viernes, 29 de enero de 2016

QUIEN MALOS CAMINOS ANDA, MALOS ABROJOS HALLA


Dicen que la sabiduría popular engloba, al menos, una masiva aquiescencia; por tanto (tras su imposible constatación contable) recibe así etiqueta de certidumbre. Los tiempos que vivimos son ingratamente turbadores cuando debiéramos estar curados de espanto. Secundamos el arraigo de un tierno eslogan, “hoy más que ayer pero menos que mañana”. Lo perverso, pese a todo, es esa indeterminación referida tanto al tiempo cuanto a la magnitud. Parece no tomar reposo ni fin. Ya casi no cuesta levantarnos con el ánimo presto a digerir cualquier noticia por extravagante que sea. Cada jornada nos va haciendo permeables e inmunes, paradójicamente, a crudas reseñas que acompañan con excesiva frecuencia el desayuno.  

Ayer -siempre utilizamos ciertos vocablos para referir un pasado inmediato- divulgaron la operación Taula en Valencia. Hoy, esa narcótica y anodina resolución de la Audiencia de Palma que obligará a la infanta Cristina sentarse de nuevo en el banquillo. El primer asunto refuerza los argumentos del PSOE para justificar su negativa a mantener diálogos con el PP. Olvidan que Pedro Sánchez, un mayo lejano, advirtió su repugnancia a pactar con aquel y con Bildu, colocando a ambos en el mismo plano. Luego suavizó rencores a Bildu. Algunos, con tics alarmantes, se refieren al sumario valenciano adjetivándolo de “trama criminal” y demandan jocosamente la disolución del Partido Popular. Produce vergüenza ajena tanto desahogo en una hueste que debe acreditar su presumida virginidad más allá de la excelente mercadotecnia.

No cabe duda que la corrupción, toda ella, ilegitima para regir los destinos del país. Por tal motivo, Rajoy y otros muchos debieran dejar paso a gente impoluta. Ahora mismo son una rémora fundamental. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que la corrupción presenta diversas caras. El individuo considera malsana, peor, aquella que afecta al tesoro público, el latrocinio continuado de quienes aseguran servir a la sociedad. Ignoran esa perversión sutil de mentes, de conciencias, que afectan a los usos democráticos hasta deteriorar gravemente sus pilares fundamentales. Desde mi punto de vista, esta corrupción es mucho más infame porque degrada el sistema ahogando las libertades individuales con dogmas maniqueos, totalitarios, y trayendo a menudo miseria perpetua. Asimismo, los corruptos amasan pequeñas fortunas; los dictadores generalmente atesoran inmensas riquezas sobre una explotación económica y carencia de libertades.

Pedro Sánchez, inhábil, se ha cerrado cualquier posibilidad de pervivencia. Desde hace tiempo va preparando su defunción política que llegará a poco. Nada estrategas, sus asesores le llevan de error en error. El principal es crearle un antagonista equivocado. Desconozco quien le genera la idea de lucha desaforada contra el PP cuando solo es rival ideológico; es decir, confortable adversario. El auténtico enemigo, quien le socava votantes, es Podemos. Encima para no romper puentes cara al futuro hipotético, le proporciona pedigrí democrático. El propio Sánchez calcula que revivir el Frente Popular le llevará a la Moncloa. Craso error. Se han topado con una camarilla que les da mil vueltas en lo que, antaño, ellos fueron auténticos peritos: la agitación y propaganda. Un ejemplo reciente es aquella emponzoñada propuesta de gobierno que les hicieron no ha mucho. De pasada eliminaban a PSOE e IU, quedándose únicos representantes de la zurda española. Son perniciosos compañeros de viaje. Sombríos si un día consiguieran el poder.

Nuestra sociedad no es radical. Por este motivo, siempre han ganado las elecciones partidos de centro izquierda o derecha, sin paroxismos. Asqueado de corrupción y crisis, el votante se crispa, se trastorna, lo suficiente para votar a un partido que todavía considera pulcro, lejos del totalitarismo, porque nadie -ni medios ni prohombres- lo ha dicho. Si el PSOE, en vez de cargar silencioso con el apelativo “casta”, hubiera enfatizado el carácter estalinista de Podemos, hoy tendría más diputados que el PP y podría gobernar con el apoyo estricto  de Ciudadanos. Definitivamente la comisión ejecutiva erró el tiro de manera clara. Y no pueden echarle culpas a la vieja guardia preocupada por un futuro incierto para el partido. Falsos e insolentes. 

