viernes, 24 de febrero de 2017

CONVERSACIONES CONMIGO MISMO


A menudo, los entresijos son tan sistémicos, tan rutinarios, que cualquier conversación (más o menos íntima) adquiere rostro particular. Aparentemente, esta sociedad muestra una actitud insensible, de hastío, ante la problemática política que desazona -como mínimo- al mundo industrializado. Sin embargo, el contexto interno sugiere engañosa normalidad. Bajo esa capa camaleónica, adicta al pataleo, casi fatalista, los sentimientos se muestran ahítos, montaraces. Aledañas a uno, se oyen voces iracundas, poco tranquilizadoras. El tedio, la frustración, alcanzan cotas excepcionales, a punto de traspasar esa línea roja que separa mansedumbre y agresividad. Pese a todo, el escenario parece no preocupar a estos portentos que nos toca aguantar. Bien por laxitud bien por análisis inconsistente, están llevando al país al despeñadero, a otro episodio lamentable no ha mucho vivido.

Días atrás mantuve una larga conversación telefónica con el segundo de mis hijos varones. Cumplidos cuarenta y cinco años, ingeniero informático, sensato, reflexivo, enemigo de arrebatos, físicamente una fotocopia mía (de ahí el epígrafe). Furibundo pero sutil, me comentaba que con su salario -bastante estimable- apenas llegaba a final de mes. Con dos hijos, hipoteca y sin trabajo su cónyuge, tal situación es lógica, habitual. Aseguró que, entre colegas del politécnico valenciano, similar panorama acontecía con frecuencia. A título de anécdota recurrente, me manifestó que un compañero, profesor con varios masters, y su pareja, profesora también, carecían de ahorros para comprarse un coche. Era la prueba fidedigna de que su indigencia no podía considerarse excepcional entre trabajadores con amplia formación. Qué decir del conjunto.

Conozco a mi hijo. Piensa y actúa como cualquier joven. Ni entiende ni le interesa la política más allá de aquello que escape a su bienestar económico e influya en la salud y formación de su prole. A la postre, manifiesta intereses idénticos a los de cualquier ciudadano, incluyendo edad y motivaciones. Si le inquieta el tema catalán, las empresas públicas deficitarias, excesos prevaricadores, nepotismos, enchufes varios, falta de ética, etc. etc., se debe a las consiguientes secuelas económicas. A mí, veterano analista político, tampoco me preocupan los vicios expuestos ni otros guardados en el tintero; me exaspera tanta insensibilidad y, sobre todo, que su jeta les haga conducirse como si fuéramos gilipollas. Algunos epítetos que mi hijo desgranaba para revestir desdoros de quienes gobiernan, o lo pretenden, son los mismos que ustedes, amables lectores, o yo pensamos y proclamamos usualmente. Cómo estaría, qué repulsión sentiría por los partidos clásicos, para confesarme el propósito de votar a Podemos la próxima vez. Franquear a Ciudadanos es síntoma alarmante, colectivo, de decepción, de desaliento. Ojo con tensar la cuerda demasiado, cuidado en seguir oprimiendo –descapitalizando- la clase media, trabajadora.

Lo expuesto dibuja a la perfección el marco actual. Cuando una persona de orden, formada, piensa votar a una sigla cuyo segundo líder exhibe -presunta y únicamente- méritos voluptuosos, opera mediante tácticas infectas, socava talantes y actitudes democráticas al mismo tiempo que ofrece propuestas vacías de sustancia, algo serio le ocurre al país. Desde luego no eximo de culpa a esta ciudadanía insípida, despreocupada, inmóvil, pero en palabras del tópico “a más autoridad mayor responsabilidad”. PP y PSOE, PSOE y PP, son los máximos culpables del extremo a que hemos llegado tras cuarenta años de ilusionante perspectiva. He aquí la fuente de tanto infortunio. Décadas de anhelos insatisfechos terminan en tedio temerario. Así se alimentan los populismos triunfantes que suelen abrir puertas a conflictos mundiales. Tengamos escrúpulos, serenidad y firmeza.

Si la democracia -sus responsables políticos- se burla del individuo, este suele tirar por la calle de en medio. Aquel tópico y socorrido mensaje de que las libertades se ganan día a día constituye otra desnaturalización interesada del lenguaje. A un ciudadano, a una sociedad inerme (sin guía), solo le anima el efecto contrario como reacción natural, verisímil, liberadora. Mis hijos, jóvenes, utilizan una frase disyuntiva asaz licenciosa, casi inaudible. Los años no pasan en balde, te pulimentan. Por esto, digo: “o jugamos todos o rompemos la baraja”. No hay alternativa.

