Ignoro si es bueno, regular o malo, pero mi capacidad de
asombro -pese a los años que pasan y pesan en la experiencia individual- aún
está ilesa; es decir, intacta. Desde hace tiempo soy testigo, gozoso a veces
insatisfecho otras, de coyunturas extraordinarias, casi quiméricas, absurdas,
que dejan al personal confundido, turulato. Para nada sirve “estar curado de
espanto” porque el grado de maquinación acuña tal refinamiento que hace improbable
refutarla ni con las acciones o razonamientos más versados. La impostura viene
envuelta en una pátina indeleble y de ahí su fortaleza, su inexpugnabilidad aparente
desde todos los puntos de vista. Añadamos al menú desaliento e indiferencia social
y obtendremos la tormenta perfecta.
Desconozco, asimismo, si los medios alimentan a los políticos
o son estos quienes nutren las parrillas audiovisuales. Aun admitiendo que
existan, las fronteras son tan difuminadas que es imposible determinar en qué
regiones se ubican unos y otros. A menudo aparecen protagonizando un papel impropio,
cuyo contenido corresponde al otro individuo del par. Ahora, desparecida,
agostada, mayoritariamente la clase política (¡y qué clase!), los medios -también
en rebajas- toman el relevo y nos idiotizan rodando sin parar noticias viejas,
requeteoídas, que constituyen el museo del fósil informativo. A falta de pan
buenas son tortas, deben pensar quienes sustituyen las diarias veleidades
políticas por reseñas poco o nada acordes con la lucha de siglas.
Cualquier cadena -pasada la estela de Díaz Ayuso- abre los
telediarios con los migrantes del Open Arms y el buque Audaz que se dirige a
Cádiz con quince de ellos, la muerte del piloto en La Manga y el encallamiento
del Turia (cazaminas que debía recoger los restos del avión siniestrado), la
infección por listeria e hipertricosis (minoxidil, crecepelo dado a bebés por
error en vez de omeprazol) y que provoca aparición exagerada de bello en niños.
Agosto se completa informativamente con estas noticias. La gota fría, sus
destrozos y secuelas, duraron horas. Pareciera que responsables mediáticos o
gubernamentales quisieran acortar una realidad penosa para alargar otra de
alcance menor, sin sugerir qué razones llevan al encomio o la mancilla en sus
juicios absolutos.
Metamorfosis, en su acepción segunda, significa “mudanza
que hace alguien o algo de un estado a otro”. Desbarrar, también en su acepción dos indica “discurrir fuera de
razón”. Trueque, de acuerdo con su
acepción primera, significa “cambio de una cosa por otra”. Mutación, en tercera opción,
significa “alteración en la secuencia del ADN de un organismo”. Los cuatro
vocablos tienen semejanzas semánticas, aunque los separan matices que van desde
la normalidad ética a la excentricidad funcional pasando por el laberinto
lingüístico-genético. Desde luego, vistas las usanzas estivales donde la crónica
anodina configura un escenario rutinario, este verano -me temo- se han batido
todos los récords. Sin embargo, acepto el hecho indiscutible de que memoria y
fugacidad suelen ir aparejadas desarticulando análisis y certidumbre.
El primero, y tal vez más prolongado, conllevó semanas de obstinación
mediática con perverso refuerzo en según qué cadenas. Los migrantes -al decir
de voces bien informadas, a lo peor con intereses precisos- supusieron una
metamorfosis tomando como marco referencial la actitud del gobierno con el
Aquarius en junio de dos mil dieciocho. Pese a ímprobos esfuerzos efectuados
por una Carmen Calvo desatada, meritoria, nadie supo a ciencia cierta los
motivos que llevaron a Sánchez a prolongar innecesariamente el suplicio para
luego pasarse tres pueblos mandando al Audaz, buque militar, con la orden de
recoger finalmente quince migrantes. Podríamos decir sin temor a exagerar que
su metamorfosis fue de “ida y vuelta”. Pudo determinarla un apacible despertar
en las Marismillas. ¡Vaya sujeto!
La alerta sanitaria provocada por listeria (llevamos un mes y
lo que te rondaré morena), pone al descubierto el vacío interés a la hora de
conjugar esfuerzos; por tanto, de remar juntos. En su lugar, quien se cree
libre de responsabilidad carga tintas contra los adversarios al objeto de
ganarle, usurparle, dos votos. Incluso los hay que esconden sus presumibles
negligencias acusando a otras instituciones de ser ellas entes infractores
según el organigrama gubernativo. Ocurre con la Junta de Andalucía y el
Ayuntamiento de Sevilla, o sea PP y PSOE. Este le achaca a la Junta tardanza,
insensibilidad e ineptitud, si no presunto delito penal. El consejero de
sanidad andaluz manifiesta estar limpio, inmaculado, mientras -esgrimiendo
total competencia del ayuntamiento- voces poco anónimas denuncian una
inexistente inspección municipal. Ejemplo claro de desbarre.
Emerge, por desgracia, un asunto que frustra a los políticos
la obtención de cualquier rédito: el minoxidil. Este error farmacológico, al
realizar una fórmula mágica para evitar el reflujo gástrico infantil, impide
toda manipulación mediática al carecer de cimientos sólidos para culpabilizar a
nadie que no sea el propio laboratorio. Advierto, en este caso, cierta disonancia
entre política y medios. No descubro secreto alguno si manifiesto el apoyo
recíproco entre una y otros con el empeño de lucrarse ambos, bien logrando significativos
dividendos electorales bien aumentando la cuota de pantalla. Desconozco qué
estrategia planean los medios, pero de momento solo informan de cómo evoluciona
la hipertricosis (nacimiento de pelo en los niños al confundir omeprazol por
minoxidil, un crecepelo). Evidentemente aquí el trueque aparece firme.
Acostumbro a ver los debates en Tele Cinco y Sexta. La
comparecencia en las Cortes de la señora Calvo esta semana no ha merecido ni
una corta referencia, probablemente porque todas las siglas sin excepción
-oliéndose el adelanto electoral- se hayan confabulado para vapulear al PSOE. Deduzco
que, situados ya ante nuevas elecciones, los medios sumisos al poder hayan
querido congraciarse con el PSOE ocultando al máximo el espectáculo bochornoso
vivido hace dos días. Intuyo que los gurús presidenciales, capaces del triple salto
mortal sin red, aprovechen la soledad de Carmen Calvo para invertir el fracaso,
sacando a relucir un oportuno victimismo mientras cimientan en esta soledad la
convocatoria de nuevas elecciones. Conocemos las extrañas artes de este indocumentado
para salir indemne cuando la coyuntura parece asfixiarlo. ¿Azar o corazonada?
Quizás sea mutación ladina.