viernes, 24 de junio de 2016

LAS DINÁMICAS SOCIALES Y LOS TIEMPOS


Quien siga mis lucubraciones políticas materializadas en sendos artículos semanales, sabe que la libertad -desde mi punto de vista- conforma el distintivo fundamental del ser humano. Por esta razón me enfrento al poder, cualquiera que sea su naturaleza. Reconozco solo la soberanía popular (lo que surja de ella, con los matices precisos) en relación al individuo, jamás al grupo. PP, PSOE y Podemos, siglas claves en los gobiernos patrios, me parecen acreedores de análisis severos, inmisericordes. Encajo a Ciudadanos al margen, de momento. Sin embargo, pese a esta salvedad, no me merece suficiente confianza para quebrantar el abstencionismo recalcitrante y bien argumentado que ejercito. Tampoco votaré a Ciudadanos. Semejante actitud constituye el peaje único para estos políticos ineficaces, farsantes y corruptos, cuando no totalitarios.

No hace tanto, en un auditorio de jóvenes comunistas, le preguntaron a Pablo Iglesias qué le importaba más la propaganda o la educación. Su respuesta fue: “Primero la propaganda, luego controlaremos el Ministerio de Educación”. Realzo el vocablo “controlaremos” porque tiene evidentes visos totalitarios, según nuevo estilo, si no tiránicos. Tal respuesta, mitad goebbelsiana mitad gramsciana, debería causar más espanto que hecho y contenido de las grabaciones a Fernández Díaz, ministro del interior. No obstante, aquella ha sido silenciada mediáticamente mientras esta servirá de “comidilla” hasta el domingo. Semejante marco conduce al convencimiento de que existe una caterva de periodistas dogmáticos, sectarios o, en expresión de Cadalso, eruditos a la violeta; es decir, proclives a la incompetencia.

Gramsci, de quien la élite podemita es convencida gregaria ideológica, mantenía que el poder se consigue a través de una hegemonía intelectual y moral dentro de un plano universal. Afirmaba, en los albores del siglo XX, que el grupo hegemónico debe “liquidar” o someter -incluso con la fuerza armada- a los grupos adversarios y dirigir a los afines. Añadía que este grupo debe ampliar su base aglutinando todas las energías nacionales mediante compromisos equilibradores. Por último, juzgaba la escuela y los tribunales como principales órganos de producción hegemónica. Cualquier lector reflexivo se dará cuenta enseguida de que Iglesias y su guardia pretoriana siguen al pie de la letra tan antañona estrategia. Podemos, sigla capital, anexiona multitud de grupúsculos radicales que se someten a un líder salvador, mesiánico.

Concedo una mínima posibilidad, en la práctica ninguna, de que estas doctrinas nazi-totalitarias puedan conseguir el poder en nuestro país por dos razones. A principios del pasado siglo había una Europa occidental, asimismo noroccidental, democrática. Existían también dos imperios medio feudales (Prusia y Autro-Hungría) y otro feudal (Rusia). Poseían una nobleza real o terrateniente junto a un proletario-campesinado menesteroso. Constituía el escenario ideal para experimentar soluciones supuestamente democráticas y que sirvieron para extinguir gobiernos tiránicos y gestar otros de mayor crueldad. Ahora, toda Europa está formada por una clase burguesa, más o menos pauperizada, que ha sustituido al viejo proletariado. La otra razón incuestionable es el fracaso económico (muy influyente en los Estados de bienestar), social e institucional de tales ideologías. Tenemos a Portugal y, sobre todo, a Grecia como ejemplos destructivos, inocultables, incómodos, de gobiernos progresistas a los que tanto ensalza Sánchez. Callo los países hispanoamericanos y asiáticos. No obstante, y a fuer de sincero, reconozco que nos estamos volviendo insensatos, locos.

Pese a lo dicho, todavía existen políticos seducidos por quimeras o, peor aún, anhelos psicóticos. Pedro Sánchez, entre achispado y cadáver, continúa con peligrosas alucinaciones. Insiste en no facilitar la presidencia a Rajoy ni a Iglesias. Acaso piense renovar el pacto PSOE-Ciudadanos para conseguir a posteriori la abstención de uno u otro. Temo que Mariano no esté por la labor y Pablo, olvidada aquella oferta de echarse a un lado si fuese preciso, menos. ¿Quiere terceras elecciones? Asegura que no, pero sus palabras difieren de sus intenciones. Suponiendo que al terminar el escrutinio no dimita, voluntaria o involuntariamente, tiene dos opciones: apoyar a Podemos y acarrear la desaparición del PSOE o abstenerse, imponiendo duras condiciones, para que gobierne el PP, solo o en coalición con Ciudadanos. Esto o nuevas elecciones.

A falta de un día para que termine esta tediosa pesadilla, PSOE y Ciudadanos avientan culpas al PP de realizar una campaña polarizada. Culpable de ella, y de su nula credibilidad cuando hostiga a Podemos, la tiene Sánchez por legitimar a esta izquierda radical, populista, como una izquierda fiable. Mientras no rompa los pactos municipales y autonómicos, Podemos tendrá un poder legítimo, legitimado, que castigará al PSOE una vez perdida su pátina socialdemócrata. Ignoro qué ocurrirá el 26 J porque los movimientos sociales, aunque los tiempos son muy distintos a aquellos que perfilaban a Gramsci sus lucubraciones doctrinales, son impredecibles. En cualquier caso, lo realmente esclarecedor comenzará al día siguiente.

Si un ateo sustentara su filosofía de vida en la moral católica, me produciría sorpresa e hilaridad. Si un populista, más o menos embozado, disfruta propagando democracia y transparencia, a mí -defensor de la libertad individual- me causa pavor porque avisto un lobo con piel de cordero. Huyan de comunistas que se dicen demócratas y patriotas.

Elaborado el artículo, me levanto con los resultados del referéndum inglés. Observo una huida hacia adelante del ciudadano europeo, incluyendo los presuntamente más cultos y juiciosos. Nacionalismos insolidarios, ultraderecha, populismos y otros movimientos radicales, intentan cambiar el statu quo, al menos en toda Europa. Tanta frivolidad debería preocupar, aunque sea natural esta respuesta a políticas tan nefastas que han traído el aturdimiento de las clases medias aburguesadas, amén de una depauperación de difícil vuelta. Vislumbro un periodo de desequilibrios generalizados y un futuro en verdad alarmante.

 

 

viernes, 17 de junio de 2016

BREVE ANTOLOGÍA DEL CUENTO PATRIO


Acostumbramos a pensar que entre singular y plural media solo un número, una medida. Sin rechazar semejante razonamiento, existen además diferencias notables de concepto. El epígrafe incluye un vocablo que recoge ese rasgo: cuento. Si el titular fuera, en tal apartado, “de cuentos”, todo el mundo traduciría por conjunto de narraciones cortas. La manera que adopto, por el contrario, permite interpretar -incluso al menos diestro- que me refiero a la acepción coloquial de embuste, engaño u otras de parecido jaez. Dejo clara, pues, cual es mi intención a la hora de analizar acontecimientos que perturban la vida española durante los últimos tiempos. El devenir impide mostrarnos optimistas pero, según Murphy y su famosa ley, cuando algo puede empeorarse debemos estar listos para enfrentarnos a mayores dificultades. Siempre, o casi, ocurre así. Nadie vea el activo impotente del pesimista; constituye, más bien, una realidad empírica. Ignoro si es azar siniestro o ley existencial. Queda como último recurso nuestro empeño humano para vencerla.

Estrenamos semana con aquella larga tortura del debate. Aparte el marco técnico-estético (del que soy lego y siento poco interés), su contenido fue lamentable desde mi punto de vista. Encorsetado, frío, irreal, mecánico, asistimos a un toma y daca alternativo con sequía de propuestas innovadoras o datos fidedignos. Quien más quien menos -usando aderezos iracundos- inundó el plató de falacias, o truncadas verdades, a fin de convencer al suspicaz auditorio. Aunque se apreciaba un territorio embarrado, las formas -salvo momentos concretos- fueron suaves; quizás porque a ninguno le interesara sacar el puñal traidor ante tanta encuesta confusa. ¿Quién les será al final útil? Albert Rivera acometió con aparente inquina contra Pablo Iglesias porque el pacto posterior es imposible y aquel nada tenía que perder. Tal vez hubiera cierta esperanza de pescar algún voto socialista diciendo cosas que pocos medios se han atrevido a airear; ninguno, de gran audiencia. Sánchez, tampoco.

