viernes, 31 de marzo de 2017

CAMBIOS, REFORMAS Y MALAS MANERAS


Hay un refrán que revolotea arrogante mi tierra de la Manchuela conquense: “Todo se pega menos la hermosura”. Víctima de tan hosco anuncio, me tomaré la licencia de ponerme a parecida altura de nuestros diputados; si no de todos, de un alto porcentaje. Hoy pienso saltarme el estilo, romperé una costumbre añeja, para hacer piña -cómo no- con sentencia popular y caterva política. Reconozco que mi empeño tiene poco o nada de sabio, pero el intento busca un reclamo a la sensatez glosando actitudes que debieran formar parte sustantiva del estercolero más inmundo. Ignoro qué objeto embarga a ciertos grupos cuando convierten el Parlamento en taberna pendenciera o, peor aún, casa pública (nunca mejor dicho) con todo respeto para estos lugares de esparcimiento y deleite pasajero.

Esta Cámara -llamada baja, hoy casi enana- empieza a desfigurarse con la impronta, los signos ortopédicos, de que hacen gala algunas siglas prestas al dicterio y la bufonada. Su prioridad está alejada del individuo porque hacen de la canonjía objetivo único. Protagonizan con harta frecuencia disonancias estruendosas, perfectamente orquestadas, para conseguir algún titular ante la indigencia programática exhibida. Como diría aquel, “corren bien cuando lo hacen fuera del camino”. Aportan a la vida social una praxis extravagante, conforman el ejemplo evidente, indiscutible, de aquello que no debemos consentir bajo ningún concepto. Nadie mejor que ellos tiene esa capacidad asombrosa de ocultar la mezquindad tras el dedo, ni nadie peor que nosotros para fijar la vista en él.

Veo bastantes políticos inclinados a realizar reformas constitucionales precisas, hechas con bisturí, para salir airosos del laberinto nacionalista. Omiten, sin embargo, argumentos sólidos, satisfactorios, para vertebrar tales iniciativas. Incluso memos con carnet advierten el inútil artificio que se propone: Constitución Federal Asimétrica (Cataluña no aceptaría otra distinta). El invento presenta tacha y media. La entera constituye una falta horrenda, grosera, de solidaridad entre regiones españolas sin obviar el maridaje no consumado entre federalismo y monarquía. He aquí la media tacha invalidante, junto a la primera, del Título Preliminar considerado su espina dorsal. Espero que con tanto inconveniente, aventura e inestabilidad, no haya acuerdo y menos ofrecer al consenso popular un cuerpo jurídico atroz, malformado, proclive a divergencias, a enfrentamientos sociales. Los cambios no siempre son afortunados ni solución esperanzadora.

Algunos padres de la patria (deduzco que putativos) quieren hacer tabla rasa de lo hasta ahora convenido. Deben pensar que lo fue a la corre prisa, quizás bajo coacciones ideológicas o financieras. Tan insensatas -asimismo antidemocráticas- fuentes, requieren la asepsia efectuada por quienes gozan de pulcritud genética y moral bendecida con el hisopo que aferran cinco millones de demócratas convictos y confesos, sobre todo confesos. No instauran, pues, una ruptura belicosa aunque incruenta, sino más bien la esterilización por el fuego purificador del entramado que levantaron, quiérase o no, terroríficos personajes. Era la casta primigenia, precaria, previa a esa metamorfosis que, al cabo del tiempo, dejó una nación invadida por vicios rastreros. Menos mal que, en buena hora, llegaron estas huestes letradas, impolutas, virtuosas, para librarnos (quien sabe si exorcizar) de ese demonio sosias de los cuatro jinetes del apocalipsis. Dios aprieta pero no ahoga.

