viernes, 30 de mayo de 2014

TIEMPOS DE ZOZOBRA


Vivimos tiempos de penuria novedosos para muchos, ya casi olvidados para los más. El tsunami provocado en la Unión Europea por unas elecciones de resultado cuanto menos sorprendente, está ocasionando nuevos dilemas. Ateniéndonos a un orden cronológico, se inician con la elección de cargos que deben completar el organigrama del Consejo. Sin embargo, tal trance -antaño ordinario- da paso a conflictos suscitados por un Parlamento heterogéneo en exceso. El aumento imparable de euroescépticos, junto a radicales de izquierda y derecha, indica la escasa confianza que ofrecen los políticos clásicos al ciudadano comunitario. Con todo, lo peor no es el escenario perfilado tras estos comicios. Según parece, triviales bagatelas siguen irrumpiendo los “desvelos” que atenazan a nuestros prebostes. Creen asir por gracia divina el viejo cetro imperial. Han perdido, todo lo confirma, capacidad adaptativa y ponen en grave riesgo su propia conveniencia.

Ahora nuestra seca y querida piel de toro necesita, como nunca, encontrar el derrotero atinado. Llevamos un decenio dando tumbos. Inseguros, beodos de dogma, saturados de barreras emotivas y mentales, caminamos medio a ciegas; ceguera inducida pero que aceptamos sin asperezas. A la intemperie, nos arrebujamos en una oquedad labrada a golpes de presunción, dejadez e ignorancia. Es injusto, pero proverbial, descargar la propia conciencia profiriendo reproches a diestra y siniestra. Configura otro vicio del español. Por este motivo pretendemos cambiar de regidor cuando quizás conviniera reformar el regido. Nunca hay un único culpable; lo acertado sería compartir responsabilidades. Políticos y pueblo, o viceversa, deben asumir la parte alícuota que les incumba y expiar por ella. 

Elaborar un relato gradual de hechos, vicisitudes y dirigentes que han traído el momento actual resultaría prolijo. Desde luego, no quiero absolver -tampoco minimizar- el protagonismo atribuible a la sociedad. Quien lea mis textos conoce perfectamente qué opinión me merece el contribuyente (antes ciudadano). Escrutaré la coyuntura inmediata sin obviar referencias pretéritas, cuyos efectos nos alcanzan hoy, ya que el devenir histórico niega la generación espontánea. Uno, para bien o para mal, deja su impronta. El hombre centra la mirada en lo próximo. Su ancestral apatía, probablemente desinterés extraño, le impide dilatar el foco de atención. Craso error individual y colectivo.

Diversas declaraciones tras la debacle europea, muestran que los señores del PP no han aprendido nada. Repiten mensajes equivalentes a consignas estratégicas. Dicen tomar nota pero los hechos niegan tal disposición. Se obcecan con la herencia ruinosa, con el marco económico -según ellos- en evidentes vías de enmienda. Se advierte el efecto hipnótico difundido por una cocina de alta calidad. A su pesar, paro, empobrecimiento y hartazgo anidan en la clase media. Olvidan, asimismo, que al pueblo español le importan (más allá de los gestos) la independencia judicial, el final de la corrupción y el cesarismo antidemocrático. Este tutelaje acarrea tan insólita realidad socialista; mañana le ocurrirá algo semejante al PP.  Qué papelón el de los clones Zapatero y Rajoy.

España sin un PSOE cohesionado -fiel a los principios genuinos de la socialdemocracia europea, libre de lastres decimonónicos- precipitaría su descomposición integral. Ello no implica que el marco actual nos aleje demasiado de ella. El partido se encuentra en una encrucijada espinosa. Sin cabeza perceptible y con pocas expectativas electorales, debe encontrar un secretario general capaz de conseguir el necesario pacto de estado para reparar los diversos frentes abiertos. Presumo que la cainita lucha abierta y los patrones que se ofrecen dejan sugerir exiguas perspectivas. Una consecuencia más imputable al césar Zapatero. No sólo arruinó a España sino a su partido. ¡Qué tropa, joder, qué tropa! en frase célebre del conde de Romanones.

