viernes, 29 de diciembre de 2017

ENTRE LA BROMA Y EL DECORO


Pecaría de superficial si no reconociera los titubeos surgidos hasta encontrar un título satisfactorio. El objetivo era claro: tratar, alejándome del drama, la coyuntura catalana. Considero sobrepasado plenamente el sainete tragicómico. Ni Muñoz Seca hubiera concebido contexto tan insólito. Es cierto que las apariencias llevaban a un epílogo sombrío, calamitoso, terrible. Día a día, se venía perfilando un sino con rostro de tragedia. Pero, ¡oh, ventura!, vino el simulacro; una falsa esperanza con freno bronco que activó el artículo ciento cincuenta y cinco. Debemos consignarle, asimismo, la primera broma (como tal) al parir Tabarnia -probable hija putativa- tras un corto periodo de gestación.

Alguien confesó: “Uso el sarcasmo porque el homicidio es ilegal”. Sin llegar a dicho exceso, procuraré interiorizar el mensaje ya que parece acertado, además de virtuoso. Aparte, me ahorraré un esfuerzo ingente dado mi natural cáustico. Decía que la aplicación mutilada, timorata, del artículo antes expuesto, permitió desnaturalizar (tal vez posponer) la tragedia. De repente, notamos una metamorfosis esencial consolidándose un marco agridulce, caricaturesco. Previo a él tuvimos que aguantar bastantes soponcios cuyo origen lo anunciaron diversos trapicheos protagonizados por el circense govern catalán y permitidos estoicamente por un calmoso ejecutivo nacional. 

Tengo frescas aún las jornadas previas al 1-O. Insinuaciones de entornos políticos y judiciales, evidenciaban una rebeldía irracional a fuer de infantil. Gobierno catalán, parlamento, amén de una policía autonómica de acomodo independentista, hicieron oídos sordos y promovieron el juego desleal del escondite. Rajoy dispuso sobre la mesa sus cartas: guardia civil y policía. La judicatura hermanaba doble papel: desafuero para unos mientras otros apreciaban en ella un argumentario sólido. Aquellos, cargados de falsas razones, ocupaban el extremo rocoso, fuerte, a la sombra del primo -poco exprimido- que se agigantaba al contraste de la figura melindrosa que recogía el guante. Porque aquello era un reto a la antigua usanza. Según vemos, el brazo fuerte se inclina paradójicamente del lado más débil, en teoría.

El físico danés Bohr, proclamaba: “Hay algunas cosas que son tan serias que solo puedes bromear con ellas”. Sin estar de acuerdo al cien por cien, reconozco que -como método- puede resultar balsámico. A veces, husmeando el rigor agrio de los acontecimientos debemos introducir una bufonada imprevista, sorprendente, que desarticule la acción sobrecogedora. Eventualidades muy espinosas, con probable final indeseado, hay que cortocircuitarlas mediante el escarnio. Ridiculizar al Tribunal Constitucional (hace tiempo desacreditado, por otra parte), tomar a chirigota cualquier reproche de un gobierno legítimo y democrático, amén de maniatar a los mossos, facilitaron el arranque de una broma inexcusable. El senado aprobó con algún equívoco grotesco, altanero, inoportuno (de la factoría PSOE), el artículo ciento cincuenta y cinco. 

Estoy convencido de que al gran público (reminiscencia del gran payaso) ya le hastía la farsa. Sin embargo, ha de convivir con ella. Una gran contradicción se enseñorea de la platea popular. Ve, atónito, rostros congestionados, casi lívidos, que provocan espasmos de espanto, quizás de risa. Luego, roto cualquier intento de intersección, aparece a galope tendido el caballo del hechizo. Aparecen de nuevo las convulsiones, pero ahora de mofa general. La provoca el PP -con su quiero mas no debo- dejándose inducir por el sí condicionado equivalente a un no obvio. Fruto defectuoso, amargo, es el cese de un gobierno huido y preso, a medias. Queda intacta toda infraestructura política, policial y mediática. Es la consecuencia del empalagoso enredo introducido por un PSOE que no anda ni para. Tabarnia es la broma urgente, necesaria, ineludible. 

A nadie debe extrañar que esta falta de decoro permitiendo calladamente la propaganda, obtusa a la vez que eficaz, dé los resultados electorales conocidos. La broma que gastó Rajoy a los españoles, sobre todo catalanes, deja el problema tan candente o más que antes. Para este viaje no se necesitaban alforjas. Ahora hay un prófugo -exiliado para fanáticos- que pretende, huérfano de toda decencia, su impunidad a través de una presidencia telemática, grosera. Pulveriza el límite del cinismo cuando exhibe un lazo amarillo peticionario. Jamás llegó tan lejos un impresentable ni a tan poco el seny catalán.