Lo que mola o peta (voces que evocan a mi amigo filólogo, Ángel) es el frescor coloquial, no exento de desfachatez, de la bancada podemita. Se asemeja muy mucho, guardando las distancias, a la explosión casi espontánea, lasciva, del champiñón. Alojado en su bolsa amniótica hecha de paja putrefacta y micelio, rompe todas las previsiones que sobre él se presumen. Igual que los diputados de Podemos, sin paja y sin micelio pero imprevisibles. Posteriormente, exprimida la bolsa, dado ya su juego, a la postre, fundamenta un abono orgánico. Igualito que los diputados de Podemos. Pues bien, con el mismo adobo, con la misma inercia, Podemos ha convertido el Parlamento en una cueva de champiñón que tan bien conocemos en la Manchuela conquense. Hasta empieza a oler igual. Un hedor genuino, impropio -dicen- para mujeres embarazadas y para todo aquel que adueñe una pituitaria sensible. Las maneras o son buenas o engrosan espíritus chabacanos sin adscripción social. Remiten siempre a flojera intelectiva y nula capacidad de gestión. Atraen sin remedio oquedades, bufidos; en fin, payasadas, floresta húmeda que cala solo a quienes caminan la vida huérfanos de paraguas y chubasqueros valedores.

Sí, amigos, el hemiciclo -usualmente ayuno de apostura, de rigor- se ha transformado en una corrala ampulosa donde caseras y arrieros vociferan y gesticulan a la vez gestando un guirigay ensordecedor, histriónico, petulante. PP y PSOE, empapados de corrupción, desean limpiar la imagen con propuestas certeras, tal vez algo fantasiosas. Los nuevos, amparados en su ociosidad, en su lejanía del poder, blanden calificativos, recelos, acusaciones directas. Reparten estopa para ocultar las múltiples deficiencias que les caracterizan. Podemos, a falta de razones, pierde los papeles, las maneras, utilizando tan pobre táctica para protagonizar telediarios y debates. No dan para más, y no me extraña, pues ya lo dice el refrán afín a su estilo: “A la mejor puta se le escapa un pedo”. Ellos, además, se alejan de ser la mejor puta; carecen de fondo, de cuerpo, para ello.

 

 

viernes, 24 de marzo de 2017

ESTAFADORES


Según indica la semántica, estafa es un delito contra la propiedad o el patrimonio ocasionando serio perjuicio al estafado. Se juzga delito penal grave (sujeto a condenas considerables) o falta menor (sin apenas correctivo), en razón de la cantidad burlada. Considera también reos a quienes, mediante manipulación o artificio, indujeran a error en beneficio propio. Estimo aquella apropiación pecuniaria, por procedimientos sutiles, mucho más liviana que esta otra en que un “maestro del ardid” o varios se disfrazan de bienhechores ante una humanidad descarriada, quizás mezquina. Al mismo tiempo, es víctima propiciatoria siempre que ocultan su verdadera naturaleza bajo una máscara social amiga, sugerente. Acrecientan los vicios evidentes de sus rivales, sin aportar soluciones; mientras, difuminan incompetencias y catequizan -siembran incertidumbres- alterando prioridades del ciudadano, envuelto todo en  artificial e inacabable humareda. Recurren a una táctica que proporciona pingües beneficios y lamentables estragos.

Sí, amigos lectores, existen estafas con un grado de malignidad muy superior a las puramente prosaicas. Son aquellas cuyo objetivo persigue mentes ad hoc al servicio del sistema -a mayor gloria cuanto más putrefacto- inclusive en detrimento del propio interés personal. Ignoro qué brebaje mágico condimenta cuantas acciones realizan estos estafadores duchos en quinta esencia grupal. Manejan retóricas malhechoras, adulterinas. Saborean una impunidad plena pues las apropiaciones del entendimiento y de la voluntad todavía no tienen asiento en los códigos jurídicos; por tanto, quedan exentas de expiación. Es difícil medir el daño que ocasionan porque los efectos, a veces, tardan tiempo en hacerse visibles. Cuando se siembran dogmas y quimeras, la cosecha -amén de importuna- suele ser frustrante, infecta. Veamos diversos ejemplos.  

Empezaremos por el partido gobernante. Ana Pastor, presidenta del Parlamento, se aleja de ese hábito antidemocrático; raramente acude a la estafa y sus manifestaciones atesoran virtud, decencia. Sin que sirva de precedente -y casi seguro a su pesar- dijo con ocasión del anuncio de ETA sobre el desarme: “El PP está donde ha estado siempre, con el apoyo a las víctimas”. Doña Ana olvidaba malquerencias importantes como las de Francisco José Alcaraz u Ortega Lara a quienes, espero, no tache de inestables o antojadizos. Rajoy, acostumbrado a destrezas poco sublimes, a fuer de astutas, advirtió a ETA que aplicará la ley. Aparte de tan pomposa obviedad, rehusó especificar si lo hará igual, peor o mejor, que en Cataluña donde los políticos que apuntalan el ejecutivo, con algún munícipe espontáneo, toman al Constitucional (convertido en Tribunal de ida y vuelta) por el pito del sereno. Convivimos con estafas sibilinas, tácitas, cual conversaciones oscuras, insondables, o expresas con suficiente ambigüedad para alterar de forma precipitada el patrimonio democrático.