Los nacionalismos vasco y catalán elevan la tensión cuando convendría encauzar esfuerzos en la lucha contra el paro. Nuestro gobierno, amén del país,  yace apagado pero se encuentra peor una sociedad exhausta que les pasará factura por tanto desprecio. Izquierda Unida y los partidos emergentes (excluyo a Podemos, exabrupto de la idiosincrasia española) acarician un papel destacado en el futuro inmediato. Dejando aparte personalismos onerosos, han de conducirse como atentos vigías de un bipartidismo quebradizo, incluso de un gobierno conjurado.

Analistas expertos, con pedigrí, señalan que los resultados electorales no son extrapolables. ¿Y las preferencias? Llevamos ya dos confrontaciones, al menos, en las que se observa un paulatino descenso de PP y PSOE. Entre tanto, aumentan los porcentajes de IU, UPyD y Ciudadanos. Siguiendo esta dinámica, únicamente aquellos partidos mayoritarios pueden gobernar con un pacto a dos. Se necesita, si no hubiese acuerdo, la unión de tres o cuatro siglas -nacionalistas o no- para logar una mayoría estable. Entraríamos en la italianización de España. Peor aún si ensayaran revivir el Frente Popular. Las consecuencias serían calamitosas para el país y para los partidos coaligados. Saquen conclusiones del tripartito catalán o del ansia de Zapatero por aislar al PP. El socialismo ahora se encuentra en un momento clave para el futuro. Es, debe ser, el partido -no otro- que motive nuestras zozobras. Quisiera permanecer optimista; no obstante, mi cabeza contiene los alientos de mi corazón.

lunes, 26 de mayo de 2014

MESIANISMO E IGNORANCIA


Los resultados de las elecciones europeas revelan, sin discusión posible, el desconcierto que encontramos en políticos y sociedad. Me parece alarmante el avance de euroescépticos junto a radicales de izquierda y derecha. Significa que liberales y socialdemócratas parecen incapaces de dar respuesta satisfactoria a los problemas que se ciernen sobre Europa. Inglaterra, Francia e Italia marcan la pauta hasta el punto de que Marina Le Pen -ganadora en el país galo-  ha pedido al presidente Hollande que disuelva la Asamblea Nacional y convoque elecciones anticipadas. Poco puede satisfacer, además, el índice de participación con una horquilla desde el diecisiete por ciento de Eslovaquia al noventa de Bélgica y Luxemburgo, países de voto obligatorio. La media supera apenas el cuarenta y tres por ciento. Pese a la gravísima coyuntura detectada, me reconforta comprobar que allende nuestras fronteras también encontramos gentes incultas capaces de vender su alma al primer salvapatrias.

¿Alguien concibe que la abstención carezca de lectura democrática? Desde un punto de vista estricto, si superara el cincuenta por ciento (Eslovaquia entre otros muchos) cualquier resultado quedaría ilegitimado. Jamás estas consultas alcanzaron un porcentaje legitimador. Por consiguiente, sus efectos debieran ser nulos, incluyendo las actas de eurodiputado. Me temo que nadie, ni tan siquiera purista, haya renunciado nunca. Tampoco espero que lo haga en esta ocasión. Solemos exigir talante democrático al rival. Para nosotros rigen otras normas menos severas. Semejante proceder potencia asimismo la adopción de posturas radicales. El político, empero, siempre encuentra salida aunque sea confusa. Se impone, por el contrario, generar una conciencia europea positiva, gratificante, fructífera. El Parlamento debe acercarse al ciudadano y hacer autocrítica. Ahora percibimos una institución onerosa, lejana, agria; un dragón voraz al que decapitar. Esperamos claridad en lugar de oscurantismo.

Ciñéndonos a España, las primeras declaraciones constatan una divergencia insalvable entre prebostes y sociedad. Unos por no asimilar el curso de los acontecimientos, otros por pavoneo (aun prepotencia), deduzco que el día de ayer fue un trámite caro amén de superfluo. Sin embargo, mantuvimos cierto nivel de normalidad a pesar del millón doscientos cincuenta mil votantes que dieron su confianza a Podemos; partido que empieza y termina con un líder populista sin ningún bagaje. Se ha configurado como reformista utópico de fácil verbo y escaso realismo, aparte gestos embriagadores. Personifica el mesías adecuado para dogmáticos recalcitrantes. Pese al desencanto y a su inmensa habilidad mediática, lo considero flor de un día; sin futuro. Mejor inclinarse por la abstención que suscribir incursiones florales.

