domingo, 29 de enero de 2012

REFORMAS INSÍPIDAS


Llamamos insípido a algo falto de sabor. También a lo escaso de espíritu, viveza, gracia, sal. El vocablo, por tanto, puede referirse a cualidad intrínseca o a envoltorio formal. La reseña genérica afecta al PP, pero se adscribe al Ministerio de Justicia; por ende, coloco el foco de interés en la primera acepción. A don Alberto puede reprochársele bastantes virtudes y defectos; jamás ausencia de viveza, gracia o sal. Por el contrario acostumbra a efectuar declaraciones en tono eufórico e incluso con chispa.

 

Afirmo mi total convicción de haber padecido, durante casi ocho años,  el peor gobierno de España en siglos. Sin embargo me surgen ciertos recelos sobre el ejecutivo presente cuando lleva ya un mes y no ha mostrado la celeridad que reclamaba tiempo atrás. El mayor problema que percibimos ahora apunta al desempleo (cinco millones trescientas mil personas). Otros, desde mi punto de vista, son más espinosos pero se otean menos perentorios. Rajoy debió pensar lo mismo. Incitó a los agentes sociales a que pactaran una reforma laboral antes del siete de enero. Superada con creces la fecha tope, su contenido -que en teoría debiera estar ya aprobado y creando empleo- pende de la indolencia gobernante, retoño asimismo del desapego. El acuerdo que han alcanzado sindicatos y patronal abona sus intereses, pero parece distanciarse de las aspiraciones nacionales. Presidente y ministra del ramo, incluidas felicitaciones pueriles, practican una gobernanza extraña, sometida a rentabilidad electoral.

 

Tenemos un Consejo de Ministros, según dicen, con un crédito excepcional que se hace extensivo a subsecretarios y directores generales. ¿Es suficiente? Veamos. Salvo error u omisión, sólo el ministro del Interior realizó diligentemente los cambios conforme al mandato de las urnas. Montoro, pese a empeños presidenciales, sube los impuestos directos, de momento, y anuncia restricciones a ministerios y autonomías (déficit cero), pero denotando escasa seguridad. Al dispar Luis de Guindos se le conoce por la polémica generada con el nombramiento de Carmen Vela, una admiradora de Zapatero, como secretaria de Estado. El resto, excluyendo al ministro de Justicia, son convidados de piedra; miembros aparentes, fantasmales, de un ejecutivo a la deriva, abatido por un peso torpemente estimado.

 

El señor Gallardón rompiendo la armonía, excusando la ley pendular que orienta al gobierno, en un acceso súbito, prometió cinco medidas necesarias: Nueva Ley Orgánica del Poder Judicial; penas permanentes y revisables para delitos de especial gravedad o multirreincidencias; permiso paterno cuando aborten las menores de edad; cambios sustanciales en la ley del menor y Nuevo Estatuto de Víctimas. Las reformas expuestas pueden responder a un compromiso solemne, ser un anuncio calculado o entonar el famoso estribillo de “renovar todo para que nada cambie”. El tiempo, ese testigo incorruptible, determinará la sinceridad o jactancia de don Alberto. La coyuntura diaria se nutre de noticias altamente explosivas procedentes del País Vasco y Cataluña (Amaiur y Mas), donde los desprecios a la Ley encuentran el silencio cómplice de quien asumió la exigencia de hacerla cumplir. Esta actitud, incompatible con principios programáticos expuestos en defensa de la democracia y de las libertades ciudadanas, me lleva a recordar a los próceres patrios esa máxima popular, tajante y definitiva, cuya propuesta indica que “el movimiento se demuestra andando”. Sería tremendo despedir al gobierno de los falsos reclamos para instalar al de las vanas reformas, en una antojadiza pirueta de la Ley de Murphy. 

 

Reconozco cierta intemporalidad en cualquier análisis efectuado al novel gabinete por el apuro e incumplimiento de fórmulas que la costumbre reconoce casi norma a proteger. No obstante observo -y no es una estimación privativa- que los primeros pasos (incluyendo la acefalia en trances onerosos), las trazas -pues no podemos basarnos en hechos concretos- atesoran altas dosis de zozobra. Resurge potente, indómita, la sensación de torpeza, ceguera e impotencia en este gobierno; estricto, apremiante y muy eficaz (así se vendía) en la oposición. Su incertidumbre empeora tres sectores básicos para superar la crisis: Recesión económica, estancamiento de la deuda soberana y aumento del paro. Complementan, por otra parte, el hundimiento progresivo de la clase media sobre la que recae todo el peso de la horrible situación.

 

Si el ejecutivo socialista era prototipo de la aridez, amén del reclamo delictivo y caos absoluto, este se está mostrando como el gobierno de las reformas exiguas e insípidas. El sabor intenso proviene del guiso compuesto por el laberinto financiero, el Estado Autonómico, las subvenciones inmorales y las empresas públicas, deficitarias e incluso granero de nepotismo. Quien tiene atribuciones sabe cuál es el arranque de nuestra penuria, pero nadie se atreve a emprender la terapia correctora.

 

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario