viernes, 25 de agosto de 2017

PROPAGANDA, LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y EXCUSA


Hay quienes afirman, con argumentos vigorosos, que los regímenes totalitarios (nazismo y marxismo) se han fundamentado y sostenido por la propaganda. Si se quieren obtener réditos cuantiosos, debe venir acompañada de forma imprescindible, por la acción de agitadores, activistas, que aticen el descontento. Lenin, con su vasta cultura, fue un propagandista de primer orden poniendo su adiestramiento al servicio de la revolución proletaria. Lástima que las élites priorizaran la dictadura del proletariado -paso intermedio- sobre el objetivo final: “conseguir la sociedad libre una vez derrocado el capitalismo esclavizador”. La Revolución Rusa llegó con un siglo de retraso. Hitler suplía su indigencia cultural con un apasionado discurso sobre el orgullo de raza. Exento de ideología política, encontró en el Tratado de Versalles, en una inferida vergüenza nacional, el motor idóneo para perturbar al pueblo que rozaba la miseria. Los judíos fueron excusa perfecta; asimismo, víctimas.

Puede que esa labor penetrante surgiera al compás de la aparición humana. Sin embargo, el punto álgido se alcanza siempre en épocas de crisis, cuando las emociones afloran menesterosas y se satisfacen al calor de retóricas huecas, embaucadoras. Eso indica, al menos, el acontecer de una Historia no siempre valorada en su justa medida. Comportamiento humano, y leyes físicas, comparten el mismo trayecto cíclico. Por este motivo, los hechos se repiten con cierta frecuencia, conforman un calco de otros pasados. De ahí la expresión: “Quien no conoce la Historia está condenado a repetirla”. Y no constituye una mera expresión infantiloide, insustancial, sino algo constatado a lo largo de los siglos. Semejante escenario nos lleva a confirmar cuan dramática es la ignorancia; más, si se complementa con la irracionalidad de un espíritu dogmático.

Admito que, por desvarío, comodidad o desinterés, se hayan utilizado mensajes apriorísticos para desarbolar, en ocasiones, rectos procederes. Ese escribir torcido con renglones que debieran ser rectos, proviene probablemente del poder o de sus cómplices adyacentes. Quizás caigamos en presupuestos inexactos y sea la misma masa quien se desentienda voluntariamente, encontrándose lejos de “conocer de la misa, la media”. Desde luego, sé que -por unas razones u otras- la sociedad camina dando bandazos bajo la mirada inquisitorial, rancia, de unos políticos acostumbrados a hacer de su capa un sayo. Los frutos, carnosos y dulces, pasan desapercibidos, como de incógnito, para el común que se mantiene cautivo al clásico programa romano “panem et circenses”; hoy, salario básico, futbol y botellón.

Libertad de expresión es una frase de glosa esotérica, para algunos, en la práctica. Constituye un señuelo que esgrimen solo juristas y medios. El resto acostumbra a considerarla gris perspectiva sin connotaciones manipuladoras ni lesivas. Lo digo porque, sobre todo en los medios de comunicación, se utiliza de forma caprichosa y reversible según el momento o la implicación. Supongo que ustedes, atentos lectores, son capaces de citar innumerables casos de tertulianos notorios que han defendido, o desactivado, esa libertad de expresión para hacerla compatible con la defensa, asimismo, ataque del contiguo o divergente. Aparte del cinismo e hipocresía que conllevan tales actitudes, me parece una falta de respeto al televidente que exige informaciones verdaderas y rigurosas. Desoyen por completo el consejo de Noam Chomsky: ”Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgusten”.

Sí, estos señores cristalizados en el sectarismo maniqueo, utilizan un ocular censor, verdugo. Tienen bueno, salvo excepciones de sobrio histrionismo (sirva el contrasentido), que se les ve venir. Merodean por tertulias y debates agarrándose, cual lapas retóricas, a diferentes ideologías conservando parecido método y poder incisivo. El mismo comentario, igual apostilla, hoy es libertad de expresión, digna de salvaguarda, y mañana calumnia, ultraje, inadmisible y con encarnadura jurídica. Sirven, cual caballeros de la Tabla Redonda, al respectivo rey Arturo, aunque algunos pretendan encubrir su elitismo tras el biombo de etiquetas perversas. Falsean una identidad privilegiada acusando al contrincante de “casta”, mientras esconden prebendas notables apelando a la “gente”. Tienen el mismo peligro que una piraña en un bidé, según frase popular y muy plástica.

