viernes, 28 de agosto de 2020

DERECHOS: LIBERTAD E IMPOSICIÓN

Advertimos urgente un problema espacioso que afecta a diferentes marcos: médico, educacional, familiar y económico, al menos. Convendría atender también alguna fisionomía de carácter filosófico y lingüístico. Me refiero a la apertura del nuevo curso escolar que se presenta confuso debido al rebrote dramático de la pandemia. Aunque nos percatamos de actitudes impropias —tal vez reprensibles— y patrañas semánticas achacables a sujetos cuya mente la ocupa por entero pruritos ególatras y fantasías regias, fastuosas, deberemos armarnos de paciencia hacia nuestros conciudadanos, responsables reales, para evitar la quiebra social. Ante el deterioro prácticamente irreversible a que vamos abocados y la consiguiente inacción de las vanguardias políticas, hemos de tomar decisiones drásticas si queremos franquear el caos sanitario y económico dominante.

Dolido, como español, de ser la vergüenza europea, mis instintos me piden resarcimiento, acción, pelea. No obstante, sin abandonar un ápice tal dimensión combativa, se impone cautela para desarmar cualquier argumento de estos indeseables cuya finalidad sea avasallar al ciudadano. De momento, importa el tema educativo que provoca bastante desconcierto con opiniones insidiosas, perversas. “No llevar los niños al colegio es delito”, han manifestado algunos “expertos” sobre el inicio del curso educativo y posterior polémica de la seguridad en los Centros. Es evidente que la LOMCE (LOE con retoques específicos), ley educativa en vigor hasta que se apruebe la LOMLOE, en su artículo 4.1 dice: “La enseñanza básica es obligatoria y gratuita para todas las personas”. Queda excluida de esta obligatoriedad la Educación Infantil.

Sabemos, más en este país, que las normas legislativas se enmascaran con perfiles políticos cuando no terminan raídas por resoluciones jurídicas subjetivas, inverosímiles; asimismo, languidecen sobre asientos lingüísticos deformados. Empecemos por lo simple. Descartes (siglo XVII) niega la predeterminación; proclama, por tanto, el libre arbitrio humano. Rudolf Steiner (siglo XX) sostiene que el hombre es por encima de todo libre, en sus aspectos de pensamiento y de acción. Es decir, la libertad es anterior al derecho. El propio Noam Chomsky, antepone la libertad y los principios morales a la ley. Definitivamente, y sin profundizar en otras disquisiciones, obligar a “acatar” un derecho termina por convertirse en imposición, incompatible con el propio derecho. Eso no significa que, en ciertos momentos y casos, haya que reequilibrar ambos conceptos: libertad y derecho.

Contra lo expuesto, en circunstancias normales defiendo (transgredirlo sería absurdo) el artículo 4.1 de la LOMCE denunciando incumplimientos varios como los artículos 2.1 y 2.4 en ciertas Autonomías, no solo catalana y vasca, pese a continuos pronunciamientos del Tribunal Constitucional. Sin embargo, esta situación sanitaria actual desaconseja la apertura de centros de forma inmediata. Menos, la educación presencial. Sé que surgirán argumentos sobre el daño formativo (instructivo para ser exactos) y la problemática a que deben enfrentarse las familias cuyos dos miembros trabajen. Mi experiencia, cuarenta años en diferentes cometidos, me lleva a sostener la falacia del primero. Respecto al segundo, soy abuelo de siete nietos, comprendo los apuros que les atenazan ya (antes del momento real) pero, de alguna manera, constituye un escenario extra-educativo.

Lejos de mí cualquier intención de defender al ministerio o consejerías del ramo. Me gustaría reconocer que la escuela debe desempeñar una labor social, de ayuda infantil, que no desdeño mientras pueda compatibilizarse con su misión epistemológica. Diferente es que llegue a reconocerle algún tipo de solapamiento espurio, ambicionado ilegítimamente por padres y poderes públicos. La escuela jamás fue un almacén de niños, al menos yo nunca lo entendí así. Siento ser claro, pero no he conocido en mi vida una Ley de Acogida y Vigilancia; sí, por el contrario, varias “Ley de Educación”. Educación y apoyo o servicio social llevan caminos distintos, aunque pudieran ser complementarios en situaciones diametralmente opuestas a la actual. Siempre lo han sido de hecho.

Cierto que el derecho a la educación corresponde al alumno y el Estado tiene un papel subsidiario —no sustitutivo, propio de países comunistas— roto por la ministra Celaá que se atribuyó el derecho de decidir a quién pertenecen los hijos. Desde mi punto de vista, y de acuerdo con una prelación lógica, hipotética, el derecho a la salud es anterior al de educación. Por tanto, considerando que no puede haber antojo ni tiranía, solo las familias gozan de legitimidad para decidir si los chicos acuden o no a clase. Los probables trastornos, en un sentido u otro, únicamente pueden valorarlos en su exacta medida cada pareja y son ellos los que deben tomar la medida definitiva. Acierto o error queda circunscrito al ámbito familiar. Cualquier intromisión, anómala, atípica, con abuso de autoridad, debería ser contestada por una sociedad que empezaría a dar señales de vida.

Añado mi opinión de estricto analista, compatible con la anterior determinada por mi larga experiencia docente. Adelanto una premisa irrefutable: libertad es el principio vertebral de la esencia humana. Nadie puede limitarla salvo la libertad del adyacente, del otro; ni siquiera prescribe negándola por docilidad o tiranía. Hemos oído presentación, publicidad, palabrería, hasta el hartazgo. Todos, gobierno y autonomías, han asegurado tener listos planes diversos para empezar el curso escolar de forma presencial y segura. Pura filfa. A nivel político, la desfachatez se ha apoderado del conjunto. Si acaso, puede confiarse en la iniciativa personal en colegios subvencionados porque los públicos carecen de autonomía y medios adecuados para ofrecer soluciones efectivas.

Incluso, suponiendo que se haya acometido cambios en infraestructura física, si admitimos que la distancia interpersonal cumple las medidas aconsejadas por Sanidad, disminución de la ratio implica aumento exponencial de profesorado. Que se sepa, siempre en tiempo condicional o subjuntivo, solo algunas Comunidades han “hablado” de contratar un profesorado imprescindible. Voluntarismo sobre voluntarismo. ¿Alguien puede confirmar algo con plena garantía? Que cada cual se responda de acuerdo con la información adquirida. Ni los responsables directos podrían hacerlo. Por cierto, ¿quién debe suministrar las mascarillas? No olvidemos que la enseñanza, en esos niveles, es obligatoria y gratuita.

Entonces, ¿qué hacer? He ahí el dilema. Resumamos. La enseñanza es un derecho y, en esta coyuntura, no puede hablarse de imposición por lo expuesto anteriormente. Con este escenario no existe respuesta clara ni incuestionable. Cada familia debe valorar pros y contras, incluyendo los temas esenciales de socialización e inconsistencia psicológica del niño/joven, para luego actuar libremente de acuerdo con sus temores y circunstancias. Eso sí, cualquier opción al respecto es pertinente comunicarla al Centro de referencia.

viernes, 21 de agosto de 2020

LOS QUE NO SABEN LEER

Hoy, la confusión se apodera del entorno e incluso de los propios individuos enredando en mayor medida de lo que sería deseable. Dicho marco produce informes sin pies ni cabeza como el socorrido de que ahora tenemos la sociedad más preparada de todos los tiempos. No solo conforma un cliché “progre” con el objetivo de adocenar una sociedad que se acerca firme al colapso intelectual. Por el contrario, lo he oído a gentes sin tics ni proceder sospechosos de aproximarse si quiera a la tiranía mediática, moderna o “ilustrada”. Hasta alguno que otro dedicado al ejercicio docente, ha caído también en esa insensatez inercial, imanada, absorbido por el fragor de una propaganda a la que se da ferviente asenso. Descuido, irreflexión, acicate doctrinal, sintetizan las variadas y presuntas posibilidades de tanta palabrería insustancial, maliciosa.