A Sánchez y su ejecutiva les quedan días. Si pacta con Podemos, desaparece él junto al PSOE. Si hubiera elecciones de nuevo, con toda probabilidad habría otro candidato menos sectario, capaz de armonizar intereses particulares, partidarios y nacionales. Le queda como solución menos negativa, quizás, pasar a la oposición con el pacto PP-Ciudadanos bajo una exigencia rotunda de cambios sustanciales que fortalezcan la democracia, haya verdadera voluntad de contrición -a la par que de penitencia- y eliminen para siempre el peligro de los populismos en sus diferentes siglas y manifestaciones. He ahí el hombre de Estado que esperan socialistas y españoles.

Este PSOE retomaría por fin un camino abandonado que le transportaba a la confluencia con los socialdemócratas europeos y que el necio Zapatero, irresponsablemente, quebró marginando a media nación con etiquetas tan demoledoras como falsas. De aquellos polvos estos lodos para España y para un partido en absoluto declive. Ojalá los abrojos se transformen en hierbabuena capaz de aliviar dolores e irritaciones. Pese a todo, no olvidemos a UPyD, perfecto eslabón si, por unos u otros, se rompiera la cadena.

 

 

viernes, 22 de enero de 2016

VIEJA Y NUEVA POLÍTICA. ADIÓS ESPAÑA


Permítaseme que, con toda modestia y pidiendo disculpas por mi audacia, robe a Ortega el epígrafe del artículo. Pretendo, al mismo tiempo, advertir que llevamos un siglo asentados en el más puro inmovilismo. Decía aquel insigne pensador, allá por mil novecientos catorce, que “la vieja política son fórmulas de uso mostrenco que flotan en el aire público y que se van depositando sobre el haz de nuestra personalidad como una costra de opiniones muertas y sin dinamismo”. Insinuaba que la nueva política se basaba en dos proposiciones: la inutilidad de los programas usados y caducos junto a la urgencia de construir un edificio nuevo de ideas y pasiones políticas pidiendo colaboración no votos; sin prisa porque ella es alimento de los ambiciosos. ¿Encuentra el lector diferencias sustantivas con el contexto actual? Pese a fatales acontecimientos posteriores, y aunque parezca asombroso, conjeturo una respuesta general: no.

Qué poco les importa el país, la sociedad. Ambiciones espurias potencian esa ceguera característica de quien no quiere ver. Las prisas conforman un ingrediente que origina disposiciones arriesgadas cuando no totalmente suicidas. Lo peor es que el efecto lleva aparejadas dramáticas derivaciones colaterales. Nadie recomendaría autolesionarse a ninguna sigla. Menos si el quebranto se extiende a todo un país. Sin embargo, próceres (perdón por el exceso) irresponsables, muy irresponsables, instan a un insensato menesteroso a que, cual zángano himenóptero, prefiera morir tras gozar un tiempo de la Moncloa. Incluso puede llegarle el óbito antes que el orgasmo. Ignoro si la deriva, un tanto psicótica, altanera y atiborrada de felonía hacia el Comité Federal, es cosecha propia o procede de infectas inducciones adyacentes.

Tanto don Pedro como sus secuaces -digo, asesores- más cercanos ventean que los votantes les han reclamado un cambio de talante, a encabezar un gobierno de izquierdas que resuelva el desastre pepero. Aparte entusiasmos etéreos, temo que uno y otros deban repasar las cuatro reglas, en concreto la adición. Todas las izquierdas, el frente popular redivivo, alcanzan ciento setenta y dos diputados. Es decir, el montón no consigue mayoría absoluta y, por tanto, el futuro gobierno tendría la misma estabilidad que un huevo o una castaña para no confundir términos. Ese dilema lo resuelven divulgando que buscan un gobierno progresista. Admitiendo que Podemos encarne  un colectivo progre, que ya es ser ingenuo, no paso por tragarme a los independentistas de ERC o Democracia y Libertad (cara lavada de CDC), menos a Bildu, como paradigmas en quienes mirarse. Saben a la perfección que todo se reduce a vana palabrería, que las ansias de un grupo indigno, bucanero, las vamos a pagar los españoles muy caras.

