viernes, 27 de julio de 2018

ENTRE EL CHANCHULLO Y LA FARSA


Somos un país que soporta siglos de oscurantismo y retraso en derechos civiles. Quizás sea debido a una sociedad imperfecta, al cisma legendario entre masa y élite. Puede que nuestro solar patrio profese un abandono secular de las tribulaciones gubernativas y semejante desidia otorgue carta de naturaleza al atropello, a la arbitrariedad. Ignoro, en definitiva, cuales son las verdaderas razones que nos han llevado a esta circunstancia tan sorprendente y desventurada. Se ha asegurado en multitud de ocasiones que cada individuo o grupo posee lo que merece. Sin embargo, creo excesivo el rédito pagado por las presuntas lacras que pudiéramos atesorar. Ni los peores ni más graves excesos expían tantas mortificaciones.

No voy a cometer el desliz de alinearme para avalar cualquier yerro o licencia originaria de aquellos que pudieran suponerse mis conmilitones. Es absurdo, lamentable, alimentar una ceguera desdeñosa, fiadora, a nuestro villano, mientras escarnecemos al rival que se adorna con elevadas dosis de prudencia, autenticidad y llaneza. Desgraciadamente, en política y prensa se confirma el dogma -junto a un fanatismo aderezado de ribetes agresivos- que dificulta cualquier concierto social. Ese es el procedimiento indecente utilizado con demasiada frecuencia para tapar ineptitudes indiscutibles.

Política y medios se nutren de paradojas. Sin perdernos en agudas lucubraciones, a poco denuedo, percibimos grandes diferencias entre lo dicho y lo hecho según momentos u oportunidades. ¿Quién no recuerda compromisos, promesas, proclamados por diversos responsables políticos para quedar convertidos en agua de borrajas? Ni salvadores de última hora, ni castas antañonas, exhiben diferencias que permitan discriminar a servidores y opíparamente servidos. Es más, diría que quienes se autocalifican de fieles a los principios éticos, despliegan un mayor grado de cinismo, de iniquidad social. Creo innecesario ofrecer detalles a personas interesadas por las singularidades políticas. El resto camina ofuscado, ajeno a productos y plazos.

Un PSOE torpe, insolvente, putrefacto, ha cuarteado las reglas del juego democrático y ahora, de forma tácita, anhela un salvoconducto reparador. Cuando los actos se guían por hitos lujuriosos, surgen escenarios malditos, infortunados, macabros. Una excedida ambición personal mantiene deudas sin fin por las apetencias similares, pero hostiles, que desarrollan. Ambas, ambición y adeudo, cortejan la infinitud más disparatada mostrando una avidez repugnante. El nuevo gobierno ha contraído cargas que no puede satisfacer sin dejar al descubierto efusiones adversas, definitivamente tóxicas. En efecto, comulgar con radicales e independentistas atrae divergencias notables con millones de ciudadanos hartos de supremacismo, boato e insolidaridad. El prurito de Sánchez puede salirle caro y enojoso al partido.

Sí, el gobierno incumple casi todos sus compromisos. Como oposición ofrecía sueños y exaltaba intereses que originan frustración al advertirlos insatisfechos. Los pactos sibilinos, más o menos obvios, empiezan a producir tensiones entre los que se inclinaban por la confianza en los mismos y la sospecha de falacia inmunda. A veces me sorprende la ingenuidad con que se manifiestan tipos aparentemente inflexibles, duros. ¿Qué ciudadano de a pie no sospecha que ningún presidente puede dispensar ciertas rentas a individuos que quieren romper la unidad de un Estado indiviso? ¿Acaso se les puede conceder a otros la gestión del púlpito nacional? ¿Quién se suicida después de alcanzar el laurel? Tal vez perciban, rayando la estupidez, una realidad política virtual, utópica, incapaz de casar con esa que ellos mismos bendicen cada día.

De momento, uno resulta triunfador indiscutible. Lincoln, a propósito de las mentiras políticas, aseguraba: “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo, a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Zapatero puso en conflicto tan inteligente comentario hasta que Europa le obligó a destapar el avispero. Sánchez lleva parecida trayectoria. Puede que también Europa le pare los pies en lo económico y sus “aliados” (los del censurador) en lo retributivo, pues lo social importa poco a ninguno. Nada. Si esta sociedad -aborregada por un sistema educativo ad hoc- descubre el señuelo, el partido pagará una factura infrecuente, gigantesca.

