualquier capa social, pero prefiero fijarla por equidad sobre la clase política que algunos (situados dentro de ella) la consideran “casta”. No me atreveré yo a corregir tamaño distintivo aplicado por alguien que conoce a fondo el percal independientemente de posteriores ejecutorias. Otros debieran hacerlo y tampoco lo hacen.

“Todo esto tiene que parecer verdadero. Es una estafa de altos vuelos”, manifiesta Richard Morgan en Carbono Alterado. La frase del escritor británico a priori pudiera entenderse frívola hipérbole, pero siendo rigurosos resulta principio promocional de primer orden, muy solvente. El estafador, como buen ladrón, oculta no solo intenciones sino cualquier signo que comporte proceder endémico, cíclico e interesado. Suele utilizar una táctica ineludible, garantizada, de efectos contundentes: desarrollar la susceptibilidad del estafado. Sin embargo, los políticos esgrimen estrategias toscas, belicosas, basadas en el abandono ajeno y en su propia impunidad. Considero que el estafador necesita nutrir, experimentar, permanentemente dicha actividad —a modo de práctica— para mantenerse apto. Es curioso que seamos nosotros quienes sufraguen tan lucrativo aleccionamiento.

A la postre, y siguiendo el argumento del señor Morgan, franqueza y estafa —más allá de la confrontación— tienen un hilo común, si bien contrahecho, llamado precepto. En su acepción segunda, precepto significa “cada una de las instrucciones o reglas que se dan o establecen para el conocimiento o manejo de un arte o facultad”. Por tanto, realizar una estafa conlleva cumplir instrucciones o reglas con envoltura verisímil. Son distintas, moralmente en las antípodas, pero la indecencia que desprende estafa constituye el envés del decoro que envuelve la franqueza.

Termino con una certidumbre: el papel desempeñado por la gran mayoría de medios para encuadrar ambos vocablos en la masa social y política. Creo que esos medios mayoritarios se muestran contundentes acosando informaciones veraces para hacer decente la estafa con las palabras de Adelardo López de Ayala: “Cuando la estafa es enorme ya toma un nombre decente; se llama buen negocio”. La estafa nacional es el mejor negocio político conocido, pero —discrepando de López de Ayala— es rotundamente indecente.

viernes, 4 de febrero de 2022

EL CUENTO CHINO

                                                 

Gentilicios, colores y etnias diversas han ocupado aforismos, dichos —más o menos afortunados— casi siempre con matiz peyorativo cuando no altanero e incluso vejatorio. Desde bien pequeños aprendemos la socarronería, tal vez mala uva, de nuestros deudos para luego, cuando somos mayores, ir sumando frutos de propia cosecha. ¿Quién no ha oído alguna frase, grosera cuanto menos, contra andaluces, gallegos y catalanes que son, al parecer, víctimas propiciatorias de la animadversión española? Los colores, cuyo objetivo prioritario debiera ser pintar una vida radiante, suelen adquirir significados opuestos. “Esto se pone negro” o “estás muy verde” son ejemplos asiduos de uso, vamos a llamarlo, contra corriente. Hasta los partidos políticos utilizan colores que quedan desnaturalizarlos con sus trapicheos. Así, rojo, azul, naranja, morado, verde, con dicha adopción de destiñen e insolentan.

 Me parece turbio, deshonesto, muy vil, encararse con clanes o linajes protagonistas de nuestros humores. Bien es verdad que la mayor parte se expelen sin mala intención, pero el hábito no quita hierro al fondo racista aun inconsciente. “Trabajar como un negro, ir hecho un gitano, hacer el indio o no hay moro bueno”, son ejemplos endémicos que expresan histórico rechazo a dichos grupos. Ignoro si los propios complejos, quizás frustraciones de todo tipo, juegan un papel destacado en tales intromisiones tan injustas como alimentadas por una sociedad anómala, si no patológica. Se acusa, más bien se excusa, a la mala educación de estas prácticas poco humanitarias. Mecánicamente, se responsabiliza a la escuela de tal déficit educativo. “No es oro todo lo que reluce”, dice el proverbio y yo puedo afirmar, como docente y padre, que hay culpables más notorios.

Antaño, China ya era el lugar preferido para descargar sentimientos y emociones matizados. De niño, escuchaba “naranjas de la China” cuando se quería negar radicalmente patrañas o invenciones inmoderadas, abusivas. No obstante, se recurría con mayor asiduidad a la frase “cuento chino”. Cubría los cuatro puntos cardinales del lugar donde nací, un pueblo de la Manchuela conquense. Ese “cuento chino” era el clisé caricaturesco del embuste, la mentira, disfrazados de artificios. Aquella y esta advertencia o confirmación de la farsa hecha palabra, era y es una fórmula descriptiva para desentrañar populismos, demagogias y desfachateces. Utilizar otros vocablos, igualmente delatores de politicastros, esclarece asimismo escenarios caprichosos —incluso afectados por el disparate— pero son menos expresivos.

