jueves, 25 de febrero de 2021

PAPEL Y PODER DE LOS MITOS

 

Desde siempre, el ser humano mortal ha intentado una conexión trascendente o eterna. Probablemente tal demanda fuera origen del mito en amplias y variadas perspectivas. Los primeros de ellos, anexos a esa necesidad imperecedera, debieron ser rituales religiosos y funerarios acordes con manifiestas avideces inmortales. Así se desprende de distintos objetos (que pudieran servir para la hipotética “mudanza”) encontrados en necrópolis con más de tres siglos de antigüedad. No en balde, los mitos siempre pretendieron —en forma de relato imaginario— explicar el origen de las cosas o códigos conductuales. Parece incuestionable el apoyo y amparo que debió sentir el hombre, confortado por aquellos, para minimizar angustias y evocaciones, sospecho todavía livianas, connaturales a la especie.

Es evidente que los mitos, comunes a civilizaciones destacadas, tuvieron originariamente un componente religioso. A poco, se fueron humanizando apareciendo una compleja colección de dioses, dioses menores y sus hijos: titanes, ninfas, héroes, que sirvieron al hombre para salvar barreras y abandonos. Nuestra cultura greco-romana fue cuna de mitos valiosos para lograr concordia en aquellos tiempos sombríos. Ignoro si Zeus, Afrodita, Dionisos o Cronos, dioses del mundo, amor, holganza libertina y tiempo en Grecia compensaron algo a los griegos aliviando angustias vitales similares a las presentes, guardando distancias debidas. Desconozco, asimismo, si Minerva —diosa romana de la inteligencia— realizó iniciativas destacadas (para bien o para mal) guiando decisiones e ingenios cabales. Temo que su tacañería estuviera en línea con el momento actual.

Perdida toda pureza social, pero no suspicacia, aquellos mitos diligentes, benefactores, gratuitos, se han transformado en quincalla, fantasía inmoderada y onerosa. El hombre conformado por un estadio real, irrebatible, (vida terrena) y otro hipotético (trascendencia que evita la razón del absurdo vital) es víctima por igual de “santones” —denominación particular y actualizada de los mitos— surgidos al socaire. Casi a la par emergieron unos y otros exclusivamente personalizados, con mayor o menor brillo porque la seducción proviene de un arraigo secular no de su valor, a duras penas objetivable. Fuera de aquella época clásica, el Sacro Imperio Romano Germánico convirtió la Edad Media en un sincretismo mitológico al conjugar lo terrenal y lo religioso imbricados según exigiera la coyuntura. Señores feudales y eclesiásticos destacados compartían poder y pleitesía; herencia acorde con los usos consuetudinarios, pero con incipientes signos de repudio.

Verdad es que la Iglesia Católica ha concentrado el mito religioso en un solo Dios. Tal observación, condensadas las zozobras, roto el cautivador arrebato de tiempos pretéritos, ha hecho que cambiemos —tal vez maticemos— ciertos perfiles sin abandonar ninguno de los contenidos clave. La Iglesia, que como institución se convierte en puro contrasentido, sigue indicando aquel camino religioso para idealizar una vida perpetua, alentadora dentro de su límite terrenal. El escepticismo surge (aparte diluir apremios espirituales) al comprobar que hoy no hay Olimpo, que aquellos dioses sin tacha han mutado en hombres menguados de virtudes; incluso llenos de extravíos mundanales. ¿Niego así la existencia de religiosos íntegros, consagrados por completo a sus congéneres? En absoluto, expreso unos sentimientos firmes, sólidos, aunque opuestos a los observados por mis deudos maternos, con alguna excepción.

Cuando la vida se circunscribe a un horizonte inmediato —a veces incierto, decadente, caótico— el individuo desorientado se entrega a mitos comunes, anodinos, si no frustrantes. Cada cual echa mano de los que le ayudan a vislumbrar ilusorias realidades o subsistencias legendarias. ¿Quién no se sintió Pedrín (compañero de Roberto Alcázar), el guerrero del antifaz o el capitán trueno, en sus años infantiles? Con los tiempos, acabado el ardor émulo, aparecían personajes de carne y hueso capaces de ayudarnos a recorrer de forma virtual senderos y trochas. Elogiamos a deportistas, toreros, cantantes, etc. en fin, personajes preclaros cuya admiración y ejemplo mitigan hambres íntimas, aunque luego resultaran difíciles de digerir y provocaran amargos desencantos. Finalmente, a cierta edad, uno solo siente apego por Esculapio, dios romano de la salud.