Dejo aparte al anterior gobierno porque, aunque de forma espuria, ha pagado un peaje merecido. El actual viene mostrando la misma ineptitud que encubrió, con absoluta habilidad, aquel supervisor de nubes. Cuando quien decide se empecina en contentar a la galería con gestos como revitalizar la memoria histórica (onerosa y hostil iniciativa), exhumar a Franco, poner amplio escaparate a la migración opaca… y vertebrar estos asuntos -aparentemente- dentro de un programa de gobierno, no cabe preguntarse cuánto dará de sí dicho gabinete. Casi cuatro meses son suficientes para, con ingentes y notorias evidencias, reputar al gobierno de chanchullo, componenda, a mayor gloria de Sánchez; otro inútil envuelto en papel de regalo.    

Al igual que todo texto ha necesitado un amanuense o linotipista para darlo a conocer, la mugre política necesita unos medios para ataviar de señora a la farsa. Enmascarada, oculta su verdadera encarnadura y se vende con absurdo éxito. Ignoro qué fundamentos les permiten colocar en primicia competitiva a los medios liberales cuando es la izquierda, más o menos extrema, quien posee una holgada preeminencia. Solo así puede concebirse el trato vergonzosamente discriminatorio de la noticia en razón de su autor, sin entrar en el grado de maldad o bondad objetivo de la misma. Conforma la prensa canallesca, experta en vaciar el lenguaje -cuando no subvertirlo- para lograr una manipulación sibilina, ruin.

Políticos y medios constituyen, a la par, el artificio del poder. Los primeros ensayan la técnica -henchida de chanchullos- perfecta para alcanzarlo o donarlo en ocasiones de forma “incondicional”. Algunos, armados de donosura ética, mantendrán contra viento y marea encontrarse a los pies del ara para cambiar gobiernos antisociales. Al tiempo, exigen trocar sus personas por otras para ser inmoladas en el ritual democrático. Un sacrificio añejo y recurrente. Los medios, asimismo, recurren al diapasón enalteciendo la farsa con todo lujo de cohetería. Al final, consiguen el efecto narcótico previsto.

 

 