Sánchez tiene una mochila abundante (pese a su mezquindad) de “cuentos chinos”. El primero, y más importante porque fue génesis de futura e importante colección, lo hilvanó recurriendo de manera innoble a los mismísimos afiliados al PSOE. Ya lo conocían en la Ejecutiva Federal, pero no los ingenuos militantes a los que posteriormente arrojó, cual clínex, cumplida su función. Luego, entre traiciones infames superadas por acuerdos antinacionales —reñidos con la Constitución y el bienestar ciudadano— se hizo con un poder para el que no tiene ninguna capacidad. Aparte la intriga de individuos nefastos, los astros se conjuraron contra España y hoy tenemos presidiendo el ejecutivo un individuo poco recomendable cuya careta se le va cayendo día a día. Todavía quedo extrañado al ver qué respuesta dan los ciudadanos patrios. A nivel internacional, su descrédito roza ya magnitudes extremas.

Ningún gobierno europeo se ha conformado, al menos en los últimos tiempos, con una camarilla personalista y un partido tiránico, antidemocrático. Todo ciudadano debiera discriminar entre ganar el poder y ocuparlo. Ahora mismo sobran dudas sobre la coherencia ética que destila el gabinete. A nadie se le escapa que la postrera campaña electoral giró alrededor del insomnio de Sánchez si se le obligaba a transigir con Unidas Podemos. Es más, juraba y perjuraba que nunca pactaría con un partido extremo, siniestro para los intereses generales. ¿Decías algo, presidente? ¿No envolviste en exigencia progre un cuento chino? Observen este dato sobre la caterva indigente que constituyen líder y devotos feligreses. Tudanca, candidato a la presidencia de Castilla y León, advierte que: “Si Mañueco necesita a Vox no dudará en darles la vicepresidencia”. Advirtamos la jeta del vividor; Vox no intranquiliza, el totalitarismo comunista de Podemos aterra.

Llevamos dos años de pandemia cuyo desarrollo se ha visto jalonado por enredos y supercherías del gobierno, en particular de Sánchez. Se negó al principio su trascendencia, cuando había ocasionado ya miles de víctimas, debido a intereses bastardos. El ocultamiento (difuntos, penuria en material sanitario, expertos inexistentes, confinamientos ilegítimos, etc. etc.) y cooficialidad —verdadera deserción de responsabilidades— han sido protagonistas delincuenciales salvados por la campana jurídico-fiscal. Cualquier gobierno que disponga de una fiscal general ad hoc, tiene ventajas indiscutibles cuando bordea límites legales. A los hechos me remito.

Histórico es el vocablo talismán del gobierno. Creación de trabajo, aumento del PIB, conquistas sociales, acuerdos sindicatos-patronal, pensiones, todo es histórico; tanto como aparente, pícaro. El PIB —nominal al calcularlo con datos variables, verbigracia el IPC— este año se estima que ha subido un cinco por ciento, pero si descontamos el seis y medio de aumento en los precios, hagan ustedes cuentas. Por la misma razón disminuirá el gasto familiar con aumento del stop y la consiguiente caída de empleo. Al tiempo se aumentará el gasto corriente y por ende la deuda pública. En fin, unas perspectivas poco halagüeñas pese al optimismo propagandista. Europa va conociendo al personaje.

Las relaciones internacionales configuran el no va más. Distribuir fotografías viendo a Sánchez convertido en escaparate protagonista de la gestión del conflicto ruso-ucraniano, cuanto menos es ridículo. Luego se estrella contra el entorno y vemos su estatura política real cuando el presidente Biden lo pospone a Polonia. Evidentemente, los lazos que le atan a partidos ausentes en las naciones democráticas occidentales son un lastre desdichado. Egolatría y derroche petulante son también malos compañeros de viaje.

Sus triquiñuelas convierten al Estado en dominio personal asentado sobre la arenga de una minoría oportunista (tan superflua e inepta como él) y nosotros, el silente despojo proclamado pueblo, que padecemos— a veces con cierto desdén— trampas permanentes orientadas hacia un horizonte catastrófico. Revelo únicamente una parte mínima del cataclismo. Ustedes, sin que lo exponga, son conscientes de la chapucería gobernante.

Parafraseando a Gustavo Adolfo Bécquer en su rima XXI, escribo: “¿Qué es el cuento chino? dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul. ¿Qué es el cuento chino? ¿Y tú me lo preguntas? El cuento chino… eres tú”