Como mandan los cánones, inicio la rigurosa andadura con Mariano Rajoy. El presidente en funciones, cual asno en desusadas norias, daba vueltas y vueltas al plan económico, único manantial de su imprecisa labor al frente de un ejecutivo que todavía vive a la sombra de Zapatero. Los datos que brinda siempre me han parecido demasiado endebles, efervescentes. No se sostiene, para subir impuestos, esa reiterada excusa del embrollo atribuido al PSOE, cuando dijo el seis y luego era el nueve de déficit inicial, días después de anunciar a bombo y platillo el ejemplar traspaso de poderes. Hay que sumar también los seis meses de gobierno del PP en casi todas las Comunidades, deudas causantes al decir del responsable económico. Como juzgan mis amables lectores, estas son disculpas increíbles. Por cierto, los impuestos no han bajado, bajaron su subida y porque era año electoral. Ojo a la exigencia europea de recortar nueve mil millones más. Inquieta el aumento del empleo, según se dice, mientras disminuye la caja de la Seguridad Social. No se comprende, al menos yo no, que disminuya el déficit mientras aumenta la deuda pública. Renuncio a hablar, para qué, de la democratización del Estado, del abuso territorial, de hacer cien leyes y mil trampas, por aquello de hecha le ley… Etcétera, etcétera, etcétera.

El señor Sánchez, envuelto en el sudario, saca fuerzas -quién sabe de dónde- para decirle no a Rajoy y a Iglesias. ¿Acaso piensa ganar las elecciones y alcanzar con Ciudadanos un gobierno ni nuevo, ni de izquierdas? Lo de progresista, otro tic, es tan indefinible como su Estado Federal. Si quiere tener opción de presidir un ejecutivo a medio plazo, ha de cumplir cinco cosas. Dejarse de tópicos absurdos, cambiar de asesores, homologarse con la socialdemocracia europea, abstenerse el 27 J y pasar a la oposición con condiciones que impliquen un freno definitivo a la corrupción y a los intereses partidarios, amén de personales. En el ínterin, romper los pactos con Podemos y divergir de ellos fijando las incompatibilidades netas entre socialdemocracia e izquierda radical, populista, totalitaria, ruinosa y liberticida. No hay otra salida propia, ni ideológica, tras la estrategia y trampas dispuestas por Iglesias.

A Albert Rivera lo exceptúo de esta breve antología. Me parece un político que aún debe modelarse, vigorizarse. Estoy de acuerdo con el apoyo que presta al PSOE en Andalucía, pero debería estabilizar algunos desequilibrios tácticos en ciertos ayuntamientos y diputaciones. También, asimismo, guardar simetría respecto a apremios e indulgencias. Quebrar, aunque sea aparentemente, equidistancias centristas, dar pie a que fructifique una opinión de ladeo, le hará perder votos de ambos caladeros. No basta con ser; hay que aparentarlo. Creo que, limando estas pequeñas deficiencias, tiene un futuro esplendoroso.

Pablo Iglesias, pese a su cuento reiterado, a su audacia, a su manejo de los medios, jamás será presidente del gobierno. Lo intuye. Sabe que España es un país moderado pero no puede cambiar de campo, incluso siendo un perfecto camaleón. Si esto escapara a su percepción dejaría de ser lo inteligente que se especula, más después de proclamar a Zapatero el mejor presidente de la democracia. Su enorme ego queda satisfecho con liderar un grupo de entusiastas discípulos que adoran, mayoritariamente, al tótem providencial. Iglesias queda absorto con la escena, camuflándose con variados disfraces cual Menandro y su nueva comedia de caracteres. La máscara es la clave en el ritual pues convierte al actor en personaje, en mito. Los corifeos reciben a cambio el peculio estipulado; transmutan del paro a la canonjía, de la nada al todo cómplice. ¡Casta!