Colocados al preludio del año dos mil dieciocho, persisten los mismos nubarrones con que despedimos el dos mil diecisiete. Temo que más negros e intensos. La sociedad catalana, al compás de sus políticos, no aprende ni en propia cabeza. Vista esa dinámica empresarial generada por un independentismo extemporáneo, absurdo, pensaba -aunque todas las encuestas lo negaran- que se impondría el sentido común. Pero no. Cada bloque sigue firme dentro del trasvase. Algunos “linces” esperan marear la perdiz judicial insistiendo en declarar la república catalana como si tal objetivo difiriera u opusiera a la DUI. Buscan, con el mismo éxito que Diógenes, una impunidad a cualquier precio.

Llevamos años sorprendiéndonos (señal inequívoca de respuesta candorosa) de las patochadas aberrantes que expele el independentismo. Los máximos exponentes, salvado un Puigdemont indigno, se encuentran en las altas esferas de ERC. A Tardá, as del vituperio, le pisa los talones una juventud que aprende deprisa. Gabriel, de apellido atributivo, está dejando en paños menores a su maestro, con permiso de Marta Rovira que lo acosa inmisericorde. Si el bloque constitucionalista no da para mucho, el independentista quita todo. Unos ponen palos en las ruedas; al mismo tiempo, otros las pinchan. A PP y PSOE, a sus desencuentros, les han salido dos competidores expertos: JxCAT y ERC. Sobra hipocresía donde falta decoro e inteligencia. El decoro es un biombo que permite excusar nuestras carencias. La inteligencia percibe a Tabarnia como broma que pudiera esconder algo muy serio. El fuego vigoroso, extenso, empieza con una llama minúscula. Cuestión de enfoque.




miércoles, 27 de diciembre de 2017

ESTAMOS EN NAVIDAD


Los mortales nos distinguimos por la abundancia de pensamientos, de estilos, de actitudes; hasta por las diferentes formas de “dignificar” nuestras contradicciones. Facilitamos también el ocaso paulatino de arcaísmos que componen la sabiduría, el maná vivificador que, como todo, necesita renovarse. Efecto de esa actualización facultará a nuestra sociedad para encontrar diferentes caminos que le lleven a un futuro pleno de venturas. Siempre bajo la égida de la norma convertida en hábito.

Es el mecanismo regulador de una existencia que faculta al individuo transitarla con la desenvoltura de quien realiza un flash forward ya vivido. La destreza, en este caso, es un compendio de conocimientos, de actitudes, adquiridas a lo largo de la Historia. Experiencia similar a la engendrada en mil vidas, sin necesidad de soportar tal enmienda. Tenemos impreso, en las facultades que nos son propias (aunque en algún caso haya que conjeturarlo), ese sello característico, constituido -generación tras generación- por los ancestros.

La Navidad es una alegoría, un signo, una perspectiva, que repetimos cada año, desde diferentes posiciones y por distintos impulsos. De origen pagano, con reminiscencias totémicas, preconizaba el nacimiento del “sol invencible” al inicio del solsticio de invierno. En el siglo IV d C, se cristianizó celebrando el natalicio del “sol de justicia” (Cristo). Es, por tanto, una festividad tradicional con varias manifestaciones: pagana, cristiana y católica.

Asimismo, a lo largo del siglo XVI, como consecuencia de los enfrentamientos religiosos en toda Europa, no se celebró durante un periodo próximo a los cien años. Los anglicanos, puritanos y severos, consiguieron que Reino Unido la prohibiera casi el mismo intervalo. En EEUU, católicos y protestantes la comparten desde el siglo XVII. Llevamos doscientos años celebrándola con el perfil (ritual) moderno. Entenderla únicamente como fiesta religiosa, es un error; considerarla sólo fiesta pagana, comporta reiterados agravios a la costumbre, un acto de regresión civilizadora. En estos fervores, el individuo se convierte en prófugo de sus raíces.

Hoy, el relativismo imperante cambia conceptos y usos. Unos pensarán que estas transformaciones son propias del progreso. Olvidan a la ligera, ingenuamente, que toda dinámica presenta doble sentido y, por tanto, doble tasación. El análisis se inserta de lleno en el terreno de lo subjetivo; los argumentos se utilizan con la contundencia y el derrotero que convenga. Sin embargo, y a falta de terceras razones que hagan improbable la supremacía de unas sobre otras, siglos de herencia han perfilado plena conjunción entre la Navidad y el mundo occidental.

Hemos saciando ese hábito personalizado a fuerza de emociones que transmite el nacimiento: regocijo, altruismo, amistad, amor. Estoy seguro de que lo conseguimos envolviéndolas con un paisaje familiar, fraternalmente humano. Herodes modernos que no alcanzan a comprender la Natividad como una mezcla entre lo religioso y lo consuetudinario, quieren suprimirla. A tal propósito pretenden degollar al niño que todo ser llevamos dentro. Quizás deseen borrar del consciente colectivo -e impedir su solidez para el futuro- una parte esencial de nuestra infancia forjada en miles de diciembres y eneros, tan fríos y tan ardientes. 

¿Por qué estos desalmados pretenden borrar cuanto vestigio evoque la Navidad: belenes, villancicos y demás símbolos que son de todos? ¿Por qué les incomodan los ritos y liturgias que conectan al hombre con su pasado y lo hacen menos vulnerable? Acaso pretendan debilitarlo confundiéndolo, rompiéndole las ataduras que le llevan a esa especie de testimonio tenaz, incontestable: fe.  Una fe -ora divina, ya humana- cuya práctica le fortalece y le crea convicciones sólidas.

La Navidad, por suerte, no es la fiesta exclusiva de los católicos. Son fechas en que aprovechamos, cristianos y excluidos, para hacer un alto, retomar el tú y el vosotros; sentirnos con nuestros semejantes. En definitiva, mostrar capacidad de concordia, olvidada por avatares irreflexivos, y realizar (un año más) la firme proposición de acercarse al tronco familiar y aprovechar para tornarse mejor persona.

Salvo aquellos que tienen de humano solamente el título, los demás echamos en falta algo, cuando lo perdemos. Por esto, Freya Stark -exploradora y escritora inglesa- encontró la respuesta cuando dijo: “La Navidad no es un acontecimiento, sino una parte de su hogar que uno lleva siempre en su corazón”. Bien lo sabía ella, alejada con largura de los suyos.

Que cada cual lleve en su corazón el acontecimiento, el hogar, o ambos, que le dicte su conciencia.



          

viernes, 22 de diciembre de 2017

TEORÍA Y PRAXIS


Desde la Grecia clásica, teoría es un pensamiento especulativo referente al mundo, aspectos, estructura, y leyes. Praxis, por el contrario, indica actividad, ejecución, y se opone a inventiva. Sus orígenes deben buscarse en el marxismo, pero también en formas radical democráticas del pragmatismo americano. La primera es limpia, abstracta, e implica ejecutoria de laboratorio, sin contaminación posible y por tanto verdadera, irreprochable. La praxis, asimismo, contamina el conjunto potenciando una divergencia que las hace definitivamente incompatibles. Tanta contradicción llega a acumularse entre ellas que, tras el triunfo de la Revolución Rusa, alguien tuvo el arrojo de considerar primer antimarxista, si viviera, al propio Marx.

Con cierto desenfado se asegura que una buena teoría lleva a la praxis y viceversa. Desconozco qué ilación puede conducir a conclusiones extrañas, tan alejadas del sentido común. Ese discurso induciría a certificar, por ejemplo, que el ente es responsable único de aciertos o extravíos. Rousseau resaltaba la bondad natural del hombre culpando a la sociedad de sus mezquindades manifiestas. En este caso se infiltra un mecanismo nuevo cuyo quehacer corruptor parece patente. Importa su anotación porque presenta diferencias con aquel otro mucho más maligno, casi siniestro: el poder. Luego, esta sociedad y el poder conforman, delimitan, la praxis contaminadora. Decía Deleuze que una teoría debe ser operativa, o construir otras, porque solo ella constituye un aparato de combate.

Intelectuales (eruditos o no), lectores, profanos, decentes y pecadores, construyen sus propias teorías, su particular forma de enfocar la vida. Unos la sacrifican buscando pautas, principios que puedan servir a los demás, en un permanente acto de servicio. Los hay quienes, de forma menos generosa, algo prosaica, pretenden acomodar esfuerzos y réditos privativos. Ambos terminan realizando intentos vanos pues sus loables pretensiones, al final, son sometidas por cuantiosas limitaciones humanas. Tal vez, intelectuales y profanos -polos casi opuestos, pero necesarios en toda sociedad- estén sometidos al poder disolvente, represivo, que se justifica como expresaba Foucault “por la dominación del bien sobre el mal, del orden sobre el desorden”. Un alegato falso, engreído, de la opresión.

