jueves, 29 de abril de 2021

EXTRAVAGAR Y POLARIZAR

 

Observo con verdadera inquietud que la campaña electoral de Madrid Comunidad empieza a restituir un operar aparentemente olvidado. Diría que cada líder hace esfuerzos titánicos para ajustarse a las palabras de Miguel de Unamuno en su obra Amor y Pedagogía: “Extravaga, hijo mío, extravaga cuanto puedas, que más vale eso que vagar a secas … Sé ilógico a sus ojos hasta que renunciando a clasificarte se digan: es él, Apolodoro Carrascal”. Parece que a estos candidatos una voz interior les conminara a extravagar, sin otro objetivo concreto, en toda su extensión e intensidad. Tal vez lo hagan para desorientar al votante ante la penuria de propuestas rigurosas y viables. A falta de alumbrar sus mentes con programas de mejora, piensan, llenemos de saña la víscera que es menos complejo y más productivo. A la postre, todos son Apolodoro Carrascal, postulantes desclasificados, asimismo ciertos ellos inclasificables.

Extravagar significa desatinar, delirar, disparatar, desbarrar, andar errante. Lucubrando, sin demasiado empeño, descubriremos enseguida que el conjunto anda errante, aunque sus respectivos jefes de campaña los alaben diciendo lo contrario (en esta ocasión Tezanos hace escuela). Unos, desbarran; otros, disparatan y alguno específico, delira. Es cierto que las campañas electorales me interesan lo mismo que la fisiología de la mosca cojonera, verbigracia, dada mi ejecutoria abstencionista. En cualquier caso, efecto social no tienen ninguno porque estos políticos nuestros despliegan poca memoria y menos voluntad. Se preocupan del ciudadano —y solo de boquilla— unos días, de uvas a peras o viceversa; cuando toque. Estoy convencido de que el ciudadano (contribuyente en España) tendrá cociente intelectual, conductividad térmica y hasta punto de evaporación, pero carece de peso específico. Somos seres angélicos, sin magnitud corpórea ni corporativa.

Sánchez es el Guadiana de la política, aparece y desaparece misteriosamente. Suele cubrirse bastante bien, hasta demasiado bien, porque no tiene otra cosa que hacer. En la precampaña protagonizó varios programas televisivos, venidos a cuento o sin él. Unas veces “divagaba” —vocablo oblicuo— en el Parlamento y otras “desinformaba” sobre vacunas y situación económica con sus cada vez más abundantes, tediosos y desahogados, “Aló Presidente”. Ahora, pasó un tiempo oculto hasta que se le ocurrió acompañar a Gabilondo saltándose el confinamiento en zona de riesgo extremo. No hay nada más alarmante que se salte el Estado de Alarma quien lo propició. Es el “puto amo”, utilizando una expresión poco ortodoxa pero muy en boga. Ignoro si este silencio casi inconcebible se debe a táctica tutelada o pragmatismo personal evitando una exposición inútil, demoledora, dicen las encuestas.

La acepción tres indica que polarizar comporta orientar en dos direcciones contrapuestas, pero sin espíritu de acercamiento sino con afán combativo. Todavía está fresco aquel exordio de Zapatero a Iñaki Gabilondo: “Nos conviene que haya tensión”. Constituye el remedio alternativo de quien no posee argumentos persuasivos: la izquierda intransigente en un marco capitalista. Dicha estrategia viene acompañada con tramoya semántica y arancelaria. La Historia (rotunda, incontestable, probada a través de los siglos) discrimina las izquierdas advirtiendo incompatibilidad absoluta entre comunismo y democracia. Pues bien, en esta piel de toro, Podemos reparte sin empacho ni sonrojo carnets de demócrata o fascista de forma vejatoria, incluso tiránica. Esas mismas aguas bautismales beben independentistas de ambos signos —es decir, burgueses y zurdos— junto a Bildu. Toda una tropa que despliega hipocresía y despierta aturdimiento, si no pasmo.

He dicho en alguna ocasión que soy televidente habitual de Al Rojo Vivo, programa del que Iglesias tiene dudas, desconfianza, con dicho color. Hay un tertuliano, joven y fanático (hincha, casi hooligan), que cuando habla de la “extrema derecha española”, Vox según él, pone como ejemplo a Viktor Orbán, líder del partido ultranacionalista húngaro Unión Cívica. Dos cuestiones. Seguramente Hungría prefiere a este presunto autócrata antes que la invasión rusa de mil novecientos cincuenta y seis cuando la población reclamaba libertad. Por otro lado, el personaje —para poner ejemplos— no precisa saltar fronteras: tiene a mano los ultranacionalistas conservadores PNV y JxCat, quizás también ERC. Mancebía (mancebo) y falta de memoria democrática o desafuero doctrinal, suelen jugar a la gallina ciega si no se espera una compensación pecuniaria solvente, decorosa.