Reseñaba que nosotros, la infantería, tenemos pocos recursos -más bien ninguno- para contrarrestar extravíos y perversiones del poder. Alegar soberanía democrática constituye un ardid que pretende lavar manos demasiado sucias. Nuestros partidos carecen de medidas que desarrollen la equidad jurídica y el Estado de Bienestar. “La sentencia acredita que todos somos iguales ante la ley” deja al descubierto, por parte del señor Catalá, un trato inicuo al contribuyente. Aporto como prueba aclaratoria el testimonio personal. Detalla la ley que el delito contra la Hacienda Pública requiere “una acción consciente dirigida a la defraudación al erario público”. Tal acción puede revestir la forma de “cooperación necesaria”, “complicidad” e “inducción”. Cristina de Borbón fue declarada inocente de presunta defraudación por no poder constatar consciencia. A mi esposa, por una cantidad mil veces inferior, le fue atribuido intento consciente de defraudación fiscal. Se le abrió expediente sancionador, multa y -al recurrir administrativamente sin ninguna estimación- tampoco pudo acogerse a reducción. ¿Somos todos iguales ante la ley, don Rafael? Por estos engaños propagandísticos, por inacción, por corrupciones sin límite y, a lo que se ve, sin deseos de eliminarla, por ineptitud, PP y PSOE quedan huérfanos de crédito. Quede claro: el pueblo será permisivo, mas no idiota. Los límites se están rebasando.

 

 

viernes, 17 de febrero de 2017

EL TRIUNFO DE IGLESIAS CONSOLIDA LOS PARTIDOS MODERADOS


Vista Alegre II, congreso que revela la quiebra -quizás definitiva- de Podemos, requiere un escrutinio ininteligible a la aparente confrontación doctrinal. Estoy convencido de que existe una causalidad metodológica, de profunda raíz intelectiva, junto a prosaicos intereses grupales. Desde hace tiempo, Errejón viene aventando gestos, concepciones, contrarios a palabras y actitudes de Pablo Iglesias al que causan neurálgicas derivas. Raptado por la vanidad, ensoberbecido, víctima de perverso egocentrismo (casi enfermizo), rompe cualquier probabilidad de entendimiento futuro. Su radicalismo dobla la etimología con parecida firmeza a que consagra cismas prescindibles. Consigue el efecto tópico de un elefante dentro de cualquier cacharrería. Íñigo lo tiene claro: con esos mimbres jamás lograrán concluir ningún cesto. Iglesias cimienta un partido de oposición permanente, renovada, cada vez más anémico en diputados. Al final, ese será su hito: librar unos cuantos conmilitones de la miseria o del paro, valga la redundancia.

El congreso del pasado fin de semana puso de manifiesto cierto desvarío psicológico, contingente, frente al posibilismo práctico, sustantivo. Los respectivos proyectos, en síntesis, evocaban distintos recorridos filosóficos  a lo largo del tiempo. Todo giró sobre la bipolarización dicotómica entre una metafísica sutil, especulativa, y el empirismo despojado de toda lucubración estratégico-ideológica. Como concepto analógico, nace una inferencia que confirma la nada como percepción opuesta al ser. Arriesgada (pro)posición intelectual o táctica. Empeora tal escenario el hecho inevitable de que su reduccionismo obliga a estimar presupuestos para llegar al conocimiento y proceder. Se opone a semejante visión el positivismo que llevó por vez primera a ver la sociedad y el individuo como objeto de estudio científico. Bertand Russell, siglo XV, aleja definitivamente a la ciencia (sociología) de la metafísica. Busca la experimentación, observación y acopio de datos para explicar las causas que originan los fenómenos. Iglesias versus Errejón.

Como quedó patente, uno y otro se mostraron partidarios de dos esquemas diferentes, antagónicos. Aquel, revestido con los defectos instrumentales que propicia todo empobrecimiento metafísico, viejo y laberíntico. Este, moderno, pragmático, cercano al rigor científico. Pese a la inutilidad/utilidad de ambas propuestas, se sabía de antemano (tal vez firme sospecha) quién iba a resultar vencedor en este país que se deja engatusar por la imagen, aun esperpéntica. No obstante, de forma definitiva perduran más en la memoria colectiva las derrotas épicas que las victorias cómodas. Ocurrió siglos ha, pero la analogía con los comuneros y las tropas imperiales es un hecho innegable. Hoy, a aquellos vencedores se les niega toda reminiscencia; solo queda el recuerdo vivo de los ajusticiados. Así, el lugar se conoce con el nombre de Villalar de los Comuneros. Los pueblos suelen ser justos con sus servidores. Veremos el resultado final del episodio cumplido.