Efectivamente, desde los filósofos griegos a los actuales -cuyo ámbito de análisis se ha extendido al político-sociológico- se atisban rigurosos intentos pedagógicos. Da igual ideario o corriente; el conjunto destaca por facilitar al individuo herramientas que le lleven a conocer el mundo, su esencia, atributos y peculiaridades. Desean exponer respuestas sobre nosotros y nuestro medio. También idean transmitir alientos para paliar angustias, complejos, temores. Concluyen con los empeños, casi siempre baldíos, de guiarnos por senderos ideales para lograr una convivencia armónica, el mejor sistema político y estructuras económicas sostenibles.

Poco importa a que dominio filosófico o doctrinal demos asistencia, crédito. Cualquier teoría atrae por igual loas e iniciativas, salvo aquellas que fomenten, acarreen, dogmas y sectarismo. Si bien uno u otro (dogmas y sectarismo) constituyen inclinaciones personales, soberanas, existen intelectuales incapaces de superar traumas personales. Son escasos porque mentes abiertas, excelentes, creativas, suelen imponerse a emociones obtusas, dañinas. Da igual, digo, porque luego -al darles forma material, hacerlas tangibles- surgen todo tipo de tachas con raíz común: el deseo de poder. Nuestra experiencia empírica lo avala sin necesidad de verificación incontrastable.

Es evidente que cuando las ideas se convierten en praxis, en cuerpo de acción, se ven corrompidas por defectos humanos. Toda praxis es impulsada por dos supuestos: ambición y yerro. Podemos observar, sin temor a suscitar falsas conjeturas, que la codicia aprovecha principios orlados de ética social para detentar un poder espurio, en sus diferentes versiones. Cuando la teoría proviene del individuo que pretende orientar su vida sobre una praxis sencilla, sosegada, suele esperarle la desilusión a cada centímetro del recorrido. Confirma el error que se esconde tras la máxima pretexto, absolutoria: “El hombre propone y Dios dispone”.

Cada día vemos el escenario más iluminado, con mayor claridad. Conservadores, liberales, socialdemócratas, marxistas reconvertidos, separatistas, antisistema, todos pueden encontrar diversos recovecos teóricos que se avengan o acoplen a sus respectivos idearios. Aquí, en este aspecto, mantienen argumentos, premisas, distintos incluso opuestos. Al menos lo aparentan. Luego llega la praxis y -salvo los que asoman tics dictatoriales, tiránicos- elimina esas diferencias igualando proyectos, comportamientos. Por este motivo, ninguna sigla sustenta su campaña electoral con la confusa estrategia de airear programas. Discriminarlos sería un ejercicio apto solo para hermeneutas. Es más rentable apelar al bajo instinto que a la mente. Quien recurre a esta corre el riesgo de pasar inadvertido.

Lamentablemente, las elecciones catalanas confirman lo expuesto. ¿Cómo puede obtener de nuevo mayoría el bloque que lleva al abismo a Cataluña? Afirmo que la campaña electoral se ha basado en la praxis. Una praxis falaz, insólita, indigna; con demasiada frecuencia inmunda, apestosa. Por desgracia, España cada vez se aleja más de los principios, de los valores teóricos, de la teoría, para asirnos con desesperación, adictos, obsesos, a una praxis humillante, destructiva.

Feliz Navidad y que el año dos mil dieciocho traiga, aparte de salud y concordia, sentido común.


viernes, 15 de diciembre de 2017

LO QUE SE NOS AVECINA




Queda lejos de mi ánimo explorar los espacios infinitos -a veces grotescos- que enmarcan el futuro más o menos inmediato. Me conformo con exponer deliberaciones y probables consecuencias de lo que, entre todos, estamos forjando. Aunque inseparables, quiero dejar al margen personas y colectivos (protagonistas sin duda) para centrarme en políticos y partidos, motores impíos de tanta pantomima. Ellos sí deben ser blanco fundamental de nuestros reproches, no para satisfacer el justo desquite social sino a resultas de cierta exigencia democrática. Concibo, a la vez, que algunos aventadores populistas, enemigos acérrimos de las libertades, pretendan compensar su desenmascaramiento atribuyendo, a diestro y siniestro, etiquetas al margen.

Lejos de protegerme con prendas impermeables, he vivido lo suficiente para generar una piel insensible, repelente, ante cualquier censura infundada. A resguardo, manifiesto -sin reservas, al desnudo- mis convicciones respecto a la coyuntura electoral próxima. Alguien quiso, de primeras, deslucir tan irregular convocatoria sembrando el campo con la semilla dañada del artículo ciento cincuenta y cinco. Deduzco que pretendía ilegitimar una y otro apoyando dicho sofisma en la legitimidad de un gobierno jurídicamente ilegalizado. No obstante, quienes declaraban ilegítima esta convocatoria electoral, participan de ella. Por supuesto, si el resultado les fuera favorable, loarían con parecido ardor su legitimidad democrática y representativa. Vana coherencia.