Antes he hablado de tramoya semántica y lo reitero. ¿Quién da autoridad moral y etimológica a políticos y medios para etiquetar a nadie con el “tóxico” epíteto fascista? ¿Quién dice que Vox es extrema derecha y fascista? ¿Podemos, PNV, ERC, JxCat, Bildu? Con un par. ¿Quién clama contra el PP por “mancharse” de extremismo, mientras pacta con partidos que en Europa estarían ilegalizados? La campaña electoral (perdón, enfrentamiento sádico) alcanza tal grado de indecencia que dibuja a las claras el fuste democrático de nuestro país, qué convicciones exhiben algunos candidatos y la perspectiva futura que ya ofrecemos. Gabilondo —candidato prestigioso, de referencia moderada y exquisitez formal— se ha pegado un tiro al pedir un “cordón sanitario” contra Vox. La obediencia monacal le ha jugado una mala pasada. Pobre.

Ayuso también ha cometido errores. El primer eslogan de la campaña, “Socialismo o libertad”, era irreal, desatinado, porque ambos vocablos no son antitéticos. Se hubiera corregido, ajustado, sustituyendo socialismo por “sanchismo”.  El segundo, “comunismo o libertad”, no tiene desperdicio, pone las cosas en su lugar exacto. La izquierda y algunos digitales, sin saber el orden exacto, han puesto en circulación, “fascismo o democracia”, un sarcasmo falaz porque lo evocan —nada más y nada menos— una banda y dos partidos comunistas. Fascismo fue un ideal, junto al nazismo, creado al socaire del crack económico de mil novecientos veintinueve, sin rigurosa existencia actual. El “dóberman” crece, se agranda, por cobardía de unos e indolencia del resto.

Reconozco que mis principios humanísticos me empujan a condenar la violencia ilegítima, pero no tengo seguro que mi fortaleza cristiana me pida ofrecer la otra mejilla. Viene a colación por el episodio esperpéntico, caricaturesco, días atrás en la cadena Ser. Iglesias se empeñó en que Rocío Monasterio rectificara sus dudas sobre las amenazas recibidas. Ella recordó que ni él ni Podemos condenó las agresiones sufridas por Vox en Vallecas, justificándolas inclusive por presunta provocación. Recordó también que Echenique puso en duda (y kétchup) la herida sufrida por Rocío de Meer. Iglesias tiró por la calle de en medio y se marchó del debate. Con toda incertidumbre, mucha gente desconfía de Sánchez e Iglesias por el abismo entre palabras y hechos; también por buscar la respuesta lógica a: ¿a quién beneficia?, complementada inconscientemente con el fundamento de Ockhan. La izquierda ha probado históricamente que cuando tiene perdido el poder se agarra a prácticas esperables, pero impredecibles.

viernes, 23 de abril de 2021

DIOS LOS CRÍA Y ELLOS SE JUNTAN

 

Desconozco que esta frase tan popular se refiera alguna vez a personas dignas, activas y solidarias. Por el contrario, suele señalar conjunción de individuos poco distinguidos en virtudes por azar repentino o fatalidad elegida. Probablemente, en múltiples ocasiones, analicemos con excesivo rigor el negativo apriorismo moral que conlleva la acepción del proverbio. No obstante, no solo esa instrucción concluyente —que imbrica hechos y adagios— sino la propia experiencia individual lleva a una certidumbre incontestable. Tal ejercicio no implica pleno cotejo sino proximidad a la norma que, como cualquier otra, se confirma con algunas excepciones. Habría que ser muy mostrenco para no toparse en algún momento de nuestras vidas, más en la coyuntura actual, con situaciones que proclaman lo exacto del mensaje.

Tengo claro, asimismo, que la indigencia política en nuestro país —con notorias y dignas excepciones— alcanza cotas insólitas. Algo parecido ocurre en el resto de Europa, donde lo complejo y mediocridad son confundidos para salvaguardar una hipotética eficiencia tan difundida como inexistente. España, pese a todo, bate récords históricos. Qué decir de un presidente que, aparte oscuros aconteceres académicos, miente hasta cuando rectifica. Qué puede ofrecer a los ciudadanos quien tasa fechas exactas de vacunación cuando barrunta que no va a poseer vacunas suficientes. Cómo calificar a quien ha repartido ya ocho veces, dicho por algún medio, el dinero que la UE le regatea por incompetencia y amistades incompatibles con el statu quo europeo. Aparte propaganda y escaparate, merece el epíteto vacuo; tal vez sea más exacto, aventurero, vividor y psicópata narcisista, al decir del doctor Joaquín Sama.

