domingo, 26 de febrero de 2012

ALREDEDORES Y ARRABALES


Mantengo desde siempre que la esencia constitutiva del hombre, y su don más preciado, no se encuentran en ser racional sino en sentirse conscientemente libre. El derecho natural jamás hizo distingos entre los diversos coeficientes intelectuales. Dicha realidad supone concebir otra magnitud como fundamento humano, otra categoría que trunque la excepción. La libertad carece por sí misma de recovecos o laberintos que le insten a mostrarse de forma particular o exclusiva a determinados individuos. Es un atributo sin escalas, por tanto manantial de equivalencia plena. Los sistemas totalitarios, las dictaduras, son nefastos para el individuo pues persiguen toda manifestación de libertad, de controversia, que cuestione su  poder. La esclavitud, ningún otro impulso, marcó el apogeo histórico de deshumanización. Benjamín Franklin dijo y yo lo suscribo: “Donde mora la libertad, allí está mi patria”.

El vocablo alrededor se aplica para indicar la situación de personas o cosas que circundan a otras. Su sinónimo más afín sería contorno. Arrabal impulsa la ubicación fuera del recinto urbano. Entraña cierto matiz peyorativo y desdeñoso. Así, adjetivamos de arrabalero a quien muestra formas refractarias a la estética y aun la ética. Andar por arrabales lícitos significa, contrariamente a lo que pareciera, caminar por resbaladizos senderos jurídicos. El amable lector habrá adivinado una dimensión simbólica en los renglones anteriores. Obviamente me refiero a aquello que se encuentra próximo o reñido con lo considerado juicioso, cabal. Es conveniente, sin embargo, concretar estos vocablos para evitar posibles equívocos en aras a un análisis riguroso, justo y breve de las instituciones que vamos a examinar, incluyendo mejoras o restricciones sobre las libertades ciudadanas. 

Corresponde al gobierno abrir las respectivas columnas del haber y del debe a semejanza de una contabilidad novelesca que computara virtudes o vicios en curioso (hasta atrevido) paralelismo pecuniario-espiritual. Debido a la bisoñez, tasar su ejecutoria con firmeza, sin margen indulgente, sería bastante arbitrario. Los primeros pasos exteriorizan desorientación, inseguridad e incoherencia. Si no ellos, su crédito al menos camina hacia un espacio adyacente a los alrededores. Los propios votantes, alarmados, incrédulos, observan el trayecto que existe entre dicho y hecho. Se agitan con la insólita reticencia de Rajoy y los despropósitos de algunos ministros, consecuencia directa de un proyecto amorfo, versátil, donde la circunstancia es el elemento dinamizador de su ejecutoria.   Todavía severo, el estado de shock le dificulta asimilar su mayoría absoluta, el mandato del pueblo español y la frustración que empieza a generar por complejo o pavor. La libertad individual, exenta de enjuagues respecto a su guarda o restricción (encomiada más bien en los patrones doctrinales), queda a expensas del tino judicial.

La oposición, aparte el segmento a que nos refiramos, antepone estrategias a colaboraciones. Su ceguera les lleva a una actuación ramplona; nimia, cuando no obstaculizadora, en tan penoso marco de emergencia nacional. El imperio democrático demanda reglas de procedimiento flexibles para adecuarlas al escenario que prescriba el momento. Hoy, el pueblo apremia al PP con voz clara a que gestione la crisis. Tácitamente obliga al resto, cuanto menos, a no poner trabas. La realidad, testaruda, descubre una oposición (en esencia el PSOE) que le hace una pedorreta a la soberanía popular. Trasluce una frenética predilección por la calle de quien parece procurarse cierta licencia antidemocrática. Supedita la libertad individual a la colectiva, ese difuso incentivo de alcance ininteligible. Se ha colocado placenteramente (¡allá él!) en los arrabales de la política y, sospecho, el futuro le seguirá pasando cara factura. Necesita con urgencia una regeneración que reemplace a la reforma anunciada o su naturaleza testimonial se impondrá veloz.

Los sindicatos conforman un ente abstracto cuya corporeidad le viene dada únicamente por la subvención gubernamental. Si el ejecutivo descuidara su apuntalamiento, se derrumbarían cual castillo de naipes. Ante el constante ir y venir por los alrededores de un mundo laboral encendido, convulso, al que no encarnan; tras suponer un quebradero de cabeza que atenaza al gabinete, ¿por qué no se hace? ¿por qué se les mantiene orondos y ofensivos? Porque ellos también son pieza inapreciable en este montaje donde el latrocinio esquilmador campa a sus anchas. Del expolio causado a la clase media (ya casi exhausta) viven multitud de parásitos en un ecosistema artificial, postizo. La libertad, aquí, atañe sólo al ámbito laboral y se rige por convenios y leyes en permanente equilibrio inestable.  

Permítanme que mencione al final esta misteriosa y atronadora toma de la vía pública por presuntos estudiantes a cuyo frente alardean líderes, arrabaleros y agresivos, que cosechan una representatividad nula. También el recuerdo a una gestión política inicial notoriamente mejorable. Para concluir, creo oportuna esta cita de Simón Bolívar: “Compatriotas, las armas os darán la independencia, las leyes os darán la libertad”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario