Seguramente el epígrafe chocará,
e incluso confundirá, a más de uno. Sin embargo, no hago otra cosa que
transcribir actitudes habituales y repetidas. Las injurias siempre resultan llevaderas
contra el cronista, o hipotéticos antecedentes del caso, en lugar de dirigirlas
a aquellos que protagonizan siniestros lances. Al censor pareciera adornarle un
talante cuanto menos pusilánime, pues el mensajero le sirve de biombo para disimular
taras menos airosas. En fin, todo un anacronismo que se difumina insensible al
correr de los tiempos, aunque surja tenaz con escenarios especiales. Estos días
vivimos la desgracia suprema de alguno. Políticos concretos y personajes bien
definidos, diluyen la maldad asesina embrollando informaciones verificadas con
argumentos peregrinos.
Antes de continuar voy a exponer
mi soporte ideológico. En varias oportunidades he revelado una irredenta propensión
abstencionista. No se debe a impulsos viscerales ni rechazos provenientes de
actitudes políticas átonas o reprensibles. La razón definitiva se debe a mi sensibilidad
ácrata nacida de profunda predilección por un albedrío consciente. Creo que su
alcance, cuando hablamos de sustancia, supera a la razón; es decir, el hombre
se computa y distingue por su libertad. Como consecuencia, reniego de cualquier
ingrediente o proyecto que puedan limitarla. Entre ellos, el poder político
amén de otros con parecido ensamblaje. Sé, al mismo tiempo, que la utopía establece
servidumbres que impiden alcanzar cotas de satisfacción personal, pero
cualquier sistema social es utópico. Hago esfuerzos para, sin caer en
marginaciones obtusas, mantener esta certidumbre.
Libre de prejuicios políticos
que pudieran oprimir la ecuanimidad de manera total o parcial, me dispongo a
enjuiciar hechos y objeciones actuales. El postrero, no exclusivo, es el acto
terrorista cometido en París y que terminó con centenares de víctimas. Un eco
absoluto resonó por todo el orbe y la Marsellesa fue símbolo sentido de recogimiento,
fortaleza, memoria y homenaje a aquellas bajas inocentes. Conmoción y trauma
social impulsaron una unidad que, poco a poco, viese matizada en demasiados
países próximos, miembros de la OTAN. Bien es verdad que, desde un punto de
vista oficial, gobiernos y oposición fueron terminantes a la hora de calificar
los atentados; también de ofrecer apoyo expreso. Luego, donde se anota digo
aparece Diego.
No obstante, cada vínculo,
cada convenio, viene acompañado de su obstáculo. Ignoro aquellos que anidan
allende nuestras fronteras; los aborígenes, estos que inundan España, se van
conociendo a lo largo del devenir histórico. Desde hace tiempo, la izquierda
patria busca tres pies al gato siempre que la ocasión lo permite. Le importa
poco desbarrar, mantenerse en la incoherencia de entrever asuntos y soportes
cambiando el color de los cristales. Usan adminículos ad hoc, ventajosos, reversibles,
aptos para detectar -cual veleta meticulosa- aires y refugios. Emergen de la
necedad perfilando una fisonomía sobria, severa, clarividente. ¿Por qué España
idolatra tanto la indigencia intelectual? Acaso haya abundancia de mentecatos
para compensar la escasez de lúcidos.
Niego todo
pronunciamiento ex cáthedra en cuestiones doctrinales; menos, en aquellas que
necesitan del recto juicio como aval. Cuando un personaje -elevado a tal categoría
por accidente, inercia o consenso- se presta a zanjar dudas e imprecisiones con
su verbo “certero”, me entra un sentir que cabalga entre lo grotesco y el
epíteto nada caritativo. Justificar los asesinatos de París aun indicar cierta inclinación
a hacerlo, desde mi punto de vista, implica una encarnadura cuyo atributo prefiero
dejar en los piadosos espacios del mutismo para que cada lector ocasional
decida utilizar el suyo. Eso sí, no escatimen mordacidad ni exceso porque pudieran
quedarse cortos.
Me empalaga tanta
altanería. Resulta imposible coincidir con el ególatra, con el salvador que pide
cautela, a su vez, de los salvadores. Hay políticos de medio pelo, populistas,
que argumentan sus querencias de ruptura con la civilización española y europea
proponiendo mesas de paz contra la venganza. ¿Por qué no sugiere las mismas
acciones a los yijadistas? ¿Vislumbra qué consecuencias tendría una mesa
unilateral para la paz? Podemos se satura de Dédalos que quieren escapar de sus
angustias vitales con débiles e inflamables alas de cera, pero su líder
Pablo-Ícaro vuela demasiado cerca del sol, pese a las múltiples advertencias
sociométricas.
Desde luego, yo no sé si
François Hollande acierta al bombardear Raqqa; si lo hace al pactar con Rusia
bombardeos masivos, heridos ambos países por un terrorismo indiscriminado.
Tampoco sé si Manuel Valls atina al anunciar que hay peligro real de terrorismo
químico o bacteriológico. Por la misma razón, desconozco si adivinan quienes
propugnan estrategias contrarias. Soy espectador y analista discreto,
respetuoso con las medidas que toman responsables más expertos e informados. De
una vez para siempre habría que separar intereses políticos, individuales o no,
de valoraciones que afectan a todos los ciudadanos y que nunca sabremos la
decisión tomada si quienes están fuera del poder lo ostentaran. Predicar y dar
trigo suelen ser términos irreconciliables.
Los asesinatos de París reeditan
nuestros muertos de aquel fatídico 11M. Conocemos una diferencia sustancial:
nadie ha inculpado al presidente francés por realizar bombardeos junto a
Estados Unidos, ni inferir causa-efecto. En aquella ocasión (2003) intervinieron,
además de EEUU e Inglaterra, Polonia y Australia entre otros. La participación española
fue testimonial. Pese a ello, el terrorismo solo hizo acto de presencia en
España -dejando un recelo irresoluto- y Aznar fue tildado de asesino, culpable,
condicionando el resultado electoral. Evidente; siempre hay alguien con sacudidas
antidemocráticas que aprovecha cualquier coyuntura para buscarle tres pies al
gato.
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