Hay un partido que ha hecho de la estafa su columna vertebral. Me refiero al PSOE. El enorme esfuerzo realizado para que se le adivine lejos del capitalismo forma parte sustantiva de su encarnadura. Aunque intente agazaparse bajo un ropaje menestral, sigue siendo la cara amable de aquel. Refiriéndonos al momento presente, existen hechos, prohombres, que atesoran una vena, un ADN, retorcidos cuyo objeto -consciente o no- constituye elemento clave en el aturdimiento general. Existen varios dignatarios empeñados en esta labor nada ejemplar. Tal vez Pedro Sánchez sea el mayor agente, el que haga méritos para alzarse con  el inicuo honor de someter al partido a intereses espurios generando dinámicas preocupantes. Susana le va a la zaga, próxima, en este trilerismo diluyente, erosivo, fragmentario. Asimismo, el espíritu del afiliado asemeja un aprendiz de brujo incómodo, rebelde; arrebatado por un hostigamiento divergente, perverso.

Existe, cómo no, un cabeza de turco que, inocente, torpe, da argumentos sólidos para, en su nombre, cometer pequeños escamoteos que raen con malicia el saldo democrático surgido tras la crisis bipartidista. Me refiero a Ciudadanos. Cierto es el vaivén que efectúa su equipo dirigente, pero es mayor la ansiedad exhibida por aumentar los decibelios. Algunos consiguen así transformar en ruido algo melódico, armonioso. Albert Rivera debería angustiarse menos por conseguir un lugar al sol, desechar tics veletas, vidriosos, y gestar proyectos sobrios, castos, benefactores. Abandonar pruritos y prisas, dejar de ser comparsa en la estafa, dará frutos a medio plazo abriendo brechas crediticias entre ellos y PP. He ahí el principio de la virtud, también del éxito pleno.

De Podemos citaré solo un botón de muestra. Hace días, Irene Montero -no sé si más pareja que portavoz- explicaba en una televisión amiga, colaboradora, en relación a la misa: “Pablo Iglesias no quiere quitar la misa, lo hace en nombre de cinco millones de votantes”. Pareciera que esa muchedumbre hubiese manifestado, alto y claro, repugnancia total a semejante muestra religiosa con dinero público. Torpe y atrevida argumentación, pues con igual justicia o justeza los diez millones de abstencionistas (entre los que me encuentro) podríamos exigir la retirada gratuita de toda propaganda partidaria en periodo electoral. Por doble motivo: porque no convencen estos políticos y porque se discrimina al ochenta por ciento de siglas cuyo derecho se ve conculcado.

Termino con un reproche a la prensa; ese cuarto poder utópico, timorato, timador por excelencia. Ella personifica realmente -salvo excepciones- el genuino fariseísmo al servir de caja de resonancia, además de contar en sus filas con farsantes experimentados que pasan desapercibidos por tratarse teóricamente de un poder compensador. El engaño, aquí, supera la indignidad para invadir el ámbito de la repugnante e inmunda felonía.

 

 

viernes, 17 de marzo de 2017

MOVIMIENTOS MUY SOSPECHOSOS


Desconozco un sistema físico que se mueva por azar o rareza desperdiciando energía. No obstante, los sistemas sociales suelen hacerlo sin estimar derroches energéticos y costos impresionantes para las arcas comunes. Hay excepciones, como en toda regla, aunque los casos que voy a exponer sin demasiada tardanza constituyan -a priori- paradigmas notables. Preferiría creer que únicamente fueran bobadas para llamar la atención del ciudadano, asaz dispersa por opacos arbitrajes sembrados desde el poder. En esta ocasión, empero, podría asegurar que se trata de dinamismos planificados a fondo para obtener algún final apetecido. Aquí y ahora sobran florilegios u otras retóricas ribeteadas de atractivos ofrecimientos, amén de paradójicos alegatos.