Cuando las carencias campan en espacios aislados, personalizados, formando compartimentos estancos, se aminora el efecto pernicioso al limitar sus estragos. Sin embargo, cuando se suman —jamás como proceso aprovechable, con expectativas de mejora— la resultante es aciaga y dispendiosa. Todavía, si cabe, aumentan los suplicios gástricos (nacionales) si mezclamos limón y vinagre; no digamos si uno es pura hiel. Sánchez, por sí solo, acomete la misma demolición que cualquier elefante en una cacharrería. Empezó engañando al afiliado, engaña hoy a propios y extraños con propuestas que sabe incumplibles y terminará intentando engañar a Europa. Aquí se le termina el terreno de juego, haciendo inútil los esfuerzos interesados de PNV, independentismo catalán y Bildu, por sostener un gobierno que a poco dará sus últimos estertores. Lo bastardo terminará por arrasar toda estirpe, tribu putativa: el sanchismo.

Iglesias, comunista por propia aseveración (apelativo definitorio, antidemocrático, liberticida), es un individuo hostil al marco español y europeo del siglo XXI. Probablemente, o no, su contribución fuera valorada en países concretos del tercer mundo, pero el área occidental debe considerarlo inútil, pasado hace siglos. Él lo sabe y Sánchez también. Pablo utiliza el populismo, la pompa hiperbólica y la simpleza de sus acólitos, para vivir —con omisión de laureles casuales— como un potentado. Ha descubierto, del mismo modo, compañera idónea, suplemento paradigmático. Sánchez, sin que sirva de precedente, dijo una verdad en su vida cuando aseguró que Iglesias le quitaba el sueño y a millones de españoles. Pese a ello, pudo más su ambición y cálculo cortoplacista. Para conquistar y disfrutar algún tiempo La Moncloa necesitaba a Iglesias, independentistas y Bildu. Así lo hizo. Así nos va, así le va.

Iván Redondo (Sánchez no alcanza tanto) ha laminado a Iglesias, pero también a Ciudadanos. Fulminar a Podemos, ERC y Bildu, sobre todo, es condición sine qua non para formar parte del Club europeo. Redondo y Tezanos cometieron un grave error de cálculo aquel verano de dos mil diecinueve. Creyeron que Sánchez, en noviembre, quedaría mejor posicionado —a costa de Podemos— para tratar el pacto gubernamental con un centro algo disminuido. Ciudadanos, contra lo previsto, casi desapareció del escenario político y no tuvo otra solución que pactar con quienes resultaban reacios a la preceptiva europea. Ahora nos encontramos en bancarrota aunada a una crisis sanitaria, laboral y económica sin precedentes. Su dilema es arduo: abandona el lastre impuesto por los socios de legislatura o Europa no suelta un euro. Perversa y delicada disyuntiva.

Conocer aquellos personajes (quizás personajillos parásitos) que blindan y dirigen los fondos públicos en vez del bienestar ciudadano, es fundamental para salvaguardar el sistema democrático. Sánchez —actor principal por oposición a aquel otro que, al ser un ente material, solo ocupaba un espacio físico en el escenario político— “desea liderar la socialdemocracia europea, olvidando hipotecas pasadas y buscando el equilibrio entre preparación-gestión e ideología”. Dentro, prioriza esfuerzos diseñando una renovación integral del PSOE para su control absoluto. Ambos detalles acreditan el mencionado retrato psicológico del doctor Joaquín Sama, especialista en psiquiatría y neurología. Adelantándome a quienes pudieran invalidar tan llamativo diagnóstico con excusas técnicas, alego que casos tan patentes no precisan interacción doctor-paciente ni psicoanálisis de sofá; lucen solos.

Iglesias (aquel que en dos mil catorce rodeado de chiquillada atronaba con su: “El cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”) hace un backward. Una frase célebre indica: “de Madrid al cielo”. Aquel, despeñado, desciende del cielo al arrabal de Madrid; eso sí, instalado en una mansión que disfruta en nombre de “la gente”. Las encuestas, paradoja sociométrica, le dan diez diputados pese a ser el candidato peor valorado, de largo. Desde luego su partido será el último del escalafón, si sale, y asumiendo el hundimiento de Ciudadanos. Deduzco que, a su pesar, ha descubierto el final del camino adornando una huida hacia adelante, una fortaleza ilusoria, que le lleva a presuntos trastornos emocionales cuando garantiza terminar con la educación concertada. Ni sabe, ni puede; sigue sin ver sus pies de barro. Nunca tuvo vida propia pues ha sido sostén, apoyo; sí pedestales, óbolos y buen vivir. Al fin, lo que buscaba.

