A estas alturas no
descubrimos ningún misterio o factor esotérico si estimamos el dualismo norma
que mueve al mundo y al hombre.
Alma/cuerpo, luz/sombras, bien/mal, yin/yang en la filosofía oriental
(curiosamente el yin se concibe principio femenino, la tierra, la pasividad; al
yang pertenece el principio masculino, el cielo, la actividad). Estos impulsos complementarios,
irreductibles y antagónicos, presentes en todas las cosas, permiten la
trascendencia de lo humano salvando una realidad cerrada, inmanente. Cualquier
fuerza/idea puede ser percibida como su contraria si se mira desde un punto de
vista antitético, en una dicotomía armonizadora. La categorización se
realizaría intencionadamente, por conveniencia. En tal caso nos rendiríamos a
una de las dos posibilidades y quedarían sentadas las bases del dogmatismo más
abyecto.
Reforma es todo cambio
gradual con el propósito de mejorar un sistema, proyecto o sociedad. Afecta a
aspectos fundamentales, no al conjunto. Su espíritu le hace cuestionar por
igual posiciones revolucionarias cuanto reaccionarias. En teoría se diferencia
del centrismo, ya que este busca consensos equidistantes de los extremos y
resulta un fin en sí mismo. Muchos consideran la voluntad reformadora una
capitulación a la política del sector antagonista. El PP, de momento, anuncia
reformas sin fin aunque muestra poco interés en practicarlas. Comprendo lo
incongruente de una urgencia tiránica e innecesaria, pero los plazos salieron
de su boca. No creo hubiera presión externa (sí menester) que llevara a Rajoy a
fijar la Reforma Laboral el siete de enero. Un equipo de gobierno, previendo su
próxima servidumbre, debiera tener propuestas nítidas, eficaces, ante la
situación de emergencia económica y financiera.
Se ha desatado, digo, una
fiebre reformista y no hay cartera que silencie inmediatas novedades en sus
respectivos ministerios. El responsable de Educación, Cultura y Deporte, señor
Wert, ya desmenuzó algún giro (superficial por lo publicado) en la prevista ley
educativa. Salvo cortina de humo para verificar oposiciones y anuencias, se
habla de acortar un año la secundaria, para añadírselo al bachiller, y extender
la escolarización obligatoria hasta los dieciocho años. Si la columna vertebral
innovadora se resume en lo expuesto, aparte otros argumentos de más enjundia
que iré desgranando después, me parece una tomadura de pelo; no sólo por su
indigencia (que se limita a un quita y pon) sino, junto al costo que conlleva, por
aumentar dos años la tortura en un alto porcentaje de alumnos. ¿Acaso desconoce el señor ministro la cuantía
de contratos en formación, prueba evidente del hartazgo y abandono escolar?
¿Cree que se puede educar por decreto ley? No concuerdan los mismos preceptos con
realidades diferentes.
Mis cuarenta años de
enseñante, la mayoría en Segunda Etapa con la Ley General de Educación y estrenada
la LOGSE, me aportan (considero) cierta potestad para opinar del tema. Previo,
voy a hacer un juicio de intenciones aventurado pero no exento de signos o
evidencias: la LOGSE implanta un sistema educativo que buscó el acriticismo
operante y la mediocridad generalizada, sin embargo (o a propósito de) su
apariencia progresista, igualitaria e integradora. Persigue, desde mi punto de
vista, una sociedad amorfa en la que diversas minorías detenten un poder consentido
e inalcanzable para quien no pertenezca a idéntica élite. Extraigo a modo de
prueba el hecho cierto de que toda esa casta privilegiada preconiza el final de
las desigualdades, a través de la escuela pública, mientras educa a su prole en colegios muy
privados para eternizarlas. ¡Cuánto rendimiento y lucro le sacan a la palabra!
Principios excelsos y
palabrería grandilocuente no reparan desequilibrios e injusticias. Darwin
enunció la selección natural o la preservación de las razas en la lucha por la
vida. Rechazo, pues, toda previsión o gracia que proceda del poder. Escalar
posiciones sociales se consigue únicamente a través del esfuerzo, la
constancia, el sacrificio; en definitiva, pugnar por la eminencia. Se debe
exigir, sí, igualdad de oportunidades. Más allá, abominando esa famosa e
insolidaria ley selvática que nos abate, cada uno enfoca su camino según
actitudes, no aptitudes.
Señor Wert, la reforma
educativa excede retoques de estructura o tiempo. Una enmienda auténtica exige
el relevo epistemológico. El constructivismo (empírico, materialista, alejado
de cualquier aliento ontológico) y la escuela comprensiva (desmotivadora, inactiva)
son la génesis de un sistema público pauperizado y por consiguiente del
tremendo fracaso escolar. Nuestros centros se han convertido en paradigmas de anarquía,
barbarie e incivismo. Ignorancia y mezquindad son el fruto característico de
estos mimbres inadecuados para conseguir una sociedad democrática y equitativa.
No opino de política, discurro sobre educación y por ende de economía.
Escrúpulos, cuando no
cobardía a secas, provocan acciones cuyos efectos se oponen al objetivo
previsto (íntegro, dándoles un inusual margen de confianza) al tiempo que
despiertan frustración y desengaño, incluso en fervientes admiradores. ¿Han
colegido, usted y el resto del gabinete, por qué tienen mayoría absoluta? ¿Para
hacer una política similar a aquella de los desahuciados? Vana y efímera
victoria.
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