Hace días apareció una reseña que, con toda seguridad, pasó desapercibida para el común. Provenía de la OCDE y del FMI. Estos organismos aseguraban que España crecería dos décimas más de las previsiones suscritas por el gobierno. Sin embargo, como cualquier moneda, esa información adosaba una cara menos amable, preocupante. Ambas entidades sugerían al ejecutivo una urgente subida de impuestos para controlar el déficit. No instaban, ni mucho menos, a disminuir el gasto para conseguir idéntico resultado, qué va. “Entre molineros no se maquila”, dice el refrán. Es decir, prohibido disminuir gastos existiendo aún posibilidades de subir impuestos; porque, dicen, nuestro país está por debajo de la media europea. Muy bien, ¿y en salarios? Los políticos, no importa latitud, visten orgullosos traje de molineros, blanco inmaculado. Aconsejaban retocar IVA, carburantes y ciertas exenciones. ¡Sinvergüenzas!

Podemos, esa oficina vip de colocación a cuyo frente se ha instalado un romanticismo políticamente átono (cuando no disolvente), quiere eliminar la misa de la parrilla pública. Argumentan pervirtiendo el lenguaje, técnica manoseada en los populismos. Mantienen, sin ningún rubor, que es una forma de adoctrinamiento social. Así, con un par. A mí, católico por imposición familiar e indiferencia personal, anticlerical juicioso, me parece un despropósito contra los derechos democráticos y las libertades individuales además de gesto estéril. Le Bon, investigador de las dinámicas grupales (porosas a la perversión del lenguaje, desde su punto de vista), pudiera tener alcance en países racionalistas, sin límites ni excepciones, pero en este país -sometido al fatalismo- realizar experimentos malabares puede desembocar en fracasos insólitos, fuera de todo análisis social. Del pan al credo, incluido el político, hay un abismo. Echad una mirada de soslayo a Holanda y a las declaraciones de Rutte: “Hemos derrotado al populismo equivocado”. No os engañéis, agitación y leyenda no siempre son miscibles.

Me intrigan, por qué no reconocerlo, los movimientos insondables, embozados, que realiza el PP con nacionalistas diversos a fin de aprobar los presupuestos. ¿A qué precio? ¿Para qué? Cualquier ciudadano agudo sabe que, si Pedro Sánchez gana las primarias, habrá elecciones anticipadas y si no con bastante probabilidad. Ignoro quién o qué obliga a don Mariano para que deba aprobar unos presupuestos sin otra alternativa más generosa. Como se deje algunos pelos en la gatera y luego se vea obligado a adelantar elecciones, no le arriendo las ganancias electorales. Vislumbro movimientos de difícil explicación en Ciudadanos cuya “espantá”, a lo peor, se la ha ganado el PP a pulso. Arrogancia y prepotencia casan mal con una minoría política que consigue el gobierno, de rebote, por una jugada a tres bandas. Albert Rivera, junto al resto, se embarra y encenaga el campo de juego español. ¡Mamelucos!

Susana Díaz, otra populista con abundante pedigrí democrático e idea de Estado, brinda su candidatura a la secretaría general del PSOE. Sin demasiado relieve intelectual, no exento de gancho político, la señora Díaz puede salvar a su partido de la quema. Diferente es que sea candidata ideal para auxiliar a España. La juzgo con buenas intenciones, mas con la misma fe, desconfío de su capacidad para presidir el gobierno. El círculo de líderes idóneos se cierra y dentro anida un vacío frustrante, desesperanzador. ¿Por qué será que los lerdos tienen buena presencia y ninguna esencia? Con la élite sabia (auténticamente intelectual, no de arrime, de cuota) ocurre al revés.

El conflicto de los estibadores deja a Rajoy fuera de combate. Un peaje electoral (potencialmente cercano) deja al raso, sin cobijo, a don Mariano. Hasta Ciudadanos guarda la viña. La política es una farsa que cambia los papeles según quien ocupe el escenario. Algunos, incluso, sacan los pies del tiesto como la señorita Montero cuando justifica una situación anómala en democracia diciendo que los sueldos de sesenta o setenta mil euros dignifican ese mundo laboral al que las leyes de Rajoy ha llevado a la  miseria. Sin que le falte razón, necesita autoridad moral para manifestarse en esos términos si pensamos que Grecia, Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador -con gobiernos clones a los que ella quiere para España- son países que nadan en la más absoluta de las penurias. ¡Indecentes!

Sí, todo aquello que afecta a los españoles: fiscalidad, aprobación de presupuestos, ley de la estiba, pactos diversos, etc., permanecerá detenido hasta después de que salga nuevo secretario general del PSOE. Porque este y PP, PP y aquel, no quieren compartir la tarta con nadie, pero guardan las formas a fin de ahogar reproches. Mal hecho pues están enterrando a Ciudadanos, hay serios intentos de resucitar UPyD (de lo cual me congratulo) y aprovisionan a un desahuciado: Podemos. ¡Estúpidos!

 

 

 

viernes, 10 de marzo de 2017

LUCUBRACIONES EN TORNO AL PODER


A la hora de urdir mis artículos jamás tuve tentación de ofrecer clases magistrales, tampoco podría, ni articular tesis irrefutables relativas a usos políticos. Antes bien, siempre me propuse continuar el ministerio pedagógico -copioso a lo largo de cuarenta años- ofreciendo materia para una reflexión hoy vital. Distinguimos en el cercano horizonte cambios trascendentales, próximos. De seguro vienen tan rápidos que nuestra mentalidad se ve superada para comprenderlos y gestionarlos. Estamos acariciando un mundo robotizado que agrava, paradójicamente, el conflicto laboral junto al envejecimiento de la población. Esta novedad todavía no ha hecho mella en el ciudadano hastiado, de momento, por tanta corrupción y vicios del poder.

De la primera, conocemos cada día extensos detalles en informativos y tertulias sin que, hasta el presente, se perciban esfuerzos evidentes por minimizarla -al menos- ante la nula tentativa, de unos y otros, para resolverla (acepto una soterrada e inmunda discusión con el objeto de desprestigiar recíprocamente al adversario). Este marco me lleva a hablar del poder. Hay un hecho claro, incontestable: el poder es hegemónico y autoritario. Como norma, es difícil encontrarlo con perfil autocrático, personalista, sin que ello suponga negar esta forma de existencia (obsérvense los sistemas totalitarios, germen sangriento de diversas dictaduras). Usualmente lo consiguen élites heterogéneas que rivalizan por conseguir el control de los recursos, ya sean políticos, económicos, informativos, ideológicos, etc. (da la impresión de que, en los tiempos modernos, el poder renuncia a disputarse cualquier rasgo doctrinal). Para Foucault “el poder se encuentra en todos los sitios porque no proviene de ninguno”; percepción errónea, engañosa, desde mi punto de vista.

Todo poder tiene su venero, sus fuentes: Fuerza, persuasión, autoridad, tradición, carisma, conocimiento (aunque se nutre de desconocimiento), comunicación, dinero. El número de fuentes indica la cantidad de élites que se disputan el poder; tomando al pueblo, a la ciudadanía, campo idóneo, deudor, de sus disputas. Max Weber asegura que la sociedad está amenazada por la concentración de poder. En efecto, los populismos quiebran -o lo apetecen- la complementación democrática donde cohabitan diversos poderes permisivos pugnando sin cuartel contra el constrictivo que quieren imponer. Ya lo anunciaba Korstanje: “Todo populismo lleva aparejado desinversión y termina inexorablemente en dictadura para proteger élites concretas”.

Quien teorice sobre soberanía nacional o el tan traído poder popular de los populismos miente con descaro. Ambos son recientes eslóganes que forman parte de la escenificación, herramienta fructífera, prodigiosa. Una masa, más o menos vertebrada, atesora un poder lineal -no diferenciado- adverso a las élites (elijan, cualquiera de ellas) cuyo poder es diferenciado y competitivo. Estas, apetecen su acumulación tras pugnar por el control de los recursos. El poder acarrea un tipo de acciones sobre otras utilizando la amenaza con violencia. Utiliza, al tiempo, una metodología basada en el márquetin. Gana ímpetu en un sistema de creencias por su manera característica de ver el mundo, normalizando un modo de vida específico. Este es el fundamento que invita a no apostarse nunca ciegamente; nada ni nadie merece tanto hechizo.

