domingo, 25 de marzo de 2012

INCREÍBLE


Que los políticos (sin excepción) nos tomen por cretinos, ha pasado de ser tímido alarde, incluso abuso grosero, a fervor inmoderado y vejatorio. Cambian, prepotentes, a nutrimento democrático lo que debiera tasarse vulgar licencia. Lo peor no es su instinto sino nuestra permisividad; ese zamparse sapos y culebras bajo los efectos digestivos del dogmatismo, un álcali que evita ardores y otros trastornos de carácter ácido.

Después (a toro pasado, casi sin rescoldo en el recuerdo), coléricos de impotencia, un torrente de ultrajes dialécticos y malevolencias justicieras electrizan sentimientos heridos. Constituye la respuesta airada que el temor, quizás la indolencia (o viceversa), ahoga e impide traspasar los límites de una intimidad ahormada por siglos de vasallaje, asimismo de mística autorrepresión. Sin embargo, ya hace tiempo deberíamos habernos sacudido el yugo para abrazar el estadio de ciudadanos y actuar como tales, con todas las consecuencias.

Aseguro (y los acontecimientos así lo corroboran) que el poder, en sus diferentes manifestaciones, tiende al enroque; a atrincherarse tras un bastión legal abarrotado de privilegios y regalías autoconcedidos, interactivos, para defender su opulencia elitista e inaccesible. ¿Qué hacer ante el búnker que se adivina inexpugnable? La réplica, si bien fácil, se antoja compleja e inviable por mor de esa dispersión que toda masa amorfa exhibe en su seno. Tácticamente, una sociedad lógica huiría de exhortaciones cuyo rumbo y propósitos terminara consolidando el status que les favorece y al que sacrifican sus mayores energías.

Personalmente, apuesto por la abstención e incluso (a título de tanteo) favorecer el ascenso de aquellas minorías que se nos aparezcan más éticas o propugnen principios próximos a nuestro ideario. Reconozco la dificultad que entraña desintoxicar mentes cegadas por impulsos que los eclécticos jamás entenderemos, tanto en su atributo cuanto en sus torpes secuelas. Espero sin demasiada confianza que la muchedumbre despierte cuando, al mezclar empeño y disposición, sepa sacudirse el efecto hipnótico, opiáceo, de retóricas seductoras pero falsas y carentes de sustancia.

Querer es poder, recomienda una sentencia con relevante carga didáctica. Por esto, cualquier ciudadano -usted amable lector-, alcanza a señalar múltiples expresiones dichas (en realidad, para ser exactos, paridas, vomitadas o escupidas) por prebostes de todo pelaje. Podemos adivinar en ellas un extraordinario afán de batir “récords” relativos a su extravagancia. Se observa una competencia atroz por conseguir la majadería más pegadiza, penetrante, que acompaña, bajo el recóndito prurito de atesorar una singularidad imposible (debido al elevado nivel), la aspiración máxima de asentar magistral cátedra al dirigirse a un auditorio cuajado de idiotas. O es así o la idiocia se ubica en su campo. Niego otra alternativa.

Presentemos, a modo de arquetipo, las siguientes genialidades. Rubalcaba, uno de los más insignes, mitineando por Asturias: “Con austeridad y ahorro también se puede gobernar”. Tras ocho años de patrono en un gobierno que ha dejado a España sin aliento, aparte los epítetos que atrae tal bufonada (por utilizar algo fino), la frase conforma un estoconazo a la inteligencia colectiva, junto al cinismo e indignidad que aporta el mensaje. “Las mujeres van a sufrir en España y Andalucía si gana el PP” es la contribución docta de Elena Valenciano. Termino, cómo no, con el futuro profesor Chaves: “La democracia perderá calidad si gana el PP”. ¡Ah!, ¿pero aún le queda algo que perder a la pobrecilla? Tocayo, ¿perder o… “descuidar”?

