viernes, 25 de diciembre de 2015

A MAL TESTIGO PEOR JUEZ, ME TEMO


Hagamos, en esta ocasión, un paralelismo entre aquellos elementos que constituyen el proceso jurídico y el fundamento democrático. Observaremos que cierto maridaje une testigos y votantes; abogados y medios audiovisuales; jueces y líderes políticos; órganos judiciales y entidades financieras, asimismo grandes empresas. Si, además, realizamos la antítesis e inversión del célebre drama del romántico José Zorrilla “A buen juez mejor testigo”, convergeremos con el prosaico epígrafe que encabeza este artículo.

Llevamos una semana desde que la ciudadanía hablara. Lo hizo con palabras confusas, ininteligibles. Fue un pésimo testigo, pues su declaración ha resultado enmarañada, insensata, quizás absurda. España es un país abarrotado de estúpidos. Carlo María Cipolla, en su obra “Allegro ma non troppo” articuló las leyes de la estupidez humana. La segunda delata que una persona puede ser estúpida independientemente de cualquier otra característica. Define, en la tercera, al estúpido como persona que causa daño a otra o grupo sin obtener un provecho para sí e incluso obteniendo un perjuicio. Más claro agua.

A la sazón, el PP pierde de una tacada sesenta y tres diputados tras el aguinaldo de Zapatero. Tal circunstancia despierta un desatado y cínico optimismo al PSOE que, en dos carambolas, pierde setenta y nueve. Izquierda Unida logra dos míseros representantes. Sin embargo, este es quien menos ha merecido el castigo. Aparecen por el horizonte dos culpables: Ciudadanos y Podemos. Aquel democrático, sobrio, con visión de Estado. Este -junto a una camada de movimientos folklóricos, antisistema, sin pies ni cabeza- de dudosa filiación democrática (por no decir nula) pretende llevarnos a una versión fresca del más puro estalinismo. Es decir, a los arranques del siglo XX. Sesenta y nueve diputados constatan la tercera ley de Cipolla sobre la estupidez. Hasta yo, que conozco el paño tras cuarenta años de docencia, he quedado profundamente sorprendido. Jamás pensé que alcanzaríamos tales cotas de indigencia intelectual e histórica.

Rajoy, ahora, tiene prisa -es un decir- por parchear su descalabro. Me pregunto cómo una presunta buena cabeza, amén de hipotéticos peritos en dinamismos sociales, interpretaron tan mal los reiterados avisos que recibieron en las europeas, andaluzas, autonómicas y municipales. Hago un aparte con las catalanas. Donde escasean los estúpidos abundan los lerdos. Podría ser mi primera ley sobre la incongruencia humana. Rajoy, digo, merecerá ese triste honor de abandonar el gobierno tras una única legislatura. Puede que en plena similitud con Zapatero, una vez más, deje el partido roto para unos cuantos años. Su obra demoledora termina, así se observa, con grave riesgo para una España bastante herida. Tanto demérito debería obligarle a presentar su dimisión irrevocable.

Pedro Sánchez es el ejemplo máximo de ambición personal. Ser presidente del gobierno puede llevarle a destrozar al PSOE y a hundir España en la indigencia económica y la tiranía ideológica. Después de aquella fatídica “no pactaré con PP ni Bildu” quedó ilegitimado para ser Secretario General del PSOE y candidato a presidente del gobierno. Ya lo dijo Einstein: “Hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Nadie le forzó a dejar su puesto a alguien que mostrara más mesura y hoy pagan estos silencios ominosos. Tanto despropósito puede pasarle una abultada factura al partido centenario. Algunos barones y veteranos marcan a Sánchez estrechamente para amainar sus ansias de poder a toda costa.

Albert Rivera es el político acreedor; la sociedad pagará caro su displicencia. Aun no comprendo por qué al político justamente más valorado, se le da la espalda con tanta tibieza. Aparte otras cualidades, ese plante social es parecido a aquel que le indujo a Suárez decir: “Los españoles me quieren pero no me votan”. Con esa ceguera proverbial han dejado inoperante la moderación, la armonía, la coherencia y la visión de Estado. Pobres estúpidos.

Garzón, Alberto, en el ámbito personal y UPyD en el partidario, serán la pócima amarga que financieros y empresarios tomarán por un tiempo. Dejarles caer lleva a la conclusión de que sus éxitos se deben a sinecuras públicas y no a la gestión inteligente de los respectivos consejos administrativos. Aquí se hace preciso invocar la segunda ley de Cipolla.