Tertulianos de diferente pelaje y visceralidad siguen anclados en terminologías inexactas y caducas. ¿Puede alguien indicarme dónde se encuentra la extrema derecha, connatural al fascismo, o la extrema izquierda identificada con el totalitarismo? ¿Acaso ignoran que ambos “ismos” fueron exclusivos de una época y circunstancias, en la práctica, irrepetibles? ¿Qué les impele a vivificar connotaciones que incitan al rencor, cuando no a la beligerancia? Observo la inercia y ligereza con que aplican estos vocablos sin evaluar su efecto en el ánimo social. A algunos se les adivina una rotunda pretensión de choque cuando más necesitamos el concierto.

Hoy, insisto, existen doctrinas radicales -a ambos lados del centro- que se alimentan de esta crisis angustiosa y cuya salida escapa a PP y PSOE. Uno y otro, imbricados a lo largo de treinta años, dilapidaron crédito y confianza. Con Felipe González, el socialismo llegó a doscientos dos diputados. Ahora conserva sólo ciento diez. Ayer perdieron dos millones y medio de votos y nueve eurodiputados. ¿Casualidad? No. Consecuencia. El PP pierde más votos pero únicamente ocho representantes. Pese al fracaso, se siente satisfecho porque malogra un europarlamentario menos. ¿Podemos hacer con estos mimbres muchos cestos? ¿Creen capaces a estos señores de liderar el cambio imperativo? Yo, no.

Analizar tan calamitosos resultados patrios de ayer resulta fácil si aplicamos un ápice de sentido común. Los votos negados al PSOE, en su mayor parte, saciaron a IU, UPyD y Podemos (un partido catalizado por la vorágine del momento). Salvo quinientos mil trasvasados a Vox y Cs, el PP tuvo un electorado fiel y decidió abstenerse. Vox fue tildada de ultraderechista por bastantes tertulianos de orientación pepera. Tan injusto apelativo y el apagón mediático favorecieron los adversos resultados. Veremos qué ocurre en próximos compromisos autonómicos y nacionales. Temo un desastre para el PP porque sus dirigentes se muestran bastante romos. Óiganlos tras la debacle electoral. Podemos e IU no tienen cabida en un marco capitalista. Esta se mantendrá por romanticismo histórico, pero aquel sucumbirá por un decisivo episodio cardio-respiratorio. La demagogia estridente suele encerrar poca salud. Si alguna sigla de las llamadas parlamentarias pactara con ellos, padecería idéntico final. Cuidado. Las alegrías no acostumbran a ser buenas consejeras.

El pueblo (inerme, desesperado, inculto) busca salvadores, mesías. Diluir el voto sirve de poco. Lo conveniente es abstenerse para concienciar a los políticos prudentes o quebrar el sistema si se empecinan en ubicarse de espaldas a la sociedad. Un PSOE medio descompuesto, indispensable, debe buscar el recto camino. Se juega su subsistencia y la paz de los españoles. Le caben dos posibilidades: recrear el Frente Popular o pactar con el PP un cambio sustancial para fortalecer la democracia, la independencia judicial y arrostrar el final de aventureros y corruptos. Es decir, promover el bien social sobre cualquier otro particular o partidario. Julio y suerte.

 

viernes, 23 de mayo de 2014

UNA CAMPAÑA DE ANDAR POR CASA


Ignoro si ustedes tienen el mismo concepto, pero la expresión “de andar por casa” significa apatía, desaseo (personal y moral), propio de personas indolentes, ineptas y torpes. Quizás ladinos zascandiles enemigos de la estética, incluso de la ética. Deben conocer a fondo la materia prima que trabajan. Tras casi cuarenta años, han forjado una sociedad a su imagen y semejanza. El individuo, mantenía Rousseau, es bueno por naturaleza. Los políticos se computan, sin duda, por vías incompatibles con lo humano. Comúnmente se dice que cada pueblo tiene los gobernantes merecidos. No obstante, vislumbro que una comunidad exhibe los atributos que aquellos quieran configurarle; siempre doblegados a su voraz ambición. Es víctima incauta de un miserable estilo. Así han conseguido esta sociedad nuestra que se mueve a la contra, emponzoñada de rencor.

La campaña electoral, por suerte en sus postreros coletazos, evidencia un ínfimo nivel. PP y PSOE han debido convenir el acuerdo tácito de insultar cada día al auditorio mediático. Quienes acuden a los mítines aguardan -sin duda- triviales argumentos, aun sospechando que pervertirán su mente. Asimismo, cualquier interviniente sabe qué mensaje quiere escuchar la muchedumbre sometida al dogma. Se inspira el delirio mediante una transacción recíproca, palpándose cierto efectismo histriónico. Aquellos que sufrimos extracto de telediario o sugerencia de tertulia a corazón abierto, somos sacrificados en el ara para enjugar tanta necedad. Asemeja un virus maldito e inevitable.

El carácter ecléctico me impide asistir a mítines. Además, mi inveterado escepticismo y la experiencia acumulada estos años me fuerzan a desestimar todo programa electoral. Tramoyas e incumplimientos bastan para fortalecer el camino elegido. Alguien, seguramente interesado, tachará tal percepción de iconoclasta y excesiva. ¿Acaso el ciudadano (ahora contribuyente) ha de comulgar siempre con ruedas de molino? ¿Desde cuándo las etiquetas reemplazan -o lo intentan- al individuo? ¿Qué sucede con prebostes que distribuyen soflamas mientras arrasan los caudales públicos en nombre del bien general? Un silencio cómplice, si no una aquiescencia inmoral, se adueña de la casta. Entre tanto, esta sociedad inmadura, infecta, dormita –seguramente vela- al cobijo calamitoso de su idiocia.

Cualquier campaña electoral, y espero que coincidan conmigo, muestra la misma obcecación. Unos y otros se resisten a conferirle un mínimo de cordura. Deberían darle un matiz preciso, concreto, según se trate del Parlamento nacional, autonómico o europeo. Pero no; ellos únicamente especulan con el lastre dogmático del elector. Olvidan, a propósito, la minoría censora, informada, que tasan exigua. Esta “inteligencia” (dicho sin encomio) esquiva todo debate político para entonar con el resto. A la sombra de esa inmensidad anodina levanta el político su fortuna ruin, pero escarnece gravemente el sistema.

PP, PSOE e IU, sobre todo, pelean por atribuir etiquetas desmedidas, falsas, al rival de turno. Convierten la campaña en una competición de excesos. Apetecen acicalar sus vitrinas con el trofeo otorgado a la frase inaudita, ocurrente, eficaz, aunque esté huérfana de crédito y oportunidad. Observamos cómo quien más, quien menos, persigue sumergirse en el absurdo si ello le va a propiciar réditos electorales. Sacrifican lógica y estilo para conseguir un escaño. Nada importa el invocado bien común, pues se considera delirio exclusivo de idealistas irredentos. Estos cavernarios políticos nuestros se afanan por usura personal, amén de cultivar el nepotismo con notoria indecencia.

Incluyendo la precampaña, ha faltado escuchar -en las siglas mayoritarias, al menos- una sola propuesta referida a Europa. Machismo contra logros económicos fueron los ingredientes utilizados para acompasar superchería e inconsciencia. Rebasan el ultraje. Proceden como si fuéramos imbéciles y, a lo peor, les sobran motivaciones. A pesar de hallarnos ante un mal general, estoy convencido de que España es diferente; nos llevamos la palma. Los países de nuestro entorno objetarían tanta desfachatez. Autobús y bocadillo conllevan el desprecio a la agudeza. Consiguen una congregación lanar predispuesta a dejarse seducir por hábiles cantamañanas. Cada vez que observo el corte televisivo evoco un teatro de títeres con plena coincidencia entre estos y la platea. 

Al ocaso de esta indignidad denominada campaña electoral, espero que el domingo las urnas tengan una cantidad de papeletas proporcional a los méritos desplegados. No ya cual castigo por tan graves culpas, sino convencidos de que sólo así lograremos demoler tan oneroso escenario. Precisamos demostrar que la política debe excluir a aventureros, estafadores e inútiles. Menos puede considerarse un medio de vida para desaprensivos y arribistas. Exijámosles, en esencia, que sirvan únicamente al pueblo soberano. Buena forma de empezar sería realizando una campaña rigurosa, seria, exacta, los próximos comicios autonómicos y municipales. A que no.

 

viernes, 16 de mayo de 2014

EL PATIO DE MONIPODIO


Según parece, España es el único país del mundo donde afloró un tipo de novela que retrataba con especial realismo las costumbres y usos de sectores marginales. Cervantes, entre otros, mostró este cosmos complejo del hampa. Nombrado Comisario General de Abastos, vivió largos periodos en Sevilla cuyo puerto servía de atraque a los barcos procedentes de América. Recibía, pues, las ingentes riquezas procedentes del Nuevo Continente. Sin embargo, sólo una élite disfrutaba de gran opulencia. Al resto, la inmensa mayoría, le abrumaba una miseria impuesta.

El famoso manco nos relata la vida y milagros de personajes variopintos que se reunían al cobijo de Monipodio, un truhan entrado en años. Rateros imberbes, timadores, prostitutas, junto a otros rufianes estrictos cumplidores de una ética ad hoc, conforman un gremio curioso bajo la protección del viejo “maestro”. Allí, buscando la discreción del patio -ese lugar fronterizo- pululaba el lumpen que genera toda riqueza inhumana, pervertida por envilecimiento. Sospecho, estoy convencido, que pícaros hay o se dan por todo el orbe. Quizás la idiosincrasia sea su verdadero germen, razón y causa del relato picaresco. Gustamos, más allá del hecho, aventar defectos al tiempo que silenciamos virtudes. Otros venden justo lo contrario. Tal escenario, empero, no nos hace peores que los demás. Somos, simplemente, unos pillos torpes. ¡Qué atroz paradoja!

Han pasado cuatro siglos y ese patio simbólico sigue intacto; aguanta inmarcesible el correr del tiempo. Si hoy viviera don Miguel tendría un entorno idéntico para describir las mismas historias e idénticos personajes. Dejarían de llamarse Monipodio, Cariharta, Gananciosa, Chiquiznaque, Maniferro, etc. para adoptar sobrenombres con resonancias políticas, sindicales, financieras y empresariales. Si me obligan, hasta judiciales. Cambiaría el biotipo a favor de la ejecutoria -a veces usurpada- con menos pedigrí pillo pero de superior bajeza. Cuando a uno le asignan el papel de pobre es legítimo (aun cristiano) buscarse la vida incluso robando. Cualquier otro cometido de los expuestos en esta encomienda, queda ilegitimado para el trinque en sus diferentes modos, la prepotencia, el abuso y la corrupción. Al menos, debiera. Eso queremos y pedimos los contribuyentes, antes ciudadanos. Nos da igual. Todo son oídos sordos y agua de borrajas. Así está el patio. Aquel de Monipodio era una bagatela.

Sí, España ha pasado a ser una enorme platea por donde bullen sinvergüenzas, chorizos, estafadores, rameras, macarras. Aventureros sin medida ni límite, corruptores de mentes y voluntades, desaprensivos ayunos de principios morales, llevan treinta años subvirtiendo el sistema. Han trocado la espera en frustración. El pueblo acepta inconsciente el innoble papel de un Monipodio consentidor, cabrón; una suerte de mamporrero por amor al arte. Un imbécil definitivo. Constituye la puta lisonjera que encima pone la cama. Exhibe un excelente oficio sin requerir estipendio alguno. Concentra, sintetiza, al pícaro campanudo, satisfecho, pero majadero. Inimaginable tiempo atrás. El patrón se desvanece mientras la cofradía alienta las artes del fraude hasta alcanzar lo preocupante. Su insaciable voracidad está a punto de engullir la gallina dorada.