Cuando yo empecé a leer, sobre mil novecientos cuarenta y nueve, utilizábamos La Cartilla fonética (antecedente al método Doman). Después íbamos aprendiendo construcciones lingüísticas sencillas, similares, para, poco a poco, ir conociendo sílabas más complejas: directas, inversas, mixtas, entre otras. Luego, con paciencia y sacrificio, las juntábamos hasta componer palabras tras algún tiempo de lectura silábica. A quien “juntaba palabras” en aquellos tiempos decían que sabía leer y ahora al que sabe leer le llaman “junta palabras”. Tal contrafuero identifica un mismo hecho con generalizada preeminencia funcional a lo remoto.

Estoy convencido de que la carga gnoseológica referida al período actual es mayoritariamente nula. Sin contar la anécdota, un amigo profesor de matemáticas en la UPV (Universidad Politécnica de Valencia), comprobó que muchos alumnos de tercer curso de ingeniería superior no comprendían el enunciado de los problemas. Aunque parezca exageración, cuando me contaba el caso no había rastro de artificio o jocosidad; comentábamos experiencias docentes relativas, cada uno, a nuestro ámbito específico.

Por desgracia, políticos —titulados o ignaros— exhiben una gran falta de comprensión lectora a todos los niveles. Destaca la inconsistencia hermenéutica que demuestran sin excepción. Son incapaces de cualquier lectura sociométrica, es decir de analizar correctamente el parecer que los ciudadanos expresan e introducen en las urnas cada convocatoria electoral. A aquellos se unen, sin comedimiento ni extrañeza, los medios audiovisuales, sus comunicadores más sectarios y analistas menos ponderados. El ejemplo palmario se produjo tras el 10-N donde todos asintieron (ajenos a cualquier vacilación) que el fracaso de Ciudadanos se debió a la negativa de Rivera a pactar con Sánchez. Si hubiese sido esa la razón, el PSOE hubiera atesorado casi todos los cuarenta y siete diputados perdidos por Ciudadanos.

Sin embargo —en noviembre— el PSOE pierde tres diputados, PP gana veintitrés y VOX sube treinta y cuatro. Con estos datos incuestionables, lo lógico sería admitir que Ciudadanos se estrelló por mostrar un alto grado de displicencia, desafecto, hacia el PP y sobre todo a Vox. Recordemos aquello de “negociar no, tomar un café sí” en Murcia o “haremos un pacto con PP y espero que luego Vox no bloquee el acuerdo”, Aguado dixit. Ese temor a “mezclarse” con la extrema derecha, según etiquetas ampliamente aventadas, mientras PSOE y Podemos (extremísima izquierda) compartían componendas postelectorales sin pusilanimidades, ni recatos, llevó a la práctica desaparición de Ciudadanos. Siguen ignorando la política de enfrentamiento iniciada por Zapatero y llevada a su cénit por Sánchez. La derecha acumula, aparte cerrilismo en lectura política, demasiados complejos. A la postre, todo esto forja el sustento de esta izquierda patria, histriónica, aviesa, cara y ruinosa.

La pandemia y el consiguiente desbarajuste laboral que le acompaña no inciden, estimo, a la hora de intensificar rechazos ni agresividad en los bloques creados. “Hay que tensar más la sociedad” (recuérdese aquellas confidencias electorales entre Iñaki Gabilondo y Zapatero). Sí creo, no obstante, que la sociedad —a nivel individual— se ha volcado en adoptar posturas intemperantes, combativas, ante la experiencia de que sumisa, paciente, constituye un combinado indefenso al que todos desatienden. Con esta dinámica psicológica, plantear una estrategia moderada me parece error imperdonable cuya factura debe pagar el PP de forma inmediata. Cayetana Álvarez de Toledo era imprescindible (lo será en cualquier sigla) porque hablaba al gobierno con la precisión, descaro e impiedad con que lo hubieran hecho tantos españoles silenciados. No era la portavoz del partido, no; lo era de todos los españoles hartos, indignados. Muchos millones.

