viernes, 30 de septiembre de 2022

POLÉMICAS POLÍTICAS, NO FISCALES

 

Tiempo atrás, como siempre de forma artificial, las disputas políticas y sociales se centraban en los aspectos educativos y sanitarios. Eran años del “bipartidismo épico” donde la izquierda, en tiempos y pelaje, llevó la voz cantante. De aquellos polvos que condicionaron creencias inciertas, estúpidas, vienen lodos dañinos con esas ideas (comúnmente aceptadas) de que lo pernicioso proviene de la derecha. Por si fuera escaso el grotesco criterio, convertido en praxis propagandística, los medios de comunicación se venden a esa izquierda “picuda”, aparente, cuyo progresismo está hecho solamente de retórica hueca. Creo a pie juntillas que por medio hay dinero contante y sonante —según constatan los cientos de millones en propaganda institucional— pero además debe ser molón. Así lo ha de considerar quien alimente ese prurito progre de “innovación ética”.

Expertos en comunicación han ido considerando que los factores educativos y sanitarios preocupan poco a la muchedumbre porque suelen verlos lejanos o no se comprende el coste social que ocasionan, sobre todo los educativos. Sociedades cultas generan países prósperos, triunfadores, libres. Pese a creencias extendidas, hoy el grado de analfabetismo funcional referido a España es elevado en razón de medios humanos y materiales proporcionados. Tal situación, incontestable por otro lado, pone de manifiesto que inversiones y resultados no se ajustan necesariamente a proporción directa. Desde un punto de vista práctico, es razonable que dicho escenario influya en la productividad empresarial y, por tanto, afecte también al engranaje competitivo con otras naciones de nuestro entorno. Fíjense el daño económico producido por la politización educativa.

Lo que más desazona al ciudadano es cumplir con sus obligaciones tributarias, en mayor medida si advierte carencia compensatoria o mala gestión. Esta puede ser razón, o excusa, por la que últimamente haya sido elemento de confrontación electoral. Deslindar quién empezó primero a bajar impuestos, incluso como propuestas de futuro, resulta aventurado y complejo. No importa qué sigla se adelantó a sus rivales porque rápidamente tuvo que sortear gruesas andanadas descalificatorias por quien, a lo peor, antaño hizo parecidas sugerencias. Es razón inacabable del político utilizar diferentes varas de medir según autor y contenido. Asimismo, ante la falsedad evidente de uno u otro aserto, el ciudadano sigue con elogios o censuras a los diferentes culpables cuyos mensajes constituyen una anomalía estética por su nulo decoro y justificación.  

Las bajadas del impuesto autonómico referidas al Patrimonio, Transmisiones y Donaciones (en Madrid y Andalucía), han causado un tsunami de proporciones gigantescas. Tan desaforada respuesta indica que el PP ha acertado con su estrategia convirtiendo este asunto, de escaso alcance económico y embaucador calado social, en porfía política inquietante. Terminales mediáticas y tertulianos concretos utilizan estudiados argumentos para contrarrestar el efecto demoledor de aquella maniobra exitosa. Sin embargo, al llover sobre mojado, hacen el ridículo. Se fían de la menguada memoria colectiva sin reparar que los excesos verbales, de egocentrismo político asiduo y generalizado, quedan reflejados negro sobre blanco. Hace un lustro, cuando gobernaba Rajoy, líderes encarecidos del sanchismo estratega e inicial, exigían la bajada del impuesto patrimonial. Hoy, sin vergüenza ni rubor, piden su subida donde se ha reducido.

No es que le importe a Sánchez ninguna disputa fiscal —o de otro jaez— fuera del deterioro electoral, significativo por sí mismo, que pudieran acarrearle escaramuzas entroncadas con los asuntos del yantar. Las propias medidas de Ayuso o Moreno Bonilla, inclusive aquellas Autonomías que están esperando el disparo pepero de salida, arrastran cierta servidumbre política. Nuestros prebostes tienen una única idea que se convierte en objetivo esencial, irrenunciable: perpetuarse en el poder o conseguirlo si todavía no lo disfrutan. Lo demás son entretenimientos necesarios, imprescindibles cual siembra otoñal, para ir amasando los lujosos frutos circunscritos al poder. Resulta curiosa la propaganda gubernamental cuando afirma que el PP baja impuestos a los ricos mientras ellos quieren que paguen más las grandes fortunas. Una falsedad como otras muchas.

Esta tesitura donde el ciudadano se encuentra sometido a tributación confiscatoria, donde no se aprecia aumento y mejora de los servicios públicos en razón de las cantidades aportadas, genera frustración y desafecto. Encima, los voceros jamás mencionan el derroche sin sentido. Para ellos existe solo la disminución de lo obtenido, pero nunca el exceso de lo gastado. Esto constituye un elemento complementario de censura al gobierno porque el pueblo, la gente, distingue cada día con mayor conciencia el contraste entre lo que pregonan y lo que hacen. Cuando dice el PP que bajar impuestos redunda en mayor recaudación, las consignas que se repiten cual loros aleccionados expresan que esas tesis no se sostienen, constatando a la vez, y por idénticos motivos, la ilusoria consistencia de las opuestas. Se advierte pues una lógica revestida, ajena a toda lucubración rigurosa.

Al parecer, toda Europa ha bajado los impuestos de forma general a excepción de Sánchez y Orbán porque los extremos se tocan. Uno, tiene tics totalitarios buscando aliados cuyo rechazo a la democracia es incuestionable además de dedicarse a ocupar poderes e instituciones del Estado. El otro, radical, ultra, no es peor que el primero. Desconozco los pormenores del líder húngaro, pero entreveo los más recónditos defectos (¿tendrá algún mérito?) de nuestro oneroso presidente. En un silente rizar el rizo, se dice que el gobierno prepara nuevas subidas de impuestos más allá del gravamen a los ricos. Dicha evocación es el palo con la zanahoria porque todo el mundo debiera saber que esos que llaman “ricos” disfrutan de cien puertas y asesores fiscales para poder escabullirse. Precisamente los únicos ricos que yo conozco, porque es notorio, son políticos de antaño y de hogaño. Rectifico; hoy —día siguiente a ayer— dicen que van abajar impuestos a la clase media y trabajadores. Veremos, si ganan, cuando pase el año dos mil veintitrés.

Por los medios audiovisuales aparecen un tropel de mercenarios; en ocasiones, casi exigiendo el pago de impuestos como “solución patriótica” para evitar recortes al bajar los ingresos. Luego, ellos hacen de su capa un sayo. Los conozco bien. Se han agitado a mi alrededor. Eran y son partidarios de la sanidad y educación pública, pero ellos estaban en la sanidad privada y a sus hijos los mandaban a colegios concertados, e incluso privados. Se llaman a sí mismos progres, pero pecan de incoherentes. No eran mala gente, al menos los que yo he conocido, pero carecían de principios sólidos o se engañaban. Deduzco, por las encuestas, que hay multitud de personas digiriendo el mismo conflicto. Tengo esperanza de que todo se solucione satisfactoriamente fuera de cualquier polémica política, farragosa. La inmediatez es clarificadora: Sánchez y Podemos rechazan reducir ministerios y acabar con duplicidades que cuestan treinta mil millones de euros. ¿Patriotismo pagar impuestos? No, robo a mano armada.

viernes, 23 de septiembre de 2022

NI PACTO NI ALIANZA, COMPLOT OBSCENO

 

El gobierno social-comunista (Sánchez-comunista), que nos gobierna de aquella manera, viene mostrando discrepancias importantes que no ponen en cuestión la solidez del compromiso. Digo compromiso cuando se impone una avenencia; es decir, un cúmulo de intereses comunes sin desligue posible. ¿Va a dejar este necio inútil, cuya vida laboral cabe en un papel de fumar, el inexplicable chollo alcanzado inesperadamente? ¿Acaso será Unidas Podemos, políticamente sigla desierta ubicada —de forma natural— en el páramo social? Fuera del gobierno, ¿dónde estarían miles de adalides sanchistas y podemitas? Probablemente en el paro. Solo el ministerio de igualdad (a su frente Irene Montero, que ya es decir), tiene trescientos veintisiete enchufados. Con una media de trescientos enchufes por cinco ministerios que corresponden a Unidas Podemos habría un total de mil quinientos.

El frente sanchista, con diecisiete ministerios más la presidencia del gobierno (donde los asesores se cuentan casi por millares), tiene cinco mil cuatrocientas personas, al menos, colocadas con sueldos que jamás pensaron alcanzar. Este es el objetivo fundamental, intrínseco, de aquella coalición gestada pese al insomnio que Iglesias producía a Sánchez. No busquen otra cosa porque no hay nada tras aquellas frases del tipo “gobierno social-progresista” pronunciadas al día siguiente de las elecciones. Sin duda, el mayor postor por este gobierno es quien lo preside. ¿Quién le iba a decir a Antonio que tendría cuatro palacios, un Falcon y un Puma a su entera disposición, además de centenares de sirvientes domésticos y fuerzas de orden para su personal satisfacción? El coche oficial supone una minucia de casi un millón de euros. Se atreve a decir, encima, que los del PP cortejan al Ibex. Prueba amplia, inequívoca y recíproca, del disparate nacional.

