viernes, 27 de noviembre de 2015

DE MONAS Y DE SEDAS


La contumaz y, en algunos casos, vehemente entrada de extrañas agitaciones que afectan al escenario político español, provoca una rigurosa cautela. No sé si juzgar su auge como algo vetusto, asiduo, o por el contrario descubrirle un frescor común a todo lo novedoso. En verdad, el horno no está para muchos bollos (frase rutinaria) incluyendo ámbitos internacionales. Padecemos u holgamos, quién sabe, un escenario complejo, perturbador. Paso a paso, plenos de inconsciencia o, peor aún, de terquedad, nos conducen sin esfuerzo al abismo. Cierto que nosotros no oponemos ningún pero al camino, menos al opaco pretexto que induce a iniciarlo. Es la fatal ventura de cualquier masa rendida a las disposiciones antojadizas de inicuas élites dirigentes. Sabemos, por otro lado, que una ley inmanente, inevitable, guía el destino universal.

Hay un antiguo refrán que señala: “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. Malicio que sustantivo tan definido viene a significar esa querencia cautivadora propia de las hembras. Me parecería absurdo sospechar que su origen se debiera a un machismo soterrado. Asimismo, las cábalas sobre sus razones primigenias no deben sustituir a la esencia del contenido. Interesa el mensaje más allá de la envoltura. Se indica en él que los defectos naturales o adquiridos no consiguen simularse con tapujos exteriores. Nadie está libre de la apariencia; tan corriente que supera cualquier otra propensión humana e incluso animal. Sin embargo, hábito tan impostor alcanza ahora un momento dulce, único. Hoy, el artificio alcanza cotas de récord sobre todo en políticos y estafadores, valga la redundancia.

Tenemos diversos ejemplos que conforman vanos intentos de sustituir la entraña con solo cambiar el embalaje. CDC, un partido corroído por corrupciones y absurdos sin fin, pretende lavar su imagen renovando unas siglas cargadas de miserias. Desprendiendo un hedor insoportable -tras años de hipotéticos chanchullos- le faltaba esa incoherencia y huida hacia adelante del actual presidente para alcanzar los niveles más bajos de aceptación popular. Son repetidas las pérdidas de confianza que depara un electorado harto de abusos sangrantes. Esto ha llevado a las cabezas pensantes de Convergencia -tal vez bajo presión de Mas- a poner en juego la seda.

Resulta curioso que abandonado el textil hace años -incluida la seda y otras fibras artificiales como la famosa Terlenka- ahora la burguesía catalana quiera envolverse en un disfraz fraudulento. Su nombre: “Democràcia y Llibertat”. A su pesar, no conseguirá desfigurar el hatajo de presuntos delincuentes que durante decenios ha esquilmado Cataluña para, a la postre, traer una división social de consecuencias mal calculadas. Dicen que la nueva sigla se corresponde con la explosión de un flamante país. El vocablo explosión es lo único que parece real en esta colección de desvaríos

Podemos compite con CDC por liderar un talante camaleónico e hipócrita. Partido populista, radical y anclado ideológicamente, combate su indigencia revistiéndose a golpe de encuesta. Cuando se despierta marxista y se acuesta socialdemócrata, enmascara su identidad. Los votos que logra durante el día -procedentes del sector antisistema o de románticos comunistas- los pierde por la noche al cubrirse con ropaje socialdemócrata. No obstante, este travestismo lo compensa captando votos moderados sino insípidos; poco fiables, desde luego, porque suelen preferir otras siglas más afines. De ahí que, definitivamente, las encuestas les sean hostiles y el nerviosismo supere una contención bastante meritoria. Podemos se convierte así en la Penélope política: su pugna neutraliza un azar adverso.