Cierto es que Rajoy en cuatro años ha dilapidado el capital político que la sociedad le otorgó como última esperanza y no por atractivo o convencimiento. Igual de verídico es que solo el PSOE fue culpable de aquel éxito sin precedentes. Ahora no es creíble aparecer como valedor por aquello de “no puede resolver un problema quien formó parte de él”. A Rajoy se le acusa, con razón, de aumentar impuestos y reducir gastos sociales en vez de institucionales menos gravosos para el conjunto. No obstante los menoscabos laborales y educativos surgieron con el PSOE tras las ETT o la LOGSE, verdaderos lastres en ambos apartados. Ninguna Ley de Educación del PP ha sido válida en nuestro país. La LOMCE, promulgada años atrás, se inició a principios del presente periodo escolar y, teóricamente, de forma parcial. Será operativa, como mucho, este curso; es decir, al parecer tiene los días contados.  Por tanto, menos falacias.

Fechas atrás escuchaba en televisión a Pedro Saura, dirigente del PSOE. Como persona le tengo todo el respeto del mundo, pero en su papel de político me merece el mismo que yo recibo de él. Hablaba sin hacer salvedades. En su discurso -abierto a los españoles digo, sin excepción- me tildaba de imbécil supino. Pues no. Su intervención significó un sinfín de necedades, de patrañas, dichas con exquisito cinismo. El broche de oro fue esa frase estúpida que agregaba “emergencia social”. No me extraña que un economista se lie con la semántica. Señor Saura, emergencia implica instantaneidad, improvisación, y el problema social ya es rancio. Lo mismo que el institucional, político y democrático a los que deberían hincar el diente ustedes, todos, sin demora.

Termino con otras palabras de Ortega. “Es preciso hacer una llamada enérgica a nuestra generación, y si no la llama quien tenga positivos títulos para llamarla, es forzoso que la llame cualquiera”. Hace horas toda España se ha enterado del osado reclamo de un fantasma. ¿Han comprendido señores del PP y del PSOE? Sigan hasta el aburrimiento con la vieja política y otros, de mayor vetustez pero con novel etiqueta, les borrarán del mapa político y hundirán esta nación doliente. Ah, los silencios cómplices inhabilitan para protagonizar futuras e imperiosas catarsis. Nada nuevo hay bajo el sol. Tampoco una moral inmaculada, purificadora.

 

viernes, 15 de enero de 2016

DESPROPÓSITOS O ACUERDOS SOTERRADOS


España ha llegado al punto de la lucubración, del azar. Se equivocan los expertos en sociometría, patinamos los analistas y disparatan los políticos. Cuando la muestra estadística es esquiva o suspicaz resulta imposible predecir el comportamiento social. Si cualquier analista se rinde al sentido común en lugar de hacerlo a su instinto (que tampoco asegura el acierto), está alimentando un fallo rotundo. La encarnadura política, a su vez, está constituida a base de errores u olvidos. Creo, sin embargo, que gran parte de la anomalía emana del ciudadano, poco dado a examinar hechos y tasar ofertas. El resto concierne a los medios de comunicación que han usurpado un púlpito espurio pero rentable. Hoy, la doctrina política se imparte sobre todo en televisión. Han conseguido crear mentes desideologizadas y sectarias; una conciencia social dogmática, por tanto maniquea.

Semejante marco intelectivo (nada que ver con aspectos o reflejos culturales), agravado por una crisis pertinaz, ha permitido el asombroso ascenso de Podemos. Pese a tales considerandos, y a otros maleados por los medios, España es el único país que ofrece un Parlamento donde el marxismo radical, olvidada su depravación, brinda cuantiosa muestra. Ni Grecia ni Portugal. Lideramos el insólito  honor de acelerar el vehículo que nos lleva al desastre económico e institucional. La izquierda griega o portuguesa no tiene nada que ver con el marxismo aborigen cuyas propuestas, por suerte superadas, quedaron ancladas a principios del siglo XX en toda Europa, salvo Francia e Italia que se extinguieron al ocaso. Actualmente partidos comunistas democráticos, con entidad, solo existen en Grecia, Portugal y España. Podemos es punto y aparte, pese a la influencia que ejerce sobre Izquierda Unida. Sus referentes cercanos son Venezuela y otros países sudamericanos sumidos en la miseria. 