Falta, para completar el triángulo, referirnos al sujeto paciente porque los anteriores eran receptores de holganzas no solo injustificadas sino provocadoras. Que cualquier trabajador-pensionista deje la mitad de su nómina para saciar la voracidad política me parece propio de democracias enfermas y sociedades (si no serviles) amaestradas, medievales. Los impuestos hay que pagarlos por dos razones de peso: recibir una contraprestación material para el bienestar público o ser motivo de redistribución de riqueza y auxilio a los más necesitados. Yo no tengo claro que ninguna se cumpla escrupulosamente. Sí, que el derroche se haya abierto paso de forma indiscriminada, incognoscible y sucia. Palabras, demasiadas; obras, escasas.

Pacto quiere decir concierto o tratado entre dos o más partes que declaran cumplir lo estipulado. Cualquier gobierno de coalición se cimienta en un pacto expreso donde se especifican todos los pormenores que conlleva de forma seria y rigurosa. Así debiera ser; luego se impone una realidad diferente porque no hay principios, solo fines. Vemos cómo el tiempo disuelve los deseos originales para convertirse en acciones litigantes que no llegan a romper lazos porque su objeto verdadero es conseguir dividendos fraudulentos. La escisión, nunca más allá de un ¡ay!, se agudiza al final de legislatura porque cada sigla quiere deslindar personalidad y propuestas cara a sus respectivas clientelas. Conviene, así se hace en el orbe entero, ir conquistando votos con independencia de los desatinos mostrados a lo largo de cuatro años. La memoria colectiva ofrece escasa repercusión y admite frecuentes contradicciones que normalmente no tendrían cabida en ninguna sociedad viva, pero es compatible con una democracia degradada.

Aliarse consiste en la unión para un mismo fin de personas o entidades. El concepto admite cierta ambigüedad respecto a la bondad o maldad del fin, objetivo central de tal alianza. El pensamiento humanista se inclina por la probidad moral, pero en absoluto puede inferirse considerando evidencia alguna ni cualidades previas. Desde un punto de vista humano —es decir, intoxicado por limitaciones y estigmas propias de dicha naturaleza— tenderíamos a vislumbrar perversiones anejas a su concepción. Como el ejemplo (según dicen) vale por mil palabras, basta con analizar esa falsa alianza entre un Sánchez voraz y Unidas Podemos que vio la oportunidad de su vida para operar algo en el concierto nacional. Uno y otro se mantienen unidos no por convicción de ser útiles al país, sino por temor a perder el negocio inesperado, caído del cielo.

Complot es un vocablo que no ofrece dudas. El primer concepto indica: “Conjuración o conspiración de carácter político o social”. Dos: “Confabulación entre dos o más personas contra otra u otras”. Tres: “Trama, intriga”. Parece que Sánchez, en su quehacer gubernamental, sea modelo exclusivo (a la vez sibilino) de cualquier significado expuesto. Ignoro si a estas alturas alguien puede negar, con argumentos juiciosos, que el gobierno se gestó originariamente mediante una conspiración política. Asimismo, se confabularon unos cuantos líderes contra Rajoy para arrebatarle el poder. Omito si esa intriga fue merecida o inmerecida, aunque sí bastarda y traicionera. Tras las elecciones de noviembre, se produjo un complot contra la mayoría de españoles cuyo voto, de acuerdo con declaraciones anteriores, estaba en las antípodas de lo que luego se realizó.

Sufrimos, por desgracia, gravosas situaciones provenientes de infortunios cuyo arranque coincide con aquella moción de censura que logró alterar una situación democrática previa. Las mociones requieren, como parece legítimo, propuestas responsables que adelanten planteamientos beneficiosos para el ciudadano. En aquella ocasión se conjuraron el sanchismo real (no nonato), Podemos, independentistas y Bildu. Es decir, una banda o caterva nada interesada en el bienestar del pueblo español. Nadie podrá ocultar el auténtico objetivo: hacerse con el poder para utilizarlo en beneficio propio cual tiranuelos de épocas pasadas siempre dispuestos a resurgir con mayor hegemonía, si cabe. Ahora nos encontramos con una realidad de dudosa legitimidad democrática pese a argumentaciones que sostienen tesis sui géneris, poco clarificadoras, inclasificables.

Con todo, si es obsceno el complot, no lo es menos la transfiguración (que no transformación) de ciertos líderes que se creen dioses, superiores al resto de mortales. Aunque no me extrañe, dada la capacidad intelectual de los mismos, ¡qué gran error! El individuo, desde que abandona al simio, proclama dioses allende su yo intelectivo. Luna, sol, becerro de oro, ídolos diversos, dioses varios y el Dios cristiano. Cuando el sujeto se adscribe al ego dios, surge el imposible, lo quimérico. Una vez deshumanizado, y no sacralizado, es pura materia que solo ocupa un lugar en el espacio. Se convierte en cosa, aunque su soberbia lo aviste revestido de grandeza. He aquí el pequeño amparo: no son conscientes del vacío individual. ¿Ejemplos?, pongan ustedes los que deseen de la amplia gama posible.

viernes, 16 de septiembre de 2022

LOS MÓVILES DE SUS SEÑORÍAS

 

“España es diferente” fundamenta el país reconocido incluso más allá del entorno europeo que nos define arbitrariamente, según Unamuno. La furiosa maldad que encierra ese eslogan indigno —gestado probablemente por envidias ancestrales— no se redime con la pasión (llamemos patriotismo pretencioso) de pensar o interpretar que el hecho diferencial nos hace mejores pasando por alto una autocrítica necesaria. Aquel argumento insólito de nuestro sabio: “en vez de europeizar España habría que españolizar Europa” tiene la misma carga arbitraria que él acuñó a “España es diferente”. Tal vez la excusara con el apelativo de pasional. Desde luego hubiera quedado más frío y desdeñoso, también ecuánime, liberal, especulativo: “en todos lados cuecen habas” y ya, directo al corazón: “primero arregla tu casa y luego lo haces con las demás”.

Cegados por la incultura, quizás laxitud moral, vivimos en la inconsciencia de nuestra propia idiosincrasia. Sin duda debemos tener muchas más tachas que los colindantes septentrionales, pero ellos experimentan serias dificultades para mejorar a tenor de sus “pocos defectos”. Nosotros, entintados de negro ético y estético, tenemos todas las probabilidades objetivamente intactas. Otra cosa es, visto lo visto, que seamos capaces de adoptar líneas o actitudes de mejora. Personalmente, carezco de convicciones que permitan conceder un lugar a la esperanza de acuerdo con la realidad empírica que nos envuelve y atenaza. Me sirve de poco aquella sentencia popular: “No hay mal que cien años dure” ni que “cara y cruz sean partes integrantes de la misma moneda”. Ambas frases, aun encerrando verdades como puños, no me permiten apreciar perspectiva de mejora inmediata. Vean con rigor y honradez lo que nos rodea a todos los efectos.

Tal coyuntura, una vez leído o escuchado el epígrafe, me lleva a rechazar cualquier sinónimo arquetípico del vocablo móvil; por ejemplo, idea, favor, proyecto, interés, etc. Desprecio la gama tentadora, imprescindible en un político escrupuloso, y me acerco (entre espantado y beligerante) al concepto de herramienta telemática. Ignoro si otros países cercanos, cuyos gobiernos distan mucho de poseer la verdad revelada, cometen parecidos abusos o su empleo es lo “limpio” que parece.  Incidiendo en algunas noticias que llegan al individuo con curiosidad e interés político, el ejecutivo patrio lidera los asesores y coches oficiales, al menos. Sería injusto identificar estos datos como causa de enfermedad pública, pero los síntomas son demasiado evidentes. Considero adecuado, con estas referencias, concluir que nos rodea una caterva de sinvergüenzas.

La información apareció días atrás: “el Parlamento se gasta un millón dieciocho mil setecientos ochenta y nueve euros” en la compra de terminales de última generación, iPhone13 de 512 GB y Samsung de parecidas características. La aprobación de la compra se ha realizado por unanimidad de la Mesa, compuesta por PSOE, PP, Vox y Unidas Podemos. Luego, algún miembro destacado de UP (Echenique) ha evidenciado su pesadumbre por el derroche en estos tiempos de crisis. ¿Cinismo, paripé o ambos dos? Desconozco el tiempo que han durado las anteriores terminales, pero conociendo el paño no creo que pasen los dos años. Sin embargo, me llamó la atención de forma particular que se compraran ochocientas unidades cuando solo hay trescientos cincuenta diputados.