Monedero, ese verso suelto, polemista sin solvencia ni autoridad, deja de ser mona para convertirse en elefante. Viene a cuento la semblanza por su arrolladora nueva entrada en el teatro político, cada vez más parejo a una cacharrería. Agotado el paréntesis adscrito a aquella “ligereza” fiscal, la velada (o no tanto) cita referente a Albert Rivera y su afecto por la cocaína, ocasionó no solo el rechazo del mismo sino de toda la sociedad que espera unos prebostes dignos y preocupados por los problemas ciudadanos, al menos. Si bien tiempo atrás se apartó -o lo apartaron- de la primera línea,  ahora su defenestración debiera ser definitiva porque no debe quedar impune quebrantar las buenas formas. Menos aún de cualquier político que, sin proponérselo, es referente del comportamiento ciudadano. Le exonera algo ese primitivismo ayuno de pautas sociales, pero actúa como un verdadero cínico que aplica al antagonista su verbo salvaje e impío, quedando exentas de tan incruento fanatismo las máscaras aledañas.

Llevamos meses de campaña electoral, porque hablar de precampañas hace tiempo debemos considerarlo un falso eufemismo. Si estamos atentos, con capacidad crítica, observaremos en todo el arco ideológico, sin excepción, un auténtico esfuerzo por mostrar actitudes liberales, rumbosas, ocultas a lo largo y ancho de toda la legislatura. Cada cual intenta camuflar vicios comunes, consabidos, como si pertenecieran a lejanas galaxias. Qué difícil les resulta engañarnos. Distinto es que nosotros, voluntariamente, nos dejemos; y nos dejamos. Pero el disfraz resulta ineficaz, no cuela, es tiempo perdido. Sabemos perfectamente que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Cierto que, en estas ocasiones, la actualidad candente, el debate, se desvirtúa disertando no de política ni de programas electorales sino de monas y de sedas. 

 

viernes, 20 de noviembre de 2015

DE COYUNTURAS Y GATOS


Seguramente el epígrafe chocará, e incluso confundirá, a más de uno. Sin embargo, no hago otra cosa que transcribir actitudes habituales y repetidas. Las injurias siempre resultan llevaderas contra el cronista, o hipotéticos antecedentes del caso, en lugar de dirigirlas a aquellos que protagonizan siniestros lances. Al censor pareciera adornarle un talante cuanto menos pusilánime, pues el mensajero le sirve de biombo para disimular taras menos airosas. En fin, todo un anacronismo que se difumina insensible al correr de los tiempos, aunque surja tenaz con escenarios especiales. Estos días vivimos la desgracia suprema de alguno. Políticos concretos y personajes bien definidos, diluyen la maldad asesina embrollando informaciones verificadas con argumentos peregrinos. 

Antes de continuar voy a exponer mi soporte ideológico. En varias oportunidades he revelado una irredenta propensión abstencionista. No se debe a impulsos viscerales ni rechazos provenientes de actitudes políticas átonas o reprensibles. La razón definitiva se debe a mi sensibilidad ácrata nacida de profunda predilección por un albedrío consciente. Creo que su alcance, cuando hablamos de sustancia, supera a la razón; es decir, el hombre se computa y distingue por su libertad. Como consecuencia, reniego de cualquier ingrediente o proyecto que puedan limitarla. Entre ellos, el poder político amén de otros con parecido ensamblaje. Sé, al mismo tiempo, que la utopía establece servidumbres que impiden alcanzar cotas de satisfacción personal, pero cualquier sistema social es utópico. Hago esfuerzos para, sin caer en marginaciones obtusas, mantener esta certidumbre.

Libre de prejuicios políticos que pudieran oprimir la ecuanimidad de manera total o parcial, me dispongo a enjuiciar hechos y objeciones actuales. El postrero, no exclusivo, es el acto terrorista cometido en París y que terminó con centenares de víctimas. Un eco absoluto resonó por todo el orbe y la Marsellesa fue símbolo sentido de recogimiento, fortaleza, memoria y homenaje a aquellas bajas inocentes. Conmoción y trauma social impulsaron una unidad que, poco a poco, viese matizada en demasiados países próximos, miembros de la OTAN. Bien es verdad que, desde un punto de vista oficial, gobiernos y oposición fueron terminantes a la hora de calificar los atentados; también de ofrecer apoyo expreso. Luego, donde se anota digo aparece Diego.