Nada les detiene ni tampoco nadie, a juzgar por su rendimiento. La sociedad, este Monipodio de pega, empieza a advertir -ya era hora- el hambre infinita de tanto golfo. A mayor abundamiento, no sabe cómo ponerles coto. Ha perdido el control poco a poco, a la chita callando. No obstante, se aprecian débiles signos de hartazgo. Ignoro si quedan ganas y tiempo para encarrilar de nuevo la situación. Tengo demasiadas dudas al respecto. El amo protector del patio peca de flojera. La cohorte -crecida, dueña del momento- se siente impune. Queda como único aliento que se haga realidad ese proverbio de: “más vale vergüenza en cara que dolor de corazón”.

Con bastante optimismo, podemos apreciar un pequeño cambio. Inferior al que propaga este gobierno que trasiega la quimera. Percepción y abuso han abierto una ruta expectante; todavía ambigua. El desafecto al marco ignominioso que soportamos va transformando las conductas. Aparecen siglas ilusionantes y el cobijo cambia de protagonista. Partidos, limpios por ahora, diversifican y captan apoyos significativos. Quienes ocupaban el patio, casi en exclusiva, ven peligrar su bienestar espurio. Felipe González -inteligente, hábil, pragmático- formuló hace unos días el itinerario que deben recorrer PP y PSOE si no quieren perder la montura. Excusó los verdaderos fines con esa argucia recurrente, infalible, del sacrificio doctrinal (ese dejar pelos en la gatera) para beneficio de España y de los españoles. Vendrá a posteriori el ahogo financiero de quienes pretendan disputarles un ápice de poder. Se repetirá la historia del pasado siglo. Viviremos otra inoperancia regeneracionista imputable a políticos e intelectuales con el beneplácito popular. La sociedad ocupa un lugar preeminente en el advenedizo honor de ser columna vertebral que sustenta los desastres por irreflexiva, crédula, dogmática y terca.

A principios de abril, en un artículo intitulado “Signos, interpretación y ausencia”, vaticinaba lo que mes y medio después propone sin aspavientos un González previsor. Preocupa, cómo no, que individuos ajenos al entramado -espontáneos unos, adláteres quisquillosos otros- terminen por “birlarles” una parte notable del suculento pastel. Quizás importe en mayor medida que les descubran su infecta glotonería. Del Rinconete y Cortadillo hemos pasado a la Democracia Podrida, título aún sin editar pero clarividente y real. Ambos tendrían en común (con matices cronológicos) el patio de Monipodio.

 

viernes, 2 de mayo de 2014

GÓMEZ DE LIAÑO VERSUS ELPIDIO SILVA


Alguien prodigaría, en esta España inculta y maniquea, la enorme diferencia entre los dos. Cada individuo tiene sus “lares” y “penates” que suelen chocar estrepitosamente con aquellos del vecino. No voy a negar el derecho a la discrepancia, e incluso oposición, pero anhelaría algo de sensatez, de imparcialidad (quizás coherencia), en las varas de medida. Acopiando información, advierto las diferentes pasiones que despiertan uno y otro caso. Me desconcierta comprobar cómo, con parecidas premisas, pueden recorrerse veredas antagónicas. Se conceden loas o censuras absurdas, sin fundamento, por obra y gracia del sectarismo; ese antojo tornadizo, segregador e insolidario. Anteponemos la discordia al entendimiento. Hemos afirmado con rigidez una llamada al desaire; a veces, a la provocación arbitraria, irracional. 

Enemigo por igual del panegírico y de la diatriba, para pergeñar estos renglones me mueve sólo la ponderación. Esta sintonía, además de reprimir oscilaciones denigratorias e injustificables, suele producirme gran satisfacción moral. No descarto en mis consideraciones, ni mucho menos, el error fatal. Tampoco cierta querencia hacia un determinado personaje sin que tal distingo afecte, de manera consciente, al prestigio merecido. Hago, al menos, ímprobos esfuerzos para evitar que ambas coyunturas conformen un laberinto de criterios desafortunados y parciales. Confieso los inconvenientes que entraña despreciar atajos mentales, sinecuras (es costumbre) y apegos. Sin embargo, de darse semejantes sumisiones, el talante personal lucha contra ellas y casi siempre vence. Conseguir la objetividad cuesta esfuerzo. Luego reconforta.