viernes, 20 de julio de 2018

CUARTELES DE VERANO





Si bien la tradición declara los cuarteles de invierno génesis romana, aquí -en esta piel de toro curtida al sol- cuando llega la canícula se emprende una huida masiva a los cuarteles de verano. Constituyen, por su clima seco, el lugar menos ingrato para (quien pueda) pasar dos meses sin excesivo agobio. Yo, residente en Valencia, a partir de junio reniego de ella. Reconociéndola ciudad perfecta para otoño, invierno y primavera, los veranos son agotadores, infernales, inhumanos. Conforma, con el resto de poblaciones marítimas, el hábitat idóneo por su climatología con la excepción expuesta. Constituye un indicio inequívoco de que nada es totalmente bondadoso, eterno, aunque tal ilación argumental muestre rasgos poco consistentes a través del hecho referido.
Me gusta mi tierra. Ubicado en la Manchuela conquense, a caballo entre Valencia y Albacete, el pueblo que me vio nacer es simétrico en distancia a ambas provincias. Podemos soportar cuarenta grados a pleno día, pero los amaneceres y atardeceres mitigan el exceso y, a veces, son fríos. Goza de alrededores interesantes. Cercano corre el río Cabriel que, en Contreras -ese puerto antaño ondulado, infinito, angustioso- separa Cuenca y Valencia. Qué recuerdos, cuando aquellos coches mágicos renqueaban midiendo espacio y tiempo con paciencia, con titánico esfuerzo. Tiempo atrás, Bono y Borrell, por celos políticos, se enfrentaron a florete para asentar su trayecto de AVE y Autovía 3.
El primero, presidente castellano-manchego, quiso catalogar cuatro mil hectáreas como reserva para, según él, proteger las Hoces y los Cuchillos, auténtica maravilla natural. Borrell, a la sazón -entonces- ministro de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, rival político y gestor, pretendía un trazado diferente y, desde luego más barato, racional y seguro. Triunfó Bono, y hoy la A 3, a su paso por Contreras, conlleva un suplicio de retoques. Queda por ver si algún día no ocurrirá una catástrofe que se hubiera evitado vadeando el río por la Fonseca. Conozco el problema de primera mano porque formaba parte de la coordinadora de agricultores, que protestaba contra la innecesaria reserva, y pateé a fondo aquella zona.
Digo, mi pueblo dista cien kilómetros de Cuenca, treinta y cinco de Alarcón, doce de Iniesta y ocho de Minglanilla. Todos ellos, ciudad y pueblos, dignos de ser visitados. Cuenca no necesita razones concretas, pero Alarcón, Iniesta y Minglanilla, sobresalen por relevantes restos arqueológicos e históricos los dos primeros y el último por tener una variada y abundante riqueza minera, sal y yeso principalmente. Menciono también, aunque es de Albacete, Alcalá del Júcar, situado a cuarenta kilómetros escasos. Se trata de uno de los municipios pintorescos de España, declarado Conjunto Histórico Artístico desde hace varios decenios.
Julio es el mes del éxodo, de mi partida. Curiosamente la gente de costa va hacia el interior, mientras estos eligen la costa. Pobrecillos, se tuestan o asan y aún les faltan horas. Claro, la sabiduría del refrán se impone: “Sarna con gusto no pica”. Años ha, yo hacía lo mismo; al fin y al cabo, nadie se libra de modas socorridas, pero torpes. Aquí es donde se muestran querencias grupales, poco reflexivas. La masa actúa por inercia, ciega, huérfana de cordura. Enseguida ocupa el asiento propio del torrente, del agua salvaje, sin encauzar, falta de dominio, de equilibrio. Es el reflejo fiel de nuestros propios límites humanos. Aunque no siempre ocurra, bueno sería asumir yerros para procurar su corrección.
Este tiempo de sesteo, de abandono, debería llevarnos al análisis. Holganza y sopor permiten lucubrar sobre lo divino y lo humano sin solución de continuidad. Quien más, quien menos, aprovecha para compensar el letargo lector acumulado durante meses de frenético laboreo. La televisión reduce su horario de debates donde cada cual suele arrimar el ascua a su sardina. Por necesidades financieras, convergen -casi hasta la náusea- ascuas y sardinas porque toma ventaja una deontología lucrativa, de billetera. Charlas nocturnas a la puerta de casa, acompañados de frescor, vecinos y curiosos, rellenan, jalonan, jornadas bastante insípidas. De suyo, impera el relax.
Sin querer, vamos cayendo en una monotonía ahorradora: lo habitual repetitivo engendra automatismos austeros, de bajo consumo. No es estación para comer ni para dormir, más allá de un mínimo compensatorio. Suelo madrugar y camino casi cuatro kilómetros hasta Consolación, un santuario de peregrinaje comarcal. Quince minutos más abajo, mi amigo Poli -autodidacta y poeta- sobre el otero posee un olivar con vestigios romanos. A la vuelta, desayuno, lectura o escritura ocupan mis mañanas. Después de comer (sobre las dos y media, a pleno sol), mi hermano, vehículo en ristre, me recoge para ir al hogar del jubilado y allí “batallamos” varias partidas de dominó hasta acogotar la tarde. Termino con alguna película que nunca veo completa rendido por el sueño.
Y así, al compás de la vida, pasamos una y otra canícula con la esperanza -a veces vana- de no derretirnos sin remedio. En ocasiones, quizás como hábito irreflexivo, vehemente, se oye alguna que otra queja cargada de olvido desdeñoso. Nadie evoca ya aquellos veranos inmisericordes, sin alivios tecnológicos, donde la gente se daba el madrugón para recoger la mies en carros que denominé, años ha, de cadalso. Iniciaban la tarde tumbados, con pantalones de pana llenos de remiendos, realizando movimientos “girasombras” similares a otros típicos, pero al revés. Dormitaban de forma poco ortodoxa, paliando a saltos el hambre de descanso, no exento de aspiración. Aquellos años cincuenta del pasado siglo eran sofocantes, y no me refiero solo a la climatología. Por ventura o desventura, como vemos, tiempos pasados y memoria parecen disentir, completar un desacuerdo oportuno.
Abandono el inciso alusivo y me dejo llevar de nuevo por la fecha. No digo que estemos a plena satisfacción, pero avances increíbles nos deparan veranos mínimamente placenteros. Sé que la conformidad no es atributo humano; sin embargo, quien pueda hacer un ejercicio de generosa introspección considerará que se han realizado unos progresos, en la práctica, milagrosos. Feliz bochorno y que cada cual elija el hábitat de sus pecados.
 