Los medios, esos leguleyos que conforman las mentes de quien luego testifica en forma de voto, tienen mucha culpa de este escenario inquietante. Saben, cómo no, de su ascendiente a la hora de formar conciencias. Ese maniqueísmo infecto de unos y otros, alimenta el enfrentamiento social. El voto, así, surge de la víscera en lugar del intelecto. Caemos insensible e involuntariamente en esa estupidez que algunos potencian en aras de destruir la convivencia, el esfuerzo y la Historia.

El pueblo lo ha hecho torpemente, pero los políticos son incapaces de remediar su error.

 

viernes, 18 de diciembre de 2015

EL LUNES LES COMPETE A ELLOS


Gentes versadas y diversas han dicho a lo largo de la Historia que cada pueblo tiene los políticos merecidos. Calcada afirmación, plena de lógica y verdad, en España se supera. Los ciudadanos aquí alcanzan el grado de ermitaños si contrastamos rigurosamente vicios de unos y de otros. El próximo domingo habrá abstencionistas, individuos que se tapen la nariz, contrahechos -hasta malignos retraídos- aportando su voto más o menos reflexivo y fecundo. Asistiremos a una jornada tranquila, ilusionante, donde cada cual actuará según le dicte ese escaso juicio del que solemos hacer gala en tales momentos. Pero votaremos, o no, alejados de intereses bastardos, dañinos. Somos ese joven inocente que procede sin saber por qué; sojuzgamos, a veces, una rebeldía natural haciendo esfuerzos para satisfacer incautamente a quien marca el camino. Jamás intuimos, al igual que él, si otra forma de manejarnos daría mejores réditos.

El pasado debate entre Rajoy y Sánchez, resultó confuso, incomprensible, hosco. Solo pudimos sacar una conclusión: la imposibilidad de que ambos, en armónica conjunción, luchen por conseguir mayores cotas de bienestar social. En otras palabras, los ciudadanos les importamos un comino; priorizan sus apetitos. Formas vulgares, miserables, se disfrazaron de lisura; una licencia que propicia el ardor del debate, podría pensarse. La realidad difiere mucho del supuesto. Tan innecesarios modos reflejaban una táctica severa a fin de congraciarse con la grey, borracha de agresividad dialéctica. Excesiva moderación y buenas formas decepcionan al personal, ese que pasta en las resecas praderas de la izquierda sediciosa y maniquea, a años luz de la socialdemocracia europea.

Dicen que el ritual del 20-D constituye, a mayor gloria, la fiesta chic democrática; sin indicarlo abiertamente -porque sería demasiado irrisorio- su columna vertebral. Esa premisa o principio es falso. No se conquistan las libertades introduciendo una papeleta dentro de la urna cada cuatro años o menos. Los políticos muestran con descaro que la democracia (para ellos) es una metonimia, esa figura que confunde los conceptos trocando a voluntad, verbigracia, la parte por el todo. Votar, o no, conforma una democracia mínima, un sucedáneo; asimismo, puede que un placebo. Mientras el individuo carezca del poder que le otorga su etimología, nuestros políticos nos conceden una democracia ilusoria, inexistente.

Sin embargo, el cercano domingo los individuos han de hablar, formularán un mandato a estos líderes presidenciales. Sé que el lunes padecerán sordera, cuanto menos cierto reparo a cumplir la orden. Diseccionando gestos y talantes, veremos al auténtico demócrata o al revestido que se enfunda un ropaje apropiado para obtener réditos espurios, ilegítimos. Observaremos qué regates realizan unos y otros para, al final, hacer de sus intereses un sayo. Y así, entre bambalinas, entre faustos no exentos de fuegos artificiales, terminará el pomposo espectáculo que empezó a lo largo de la jornada festiva. Afirmo que ningún “arreglo”, por incómodo que parezca o sea, me va a causar asombro u horror. Con estos adalides espero cualquier cosa por insólita que se presente.

Me aventuro, no obstante, a vaticinar presupuestos lógicos. Si el PP es el partido estrella y Ciudadanos, contra mi predicción de la semana postrera, obtiene el tercer puesto que las encuestan vaticinan, deberá permitir un gobierno estable con pacto de legislatura o apoyos concretos. Si Ciudadanos -segundo o tercero, no importa- lograra un número de diputados considerable, podría pactar con el PSOE siendo presidente Albert Rivera. Otra perspectiva no la considero recomendable. Si permitiera un tripartito para desalojar al PP del gobierno, a poco recogería su quiebra a nivel nacional. Las estrategias postelectorales pueden vigorizar o desfallecer sobre todo a Ciudadanos e individualmente a Sánchez.

Intuyo que el día después es fundamental para todos, pero Sánchez se la juega de golpe. Recorre la cuerda floja realizando irritantes acrobacias. A punto de caer, le salva un pacto con el PP o Ciudadanos conformando un gobierno nuevo que destierre formas y usos caducos. Rivera debe espabilar si no quiere quedarse en embrión de algo esencial para la política de los decenios venideros.

El domingo la ciudadanía cumplirá el ritual que le corresponde. A partir del lunes compete a otros tomar decisiones. Todas las encuestas predicen un escenario complejo, difícil, suicida. Deseo que acierten en beneficio de España y de los españoles. Sensatez señores.

 

 

viernes, 11 de diciembre de 2015

MANUALES DEMOSCÓPICOS Y SENTIDO COMÚN


Desde la última encuesta del CIS vienen apareciendo numerosos sondeos sociológicos que reparten semejanzas o diferencias a la par. Sin embargo, tanto unos como otros conforman matices en vez de contrastes abismales. Por esto, las disensiones que estiman todos los estudios son mínimas. Luego aparecen resultados sorprendentes, inesperados e inexplicables, porque se hicieron análisis basados solo en compendios estadísticos. Las respuestas ciudadanas indican porcentaje de voto directo. Después, los peritos cocinan estos porcentajes conforme a procesos anteriores. Este adobo significa acomodar el sinfín de variables para llegar al constructo o síntesis definitiva. Cualquier estudio estadístico suele cumplirse cuando la muestra es amplia. El error surge si sus elementos son humanos. Los individuos no reaccionan siempre igual, incumplen la ley física. Por este motivo, toda información de semejante procedencia debe someterse a cuarentena. De aquí la terrible realidad que se impone, regularmente, a predicciones huérfanas de lógica -o ilógica- conductual cuyo venero sea científico o matemático en exclusiva.

El conjunto de encuestas actuales presentan un dato común: la existencia del veinte por ciento de indecisos. Este colectivo es necesariamente escéptico; por tanto, alejado de todo dogmatismo y radicalidad. Cierto es que los políticos están convencidos de dirigirse a una ciudadanía bastante lerda, tanto como para comulgar con ruedas de molino. Acorde con tal premisa, Pablo Iglesias ha declarado: “Soy patriota de la democracia y por eso estoy a favor del derecho a decidir y de que la educación y la sanidad sean públicas”. Exhibe un cinismo sin límites al identificar democracia y derechos (cuanto menos confusos) junto a educación y sanidad públicas. Cualquier cotejo riguroso ubica estos conceptos en planos diferentes si no opuestos. Se equivocan él y quienes cocinan sin tener en cuenta rechazos, asimismo credos humanos. No obstante, que Podemos tenga tanta aceptación, tras las referencias marxistas de los siglos XX y XXI, rompe mis esquemas intelectivos.

Etimológicamente demoscopia viene de demos (masa de pueblo, pueblo) y skopeó (yo examino, veo) significando estudio de opiniones, aficiones y comportamientos humanos mediante la investigación científica. El postrer vocablo explica los contrastes absolutos entre hipótesis y realidad, pues el acontecer personal jamás se somete al rigor científico. Cuando se acierta aplicando leyes irrefutables aparece la casualidad o el azar. Para desentrañar actitudes y pautas humanas hay que utilizar la experiencia y el sentido común, sin más.

Sustentaré sobre estos pilares la conjetura que expongo a renglón seguido. Sabemos que el ciudadano patrio es poco amigo de extremismos. Sitúa sus afectos en el término medio, tópica ubicación de la virtud que incluso es patrimonio pagano. Las crisis promueven mayorías absolutas o alimentan corrientes renovadoras; a lo peor, populismos totalitarios. El cedazo democrático lo pasan PP, PSOE, IU y todos los partidos que, a lo largo de cuarenta años, se ganaron esa distinción. No parece aventurado constatar que Ciudadanos goza del mismo tratamiento. Podemos ya es otro cantar. Rasgos previos, manifestaciones, actitudes, tics y querencias inducen a situarlo lejos de doctrinas que respetan las libertades individuales. Quien se autocalifica representante del pueblo, tiene como objetivo burlarlo porque, en democracia, el ciudadano elige a sus representantes; los tiranos escogen (asimismo excluyen cuando no les sirve) a su pueblo.   

Dicho esto, conocemos los deseos de cambio y moderación. Del mismo modo, que los votos radicales no forman parte del porcentaje de indecisos y que el bipartidismo parece quebrado. Debido a sus pactos erráticos y legitimadores, igualatorios, PSOE, Podemos e IU son vasos comunicantes, no tanto PP y Ciudadanos. Suponiendo cinco millones de voto irresoluto, imagino que entre treinta y cuarenta por ciento irán a Ciudadanos que le aportarán cerca de noventa diputados. PP ganaría alrededor de un veinticinco que le arrastrarían a los ciento veinte. PSOE acapararía un quince por ciento y sobre ochenta diputados. Podemos y agregados se repartirían migajas en porcentaje y diputados, sin que superaran los cuarenta. Las demás fuerzas: IU, UPyD, nacionalismos, etc., deberán conformarse con una renta insustancial. Este vaticino me lo dicta el sentido común.

