Hace unos días (a
propósito de las manifestaciones en Valencia, la respuesta gubernamental y sus
secuelas) Alfredo Pe Punto, como a él le gustaba sintetizarse en experimental
estrategia de campaña, alegó el derecho que tiene cada cual a manifestar su
opinión e incluso a hacerlo acompañado de quien le viniera en gana. Esta
segunda propuesta tuvo como objetivo establecer un soporte necesario, preciso,
para meter al PP el dedo en el ojo. Así, terminó diciendo: “el PP lo hace con
la Conferencia Episcopal y nosotros con los Sindicatos. Cada oveja con su
pareja”. Rubalcaba (perdón, el señor Rubalcaba para sortear la corrección que
arguyó molesto al confiado e inocente redactor), no creo quisiera realizar un
recuerdo laudatorio a Ventura de la Vega, autor de una comedia, con ese
sugerente título, en que emparejaba personas de la misma extracción social,
cual si fuesen reses. Una visión exacta y habitual respecto al comportamiento colectivo
hoy, dos siglos más tarde de su estreno.
Imagino, por otro lado,
lejos de su intención evocar inocentemente el aforismo. Aprecio cierta voluntad
retórica de resolver una frase engañosa y conseguir así ese obsesivo empeño de
deslindarse del PP por la única vía posible: el dogma administrado en fullería
sutil. La praxis es demasiado parecida para utilizar su naturaleza como
argumento evidente de antagonismo ideológico.
De ahí surge esa nula y permanente intención de exponer aquello que Anguita
reclamaba sin éxito: programas. Sustituir proyectos, propuestas de actuación,
por la continua invectiva al contrario, cuando la sociedad conoce la verdadera
cara de la moneda, resulta cuanto menos ineficaz, si no contraproducente. El
individuo (aun el zoquete e incauto) paulatinamente se va hartando de que le
hagan comulgar con ruedas de molino, le mesen la barba o le tomen por imbécil
recalcitrante. Don Alfredo, con fama de inteligente (a mayor virtud, de
maniobrero), no aprende. Acaso esa fama se aleje de la realidad y necesite otra
lección contundente para sacar consecuencias lógicas, fruto del análisis
sensato, reparador. Sin embargo, ni la edad ni el frío que se siente al no
pisar moqueta pueden permitirle un segundo yerro. Dispone de muy poco tiempo.
Sigue, no obstante,
desviviéndose por la propaganda y la falacia en postrero esfuerzo de atenazar
algún voto que les permita mantener otra legislatura el festín andaluz. ¿A qué
viene identificar PP y Conferencia Episcopal en oposición a PSOE y Sindicatos?
Nuestro político debe desconocer que en España hay un atavismo religioso que
incita al respeto, incluso temor, por la Iglesia. Un porcentaje marginal
protagonizó excesos en el pasado histórico y pretende un laicismo solemne,
ritual, ahora. Los sindicatos, asimismo, tampoco son buenos compañeros de viaje
porque su crédito es parejo al del partido que, no ha mucho, exhibía un siglo
de honradez “y ni un minuto más” en castizo y socarrón epílogo. Demasiadas
familias abandonadas por esos sindicatos de clase, que dicen afanarse por el
bienestar del trabajador (actualmente parado), encuentran en Cáritas el plato
caliente que otros le niegan. Sin mencionar aquel escandaloso silencio cómplice
mientras iban al paro cinco millones de asalariados.
Es evidente, pues, el
error táctico del secretario general. El PSOE (él mismo) no podía tener peor acompañante
en su ambiguo periplo. A “perro flaco todo son pulgas”, proclama un dicho
conocido. Es un reconocimiento de que lo nefasto, con todo, se encuentra en el
espacio exterior. El líder, como la vaca exhausta, ya no da leche (triunfos);
da lástima. Para más escarnio, se convierte en séquito irreflexivo de unos
sindicatos que causan risa. Nunca pude imaginar ver a alguien suicidarse con
tanta alegría. Pareciera pura desesperación. Ya lo dijo aquel, pervirtiendo el
mensaje original: “a mal juez, peor testigo”.
El viernes apareció un
pródigo Zapatero (sempiterno inepto integral) en la Fundación IDEAS; un grupo
de líderes iberoamericanos calenturientos, casi tórridos, que vertebra y da
pobre consistencia -a cambio de qué sé yo- al decimonónico socialismo patrio;
quizás no muy lejano, cronológicamente, de los fines que aquellos proponen para
sus respectivos países. El señor Rodríguez oficiaba de conferenciante estadista
y Rubalcaba concluía el congreso en su condición de secretario general del
partido anfitrión. Vamos, un costosísimo laudatorio. Zapatero dejó caer perlas
del siguiente tenor: “Que nadie nos saque del centro de juego, que eso le
interesa a la derecha”. Imposible perfilar mejor el peso de estadista que
encierra tal reflexión. Si no fuese suficiente para establecer su excelencia,
ahí va otra: “En la sociedad se ha creado desafección por la política porque se
ha cerrado el ciclo, que no volverá, creado después de la Segunda Guerra
Mundial”. El influjo de su pensamiento (la profundidad que expele), al
descubierto en los ejemplos anteriores y otros de parecido jaez, lo aprovechará
la comunidad para abatir la crisis y sentar las bases de un nuevo orden mundial.
Me recordó de inmediato
al famoso maestro Ciruela; aquel que, según la tradición, no sabía leer y ponía
escuela. ¡Qué pesadilla entre un perspicaz prócer y el ovejero listillo!
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