Me resulta curioso, relevante, observar con qué intensidad actúan periodistas jóvenes, progres (es lo que se lleva), hasta “expertos peritos”, en dar lecciones de principios y técnica periodísticos. Advierto con cuan sacrificio y pleno comedimiento aguantan comunicadores, encallecidos por décadas de profesión, las necedades premiosas con que se desperezan esos mozalbetes crecidos al hilo de los tiempos. Ellos, educados a la sombra del constructivismo, paradójicamente niegan a los demás el valor intrínseco de sus vivencias personales. Adoran al becerro que les ofrece una serie de manuales de cartón- piedra obtenidos en laboratorios ad hoc, sin refrendo social.

A menudo, y eso parece un peaje insalvable, la libertad de expresión nos recuerda un intento refinado de coartada, de pretexto. No es que proporcione ningún ingrediente útil para el común; como tampoco lo hace la libertad de expresión. El ciudadano no suele ocuparse de blandir semejante herramienta en ambas viabilidades. Su uso es exclusivo del político y, sobre todo, del comunicador. Cuando entre ellos hay divergencias evidentes nace esa dicotomía tan aguerrida. Al final, deslinda la polémica el juez. No obstante, unos y otros pese a sus diferencias -que en el fondo son las de votantes y lectores- procuran mantener un equilibrio, incluso inestable. Según vemos, la batalla (hoy por hoy) se perfila del lado de los medios porque ellos, básicamente audiovisuales, forman el púlpito idóneo a la hora de instruir al votante. Aquí conviven, en perfecta armonía, libertad de expresión y excusa.

 

viernes, 18 de agosto de 2017

LUCUBRACIONES EN TORNO AL DISPARATE


Todavía ignoro si mi querencia por la información política, en sentido amplio del vocablo, se debe a exclusivos y viejos impulsos analíticos. Tal vez surja en mí un desconocido afán compilatorio de dichos y hechos esperpénticos o disparatados. Mi ideal primigenio fue desgranar opiniones objetivas, equilibradoras, de actos y frases prodigados por políticos relevantes. Hoy, sin embargo, aparecen segundones que generan hilaridad; tanta que uno, hastiado de cinismo y doblez, empieza a replantearse si no cambiar el rigor por la flema. Asimismo, parece trascendente reubicar cinismo, ineptitud y felonía para asentarlos a medio camino entre tragicomedia y sainete. ¿Por qué no tomarse con humor tan desmedido afán de entrar a bombo y platillo en el libro Guinness del despropósito? Acontece con exceso que estos siniestros personajes de la rivalidad, anudan su fe al sectarismo más artificioso y petulante.

Britney Spears -famosa estadounidense en múltiples facetas y declarada indocta - dijo: “Nunca he querido ir al Japón, sencillamente porque no como pescado. Y sé que el pescado es muy popular por África”. De parecido extracto, pero regado de rédito u oportunismo raquítico, escuché días atrás en la televisión castellano-manchega: “El PP ha perdido todo crédito democrático”. Solo un fiel puede declarar infiel a su prójimo. En este caso, si la memoria no me falla, la autora fue la portavoz de Podemos en las cortes castellano-manchegas. A lo sumo, era diputada autonómica. Dicha señora -perteneciente a un partido comunista, según confesión de su propio líder- exhibe tanta indigencia cultural como la cantante americana o su cinismo no tiene parangón. Pero … ¿qué sabrá ella de miga democrática? La Historia, fustigado destello empírico, testimonia de sobras el pedigrí democrático del comunismo real. Apaga y vámonos.