No obstante, cada vínculo, cada convenio, viene acompañado de su obstáculo. Ignoro aquellos que anidan allende nuestras fronteras; los aborígenes, estos que inundan España, se van conociendo a lo largo del devenir histórico. Desde hace tiempo, la izquierda patria busca tres pies al gato siempre que la ocasión lo permite. Le importa poco desbarrar, mantenerse en la incoherencia de entrever asuntos y soportes cambiando el color de los cristales. Usan adminículos ad hoc, ventajosos, reversibles, aptos para detectar -cual veleta meticulosa- aires y refugios. Emergen de la necedad perfilando una fisonomía sobria, severa, clarividente. ¿Por qué España idolatra tanto la indigencia intelectual? Acaso haya abundancia de mentecatos para compensar la escasez de lúcidos.

Niego todo pronunciamiento ex cáthedra en cuestiones doctrinales; menos, en aquellas que necesitan del recto juicio como aval. Cuando un personaje -elevado a tal categoría por accidente, inercia o consenso- se presta a zanjar dudas e imprecisiones con su verbo “certero”, me entra un sentir que cabalga entre lo grotesco y el epíteto nada caritativo. Justificar los asesinatos de París aun indicar cierta inclinación a hacerlo, desde mi punto de vista, implica una encarnadura cuyo atributo prefiero dejar en los piadosos espacios del mutismo para que cada lector ocasional decida utilizar el suyo. Eso sí, no escatimen mordacidad ni exceso porque pudieran quedarse cortos.

Me empalaga tanta altanería. Resulta imposible coincidir con el ególatra, con el salvador que pide cautela, a su vez, de los salvadores. Hay políticos de medio pelo, populistas, que argumentan sus querencias de ruptura con la civilización española y europea proponiendo mesas de paz contra la venganza. ¿Por qué no sugiere las mismas acciones a los yijadistas? ¿Vislumbra qué consecuencias tendría una mesa unilateral para la paz? Podemos se satura de Dédalos que quieren escapar de sus angustias vitales con débiles e inflamables alas de cera, pero su líder Pablo-Ícaro vuela demasiado cerca del sol, pese a las múltiples advertencias sociométricas.

Desde luego, yo no sé si François Hollande acierta al bombardear Raqqa; si lo hace al pactar con Rusia bombardeos masivos, heridos ambos países por un terrorismo indiscriminado. Tampoco sé si Manuel Valls atina al anunciar que hay peligro real de terrorismo químico o bacteriológico. Por la misma razón, desconozco si adivinan quienes propugnan estrategias contrarias. Soy espectador y analista discreto, respetuoso con las medidas que toman responsables más expertos e informados. De una vez para siempre habría que separar intereses políticos, individuales o no, de valoraciones que afectan a todos los ciudadanos y que nunca sabremos la decisión tomada si quienes están fuera del poder lo ostentaran. Predicar y dar trigo suelen ser términos irreconciliables.

Los asesinatos de París reeditan nuestros muertos de aquel fatídico 11M. Conocemos una diferencia sustancial: nadie ha inculpado al presidente francés por realizar bombardeos junto a Estados Unidos, ni inferir causa-efecto. En aquella ocasión (2003) intervinieron, además de EEUU e Inglaterra, Polonia y Australia entre otros. La participación española fue testimonial. Pese a ello, el terrorismo solo hizo acto de presencia en España -dejando un recelo irresoluto- y Aznar fue tildado de asesino, culpable, condicionando el resultado electoral. Evidente; siempre hay alguien con sacudidas antidemocráticas que aprovecha cualquier coyuntura para buscarle tres pies al gato.