El pueblo español transmite una candidez sin límites fruto, espero, de hidalguía y honradez acendradas cuya servidumbre nociva la asume el poder aprovechando su debilidad. ¿Puede justificarse gastar dinero público innecesario e improductivo mientras haya compatriotas que sufren dificultades para llegar a finales de mes? ¿Acaso, por otro lado, nuestros “padres de la patria” necesitan terminales de última generación para velar por los intereses ciudadanos? ¿Es ese su destino y finalidad o se comprometen en papeles prosaicos, concomitantes con el apego humano cargado de ausencias? Temo que ningún parlamentario haya rechazado “el presente” con elegancia, menos con digna aspereza. Tal actitud lleva a constatar que la diferencia entre unos y otros —en su amplia disposición ideológica— si la hubiere, es de matiz. Pese a todo, todavía queda gente (abarrotada de tópicos y ligereza) que prefiere comulgar con ruedas de molino. Luego, rabian.

El fraude de ética individual dejado al descubierto, ha hecho del Parlamento una especie de Cámara inmunda, donde la indecencia parece tener su cobijo natural. Es significativo que nadie desdeñara dicha oferta, aunque fuera un hecho postizo, sin convicción. Mejor. Solo faltara que también hubiera lugar, y no lo descarto, para cínicos, fariseos. Es probable que la maldad tenga propiedades mágicas o ejerza un atractivo magnético capaz de concitar alianzas inexplicables. El mundo da muchas vueltas, pero fuera de toda apariencia se rige por una ley caótica. A nosotros —diputados o no, mejores o peores— nos guía el mismo caos, estamos unidos por análogo cordón umbilical. “Conócete a ti mismo”, aforismo inscrito en el templo de Apolo, parce tener sentido solo para el vulgo; los próceres disfrutan indulgencias privativas, al alcance de los que antaño eran llamados “casta”; hoy ya, acusadores y acusados, promiscuos, bien cubiertos, uniformes.

No me pregunten la razón, pero estoy convencido de que los líderes de ambos partidos mayoritarios —tan distintos y a la vez tan desorientados: necio uno, cauteloso y fingido resabio, el otro, aunque los dos incompetentes— tienen entre manos móviles comunes. Sánchez quiere reconstruir el bipartidismo o sea una quimera a tenor de las últimas encuestas. Con noventa diputados, al sanchismo no lo libra ni la fórmula Frankenstein. Opta únicamente por el altar de los sacrificios. Se ha dado cuenta (quizás demasiado tarde, o no) que la compañía que le permite gozar de La Moncloa no está bien vista por el ciudadano español (que vota) ni por Europa (que concede la “pasta”). ¿Qué futuro le espera a la izquierda moderada, sin líder ni sigla? ¿Recrear el partido? ¿Quién tiene exención y prestigio para ello? Vayan pensando en construir uno sin franquicia.

Feijóo, otro embozado en el centro-derecha, desea utilizando distinto camino llegar a un bipartidismo alternante al objeto de afianzar ese nacionalismo conciliador (empeño imposible por definición) y eliminar a Vox, sigla demonizada porque viola el espíritu y la estructura bipartidista. Como suele afirmarse, tres son demasiadas personas en un matrimonio que pretenda perpetuarse. Tanta política espuria y de bajos vuelos terminará por hartar definitivamente al sufrido elector y, pese a mostrarse obcecado o paciente, acabará abrazando concepciones deformadas de forma artera. Cuando este escenario se instale en la conciencia social, no habrá futuro para un PP fulero ni para una izquierda totalitaria, inmóvil —tal vez con inseguridades y desastrosas caídas— desde el siglo XIX.

 

viernes, 9 de septiembre de 2022

TOMAR LA CALLE, SALIDA O ILUSIÓN

 

Sucesivas encuestas electorales, incluida la de Tezanos, llevan tiempo anunciando, no solo la derrota sino el hundimiento del “sanchismo”. PSOE, hoy, es solo un documento tácito, a la vista, de defunción pese a que todavía muchos no quieran ver su rigidez cadavérica. Creo que lo invocan inútilmente esperando un prodigio para ver si ocurriera como aquel: “Lázaro, levántate y anda”. Tiempo perdido, el largamente centenario cuerpo orgánico del PSOE, ahora mismo es un osario ideológico por exigencias de Sánchez en una desenfrenada ambición personal. A lo largo de su historia el partido ha cometido errores y aciertos, pero nunca tuvo un líder que antepusiera sus intereses personales a los de la sigla. El caso más paradigmático fue el de Largo Caballero, de dudosa reputación, que formó parte del Consejo de Estado con el dictador Primo de Rivera para conseguir la supremacía de UGT sobre CNT, mayoritaria en la turbulenta década de los años veinte.

