Hace días, la señorita Pajín esgrimió las
declaraciones de Ana Mato, su sustituta al frente del Ministerio (cuando tasó
el crimen de Roquetas como "violencia en el entorno familiar"), para
demostrar -por enésima vez- que la ignorancia es muy atrevida. Con desparpajo,
fruto intrínseco del dogmatismo, la censuró definiendo el luctuoso hecho
violencia de género porque "a veces se produce fuera de la casa". El
argumento, sofista, confunde la carga familiar, afectiva, del vocablo entorno
con esa acepción física del mismo. Tal yerro, fuese voluntario o a causa de
tinieblas, tiene poca excusa. Insistió que "a las cosas hay que llamarlas
por su nombre" ponderando, de paso, su desconocido crédito semántico. La
ONU, a quien asignó autor y garante del complemento que ella acompaña al
vocablo violencia, agrega "contra la mujer". Nuevamente dejó
testimonio de indocta o farsante compulsiva.
Se considera violencia todo daño anatómico o moral
producido, generalmente, por un desequilibrio. Cierto, la violencia emana del
abuso de poder en su aspecto social o de la perturbación en la esfera
individual. Asimismo surgen manifestaciones violentas, aparte el terrorismo
irracional, contra colectivos frágiles, minorías étnicas y clases de inferior
aprecio. Mengua la preocupación pública ante anómalos arrebatos
maniacodepresivos que generan perversidades execrables. En sentido estricto, no
suele acompañarse de epítetos porque quien la padece es la persona; por tanto
el concepto es universal e igualitario, alejado simétricamente de ideologías e
intereses. A ella se opone el derecho natural (fuente de todos los códices
incluido el que legitima costumbres y tradición) atemporal e independiente de
contextos históricos.
Vladimir Jankélévitch apuntó que la debilidad no tiene
con frecuencia otro síntoma que la violencia. Su tesis fue ratificada, de forma
empírica, por el Juez de Familia señor Serrano que sufrió persecución y
vilipendio por atreverse a salir del cauce, a abandonar el redil. A su práctica
debería rendirse doña Leire (su impericia) y la pléyade de progrefeminismo que
rumia el mismo alimento sectario. El citado juez denunció lo abusivo que
suponía para el hombre la Ley Integral Contra la Violencia de Género dejando la
puerta abierta a la reacción desesperada; una suerte de huida impotente hacia
adelante. El abandono que entrañaba para el varón le llevó a compararla con
Guantánamo porque "cuando a un hombre se le denuncia, a la cárcel y la
llave tirada". Voces expertas afirman sin recelo el carácter
contradictorio de la ley. Así lo verifican sus consecuencias.
A costa de la autovía Madrid/Valencia (al estreno de
mil novecientos noventa y cuatro) en el tramo que debía sortear Contreras, los
agricultores de la zona, gravemente afectados por la proyectada Reserva Natural
que Bono ideó para argüir sus lances políticos con Borrell, a la sazón máximo
responsable del MOPTMA, hicieron acopio de información precisa a fin de contraargumentar
las tenues razones de la Administración Autonómica. A sus manos llegó un
informe de la UGT, nada sospechosa de antagonista, en el que proclamaba causa
primera de los siniestros la excesiva protección del medio. Dicho testimonio
acredita, doblemente, que extralimitar la guarda alienta el efecto inverso.
El maltrato femenino siempre se produce en el entorno
familiar, no importa a qué cultura pertenezca. Lapidaciones o ablaciones de
clítoris las promueven los propios deudos, bien por mancilla impropia, bien por
tradición atávica. Otras agresiones nada tienen que ver con el sexo; sí, se
incluyen en el ataque indiscriminado a los derechos del hombre, generalmente
observado en países tercermundistas o escenarios precisos del llamado primer
mundo. Nuestra civilización, porfiando lo expuesto, suele tratar a la mujer con
sistemática deferencia. Tanto el machismo decadente como el feminismo
militante, son apéndices y excesos extemporáneos, exóticos.
Cuando la ley se ideologiza pierde apoyos y, por
tanto, eficacia. El Código Penal bastaba para corregir cualquier transgresión
física. Esta ley novedosa satisface las excentricidades de cierto lobby, suena
bien, atrae partidarios interesados; pero no añade ningún dividendo. Por
contra, se oponen a ella la Asociación de Fiscales, jueces y demás juristas por
perpetuar "el delito penal de autor"; es decir, merecer diferente
pena según quien perpetre el delito, en oposición a la igualdad que consagra la
Constitución. Asimismo pone en cuarentena el derecho a la presunción de
inocencia. Arribismo e intransigencia
estimulada, burlan el Derecho Natural, los derechos humanos y la Carta Magna.
Para terminar, sólo me cabe indicarle a la señorita
Pajín una cita de Sue Grafton: "Si no tienes la mente abierta, también
debes cerrar la boca".
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