Nuestro PSOE no puede homologarse con la socialdemocracia europea, aun formando parte del mismo grupo. Abandonó el marxismo en el XXVIII congreso, pero Zapatero ayer y hoy Sánchez confunden al personal con gestos muy preocupantes que pueden impedirle ganar confianza entre inversores foráneos y electores patrios adornados de compostura, al menos. Lamentablemente se constata que la apetencia ilimitada obnubila mentes y voluntades. Bien es cierto que el señor Sánchez no necesita sardinas para beber vino, al decir del refrán. Su asiento al frente del PSOE pende de un hilo, pero lo grave no pasa por su situación personal sino por la suerte de España, de su partido y del Mercado  Común Europeo. Sopesando pros y contras, el Comité Federal debiera tomar medidas urgentes para sanar unas siglas agonizantes e incluso en auténtico peligro de desintegración.

La Europa del euro, del Estado de bienestar, rechaza los populismos totalitarios, fascistas, sean de izquierdas o de derechas, ya en solitario ya en comandita con partidos ahítos de pedigrí democrático y que equivocadamente les afeitan los apéndices tiránicos. Nadie duda del papel necesario, protagonista, gestor de populismos, ejercitado por el liberalismo y la socialdemocracia cuando abanderaron la corrupción durante prolongados periodos. Euroescépticos ingleses, Frente Nacional francés, movimiento V-Day de Beppo Grillo italiano y Syriza griego son arrebatos de respuesta ciudadana. No obstante pasar de una A purulenta a la Z intransigente, asimismo presunta milagrera, es temerario. Sospecho que faltan conocimientos matemáticos y sobra candidez. Quien mejor puede ofrecer argumentos de peso, incontestables, es la Historia, esa guía relegada, a cuyo olvido y menosprecio dedicamos los mayores esfuerzos.

Vivimos una época difícil, compleja. Economía, sociedad e instituciones autonómicas están afectadas por gérmenes cuya eliminación precisa  unidad y comedimiento. No vale todo, ni siquiera cualquier cosa. A pesar de la notable culpa que cargan PP y PSOE, Ciudadanos puede ser el estimulante preciso para restaurar el edificio nacional. Consiste en limpiar la vida pública, restituir lo distraído y remozar la democracia junto a sus instituciones. Además, deben blindar (raro concepto) las libertades individuales. A Pedro Sánchez le entra el juicio de una vez o, los llamados barones, deben propiciar cuanto antes su caída. España y el PSOE lo agradecerán en poco tiempo. Hago votos para que el mismo vendaval se lleve también a Rajoy.

Es muy probable que a estas alturas esté todo el pescado vendido. Lo contrario significaría la puntilla para este país. Solo el resurgimiento extraño de UPyD y la honda meditación de Izquierda Unida pudieran ser el antídoto que necesitaríamos para mitigar un ascenso injustificado, expuesto, de Podemos. Si así fuera, aunque mi reflexión -a fuer de sentida- llegara tarde no quito ni una coma de lo expuesto y de lo mucho que callo, en forma y contenido, porque prefiero el estilo amigable amén de la concordia cuando todavía no está todo perdido. Pero… cuidado con  decepcionar más. Podemos os lo recompensará y nosotros os lo demandaremos.

 

 

DESPROPÓSITOS O ACUERDOS SOTERRADOS


 

España ha llegado al punto de la lucubración, del azar. Se equivocan los expertos en sociometría, patinamos los analistas y disparatan los políticos. Cuando la muestra estadística es esquiva o suspicaz resulta imposible predecir el comportamiento social. Si cualquier analista se rinde al sentido común en lugar de hacerlo a su instinto (que tampoco asegura el acierto), está alimentando un fallo rotundo. La encarnadura política, a su vez, está constituida a base de errores u olvidos. Creo, sin embargo, que gran parte de la anomalía emana del ciudadano, poco dado a examinar hechos y tasar ofertas. El resto concierne a los medios de comunicación que han usurpado un púlpito espurio pero rentable. Hoy, la doctrina política se imparte sobre todo en televisión. Han conseguido crear mentes desideologizadas y sectarias; una conciencia social dogmática, por tanto maniquea.