El escenario previo a la campaña hubiera podido tildarse de insólito, avanzando formas y desarrollo oficial calamitosos. Candidatos huidos, medio libres y encarcelados, otorgan un carácter pintoresco a cualquier consulta electoral. Mítines video conferenciados, patrañas infumables, farsas y agresiones son caldo de cultivo diario. Además, la estructura político-mediática -prácticamente intacta- tampoco ayuda mucho a la pureza exigible. Todavía hay algunos (adjetiven ustedes a su gusto) que amenazan con realizar un seguimiento especial del recuento ante el temor, según ellos, de pucherazo. Son los mismos que alaban, y no paran, el extraordinario ejemplo democrático dado el 1-O, certificado por televisión. Luego se extrañan del desapego; ridículo con tanto granuja lenguaraz, aun insolente.

Cierto que la campaña huele infinitamente peor que los amplios preliminares. Percibo un PP nada persuasivo porque su natural empeño es atesorar embustes y corrupciones sin suscribir ningún propósito de enmienda. Lo del PSOE, además de parecidos vicios, roza el esperpento. Un día no pactará con independentistas para, a renglón seguido, prometer el indulto a políticos soberanistas, si termina Iceta siendo presidente del gobierno catalán. ¿Es esto serio? ¿Expresa un desiderátum de campaña o algo meditado, comprometido? ¿Merece, acaso, liderar con estas propuestas un partido que puede alcanzar el gobierno? Desde mi punto de vista, no. Por último, considero a Ciudadanos, ese que según la propaganda se ubica a la derecha del PP, el único capaz de dar batalla real al soberanismo enfermo, suicida, más que radical. De todas formas, debe dar algún paso que otro al frente. Quizás esfuerzo lingüístico y solidaridad económica.

Podemos, la señora Colau, evalúa romper aquella difusa, vieja, equidistancia -que favorecía a Pablo Iglesias- pasando armas y bagajes al campo independentista. Así lo muestran palabras, gestos y actos, salvo astutos regates. Ella sabe en qué campo debe jugar su baza política. Cuando Iglesias le estorbe lo enviará “a escardar cebollinos” como mandan las buenas, flemáticas, costumbres. El señor Doménech, defensor sin matices de la escuela catalana, debe saber que ciertas sugerencias y utilización a/de alumnos, dista muy mucho de las bondades que le atribuye (con escasa mesura) a dicha escuela. Sé de qué hablo. Claro, yo fui docente y no político.  

El independentismo selecto, sagaz, auténtico, avalado por extenso pedigrí, viene de la mano de ERC y CUP. CiU, PDCAT, JxCAT, uno y trino, se ha convertido (tal vez lo han convertido) en representante de una burguesía aburrida o atormentada; independentista, a ratos. Encamados todos meses atrás, el yugo salta hecho añicos no precisamente por diferencias tácticas, ideológicas. Todo se reduce a novedosas ansias de poder, trastocado al decir de las encuestas. La burguesía revolucionaria, esa paradoja inexplicable, debe conquistar un poder apenas abandonado. Surge, pese a todo, la disputa abonada por el empate técnico, según los oráculos duchos en sociometría. ERC y JxCAT disputan el feudo al tiempo que surgen enconos difíciles de salvar. Puigdemont-Marta Rovira, un dúo enfermizo, infeccioso, inocularán el virus al ciudadano catalán -ya bastante mermado- originando una comunidad febril, maltrecha.

Dentro de los inmensos nubarrones que predicen unos resultados inciertos, surgen dos viejos remedios: independencia o volver al ciento cincuenta y cinco. Preveo como mal menor la independencia. Veamos. Nadie en su sano juicio vaticina posible reeditar dicho artículo. Ofrecer salidas económico-financieras especiales, exclusivas, además de injusto significaría la absorción del PP por Ciudadanos, al igual que hizo en el pasado AP con UCD. Resta permitir la independencia. Si Europa acepta el reto -que lo aceptaría ante el peligro de ruptura- veríamos una independencia de ida y vuelta. En meses, cabizbajos, desearían volver al statu quo renunciado. Conflicto resuelto por larga temporada. La globalización pone en bandeja este definitivo desenlace.