El PSOE, últimamente, está que lo tira. Don Pedro se empeña en darle la vuelta a un partido que, con mayor o menor fortuna, siempre sostuvo políticas de Estado. Ya empezó Zapatero esa ansiedad (o capricho absurdo) de gobernar contra medio país. Sánchez insiste. Acrecienta el disparate con tres novedades. El deseo de echar a Rajoy jugándose la vida a la ruleta rusa con el revólver que pone Pablo Iglesias en sus manos. La estrategia de dificultar el proyecto del gobierno (si es que lo tiene) con respecto al independentismo catalán, en un ni sí ni no sino todo lo contrario. Creer que la solución catalana pasa por ofrecerles un Estado federal cuyo apéndice “asimétrico” quiebra su principio sustantivo. En suma, son tres disparates de tal envergadura que la aplicación de uno solo daría con los huesos del PSOE en la cárcel del olvido social por largo tiempo.

Escapa a mi información quien empieza a cometer un disparate mayúsculo, vertebral para el futuro de España. Si el PSOE abandona la moderación que le caracterizara antaño, se haría imprescindible la aparición de un partido con parecida encarnadura a aquel de mil novecientos ochenta y dos. Sé que nuestro país necesita una derecha moderada, una izquierda también comedida y un partido liberal que actúe de bisagra. Cierto que todos deben velar porque surja un a ética capaz de desterrar nepotismos, tejemanejes, derroches o “distracciones” de dinero público, entre otras virtudes que compendian la moralidad política. La lamentable conjunción de indolencia social y desgana de algunos poderes fácticos, son los verdaderos culpables de que UPyD, por ejemplo, deje por recoger el testigo de aquella continencia abandonada voluntariamente por un PSOE desnortado, deplorable, oneroso y olvidadizo.

Ciudadanos diluye reputación y confianza electorales porque aparece sin proyecto firme, arraigado. Al menos, eso deja entrever. Peca, al igual que PP y PSOE, de postular un catalanismo no independentista pero diferencial. Cualquier partido que se diga nacional, no puede ser catalanista, castellanista o andalucista. No. Debe ser españolista; es decir, defender por igual el bienestar de los españoles, vivan donde vivan e independientemente de sus balanzas fiscales. El IVA lo paga cada empresa según donde tenga el domicilio social. Por eso, no es oro todo lo que reluce ni ingresos propios todo lo que se aporta. Aburre ya la martingala permanente sembrada de argumentos vanos y falaces. Como añade un compañero gallego: “A llorar a Cangas de Morrazo”. Hace mención al rito plañidero cuando se refiere a lamentos injustificados, emotivos, a los que tanto cariño le han cogido estos políticos catalanes.

El PP, aunque lo haya dejado para los postres, tiene su cuota de excelentes disparates. Diría que bate cualquier marca porque, al estar en el gobierno, debe excusar errores, ineptitudes, sinecuras, de imposible justificación. Sus líderes más mediáticos, sin despreciar alguno autonómico, compiten denodadamente por conseguir la corona de laurel que antiguamente se ofrecía al campeón. Sintetizo en Rajoy el continuo disparate de afirmar obcecadamente lo bien que va la economía española con disminución del paro incluido. Dos factores, entre otros alardeados, que falsean la cruda realidad. Asimismo, parece olvidar (yo, no) la escandalosa venta del Banco Popular con miles de accionistas “requisados” de forma ilícita, repugnante y torpe.

Pero donde el disparate, quizás propuesta punible, alcanza su máxima expresión es en los acuerdos del ejecutivo de Castilla la Mancha. Dice así: “El gobierno de Castilla la Mancha ha solicitado a los grupos políticos PSOE y Podemos que retiren la enmienda que habían presentado al proyecto de ley en Materia de Gestión y Organización de la Administración y otras medidas administrativas para garantizar el derecho a la carrera profesional de los empleados públicos que accedan a puesto de alto cargo. (…La razón es que los altos cargos no pierdan el tren de su carrera profesional)” Interpreto que a estos señores pretenden regalarles una oposición que muchos españoles de a pie serán incapaces de obtener en la vida. Si eran funcionarios antes de entrar en política, lo serán después sin merma de sus derechos. Si no lo eran, que preparen una oposición como cualquier hijo de vecino. Pensemos que quienes lo proponen dicen servir al ciudadano y trabajar por él; pero, en realidad, están pidiendo privilegios injustos, ilegales, disparatados. Constituye una de las primeras propuestas del pacto PSOE-Podemos en esta Comunidad.