En todos los sitios cuecen habas, abre un adagio popular. No debemos olvidar, pues, las perlas del PP. Ayer, precisamente, aprobó el gobierno el anteproyecto de una cacareada Ley de Transparencia. Pretende modificar el Código Penal para que los casos graves de “desidia” gubernativa conlleven penas de inhabilitación, sin anunciar reintegro alguno. ¿Puede creerse la intención de moralizar la gestión administrativa cuando hace unos días el gobierno indultó a dos condenados por malversación de caudales públicos? ¿Realidad o cachondeo?

Increíble; sí, me parece increíble que, encima, santones de la comunicación aireen, sin hacer salvedades, la concepción de que partidos y sindicatos son instituciones fundamentales en una democracia. Al tiempo, tácitamente, cuelgan etiqueta de facha, fascista, etc. a quien muestre reticencias a tal verdad revelada. Yo digo que estos partidos herméticos y estos sindicatos burocratizados (sujetos ambos a los presupuestos generales), atentan contra la verdadera democracia. Sin embargo, me preocupa (porque juzgo más increíble) que la ciudadanía no mande a unos, otros y los demás (y que tan encendido clamaba Fernán Gómez) donde los límites escatológicos me impiden precisar.

 

domingo, 18 de marzo de 2012

EL TÍO DEL SACO


Todos, en mayor o menor medida, sentimos el efecto efímero pero vivo de reminiscencias a caballo entre la pesadilla y el recuerdo amable. Allá por los tiernos años de infancia era frecuente sufrir (incluso dando oídos) esa amenazante advertencia: “que viene el tío del saco”.

El protagonismo en aquellos tiempos de oprobio y penuria tenía una generalizada, prosaica, etiqueta de vulgaridad A veces, raramente, condicionados por la cultura (quizás por la exquisitez), se sustituía “tío” por “hombre” a fin de mitigar la inquietud que aparejaba tal expresión.

Pretendían amainar caprichos inmoderados o rebeldías lógicas que nuestros mayores ahogaban, inmisericordes, metiéndonos el miedo en el cuerpo. Era un miedo sin rostro, difuso, inconcreto, huérfano; propio y adecuado sólo para infantes. Se potenciaba con malicia dando aclaraciones complementarias sobre ese saco cuyo portador conjeturábamos gigantón barbudo y malcarado. A poco, la frase turbadora produciría únicamente hilaridad.

Hoy, bajo ternos diferentes, abunda el personaje. Exhibe una gran diversidad de máscaras, siempre con voluntad intimidatoria. Persiguen (al igual que nuestros mayores) frenar a quien -esgrimiendo una inusual ética política- sirven al ciudadano, rechazan el status perfilado y osan poner en peligro espurias ventajas, ambiciones e intereses. Adoptan formas bienhechoras pero no pueden evitar ese tufo añejo, sensible, delator. Son auténticos tíos del saco; es decir, la nada anhelante, unos asusta niños ridículos. Como se descuiden, esos impúberes (el PP y en su nombre los ciudadanos), aparte de tomarlos a chirigota, van a devastarlos. La ocasión aparece inadecuada para tragarse fabulaciones o ensayos. Ciertas tácticas, antaño fructíferas, pueden convertirse ahora en demenciales. ¡Cuidado!

Las dos postreras confrontaciones electorales llevaron al paro a un PSOE malacostumbrado a otras sensaciones. Pasar de la moqueta a la zapatilla enturbia mentes, modos y prácticas. Más cuando la política llega a ser, por inepcia, el señero, pingüe y mezquino medio de vida. Esta situación indigente les lleva (junto a socios, cómplices y otros parásitos) a recrear el actual e hilarante, aun irrisorio, tío del saco.

Cualquier ocasión atrae su venteo. Ocurrió en las manifestaciones “estudiantiles” de Valencia donde un holgado, a la par que desagradable, representante (megáfono en mano) fanfarroneó con llevarlas a sangre y fuego, electrizando a una masa variopinta; asimismo pintoresca. Fue el pistoletazo de salida.

El pasado día once, enlutado por la monstruosa saña terrorista, los sindicatos (sosias del partido o viceversa) sacaron quinientos mil manifestantes a la calle. El País, diario nada sospechoso de subversivo, calculó exactamente cincuenta y un mil. La guardia urbana, treinta mil. Las cifras ajenas permiten garantizar que asistiera algún trabajador, así como la “fuchina” de incontables liberados. Tal apunte descubre una situación sindical calamitosa.

