La contumaz y, en algunos
casos, vehemente entrada de extrañas agitaciones que afectan al escenario político
español, provoca una rigurosa cautela. No sé si juzgar su auge como algo
vetusto, asiduo, o por el contrario descubrirle un frescor común a todo lo
novedoso. En verdad, el horno no está para muchos bollos (frase rutinaria) incluyendo
ámbitos internacionales. Padecemos u holgamos, quién sabe, un escenario
complejo, perturbador. Paso a paso, plenos de inconsciencia o, peor aún, de terquedad,
nos conducen sin esfuerzo al abismo. Cierto que nosotros no oponemos ningún
pero al camino, menos al opaco pretexto que induce a iniciarlo. Es la fatal ventura
de cualquier masa rendida a las disposiciones antojadizas de inicuas élites
dirigentes. Sabemos, por otro lado, que una ley inmanente, inevitable, guía el
destino universal.
Hay un antiguo refrán que
señala: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Malicio que sustantivo
tan definido viene a significar esa querencia cautivadora propia de las hembras.
Me parecería absurdo sospechar que su origen se debiera a un machismo soterrado.
Asimismo, las cábalas sobre sus razones primigenias no deben sustituir a la
esencia del contenido. Interesa el mensaje más allá de la envoltura. Se indica
en él que los defectos naturales o adquiridos no consiguen simularse con tapujos
exteriores. Nadie está libre de la apariencia; tan corriente que supera
cualquier otra propensión humana e incluso animal. Sin embargo, hábito tan impostor
alcanza ahora un momento dulce, único. Hoy, el artificio alcanza cotas de
récord sobre todo en políticos y estafadores, valga la redundancia.
Tenemos diversos ejemplos
que conforman vanos intentos de sustituir la entraña con solo cambiar el embalaje.
CDC, un partido corroído por corrupciones y absurdos sin fin, pretende lavar su
imagen renovando unas siglas cargadas de miserias. Desprendiendo un hedor
insoportable -tras años de hipotéticos chanchullos- le faltaba esa incoherencia
y huida hacia adelante del actual presidente para alcanzar los niveles más
bajos de aceptación popular. Son repetidas las pérdidas de confianza que depara
un electorado harto de abusos sangrantes. Esto ha llevado a las cabezas
pensantes de Convergencia -tal vez bajo presión de Mas- a poner en juego la
seda.
Resulta curioso que abandonado
el textil hace años -incluida la seda y otras fibras artificiales como la
famosa Terlenka- ahora la burguesía catalana quiera envolverse en un disfraz fraudulento.
Su nombre: “Democràcia y Llibertat”. A su pesar, no conseguirá desfigurar el hatajo
de presuntos delincuentes que durante decenios ha esquilmado Cataluña para, a la
postre, traer una división social de consecuencias mal calculadas. Dicen que la
nueva sigla se corresponde con la explosión de un flamante país. El vocablo
explosión es lo único que parece real en esta colección de desvaríos
Podemos compite con CDC
por liderar un talante camaleónico e hipócrita. Partido populista, radical y
anclado ideológicamente, combate su indigencia revistiéndose a golpe de
encuesta. Cuando se despierta marxista y se acuesta socialdemócrata, enmascara su
identidad. Los votos que logra durante el día -procedentes del sector
antisistema o de románticos comunistas- los pierde por la noche al cubrirse con
ropaje socialdemócrata. No obstante, este travestismo lo compensa captando votos
moderados sino insípidos; poco fiables, desde luego, porque suelen preferir otras
siglas más afines. De ahí que, definitivamente, las encuestas les sean hostiles
y el nerviosismo supere una contención bastante meritoria. Podemos se convierte
así en la Penélope política: su pugna neutraliza un azar adverso.
Monedero, ese verso
suelto, polemista sin solvencia ni autoridad, deja de ser mona para convertirse
en elefante. Viene a cuento la semblanza por su arrolladora nueva entrada en el
teatro político, cada vez más parejo a una cacharrería. Agotado el paréntesis
adscrito a aquella “ligereza” fiscal, la velada (o no tanto) cita referente a
Albert Rivera y su afecto por la cocaína, ocasionó no solo el rechazo del mismo
sino de toda la sociedad que espera unos prebostes dignos y preocupados por los
problemas ciudadanos, al menos. Si bien tiempo atrás se apartó -o lo apartaron-
de la primera línea, ahora su
defenestración debiera ser definitiva porque no debe quedar impune quebrantar las
buenas formas. Menos aún de cualquier político que, sin proponérselo, es referente
del comportamiento ciudadano. Le exonera algo ese primitivismo ayuno de pautas sociales,
pero actúa como un verdadero cínico que aplica al antagonista su verbo salvaje
e impío, quedando exentas de tan incruento fanatismo las máscaras aledañas.
Llevamos meses de campaña
electoral, porque hablar de precampañas hace tiempo debemos considerarlo un
falso eufemismo. Si estamos atentos, con capacidad crítica, observaremos en
todo el arco ideológico, sin excepción, un auténtico esfuerzo por mostrar actitudes
liberales, rumbosas, ocultas a lo largo y ancho de toda la legislatura. Cada
cual intenta camuflar vicios comunes, consabidos, como si pertenecieran a lejanas
galaxias. Qué difícil les resulta engañarnos. Distinto es que nosotros,
voluntariamente, nos dejemos; y nos dejamos. Pero el disfraz resulta ineficaz, no
cuela, es tiempo perdido. Sabemos perfectamente que aunque la mona se vista de
seda, mona se queda. Cierto que, en estas ocasiones, la actualidad candente, el
debate, se desvirtúa disertando no de política ni de programas electorales sino
de monas y de sedas.