viernes, 28 de abril de 2017

ES EL PODER, ESTÚPIDO

Llevamos meses, años, en los que se respira una nauseabunda atmósfera de podredumbre. No obstante, los últimos días son generosos cuando no explosivos. Pareciera que Hades (dios griego de las sombras y las tinieblas) hubiera engullido el país. A todas horas, en cualquier informativo, aparece como asunto estrella la corrupción, ahora del PP. Siendo rigurosos, de miembros destacados para satisfacer bien necesidades partidarias bien miserias personales. Ayer, siempre de forma presunta, había fundadas dudas sobre la honradez del, ya expresidente murciano, señor Sánchez. Hoy, salen a relucir incontables recelos de gestión delictiva en el canal Isabel II que distribuye agua a nueve millones de madrileños. La operación Lezo, recién aparecida, encarcela a Ignacio González -supuesto villano- expresidente de Madrid, junto a diferentes personajes pertenecientes a su entorno cercano y familiar. Pese a quien pese, todos los partidos que han disfrutado de poder protagonizaron episodios de corrupción; los venideros, sin duda. Además existen otros formatos. Tutelar sistemas antidemocráticos es una forma de corrupción política.
Como consecuencia del torbellino originado, Esperanza Aguirre (sola, engañada por unos y otros) tuvo que dimitir como concejala/portavoz del PP en el ayuntamiento. Si alguien creía que su cadáver político cerraba toda responsabilidad dirigente, levita oníricamente por los mundos de Yupi o vive desconociendo la sagacidad que esconde el pelaje parlamentario. Nuestros prohombres, sin importar sigla, aprovechan cualquier coyuntura para obtener réditos electorales. No importa quebrar el statu quo; la imagen de España y el bienestar de los españoles les importa un bledo. Distinto es lo que digan o aparenten. PSOE, Ciudadanos y Podemos (estos de forma especial, bochornosa, desternillante), se lanzaron sin reflexión -laxa su conciencia, amén de su memoria- al cuello mediático de un PP que no está para muchos escarceos, pillado a contrapié o así lo indica. Vaya atajo de golfos, dicho con todo respeto para carteristas, pillos y fauna de similar aparte.
Me molesta que Ciudadanos y Podemos se desgañiten al objeto de velar sus propias maldades pasando de puntillas, al mismo tiempo, por proyectos, planes, que ayuden a extirpar esta lacra. ¿A qué esperan? ¿Acaso prefieren mantener viva, aunque denigrada, la gallina de los huevos de oro a la espera de su turno? Podemos es punto y aparte. Me repele, no solo debido a tener una vena falaz, cínica, maligna, sino porque los líderes más representativos muestran tics alarmantes. Yo, pese a mi predisposición anarcoide, sorteo cualquier servidumbre pretendidamente revolucionaria, he pasado la juventud -etapa vehemente no exenta de inocencia- y el romanticismo republicano, o marxista puro, se me adelantó unos años al nacimiento. Por estos motivos, a Podemos lo veo nítido, explícito, real.
Ahí va un botón de muestra. Hoy, de rebote, sin encomienda alguna, se le ha ocurrido anunciar una próxima moción de censura huérfana de contenido expreso. Algo parecido a difundir el descubrimiento de un laxante eficaz para deponer o exonerar vientres recalcitrantes. En grupo, como gustan, argumentan que lo proponen dando respuesta al clamor popular y en consonancia con su ética política que les exige dar el paso. Curiosa ética la de estos chicos que les impulsa a apuntalar -reticencias implican aserciones- la dictadura bolivariana contra otro clamor democrático que pone muertos y produce vergüenza ajena. ¿De qué o a quién queréis salvar? Abandonad todo señuelo, contentaos con esos cientos o miles de enchufes concedidos, quizás detentados, por obra y gracia de incultos, dogmáticos e irreflexivos.
Decía Ignacio Camuñas, ministro de Suárez, que corrupción y Estado Autonómico van íntimamente ligados. El noventa por ciento de los casos se dan en las comunidades autónomas. Tal aserto anula los afanes de inferir especulaciones distintas. Concluimos de esta guisa que, salvo Ciudadanos todavía limpio de poder, el resto se ha visto envuelto en casos de corrupción. Cierto que, por decisiones mediáticas, unos han aparecido con mayor estruendo y profusión, sin que ello signifique grado parecido a la hora de cuantificar sus efectos. Nadie crea este delito antisocial característico de aquel atributo “casta”, urdido con inquina para despistar. Casta, en puridad, no puede aplicarse a individuos o grupos aislados, casta sabe a poder. Políticos todos, sindicalistas, comunicadores de prestigio, financieros, empresarios, instituciones judiciales, son casta. Casta potencialmente corrupta y corruptora.
“El derecho viene a perecer menos veces por la violencia que por la corrupción” divulgaba Lecordaire, político y religioso francés. Seguramente tal anuncio era conocido por Alfonso Guerra cuando pronunció aquel “Montesquieu ha muerto”. Resulta curioso que, a la postre, en vez de restringir la dependencia de las instituciones judiciales al poder político, se haya aumentado sin escuchar ninguna nota discordante. ¿Error o síntoma de beneplácito general? Luego se oye un solemne, cínico, rasgar de vestiduras mientras responsabilizan al adversario de tanta carencia democrática. Mientras, salvaguardan dinero y honor con máscara virtuosa. No importa qué pócimas, adicciones, trastornos, circulan por venas políticas y sociales sin respuesta a cualquier tratamiento. Hemos de conllevar esta sobrecarga limitando extremos abusivos como los que nos atenazan. Nadie crea en soluciones prodigiosas, inexistentes porque el poder nutre la corrupción y aquel, según Ortega, es imprescindible para conformar una sociedad y convivir: “A partir de hoy un imperativo debiera gobernar los espíritus y orientar las voluntades: el imperativo de selección” (La España invertebrada).
Ojo, amigos lectores, el poder es único en sus diversas manifestaciones. No puede compartirse porque entonces queda debilitado y cambia de manos, pero nunca de sustancia. Constituye un juego de azar, en ocasiones una ruleta rusa que se conquista matando o muriendo, real o metafóricamente. Atesora peculiaridades, peligros y goces. El ciudadano de a pie espera poco más allá de recrear sus libertades individuales siempre que no entren en demasiada colisión con el mismo. Los regímenes tiránicos -nazismo y marxismo- aunque se disfracen de hada madrina, ni esto. Es decir, no conozco ningún sistema que pueda asegurarme ausencia de corrupción, amén de un Estado de Bienestar. Es el poder, estúpido.
 