Termino uniéndome a los catalanes. Jamás a sus políticos.

 

viernes, 11 de agosto de 2017

RAZONES Y SINRAZONES


Para discernir o argumentar con propiedad cualquier asunto, es necesario precisar o consensuar los significados. Si cada uno aplica como le viene en gana la -a veces- imprecisa polisemia de nuestro idioma, difícilmente puede llegarse a resultados satisfactorios. Por este motivo, es imprescindible establecer los términos de extensos debates multitudinarios y escasas lucubraciones personales. La España del sesteo, del despertar somnoliento, confuso y perezoso, representa un velero. Desarbolado el velamen y roto el timón, navega sin rumbo sometida a los embates que políticos de tres al cuarto y medios habilidosos, pero felones, acrecientan sin ninguna consideración. Ambos constituyen la sustancia, el aderezo principal, cuando se trata de adoctrinar, de corromper, la mente social.

Llamamos razones al conjunto de argumentos o demostraciones que se aducen en apoyo de algo. Buen ejemplo, entre otros muchos, es el pleno concierto del pueblo llano ante esta palpable inviabilidad económica del Estado Autonómico. Como bien sabemos, su origen tuvo poco que ver con el objetivo de acercar la Administración al ciudadano. Esa fue la excusa que ocultaba el verdadero empeño. Los padres de la Constitución quisieron agradar a los nacionalismos sin prever el verdadero alcance de esta decisión. Cierto es que en Cataluña, País Vasco y Galicia (en menor medida), existían nacionalismos históricos que era preciso albergar en el nuevo marco. Así, al menos, pensaban quienes elaboraron el Título Octavo. Años después se ha demostrado el error que introdujo su voluntarismo un tanto ingenuo, irreflexivo.

Se denomina sinrazones a aquellas actividades hechas contra justicia y fuera de lo razonable o debido. Como locución adverbial sería sinónimo de injustamente. Conforma la cara maldita, el adoso lamentable, de todo lo que significa y conlleva el vocablo razones. Al igual que cara y cruz, acción y reacción, luz y sombra, nacen a la vez haciendo imposible su existencia si desgajamos las unas de las otras. Este escenario nos lleva a la certeza de que adyacente a una buena razón siempre podremos encontrar una incómoda sinrazón, a poco que nos lo propongamos. He aquí la desnudez de cualquier político si el ciudadano se empeñara en prodigarla. El hombre público sabe o rumia (verbo inocuo, extraído al azar) las debilidades de una masa descerebrada, condimento preciso para cocinar cualquier plato con o sin receta culinaria. Es la terrible contingencia de toda fatalidad cuando nutre una desidia onerosa, perversa.

En ocasiones se manifiestan juicios que son ciertos en todos sus términos. No obstante, y a la vez, se ocultan malintencionadamente otros con la misma o más enjundia que los expresados y también verídicos. Días atrás, Miguel Urbán (izquierda capitalista) aireaba con todo detalle la corrupción del PP. Casi alcanzaba el éxtasis desgranando casos de todo orden: Gürtel, Bárcenas, Lezo, Púnica, Bankia, para terminar con las ruinosas autopistas radiales que costarán cinco mil millones. Cualquier oyente objetivo debería estar de acuerdo con él, pero el deseo reiterado de servicio a la ciudadanía quedó indigente. Ni se le ocurrió mencionar la carga insoportable del Estado Autonómico, menos pedir su disolución. De eso nada, que también afecta a Podemos. Asistir al ciudadano dando patadas al resto de partidos, siempre. Si tal servicio implicara un dilema potencial que llegara a hacernos daño, jamás. Conclusión: casta y no casta (pero que es casta igual o peor) no se atreven a terminar con las autonomías; ni siquiera dejarlas más baratas. Viva el derroche de ese dinero que no es de nadie, al decir de la ministra. ¿Servir al ciudadano…? Menuda jeta.