Sinteticemos. Aunque no sea lo habitual, Dios (por seguir el dicho) y la naturaleza crean personajes poco lúcidos, extravagantes, impostores y, aún peor, malignos. Aislados, queda relegada su carga al ámbito familiar, lindero, sin que el efecto diabólico supere límites soportables. Lo inquietante surge al encontrarse. Entonces se agrava la maca y esa adición causa un impacto tremebundo. Si miramos con rigor los frutos del tándem Sánchez-Iglesias en casi tres años, el alcance no puede ser más desalentador. Esperemos que la marcha del vice no resulte algo postizo, un simulacro grosero, pudiendo anotar, al menos, entendimiento efectivo con el partido opositor para desbloquear ciertas instituciones esenciales en los regímenes democráticos. Como colofón, mencionemos también el ayuntamiento de medios audiovisuales cuya asistencia ha sido esencial para llevarnos al infortunio.

viernes, 16 de abril de 2021

CRUZADA ESPERPÉNTICA, IMPOSTADA

 

Cruzada designa “expedición militar contra enemigos infieles, pretendiendo recuperar los Santos Lugares, que demandaba el papa mientras concedía indulgencias a quienes en ella participaran”.  Asimismo, esperpento indica “persona, cosa o situación grotescas o estrafalarias”. Se dice que las cruzadas fueron contiendas atroces, sanguinarias, para reconquistar Jerusalén (siglo XI), territorio cristiano ocupado por árabes (siglo VII). En el fondo, puede interpretarse —y no debe ser laberinto retórico— forma frecuente de aquellos tiempos medievales para hacerse con poder y riquezas. Si ampliamos dicho concepto, todo conflicto doctrinario y fundamentalista puede ser considerado cruzada. España realizó una de ochocientos años contra los árabes para redimir el país, pero también la Guerra Civil puede considerarse tal por absoluto enfrentamiento doctrinal.

Conviene asentar algunos hechos históricos para presuponer ciertos movimientos actuales. A principios de los años veinte del siglo pasado, Lenin invitó al PSOE a formar parte de la III Internacional que proponía condiciones precisas a quienes quisiese pertenecer a ella. Fernando de los Ríos y Daniel Anguiano, dirigentes enviados a Rusia, representaban las corrientes socialdemócrata y tercerista del PSOE. El segundo sería uno de los que lo abandonaron para adscribirse a la Internacional y crear el PCE. Surgieron así, un partido comunista-leninista y otro socialdemócrata. Pese al acuerdo, en este grupo quedaron adeptos “terceristas” como Largo Caballero e Indalecio Prieto. Tal escenario condujo al Frente Popular, bajo potestad comunista a partir de mil novecientos treinta y siete. Franco y Cipriano Mera (anarquista), entre otros, pusieron fin a aquella cruzada ideológica e intolerante y disiparon todo empeño de instaurar el marxismo totalitario.

Ignoro qué razón lleva al PSOE (hoy partido cesarista) a radicalizarse, a asumir los fundamentos de la izquierda ultra que inauguró Rodríguez Zapatero. Se me ocurren dos probabilidades. Un ejercicio de alpinismo, casi salto al vacío, ante el decaimiento de la socialdemocracia europea y otro, tal vez más consistente, debido a la frustración producida tras los pormenores biográficos del abuelo paterno. Su conducta actual con la dictadura venezolana, me empuja al segundo presupuesto. Zapatero quiso suprimir sesenta y ocho años de Historia para enlazar su gobierno con el de Casares Quiroga, allá por mayo del treinta y seis. Se equivocó de tiempo y de statu quo europeo. Con dudosa lucidez, al menos, considero que su funesta gestión no puede calificarse de concienzudamente maligna. En absoluto me ocasionó rechazo, sino contrariedad; ahora mismo, casi vergüenza debido a su pestilente papel exterior. 

Sánchez supera con creces lo inimaginado. Ha blanqueado, antes de conseguir el gobierno, a partidos independentistas, filoetarras y revoltijo podemita, pese al “aseo democrático” que pretenden destilar: (nazis, fascistas, antifascistas, totalitarios). Ya entonces indicaba las raíces de su cruzada particular ayuna de doctrina y motivación, hasta hace poco, motores fundamentales —quizás engañosos— de dichas aventuras beligerantes. Este fraude presidencial tiene olvidados, hartos, a los españoles; vivir opíparamente y satisfacer su egolatría ilimitada mueven el único recurso que domina: la propaganda envuelta con argucia tediosa. Para algunos, este personaje goza de reputación según las encuestas electorales. Sea como fuere, ahora mismo está inmerso en una cruzada doble: dentro, contra sus apoyos disolventes; fuera, Europa le exige lo que no puede dar: veracidad. Entre tanto, irresoluto, vano, España desaparece por el desagüe.

Urbano II, papa, promovió las cruzadas con palabras de Mateo: “Renuncia a ti mismo, toma la cruz y sígueme”. Permítanme una ironía metafórica con cierto busilis. Sánchez (Carpanta) e Iglesias (Rompetechos), sin más, hicieron suyas las palabras de Nietzsche: “¡Seamos francos! Las cruzadas, ¡piratería superior, nada más!”. Comenzaba la batalla de Madrid. Rompetechos, con aprobación o visto bueno de Carpanta, concibe una cruzada esperpéntica, sin ataduras umbilicales. No habrá árabes ni cristianos, tampoco doctrina ni lugares sacros. Aquel, audaz, imaginativo, inventará “fachas” provocadores para que legiones de “antifascistas” —armados de adoquines (por supuesto bandera, santo y seña), fabricados presuntamente por la misma inteligencia— apedreen e impidan hacer mítines a quienes piensen diferente. Medios y comunicadores amigos, apologetas antiestéticos, se empeñan en atenuar lo injustificable: aplicar tácticas nazis.

Parece evidente que el comunismo totalitario —a la sombra del sanchismo (PSOE radicalizado, montaraz) e incluso con su soporte tácito— pretende eliminar lo que trunque los objetivos marcados. Así, el Poder Judicial, periodistas carismáticos e imparciales, partidos puntillosos y políticos indomables, son acosados tiránicamente, sin cuartel. Soportan la etiqueta “fascista” y son presa por ello del “antifascismo” cainita y falsario. Vivifican, de forma impostada y temeraria, una época sin retorno posible aun con algunos cismas sociales. Afanes diarios constatan la quimera ininteligible a que proyectan llevarnos. Su empresa, si no fuera pavorosa, daría risa. Ejemplo aclaratorio lo da, desde el mismo gobierno, Yolanda Díaz, nueva vicepresidenta tercera: “El comunismo es democracia e igualdad”. Toda una declaración de principios.

Me asombran dos realidades ignoradas por falta de reflexión y juicio crítico. La primera surge del interrogante, ¿cómo es posible tanta indigencia intelectual? Lo digo porque parece, y es, obtuso que haya individuos explotadores, desaprensivos, viviendo como magnates —aupados con discursos siempre despreciativos contra la “casta”— y siguen teniendo seguidores (lacayos) entusiastas. Encima, sin ninguna perspectiva de recibir ni migajas políticas ya que están previamente asignadas. Quizás olviden aquella frase bíblica: “porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”. La segunda, menos perceptible, llevaría a comprender que el bienestar social solo puede venir de partidos que generen riqueza, progreso; es decir, liberales. A la izquierda totalitaria le interesa que haya miseria, subsidio, porque constituyen fuente indiscutible e inagotable de votos.

Ahora mismo estamos a merced de aventureros sin escrúpulos cuyo único objetivo, aparte disquisiciones oratorias, es atenazar el poder para uso (tal vez abuso) particular. A mayor abundamiento, culpan a otros de corruptos, amorales, ineptos, etc. cuando son ellos quienes personifican estas maldades. Además, exhiben excesivas lacras antidemocráticas. Imputan al resto algunos vicios ciertos, pero —estoy convencido— de menor calibre y trastorno. Este gobierno insolvente anhela llevarnos a que se confirme la previsión de Jacques Attali, asesor de François Mitterand, en su obra Breve historia del futuro: “En el futuro será cuestión de encontrar la forma de reducir la población. Empezaremos por el viejo, porque en cuanto supera los 60-65 años el hombre vive más de lo que produce y le cuesta caro a la sociedad. Luego los débiles y luego los inútiles que no aportan nada a la sociedad porque cada vez serán más, y sobre todo finalmente los estúpidos”. Un pionero del exceso, pero con qué agudeza final recrea a nuestros políticos.

jueves, 8 de abril de 2021

SÁNCHEZ Y SUS APRIETOS

 

Cuando aludimos a un ente y luego referimos algún atributo o circunstancia, en esa prelación primero indicamos la esencia del ser para completarlo con notas menos significativas. Dicho itinerario tiene una dificultad repentina: definir con tino y nitidez a Sánchez. Indiferente como persona, me abstengo de hacer su retrato; ni siquiera fugaz, vago. Menos, aunque acapare incentivos para ello, reflejar el remedo caricaturesco que ha ido cosechando, probablemente, en bastantes facetas de su vida anterior cuyas referencias se airean, tal vez, con afán punzante, justiciero. El personaje político no me entusiasma nada; más bien al revés, me intranquiliza. Se parece demasiado al escorpión que expande el veneno al final del recorrido. Nos pilla, una y otra vez, confiados, presos de candorosa esperanza, de que su latigazo surja último, producto del traspié involuntario o inhábil, pero parece inevitable.