Semejante marco intelectivo (nada que ver con aspectos o reflejos culturales), agravado por una crisis pertinaz, ha permitido el asombroso ascenso de Podemos. Pese a tales considerandos, y a otros maleados por los medios, España es el único país que ofrece un Parlamento donde el marxismo radical, olvidada su depravación, brinda cuantiosa muestra. Ni Grecia ni Portugal. Lideramos el insólito  honor de acelerar el vehículo que nos lleva al desastre económico e institucional. La izquierda griega o portuguesa no tiene nada que ver con el marxismo aborigen cuyas propuestas, por suerte superadas, quedaron ancladas a principios del siglo XX en toda Europa, salvo Francia e Italia que se extinguieron al ocaso. Actualmente partidos comunistas democráticos, con entidad, solo existen en Grecia, Portugal y España. Podemos es punto y aparte, pese a la influencia que ejerce sobre Izquierda Unida. Sus referentes cercanos son Venezuela y otros países sudamericanos sumidos en la miseria. 

Nuestro PSOE no puede homologarse con la socialdemocracia europea, aun formando parte del mismo grupo. Abandonó el marxismo en el XXVIII congreso, pero Zapatero ayer y hoy Sánchez confunden al personal con gestos muy preocupantes que pueden impedirle ganar confianza entre inversores foráneos y electores patrios adornados de compostura, al menos. Lamentablemente se constata que la apetencia ilimitada obnubila mentes y voluntades. Bien es cierto que el señor Sánchez no necesita sardinas para beber vino, al decir del refrán. Su asiento al frente del PSOE pende de un hilo, pero lo grave no pasa por su situación personal sino por la suerte de España, de su partido y del Mercado  Común Europeo. Sopesando pros y contras, el Comité Federal debiera tomar medidas urgentes para sanar unas siglas agonizantes e incluso en auténtico peligro de desintegración.

La Europa del euro, del Estado de bienestar, rechaza los populismos totalitarios, fascistas, sean de izquierdas o de derechas, ya en solitario ya en comandita con partidos ahítos de pedigrí democrático y que equivocadamente les afeitan los apéndices tiránicos. Nadie duda del papel necesario, protagonista, gestor de populismos, ejercitado por el liberalismo y la socialdemocracia cuando abanderaron la corrupción durante prolongados periodos. Euroescépticos ingleses, Frente Nacional francés, movimiento V-Day de Beppo Grillo italiano y Syriza griego son arrebatos de respuesta ciudadana. No obstante pasar de una A purulenta a la Z intransigente, asimismo presunta milagrera, es temerario. Sospecho que faltan conocimientos matemáticos y sobra candidez. Quien mejor puede ofrecer argumentos de peso, incontestables, es la Historia, esa guía relegada, a cuyo olvido y menosprecio dedicamos los mayores esfuerzos.

Vivimos una época difícil, compleja. Economía, sociedad e instituciones autonómicas están afectadas por gérmenes cuya eliminación precisa  unidad y comedimiento. No vale todo, ni siquiera cualquier cosa. A pesar de la notable culpa que cargan PP y PSOE, Ciudadanos puede ser el estimulante preciso para restaurar el edificio nacional. Consiste en limpiar la vida pública, restituir lo distraído y remozar la democracia junto a sus instituciones. Además, deben blindar (raro concepto) las libertades individuales. A Pedro Sánchez le entra el juicio de una vez o, los llamados barones, deben propiciar cuanto antes su caída. España y el PSOE lo agradecerán en poco tiempo. Hago votos para que el mismo vendaval se lleve también a Rajoy.

Es muy probable que a estas alturas esté todo el pescado vendido. Lo contrario significaría la puntilla para este país. Solo el resurgimiento extraño de UPyD y la honda meditación de Izquierda Unida pudieran ser el antídoto que necesitaríamos para mitigar un ascenso injustificado, expuesto, de Podemos. Si así fuera, aunque mi reflexión -a fuer de sentida- llegara tarde no quito ni una coma de lo expuesto y de lo mucho que callo, en forma y contenido, porque prefiero el estilo amigable amén de la concordia cuando todavía no está todo perdido. Pero… cuidado con  decepcionar más. Podemos os lo recompensará y nosotros os lo demandaremos.

 

 

viernes, 8 de enero de 2016

AL PSOE LO CONDENAN SUS HERMENEUTAS


Hermeneuta es la persona que interpreta textos, frases o hechos; verbigracia, el alcance electoral del 20 D. Los partidos, sin ninguna salvedad, tras cualquier confrontación -y avanzado el escrutinio- exhiben a sus líderes para anunciar (urbi et orbi) los excelentes resultados debidos a la ciudadanía. Curiosamente, contraviniendo toda ley estadística, generalizan logros óptimos. Nadie pierde. Se consideran estúpidos quienes realicen autocríticas cabales. Son momentos para dar rienda suelta al fanatismo, para exaltar ánimos noqueados por una realidad tozuda. Constato, en cada oportunidad, un ritual absurdo, bochornoso, donde la sensatez cabalga a lomos del engendro.

