domingo, 15 de enero de 2012

TRÁFICO VA DE CAZA


Estado es un concepto que se fija por el subjetivismo de quien lo enuncia en cada coyuntura. No obstante aparecen vocablos o frases comunes a todos ellos. Violencia legal y conquista de fines indeterminados formalizan un armazón frecuente. Entre los grandes pensadores dedicados al análisis del comportamiento y organización humanos, yo destacaría a Agustín de Hipona cuando afirmaba rotundo: "Desterrada la justicia, ¿qué son los reinos sino grandes latrocinios?" Max Weber y Hans Kelsen aseguran abiertamente que el Estado conforma un medio para la realización de cualquier fin social. Hay, pues, entre estos tres pensadores (salvando las distancias históricas) aproximaciones notables en los rudimentos de justicia, derecho y fin social que debe garantizar la fuerza legítima.

 

Años atrás, al tiempo que se alumbraba la nueva Ley sobre Tráfico, ya urdí un artículo indicando la irracionalidad plasmada en algunos puntos del texto; asimismo el objetivo básicamente recaudatorio a pesar del epígrafe solemne y falso de "Seguridad Vial". Hoy constato la naturaleza monetaria de tal norma. En un reciente viaje a Vinaroz por la autovía CV-10, que une Almenara con el aeropuerto de Castellón (a la postre inviolado por aeronave alguna), al término de la misma, aproximadamente quinientos o mil metros antes, una fantasmagórica señal limita la velocidad a 80 Km/h para que a su conclusión, ya en los diez kilómetros de carretera con doble sentido que nos lleva a la AP-7 o a la N-340, la velocidad en todo el tramo se limite a 100. Apostado convenientemente, el radar móvil cazaba hambriento a los confiados conductores, mi caso (uno va a ciento veinte, velocidad de autovía), para arañarles dos puntos y trescientos euros, ciento cincuenta tras el descuento coactivo.

 

Quien conozca la zona, observará que se trata de un trecho recto; sin peligro ni riesgo potencial ordinario, cuanto menos extraordinario. Si Tráfico dijera verdad, bastaba la colocación de señales informativas, progresivamente escalonadas, para advertir el escenario retratado, considerando, además, el escaso nivel circulatorio. Pero no, "para salvar vidas" era imprescindible la vigilancia extrema del lugar. En el tiempo que estuve retenido por cuestiones técnicas, no menos de otros diez incautos cayeron con alevosía y mala fe en las garras de esa rapaz llamada Dirección General de Tráfico, orlada por su pretenciosa "Seguridad Vial".  Ja.

 

Ni el gobierno es Gobierno de España, ni los partidos son democráticos, ni el pueblo es soberano, ni tan siquiera nadie trabaja para el contribuyente (antes ciudadano), por mucha cohorte de medios, voceros y afines que se desgañiten en atestiguarlo. Desconozco la forma, el método empleado, para que ese afán originario de servicio, esa lucha sin cuartel para conquistar la libertad, para superar las secuelas del "fascismo", se haya convertido en la cueva de Alí Babá. Qué fatídico halo orienta nuestra existencia que nos impele a tropezar más de dos veces en la misma piedra; magnitud que determina el límite del extravío humano. Un elevado grado de indolencia, menos aún de idiocia, no puede acreditar en modo alguno actitudes que denigran la dignidad personal.

 

Impotencia y reflexión son pésimas compañeras. Refuto talmente una para quedarme con aquella que puede aportar un destello de luz sobre la alarmante situación nacional; sin ser, a fuer de precisos, el paro y la crisis lo más terrible a medio plazo. El sistema ha creado un Caballo de Troya que está socavando indefectiblemente derecho natural y  principios constitucionales. Al contrario de Saturno, no hay esperanza que tal engendro sea devorado por su padre.

 

El Estado, Social y de Derecho según la Carta Magna, se parece como dos gotas de agua a ese otro que San Agustín calificaba de latrocinio. Así se presume una vez cotejadas las estrategias de caza, aunque quieran camuflarse tras un engañoso, maquiavélico, biombo. Desvergüenza y saqueo campan a sus anchas sin que, aparentemente, nadie quiera poner freno. Llevamos demasiado tiempo sin veda y, en puridad, sin justicia.

 

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