viernes, 21 de abril de 2017

DE TRAMABUSES Y APOCALIPSIS ZOMBI


Desde “panem et circenses”, la ejecutoria político-mediática ha ido transmutando a lo largo de los siglos pero siempre con un objetivo único: aquel al que, con tino sutil, alguien calificó de agitprop. Parece evidente que cuando un gobernante carece de talento para solventar coyunturas enrevesadas acuda a subterfugios insólitos a fin de difuminar tal inepcia. Es la constante que alberga tiempos e ideologías. Intuyo que los pormenores de cada país conforman el epílogo. No concibo a Reino Unido, Alemania y España, verbigracia, atesorando respuestas similares ante debates separados por matices nimios, inapreciables. Los grupos sociales se dotan de conductas muy particulares y vigorosas, en mayor o menor grado, según la esencia de cada lugar. Así viene ocurriendo desde la irrupción del hombre en este mundo, bastante psicótico, que hemos preferido sin evaluar a fondo sus alcances.

Mencionaba países de nuestro entorno para diferir estilos de concepción. Ortega teorizó sobre el peso del hecho accidental. Unamuno lo enfatizó en el proceder español. Aquel “en lugar de europeizar España, habría que españolizar Europa” es la respuesta pragmática de nuestra idiosincrasia forjada con jirones de pueblos, culturas y milenios. Es verdad que España es diferente, lo cual no mejora ni empeora nada; al menos, no lo mejora. Ignoro si hemos llegado con excesivo optimismo o si se ha cruzado por el camino cierta dosis de melancolía intimista, quizás desbordamiento antisocial. Lo que admite reserva es nuestro talante específico, escaso de patrimonio moral pero sin peajes intemperantes. Somos un pueblo de tropel, diverso, tal vez fraguado por el fatalismo trascendente que nos agrupa o disuelve en momentos cruciales. 

España es raza de exequias, de pasión, de Semana santa. Asimismo, de vida, de caos, de libertinaje; en suma, de contrastes. Días atrás, vivimos un sentimiento festivo-religioso multitudinario, masivo, demoledor y, al mismo tiempo, confortante. Más allá de la presencia física, nos aglutinaba una fuerza emocional, incontrolada, casi tiránica. Porque a nosotros nos impulsa el sometimiento, la servidumbre, sin importar a qué o a quién. Constituye el rescoldo vivencial de ese fatalismo que rige inexorable nuestros actos. Sin embargo, tal escenario no debe permitir indolencias, irreflexiones u otros ademanes poco ejemplares y nada aconsejables. Raptados por tales emociones, por veleidades frívolas e imperativas, caemos en ataduras gravosas, arduas. “Sarna con gusto no pica” recuerda inoportuno un refrán molesto porque mantiene remolones, diligentes, anacronismos que hemos colocado ya en la papelera de reciclaje.

Semejante actitud colectiva se da, por desgracia, a nivel individual sin perder cualidad ni potencial penetrante. Cada individuo somos un elemento de la tramoya social, pero acrecentamos los defectos porque, en esta piel de toro, resuenan con mayor eco. La miseria moral e intelectiva, nutrida en general, desde el punto de vista particular bate (en los últimos tiempos) no solo récords conocidos sino que su magnitud supera el guarismo concreto para conquistar el espacio inconmensurable del absurdo. Eso parece cuando observamos dichos y comportamientos de egregios personajes, a priori adornados con una cultura digna de mejor causa. Nos van destapando poco a poco el desvarío a que lleva la síntesis fraudulenta gestada por dogmas y prejuicios maniqueos.

