domingo, 5 de febrero de 2012

REFORMA EDUCATIVA SIN CALADO


A estas alturas no descubrimos ningún misterio o factor esotérico si estimamos el dualismo norma que mueve al mundo y al hombre.  Alma/cuerpo, luz/sombras, bien/mal, yin/yang en la filosofía oriental (curiosamente el yin se concibe principio femenino, la tierra, la pasividad; al yang pertenece el principio masculino, el cielo, la actividad). Estos impulsos complementarios, irreductibles y antagónicos, presentes en todas las cosas, permiten la trascendencia de lo humano salvando una realidad cerrada, inmanente. Cualquier fuerza/idea puede ser percibida como su contraria si se mira desde un punto de vista antitético, en una dicotomía armonizadora. La categorización se realizaría intencionadamente, por conveniencia. En tal caso nos rendiríamos a una de las dos posibilidades y quedarían sentadas las bases del dogmatismo más abyecto.

 

Reforma es todo cambio gradual con el propósito de mejorar un sistema, proyecto o sociedad. Afecta a aspectos fundamentales, no al conjunto. Su espíritu le hace cuestionar por igual posiciones revolucionarias cuanto reaccionarias. En teoría se diferencia del centrismo, ya que este busca consensos equidistantes de los extremos y resulta un fin en sí mismo. Muchos consideran la voluntad reformadora una capitulación a la política del sector antagonista. El PP, de momento, anuncia reformas sin fin aunque muestra poco interés en practicarlas. Comprendo lo incongruente de una urgencia tiránica e innecesaria, pero los plazos salieron de su boca. No creo hubiera presión externa (sí menester) que llevara a Rajoy a fijar la Reforma Laboral el siete de enero. Un equipo de gobierno, previendo su próxima servidumbre, debiera tener propuestas nítidas, eficaces, ante la situación de emergencia económica y financiera.

 

Se ha desatado, digo, una fiebre reformista y no hay cartera que silencie inmediatas novedades en sus respectivos ministerios. El responsable de Educación, Cultura y Deporte, señor Wert, ya desmenuzó algún giro (superficial por lo publicado) en la prevista ley educativa. Salvo cortina de humo para verificar oposiciones y anuencias, se habla de acortar un año la secundaria, para añadírselo al bachiller, y extender la escolarización obligatoria hasta los dieciocho años. Si la columna vertebral innovadora se resume en lo expuesto, aparte otros argumentos de más enjundia que iré desgranando después, me parece una tomadura de pelo; no sólo por su indigencia (que se limita a un quita y pon) sino, junto al costo que conlleva, por aumentar dos años la tortura en un alto porcentaje de alumnos.  ¿Acaso desconoce el señor ministro la cuantía de contratos en formación, prueba evidente del hartazgo y abandono escolar? ¿Cree que se puede educar por decreto ley? No concuerdan los mismos preceptos con realidades diferentes.

Mis cuarenta años de enseñante, la mayoría en Segunda Etapa con la Ley General de Educación y estrenada la LOGSE, me aportan (considero) cierta potestad para opinar del tema. Previo, voy a hacer un juicio de intenciones aventurado pero no exento de signos o evidencias: la LOGSE implanta un sistema educativo que buscó el acriticismo operante y la mediocridad generalizada, sin embargo (o a propósito de) su apariencia progresista, igualitaria e integradora. Persigue, desde mi punto de vista, una sociedad amorfa en la que diversas minorías detenten un poder consentido e inalcanzable para quien no pertenezca a idéntica élite. Extraigo a modo de prueba el hecho cierto de que toda esa casta privilegiada preconiza el final de las desigualdades, a través de la escuela pública,  mientras educa a su prole en colegios muy privados para eternizarlas. ¡Cuánto rendimiento y lucro le sacan a la palabra!

 

Principios excelsos y palabrería grandilocuente no reparan desequilibrios e injusticias. Darwin enunció la selección natural o la preservación de las razas en la lucha por la vida. Rechazo, pues, toda previsión o gracia que proceda del poder. Escalar posiciones sociales se consigue únicamente a través del esfuerzo, la constancia, el sacrificio; en definitiva, pugnar por la eminencia. Se debe exigir, sí, igualdad de oportunidades. Más allá, abominando esa famosa e insolidaria ley selvática que nos abate, cada uno enfoca su camino según actitudes, no aptitudes.

 

Señor Wert, la reforma educativa excede retoques de estructura o tiempo. Una enmienda auténtica exige el relevo epistemológico. El constructivismo (empírico, materialista, alejado de cualquier aliento ontológico) y la escuela comprensiva (desmotivadora, inactiva) son la génesis de un sistema público pauperizado y por consiguiente del tremendo fracaso escolar. Nuestros centros se han convertido en paradigmas de anarquía, barbarie e incivismo. Ignorancia y mezquindad son el fruto característico de estos mimbres inadecuados para conseguir una sociedad democrática y equitativa. No opino de política, discurro sobre educación y por ende de economía.

 

Escrúpulos, cuando no cobardía a secas, provocan acciones cuyos efectos se oponen al objetivo previsto (íntegro, dándoles un inusual margen de confianza) al tiempo que despiertan frustración y desengaño, incluso en fervientes admiradores. ¿Han colegido, usted y el resto del gabinete, por qué tienen mayoría absoluta? ¿Para hacer una política similar a aquella de los desahuciados? Vana y efímera victoria.

 

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