Nadie sufre apreturas explotando el cuento.

viernes, 10 de junio de 2016

TEÓRICOS, POLÍTICOS, NECIOS Y POPULISTAS


Curiosamente, hoy recurro a Martín Heidegger -un filósofo que reniega de la metafísica y con adhesiones nazis, al parecer- para relegar lo ontológico a través de la semiótica. Quienes hacen del concepto (políticos y comunicadores) un confuso entramado, buscan la manera de cultivar espacios cerrados al común. Solo así, los primeros se permiten revestir ad hoc cualquier realidad y los segundos administrar en exclusiva la exégesis posterior. Ambos se constituyen en piezas necesarias a esta sociedad modelada arteramente para tan suculento fin. Intervienen también a la hora de configurar este proceso individuos que, sin ningún crédito moral ni intelectual, progre o solidario, son ídolos fabricados preservando la equidistancia entre supersticiones y complejos. Aquí ha encontrado el terreno idóneo Podemos, grupo de arquitectura nazi-totalitaria, para cimentar su caladero de votos. Me gustaría conocer qué genios contribuyeron a sustituir la honda reflexión por la caricatura sensible. Parecida comparsa debe asumir el ascenso de estas doctrinas nada tranquilizadoras en los países mediterráneos, al menos.  ¡Ay! la educación, el sistema.

Vivimos en la cuerda floja. Urge recurrir al sentido común, calibrar con rigor el riesgo que nos acecha, destilar adrenalina para estar alerta. Asimismo, nuestro instinto -limpio de dogmas y pautas maniqueas- debiera sugerir que solo podremos encontrar la victoria uniendo esfuerzos. Evitaríamos, como mínimo, una derrota definitiva e inexplicable. Sé que cuatro siglas, cuatro jinetes del apocalipsis, sueltan las bridas de sendos corceles que hollarán la reseca piel de toro si lo permitimos. Siendo todos terroríficos, uno conlleva el hambre y la esclavitud, auténticas alimañas de cuerpo y alma. Excuso, pues pecaría de altanero, orientar el voto de mis amables lectores. Además, ignoro la certidumbre y no me arrastra prurito alguno. Me sentiré satisfecho si acierto a crear cierto entusiasmo por realizar un ejercicio sosegado de lucubración electoral ante el impacto causado por la devoción a la reseña, al márquetin, a lo cómodo aunque sea indigesto.

Decía que, aprovechando cualquier estrado, los líderes intentar cambiar el sentido de las encuestas. Algunos comunicadores, objetivos o genuflexos, dan cumplida cuenta de manera diligente (quizás entonando panegíricos) que a veces vician con malévolas comparaciones. Jornadas atrás, casi a la misma hora, Pablo Iglesias intervino en el hotel Ritz y Albert Rivera en “El ágora de El Economista.es”. Diferentes informaciones indicaban que el primero había confeccionado un discurso estructurado y de gran contenido político, dejando caer su condición de politólogo. Entre tanto, el segundo había urdido un parlamento pragmático, fresco y racional. Quedaba difuminada una preferencia sutil hacia el primero. Puede que, sin proponérselo, el susodicho comunicador le adosara un pesado lastre, de acuerdo con el tópico, aunque ligero de materia.

Hasta donde yo sé, todas las ideologías -desde un punto de vista teórico- son excelentes, beneficiosas para el individuo. Se desnaturalizan, e incluso prostituyen, cuando el político hace de ellas su instrumento preferido para alcanzar el poder. A bote pronto, no recuerdo ningún sociólogo o politólogo eximio que utilice sus conocimientos para posibilitar cualquier dominio sobre los demás. Marxismo, socialdemocracia y liberalismo son doctrinas cuyo fin último es conseguir el bienestar, la igualdad y la libertad del hombre; sobre todo la libertad. Considero inverosímil que quien coloca alas a la mente propusiera encadenar formas. Procedería contra la esencia del pensador; un vicio censurado, rechazable. Ni Marx aprobaría coartar el fundamento del racionalismo. Dejaría de ser Marx para convertirse en tirano infame. Por este motivo, el dogmático es cautivo de su propia irracionalidad. Obtusos, los españoles premian al político preso de sus palabras, jamás de su creencia ni de sus acciones.

Los cuatro vocablos del epígrafe son signos de un mismo concepto -farsa- cuando el teórico baja a la arena y compite con los demás para alcanzar un poder que le niega la naturaleza. Ese escenario es, por tanto, consecuencia infortunada del engaño y la vileza. Semejante actitud lleva a los mayores tics de corrupción personal e intelectiva. Empecemos por Pablo Iglesias cuando afirmaba rotundo que Marx y Engels eran socialdemócratas. No niego especulaciones viables de tal hipótesis en su base doctrinal, pero la praxis histórica del comunismo y la sentimental de Podemos hace inútil identificar, aun conciliar, ambos (comunismo y Podemos) con la socialdemocracia. Iglesias lanza el anzuelo, hipócrita, para ver si pesca en río revuelto; única forma de lograrlo los partidos que se extreman hacia un lado u otro.

De PP y PSOE poco puedo añadir que suponga alguna novedad, salvo ese merengue que modula la campaña en el primero y la afirmación gratuita de que no habrá nuevas elecciones en el segundo. Escasos, pueriles, estímulos para el votante potencial. Con su pobre horizonte han potenciado un futuro sombrío, alarmante. Gestaron una sociedad dividida que remató forjando este país heterogéneo, divergente, belicoso. Desidia e incompetencia consiguieron, para bien o para mal, la actual Cataluña, perdida irremisiblemente. Tal ceguera política y ética produjo unos partidos que, dependiendo de su proceder, pueden traernos claridad o tinieblas. No se vislumbra un paisaje impoluto ni esperanzador. Ciudadanos presenta, pese a injustas invectivas, el mayor atractivo de salida. Veremos si se conforma como partido bisagra para no caer en nacionalismos o partidos de “progreso y cambio”. Yo, fiel a mis principios, sometido a lo inteligible y desdeñando otras conjeturas palpables, hago mío el pensamiento de Erich Fromm. 

 

 

viernes, 3 de junio de 2016

LO METAFÍSICO, LO EVIDENTE Y LO JURÍDICO


Utilizamos la metafísica para definir los entes desde el punto de vista analógico. Weber define poder como dominación; es decir, ejercer autoridad sobre los individuos encontrando en ellos, a su vez, un grado de obediencia. Otros sociólogos, como Michels, proclaman que ciertas élites, nacidas de procedimientos legítimos, entran en procesos mediante los cuales el poder se perpetúa a sí mismo retroalimentándose y produciendo más poder, a veces tiránico. Para Gramsci y Foucault proviene de la hegemonía de un sistema de creencias. Observamos que el ente poder tiene en la dominación su esencia común. Conviene recordar tales conceptos y observaciones para percibir qué discursos llenan hoy el espacio radioeléctrico y las falacias con que suelen revestirlos.

Llamamos evidencia a aquel indicador por el que una contingencia se nos aparece intuitivamente; de tal manera que la consideramos cierta, sin sombra de duda. En este marco, afirmamos con certidumbre; caso contrario, como alternativa desplegamos el ámbito de las opiniones. Sin embargo, engranar ente/realidad resulta complejo. Los racionalistas consideran la evidencia un principio innato de entendimiento. El empirismo niega que se llegue al conocimiento solo a través del axioma, pues estiman las vivencias requisito necesario, inexcusable. Para la fenomenología supone el cotejo de la verdad; o sea, su prueba patente. Kant realiza una síntesis de ambas propuestas. Las evidencias en su doble vertiente, racional o empírica, suelen llevarnos irremisiblemente al conocimiento de la realidad o de sus proximidades.