A pesar de ello, en un estertor agónico, Ignacio Fernández Toxo resucitó, paradójicamente, al tío del saco retador, con infinitas ínfulas, y no menos ansias de amilanar al presidente. “Si Rajoy no rectifica el conflicto seguirá”, dijo cual apocalíptico Thor fragoso y vengativo.

Más calmo (y más falaz), menos bravucón, ajustándose a un papel huérfano de estímulos pueriles, Méndez, en sus trece, anunció: “Esta es la primera huelga general hasta que cambien, hasta que nos devuelvan los derechos”. Remachó con: “Los sindicatos son el dedo democrático y constitucional que señala los gravísimos problemas que suponen estas medidas”. Desde mi punto de vista, aparecen dos lagunas en los respectivos mensajes.

La primera deja fluir una ambigüedad, probablemente calculada, al no afinar con exactitud a qué derechos se refiere; pues puede hacerlo al de los trabajadores, y entonces sobra el determinante “nuestros”, o a los del staff sindical, hipótesis razonable a tenor de la redacción. Agrede mi ánimo, por otro lado, que se autoproclamen adalides de la democracia y de la Carta Magna, situándose en un plano de superioridad respecto a la soberanía popular.

Como vemos, amable lector, algunos siguen ofuscándose en tiempos remotos, prefieren el enfrentamiento antes que tramitar soluciones (probablemente no las tengan), anclados sin duda en sus propios fantasmas que se mueven entre lo tiránico y lo grotesco. Tan particular aspecto mereciera encarnar con fidelidad al tío del saco.

 

sábado, 10 de marzo de 2012

TRES ERRORES Y MEDIO


 

“Errar es humano, pero exclusivamente los idiotas perseveran en el error” es una expresión ancestral referida por un sabio romano alejado, según parece, de la realidad cotidiana. O mucho me equivoco o el autor cuantifica minoritario ese grupo donde la imbecilidad deja de ser sólo concepto. En aquellos tiempos (un siglo antes de la Era Cristiana) probablemente la sociedad libre, patricios y plebeyos, fuera erudita o el mentado sabio tuviera un carácter visceral, enemigo del equilibrio, de la seducción. Hoy, aquí, la frase se constreñiría en: “errar es de idiotas”, equiparando humano e idiota. ¿No es excesivo, arriesgado e injusto tal alegato? Sí, pero únicamente en parte. Veamos.

Acepto que mi tesis pueda calificarse de sorprendente e incluso estrambótica o grotesca. En esta tierra del ¡ay! permanente, existen hombres y una especie monstruosa, incalificable, de filos animal, netamente metahumana: los políticos. Aquellos (entre los que me encuentro) no consuman ligerezas; mantienen el yerro como médula sutil de su sombría existencia. Una vez y otra. Las encuestas sobre intención de voto en las próximas elecciones andaluzas, constituyen un argumento inapelable.

¿Y los políticos? Ellos apenas perpetran algún error. La esencia del gazapo es sufrir las propias consecuencias; si no hay lamento no se cae en dislate. Las acciones políticas traen aparejadas, con frecuencia, lamentables repercusiones que casi siempre afronta el individuo (mal llamado ciudadano). Esta circunstancia, en puridad, hace al prohombre por tanto inmune a la pifia. Queda, pues, claro su perfil protohumano, excepcionalmente humanoide.

El primer gran error, dentro de una selecta colección, fue compartido por Cascos y el PP, al tomar uno la decisión (y otro a forzarla) de adelantar las elecciones en el Principado asturiano tras breve gobernanza del FAC. Cuando la crisis agota al pueblo de forma angustiosa, cuando los partidos se enzarzan en pequeñas disputas donde tantos juramentos de servicio se dejan vencer por una estrategia ciega, el contribuyente constata que es, a buen seguro, factor olvidado en la confrontación.

