domingo, 4 de marzo de 2012

CADA OVEJA CON SU PAREJA Y EL MAESTRO CIRUELA


Hace unos días (a propósito de las manifestaciones en Valencia, la respuesta gubernamental y sus secuelas) Alfredo Pe Punto, como a él le gustaba sintetizarse en experimental estrategia de campaña, alegó el derecho que tiene cada cual a manifestar su opinión e incluso a hacerlo acompañado de quien le viniera en gana. Esta segunda propuesta tuvo como objetivo establecer un soporte necesario, preciso, para meter al PP el dedo en el ojo. Así, terminó diciendo: “el PP lo hace con la Conferencia Episcopal y nosotros con los Sindicatos. Cada oveja con su pareja”. Rubalcaba (perdón, el señor Rubalcaba para sortear la corrección que arguyó molesto al confiado e inocente redactor), no creo quisiera realizar un recuerdo laudatorio a Ventura de la Vega, autor de una comedia, con ese sugerente título, en que emparejaba personas de la misma extracción social, cual si fuesen reses. Una visión exacta y habitual respecto al comportamiento colectivo hoy, dos siglos más tarde de su estreno.

Imagino, por otro lado, lejos de su intención evocar inocentemente el aforismo. Aprecio cierta voluntad retórica de resolver una frase engañosa y conseguir así ese obsesivo empeño de deslindarse del PP por la única vía posible: el dogma administrado en fullería sutil. La praxis es demasiado parecida para utilizar su naturaleza como argumento evidente  de antagonismo ideológico. De ahí surge esa nula y permanente intención de exponer aquello que Anguita reclamaba sin éxito: programas. Sustituir proyectos, propuestas de actuación, por la continua invectiva al contrario, cuando la sociedad conoce la verdadera cara de la moneda, resulta cuanto menos ineficaz, si no contraproducente. El individuo (aun el zoquete e incauto) paulatinamente se va hartando de que le hagan comulgar con ruedas de molino, le mesen la barba o le tomen por imbécil recalcitrante. Don Alfredo, con fama de inteligente (a mayor virtud, de maniobrero), no aprende. Acaso esa fama se aleje de la realidad y necesite otra lección contundente para sacar consecuencias lógicas, fruto del análisis sensato, reparador. Sin embargo, ni la edad ni el frío que se siente al no pisar moqueta pueden permitirle un segundo yerro. Dispone de muy poco tiempo.

Sigue, no obstante, desviviéndose por la propaganda y la falacia en postrero esfuerzo de atenazar algún voto que les permita mantener otra legislatura el festín andaluz. ¿A qué viene identificar PP y Conferencia Episcopal en oposición a PSOE y Sindicatos? Nuestro político debe desconocer que en España hay un atavismo religioso que incita al respeto, incluso temor, por la Iglesia. Un porcentaje marginal protagonizó excesos en el pasado histórico y pretende un laicismo solemne, ritual, ahora. Los sindicatos, asimismo, tampoco son buenos compañeros de viaje porque su crédito es parejo al del partido que, no ha mucho, exhibía un siglo de honradez “y ni un minuto más” en castizo y socarrón epílogo. Demasiadas familias abandonadas por esos sindicatos de clase, que dicen afanarse por el bienestar del trabajador (actualmente parado), encuentran en Cáritas el plato caliente que otros le niegan. Sin mencionar aquel escandaloso silencio cómplice mientras iban al paro cinco millones de asalariados.

Es evidente, pues, el error táctico del secretario general. El PSOE (él mismo) no podía tener peor acompañante en su ambiguo periplo. A “perro flaco todo son pulgas”, proclama un dicho conocido. Es un reconocimiento de que lo nefasto, con todo, se encuentra en el espacio exterior. El líder, como la vaca exhausta, ya no da leche (triunfos); da lástima. Para más escarnio, se convierte en séquito irreflexivo de unos sindicatos que causan risa. Nunca pude imaginar ver a alguien suicidarse con tanta alegría. Pareciera pura desesperación. Ya lo dijo aquel, pervirtiendo el mensaje original: “a mal juez, peor testigo”.

El viernes apareció un pródigo Zapatero (sempiterno inepto integral) en la Fundación IDEAS; un grupo de líderes iberoamericanos calenturientos, casi tórridos, que vertebra y da pobre consistencia -a cambio de qué sé yo- al decimonónico socialismo patrio; quizás no muy lejano, cronológicamente, de los fines que aquellos proponen para sus respectivos países. El señor Rodríguez oficiaba de conferenciante estadista y Rubalcaba concluía el congreso en su condición de secretario general del partido anfitrión. Vamos, un costosísimo laudatorio. Zapatero dejó caer perlas del siguiente tenor: “Que nadie nos saque del centro de juego, que eso le interesa a la derecha”. Imposible perfilar mejor el peso de estadista que encierra tal reflexión. Si no fuese suficiente para establecer su excelencia, ahí va otra: “En la sociedad se ha creado desafección por la política porque se ha cerrado el ciclo, que no volverá, creado después de la Segunda Guerra Mundial”. El influjo de su pensamiento (la profundidad que expele), al descubierto en los ejemplos anteriores y otros de parecido jaez, lo aprovechará la comunidad para abatir la crisis y sentar las bases de un nuevo orden mundial.

Me recordó de inmediato al famoso maestro Ciruela; aquel que, según la tradición, no sabía leer y ponía escuela. ¡Qué pesadilla entre un perspicaz prócer y el ovejero listillo!     

 

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