 

viernes, 13 de noviembre de 2015

CATALUÑA Y EL ESTADO FEDERAL


Según los principios básicos de teoría política, las estructuras nacionales pueden constituirse en estados unitarios, federales y confederales; todos ellos propios de sistemas democráticos. Federación y confederación tienen procesos que se asemejan al método inductivo. Aglutinando varios estados simples, independientes, soberanos, bajo dicha lógica inductiva, se construye una unidad más compleja: el Estado Federal e incluso Confederal. Ambos difieren en que los asociados a la confederación sí se disgregan a voluntad, mientras los federados no. Sin embargo, pretender federar un estado unitario, deducir qué partes lo informan, acometer una división confusa, discrecional e inédita, resulta tan arriesgado, tan ilógico -cuanto menos- como desear la independencia en nuestro mundo, ajeno al colonialismo y vinculado a una economía globalizada.

Disertar, digo, sobre independencia y autodeterminación en el primer mundo, a día de hoy, supera los límites impuestos por el sentido común. Mal, muy mal, debe encontrarse una sociedad que acepta el discurso, la credibilidad, de cualquier mensaje que inspire aquellos afanes descabellados. No ya por incumplimiento de la regla común, sino por el despeñadero aledaño al final del recorrido. Resulta chocante que el apoyo sin condiciones, esa pleitesía obtusa, provenga de quien ha de sufragar los peajes. Políticos y adláteres saldrán indemnes de tan onerosas tentativas. Mientras, la masa -que alienta exaltada el escenario- rubrica con su firma gravosas facturas. Siempre ocurre lo mismo; es un hecho recurrente a lo largo del devenir histórico. Entre tanto, y aunque parezca extraño, el pueblo (cada vez más insensible) glorifica la miseria total a que se ve sometido.

Mediados los sesenta del siglo pasado, viví durante tres años cerca de Manresa. El pueblo -sobre ocho mil habitantes- tenía tres fábricas textiles, un matadero, la Pirelli y numerosos talleres. Apenas existía paro en Cataluña, verdadera tierra de promisión. Media España saboreaba aquella zona ubérrima, acogedora, generosa. Recuerdo que llegaban familias andaluzas, verbigracia, cargadas de hijos y de penuria para (a los pocos años) convertirse en gentes, si no adineradas, con notable patrimonio. ¿Cuántos emigrantes encontraron trabajo, fortalecieron una economía débil y pudieron mandar su prole a la universidad? Conozco a muchos.

Eran los años del proteccionismo franquista. Entonces nadie movía un dedo, no por miedo sino por satisfacción. Cataluña nadaba en la abundancia gracias a ingentes inversiones y facilidades que adjudicó Franco. De hecho, se llevaba casi todo el pastel financiero. Aquel nacionalismo se limitaba al abad de Montserrat y a un entorno elitista. Después vinieron la Transición, la economía de mercado y los chinos. Un exceso de dádivas otorgadas por PSOE, amén de PP, nos han conducido al disparadero actual. Para más ofensa dicen que ellos siempre ayudaron a la gobernabilidad de España como si hubieran efectuado un sagrado acto de patriotismo. Se necesita descaro. Callan, entre otras prerrogativas, que ochocientos mil votos supongan doble diputados que dos millones a partidos nacionales. ¿Es justa una Ley Electoral que posibilita tan antidemocráticos efectos? Sin comentarios.

Esta espantosa crisis económica que sufrimos, acrecentada por la corrupción sistémica, ha provocado una huida hacia adelante, una torpe llamada a la independencia para camuflar el estercolero político que han generado unos y otros. Por este motivo, siglas tan dispares como CDC y CUP suscribirán un compromiso que, sin llegar al delirio presente, permita ocultar -con el beneplácito del gobierno central tras el 20 D- toda la inmundicia. Conseguirán el lavado jurídico y social para mantener en pie un edificio que necesita urgentemente profundos retoques. Cataluña conseguirá restablecer su statu quo mediante un original equilibrio entre independentistas y unionistas. El nacionalismo ha muerto en acto de servicio. 