Corren tiempos que no están para ponerles paños calientes o, como dirían en mi pueblo, no está el horno para bollos. Casado constata que no sabe leer. Se ha mostrado débil (otro Rajoy en ciernes) ante las presiones de Núñez Feijóo, un barón sin calibre nacional y a quien debiera exigirle menos remedos, desdenes, o indicarle la puerta de salida. A Moreno Bonilla —otro obtuso fruto del azar, nulo— el segundo de a bordo, ofrecerle parecido acomodo. García Egea, la otra pata del contubernio atemperado, enseña importantes facultades y pudiera estar realizando una jugada a tres bandas. ¡Cuidado! Diría que pretende sacar rédito personal al tortazo que se pegará el PP en las próximas elecciones por culpa de su propia insustancialidad. Casado me ha decepcionado pese a que soy abstencionista, como bien saben mis amables lectores.

Cuca Gamarra y José Luis Martínez-Almeida, merecen mi crédito; menos García Albiol, aunque ninguno, por pitos o flautas, tiene aureola para destacar en el partido. Ni siquiera Martínez-Almeida. Curiosamente, el cambio de funciones y personas ha satisfecho solo a PSOE y a Vox. Seguro que todos ustedes conocen porqué. El primero, aun si España se despeña, concederá a Sánchez unos años en La Moncloa con apoyo de un PP cadavérico. Europa ha amparado esa única posibilidad. El segundo conseguiría “sorpasar” al PP y quedarse como oposición oficial hasta obtener mayoría absoluta por hartazgo y quiebra nacional. Los embelecos obtienen respuesta hasta que aparece el hambre. Todavía hoy, “extrema derecha” acopia compradores; mañana, engendrará hastío irascible.

España tiene dos siglas malignas visibles: PSOE y Podemos. A su vez, ellos son enemigos irreconciliables pero el avatar les ha hecho compañeros de viaje. A PP, Ciudadanos y Vox les viene impuesta la estrategia de bloques y ninguno debiera cambiar programas que sobrepasen los legítimos matices que cada uno perfile en el ámbito de su electorado común. Casado, inicia una limpieza o catarsis innecesaria invadiendo el ámbito de Ciudadanos mientras abandona un sector activo, concienciado, de su espacio diestro. Desastroso ahínco. Los tres o ninguno, pues comparten salvoconducto, concesión

viernes, 14 de agosto de 2020

BUÑUELOS DE VIENTO, REPARTO Y MOCIÓN

Sería absurdo inquirir a estas alturas quién no ha oído hablar de los buñuelos de viento, así como preguntar qué tienen de especial. Nos estamos refiriendo a un dulce sabroso, específico de ciertas festividades, que aumenta su volumen primigenio de modo espectacular. Por ello, la coletilla viento totaliza gran parte del propio continente, siendo al final sustancia distinguida, casi esencia. Aire, puro aire, gas. Las sociedades están llenas de buñuelos, individuos cuya estructura ética e intelectual viene rebosante de viento, humo, nada. Tres sinónimos sociales que entronizan metáforas capaces de dibujar, tal vez caricaturizar sea más ajustado, a personajillos que protagonizan —bajo máscaras postizas— papeles, al menos inquietantes cuando no siniestros.

Quien guste de lucubraciones y análisis sabe, desde octubre de dos mil dieciséis, que Pedro Sánchez, además de mentiroso compulsivo, es un auténtico buñuelo de viento. Eso sí, muestra pocos escrúpulos y ninguna disposición hacia el bienestar de los españoles. Las crónicas que recogían los avatares de la época, contaban el tesón utilizado para seducir a los afiliados del PSOE (por cierto, luego relegados al olvido inicuo), rehacerse con la secretaría general y montar un cortejo fiel, adepto e inexpugnable. Fíjense mis ambles lectores, qué desvelos siente por el país y sus moradores cuando en pleno rebrote de la pandemia y apabullados por una situación económica cada vez más desoladora, se va de vacaciones a la Mareta, residencia real regalo de Hussein de Jordania a Juan Carlos I, que tiene guasa con la que le está cayendo al emérito.

   Groucho Marx cuenta este diálogo entre dos caballeros: “—Señor, esta señora es mi esposa. ¡Debería usted avergonzarse! —Si esta señora es su esposa, ¡usted es el que debiera avergonzarse!”. Viene al pelo para hacer un paralelismo perfecto entre España, que tiene por esposa a Pedro Sánchez, y otra nación europea o no. Verdad incuestionable cuyo trasfondo desenfadado no le quita fundamento ni realismo. Tener que llegar al chascarrillo para perfilar nuestra situación como ciudadanos de un país históricamente envidiado, me produce vergüenza ajena. No ya por la señora que nos subroga, que también, sino por el papel advertido, hipotético, de “consentidor” (antaño, cabrón) que se entrevé en el diálogo y debemos cargar como españoles. Los independentistas no se sienten constreñidos. ¿Nos callamos? ¿Somos o no somos? He ahí el dilema.

La Conferencia de Presidentes en San Millán de la Cogolla, donde se establecerían las líneas del reparto autonómico procedente de la Comisión Europea, fue un monumento a la propaganda gubernamental, una burla provocadora e impune a los ciudadanos y al rey, primero de ellos. Previo a la reunión, Sánchez prometió a Urkullu, ante su negativa a ir, una compensación extraordinaria por contar con su presencia cara a ¿enaltecer? el boato. Torra era asimismo innecesario, tóxico, perjudicial. Atentos. El Consejo de Política Fiscal y Financiera había aprobado un déficit autonómico, para el año en curso, del cero punto dos por ciento. A Urkullu, presidente del gobierno vasco (PNV, seis diputados), por acudir a la cita le permite un déficit del dos punto seis por ciento (varios miles de millones extra) ¿Tienen algo que decir los diputados socialistas de Andalucía, Extremadura o Castilla la Mancha? Al parecer, lo mismo que los diputados del PP, en estas Comunidades, cuando gobernaba Rajoy y daba a vascos y catalanes lo que no está en los escritos.

Consolidado el escenario, vienen las frases rimbombantes, barrocas, hueras, para gloria del personajillo y miseria del país. “Se creará una comisión interministerial para liderar el fondo de recuperación con una unidad de seguimiento en el gabinete de la presidencia a fin de promover la colaboración público-privada a través de un grupo de alto nivel”. ¿Otra comisión de expertos, sin expertos? Algo parecido a un charco de ranas, sin charco ni ranas. “Finalizada la etapa de resistencia al coronavirus se inicia la fase de reactivación económica”. “Dentro de unos años, cuando se acabe con la pandemia, los pilares del crecimiento que disfruten los trabajadores del futuro serán mucho más sólidos”. Pone punto y seguido al cúmulo de estupideces con otra estupidez: “Para el reparto habrá cuatro prioridades: Transición digital, transición ecológica, igualdad de género y cohesión social”. Es un ejemplo tipo, pero omito muchas más.

Es imposible repartir lo que no se tiene y a Sánchez todavía le queda camino para convencer a Europa, si llega a convencerla, pese a sus dotes muy disminuidas en aquellas latitudes. Cuando llegue el momento, hasta sus correligionarios sospechan que olvidará todo principio solidario y el reparto arbitrario, descabellado, beneficiará a quienes lo mantienen en La Moncloa. No es ninguna novedad el ostracismo que impone a quien desautoriza sus pretensiones u objeta sus habituales disparates. El prólogo de San Millán deja al descubierto talante e intenciones. Desde el primer segundo, ha dejado bien claro que de España le importan solo los palacios, jets y helicópteros; es decir la parte tangible del Patrimonio Nacional, incluyendo los servidores que la complementan.

Muchas veces me he preguntado qué hemos hecho los españoles, qué delitos sociales arrastramos, para merecer gobernantes como Zapatero, Sánchez y, en menor medida, Rajoy. La falta de contestación me asombra más que si encontrara alguna con algo de sentido común. Y no la encuentro porque es una obviedad paradójica (lo obvio constituye un estadio curioso de la cognición, una especie de tierra de nadie, pues huye del requerimiento y, por ende, esconde la respuesta). Lo “obvio” no siempre es obvio. Curiosamente, sin conformar solo materia, nuestra entraña queda sometida a las leyes de Newton y genera con aquellas “vísceras” de quienes aspiran a gobernarnos una atracción recíproca, temeraria e indestructible. Acaso sea consumación incontrolada del fatalismo atávico, trascendente. En todo caso, termina siendo algo insólito lo de este país.