Pedro Sánchez, hermeneuta jefe (al menos oficialmente), destacó inundado de grandeza el triunfo y quehacer históricos que las urnas acababan de dispensar a su partido: liderar un cambio progresista. Hay que tener un cuajo especial, junto a un cinismo superlativo, para revestir de éxito el fracaso evidente. Acababan de perder veinte diputados, de batir todos los récords, y visten al náufrago de etiqueta para justificar perpetuaciones humillantes. Aquí, en España, no se dimite ni por error a pesar de que, según dicen, los políticos están mal pagados. Mentira; algunos no merecen ni el salario mínimo interprofesional. El espíritu de servicio, biombo rutinario, correspondía al franquismo. Ahora, invocar o aludir esa virtud es una broma pesada. ¿Acaso solo hemos cambiado al santo de pedestal? Respóndanse ustedes.

Antonio Hernando, portavoz socialista en la anterior legislatura, y César Luena, secretario de organización, constituyen el bastión orgánico que sustenta a Pedro Sánchez. Exhaustos por el empeño, sacan fuerzas de flaqueza e interpretan la voz del pueblo a su manera; es decir, arrimando el ascua a su sardina. Proclaman, ocurrentes, que la sociedad pide cambios. Cuentan, sagaces, que si el pueblo hubiera querido otra cosa un repelido PP tendría superioridad manifiesta, cómoda, en vez de tan exiguo número de diputados. Hacen una lectura necia, envenenada. ¿Qué dice el votante cuando a ellos les birla veinte y los deja con noventa? ¿Quiere verlos en el poder o en la oposición? El hambre y la sed producen espejismos, quimeras, delirios psicóticos. Esa construcción de una realidad ad hoc nos deja a los pies de los caballos, cautivos de aventuras arriesgadas y de aventureros siniestros.

El señor Sánchez, desde el minuto uno, cerró la puerta no solo a pactos o acuerdos sino al diálogo. Ese enfrentamiento visceral con el PP le lleva irremediablemente a dos escenarios igual de infaustos: a un explosivo gobierno multipartidista o a repetir las elecciones generales. Ambos ocasionarán la desintegración del PSOE. Ese gobierno de progreso que dice conseguir es letal o imposible, mejor lo segundo. Veamos. Suponiendo que el progreso sea patrimonio de la izquierda (en sus diversas facetas), que ya es atribuir, los diputados del PSOE (teórica socialdemocracia) con Podemos (travestido de socialdemócrata advenedizo), Unidad Popular (un Alberto Garzón perdido y otro), ERC y Bildu, suman ciento setenta y dos. Semejante bomba necesita la alianza de siglas tan progres como Democracia y Llibertat (sobrenombre ético, incorrupto, de CDC) o PNV, como sabe todo el mundo partidos nacionales que representan al obrero textil catalán o metalúrgico vasco. Adiós PSOE.

Si los vaticinadores aciertan y Colau gana las nuevas elecciones catalanas, las generales serían un toma y daca entre PP y Podemos. Ciudadanos y un PSOE raquítico, testimonial, tendrían probablemente la llave de un gobierno conjugado con las democracias liberales o, por desgracia, tomaría el relevo otro anticapitalista.  Ante esa irresponsabilidad y falta de visión política, saldríamos de Europa, del euro, y caeríamos de nuevo en la autarquía que conduce irremisiblemente al Estado fascista, totalitario. Resulta curioso que quienes se llenan la boca de luchadores por la democracia y las libertades nos condujeran, con la complicidad activa o pasiva de otros partidos espectadores, a una dictadura alejada de cualquier país civilizado.

Acepto que tal horizonte se vislumbre dificultoso, casi de pesadilla onírica. Sé que las circunstancias, aunque espeluznantes, distan mucho de aquellas que llevaron, mediado el siglo XX, a terribles consecuencias sociales. Sin embargo, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Por este motivo -y corroborando la estulticia de nuestros prohombres, con aditamentos menos disculpables- prescindamos de descargar culpas únicamente en ellos. Si hubiera nuevos comicios catalanes y nacionales, tenemos una segunda oportunidad de hablar claro para que luego los políticos no actúen cual hermeneutas arbitrarios, inconscientes. Sea.