 

viernes, 13 de julio de 2018

PINTO, PINTO, GORGORITO


No es que especule, ni mucho menos, que elegir en política pueda considerarse un acto trivial, infantiloide. Por el contrario, debería enmarcarse dentro de una ejecutoria inocente, libre de tentáculos con intenciones transgresoras; al menos, mugrientas. Ya que se acomoda al reino del descuido, ¿por qué -sin que sirva de precedente, o sí- no adecuar el rito a la templanza? Dicen, aunque tenga mis recelos, que los sistemas democráticos exigen necesariamente partidos políticos. Asimismo, su gestión debiera ser exquisita y liberal. Nada más lejos; son herméticos, opacos, refugio de trincones cuando no de auténticos tiranos. Por eso, parafraseando alguna expresión de tiempos mejores, “elevemos a categoría de norma lo que es un clamor de la calle”. Exijámosles transparencia. 

Como sabe casi todo el mundo, el epígrafe invoca la fórmula simplona y tradicional que se utilizaba para echar a suertes quién, verbigracia, capitaneaba un juego. El tema de fondo es mucho más serio porque afectará al partido que todavía tiene entidad respecto a la gobernanza del país y probable restauración de usos y costumbres; en definitiva, de innovar, fortalecer, la democracia. Imagino que -aparte intereses espurios, perversos- los contendientes finalistas para presidir el PP, saben que un error en la concepción y trámite puede acarrear el ocaso casi definitivo. Ambos conocen cuánto desencanto ha creado huir, abandonar, esa ideología que le es propia cayendo en la trampa de una transversalidad exclusiva de quien carece de cuerpo doctrinal en el marco capitalista.

Según parece, durante la ya efectuada primera vuelta del proceso hubo alguna acción de escasa, para ser suave, ecuanimidad. Intuyo que el poder es atractivo, pero su consecución ha de fluir por cauces íntegros, ajenos a cualquier juego sucio. Puede admitirse, y perdonar incluso, que cierto competidor haya utilizado métodos poco limpios o cargados de astucia torticera. España y los españoles no merecemos tampoco ese tipo de corrupción que tanto daño hace a grupos ingenuos e irreflexivos. Tal vez conviniera hacer un esfuerzo supremo y encabezar una pugna seria contra señuelos y populismos. Es hora de que alguna sigla divulgue las maquinaciones, falacias, gestos y oquedades, incrustados en ciertos templos doctrinales. Así se seguirá luchando contra una podredumbre sibilina, imprecisa, pero de efectos terribles.

Advierto que los medios de comunicación, hoy vendidos al poder, en manos tan impuras como sus antecesoras, se muestran afectos a Soraya. Si la caterva -heterogénea, lasciva, gastronómica- que ostenta el gobierno de forma pseudemocrática, se pronuncia por Sáenz de Santamaría, implica sin remedio que la verdadera oposición, el rival inquietante, peligroso, es Pablo Casado. Francamente, desde mi punto de vista, los dos presentan escasos servicios computables de su etapa anterior como responsables aventajados del PP. Una, por la acción más que deplorable en su negociado estatal y autonómico. El otro, a consecuencia de un silencio prolongado y comprometedor. Motivos para callar, tal vez para no subir el tono, les sobran. Si acaso, Pablo luce menos impurezas al inexistir como ejecutivo y ser parte, aun importante, de este partido cesarista.

Tengo que reconocer, y no me duelen prendas sino al contrario, que la ex vicepresidenta no es santa de mi devoción. Sospecho que tampoco de muchos afiliados y simpatizantes del PP. Su gestión como ministra presenta cuantiosos déficits laudatorios. Sin embargo, donde la romana señaló por arrobas (estructura rural muy conocida) ocurrió al presidir el gobierno catalán. No fue capaz de “limpiar” los mandos adscritos al “procés” para obtener una policía autónoma fiel a la autoridad debida. Por otro lado, la TV catalana -de lleno sectaria e inclinada a las tesis independentistas- venteó noticias y reportajes a su antojo y libre albedrío. Es decir, la delegación desarrollada en esos menesteres, además de catastrófica, puede considerarse perjura, casi antiespañola. Existen suficiente yerros e impericias para reputar su etapa gubernamental de, al menos, bastante chapucera. Esos antecedentes la inhabilitan para ser presidente del partido y, probable, del ejecutivo.