Tras estas medias razones, hemos de introducir alguna sinrazón. La más actual -tal vez la más absurda- ha sido instigada sin freno por las juventudes de la CUP, el grupo Arran. Con poco sentido y menor oportunidad, este verano han iniciado por toda Cataluña asaltos feroces e indiscriminados contra el turismo. Tal actitud se conoce como turismofobia. Tan estúpida estrategia, aceptada cuando no potenciada por la ultraizquierda, resta capacidad económica a esta comunidad tan falta. Origina una alarma innecesaria entre turistas y empresas. Destroza, al tiempo, la imagen de una España acogedora, segura. Pone en peligro cientos de miles de puestos de trabajo por necios pruritos ideológicos, de cuya rentabilidad negativa no existen dudas. Esto, señores, es corrupción cándida, de guante blanco.

El pacto PSOE-Podemos en Castilla la Mancha, incluidos los fulminantes desacuerdos surgidos en cada formación, es un caso más de sinrazón. Actúan con tanta ceguera que no les sirve el ejemplo francés u holandés, donde socialistas radicales consiguieron desencantar a sus electorados y quedar reducidos a partidos testimoniales. Aquí, Pedro Sánchez, con la cómplice anuencia de sumisos colaboradores, (pese a las encuestas) les puede conducir a parecida mengua. Abandonar la praxis socialdemócrata en beneficio del frentepopulismo, nos arrastra a épocas que nuestra sociedad quiere desterrar de forma definitiva. Una sinrazón vana pues vislumbran -unos y otros, más allá de legítimas ambiciones- su incompatibilidad manifiesta.

Hay razones que, al paso de los meses, se transforman en auténticas sinrazones. El PP, por boca de sus líderes destacados, siempre ha confirmado que jamás consentiría el referéndum catalán. Ahora, la señorita Levy, afirma que nunca se celebrará un referéndum legal. Interpreto, lo conjeturaba desde el primer momento, que se va a celebrar, pero sin aquiescencia legal del Estado; por tanto, será ilegal. Para este viaje, para hacerse trampas en el solitario, no se necesitan alforjas. Cada día se levanta esa neblina publicista que todo lo difumina. Constituye la sinrazón política. Sin embargo, nada comparado con el broche final. Partidos que tienen un concepto insólito de la democracia, no solo aplauden la ocupación de viviendas, sino que la potencian y amparan. En el colmo, ofrecen pautas, información precisa para hacerlo. Decía Da Vinci: “Quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz”. Estos la levantan, y mucho. Entre tanto, las leyes, la justicia, hacen coro; conforman un aldabonazo, una llamada colorista. Buen broche de oro para condensar la madre de todas las sinrazones.

 

 

viernes, 4 de agosto de 2017

TODOS SOSPECHOSOS O REVOLUCIÓN PENDIENTE


Desde hace años vengo observando que, sobre nuestro país, se extiende un velo de sospecha antirrevolucionaria. Atípica y trasnochada, envuelve todas las capas sociales. Curiosamente, desde un punto de vista estricto, la mayor renta se aprecia entre poder político (pura apariencia) y una ciudadanía confusa, espantada. Los choques, al menos dialécticos, hay que buscarlos solo entre convecinos, individuos próximos; es decir, entre ciudadanos-contribuyentes. Este escenario pobre, absurdo, conforma la calle. El estrado dirigente lo invaden distintos comediantes, cuando no folklóricos. Presupongo pocas divergencias que afecten a la clase política fuera de cámara. Parecen enemigos, pero son solo rivales pragmáticos abducidos por un prurito de poder. Luego, para conservarlo eternamente, lo reparten con espíritu conciliador.

El individuo de a pie, manejable hasta le médula, presta con entusiasmo vista y oídos a esa representatividad fantasiosa abriendo diferencias insalvables. La televisión, eficaz y fascinante púlpito civil, donde abundan divos de share o cuota, airea de manera hiperbólica inexistentes diferencias ideológicas marcando de revoltijo vicios y virtudes. Amagan convicciones antagónicas, pero a la postre ansían el mismo fruto: poder. Debiéramos conocer los mil y un ardides que utilizan para alcanzar ese vellocino que permite vivir a necios como si fueran eruditos. Creo de dominio público que la política produce el milagro de convertir en auténticos peritos a mediocres de tomo y lomo. A poco, notamos que constituye una ilusión onerosa. Ya lo constataba Nietzsche al afirmar: “Todo idealismo frente a la necesidad es un engaño”.