Tales observaciones, le empujan a reaccionar a la desesperada ocasionando sorpresas que escapan al más fino analista. La ceguera del PP, quizás obstruccionismo temeroso, y el irrefrenable imperio de Cascos ha hecho engordar las perspectivas de un PSOE inmóvil, a la espera paciente y silenciosa. Muy probablemente don Francisco pierda toda esperanza de repetir presidencia que no iría, asimismo, a colocarse en manos del PP. Aquí acción y trascendencia afectan a sus protagonistas en ese acontecer del auténtico yerro, como advierte la máxima de Concepción Arenal: “El error es un arma que acaba siempre por dispararse contra quien la emplea”.

Estimamos segundo traspié, en orden cronológico, la insólita sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Enmendar la plana al Supremo (incluso al Constitucional), respecto a la Ley de Inmersión Lingüística aprobada ilegítimamente por el Parlamento catalán, va a traer secuelas más que inquietantes. Este dictamen quiebra la jerarquía jurídica y enfanga el Estado de Derecho al coger un atajo para adulterar el curso de la Ley, amén de la justicia; verdadera y malsana perversidad jurisdiccional.

A veces, empero, tan nefasto como la arbitrariedad es sentar un precedente disgregador. El nacionalismo separatista aporta pocos argumentos en que asentar sus disparatadas reivindicaciones. ¿Qué pretende el Tribunal con tan temeraria inferencia? Alguien aseguró: “La verdad es el alma de los honestos; la mentira, la de los cobardes; la traición, la de los miserables”.

El tercer y definitivo desliz se encuentra en el campo político-sindical, valga la redundancia. Sí, los sindicatos (estos sindicatos) son meros apéndices políticos, tanto en su estructura burocratizada cuanto en su gerencia equívoca. La huelga general convocada para el próximo día veintinueve, tiene de reivindicación laboral lo que un batracio de hermosura. La Reforma les afecta únicamente en una notoria pérdida de influencia al liquidar su omnímoda presencia de los conciertos laborales.

A costa del precioso jornal de quien la secunde (sin ser liberado), los sindicatos defienden un imperio financiero-coercitivo que empieza y acaba en ellos. ¿Por qué opusieron una tímida huelga de plazos a un gobierno experto en paro? ¿Qué empeños dicen proteger? “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar es un imbécil; quien no ose pensar es un cobarde”, sentenciaba el clásico. Aplique cada cual esa lección.

Termino con ese medio error de Rajoy cuando, a pesar de dimes y diretes antaño, apoyó los presupuestos de CiU en el Parlamento catalán. Además de “valen más pocas acciones que muchas razones”, podemos añadir sin temor “dime con quién andas y te diré quién eres”. Es la prueba concluyente de que una mayoría con un encargo tácito se tira por la borda a las primeras de cambio. Espero que  el pueblo español tome nota de tanta licencia.

 

                  

 

domingo, 4 de marzo de 2012

CADA OVEJA CON SU PAREJA Y EL MAESTRO CIRUELA


Hace unos días (a propósito de las manifestaciones en Valencia, la respuesta gubernamental y sus secuelas) Alfredo Pe Punto, como a él le gustaba sintetizarse en experimental estrategia de campaña, alegó el derecho que tiene cada cual a manifestar su opinión e incluso a hacerlo acompañado de quien le viniera en gana. Esta segunda propuesta tuvo como objetivo establecer un soporte necesario, preciso, para meter al PP el dedo en el ojo. Así, terminó diciendo: “el PP lo hace con la Conferencia Episcopal y nosotros con los Sindicatos. Cada oveja con su pareja”. Rubalcaba (perdón, el señor Rubalcaba para sortear la corrección que arguyó molesto al confiado e inocente redactor), no creo quisiera realizar un recuerdo laudatorio a Ventura de la Vega, autor de una comedia, con ese sugerente título, en que emparejaba personas de la misma extracción social, cual si fuesen reses. Una visión exacta y habitual respecto al comportamiento colectivo hoy, dos siglos más tarde de su estreno.