Apretar, según el DRAE en su acepción dos significa “Oprimir, ejercer presión sobre algo”. La opción décima, indica “Constreñir, tratar de reducir con amenazas, ruegos o razones”. Si la primera implica exceso, abuso, derroche en dieta —por tanto, riesgo de obesidad— exige, al fondo, una menudencia algo molesta y onerosa: cambiar de talla. También, extrayendo un doble sentido, los políticos (mientras zampan mediante chupeteo real, sustantivo) nutren al pueblo de promesas, atiborrando esperanzas e ilusiones que luego se muestran vanas. Originan, con tanta morbidez virtual, hastío, desafecto, desdibujados por esa indolencia, quizás sectarismo, consustanciales al carácter genuinamente español. Contemplamos en dicho apunte el prólogo de la acepción diez, mucho más lesiva y vejatoria, envilecida por quien se siente mortalmente herido bajo los efectos del despropósito personal.

Sánchez configuró un gobierno demacrado, cadavérico, con gestación asistida y diligencia putativa. Carece de dominio pleno porque su voluntad debe acoplarse a las exigencias de Podemos y ERC, sobre todo. Actúa cual jefe infecundo sobre cuya cabeza pende la espada de Damocles que cuelga de un hilo liviano. John Fitzgerald Kennedy lo reiteró años atrás: “En el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomos de un tigre acabaron dentro de él”. Nuestro prohombre, sometido a la indigencia numérica y a una falta notoria de lucidez y sentido común, no da ni un paso ajeno a su propia promoción y propaganda. Ignoro si se debe al apremio que le ocasiona alguna sigla concreta para no salirse del concierto, más o menos tácito, o es fruto de cierta reserva para no exhibir, cosa harto difícil, su inutilidad. España no tiene un gobierno, tiene una ocurrencia.

Deduzco que sabe de sobras con quién se juega los cuartos. ERC ya le dio un aviso taurino cuando se negó a aprobar unos presupuestos, sospecho, “poco asimétricos” para Cataluña. Del PNV conoce su proceder taimado (más bien traicionero) y exigente, produciendo en cualquier gobierno un equilibrio inestable. Si, pese a todo, mantuviera alguna vacilación sobre la sigla vasca, Rajoy puede constatar el hecho con total certidumbre. No entro a juzgar el estilo de Podemos porque, incluso sin pronunciar palabra, nadie entiende que un partido quiera ser gobierno y oposición al mismo tiempo. Logra, fuera de toda discusión, la cuadratura del círculo; algo solo concebible acudiendo al ridículo y a lo extravagante. Con estos mimbres internos no me extraña que la adulterina quietud del incompetente, aderezándola con quimeras repetidas para mantener viva una llama agotada, sea sinónimo de sensatez y complacencia personal. Puro cinismo político.

El engorro, los diversos aprietos que Sánchez ha de librar, no proceden solamente de compañías indomables, poco pertinentes para proponer en conjunto objetivos dignos, con dividendos éticos y generales. Quizás de manera inconsciente se haya atiborrado de engreimiento, empaque, prurito — llamativos, pero huecos— cuyo efecto inmediato es un autobombo impertinente, falaz y aburrido. En su mundo de yupi, estará seguro de un gran poder seductor, tanto que cree hacernos ver sustancia donde solo hay camelo. Craso error; dispone de parroquia elemental, siempre fiel al púlpito, pero en claro declive. Tal vez olvide que “el respeto es como el dinero, puedes pedirlo, pero es mejor ganártelo”. Hoy, que ha vuelto al Aló Presidente para anunciar lo ya dicho hace meses y enfrascarse en la precampaña madrileña, me he quedado dormido. Seguro que han sido miles.

He leído un artículo cuyo autor (Agapito Maestre) opina que de mil novecientos ochenta y uno a mil novecientos noventa y seis, en España se constituyó la mayor empresa de Europa: el PSOE. Dice, abonando esta conjetura, que es “la mayor organización política, económica, social y cultural contemporánea”. Desde mi punto de vista, afirmación tal no encaja con nuestra realidad doméstica ni con la europea. Cierto que la izquierda, al menos aborigen, exhibe ademanes autoritarios —como sintiéndose dueña y señora— junto a una estructura clientelar que aparenta robustez fortaleciendo adhesiones. Desentona, además, con la práctica desaparición de la socialdemocracia continental que deja al PSOE sin referentes y desestructurado desde un punto de vista ideológico. Resta en su ideario un infructuoso cajón de sastre: Memoria Democrática, Feminismo y Cambio Climático. ¿Suficiente para combatir la pandemia y crisis económica? ¿Farsa o servicio?