Quede claro que mis estimaciones son aplicables —de forma singular— a quienes nacimos en los cuarenta o cincuenta del siglo pasado; individuos marcados, casi a fuego y mayoritariamente, por un estoicismo vigoroso, cauto. Aquellos viejos mitos que satisfacían nuestra infancia provenían de héroes de viñeta, junto a descripciones, principios e iniciativas que nos impregnaban los allegados con humildad no exenta de paciencia y entrega. Ahora (perdida toda influencia, sometida al efecto devastador de una reacción involucionista), la sociedad se decanta por abandonar los mitos para instruirse con prototipos indigentes e indocumentados que llevan irremisiblemente a la miseria y al caos absoluto. Lo curioso es que son modelos superados, caducos, obsoletos, cuyo fracaso se sigue ocultando, con eficacia insólita, de manera incomprensible.

Etiquetas: progresista, facha, antifascista; conceptos: progreso, feminismo, cambio climático, extremo; personajes: Iglesias, Sánchez, Bárcenas, Hasel y una extensísima baraja, conforman a la sazón celebridades, estrellas, que provocan obtusos índices de acatamiento o movilización. Quizás pueda advertirse, al fondo, un elevado índice de cretinismo. He expresado en varias ocasiones, y lo repito, que los regímenes totalitarios, tiránicos (aparte los de nuevo cuño), poseen un cimiento socialista. Lenin y otros cabecillas bolcheviques provenían del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Mussolini era afiliado al Partido Socialista Italiano. Hitler era miembro del Partido Obrero Alemán, con posterioridad Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. El capitalismo, a lo sumo, ha producido sistemas autocráticos de mayor o menor crueldad según el proceder del caudillo autócrata. Espero que la Historia esté ayuna de controversia argumental. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Me parece increíble que un individuo juzgado y condenado pueda provocar manifestaciones que terminan en barbarie y saqueo. Comparto la falta de futuro que se cierne sobre un amplio sector de la población, pero ¿por qué asentar esas reivindicaciones en la libertad de alguien y encubrir su germen real? ¿Por qué no se intenta detener gestiones politizadas e ineficaces en áreas correspondientes a salud y economía? ¿Por qué no se pone coto al enorme despilfarro en nepotismo y “puertas giratorias” de empresas públicas? Estos mensajes, según compendios elementales de la praxis revolucionaria, serían lemas razonados en manifestaciones que motivaran la mejora de sus expectativas, pero no (que también si fuera preciso) pedir libertad de expresión, verdadera zanahoria colgada al extremo del palo. ¿Alguien entienda que el PSOE —coaligado con Unidas Podemos, partido de extrema izquierda— pida al resto un cordón sanitario contra Vox? Estos mitos recientes, políticos, “democráticos”, nos llevarán al abismo.


viernes, 19 de febrero de 2021

EL GALIMATÍAS CATALÁN

 

Las elecciones catalanas han copado masivamente cualquier comentario mediático. Venían precedidas de opiniones discordantes, algunas variopintas sin que por ello fueran inoportunas. Quizás juzguemos razones cruciales la pandemia y esa presunta estrategia gubernamental para que el PSC (al fondo PSOE) obtuviera un resultado acrecido —corto para cambiar nada en Cataluña— y hacerle cómoda al presidente esta legislatura que se presenta espinosa. Sánchez maneja a personas, Autonomías y objetos, sin importar consecuencias, si obtiene con ello réditos políticos suficientes para enrocarse en La Moncloa. Ese es su exclusivo anhelo por encima de cualquier otro interés o consideración. Proclama, como los demás, que trabaja por el bienestar de los españoles, pero las acciones habituales muestran cuánta falsedad hay en sus palabras. Asimismo, hasta el momento, no conozco sigla veraz; si acaso Vox, por insuficiencia de datos empíricos.