Si todo esto fuera nimio, viene Vox y anuncia Moción de Censura contra Sánchez al inicio del nuevo curso parlamentario. Me parece una forma inteligente de decir algo nuevo, esperanzador. No por el resultado, conocido de antemano, sino por las apreturas estomacales que puede producir en estómagos encogidos, llámense PP o Ciudadanos. A más, a más (como dirían los catalanes), puede alcanzar también el vientre del gobierno social-comunista, aunque no lo descomponga. Precisamos, ante el desconcierto presente, que cada cual descubra sus revestimientos externos e internos; es decir, enseñar sus costuras. Aparte aspectos de compleja cuantificación y suerte, el único pero que yo pondría a este aviso inesperado es la premura de su ejecución. Señalaría al equipo rector de Vox lo que dijo la zorra: “Están verdes”. El momento adecuado, maduro, vendría cuando se pongan las “cosas” imposibles. ¿Noviembre? ¿Diciembre? Por ahí, por ahí.

sábado, 8 de agosto de 2020

CAZA MAYOR Y CAOS

Muchas veces, por no decir siempre, uno propone y las circunstancias disponen. Ortega, con buen criterio, las humaniza envolviéndolas de referencias personales. Sin embargo, su campo de actuación se extiende más allá del propio individuo ocupando áreas que afectan a coyunturas u objetos. En este caso pensaba escribir sobre el reparto del Fondo Comunitario y la propuesta de moción efectuada por Vox. La resolución tomada por el (des)gobierno y la casa real, sobre el llamado rey emérito, impone un cambio drástico en epígrafe y contenido del artículo. Estoy convencido de que él no ha tomado esta decisión porque, al parecer, ha dicho en varias ocasiones que antes de abandonar España se pegaba un tiro. Reflexión demasiado honda y poco sutil para que él protagonizara su escapada.

Hace unos días -bajo el título “Del rey abajo, todos”- daba cuenta de cuán largas habían sido las manos de quienes han tenido un papel destacado en estos cuarenta años de sólida paz. Según experiencias vividas, parece que los políticos adscritos a doctrinas marxistas, más o menos extremas, baten récords en las apropiaciones irregulares. Luego compensan dicha incontinencia echando culpas al antagonista, culpas que dicho competidor admite generalmente sin ninguna aprensión y con indulgencia plena. Abierto todavía el proceso de investigación, intacto su derecho a la presunción de inocencia, don Juan Carlos recibe los mayores embates de su vida hasta el punto de verse obligado a abandonar el país por el descrédito ocasionado debido a delaciones dolosas e irrisorias avideces republicanas.

Nuestra democracia exhibe varios trastornos que la debilitan notablemente. El principal, desde mi punto de vista, apunta a una izquierda incapaz de asumir su derrota en la Guerra Civil que ellos mismos fomentaron. Considera que el régimen surgido en el setenta y ocho, cuya influencia fue notoria, es continuación directa del franquismo y su derrota, renovando la República, significaría la victoria definitiva del Frente Popular; es decir, conseguiría al fin su triunfo sobre el “fascismo”. Este revisionismo histórico, iniciado por Zapatero para “tensar” la sociedad a efectos electorales, condiciona dramáticamente nuestro futuro. Ahora Sánchez y Podemos lo llevan a un paroxismo de consecuencias, tal vez, apocalípticas. ¿Qué oculto interés lleva a actualizar asuntos reales que se presumen indiciarios hace años? ¿Es una cacería al uso? Ruido se ha generado mucho.

El creado conflicto tiene escaso atractivo para una sociedad pragmática cuyo empirismo le muestra la función discreta, estabilizadora, de una monarquía parlamentaria. Solo minorías radicales -con diversos intereses espurios- pretenden acabar con la Institución Monárquica, freno institucional para conseguir caducos objetivos políticos contrarios al bienestar ciudadano. Mi mundo político-social consta de personas (muchas), personajes (pocos) y personajillos (por encima de las estimaciones). Examinar el escenario actual requiere una valoración ecuánime de los actores destacados en esta cruzada, no nos engañemos, contra la Jefatura del Estado. A veces, la ausencia de pruebas no es sinónimo de inocencia sino de cínico oscurantismo. Me refiero a Sánchez, no al rey padre.