 

viernes, 4 de diciembre de 2015

¿PURGARÁ RAJOY SU CALCULADA INCOMPARECENCIA A CIERTOS DEBATES?


El País propició un debate a través de internet que, aparte de marcar un hito en la historia electoral, tendrá implicaciones escasas si no nulas. Salvo jóvenes internautas -y algunas decenas de miles, seguidores de 13Tv- el resto sobrellevó tan infrecuente penuria informativa. No niego la novedad tecnológica ni el éxito, en ese campo, que supone abrir el camino, pero dudo de su eficacia cara a la praxis. Pareciera una competición artificial, sin pasión, sin rivales, de la que se desprende como único triunfador un muestrario de abalorios. Tuvo tan poco contenido que el alma del mismo estuvo en la incomparecencia de Rajoy. Destacaba, sobre todo y todos, el atril vacío. En su desnudez se centró el debate como si una fuerza superior o dirigida obligara a escuchar un mensaje silencioso. Ignoro si fue causa del azar; aunque temo que una mente sibilina, juguetona, se conjugó con la táctica infausta de resaltar ausencias, por parte del trío, para (desatendidos programas y propuestas) enviar dardos de baratija a quien no podía defenderse. Y eso, en este país donde el débil es sacrosanto, ocasiona duros rechazos. Desde Zapatero, nunca se lo pusieron tan fácil a Rajoy. Y creían que lo engañaban.   

Aquí, más importante que el autor suele ser quien lo reescribe o interpreta. Después de Cervantes, se han escrito mil Quijotes en que (respetando hechos y personajes) símbolos, objetivos y motivaciones fueron certeros, a veces; otras, extraños en razón de fechas y exégetas. Tras la espantada de Rajoy, y la menos entendible negativa de ser sustituido por su vicepresidenta, tertulianos con diverso pelaje y parecidos intereses se dispusieron a repartir objeciones y encomios. Hubo decenas de tertulias que reconstruyeron minuciosamente la ceremonia; en algunos casos, nada que ver con el original. Sin mirar, solo por los pronunciamientos fervorosos o malévolos, uno podía distinguir a qué medio, asimismo señor, servían. A buen seguro buscan un paraguas aparente aunque puedan discrepar del loado. Los tiempos que corren impiden conciliar ideología y recato profesional. Surgen disensiones que se matizan por supervivencia, dejando entendimiento y mesura para épocas menos conflictivas, menos predecibles, menos neuróticas.

Bastantes de estos oráculos pronosticaron que Rajoy hizo mal, marchitó su campaña por mor del vacío atril. Otros, gozosos o a las puertas del banquete, loaron tal negativa debido -según ellos- a la penuria argumental desplegada por quienes hicieron acto de presencia. Para ese viaje, mantenían, no se necesitan alforjas. Cierto que las propuestas fueron sustituidas por la censura al ausente, a su talante huidizo. El ciudadano quiere soluciones, no maniobras de desprestigio. Sin embargo, y a pesar de que el trío pisó a fondo el acelerador inclemente, la verdadera rémora estaba allende ese atril acusador; se debatía entre el tactismo y la cobardía, vicios que se saldan con un costoso peaje.

Estoy seguro de que nuestro presidente lleva tiempo maltrecho. Es difícil perder sesenta diputados de la noche a la mañana. No ya por la subida de impuestos;  tampoco debido a casos tan mediáticos como Gürtel, Bárcenas, Púnica o Rato, reavivados en algunos medios que se encelan por el eco de un prurito progre. A Rajoy lo va a destruir la frustración colectiva, acaso una difundida impotencia fraudulenta. Pobre PP. Sánchez y el PSOE seguirán sufriendo aquel desastre llamado Zapatero, agravado por esa legitimidad democrática que ha brindado a Podemos el actual Secretario General, al ofrecer y consentir apoyos. Ellos -un partido populista a la izquierda de IU y con serias dudas sobre su pureza democrática, pese a diferentes máscaras- consiguieron el pedigrí gracias a la adversa política de alianzas de Sánchez. No obstante, si nos fijamos un poco, al santo se le ve siempre subido a la peana. Don Pedro, con estrategia errónea, pretende ocultar un suspenso y va a conseguir un descalabro insólito, amén de radicalizar el partido que debiera ser fiel representante de la socialdemocracia europea.

La encuesta del CIS tiene demasiada sustancia que digerir, pero eso lo trataremos la próxima semana. Tengan paciencia y resignación ante la campaña que se avecina. Quizás interese efectuar una cura de reposo; es decir de ojos ciegos y oídos sordos.