Avanzado el escrutinio electoral, también al siguiente día, los medios audiovisuales pergeñaban un completo cúmulo de análisis apresurados, vagos, superficiales. Distintos comentaristas iban desmenuzando ocurrencias bajo el perfil dictado por su ideología o lucubraciones voluntariosas, improvisadas, intuitivas. Incluso, temo con base consistente, guiadas por afán lisonjero, pelota. Comparando datos de dos mil diecisiete con los últimos comicios, tenemos información precisa que pone en riesgo valoraciones hechas de forma precipitada. Estas reseñas indican que han votado muchas menos personas. Un millón quinientas mil abstenciones y doscientas mil por disminución del censo electoral. Tales cantidades trastocan cualquier análisis inmediato, aunque el reparto de escaños lo simplifique en gran medida ofreciendo apariencias ficticias e ilusorias.

Los medios afirman sin complejos que el PSC ha resultado vencedor sin paliativos. Falso, ha recogido la suma de varios imponderables para aparecer triunfador a todas luces. Veamos: en dos mil diecisiete obtuvo seiscientos seis mil seiscientos cincuenta y nueve votos y diecisiete escaños. El pasado domingo tuvo seiscientos cincuenta y un mil veintisiete votos y treinta y tres escaños. Es decir, cuarenta y cuatro mil trescientos sesenta y ocho votos le proporcionaron dieciséis escaños. O sea, obtiene un escaño más por cada dos mil setecientos setenta y tres votos. ¿Milagro? No, aunque despliegue peculiaridades propias; sin más, simple suma de casualidades propicias. Por desgracia para Sánchez, todo su esfuerzo —y plan trazado con antelación— no dieron ningún resultado por sí mismo. Cualquier candidato, probablemente, hubiera conseguido parecidas rentas. 

Estos números hacen inobjetable que ningún partido, salvo Vox (doscientos diecisiete mil trescientos setenta y un votos), ha aumentado su cosecha. PSOE y CUP obtienen resultados parecidos (casi calcados), Podemos pierde cien mil y PP ochenta mil. El desastre se ceba en el independentismo (ERC y JxCAT), que pierden entrambos más de setecientos catorce mil votos y en Ciudadanos, novecientos cincuenta y dos mil doscientos. Diría que casi la totalidad de todos ellos conforma la abstención cuyo aumento asciende al cuarenta y seis, coma cuarenta y cuatro por ciento. Lo dicho constituye una situación indubitable: en estas elecciones catalanas hay dos ganadores, abstención y Vox, junto a tres perdedores, Ciudadanos, JxCAT y ERC. Cualquier otro análisis, buscando una óptica oportuna, es ganas de rizar el rizo. Abstinencia y aturdimiento se han dado una mano fortuita para favorecer a Sánchez.

La alta abstención desafía toda legitimidad a cualquier gobierno que pudiera formarse tras estos resultados. PSOE y ERC empatan a treinta y tres escaños. Sigue JxCAT con treinta y dos seguido de Vox que obtiene once. Sin embargo, la ley electoral, como he mencionado, tiene notables déficits democráticos (junto a misterios insondables) para sonrojo de PSOE y PP. Aparte lo dicho del PSC, en estas elecciones catalanas ERC pierde trescientos treinta y tres mil votos ganando, pese a ello, un escaño. JxCAT contabiliza trescientos ochenta y un mil votos menos, pero solo disminuye dos escaños. Ciudadanos decrece novecientos cincuenta y dos mil votos y treinta escaños. Consecuencias, todas ellas, injustas e incomprensibles. De aquí, múltiples interpretaciones erróneas. Comentan, verbigracia, que el PP ha sufrido un descalabro extraordinario, apostilla a todas luces excesiva.

¿Y ahora qué, quién va a conformar el gobierno catalán? Tan compleja respuesta, y ausente la bola de cristal, solo cabe dejar que el azar resuelva este galimatías con la esperanza de un acomodo solvente. Me aventuraré, no obstante, a dar algunos pasos por este laberinto nebuloso. Resucitar el tripartito, apetecible deseo de sus tres líderes, parece imposible desde el marco catalán, asimismo nacional. Coaligarse ERC con PSC y Podemos, daría en el futuro una ventaja de oro a JxCAT. Por otro lado, considerando vasos comunicantes la acción del PSOE en Cataluña y resto del país, puede suponerse un descalabro del mismo en próximas convocatorias generales. Lo mismo ocurre con el país vasco y PNV. Sánchez querría, en ambas autonomías, deshacerse de la derecha soberanista y nacional, pero debería pagar un peaje inasumible. Eliminemos el tripartito.