Empecemos por el acusado. Juan Carlos, rey emérito, tuvo un papel fundamental -no único- en el cambio dictadura-democracia; tan irreprochable, que ha servido de análisis al mundo entero. Nadie niega lapsos ni sombras durante su larga gestión real. Pero el primer punto y la aportación particular, específica, en importantes áreas comerciales son factores incontestables de desarrollo nacional, amén de bienestar ciudadano. Tal actividad debiera ser reconocida y compensadora de cualquier tacha. Por supuesto, si se demostrara comisión de delitos, debiera ser juzgado como otro ciudadano pues las leyes, en sus palabras, “son iguales para todos”. Quizás fuera bueno aclarar, antes de seguir, que los políticos (con mayor o menor responsabilidad) han prostituido la democracia y robado a manos llenas. Salvo cabezas de turco, ¿conocen a algún político que haya pagado sus delitos y devuelto lo escamoteado? Yo, no.

Pablo Iglesias, aunado a UP, proyecta acabar con la monarquía e instaurar la república. El derecho le asiste, pero figurar como vicepresidente segundo del gobierno implica (o debiera) mostrar fidelidad a la Constitución y ser algo más comedido en sus expresiones estentóreas. Al fin y al cabo, este régimen constitucional -que tanto agrede- le permite vivir cual potentado cuando, por sus cualidades personales muy comunes, insignificantes, debiera ocupar todavía el piso social de Vallecas. ¿Qué contraprestaciones ha brindado este personajillo al país? Respondan ustedes mismos, amables lectores. Para estar acorde con dicha contribución material, ética y estética, por ausencia de fuerza moral, este sujeto debería callar. Es inconcebible que tanto maestro Ciruela de lecciones a diestra y siniestra.

Muchos advierten que este farragoso episodio del rey Juan Carlos es una cortina de humo para esconder gestiones luctuosas, lamentables, respecto a la pandemia y al duro momento económico. Sánchez se va de vacaciones abandonando una España pandémica y empobrecida. Ha demostrado en veintiséis meses tal grado de ineptitud, de molicie, que resulta difícil encontrar algún gobernante con parecidas peculiaridades. Mentiroso compulsivo, cínico, fatuo, vividor, nos lleva a la ruina total. Condescendiente con Podemos, independentistas y Bildu, ha iniciado un camino rupturista, amenazante para la convivencia democrática y unidad nacional. Creo, incluso, que su aportación a la salida del rey emérito fue vertebral, aunque se dice que Felipe VI y Sánchez planificaron, mano a mano, su salida. Conjeturo que la mano del presidente es sedicente, artera, taimada; violenta, funesta, sobre la garganta monárquica.

Pese a palabras respetuosas, tranquilizadoras, del PSOE gobernante, ha empezado la caza mayor sobre Felipe VI. La consigna trazadora ya está lanzada. Basta leer entrelíneas, realizar minuciosas exégesis a sumisos y subvencionados medios audiovisuales, para darse cuenta de que se ha formado un sólido soporte perfectamente armado. Hasta las propias juventudes socialistas ventean afectos y motivaciones republicanas, agitando las calles. Asimismo, partidos coaligados o que favorecieron la moción de censura exigen la abdicación del rey actual, vademécum para lograr sus aspiraciones, como condición previa si Sánchez desea aprobar los presupuestos. Aspiran a quebrar el régimen constitucional del que la corona es santo y seña.

La encerrona de Sánchez, tal vez, le cueste a la monarquía y a España terribles chascos. Antes, presuntamente, el rey emérito era culpable de conductas irregulares. Ahora se suma la “indignidad” del hijo que reprueba a su padre solo por un eco deforme, sin estar incurso en ningún procedimiento judicial. ¡Qué puede esperarse de un Jefe de Estado tan inconsistente! Como digo la trompetería ya se ha puesto en marcha y los salva patrias de baratija están radiantes. La pieza se ha cobrado en nombre del pueblo, pero sin el pueblo; al modo absolutista. Históricamente la República ha traído el caos.