Cuando aludimos a un ente
y luego referimos algún atributo o circunstancia, en esa prelación primero
indicamos la esencia del ser para completarlo con notas menos significativas.
Dicho itinerario tiene una dificultad repentina: definir con tino y nitidez a
Sánchez. Indiferente como persona, me abstengo de hacer su retrato; ni siquiera
fugaz, vago. Menos, aunque acapare incentivos para ello, reflejar el remedo
caricaturesco que ha ido cosechando, probablemente, en bastantes facetas de su
vida anterior cuyas referencias se airean, tal vez, con afán punzante,
justiciero. El personaje político no me entusiasma nada; más bien al revés, me
intranquiliza. Se parece demasiado al escorpión que expande el veneno al final
del recorrido. Nos pilla, una y otra vez, confiados, presos de candorosa
esperanza, de que su latigazo surja último, producto del traspié involuntario o
inhábil, pero parece inevitable.
Apretar, según el DRAE en
su acepción dos significa “Oprimir, ejercer presión sobre algo”. La opción décima,
indica “Constreñir, tratar de reducir con amenazas, ruegos o razones”. Si la
primera implica exceso, abuso, derroche en dieta —por tanto, riesgo de obesidad—
exige, al fondo, una menudencia algo molesta y onerosa: cambiar de talla.
También, extrayendo un doble sentido, los políticos (mientras zampan mediante
chupeteo real, sustantivo) nutren al pueblo de promesas, atiborrando esperanzas
e ilusiones que luego se muestran vanas. Originan, con tanta morbidez virtual,
hastío, desafecto, desdibujados por esa indolencia, quizás sectarismo, consustanciales
al carácter genuinamente español. Contemplamos en dicho apunte el prólogo de la
acepción diez, mucho más lesiva y vejatoria, envilecida por quien se siente
mortalmente herido bajo los efectos del despropósito personal.
Sánchez configuró un
gobierno demacrado, cadavérico, con gestación asistida y diligencia putativa.
Carece de dominio pleno porque su voluntad debe acoplarse a las exigencias de
Podemos y ERC, sobre todo. Actúa cual jefe infecundo sobre cuya cabeza pende la
espada de Damocles que cuelga de un hilo liviano. John Fitzgerald Kennedy lo
reiteró años atrás: “En el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder
cabalgando a lomos de un tigre acabaron dentro de él”. Nuestro prohombre,
sometido a la indigencia numérica y a una falta notoria de lucidez y sentido
común, no da ni un paso ajeno a su propia promoción y propaganda. Ignoro si se
debe al apremio que le ocasiona alguna sigla concreta para no salirse del
concierto, más o menos tácito, o es fruto de cierta reserva para no exhibir,
cosa harto difícil, su inutilidad. España no tiene un gobierno, tiene una
ocurrencia.
Deduzco que sabe de
sobras con quién se juega los cuartos. ERC ya le dio un aviso taurino cuando se
negó a aprobar unos presupuestos, sospecho, “poco asimétricos” para Cataluña.
Del PNV conoce su proceder taimado (más bien traicionero) y exigente,
produciendo en cualquier gobierno un equilibrio inestable. Si, pese a todo,
mantuviera alguna vacilación sobre la sigla vasca, Rajoy puede constatar el
hecho con total certidumbre. No entro a juzgar el estilo de Podemos porque, incluso
sin pronunciar palabra, nadie entiende que un partido quiera ser gobierno y
oposición al mismo tiempo. Logra, fuera de toda discusión, la cuadratura del
círculo; algo solo concebible acudiendo al ridículo y a lo extravagante. Con
estos mimbres internos no me extraña que la adulterina quietud del incompetente,
aderezándola con quimeras repetidas para mantener viva una llama agotada, sea
sinónimo de sensatez y complacencia personal. Puro cinismo político.
El engorro, los diversos
aprietos que Sánchez ha de librar, no proceden solamente de compañías
indomables, poco pertinentes para proponer en conjunto objetivos dignos, con
dividendos éticos y generales. Quizás de manera inconsciente se haya atiborrado
de engreimiento, empaque, prurito — llamativos, pero huecos— cuyo efecto
inmediato es un autobombo impertinente, falaz y aburrido. En su mundo de yupi,
estará seguro de un gran poder seductor, tanto que cree hacernos ver sustancia
donde solo hay camelo. Craso error; dispone de parroquia elemental, siempre
fiel al púlpito, pero en claro declive. Tal vez olvide que “el respeto es como
el dinero, puedes pedirlo, pero es mejor ganártelo”. Hoy, que ha vuelto al Aló
Presidente para anunciar lo ya dicho hace meses y enfrascarse en la precampaña
madrileña, me he quedado dormido. Seguro que han sido miles.
He leído un artículo cuyo
autor (Agapito Maestre) opina que de mil novecientos ochenta y uno a mil
novecientos noventa y seis, en España se constituyó la mayor empresa de Europa:
el PSOE. Dice, abonando esta conjetura, que es “la mayor organización política,
económica, social y cultural contemporánea”. Desde mi punto de vista,
afirmación tal no encaja con nuestra realidad doméstica ni con la europea.
Cierto que la izquierda, al menos aborigen, exhibe ademanes autoritarios —como
sintiéndose dueña y señora— junto a una estructura clientelar que aparenta robustez
fortaleciendo adhesiones. Desentona, además, con la práctica desaparición de la
socialdemocracia continental que deja al PSOE sin referentes y desestructurado
desde un punto de vista ideológico. Resta en su ideario un infructuoso cajón de
sastre: Memoria Democrática, Feminismo y Cambio Climático. ¿Suficiente para
combatir la pandemia y crisis económica? ¿Farsa o servicio?
Sánchez otea sobre él un
futuro inmediato lleno de negros nubarrones. Si no se consigue pronto la
inmunidad de rebaño (nunca mejor dicho), la situación económica se volverá
explosiva. Más, si ese “tentempié” de ciento cuarenta mil millones se retrasa o
atasca provocando un cataclismo de consecuencias incalculables. Las malas
compañías aseguran vidas alegres, desenfrenadas; luego hay que pagar peaje. El
paro seguramente llegue a proporciones desconocidas y ya sería tarde para reducir
la alarma social sacando conejos de la chistera. Me cuesta imaginar hasta donde
llegará la Deuda Pública, bajada del PIB y cómo costear sus dramáticas
consecuencias. El PSOE (ahora izquierda extrema) entra en competencia con la
izquierda independentista (ERC, CUP, Bildu) y la extrema izquierda totalitaria
(Podemos, Más España). Dicho escenario impide que aquel pueda centralizarse y
ha de radicalizar un mensaje populista, artificial. Para gobernar, Sánchez los
necesita por obligación mientras Europa rechaza inquieta tales compañeros de
viaje.
Lo mismo que los animales
carnívoros matan por naturaleza, la izquierda trata de imponerse con amenazas,
ruegos y razones (acepción diez de apretar). Tal andadura no se conforma con
eslóganes o frases vacías de contenido, no; lleva a cabo cualquier propuesta
aun bordeando leyes y derechos. Luego vitorean ser garantes de lo pisoteado
disfrazando de virtudes lacras inmundas. Cuentan, a tal fin, con una maestría
insuperable y la resonancia audiovisual que compran sin reparos. Esta alienación
mediática constituye el método masivo de conocimiento en poblaciones poco dadas
a la lectura, España verbigracia. Tal coyuntura, aparte de acarrearnos males
desde tiempos inmemoriales, permite al gobernante cargar a individuos iletrados
sus aprietos particulares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario