El gobierno
social-comunista (Sánchez-comunista), que nos gobierna de aquella manera, viene
mostrando discrepancias importantes que no ponen en cuestión la solidez del
compromiso. Digo compromiso cuando se impone una avenencia; es decir, un cúmulo
de intereses comunes sin desligue posible. ¿Va a dejar este necio inútil, cuya
vida laboral cabe en un papel de fumar, el inexplicable chollo alcanzado inesperadamente?
¿Acaso será Unidas Podemos, políticamente sigla desierta ubicada —de forma
natural— en el páramo social? Fuera del gobierno, ¿dónde estarían miles de adalides
sanchistas y podemitas? Probablemente en el paro. Solo el ministerio de
igualdad (a su frente Irene Montero, que ya es decir), tiene trescientos
veintisiete enchufados. Con una media de trescientos enchufes por cinco
ministerios que corresponden a Unidas Podemos habría un total de mil
quinientos.
El frente sanchista, con
diecisiete ministerios más la presidencia del gobierno (donde los asesores se
cuentan casi por millares), tiene cinco mil cuatrocientas personas, al menos, colocadas
con sueldos que jamás pensaron alcanzar. Este es el objetivo fundamental,
intrínseco, de aquella coalición gestada pese al insomnio que Iglesias producía
a Sánchez. No busquen otra cosa porque no hay nada tras aquellas frases del
tipo “gobierno social-progresista” pronunciadas al día siguiente de las
elecciones. Sin duda, el mayor postor por este gobierno es quien lo preside.
¿Quién le iba a decir a Antonio que tendría cuatro palacios, un Falcon y un
Puma a su entera disposición, además de centenares de sirvientes domésticos y
fuerzas de orden para su personal satisfacción? El coche oficial supone una
minucia de casi un millón de euros. Se atreve a decir, encima, que los del PP
cortejan al Ibex. Prueba amplia, inequívoca y recíproca, del disparate
nacional.
Falta, para completar el
triángulo, referirnos al sujeto paciente porque los anteriores eran receptores
de holganzas no solo injustificadas sino provocadoras. Que cualquier
trabajador-pensionista deje la mitad de su nómina para saciar la voracidad
política me parece propio de democracias enfermas y sociedades (si no serviles)
amaestradas, medievales. Los impuestos hay que pagarlos por dos razones de
peso: recibir una contraprestación material para el bienestar público o ser
motivo de redistribución de riqueza y auxilio a los más necesitados. Yo no
tengo claro que ninguna se cumpla escrupulosamente. Sí, que el derroche se haya
abierto paso de forma indiscriminada, incognoscible y sucia. Palabras,
demasiadas; obras, escasas.
Pacto quiere decir
concierto o tratado entre dos o más partes que declaran cumplir lo estipulado.
Cualquier gobierno de coalición se cimienta en un pacto expreso donde se especifican
todos los pormenores que conlleva de forma seria y rigurosa. Así debiera ser;
luego se impone una realidad diferente porque no hay principios, solo fines.
Vemos cómo el tiempo disuelve los deseos originales para convertirse en
acciones litigantes que no llegan a romper lazos porque su objeto verdadero es
conseguir dividendos fraudulentos. La escisión, nunca más allá de un ¡ay!, se
agudiza al final de legislatura porque cada sigla quiere deslindar personalidad
y propuestas cara a sus respectivas clientelas. Conviene, así se hace en el
orbe entero, ir conquistando votos con independencia de los desatinos mostrados
a lo largo de cuatro años. La memoria colectiva ofrece escasa repercusión y admite
frecuentes contradicciones que normalmente no tendrían cabida en ninguna
sociedad viva, pero es compatible con una democracia degradada.
Aliarse consiste en la
unión para un mismo fin de personas o entidades. El concepto admite cierta
ambigüedad respecto a la bondad o maldad del fin, objetivo central de tal
alianza. El pensamiento humanista se inclina por la probidad moral, pero en absoluto
puede inferirse considerando evidencia alguna ni cualidades previas. Desde un
punto de vista humano —es decir, intoxicado por limitaciones y estigmas propias
de dicha naturaleza— tenderíamos a vislumbrar perversiones anejas a su
concepción. Como el ejemplo (según dicen) vale por mil palabras, basta con
analizar esa falsa alianza entre un Sánchez voraz y Unidas Podemos que vio la
oportunidad de su vida para operar algo en el concierto nacional. Uno y otro se
mantienen unidos no por convicción de ser útiles al país, sino por temor a
perder el negocio inesperado, caído del cielo.
Complot es un vocablo que
no ofrece dudas. El primer concepto indica: “Conjuración o conspiración de
carácter político o social”. Dos: “Confabulación entre dos o más personas
contra otra u otras”. Tres: “Trama, intriga”. Parece que Sánchez, en su
quehacer gubernamental, sea modelo exclusivo (a la vez sibilino) de cualquier
significado expuesto. Ignoro si a estas alturas alguien puede negar, con
argumentos juiciosos, que el gobierno se gestó originariamente mediante una
conspiración política. Asimismo, se confabularon unos cuantos líderes contra
Rajoy para arrebatarle el poder. Omito si esa intriga fue merecida o
inmerecida, aunque sí bastarda y traicionera. Tras las elecciones de noviembre,
se produjo un complot contra la mayoría de españoles cuyo voto, de acuerdo con
declaraciones anteriores, estaba en las antípodas de lo que luego se realizó.
Sufrimos, por desgracia, gravosas
situaciones provenientes de infortunios cuyo arranque coincide con aquella
moción de censura que logró alterar una situación democrática previa. Las
mociones requieren, como parece legítimo, propuestas responsables que adelanten
planteamientos beneficiosos para el ciudadano. En aquella ocasión se conjuraron
el sanchismo real (no nonato), Podemos, independentistas y Bildu. Es decir, una
banda o caterva nada interesada en el bienestar del pueblo español. Nadie podrá
ocultar el auténtico objetivo: hacerse con el poder para utilizarlo en
beneficio propio cual tiranuelos de épocas pasadas siempre dispuestos a
resurgir con mayor hegemonía, si cabe. Ahora nos encontramos con una realidad
de dudosa legitimidad democrática pese a argumentaciones que sostienen tesis sui
géneris, poco clarificadoras, inclasificables.
Con todo, si es obsceno
el complot, no lo es menos la transfiguración (que no transformación) de
ciertos líderes que se creen dioses, superiores al resto de mortales. Aunque no
me extrañe, dada la capacidad intelectual de los mismos, ¡qué gran error! El
individuo, desde que abandona al simio, proclama dioses allende su yo
intelectivo. Luna, sol, becerro de oro, ídolos diversos, dioses varios y el
Dios cristiano. Cuando el sujeto se adscribe al ego dios, surge el imposible, lo
quimérico. Una vez deshumanizado, y no sacralizado, es pura materia que solo ocupa
un lugar en el espacio. Se convierte en cosa, aunque su soberbia lo aviste
revestido de grandeza. He aquí el pequeño amparo: no son conscientes del vacío individual.
¿Ejemplos?, pongan ustedes los que deseen de la amplia gama posible.
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