  El acto jurídico constituye un hecho humano, voluntario o consciente, que establece entre las personas relaciones jurídicas capaces de crear, modificar o extinguir derechos y obligaciones sancionados por las leyes. Los procesos judiciales debieran mantener estrecha consonancia con lo metafísico que lleva al conocimiento y con lo evidente que implica el primer indicio de realidad. No obstante, tales sumarios jurídicos al ser garantistas deben asegurarse de la ejecución del acto punible, junto a la rúbrica voluntaria, y circunstancias eximentes, atenuantes o agravantes. Pese a lo dicho, es primordial qué inferencias efectúan tribunales o jueces respecto a ciertas consideraciones cardinales en una determinada resolución o sentencia. Verbigracia, voluntariedad en supuestos de prevaricación o fraude a la Hacienda Pública, conditio sine que non.

Mis amables lectores se preguntarán a qué vienen estas disquisiciones tan áridas e intrincadas. La razón encamina al auto de procedimiento abreviado contra los expresidentes de la Junta Andaluza, Chavés y Griñán, junto a otros seis altos cargos. Están insertos en un asunto de prevaricación y Griñán, además, de malversación de caudales públicos. Peccata minuta para tanta ligereza conocida. El tema colea y entra de lleno en los párrafos anteriores. Resulta extraño, casi inadmisible, que a estas alturas y dada la cantidad de dinero dispensado, presuntamente, obviando leyes, diligencias y operaciones contables (amén de auditorías reglamentarias), todavía estemos huérfanos de juicio concluyente. Ochocientos millones de euros merecen un esclarecimiento exhaustivo que debiera completarse con casi los cinco mil millones derrochados al arbitrio en cursos de formación. Una desvergüenza que, al final, será calificada acorde a ley. Me admira e indigna, a partes iguales, que prebostes socialistas -arropados por comunicadores sectarios- se hastíen de atribuir a otros fechorías que niegan a propios con parecida insustancialidad. Cuando el sentido cambia, me asaltan parejos humores.

Desde un razonamiento metafísico, ambos expresidentes -ostentadores de un poder omnímodo- chasquean al tribunal (y al pueblo) cuando afirman tener nulo conocimiento de los hechos. Con menor recato en este sistema cuya base es el monolitismo partidario. De aquí la cínica declaración al afirmar que desconocían todo, para aseverar a renglón seguido, desnudando una incoherencia notoria, que pudo haber errores mas no irregularidades. Comparten consignas con aquellos indeseables del PP. Desconcierta que Felipe González, asimismo otros cargos orgánicos y políticos, afirmen -sin domeñar cautela alguna- la honradez de los citados. Creo que no hay forma mejor de hacer el ridículo ante la sociedad española resuelta a aportar su propio veredicto fundamentado sobre unas evidencias incontestables. A mí, parte mínima de este pueblo español, me llevan los demonios (es un decir) cuando veo en televisión los esfuerzos de determinados socialistas en hacernos comulgar con ruedas de molino (es otro decir), tanto si se refieren a rivales cuanto a conmilitones. Si no fuera ya abstencionista campante, lo sería a partir de ese minuto. 

Ayer estaban citados Messi y su padre a declarar por un presunto fraude de cuatro millones de euros. Sus razones/excusas, una holganza de lo metafísico, servirán para despertar una generosidad adscrita a los ininteligibles senderos de lo jurídico. Contentará, además, a esa pléyade de vacuidad capaz de aceptar los mayores vicios si son realizados por los nuestros, ídolos o no tanto. El desconocimiento de la Ley no exime de culpabilidad, más si admitimos presunta aquiescencia en la formación del entramado financiero al objeto de ocultar bienes. Hace cuatro años, a mi esposa por poner a su madre como sujeto deducible (así lo hacía todos las declaraciones), cuando pasaba ochenta euros del mínimo legal por subirle la pensión, le incoaron un expediente sancionador. La cantidad errada no llegaba a trescientos euros. Tuvo que abonarla incluyendo multa y descuento que hubo de sufragar por presentar recurso administrativo (rechazado) referido a la falta de voluntariedad que Hacienda dio por supuesta. Ordinaria y metafísicamente, sin calificativos. Hacienda no somos todos; tengo pruebas palpables y muchos de ustedes evidencias sobradas. Nos pasa por no ser políticos, financieros, deportistas o estrellas variadas y variopintas, a excepción de quienes sufren el celo ejemplarizante.