 

 

viernes, 1 de enero de 2016

EL CLAN DE LOS MALDITOS


Maldito no lleva aparejada necesariamente ninguna disposición infamante, o de hostilidad, porque su concepto está huérfano de todo subjetivismo. En la cuarta acepción significa malo, adverso; es decir, se refiere al suceso o situación desgraciada, con mala fortuna. A la vez, clan significa grupo o secta según se desprende de su segundo sentido. Por ello, un hipotético paralelismo de Podemos con el sobrenombre del clan de los malditos no implicaría desprecio ni exceso. Además, conforma un acto de justicia, de reciprocidad, por tanta insolencia con “casta”; el epíteto lacerante, impío, dedicado a los partidos que en cuatro décadas han gestado un país inédito, envidiable.

Sí, Podemos constituye un clan elitista, una estirpe universitaria transformada en secta cuasi religiosa. Vienen repartiendo, a veces sin tapujo, credenciales de diversa índole y lustre. Deben creerse con autoridad moral para otorgar certificaciones de demócratas, progres y una larga lista laudatoria o, por el contrario, reprochable. Sus encomios e incluso censuras son incontestables, palabra de Dios; quizás de cualquier deidad politeísta. Pese a su degradación cultural por ser cosecha de la LOGSE, muestran unas facultades notables para el entrampamiento y seducción retórica. Claro es que los auditorios tampoco tienen dotes socráticas ni secundan a Pirrón. Maestros del enjuague, suelen enturbiar las palabras para torcer el mensaje. A considerable distancia aparecen los otros, quienes utilizan la demagogia en dosis normales, exiguas, ajustadas.

Puede que Podemos se gestara por revancha al no encontrar acomodo alguno de sus líderes en Izquierda Unida. Contribuyó, verdaderamente, la aventurada estrategia del PP cuando quiso debilitar la izquierda procurando el lucimiento mediático de un Pablo Iglesias astuto, aunque desconocido. Pronto sus dotes retóricas, aderezadas con un populismo hipnotizador, le permitieron ganar hegemonía televisiva y prosélitos para su causa. Los cinco eurodiputados constataron un ascenso inusitado, inexplicable. Superaba el voto antisistema o ácrata. Pero las alarmas, pese al auge, no saltaron ni en el PP ni -y era más grave- en el PSOE. De un ego insultante, osados al máximo, utilizaron la cámara europea para internacionalizar sigla e ideología. Iniciaban un camino ideal para “asaltar el cielo”; es decir, el Palacio de Invierno, el poder.

Empezaron utilizando viejas tácticas del leninismo revolucionario. Los círculos se asemejaban demasiado a aquellos soviets que conformaron una argamasa potente, sustantiva, unificadora. Sin embargo, esa supuesta autonomía y heterogeneidad enseguida fue sometida a las decisiones de un equipo concienzudamente seleccionado. Hoy los círculos forman parte de su anecdotario particular. A poco, Iglesias se configuró como líder indiscutible pese a algunas frustraciones que la moqueta ha ido difuminando.

Sin prisas, pero sin pausas, van ganando adeptos poniéndose el disfraz que la coyuntura exige. Tampoco es que necesiten un camuflaje exquisito. Crisis general y ordinariez social les permite un estilismo basto, burdo. Resulta muy complicado -amén de poco creíble- manifestarse socialdemócrata al tiempo que excusan y responden con tibieza a maneras liberticidas, tiránicas; cuando no presuntamente conniventes con el terrorismo. Venezuela es el ejemplo acusador. Ahora hablan de unidad plurinacional (cuyo primer promotor fue Stalin) y de referéndum revocatorio, formulaciones impensables en cualquier país de nuestro entorno. Son pequeñas evidencias de la carga totalitaria que impregnan sus ideas, que no doctrinas, propuestas y objetivos.

Desde presupuestos históricos y analizando tics, pronunciamientos e imprudencias, Podemos, resultado turbador del sistemático marketing mediático, me parece inconexo, falaz, quimérico, aun totalitario, que traería la miseria y el caos a España. Tras dos siglos bastante malditos pienso que los españoles, con todos los defectos e indigencia, merecemos -de una vez por todas- políticos sensatos, capaces, íntegros. Que el año venidero nos sea pródigo, básicamente en salud que escapa a sus atribuciones.