Estamos adscritos a la sospecha. El conjunto malicia del resto sin que medie razón poderosa u obligada. Aparte el etiquetaje del competidor o adyacente, la sospecha se ha convertido en deporte nacional. A menudo se suple por una certidumbre sin base, una especie de obra etérea. Hemos pasado de adorar un ídolo a considerarlo reo inmisericorde. La presunción de inocencia es hoy garantía de culpabilidad. Políticos y medios son acusados casi por inercia, porque ambos son autores y víctimas de un compadraje insípido. Algunos viven de una actividad propia de otros. Aquellos propician el venero noticioso mientras estos lo manosean, dándole forma de elogio o reproche, casi siempre esperando el importe tácitamente pactado. Los medios quedan convertidos en un eficaz submundo político. A cambio, la política nutre el comercio mediático. Juntos ahogan, sin entraña, cualquier intento revolucionario.

Ubicado en mi pueblo conquense, alejado de la tórrida canícula valenciana, persiguiendo el alba y el ocaso, observo que la gente consume su ocio en tertulias variopintas. Verdad es que el dogmatismo, orlado de incultura, no demuestra ser el mejor acicate para intervenir en ellas. Asimismo, los temas centrales suelen ser agrarios, especialidad temática que me aburre. No obstante, suele surgir al azar alguna conversación, ayuna de turbulencias, digna de análisis. Estos pueblos pequeños, solidarios, con inquietudes que les permite vivir al compás de los tiempos, asombran frecuentemente por las ideas de sus convecinos. Rudeza, juicio y suspicacia, forman parte del acervo ancestral, modernizado al amparo de internet.

Se sospecha del poder legislativo por elaborar leyes para reforzar el Estado de Bienestar, pero sin acompañamiento económico-financiero. Un vecino se quejaba días atrás de la gratuidad educativa cuando su hijo -estudiante de tercero de ESO; por tanto, escolarización gratuita- pagaba el transporte al IES cercano (doce kilómetros). Se sospecha del poder judicial porque es lento, no cuida los secretos sumariales y resuelve resoluciones extrañas para el lego e incompatibles con un concepto escrupuloso del derecho natural. ¿Por qué, verbigracia, encarcelan a un delincuente común con delitos ridículos y no a un sinvergüenza de guante blanco que ha robado miles de millones? Para tales reflexiones solo se necesita sentido común y los agricultores lo tienen sobrante.

Hay, sin embargo, acuerdo total, pleno, a la hora del examen político. Todos son sospechosos entre ellos mismos y más cuando se trata de la valoración que hace el ciudadano. Aquí reina consenso. Nepotismo y corrupción forman parte esencial de su encarnadura. No existe corro ni circunstancia donde el tema prioritario sea distinto a la acotación negativa, acusadora, de los partidos mayoritarios. PP y PSOE, hasta el momento, son los mayores responsables del caos actual. A ambos se atribuye una gestión lamentable. Pero cuando pregunto qué puede hacerse jamás obtengo respuesta. Aparecen tajantes, fecundos, impotencia y desencanto.

No hay respuesta porque existe una controversia nada eficaz entre poder e inconsciencia. Esta nos lleva a sospechar unos de otros, derechas de izquierdas y viceversa. El poder de conjunto se muestra inexistente, incomprensivo, desconfiado. Más que invertebrada, nuestra sociedad está rota, sin objetivos comunes fuera del voluntarismo inconsecuente. Siendo menos, divergentes incluso (puede que en apariencia), se unen para gozar de un poder que nosotros, necios, les damos de manera incondicional. Prueba de ello es que, aunque hagan las mayores barbaridades, siguen contando con el voto obcecado de la insensatez. Políticos y personas de a pie, ahora mismo, constituyen una gangrena que está infectando el cuerpo social.

Decía Orwell: “En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. En efecto, la verdad solo irrita a quien pretende seguir viviendo de la mentira. Digamos la verdad y seamos consecuentes. El poder nunca cede nada a la masa salvo cuando necesita su contribución democrática. Entonces escuchamos potentes los cánticos de sirena que nublan la razón impidiendo una respuesta revolucionaria, esperanzadora.