Sánchez otea sobre él un futuro inmediato lleno de negros nubarrones. Si no se consigue pronto la inmunidad de rebaño (nunca mejor dicho), la situación económica se volverá explosiva. Más, si ese “tentempié” de ciento cuarenta mil millones se retrasa o atasca provocando un cataclismo de consecuencias incalculables. Las malas compañías aseguran vidas alegres, desenfrenadas; luego hay que pagar peaje. El paro seguramente llegue a proporciones desconocidas y ya sería tarde para reducir la alarma social sacando conejos de la chistera. Me cuesta imaginar hasta donde llegará la Deuda Pública, bajada del PIB y cómo costear sus dramáticas consecuencias. El PSOE (ahora izquierda extrema) entra en competencia con la izquierda independentista (ERC, CUP, Bildu) y la extrema izquierda totalitaria (Podemos, Más España). Dicho escenario impide que aquel pueda centralizarse y ha de radicalizar un mensaje populista, artificial. Para gobernar, Sánchez los necesita por obligación mientras Europa rechaza inquieta tales compañeros de viaje.

Lo mismo que los animales carnívoros matan por naturaleza, la izquierda trata de imponerse con amenazas, ruegos y razones (acepción diez de apretar). Tal andadura no se conforma con eslóganes o frases vacías de contenido, no; lleva a cabo cualquier propuesta aun bordeando leyes y derechos. Luego vitorean ser garantes de lo pisoteado disfrazando de virtudes lacras inmundas. Cuentan, a tal fin, con una maestría insuperable y la resonancia audiovisual que compran sin reparos. Esta alienación mediática constituye el método masivo de conocimiento en poblaciones poco dadas a la lectura, España verbigracia. Tal coyuntura, aparte de acarrearnos males desde tiempos inmemoriales, permite al gobernante cargar a individuos iletrados sus aprietos particulares.

viernes, 2 de abril de 2021

DE DINEROS, MALES Y OTROS DETALLES

 

Quien me siga con asiduidad conoce mi tesis fundamentada en que solamente Europa puede terminar con este gobierno inepto, nefasto. Fraude, cinismo y manipulación se enseñorean del individuo creando una realidad postiza, insensible, cocinada a fuego lento. Tal coyuntura explica el ínfimo desgaste electoral del PSOE, aun advirtiendo la irresponsabilidad de un ejecutivo huidizo —que culpa a otros y falsea el descalabro sanitario— mientras atasca hasta extremos insólitos los trámites económico-laborales. Se conforman así millones de parados y trabajadores en exclusión social, sin contar las colas del hambre. Sin embargo, asombra percibir con qué inutilidad opera este gobierno; tanto como el dogmatismo irracional desatado por una sociedad terca, ladina e iletrada. Es probable que este último atributo y la polarización visceral apreciada respondan a un notorio plan de ingeniería social. Desde luego, nada existe por generación espontánea.

Semanas después de depositar la papeleta y dispuesto un gobierno, generalmente repudiado por ser fuerte (mayoría absoluta) o débil (necesidad imperiosa de someterse a siglas nocivas, la mayoría de veces), surgen conversaciones —casi siempre tabernarias—que rubrican un sentimiento común: frustración. Es el efecto esperado, lógico, de votar a la contra, sin juicio previo ni convicción. Nos defraudan todos en proporción parecida, pero dejamos la piel no por los nuestros (de ordinario, posesivo esotérico e infantil) sino para que pierdan los otros, igualmente indescifrables. Somos pura contradicción y ahora, roto el bipartidismo, han difuminado el enemigo dejándonos frente al absurdo. Los años me han hecho desmenuzar sin patrioterismo montaraz, ese rasgo que permite enaltecer o desdeñar sin límite cualquier imagen antojadiza del eslogan “España es diferente”.  

Zapatero y Sánchez pasarán a la Historia liderando los peores gobiernos durante dos siglos, al menos. Pese a su carencia, el primero se sentía inexpugnable ya que en la segunda legislatura (estando España al borde del abismo) obtuvo cinco diputados más. Europa le obligó —mayo de dos mil diez— a realizar inmensos recortes sociales para asegurar la estabilidad financiera totalmente descontrolada. Al año siguiente le puso en bandeja a Rajoy una mayoría absoluta impensable e inmerecida. Recordemos las causas. El paro pasó en siete años del once al veintiuno por ciento; el déficit, del cero punto cuatro al nueve, punto dos; la deuda del cuarenta y siete al sesenta. Estábamos próximos a la bancarrota. Sánchez, que ha superado a Zapatero, realiza una gestión sanitaria infamante, indecisa e ineficaz. Presenta, a su vez, el horizonte económico más negro que haya registrado el país en decenios, arrastrando la deuda al ciento treinta por ciento del PIB.