No nos engañemos. Ni Arrimadas ni Iceta pueden logar la presidencia porque ambos, además de tener múltiples suspicacias personales, son cautivos de sus referentes a nivel nacional. PP, PSOE y Ciudadanos se juegan un envite de mayor trascendencia: las generales. Colau, líder autonómica sin otra salida, juega solo en campo catalán y su estrategia pasa por un equilibrio aparente. Sin duda, los votos que acumule, irán a parar por necesidades metodológicas al soberanismo, igual que la CUP.

Pese a mis esfuerzos, sigo sin explicarme qué papel desempeña un PSC denso, nebuloso, perdido. Si se inclina por apoyar o simular apego al soberanismo, Sánchez jamás será presidente de España, aunque -en cualquier caso- tenga escasas probabilidades de ello. Sin embargo, este marco sería otro asunto. Creo que los partidos constitucionalistas saben que se ha abierto una brecha insuperable, frentista, divergente, entre Cataluña independentista y resto de España. A poco razonar, brota imperiosa una sola conclusión: Lo que se nos avecina.


viernes, 8 de diciembre de 2017

AMORES Y DESAMORES


Sería ingenuo por mi parte el solo intento de conceptuar vocablos tan conocidos y practicados. Los tiempos que vivimos nos permiten explorar ambos, brillando por poco en cuantía el segundo. Aunque los datos son confusos, nadie niega ya que el número de separaciones supera al de enlaces. Cabe suponer que el desamor ahora sea comparable al de decenios atrás. Simplemente, los desafectos pretéritos quedaban sometidos a pautas sociales, hoy superadas, o a la seguridad económica de esposa e hijos. El presente viabiliza desencuentros bajo el amparo de una independencia monetaria junto a cambios sustantivos de prejuicios familiares y sociales. Como en todo litigio, cualquier decisión presenta parecidas fuerzas defensoras y detractoras; aunque aquellas, por lo general, son mucho más combativas.  

Fuera de rodeos, quiero llevar el epígrafe al embrollo político-social. Es bien conocida la extrema sensibilidad perceptiva por cuanto hace referencia a tan compleja materia. Existe demasiado subjetivismo, son legión los dogmáticos maniqueos que juzgan de manera mutilada, unilateral. Los afectos y desafectos presentan un perfil regulado, único; de ida o de vuelta, unidireccional. Lo tienen muy claro. Para ellos no valen réditos, aun reciprocidades. Aman u odian con fiereza, pero sin demandas aparentes. Se contentan, pobres, recibiendo cualquier loa, alguna palabra glacial, distante. Constituyen un anacronismo torpe que los expertos sociales consideran, con seguridad, al cerrar sus prospecciones de futuro. El ejemplo más reciente ocurrió en noviembre de dos mil dieciséis cuando el electorado harto, lleno de cólera, dio la espalda a un incompetente, desarbolado, Zapatero. Así, de forma cismática, concluyó el divorcio político más sonado, hasta la fecha.

Me cuesta proseguir sin hacerme eco no de un desamor -que sí- sino de una indignidad incomprensible. Puigdemont, delincuente cada día menos presunto, se ha convertido en tonto útil. A costa de ser prófugo sin alternativa, los jueces belgas pusieron en cuarentena nuestras instituciones penitenciarias. Al mismo tiempo, mostraron desconfianza de la independencia judicial española. Salvo rapto de envidia incontrolada, venganza añeja o glosa de una defensa aborigen, ignoro qué apreciaron en el reo catalán para destapar el tarro de las inconveniencias comunitarias. Nadie en su sano juicio entiende tanta acometida para inquirir la encarnadura democrática de España. Quizás no les viniera mal hacerse una rigurosa introspección sobre tal premisa porque “no es oro todo lo que reluce”. La UE evidencia que requiere un largo y sinuoso camino para construir el auténtico espacio supranacional toda vez que sus instituciones, al completo, han enmudecido ante tamaña ofensa e incoherencia.

Libre cada uno de opinar según su raciocinio, tal vez dogma, considero la decisión del juez Llarena un acierto doble. Evita la exoneración de presuntos graves delitos y tácitamente censura al poder judicial belga. Nuestro gobierno, concluido el penoso trámite, debiera bramar contra las autoridades comunitarias por su silencio, roto a veces con la boca pequeña. ¿Formamos parte de una Institución supranacional estricta? ¿Acaso sea la UE un selvático asiento económico con escasa capacidad política? ¿Tal vez totalice un heterogéneo charco de ranas, ayuno de proyecto y objetivos, donde cada país “hace de su capa un sayo”? Por lo visto, puede considerarse cualquier cosa menos una Comunidad organizada, rigurosa, sólida.

Lo expuesto no nos redime de culpa. Algunos hipócritas sobrados de cinismo, a lo peor enfermos, siembran de forma irresponsable mensajes devastadores. Pese a divulgar reseñas pueriles, fantásticas, absurdas, calan en mentes -incluso foráneas- socavando una imagen que ha costado gran esfuerzo conseguir. Desvaríos tales que “presos políticos” y “gobierno dictatorial” ridiculizan realidades propias del tercer mundo. No vale todo para conseguir frutos, en ocasiones, espurios. Una sociedad culta, madura, les haría pagar tanta inmundicia, tanto odio y desprecio a la convivencia. Cuidado con los excesos y las respuestas indolentes.

Cierto que corren tiempos de incertidumbre, de contaminación lingüística, de amenazas virtuales o no tanto. Cierto que tenemos un gobierno melindroso, si no cobarde. Sin embargo, el conflicto real surge debido a la existencia de una sociedad desvencijada, rota. El marco político-social se parece muy mucho al que Jacinto Benavente quiso plasmar en su obra “Vidas cruzadas”. Todo se reduce a un juego infernal de amores y desamores que esconden un epílogo inquietante, terrible. Hemos llegado a un punto de difícil retorno. Por este motivo, hace algún tiempo manifesté mi opinión. El gobierno, España, debería permitir la independencia de Cataluña dándole un plazo determinado para adherirse de nuevo sin condiciones. Hijo pródigo o a vivir su suerte, dentro (en igualdad de derechos y deberes) o fuera. La Unión Europea tendría que hacer el resto en defensa propia. Sin más.

Podemos y PSC no deben penitenciar los pecados de PSOE y PP por sus amores extra-matrimoniales con Cataluña. Tampoco recibir aclamaciones ni trofeos. Descubro en ellos amistades peligrosas, más o menos declaradas, con el soberanismo intransigente. Podemos, además, impulsado por una estrategia errante, beoda, ha llevado su afecto a extremos insólitos recurriendo al Tribunal Constitucional el artículo ciento cincuenta y cinco. Ignoran las consecuencias electorales futuras buscando lo inmediato. Una foto ahora vale centenares de votos probables. Invocan el tópico: “Es preferible que hablen de uno, aunque sea mal”. Escaso bagaje. 

Mientras suceden acontecimientos extraños, extraordinarios, abracadabrantes, giramos en una noria cansina, estéril. Desde mi punto de vista, el horizonte se muestra beligerante, nada esperanzador. Políticos y sociedad siguen reiterativos, tercos, cometiendo errores pese a ciertas señales de que estamos dilapidando las últimas oportunidades. No me sorprende porque somos un pueblo de amores y desamores instintivos, desordenados, efímeros; a la postre, caóticos.

viernes, 1 de diciembre de 2017

MEDITACIONES POLÍTICO-SOCIALES


Créanme si les digo que niego saber dónde hincar el diente, de qué tema escribir. Parecerá un dilema estúpido e inconcebible pero aseguro su verdad. Ustedes reaccionarán extrañados ante el cúmulo de acontecimientos que abruman al individuo. Pensiones, extravíos del presidente catalán cesado y huido, excesos verbales de diferentes prebostes, propuesta de Iceta sobre una Hacienda vinculada, excarcelación de presuntos rebeldes, caja B del PP, cupo vasco, etc. merecen análisis y comentarios. Nadie puede negarles enjundia, consistencia, para ser tratados con precisión, para ocupar algún tiempo en el inusual examen ciudadano.

Cierto, pero lo mismo que la nada material puede considerarse un todo invisible, incorpóreo, el todo materia impide de hecho una clara preferencia, agobia el intelecto, acercando nuestra mente -con matices- a la nula percepción. Focalizamos un aspecto o nos perdemos. Defecto y exceso constituyen similar laberinto cuya salida dista de aprovisionar trayectorias lógicas. Carezco de llave prodigiosa ni tengo especial desarrollo del famoso sexto sentido. Al igual que otros, me aventuro sin saber a ciencia cierta qué grado de observancia, de rendimiento, me deparará el resultado. Ante diversos caminos, retos o disyuntivas, uno debe tomar decisiones sin aval cuando apunta la vacilación inmovilista. Debemos anteponer el error didáctico a cualquier estatismo devastador. Solo así estaremos en condiciones de protagonizar nuestro propio devenir.