Queda, aparte otras elecciones anticipadas, un gobierno de coalición entre ERC y JxCAT con apoyo, tácito o expreso, de CUP o Podemos solo numéricamente necesario. Esta perspectiva tampoco cuenta con complacencia plena de ningún socio. ERC se ha vuelto más comedida, juiciosa. Ha cambiado su apuesta de la DUI (declaración unilateral de independencia) por una Autonomía amplia, completa, sufragada con dinero estatal. Le interesa mantener buenas relaciones con el PSOE, apoyar a Sánchez, mientras reclama compensaciones importantes, asimétricas. A nivel interno, catalán, le va bien apodarse “izquierda progre” —una paradoja ideológica— para conseguir los mayores frutos electorales en cualquier tipo de campaña. JxCAT, sigla que integra la burguesía catalana desaparecido su germen PDeCAT, recoge el independentismo radicalizado porque, al igual que su coaligada, es su única doctrina — también paradójica— de supervivencia.

Termino con una consideración y una obviedad. Los medios, en inmensa mayoría, glosan al PSC por su éxito destacando, al tiempo, el descalabro morrocotudo del PP. Puro embuste según los datos consignados en párrafos anteriores. He oído que el epílogo catalán no es extrapolable al resto de España. Craso error, comparable al cometido por Casado cuando decide abandonar la sede nacional del PP. Tal resolución significa, más allá de excusas inverosímiles, el reconocimiento de probable “sorpasso” por parte de Vox en las siguientes elecciones generales y la infracción del partido respecto a contabilidad irregular, cuanto menos. Casado, al igual que otros muchos líderes incluyendo a Sánchez, no sabría gobernar este país en beneficio de sus habitantes. Tiempo atrás pensaba que era imperioso su concurso a fin de apuntalar el centro-derecha español. Estaba equivocado; es un dirigente oculto, torpe, inhábil para sacar a España del marasmo actual.


viernes, 12 de febrero de 2021

JUECES Y FONDOS UE

 

No extrañará a nadie que personas con cierta edad hayan perdido toda capacidad de asombro; yo, al menos, la he descuidado. Parece lo más razonable después de tolerar tanta extravagancia y sinrazón sin decir pío siquiera. Leída la sentencia contra Francisco Zugasti, condenado a siete meses de cárcel por “delito de atentado a la autoridad”, me parece un fallo judicial asimétrico respecto a otros de similares características y mayor consistencia en los hechos. Ignoro qué razones puede esgrimir el ministerio del interior para poner decenas de guardia civil o policía vigilando el chalet/mansión del vice y acotar espacio común; ambas coyunturas propias de países bananeros, dictatoriales. Más si cabe, en circunstancias normales, con inexistencia de escenario terrorista. ¡Qué quieren!, me parece un abuso indudable de poder, si no prevaricación tácita. Silencio, y cobertura oficial, no implica ausencia probable de acto delictivo. Demasiadas irregularidades protagonizadas por un ejecutivo desaforado.

Creo que —además de cambiar el miedo de bando, al decir de Iglesias— constituye un desiderátum jurídico priorizar derecho positivo sobre su superior, derecho natural. Desde hace tiempo se advierten resoluciones judiciales sustentadas exclusivamente en textos legales, cuyos cimientos son concebidos por gobiernos específicos, sujetos a mayorías parlamentarias inestables. Tal situación hace del derecho positivo (y la ley que lo sustenta) algo particular, temporal e interpretativo; es decir, sometido a subjetividades o barreras racionales. El derecho natural, por el contrario, lo conforma un conjunto de principios y valores que se encuentran en la conciencia del hombre. Es universal, inopinable y eterno. Noam Chomsky proclamaba: “El control autocrático centralizado bien por las instituciones del capitalismo privado, bien por el capitalismo de Estado, han sido un destructivo vestigio de la historia”. Justifica, por ende, la insurrección contra las leyes contrarias al derecho natural. Nada que alegar, totalmente de acuerdo.