Aquella escenificación de la que hablábamos nos trae ejemplos estos días. Ayer se aireaba, sobre todo por medios sabidos, una presunta trama de corrupción protagonizada por el presidente de Murcia cuando era alcalde de Puerto Lumbreras. Quien lo mantiene al frente de la Comunidad, Ciudadanos, pide su renuncia para seguir con el pacto previo. La polémica, perfectamente orquestada, es artificiosa y falaz. Ciudadanos, socio preferente y único del PP, se siente indefenso, burlado, cuando se le ningunea en las decisiones PP-PSOE. Semejante displicencia, esa falta de relevancia, la lucha por ser hegemónico en un país de telediario, pone sobre ascuas un pacto de gobierno que puede romperse por estrategias mercadotécnicas. Cuestión de avidez, dominio e insensibilidad del PP que ya acumula abusivos pecados para hacerse perdonar.

Salta hoy, sin embargo, la porfía más espinosa. Con fondo evidente de atentado a la democracia, aparece la denuncia de la APM contra Podemos por presuntas amenazas, acoso y amedrentamiento a periodistas. La negativa de los líderes podemitas, además de esperpéntica e inútil, deja al descubierto el talante de este partido con tics totalitarios y eminentemente cesarista. Tal encrucijada, el constante aviento de dimes y diretes, deja al desnudo, en Podemos, una indigencia generalizada, lamentable, onerosa. ¿Estos van a resolver los problemas de España? Apaga y vámonos. Su objetivo no es compartir sino reemplazar. Por eso venden bien sus remedios a quienes todavía no los conocen, incluso realizando notables esfuerzos por dejarse notar.

Sí, amigos lectores; el poder no se proletariza ni se comparte. Pese a cánticos de sirena, su reino habita en las élites, en la crema social; nunca abandona su medio para ocupar una alternativa multitudinaria. Semejante proposición lleva a que la democracia sea tan utópica como el denominado socialismo científico o anarquismo. Hace tiempo que soy consciente de esta cruda realidad y sé que podemos aspirar solo a un ten con ten, como dirían los castizos. Las mieles se dan azarosa y raramente. Evitemos que nadie ponga ante nuestros ojos zanahorias y palos. Mantengamos una posición de rebeldía pacifica pero también de firmeza; no nos dejemos ahogar. En palabras de Dong Larson: “En lugar de darles la llave de la ciudad a los políticos, sería mejor cambiar la cerradura”. Amén.

 

 

viernes, 3 de marzo de 2017

UNA MEMORIA SELECTIVA, AD HOC


Con frecuencia escuchamos frases como “no hay peor sordo que quien no quiere oír”. Parecidas máximas llenan diferentes campos y pormenores propios de una vida compleja, profunda. El yo físico e intelectivo se imponen a la lógica, a todo aquello que significa equidad, acuerdo, convergencia. Aun siendo seres sociales, anómalos en solitario, destruimos furiosamente los puentes tendidos por espíritus cautos, sabios, inaccesibles a lo estúpido. Nos negamos a suscribir cualquier intermediación que redima divisiones, egocentrismos. Cada cual aspira a justificar contra viento y marea, abusivamente, su débil fortaleza personal, sus monstruos, su dogma. El resto apunta pensamientos oscuros y acciones destinadas a oprimir individuos desamparados por la fortuna o abatidos por la fatalidad. Homólogo escenario hemos creado de forma insensata para representar el Gran Teatro en que se ha convertido la existencia humana.

Es cierto que no viví la guerra (tampoco el noventa y cinco por ciento tiene consciencia de ella), que no tengo familiares podridos en las cunetas, tampoco ya un padre que sufriera los rigores del campo de concentración. Queda solo lejana alusión a un tío, combatiente republicano, muerto en la batalla de Brunete. Aunque nací en mil novecientos cuarenta y tres, mi curiosidad, interés y cuantiosas lecturas, me dan amplia visión de España, sus vicisitudes, en el siglo XX. Tales circunstancias, facultan a analizar el tema libre de prejuicios, sin banderías que me impulsen al subjetivismo agreste, hediondo. Admito incomprensión, reparos vigorosos, en quienes se dejan cortejar por soflamas sectarias, por argumentos postizos sembrados cautelosamente dentro de la conciencia colectiva. Sospecho que, motu proprio, no hubiese germinado ninguna iniciativa y se hubiera arrinconado, hace tiempo, cualquier reliquia de aquella guerra fratricida donde todos resultaron perdedores.