Ante tal coyuntura, el aventurero que ocupa La Moncloa y que ha armado todo su empirismo desde un otero delirante, remoto, hostil, ordena al rebaño tomar la calle si no quieren perder privilegios ni oportunidades. Ha conseguido transmitir la misma audacia y potestad con que, presuntamente, Fraga aseguró “la calle es mía” en conversación telefónica con su amigo sindicalista Ramón Tamames. Salvando las distancias intelectuales entre uno y otro, Fraga utilizó una metáfora con lectura explosiva, estúpida; Sánchez ha ordenado una estupidez aderezada de fantasiosas pretensiones, como lo demuestra la mayoritaria respuesta ciudadana. Si la sigla histórica se ha convertido en polvo ideológico, cobijo de la nada material, su efímera alternativa denominada sanchismo ya no constituye ni presente; ahora, es espejismo de un pasado inmediato.

La Historia socialista, con nombre y apellidos o apodada, está llena de individuos carismáticos, nefastos dirigentes y pobres ruiseñores. Entre los primeros cabe destacar Julián Besteiro, Salvador de Madariaga, Niceto Alcalá Zamora y, tal vez, Felipe González. Dirigentes nefastos fueron Indalecia Prieto y Francisco Largo Caballero. Pobres ruiseñores, Rodríguez Zapatero (el señor Rodríguez) y Pedro Sánchez (señor Antonio). Ellos trajeron ventura y gratitud, momentos trágicos y espectáculo grotesco no exento de miseria pertinaz frente al diseño propagandístico. Ciñéndonos a los tres momentos claves: Dictadura primorriverista, Segunda República y Transición una vez desaparecido Franco, nunca hubo una autocracia tan visible y peligrosa como la actual; tanto que la sigla colectiva ha sido absorbida, con jeta y sin retorno, de manera ilegítima.

Sí, todos los líderes socialistas (desde el sombrío al benefactor) han sido leales a un proyecto colectivo, pretendidamente pródigo, que no siempre quiso aunar e impulsar a una sociedad ávida por lograr metas dignas. Hasta un corto Zapatero supo acatar la centenaria existencia del programa socialista. Tenía que llegar un soberbio, ególatra, voraz, para demoler la obra que había costado levantar casi ciento cincuenta años y dejar sin señas de identidad a militantes y sin entraña electoral a millones de ciudadanos. No obstante, el quebranto debe achacarse a aquellos que empalidecen y caen de bruces ante el oro degradante o torpe prurito. Quizás hayamos consentido, a lo peor instaurado, un extenso patio de Monipodio donde campan a sus anchas los pícaros —encorbatados o no, según sigan los pasos del nuevo dogma sobre el cambio climático— cual plaga bíblica.

 Es lógico que Sánchez se aferre al Falcon con uñas y dientes. Sin embargo, cualquier táctica efervescente —propaganda o imagen— tipo “nosotros elegimos a la gente” o “tengo una pregunta para usted”, reconvirtiéndose en presidente cercano, no le evitará ser apeado del poder para llegar a su estado original: una pomposa nada. ¿Acaso cree que convertir el Estado de Derecho en una charlotada carece de duro peaje? El amparo dado al gobierno catalán en su desacato al Tribunal Supremo respecto a la obligatoriedad de transmitir en castellano el veinticinco por ciento del horario lectivo, le inhabilita irremediable y definitivamente para toda función política. ¿Qué anclaje tiene o debiera tener dicha actitud en la Constitución? ¿Cuál sería la respuesta justa para restablecer la Ley ante el vacío de poder ejercido por el gobierno? Negarle toda legitimidad, al menos.

Si lo antedicho fuera insuficiente para mandarlo a su casa, de donde no debiera haber salido nunca, las evidencias retributivas a prisioneros de ETA por los servicios prestados de Herri Batasuna son incontestables. Al mismo tiempo se presuponen estrechos lazos entrambas. La parte siniestra del escenario vasco, tal vez acompañada del PNV, debe estar muy satisfecha por el acercamiento de presos a las cárceles propias como paso previo a su puesta en libertad. Mal negocio, incluyendo otra prueba de torpeza, al alargar unos meses la amarga pasión de España —sabemos que eso supone para él una insignificancia— y la suya, aunque soportable desde La Moncloa. A la par, se conforma con cinco votos en el País Vasco mientras pierde centenares de miles allende sus fronteras. Domina propaganda, imagen y facundia, pero como estratega da pena.