Francisco Zugasti (al que el Diario.es lo encasilla como “ultra” con intención peyorativa, propagandística), que se sepa, no ha merecido ninguna manifestación, desorden público ni apoyo político. Isa Serra, condenada a diecinueve meses de cárcel e inhabilitación por injurias y lesiones a dos mujeres policía en abril pasado, recibió el apoyo incondicional de Unidas Podemos mientras se instaba a dudar de la imparcialidad del TSJM. Bonito gesto “ético” hacia un acto delincuencial. Lo mismo ha ocurrido recientemente con sentencia condenatoria que la Audiencia Nacional realizó sobre Hásel a nueve meses de prisión por enaltecimiento del terrorismo e injurias y calumnias a la monarquía. Esta vez acompañada de graves desórdenes callejeros. Parece que a la izquierda no le advienen desapercibidos circunstancias ni antecedentes, eso que los jueces dan por amortizado y que podríamos denominar “perspectivismo jurídico”, previsiblemente recogido en el derecho natural, nunca a guisa de excusa sino como criterio procedente. Sin duda, lo ruin es la vara de medir que utilizan determinados grupos.

Dicho lo que antecede, existen excesivas dudas sobre si el ejecutante ha de ser ministro o subsidiario judicial; tal vez corresponda a ambos cargar con la abstención u holganza. Mossos, publica un diario, denuncian que se les dio orden de no cargar contra radicales que agredieron a Vox en Vic durante la campaña electoral. España presenta una situación deplorable, corroída por odios y enfrentamientos que nuestros prohombres se encargan de potenciar al máximo para obtener ventajosos beneficios. Golpeados por esta terrible pandemia (con nauseabunda e indecisa gestión) y hundida la economía, precisaríamos unir fuerzas para mitigar, como poco, ambas coyunturas. Sin embargo, se imponen espurios réditos partidarios mientras mandan a hacer puñetas —nunca mejor dicho— el bienestar social. Se está componiendo un país cleptómano, insólito, inconcebible.

Por mucho que la propaganda gubernamental quiera ocultar, sobrecoge una realidad empírica sufrida por gran cantidad de españoles: no tenemos ni un euro. ERTEs, IMV, asimismo otros cuentos narrados a PYMES y autónomos, no han disminuido las colas del hambre. No un hambre genérico, de oleada (que también), sino uno específico, con filiación ilustre, porque esta crisis supera las clases medias fatalmente depauperadas.  Estamos al borde de una sociedad subsidiada, objetivo apriorístico del viejo y nuevo comunismo. Ahora mismo, el gobierno —o parte de él— intenta paliar tal marco con soluciones oscuras, postizas, inaceptables. Condonar trescientos mil millones de deuda soberana, subida de impuestos “a los ricos” y “gestionar” ciento cuarenta mil millones de fondos europeos. Cualquiera implica, con perdón, salida de bombero. Cabe, no obstante, una pregunta: ¿A cuánto ascenderán, presuntamente, las distintas comisiones?

Durante dos años y medio que lleva este gobierno, la deuda ha aumentado doscientos cincuenta mil millones de euros; es decir cien mil millones por año. Zapatero, a lo largo de ocho años apenas la amplió en noventa mil millones. Rajoy consiguió elevarla solo en cincuenta mil millones por año. Imaginando reales estos datos, deducimos que Sánchez es un manirroto. Sonroja, pues, que el gobierno haya pedido tan elevada quita para compensar una gestión desastrosa y sombría. Ante el fracaso de esta primera medida, le queda —como segundo recurso— una subida generalizada de impuestos oculta bajo ese biombo tramposo de “a los ricos”. Significará, sin duda, el hundimiento definitivo de la economía patria. Estos señores han venido con ambición manifiesta, a no permitirse ningún límite trazado por la moral y las buenas costumbres. ¿Por qué no disminuyen el gasto para equilibrar haber y debe? ¡Gilipollas!, rumian sin reminiscencias éticas.