Zapatero, hábil incompetente, sacaba de la oscuridad gubernamental proyectos a largo plazo, seductores, hueros, de imposible verificación. Aquella Alianza de Civilizaciones solo fue un recurso mediático, una chuchería indefinible e imperecedera. Significó el hueso que mantiene ocupadas ansias de morder. Asimismo, su defensa del Medio Climático entretuvo sine díe a quienes hicieron de él un ídolo virtual, un artilugio devoto. Aparte estas añagazas benignas, analgésicas, sacó de la chistera aquella famosa y perturbadora Ley de Memoria Histórica. Únicamente individuos sometidos a traumas provenientes de sucesos luctuosos pueden cometer semejante disparate. Mantengo la tesis de que el episodio de su abuelo, el capitán Rodríguez, marcó a tan oneroso personaje. Quiso cambiar la historia, desbaratar casi cinco décadas, y consiguió reabrir cismas sociales cerrados, con enorme generosidad, al principio de la Transición. Esa fue su mejor virtud y su peor pecado.

Desde la muerte de Franco hay bastante gente que exterioriza una visión distinta del franquismo originario. Yo sigo pensando igual. Siempre expuse que su error más terrible fue la represión efectuada tras el conflicto, cruel e innecesario. Después tuvimos un régimen autocrático, discutible pero muy original. Desde mi punto de vista, constituyó el periodo más largo, hasta aquel momento, de convivencia pacífica. Libre de influencias, adscrito al hábitat provinciano, viví la dictadura sin pena ni gloria, alejado de improntas universitarias jaleadas por disidentes no siempre democráticos. Verdad es que había instintos rebeldes en una juventud inquieta -entusiasmo natural- potenciados, a la par, tanto por personas idealistas cuanto por sujetos con objetivos maquiavélicos y prosaicos. Este periodo exige análisis huérfanos de fervores, dogmas y maniqueísmos que pudieran adulterar la realidad.

En este momento, comunicadores (ellas y ellos) blindados con ese prurito progre que se presume hasta extremos ridículos, aventan las “ecuánimes” demandas de la izquierda radical o no tanto. Pretenden exhumar los restos de José Antonio y Franco del lugar actual para darles sepultura definitiva fuera de cualquier recinto que tenga connotaciones enaltecedoras. Se llega al comentario arrebatado, sin matices, descompasando el tono, de que no pueden compartir dominio víctimas y victimarios. El propósito, se dice, es “resignificar el conjunto despejándolo de cualquier connotación ideológica o política”. Dos cuestiones. Desde el catorce de marzo de mil novecientos treinta y seis, José Antonio estuvo preso hasta su fusilamiento a finales de noviembre. Por tanto, mal pudo responder de una guerra y menos de la represión. En segundo lugar, esta propuesta tiene un vínculo político que, en absoluto, minimiza el que se quiere suprimir. Sobre los restos de Franco, resultaría factible aplicar razones concluyentes para efectuar su traslado, si tal acto ayudara a restablecer la conciliación. De todas formas, el Tribunal Supremo ya ha resuelto su rechazo bajo sentencia jurídica y no política, como debiera ser el caso.

Queda por hacer un ejercicio de adivinación. ¿Qué habría ocurrido si hubiesen ganado la guerra los comunistas? Fue el intento final superados los demás partidos republicanos. ¿Hubiera habido represión? ¿Qué régimen habríamos tenido, dictadura o democracia? ¿Hubieran legislado la Ley de Memoria Histórica, o similar? Nadie tiene respuestas porque ninguno de los supuestos ocurrió. Especular, aquí y ahora, supone un proceder aventurado que no estoy dispuesto a consumar. Sin embargo, introduzco a juicio, a reflexión, un hecho cierto, orientador. Me refiero a las palabras de Alberto Garzón: “Leopoldo López está en la cárcel por golpista y por ser partidario de la sangre”. Baste este botón como muestra convincente, innegable, de hermandad, de moderación, amén de verosímil respuesta a los interrogantes anteriores. Los emisarios del pueblo, voceros de las libertades, no siempre son demócratas.