El presidente —experto artífice del buñuelo, ducho en montajes y propaganda— hizo dos anuncios salvadores, de gran rédito político, si hubiera adelanto electoral. España recibirá ciento cuarenta mil millones de euros cuyo objeto es eclipsar la crisis del coronavirus y vacunas para que, al final de verano, un setenta por ciento de la población esté vacunada, se consiga la inmunidad de grupo y así vencer al SARS-CoV-2. Parece que la UE retrasa el traslado del dinero mientras la política social-comunista dificulte a los prestamistas recobrar su dinero. Además, el ritmo de vacunación es demasiado lento y los objetivos temporales no podrán conseguirse, de forma rigurosa, bajo ningún concepto. Esta coyuntura hace que naufraguen los planes de Sánchez e Iglesias, realizando este la acostumbrada, ridícula y teatral pirueta. Ignoro cómo llegaremos a otoño sin el apoyo europeo.

Casi tres años con Sánchez al frente del ejecutivo ha debido dejarnos estupefactos, catatónicos. De manera incomprensible, nadie mueve un dedo ante esta situación pavorosa. No hay oposición, o ejerce con sordina, cuando —aparte la arraigada indolencia social— tolera, calla (si no defiende), el arbitrario proceder del gobierno respecto a libertades y derechos constitucionales. Cualquier sigla, a veces incluso Vox, calcula sus frutos electorales antes de tomar decisiones que afectan al individuo persona, no masa votante. Mientras derechos, justicia e igualdad, incumplan un mínimo principio democrático y/o constitucional tendremos enfermo el sistema, dispuesto a llamadas intolerantes que potencien enfrentamientos. Se están subyugando, presuntamente, libertades individuales con pretextos de dudosa base jurídica que ocasionan efectos malignos, perversos, nada democráticos desde mi punto de vista.

Quizás el mayor mal que puede sobrellevar cualquier país es tener un poder judicial timorato, pusilánime, abocado a la licencia guiada. Como español casi octogenario, reflexivo, metódico y libre, afirmo que no me satisface esta democracia desnaturalizada, así como tampoco políticos aventureros, corruptos, trincones y manipuladores. El poder judicial, cada vez más dependiente, debiera dar consistencia al sistema. Reconozco que la presente coyuntura complica su misión; no obstante, (“domesticado con lentejas” el legislativo, vencidos la sociedad, los medios, incluso las finanzas) queda únicamente la independencia judicial —y Europa, insisto— como garante de los derechos ciudadanos. Ejemplos tal que la entrada en una vivienda, rompiendo la puerta sin orden judicial con preliminar aprobación jurídica posterior, junto a la defensa del hecho por Ana Vázquez Blanco, diputada del PP y portavoz de Interior en el Congreso, constatan un peligro real.

Recuerdo que, durante la corta coyuntura agrícola de mis hijos, un familiar dijo refiriéndose al nuestro: “Este tractor tiene un problema, aparte mil más”. Saco a colación la añeja frase porque pudiera usarse actualmente refiriéndonos al país.  El problema, al alimón, lo definen gobierno y sociedad o viceversa. Significar el millar complementario lo evacúo a mis amables lectores de cuya capacidad analítica confío. Sin embargo, necesito exponer matices sobre ciertas cuestiones enrevesadas. El tándem Sánchez-Redondo tienen planes agudos, de alta política, o. por el contrario, navegan desarbolados. Me explico. Las relaciones internas con ERC y Bildu, así como externas con gobiernos marxistas latinos, no deben estar sometidas a la presión expresa de Podemos sino al intento de absorberlo revistiendo el PSOE con máscara acorde. Objetivo arriesgado que, aunque parece dar frutos favorables, por titubeo puede desafectar a su propio electorado.

Aunque Iglesias haya podido fabricar el choque con cuatro “fascistas”, sin identificar, en Canillejas a imagen de otras propagandas conocidas, dudo del botín electoral conseguido por lo grotesco de la acción; asimismo, decorado y personajes parecen hechos a medida. De otro lado, deduzco que los políticos catalanes hoy y la extrema izquierda son compañeros tóxicos para cualquier partido de gobierno nacional. No por la ciudadanía española, que aguanta carros y carretas, sino por una Europa celosa, defensora de los derechos y libertades públicos, amén del libre mercado. Sánchez lo sabe; por eso quiere arrancarse cuanto antes el lastre acopiado para llegar al poder. Zapatero y Tsipras son espejos útiles, infalibles, en quienes mirarse. Malo, si los abandona; peor, si no lo hace.