Dejaré para otro momento cuestiones que han ocupado, ocupan y ocuparán la actualidad durante meses. Me tienta, sin que sirva de precedente, realizar lucubraciones tan atemporales como las reseñas destacadas hoy y que sufrirán alguna enmienda meticulosa de inmediato. Nos espera el incansable, aburrido, repetir noticias fosilizadas. A este paso, los políticos trocarán lo que desde la Grecia clásica llamaban arte (“La política es el arte de lo posible”) en una filigrana caliza. Ansían llenar los ángulos del escenario olvidando que ahora carecen de altura porque enajenaron la peana. Perdida la ocasión, el sentido común, se convierten en pura ausencia, un mecanismo vacuo y caricaturesco a fuer de grave. Si acaso, recuerdo amargo, lacerante, dentro de esta sociedad paciente, cándida, bondadosa; tal vez un poco necia.

Preventivo significa acto que evita males o peligros posteriores. Por este motivo jamás entenderé frases del estilo “guerra preventiva” o “prisión preventiva”. Ninguna de ellas tiene cabal acogida semántica. Nunca pueden conjurarse guerra o prisión desarrollando “preventivamente” ambas. Los “Jordis” o el gobierno catalán que se hizo presente, están en prisión preliminar; es decir, a la espera de sentencia definitiva. Cuando un juez ve causa suficiente para encarcelar a delincuentes los encarcela. Si tiene dudas, hay medidas alternativas menos rigurosas. Encarcelarlos y luego liberarlos es un acto de prevaricación antes o después; desde luego, formaliza una muestra inequívoca de quebranto judicial o legislativo. Las coyunturas políticas, si condicionan cualquier resolución jurídica, forman parte vertebral de la corrupción del sistema.

Vicepresidente y consejeros del gobierno catalán, o no debieron ser encarcelados o no deben excarcelarse salvo error en la providencia que afectaría a la juez. No soy yo quien deba corregir el código penal para evitar fugas, destrucción de pruebas, aun reincidir en el acto delictivo, sin necesidad de cárcel para el “presunto”. Esta figura procedimental, las más de veces, colisiona con la realidad objetiva. Tanto eufemismo formal, cuyo complemento es una lentitud exasperante, lleva a opinar mayoritariamente que la ley favorece al delincuente. Y no falta razón. ¿Quién no conoce el dicho popular de aquellos políticos que iban a inaugurar un centro escolar y una penitenciaría? Son verdades revestidas de sarcasmo para hacerlas digeribles.

Un adagio enseña que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Dos y mil. No hay reflexión personal ni diálogo con amigos o conocidos que soslaye la coyuntura presente. Sueldos míseros, deterioro del bienestar, arbitrariedad, etc. matrimonian escrupulosamente con argucias continuas, “apaños financieros”, cinismo, demagogia y repudio al ciudadano. El pueblo, no obstante, erre que erre; tropieza que te tropieza en la misma piedra. Incluso hay quienes se parten el pecho (es un decir) por los suyos, recibiendo a cambio -sin ápice de reciprocidad- insultos, desprecios, que su dogmatismo les impide apreciar.

El nacionalismo (ese absceso insolidario, putrefacto, hediondo) finge ser problema político, pero es zozobra solo económica. Observen con qué pertinacia defiende cualquier sigla conversaciones, pactos, para solventar el pleito catalán. Sin expresarlo, esos diálogos y acuerdos concluyen necesariamente en satisfacciones monetarias. Algunos ya sugieren, incluso, condonar parte de la deuda con argumentos peregrinos. ¿Y Andalucía, Extremadura, Castilla la Mancha, Valencia, Murcia, amén del resto? ¿Necesitan también recaudadores nacionalistas? ¿Por qué han de destacar unas comunidades sobre otras? ¿A costa de qué? La guerra de enseñas no significa resurgimiento del fascismo, como se quiere glosar, sino hartazgo y respuesta crítica a largos períodos de silencios restrictivos. Toda prepotencia engendra fuerzas compensadoras. El IVA, que se recauda en toda España, forma parte inherente de la discrepancia fiscal a la hora de exigir más financiación. He aquí el porqué del boicot a productos catalanes.

Demasiadas veces vengo preguntándome si fue antes el huevo o la gallina, si tenemos políticos (añadan ustedes el epíteto adecuado) que forjan esta sociedad tan amorfa o somos nosotros quienes parimos la casta inútil, trincona, que nos martiriza. ¿Será el tributo ineludible de la democracia? Porque no cabe generación espontánea en ningún caso. Pese a mis extenuantes esfuerzos sigo sin encontrar la clave del enigma. Reflexiono y me parece convencional lo que modela mi mente. Si me circunscribo a los políticos, voluntad y afectos quedan infectados por inclinaciones furiosas. Si lo hago en la sociedad, todo mi ser queda invadido por sentimientos generosos, tolerantes, comprensivos, a la vez que infecundos, inoportunos, injustos. Ignorantes o siervos, cargamos la semilla de nuestras propias adversidades.