Quien opine que los medios cumplen, excelsos, únicamente su
misión de informar, se equivoca de medio a medio. Todavía desconozco las
razones, pero el periodismo actúa como asistente -supongo bien pagado- del
político. Despliega calcados afanes cuando seduce raciocinios, doblega criterios,
para conseguir los mismos objetivos que ellos. Hoy predominan programas donde cualquier
mensaje queda viciado por opiniones ex cátedra, fervientes, fanáticas. Ayuno de
lectura y crítica, el individuo llano, algo vetusto, nutre su alma política, elemento
de impulso electoral, consumiendo solo medios audiovisuales. Conforma, así, una
conciencia infecta, un mosaico mental montado con teselas falsas. Completado el
programa de ingeniería social acometido hace décadas, nuestro pueblo adora supercherías,
ídolos a mayor gloria, mientras desprecia verdades concluyentes pero tergiversadas.
Días atrás, la jueza del caso Máster procesó a Cristina Cifuentes
por falsedad documental y archivó la causa contra Carmen Montón. Así debió
consignarse en cualquier medio, noticia escueta o ampliada, pero no; qué va. Vinieron
raudos, voraces, conocidos carroñeros a darse un botín aparatoso, espectacular,
ad hoc. El marco elegido fue una televisión que enfatiza los peores vicios procedentes
de una derecha no más disoluta que el resto de siglas. Durante dos horas largas
se sembraron apreciaciones unidireccionales, probablemente hiperbólicas y, por
supuesto, creadoras de opinión fraudulenta. He observado en múltiples ocasiones
cómo parecidas reseñas tienen opuesto tratamiento según a qué sigla afecte.
Argumentación y cinismo acuden al yugo progre para conseguir un maridaje canallesco.
Debemos suponer imparcialidad absoluta en jueces y fiscales. Imputar
delitos penales, acarreadores de prisión, exige dominio, excelencia, comedimiento.
Sé que la ley abarca recovecos impenetrables para el personal lego; de ahí que surjan
procedimientos o sentencias extraños. Sin embargo, a veces, se utilizan razones
curiosas para enjuiciar, quizás sobreseer, asuntos a priori parejos. Tal
circunstancia, de difícil filiación, hipoteca todo crédito judicial bastante
ajado por acontecimientos cercanos. Pedro Sánchez y algunos ministros, presuntamente,
han estampado falsedades en diferentes documentos públicos sin que ello les
haya supuesto ningún proceso legislativo ni político. Con absoluta certeza, nadie
ha visto indicios ni evidencias de actuación ilegal, así como tampoco la presión
mediática impone consideraciones anejas. En política, si no hay resonancia, los
hechos pasan desapercibidos e impunes. Eso constata, al menos, mi dilatada experiencia.
Acepto que cualquier medio delate a ilegales y corruptos (reos
penales) sin concesiones a la galería. Refuto, no obstante, toda versión
maniquea por su esencia indigna y efecto retorcido. Quienes somos propensos a
tertulias y debates conocemos el paño que enmascara determinada ideología.
Diría, ahíto de razones, que Sexta y Trece TV acunan a la izquierda -más o
menos radical- amén de una derecha heterodoxa. Ambas ofrecen similar proselitismo
obviando excesos de siglas cofrades, las ideologías desaparecieron hace tiempo.
Aquí no existe error ni desesperanza, nos ponemos a disposición de medios genuinos,
francos. Ellos saben también que les asiste una feligresía neta, rigurosa, incendiaria,
abierta al sermón cotidiano. Poco a poco caen vendas y su labor doctrinal alienta
solo a convictos; el resto conformamos un share en descenso.
Rosa María Mateo (sus declaraciones complementarias) y el
señor Duque (condonado, al parecer, de una sanción fiscal importante), aparte
otros miembros destacados del PSOE, han cometido irregularidades si no
supuestos delitos penales por falsear documentos fiscales; es decir, públicos. Pretendo
únicamente expresar diferencias en los tratamientos mediáticos de estas
personas respecto de aquellas pertenecientes al PP. Tales contrastes, encierran
una corrupción democrática más transcendental que las habituales dinerarias. Como
procede del denominado cuarto poder, agrava más si cabe el efecto por olvidar
su deontología periodística y de contrapeso. Esta deslegitimación potencia el
desgarro entre prensa y sociedad, abocándose sin remedio a programas triviales,
ramplones, germen de una frivolidad perfilada, asimismo alarmante.
Estos cismas -difícilmente digeribles- vienen acompañados de
múltiples embrollos, tal vez tejemanejes y siempre etiquetas capciosas, que
embarran todavía más el campo político-social. Ustedes, amables lectores,
conocen casos capaces de despertar sentimientos encontrados. Desde arcadas
repugnantes a conmiseración comprensiva, benevolente. En sus manifestaciones son
tan intransigentes, tan patéticos, que ante ellas surgen pálpitos diversos, encadenados
a un tira y afloja paradójico, humano. Se deben al titular, a ese eco ampuloso,
rentable, que codicia cualquier prócer si quiere trepar alto. Algunos, incluso, exceden la indigencia para rozar
directamente el delito. Vienen a colación las palabras infértiles, áridas, pueriles,
de Lorena Yusta (afiliada inédita al PSOE de Villaverde) dirigidas a Casado por
pronunciarse “impúdicamente” -cuando expuso condiciones lógicas- contra la
migración: “El que siembra miseria recoge bombas lapa”. A la política humilde, minúscula,
presuntamente le pudo un ADN invasivo o quiso congeniarse, arribismo en ristre,
con sus “mayores”.
Dentro del embrollo nacional, finalmente llegan los botarates
“gana garbanzos” (si se piensa que el vocablo botarate implica ofensa o
insulto, yo digo con Valle Inclán que es una definición). Constituyen un
colectivo amplio, exaltado, mozo de la cuerda “progre”. Asistidos por una inadecuada
libertad de expresión, ya que suelen mancillarla, se sienten impelidos a
atentar moralmente contra quienes no piensan como ellos escarneciendo símbolos
nacionales, instituciones que desdeñan, siglas recusadas y doctrinas negadas. Muchos
españoles, también tenemos nuestros entes refractarios no venteados ni
propicios para conseguir un sustento cobarde. Defienden los derechos humanos,
dicen; el problema sobreviene cuando solo ellos deciden quienes son humanos.
Léase aquí Dani Mateo y otros esforzados bufones desmañados que claman democracia
al amparo de nuestra democracia. Estamos insertos en un laberinto inaceptable.