Maldito no lleva
aparejada necesariamente ninguna disposición infamante, o de hostilidad, porque
su concepto está huérfano de todo subjetivismo. En la cuarta acepción significa
malo, adverso; es decir, se refiere al suceso o situación desgraciada, con mala
fortuna. A la vez, clan significa grupo o secta según se desprende de su
segundo sentido. Por ello, un hipotético paralelismo de Podemos con el
sobrenombre del clan de los malditos no implicaría desprecio ni exceso. Además,
conforma un acto de justicia, de reciprocidad, por tanta insolencia con
“casta”; el epíteto lacerante, impío, dedicado a los partidos que en cuatro
décadas han gestado un país inédito, envidiable.
Sí, Podemos constituye un
clan elitista, una estirpe universitaria transformada en secta cuasi religiosa.
Vienen repartiendo, a veces sin tapujo, credenciales de diversa índole y lustre.
Deben creerse con autoridad moral para otorgar certificaciones de demócratas,
progres y una larga lista laudatoria o, por el contrario, reprochable. Sus
encomios e incluso censuras son incontestables, palabra de Dios; quizás de
cualquier deidad politeísta. Pese a su degradación cultural por ser cosecha de
la LOGSE, muestran unas facultades notables para el entrampamiento y seducción
retórica. Claro es que los auditorios tampoco tienen dotes socráticas ni
secundan a Pirrón. Maestros del enjuague, suelen enturbiar las palabras para
torcer el mensaje. A considerable distancia aparecen los otros, quienes
utilizan la demagogia en dosis normales, exiguas, ajustadas.
Puede que Podemos se
gestara por revancha al no encontrar acomodo alguno de sus líderes en Izquierda
Unida. Contribuyó, verdaderamente, la aventurada estrategia del PP cuando quiso
debilitar la izquierda procurando el lucimiento mediático de un Pablo Iglesias
astuto, aunque desconocido. Pronto sus dotes retóricas, aderezadas con un
populismo hipnotizador, le permitieron ganar hegemonía televisiva y prosélitos
para su causa. Los cinco eurodiputados constataron un ascenso inusitado,
inexplicable. Superaba el voto antisistema o ácrata. Pero las alarmas, pese al
auge, no saltaron ni en el PP ni -y era más grave- en el PSOE. De un ego
insultante, osados al máximo, utilizaron la cámara europea para
internacionalizar sigla e ideología. Iniciaban un camino ideal para “asaltar el
cielo”; es decir, el Palacio de Invierno, el poder.
Empezaron utilizando
viejas tácticas del leninismo revolucionario. Los círculos se asemejaban
demasiado a aquellos soviets que conformaron una argamasa potente, sustantiva, unificadora.
Sin embargo, esa supuesta autonomía y heterogeneidad enseguida fue sometida a
las decisiones de un equipo concienzudamente seleccionado. Hoy los círculos
forman parte de su anecdotario particular. A poco, Iglesias se configuró como
líder indiscutible pese a algunas frustraciones que la moqueta ha ido
difuminando.
Sin prisas, pero sin
pausas, van ganando adeptos poniéndose el disfraz que la coyuntura exige.
Tampoco es que necesiten un camuflaje exquisito. Crisis general y ordinariez
social les permite un estilismo basto, burdo. Resulta muy complicado -amén de
poco creíble- manifestarse socialdemócrata al tiempo que excusan y responden
con tibieza a maneras liberticidas, tiránicas; cuando no presuntamente
conniventes con el terrorismo. Venezuela es el ejemplo acusador. Ahora hablan
de unidad plurinacional (cuyo primer promotor fue Stalin) y de referéndum
revocatorio, formulaciones impensables en cualquier país de nuestro entorno.
Son pequeñas evidencias de la carga totalitaria que impregnan sus ideas, que no
doctrinas, propuestas y objetivos.
Desde presupuestos
históricos y analizando tics, pronunciamientos e imprudencias, Podemos,
resultado turbador del sistemático marketing mediático, me parece inconexo, falaz,
quimérico, aun totalitario, que traería la miseria y el caos a España. Tras dos
siglos bastante malditos pienso que los españoles, con todos los defectos e
indigencia, merecemos -de una vez por todas- políticos sensatos, capaces,
íntegros. Que el año venidero nos sea pródigo, básicamente en salud que escapa
a sus atribuciones.
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