Pablo Casado tampoco concita mi entusiasmo. Escéptico, abstencionista, quizás no sea yo el avalista idóneo para construir un análisis centrado, útil. Pese a todo, necesito por instinto desligar talante subjetivo e impulso censor. Siempre lo he procurado y tengo la esperanza de haberlo conseguido; al menos, en conciencia. Puede, no obstante, que semejante coyuntura acumule un plus de legitimidad para emitir sin trabas lo que pienso a propósito de la disyuntiva con que se van a enfrentar los distintos compromisarios. Hace algunos meses ya elaboré un artículo en el que Margarita Robles y Soraya Sáenz de Santamaría eran cotejadas, ambas, como dos marisabidillas. Excuso qué valoración me merecen desde el punto de vista político. ¿Necesitan más pistas?

Reitero, Casado no despierta en mí gran fascinación. Con todo, ese arrojo para restituir seriedad, rigor e ideología, al partido que abjuró de ellas ha tiempo me parece un buen inicio. Suma su gallarda juventud y liberalidad para hincar el diente a tantos problemas institucionales, de Estado, sociales y económicos, que ahora mismo atenazan el progreso ansiado. Quiero creer en él, mientras el pueblo lo necesita con urgencia. Estoy convencido de que solo su ánimo y frescura, paralela a la de otros líderes llamados a protagonizar los próximos tiempos, puede cooperar a conseguir el sistema impoluto que todos echamos de menos. Sí, más allá de fallos y algún que otro lapso poco comedido, sensato, deseo que Pablo Casado presida el PP. Estoy convencido de que encarna la única solución para regenerar un partido que ha perdido demasiado crédito por culpa de todos. Le ha pasado factura el injustificado complejo de partido franquista, facha. No me explico cómo se ha dejado comer el terreno por siglas de presunta trayectoria sangrienta. Quisicosas.

Pido, desde aquí, una elección limpia, cauta, contraria a apetitos vulgares, inicuos. Los señores compromisarios, no pueden decidir a lo loco el futuro de tantos españoles. Háganlo con la pulcritud del “pinto, pinto, gorgorito” aunque personalmente prefiera “a quien le toque lurillo, lurate” de mis años infantes. Suya será la servidumbre y nuestro el requerimiento.

viernes, 6 de julio de 2018

CALLE DE LA AMARGURA


No sé si por suerte o por desgracia, las pautas, usos y costumbres, desaparecen y emergen otros que no siempre evolucionan de forma eficaz, apreciable. Recuerdo, allá por los tiempos de mi niñez y posteriores, una frase cotidiana, espontánea: “Me trae por la calle de la amargura”. La autora o autor de tan soberbia expresión, daba a entender que alguien -previsiblemente deudo más o menos lejano- le causaba sinsabores con excesivo menudeo. Era la manera ambigua, pero inequívoca, de admitir cierto desagrado sin determinar causa exacta. Hoy, si bien no extinguida, ha caído en práctico desuso. Ahora, las calles no son amargas; están llenas de muchedumbre ahíta de espectáculo, de rédito político. Es curioso subrayar cómo la sociedad que se manifiesta, tal vez con fundamentos, es seducida por expertos violadores de la conciencia social.

Nuestros políticos, de alguna manera, siempre nos han llevado por la mencionada vía. Lo hicieron a finales del siglo diecinueve y principios del veinte suscitando el regeneracionismo de Joaquín Costa, tutelaje que no produjo los frutos deseados. Gestaron una Guerra Civil que provocó medio millón de muertos, un sistema autárquico y el esplendor de una sociedad históricamente enfrentada. Todavía siguen erre que erre evocando de forma interminable aquella contienda fratricida.

A veces, pienso que cierta ideología fanática objeta la derrota y -con mirada corta y torva- escarba capítulos apoyándose en razones semejantes a las que tendrían descendientes de los comuneros. La Historia está para estudiarla como lección permanente, como escarmiento existencial. Cualquier intento de armazón unilateral constituye un sabotaje a las futuras generaciones que se quedan huérfanas, sedientas de realidad. La Ley de Memoria Histórica menoscaba, con esa visión estrábica, la reciente reseña común y su objetivo central. Si toda desavenencia paraliza el progreso general, esta falta de concierto, este anhelo absurdo, nos lleva de cabeza a las tinieblas. Ignoro quién será el culpable, pero hasta la fecha ningún partido de gobierno ha intentado negociar en serio una política de Estado. Lamentable.