El Decreto que solicita fondos UE necesitaba una condición sine qua non (aprobación por el Parlamento Nacional) y algunas otras discutibles jurídicamente. En tiempo electoral no hay amigos y ERC votó contra el PSOE. Pero hete aquí que un sorprendente Vox se abstuvo y el gobierno mereció el plácet reglamentario para solicitar esos ciento cuarenta mil millones de euros sin contraprestación. Es decir, pudo incumplirse la Ley Orgánica del Consejo de Estado al no constar el decreto por el que se pidió ese informe; Ley del Gobierno, al no enviarlo al Parlamento y Ley de Transparencia al no publicarlo en el Portal de Transparencia de la Administración del Estado. Lo peor: Sánchez queda libre para repartirlo arbitrariamente. Esperemos que no aplique aquel viejo refrán: “El que parte y reparte, se lleva la mejor parte”. Europa no se fía de Sánchez, menos de su amigo vice.

Por cierto, la opinión de un comunista radical, autócrata, sobre democracia tiene el mismo valor que si yo diserto sobre física nuclear. Ninguno sabemos de qué hablamos. “En España no hay una situación de plena normalidad democrática” es una frase boba, necia, snob; casi tanto como decir que gozamos de una democracia plena, asentada, moderna. La estupidez humana abunda por doquier sin ubicación concreta y sin remedio.

viernes, 5 de febrero de 2021

LADRIDOS DE GALGO O POPULISMO EXTEMPORÁNEO

 

Personificación o prosopopeya es figura literaria de ficción, pues otorga cualidad humana a quien no la tiene. Se conoce también como antropomorfismo. Concretar cuándo acontecieron los primeros vestigios literarios o plásticos de esta figura resulta complejo, pero debemos suponer que ocurrió al comenzar los tiempos. Para el español cauto, sagaz, curioso —al menos en literatura— no hay nada que destaque anterior al “Coloquio de los perros”, obra cervantina encajada en la colección llamada “novelas ejemplares”. Con estilo picaresco, Berganza cuenta a Cipión sus andanzas por tierras sevillanas, cordobesas y granadinas hasta llegar a Valladolid. Ambos acuerdan contar cosas interesantes por si el don que les había concedido el cielo duraba poco tiempo. Dichas preocupaciones comparten los personajes reales que vayan apareciendo en las frases venideras, sin perder formalidad metafórica, relativas al tino transitorio otorgado por el ciudadano. ¿No habrá semejanza plena entre este coloquio y los consejos de ministros?

La disyuntiva apareció con Felipe González cuando se introdujo en el Parlamento la conocida fábula de Iriarte “Los dos conejos”. Las continuas discusiones doctrinales instituyeron el dilema: ¿son galgos o podencos?, probablemente para rehuir una calma insalubre con mayorías absolutas y oposición mermada. Legislatura tras legislatura, el mayor esfuerzo provenía de debates necios, inoperantes, bajo la huella que dejaba aquel interrogante provocado al efecto. Poco a poco se iba modernizando el país a costa de presuntas comisiones corruptas, contabilizadas entonces por miles de millones de pesetas. Aquello, junto al GAL, deterioró la confianza del electorado hacia González y, aquella legislatura iniciada a mediados de mil novecientos noventa y tres necesitó apoyarse en CiU y PNV. No quedaban dudas ni coyuntura, quienes venían eran galgos y podencos; ambos. Canes que engordaron Aznar, Zapatero y Rajoy.

Desechen ustedes todo espejismo, abandonen cualquier cálculo que permita olvidarse de su rabiosa presencia. Hoy nos sigue una rehala, una jauría hambrienta, que prefiere carnaza impositiva, aunque terminemos depauperados. De entre todas las variedades, atisbo cierta predisposición al galgo. La razón descansa en ajustar con plenitud metáfora y recto sentido. Parece que el galgo es un perro rápido para cazar, pero vago fuera de ese menester. Además, al igual que los políticos, solo ladra cuando acecha o persigue la presa. Con poca lucubración, encontraremos extraordinario parecido entre dicho canino y los dirigentes patrios. Conviene recalcar que el texto es una visión con perfil crítico del acontecer sanitario, político, económico y social. Los dardos que pudieran observarse, van dirigidos contra la apariencia jamás hacia el individuo. Sin embargo, creo justa y justificada esta diagnosis que intento acometer con total objetividad. 