Pedro Sánchez embrolla el momento presentando una grotesca, confusa e inexplicada solución federal. Nuestro Estado Autonómico instituye un federalismo soterrado que no apacigua la avidez de políticos insaciables ni de esa sociedad adoctrinada por el eslogan chapucero, perverso e iluso de que “España nos roba”. Alguien afirmó no hace mucho que partidos de innegable divergencia se aglutinaban por su entusiasmo independentista; adhesivo sutil e inquietante. Agotado el papel legendario en la política nacional por irrupción de nuevas siglas, rota la hegemonía de antaño, disminuida su influencia, este independentismo se vislumbra como la futura bandera que han de blandir para cosechar indulgencias una vez consumada aquella función bisagra del nacionalismo caduco. El señor Durán y Lleida quedará fuera del juego político a causa de su ceguera táctica. 

Cataluña ofrece dos únicas opciones: reflexionar -por parte de la sociedad- la ventaja de admitir una independencia convenida y aceptarla como mal menor o seguir sacrificando sin fecha fija al país en beneficio de una comunidad que históricamente ha exigido unos privilegios inasumibles en democracia. Desde luego ha de acabarse el desahogo que se permiten con la Ley. Argumento mi tesis basándome en lo expresado por Miquel Caminal, profesor de teoría política en dos mil trece y que resumo. “La obligación de todo federalista es promover la unión en la diversidad, pero cuando no es posible asume el deber y el derecho a promover la secesión o independencia. El catalanismo, en la hora actual, está asumiendo de forma preponderante la opción independentista. Durante décadas se han defendido las opciones autonomista y federalista, pero la cerrazón e intolerancia del nacionalismo español ha dejado sin futuro ni credibilidad estas tradiciones pactistas del catalanismo. En este caso la ruptura se hace inevitable y a la nación catalana, siempre abierta al acuerdo y convivencia con los demás pueblos hispanos, no le queda más remedio que iniciar su propio camino y esperar que su voluntad de autodeterminación sea respetada y no ahogada por la fuerza”.

Leído el mensaje, aceptado por una parte significativa de catalanes, hemos de constatar que Pedro Sánchez pretende que esta sociedad española despliegue la fe del carbonero.  

 

 

viernes, 6 de noviembre de 2015

CONOCE A LOS OTROS


Reputada, incluso relevante, es la sentencia atribuida a Sócrates: “conócete a ti mismo”. Constituye el embrión de aquel dictamen aristotélico relativo al apetito humano por el conocimiento. Siguiendo la senda que marcara tan autorizado sabio, uno debe conocerse a sí mismo como génesis de posteriores aprendizajes. Compendios básicos de filosofía y sociología mantienen que necesitamos imperiosamente mirarnos en el prójimo, cual espejo clarificador e irrefutable, para llegar al conocimiento propio. Además, origina una interacción recíproca, un método de inducción a la manera del flujo electromagnético. Así aseguramos, al menos, alejar el lastre ególatra que nos llevaría a una visión subjetiva -seguramente errónea, cuando no malsana- en las relaciones sociales. Es decir, el otro yo, nuestro simétrico, se imbrica con nosotros para alcanzar el discernimiento que debe acercarnos a la íntima realidad.

Sin embargo, a veces interesa reconocer el espejo, captar su esencia. No debemos conformarnos con ese efecto proyector del yo; hemos de advertir, por otra parte, materia y estructura. Más allá del modelo, del contraste, el otro tiene una influencia extraordinaria porque somos seres sociales. Robinsones y anacoretas se aíslan contra su voluntad o a resultas de cierta exaltación espiritual. Mayoritariamente sedimentamos el carácter, la conducta, sometidos a influjos externos. Por este motivo, cuando se habla de personalidad debemos aglutinar un componente genético junto a otro educacional. Ortega, en su perspectivismo, mantenía que nos encontramos a medida que vamos percibiendo el mundo que nos rodea. En este contexto, el individuo profesa un papel estelar. He aquí las razones que permiten fundamentar la gnosis del otro. “Yo soy yo y mis circunstancias”. Si perseguimos evidenciar el yo, resulta prioritario descubrir esas “circunstancias”.