Decía Edmond Thiaudière: “La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”. Información irreprochable tras los primeros pasos del gobierno Sánchez. Él sigue manteniendo que, tras el apoyo recibido en la moción de censura ganada al PP, no hubo pacto ni peaje posterior. Eso no lo cree ni Podemos, previo ofrecimiento de favor “incondicional” para echar al eslogan. Porque ellos son los magos del marketing, de la charlatanería. M punto Rajoy fue un lema vil que entrañaba de facto una relación delictiva con Bárcenas al, entonces, presidente.

Un partido serio, democrático, desafecto de populismo alarmante, hubiera utilizado métodos acordes al juego político. A poco, vimos un interés anunciado, desmedido, por controlar RTVE. Advertiremos, con tiempo, que no es baladí aquella fanfarria (por cierto, voz frecuente antaño): “Tenemos más poder que nunca”. Sospecho que ni Sánchez se atreve a recordar la deuda acumulada con Iglesias. Pese al silencio, el agua siempre evidencia efectos del desbordamiento. Y no cabe duda, aquí hay agua pese aquel “sin condiciones”.

Si la carga populista es pesada, la soberanista se hace insoportable. Acercar presos de ETA o de políticos catalanes felones, traerá consecuencias electorales para un Pedro indigente y un PSOE extraviado, romo. Por mucho colorante que se ofrezca, situar presos en el País Vasco y Cataluña es un anticipo previsto por albergar a Sánchez en La Moncloa. No obstante, quieren agazaparse tras el biombo legal al que acude desvergonzadamente todo el gabinete sin excepción. Con tiempo iremos desgranando pagos y deudas inquietantes. El futuro nos deparará situaciones insólitas, onerosas, clarificadoras de la anterior frase de Thiaudiére.

Hasta ERC comete la osadía de mantener distante al gobierno, e incluso le amenaza con bloquear la legislatura si excluye del diálogo la celebración de un referéndum pactado. Este compromiso bastardo entre alta burguesía y anticapitalistas solo ocurre en Italia, país que ha emprendido una trayectoria funesta, y aquí. El gobierno, asumiendo la deuda contraída, ubicó a los políticos encarcelados en prisiones catalanas. De esta forma costeaba los servicios prestados mientras -con el oscurantismo rutinario- sembraba la semilla estéril del Estado plurinacional. Más allá de claudicar ante exigencias extrañas, nos siguen tomando por necios absolutos cuando afirman que lo demanda la norma. Es decir, actúan como el ejecutivo anterior, pero con mucha más hojarasca.

Podemos, un vampiro insaciable, juega su baza de manera ingeniosa. Tácticamente muy superior a cualquier otra sigla, Sánchez se convierte de hecho en telonero del espectáculo. Porque hoy, la política española -más que drama- constituye un juego tragicómico. Existe cierta dualidad en el desarrollo de los acontecimientos. Este político alto, pero corto de miras y de programa, obtiene un efímero beneficio personal al pactar con Podemos. Sin embargo, el PSOE puede recibir la mayor desafección social. Y será, seguramente, imperecedera. Primero mis amigos y yo, luego el partido. Ambición y dilema de estadista casan mal, divergen, se divorcian.

Existen varios interrogantes sustantivos. ¿Nuestro presidente respalda la monarquía o la república? ¿Es europeísta o euroescéptico? ¿Pro atlantista o pacifista? ¿Partidario del estatalismo extremo o liberal moderado? Hace tiempo expresó su idea plurinacional del país y, por tanto, partidario de una Constitución Federal imposible por definición y por exigencias del catalanismo radical. ¿Adónde nos lleva Sánchez y su PSOE? Para no incumplir demasiado el déficit y la deuda, seguramente suba impuestos. Se comenta ocho mil millones que, como siempre, amortizará la clase media trabajadora. El derroche tiene un costo que no sufraga la indigencia ni las grandes fortunas.

Bukowski aleccionaba que: “La civilización es una causa perdida; los políticos una absurda mentira; el trabajo, un chiste cruel”. Europa próspera, aquella que se aparta de la socialdemocracia para cobijar un liberalismo social, respalda la lucha por las libertades que posibiliten el pleno desarrollo de todas las formas de producción, especialmente las de trabajo libres de explotación y subordinación al capital privado o estatal. He aquí la práctica ideal para lograr una economía de progreso y un sugestivo rumbo social.