Las crónicas judiciales, en poco tiempo, han señalado dos casos parecidos, clónicos. Años atrás, Gómez de Liaño -juez de la Audiencia Nacional- era condenado, tras un juicio oscuro, a inhabilitación perpetua por prevaricador. Posteriormente fue indultado por Aznar. El proceso judicial contra Polanco y el Consejo de Prisa, por un presunto caso de apropiación indebida, fue el detonante. Se hicieron realidad citas como “las cañas se vuelven lanzas” o “los pájaros tiran a las escopetas” (nadie conjeture doble sentido a cuenta de ningún vocablo). Hoy, todavía en fase probatoria, se juzga a Elpidio Silva por prevaricación en el expediente Blesa. Acusado este de créditos irregulares, delitos societarios, falsedad documental y posible apropiación indebida -similar al caso Sogecable- el juez lo mandó por dos veces a la cárcel. El tema se resolverá de forma idéntica al primero, pero sin indulto.

Ambos sumarios presentan similitudes en fondo y forma, aunque observo matices respecto al tratamiento. Obliga resaltar la notoriedad de los protagonistas. Polanco, junto a Cebrián, encarnaba un poder editorial e informativo por encima de cualquier sigla que ocupase el gobierno. A través de El País, diario con envoltura progre, dirigía a la sociedad inquieta, sensibilizada, dogmática. Sus tentáculos alcanzaban (también incomodaban) a sectores depurados, institucionales. Era, en definitiva, un bocado indigesto. Blesa, titán de luchas fratricidas, superviviente de ríos revueltos, se presenta solo; con el único apoyo de la amistad, socorro inseguro y precario. Provisto de menor vigor que su adjunto, debe conocer graves flaquezas en aquellos personajes cuya voz sea decisiva para procesar a un juez, aparentemente riguroso.

Liaño se enfrentó sin plena conciencia, además de al enorme poder mediático, a sus propios compañeros convertidos en rivales cuando no enemigos encarnizados. El azar tiene respuestas caprichosas. Diversas contingencias unieron sus impulsos para que resultara una horrible tela de araña donde quedaron presos derechos, tiempo y porvenir. Estrasburgo, algo tarde, volvió a tejer de día lo que “Penélopes” ingratas destejieron con nocturnidad, quizás alevosía. Inventados contubernios para arrojar a las tinieblas una prensa hostil, quedaron convertidos en persecución impía contra un juez que, como mucho, no supo precaver el error humano. Constatar dolo, aspecto básico para prevaricar, es tan complejo como determinar el sexo de los ángeles. Dichosos aquellos con tanta capacidad.

Silva inició la ceremonia utilizando a Blesa de cordero pascual. Señaló qué penitencia espera a quienes hayan introducido sus manos en los fondos públicos. Ciertamente, el intento valía la pena pero calculó mal los daños colaterales. Gran parte de la sociedad agradecerá tan irreflexivo arrojo. Existe mucha corrupción y demasiada impunidad. Nadie devuelve lo sustraído ni paga con la prisión. Pero ningún político admite incontrolados en el sistema, menos si ha de impartir justicia. Por este motivo, y al contrario que con Liaño, la indolencia de los jueces viene superada por las maledicencias de innumerables  voceros del poder. Mientras la secta política y adláteres inmediatos callan, con balbuceos de tímida defensa hacia el juez, toda la prensa sin excepción -incluyendo tertulianos- ayuna de piedad y lindero, hostiga al personaje. Hasta se duda de su equilibrio mental. Me parece un escenario hiperbólico e inclemente. En una democracia existe un único órgano con capacidad de sentencia. Los aportes constituyen un lamentable juego de necios.

Reconozco que las personalidades de Liaño y Silva son opuestas. Una, encaja con lo que acostumbramos a calificar de normal. La otra, si quieren, resulta algo peculiar, atípica. Al juez, le exijo conocimiento de las leyes e independencia no pautas sociales o individuales. Los demás efectos y alternativas quedan en manos del CGPJ. Aparte estos detalles, me asombra la simetría. Quienes ayer refutaban a Liaño con saña hoy respaldan a Silva armados de la misma contundencia, y viceversa. ¿Hay causa o doblez? El amable lector decidirá la sentencia.