Si dichas “circunstancias” se dedican a la política, es decir, si su actividad concierne también al bienestar personal, se impone desentrañar qué virtudes o defectos se ocultan tras esa máscara. El político actúa, vincula su talante, su embozo, a los embates de cuantas prospecciones sociales se realizan. Solo tiene un objetivo: conseguir el poder por encima de otras consideraciones. Quien opine lo contrario se equivoca. La Historia da suficientes testimonios que constatan tal afirmación. Necio es mantener tesis antagónicas. Cualquier inacción que reporte ignorar la verdad del otro, revalida el extravío de nuestra existencia; fuente probable de todos los males que aquejan al individuo confiado.

Aún caliente el fichaje del general Rodríguez por Podemos, han surgido toda clase de especulaciones. Desde un pelotazo electoral, de resultados inciertos por el nuevo tinte militarista, hasta una sutil confabulación para descabalgar a Pedro Sánchez como cabeza visible del PSOE. Fuera de cualquier análisis, ha resultado -sin duda- un excepcional acontecimiento mediático. ¿Significa, asimismo, este lavado de cara alguna novedad en su doctrina u objetivos? Mi respuesta concisa, clara, es no. Por mucha capa de moderación, de solidez democrática, que reivindique este golpe de efecto, bajo ella permanece la entraña primigenia que, a tenor de viejas proclamas, es populista, totalitaria, en esencia. Muy a su pesar, todavía enseña actitudes y maneras caudillistas dignas de preocupante reflexión.

¿Dónde se ubica Podemos? Se hace obligatorio repasar las zozobras e impaciencias políticas de su líder, junto a la diversidad doctrinal de esta izquierda patria cuya estrategia común consiste en reescribir hechos y lugares asaltando sus contenidos. Al final, cuando se les conoce bien, aquella realidad transformada, virtual, se deshace cual azucarillo en agua. No obstante, deja paradójicamente un sabor amargo. Digo, la izquierda española venía representada por el PSOE que jugó un indiscutible servicio modernizador y democrático a la España postfranquista. El PCE (posterior Izquierda Unida) aceptó las reglas liberales al tiempo que desempeñaba un papel destacado, muy destacado, durante los primeros años de la Transición. Ambos partidos se encuentran fuera de toda duda, tras cuarenta años, ganándose a pulso la etiqueta de calidad democrática.

Pablo Iglesias pudo adscribirse al PSOE. Lo intentó en Izquierda Unida pero su proceder egotista y megalómano lo impidió; fue rechazado. Semejante contrariedad le llevó a fundar Podemos bajo la égida de un orfismo enfermizo y petulante. Ahora -acompañado de una cohorte cercana, elitista, casta genuina- acaricia suavizar aquel discurso inestable, pavoroso, en el que rompía con todo y con todos para iniciar un régimen lozano entre delirante y despótico. Consiguió mediante ofertas, atractivas fuera del rigor, embaucar a gente heterogénea, desigual, que le dio unos frutos desmedidos, increíbles. A poco, va ocupando el espacio que le corresponde una vez raspada esa cutícula de seducción sabiamente aderezada. Si el PSOE ocupa, presuntamente, el ámbito socialdemócrata; si Izquierda Unida se ladea a la izquierda del anterior, ¿qué le queda a Podemos salvo el extremo? Al pan, pan y al vino, vino, independientemente del atributo que sus representantes más ilustres (por utilizar un adjetivo) determinen otorgarle.

Conoce a los otros no constituye solo un sentir contradictorio a aquel socrático y que sirve de venero a todo conocimiento posterior. Diría que introduce una añadidura aconsejable, básica, para llegar al control que la soberanía popular y el sosiego individual requieren. Discriminar churras de merinas es una propuesta cardinal en cualquier coyuntura política. No nos dejemos convencer por el pelaje, pues hay mucha engañifa. Deambulemos el trayecto ojo avizor, con cuidado.