Iglesias, su triunfo, significa la victoria del espectáculo, de la gresca, inclusive del desafío personal. Importa poco, nada, improvisar respuestas, contribuir con proyectos realistas al Estado de Bienestar, entrever la política como servicio a una sociedad mísera, cuando no miserable. Estos hijos de papá, laboralmente yermos, adscritos en su mayoría a parásitos del régimen franquista, pretenden -al parecer- demostrar sus capacidades personales referidas a aspectos esperpénticos por manifiesta incuria de lo admirable. Creen meritorio la puesta en escena, el fondo bravucón, altanero, petulante. Son víctimas del rito, de esa liturgia que tanto dicen censurar. Palabras y acciones divergen sin remedio; tanto que, a poco, descubren un rostro depravado, repelente.

Al derrotado le costará la cabeza como a aquellos que capitanearon el espíritu nacional, contra un emperador extraño e impuesto (espectacular coincidencia hegemónica), para mantener viva la esperanza de un país redimido. Sin embargo, es posible que las cañas se vuelvan lanzas y la victoria de Iglesias origine la consolidación definitiva -en estos tiempos desequilibrantes- de los partidos moderados inmersos en penosos procesos de corrupción generalizada. Hasta el presente, PP y PSOE excusan medidas notables contra esa lacra. Tal escenario, aparte de inspirar cierta impunidad, lleva a la conclusión de que lo conocido es la punta del iceberg que todos, recíprocamente, intentan tapar de manera vergonzante. Conforma el problema capital que se cierne sobre las mencionadas siglas cuyo cometido debería ser sacar a España del abismo.

Insisto, Iglesias es el flautista que emite músicas seductoras sin partitura ni libreto; es decir, sin carne ni hueso. Deslumbran, a priori, a colectivos -generalmente irreflexivos- que buscan lo que buscan. Errejón, de momento, queda inoperante en un injusto ostracismo al uso en cualquier partido, más si es de izquierda radical. El marco que se prepara será funesto para Podemos y para los intereses patrios. Debe retornar cuanto antes, con peso efectivo, para convenir propuestas políticas viables. Los tres partidos reformistas, constitucionales, deben purificar su actividad pública si quieren recuperar la fe del votante. Aparte, tienen que abandonar prejuicios inútiles, propagandas y etiquetas con presuntos beneficios electorales, para conjugar políticas de Estado en temas urgentes: educación, sanidad, territorialidad e incluso cordura del Sistema Autonómico. Cierto, Iglesias gana pero Podemos se debilita; mientras, el resto se reafirma que buena falta le hace. Paradojas de la política.

 

 

viernes, 10 de febrero de 2017

DE HAMBRE Y DE ROLLOS

Aprovechando asiduas jornadas de plante al hábitat familiar, algo equivalente a cualquier congreso profesional, compañeros -profesores a la vez que hábiles jugadores de dominó- y yo hemos recalado en Gandía para constatar avances, sensaciones, deleites. Horas de actividad plena me impidieron hilar un solo párrafo. Inserto de nuevo en la quietud de este habitáculo que me sirve de escritorio intento dar vida a palabras atinadas, desaciertos mayúsculos e impresiones gestantes, nonatas. Todo un cúmulo variopinto que constituye el comentario sereno (así lo pretendo) de esa penosa figuración política a caballo entre el esperpento y la tragicomedia. Buscar otra referencia distinta de los afanes dirigentes se convierte en misión imposible.
Decía Einstein que el universo y la estupidez no tenían límites para, en seguida, expresar dudas respecto a la certidumbre del primero. Es decir, concebía la imbecilidad humana un atributo con plenas garantías de existencia. Acertado, certero, justo. Ya por aquel entonces -siempre- barrunto era una forma exquisita de insinuación. Cualquier hambre engendra vacío, levedad, que atraen acción o ensueños vanos. Por tal motivo, lindero con don Albert, pero más añejo, apuntilla el adagio de probable autor indigente: “Quien tiene hambre sueña con rollos”. Esa grata estancia en Gandía, fértil, fructífera, aún dejó tiempo para oír alguna que otra sandez y asombrarse por la insistente necedad de aquellos que, debido a obsesiones traumáticas (tal vez psicóticas), confunden anhelos personales con beneplácito social. Jamás advierten menoscabo, aislamiento o deserción. Es lógico, por otra parte, que cada cual desvíe el curso del cauce social para aportar “agua” al propio molino.
Durante diez días coparon los noticiarios Podemos, Cataluña y PSOE. Podemos por esa guerra feroz, sin armisticio. De ella solo puede salirse vencedor o derrotado. Llevan tiempo gestando una lucha sin cuartel, debido al uso abusivo de purgas, propiciada salvajemente por gente próxima a cada líder. Conforma la clásica “limpieza” de quienes encarnan algún riesgo potencial para el despótico poder del cabecilla. Iglesias y Errejón son marionetas cuyos hilos mueven sendos equipos. Ellos actúan al compás del guion marcado por los respectivos estados mayores para evitar un aislamiento agónico. Deben dispensar, al menos, esperanza. Ambos poseen hambre de poder, de control, por ellos mismos, pero sobre todo por las respectivas facciones; pues solos, sin respaldos, no representan nada. Iglesias gana en arrogancia, en bravuconería. Lo confirman frases, posturas: “Cuando sea presidente no actuaré como Tsipras”, respondió a preguntas sobre el devenir griego. Errejón, más cauto, pragmático, abandona quimeras y radicalismo para examinar con tiento la realidad. Puestos los pies en tierra, gana adeptos; mientras, aquel consigue levantar sonrisas y pasiones absurdas a partes iguales. Al individuo le gusta el escaparate pero se inclina por la sustancia.
Pedro Sánchez, entre tanto, anuncia candidatura a la secretaría general del PSOE. Otro iluso salta al vacío sin arnés que le proteja, ¿Qué necesita este hombre para darse cuenta de que llegar al cargo significa grave riesgo para el partido? Suponiéndole una aceptación notable de militantes irreflexivos, dogmáticos, enfervorizados, le faltaría el plácet de quienes votan sin filiación alguna. Sectario, auto sobrevalorado, radical, llevaría al PSOE a la nada electoral, al desastre definitivo. Si por rebote milagroso fuera elegido, duraba en el cargo un suspiro; existe una disyuntiva, desaparece él o la sigla. Susana Díaz, otra inepta en ciernes, muestra detalles que la hacen interesante, compatible con esta delicada situación. Personas válidas, carismáticas, óptimas, no las hay o pasan desapercibidas. Los medios crean personajes atractivos, huecos, farfolla, dejando velados al individuo rigor y valía. Constituyen los demás rollos que prefiere la cuenta de resultados. Así nos va.
Cataluña aporta la tercera nota informativa. Sus políticos tienen hambre, parece, de independencia y las ensoñaciones de tal necesidad espuria llevan a la ciudadanía al sumidero; ya saben, a esa voz escatológica que pronunciaba airado el admirable Fernán Gómez. Resulta inexplicable cómo se han conjuntado, tal vez conjurado, todas las siglas (a excepción de PP y Ciudadanos) para empeorar tan imponente crisis económica con otra territorial. ¿Es posible tolerar tanta estupidez? Parece que sí tras el acompañamiento que hicieron a quienes son juzgados por la bufonada del 9 N; derroche obsoleto del gobierno catalán cuyas prioridades se alejan día a día del pueblo. “España nos roba” y “no saldremos del Mercado Común” suponen una falacia provechosa, la humareda que oculta vergüenzas propias.
El PP, sin rivales apenas, fantasea también con rollos. Aparece unido, pero mugriento por la corrupción, ante ese congreso que comenzó el viernes. Sin embargo, puñales y dagas diversas aguardan romas mejor oportunidad. Al momento, cualquier divergencia queda calma por efecto del poder, mas tomará cuerpo cuando se pierda. Hoy surgen únicamente pasiones matizadas, colaterales, insípidas. Rajoy significa lo poco convertido en excelente. Menuda guasa despliegan los políticos de España. ¿Será Errejón quien destaque en este erial perturbador? No me extrañaría. Empero, y de momento, será triturado por el ídolo seductor e infecundo que mangonea a Podemos. Ha hecho de su antojo un tótem adorable, nutriente, enriquecedor, pero apartado del poder aglutinante, copioso. Con su estrategia seguirá siendo, la oficina vip de colocación (como indiqué en fechas pretéritas); al igual que muchos, un hambriento que sueña con rollos.