Los medios constituyen la herramienta principal para dar eco a la cantidad de contrastes (criterios diferentes u opuestos) percibidos y que se transcriben como únicos fundamentos verosímiles. Sánchez alimenta como nunca su “agradecimiento” regándolos con subvenciones plurimillonarias. La oposición sigue en babia y si llegara al poder seguiría en actitud parecida aguachando a los mismos medios que hoy los vituperan; es decir, en sentido estricto apenas hay prensa, ni antes ni después, con “seducciones” específicamente diestras. Es un hándicap que el PP, castigado por ancestrales complejos, no sabe resolver. Hoy, cualquier grupo político —o asimilado— que desee competir en el amplio espectro del consumo, necesita el impulso mediático o su negocio fracasará estrepitosamente. Asegurar este punto supone sostener que la política no es un acto de servicio; constituye un suculento negocio. Sin ninguna animadversión, yo lo sostengo.

Al final, como necesario epílogo —quizás curiosidad malsana, o no tanto— queda conocer si mezclarse con la muchedumbre constituye una salida rentable, quimera o vana ilusión, de quien ve una realidad deformada por causa natural o elaborada con notorios efectos psicotrópicos. Llegados a este punto, conviene recordar la frase atribuida al Guerra torero (no a aquel político deslenguado y faltón) que dice: “lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible”. Previo al nacimiento peculiar, narcisista, de convivir con la gente, abandonar La Moncloa para recomponer una carente encarnadura humana y un crédito inédito, oía el rechazo vergonzoso, insultante, que causaba su persona ante cualquier colectivo oprimido, tal vez a las puertas de la miseria. Sánchez solo da la cara cuando selecciona el auditorio; por eso abandona este espectáculo vil, contraproducente para sus intereses electorales.

viernes, 2 de septiembre de 2022

EL GOBIERNO PREPARA LOS CUENTOS, DIGO… LAS CUENTAS

 

Sabemos que el ejecutivo de turno debiera aprobar los Presupuestos Generales a la finalización del año natural. Sin embargo, este plazo casi nunca se cumple por dificultades ministeriales y sobre todo políticas. Engarzar partidos tan dispares como independentistas de clase media con otros pertenecientes a la alta burguesía (catalana o vasca), junto a radicales de izquierda, constitucionalistas postizos, bilduetarras enemigos de la convivencia y comunistas totalitarios, no significa que se realice ningún milagro. La argamasa (metálica o de papel) suele representar un personaje de cada país que tiene moneda común. Si no fuera suficiente, nunca por baja recompensa, se complementa dando competencias que debieran ser exclusivas de un país organizado, donde trapicheos, antojos y atropellos a las leyes se erradicaran de forma ejemplar.  

El gobierno, o sea Sánchez, entre fuegos permanentes, subida irritante de luz, gas e IPC en general, está que arde. No hablo de la situación económica, aunque sea letal, porque “proviene de la guerra de Ucrania”. Nuestros gobernantes, ya se sabe, trabajan muy bien y para la gente. No como el PP que obstruye todos los probos esfuerzos de estos ministros tan perseverantes y eficaces. Lo que está ocurriendo en este país me parece trágico, pero al mismo tiempo caricaturesco. Dudo que pueda encontrarse, escrutando cualquier continente, otro con parecido proceder en términos relativos. Lo nuestro no tiene parangón; hemos superado el absurdo, aunque parte de la masa social no sea consciente de ello. Realmente aunar un gobierno anómalo con un pueblo asaz necio constituye una eventualidad tan desafortunada como estadísticamente improbable. Somos especiales.

Sánchez y su corte, según palabras propias, quieren retomar la calle para ver si pueden corregir las expectativas electorales que hoy les alejarían del chollo. Está claro que la primera medida tomada consiste en asaetar con insultos e insolencias a Feijóo que, dicho sea de paso, no me merece ninguna confianza. Entre las acostumbradas humaredas a que nos someten todos estos gilipuertas, adscritos al bipartidismo, destaco hoy desenterrar el pacto secreto Bolaños-Egea para repartirse el Tribunal Constitucional y el decreto ley de ahorro y eficiencia energética. Ambos, por cuestiones diferentes, apagaron la voracidad de las llamas en tierras alicantinas y valencianas incluyendo un tren con vocación apocalíptica. ¿Había en el “desentierro” alguna finalidad específica? ¡Qué va! Solo agua pasada y minucias incomprensibles, humillantes, con lectura endógena.

El sentido común me indica que estos Presupuestos, al igual que los anteriores, conformarán una serie de propagandas y falsedades a mayor gloria del inútil. Supongo que el lector mínimamente avezado sabe que crecimiento y recesión son antitéticos. Pues bien, la señora Montero considera que el año próximo tendremos un crecimiento del dos con ocho cuando lo incuestionable, según todas las previsiones, es que entremos en recesión. Si por desgracia se cumplieran las previsiones de la señora Montero, tendríamos un Estado riquísimo y una sociedad paupérrima. Es evidente que, con expansión económica, la inflación sería causa de desequilibrio porque los sueldos no aumentarían en la proporción del IPC, se abarrotarían las arcas públicas mientras la clase media quedaría muy debilitada, desasistida, en la miseria absoluta. Toda una paradoja.

Los socios del gobierno afrontarán diversos paripés según situaciones y conveniencias electorales, pero cuando llegue el momento se pondrán firmes a la voz del jefe. Con sumisión saldrán ganando siempre; todos, a excepción del PNV que tiene los días contados en el gobierno vasco porque, si se sigue así, pone en tela de juicio la credibilidad (para quienes aún les quede fe) sobre todo de Sánchez y de Bildu. Parecida contrariedad está considerando JxCat que siente las traiciones sibilinas y cercanas. Lo peor de todo es confiar demasiado en amigos políticos. Estos partidos, representantes de la burguesía, satisfarán sus peticiones hasta el momento del sacrificio. Asimismo, no podrán recibir auxilio del PP que ellos mismos se han encargado de hacerlo desaparecer en ambos territorios. ¡Qué triste es la soledad ganada a pulso!

“El gobierno cree que la guerra y la incertidumbre económica, lejos de alejarle de sus socios, facilitarán el acuerdo sobre las cuentas”. El ejecutivo, una vez más, se equivoca. A sus socios, la guerra y la incertidumbre, les importa un pepino: “por dinero baila el perro y por pan, si se lo dan”. Esta es la madre del cordero y de todos los pactos. Semejante caterva, aunque sean ineptos para los asuntos generales, sobre picaresca y zorrerías tienen un dominio pleno. Conocen perfectamente a sus socios y mejor sus debilidades. No obstante, conviene hacer creer al populacho que es la coyuntura internacional y no otra razón la que les lleva a aprobar unos presupuestos quiméricos. Desde luego, siguen pensando que somos lelos totales y eso, aparte insulto, es un error que han de pagar caro.

Hay una realidad que el saltimbanqui, ni ninguna de sus instituciones domesticadas o amansadas, puede ocultar. Datos incontestables muestran que “Sánchez ha disparado a máximos históricos el empobrecimiento de los españoles”. Existe una tabla con aumentos del PIB percápita en cada país del Mercado Común a lo largo de los cuatro años postreros. La oscilación va desde más de veinte mil euros de Dinamarca a casi quinientos de España, que ocupa el último lugar. El dato demuestra el empobrecimiento del ciudadano español pese a tanta cohetería disparada por gobierno y medios. Tan irrebatible cuestión preocupa a las altas esferas que preparan declaraciones “novedosas”: “Sin acojonar al personal no llegamos”, es la táctica propuesta por alguna mente lúcida del gabinete. A voz en grito, y al unísono, se menciona un invierno y futuro incierto, duro, desconocido hasta ahora.

Lo mismo que traicionó a militantes inocentes, engaña a apoyos y oposición a los que dejará tirados cuando no le sirvan. Tampoco se ha librado ni librará la Comisión Europea en cualquier documento que le presente porque este individuo ve la engañifa como técnica insuperable para escalar puestos demasiado altos para él, según méritos, si utilizara planteamientos dignos. Estoy convencido de que Europa hace la vista gorda o su necedad iguala a la del pueblo español cuando eligió sometido a engaños —acuérdense del insomnio que le producía Podemos antes de las elecciones— a un sujeto insignificante, lleno de tachas, para regir sus destinos. Se rumorea que quienes gobiernan el mundo exigen a los políticos de turno a que hagan de la pobreza virtud ciudadana. ¿Tiene que ver con viejas teorías revolucionarias partidarias de postergar las libertades?

Termino con la prueba del algodón que justificaría un grueso adjetivo descalificativo merecido al autor de: “Ayuso es una aliada de Putin”.