Intitulo el artículo —realzando la voluntad figurativa— “Ladridos de galgo o populismo extemporáneo” por razones apuntadas en párrafos anteriores y las que añado abajo. Falta incorporar, tal vez pulir, qué implicación presunta hay entre rapidez del can destacado y prebostes españoles. Las pruebas en cuanto a insustancial locuacidad son tan evidentes que alcanzan lo axiomático; es decir, no precisan razones ni argumentos. Respecto a velocidad desarrollada entrambos, la cosa tiene miga porque el político persigue aferrar caudales públicos en tiempo récord. Si no lo logra (al igual que el galgo tras cada carrera, tanto si alcanza la pieza cuanto si la perdiera) se acomoda y retoma fuerzas.

Quiero manifestar, a priori, que reniego de todo político que habla rotundo para luego hacer lo contrario. Es decir, abomino de todos; bien es verdad que algunos cargan con mayor reproche por su propia villanía. Populismo y demagogia arrasan entre una juventud a la que agobia cualquier apego analítico o esfuerzo intelectual. Aunque parezcan equivalentes, el populismo (querencia política que pretende atraerse a las clases populares) se da casi exclusivamente en partidos de izquierda, por mucho empeño que tenga esta de encizañar a la derecha. No en vano surgió en Rusia —siglo XIX— con el nombre de narodnismo, luego prosiguió como colectivismo populista revolucionario y finalmente terminó en bolchevismo. La demagogia es una opción estratégica utilizada indistintamente por cualquier ideología y que el ciudadano debería enmarcar, admitir, únicamente dentro de líneas rojas infranqueables.

Ezequiel Adamovsky habla de un populismo cuyo venero es el resentimiento de la masa contra la élite que posee poder, riqueza y cultura. Termina reconociendo que, como concepto para entender la realidad social, su papel se ha extinguido. Asimismo, incluso como recurso. Maximiliano Emanuel Korstanje considera que el populismo radicaliza las democracias liberales, sustituye aquellas élites por camarillas dirigentes, restringe las inversiones dinerarias y termina en un régimen totalitario para salvaguardar esas élites políticas que se verían arruinadas por aquella repercusión desinversora. Las discusiones entre politólogos, sociólogos y economistas, aparte la rémora que entraña el fortalecimiento del statu quo globalizado, tienen un vencedor hechicero: la economía.

Sospecho que el populismo impulsado por Sánchez e Iglesias se asemeja a respingos de galgo; es decir, irradia palabrería hueca (ladridos pomposos, falsos) mientras, con estilo flemático, desganado, calculan velozmente qué beneficios puede ofrecerles la ocasión. Conjeturo que cuando termine su mandato tendrán resuelto el plan económico de por vida. En el fondo, Sánchez no es populista, ni socialista, ni nada; solo un farsante insensible, sin principios, desaprensivo, capaz de cualquier aberración con tal de permanecer en La Moncloa. Iglesias se muestra el sosia perfecto, pero torpe, fantasmagórico, quizás con crisis obsesivas. Ambos, en su auténtica indigencia política, se han creído concernidos por un poder ingente, soberano, enorme. Al fin, son tics dictatoriales internamente, pero precarios fuera ante el freno europeo. Eso nos salva de que este par nos traiga momentos terribles, lejanos y que conviene olvidar, incluso contra la “memoria democrática”. 

Sánchez e Iglesias, cegados de populismo intempestivo, han conseguido un reto inédito, insuperable, en cuanto a altiva arrogancia se refiere. El primero se proclamó adalid de la transparencia mientras ocultaba miles y miles de muertos; tal vez treinta mil. No contento con dicho fraude, ampliando lo extravagante, aventa que —contra todo pronóstico— a principio de otoño estará vacunado el setenta por ciento de la población. Iglesias, por un quítame allá esas pajas, quiere expropiar a Inda su periódico amén del deseo de blindar en la Constitución que Cataluña pueda celebrar referéndums. Lo chorra sin competencia (así calificamos quienes nacimos conquenses), precisó una “conjunción planetaria” de PSOE, UP y Más Madrid —con la que está cayendo sanitaria y económicamente— para exigir que los huevos consumidos en comedores públicos sean de gallinas libres de jaulas.

¿Recuerdan el refrán: “De casta le viene al galgo”? Pues eso. Repasen la historia inmediata llena de aventureros parásitos e inspiradores de impuestos confiscatorios con nutrido hartazgo social. Empezamos a concebir la enfermedad, Monedero fue un síntoma.