Imagino, por otro lado, lejos de su intención evocar inocentemente el aforismo. Aprecio cierta voluntad retórica de resolver una frase engañosa y conseguir así ese obsesivo empeño de deslindarse del PP por la única vía posible: el dogma administrado en fullería sutil. La praxis es demasiado parecida para utilizar su naturaleza como argumento evidente  de antagonismo ideológico. De ahí surge esa nula y permanente intención de exponer aquello que Anguita reclamaba sin éxito: programas. Sustituir proyectos, propuestas de actuación, por la continua invectiva al contrario, cuando la sociedad conoce la verdadera cara de la moneda, resulta cuanto menos ineficaz, si no contraproducente. El individuo (aun el zoquete e incauto) paulatinamente se va hartando de que le hagan comulgar con ruedas de molino, le mesen la barba o le tomen por imbécil recalcitrante. Don Alfredo, con fama de inteligente (a mayor virtud, de maniobrero), no aprende. Acaso esa fama se aleje de la realidad y necesite otra lección contundente para sacar consecuencias lógicas, fruto del análisis sensato, reparador. Sin embargo, ni la edad ni el frío que se siente al no pisar moqueta pueden permitirle un segundo yerro. Dispone de muy poco tiempo.

Sigue, no obstante, desviviéndose por la propaganda y la falacia en postrero esfuerzo de atenazar algún voto que les permita mantener otra legislatura el festín andaluz. ¿A qué viene identificar PP y Conferencia Episcopal en oposición a PSOE y Sindicatos? Nuestro político debe desconocer que en España hay un atavismo religioso que incita al respeto, incluso temor, por la Iglesia. Un porcentaje marginal protagonizó excesos en el pasado histórico y pretende un laicismo solemne, ritual, ahora. Los sindicatos, asimismo, tampoco son buenos compañeros de viaje porque su crédito es parejo al del partido que, no ha mucho, exhibía un siglo de honradez “y ni un minuto más” en castizo y socarrón epílogo. Demasiadas familias abandonadas por esos sindicatos de clase, que dicen afanarse por el bienestar del trabajador (actualmente parado), encuentran en Cáritas el plato caliente que otros le niegan. Sin mencionar aquel escandaloso silencio cómplice mientras iban al paro cinco millones de asalariados.

Es evidente, pues, el error táctico del secretario general. El PSOE (él mismo) no podía tener peor acompañante en su ambiguo periplo. A “perro flaco todo son pulgas”, proclama un dicho conocido. Es un reconocimiento de que lo nefasto, con todo, se encuentra en el espacio exterior. El líder, como la vaca exhausta, ya no da leche (triunfos); da lástima. Para más escarnio, se convierte en séquito irreflexivo de unos sindicatos que causan risa. Nunca pude imaginar ver a alguien suicidarse con tanta alegría. Pareciera pura desesperación. Ya lo dijo aquel, pervirtiendo el mensaje original: “a mal juez, peor testigo”.

El viernes apareció un pródigo Zapatero (sempiterno inepto integral) en la Fundación IDEAS; un grupo de líderes iberoamericanos calenturientos, casi tórridos, que vertebra y da pobre consistencia -a cambio de qué sé yo- al decimonónico socialismo patrio; quizás no muy lejano, cronológicamente, de los fines que aquellos proponen para sus respectivos países. El señor Rodríguez oficiaba de conferenciante estadista y Rubalcaba concluía el congreso en su condición de secretario general del partido anfitrión. Vamos, un costosísimo laudatorio. Zapatero dejó caer perlas del siguiente tenor: “Que nadie nos saque del centro de juego, que eso le interesa a la derecha”. Imposible perfilar mejor el peso de estadista que encierra tal reflexión. Si no fuese suficiente para establecer su excelencia, ahí va otra: “En la sociedad se ha creado desafección por la política porque se ha cerrado el ciclo, que no volverá, creado después de la Segunda Guerra Mundial”. El influjo de su pensamiento (la profundidad que expele), al descubierto en los ejemplos anteriores y otros de parecido jaez, lo aprovechará la comunidad para abatir la crisis y sentar las bases de un nuevo orden mundial.

Me recordó de inmediato al famoso maestro Ciruela; aquel que, según la tradición, no sabía leer y ponía escuela. ¡Qué pesadilla entre un perspicaz prócer y el ovejero listillo!