Podemos, ejemplo insuperable de peligroso reclamo, malgasta tiempo y quehacer parlamentario en mostrar excesos pretenciosos, aun méritos estériles, por mor de un infantilismo chapucero. El numerito del “trole” metafórico -revestido de ética falaz, variopinta y cadenciosa- conducido por una catenaria iconoclasta que le lleva a un itinerario rastreramente planificado, sui generis, configura el formato idóneo para exhibir pública y notoriamente la necedad política con efecto bumerán. Las prédicas regadas con agua putrefacta, aunque se intente depurar, dejan un aroma repelente que castiga a sus intereses. Poco importa que el lobo se disfrace pues su instinto le llevará a enseñar la patita, afirma el cuento infantil. Este requerir la atención a toda costa, deja al descubierto aciagas grietas en el edificio doctrinal así como vacíos funcionales. Defender a ultranza la inocencia de individuos juzgados y suponer culpables a personas no juzgadas, advierte a ciudadanos sensatos qué puede esperarse de quienes se decantan por tanto esperpento estrambótico. El que se abastece de maniqueísmo bebe, se emborracha, de tiranía. No hay retorno ni salidas diferentes.

Si el tramabús ha causado estupor, la pregunta del senador Mulet (absténganse de prever cualquier elipsis jocosa) sobre qué protocolos ha dispuesto el gobierno en caso de “apocalipsis zombi”, pasará a los anales de esta Cámara Territorial. Dudo que exista en ningún registro parlamentario una pregunta con tanta enjundia e interés para el común. Dicho senador, adscrito al grupo valenciano Compromís, ha materializado su adeudo maridando sigla y vela política. ¿Alguien puede perfilar preguntas con más sustancia? ¿Puede demostrarse mayor preocupación e inquietud por el ciudadano? ¿Existe algún político en el orbe parlamentario tan precavido y preciso? Si, como se dice, era una forma de llamar la atención, hubiera debido hacerlo sin confundir Senado y rincón de la comedia. Yo lo nombraría “protector universal del género humano”. Me parece ilícito que solo nosotros gocemos de prócer tan despierto. Los talentos no debieran tener patria ni usufructuarios concretos. Alterando lo justo el mensaje de otro erudito ilustre: “El genio no pertenece a nadie, salvo al viento”. Así sea.

 

viernes, 14 de abril de 2017

GOLFADAS Y MENOSPRECIOS DEL LENGUAJE


Nadie, a estas alturas, nos descubre que estemos rodeados de bellacos y sinvergüenzas. Falta el tómbolo por donde pudiera escapar alguna sigla que alimenta su falta de ética social ubicándose en el polo opuesto de aquellas a las que despedaza sin piedad. Intentan con celo -tal vez saña- desequilibrar no solo el statu quo, sino el sistema democrático iniciado al ocaso de los setenta del siglo XX. Acentuar golfadas de otro, obviando lacras propias, además de perjudicial a medio plazo, hace estéril cualquier probabilidad de remedio eficaz y consecuente enmienda. Dentro de las múltiples facetas en que se fragmentan, estas golfadas políticas van desde el tres por ciento al trueque (tú me das algo a cambio de obra pública, verbigracia); desde el aforamiento al nepotismo; desde el enjuague a la impunidad. Cierto, pero incriminar no constata ni mucho menos virtudes del difamador. Casi siempre se pretende desviar la atención, desvanecer sospechas, enmascarar una personalidad aterradora. En definitiva, menospreciar el lenguaje que debe ser herramienta de comunicación, de concierto, y no de escaramuza o pugna.

 Itero que las golfadas presentan diferentes caras. Prensa y sociedad, aquí me incluyo, completan el conjunto golfo. “Quien esté libre de culpa, tire la primera piedra” expone la sentencia cristiana. Yo me atrevo porque -aun preso de reproche- más allá del plano o compromiso moral, tengo el derecho cívico, democrático, de juzgar a quien constituye la médula, según aquel viejo dicho de que sin partidos no hay democracia. Por mi parte, ya me demando (probablemente debiera hacerlo con mayor convicción) cumplir mis obligaciones ciudadanas para revestirme de exigencia al político y, cómo no, al cuarto poder. La prensa, con su maniqueísmo indómito, protagoniza una golfada lacerante si bien el fruto parece dulce, inofensivo, sabroso. Como ciertos explosivos, lleva espoleta de retardo y sus efectos tardíos se pierden entre conciencias relajadas.  

Los partidos de advenimiento rezagado (Ciudadanos y Podemos), aquellos que están al abrigo porque extrañan el poder, condenan sin medida la corrupción de PP y PSOE, del liberalismo presunto y de la socialdemocracia esquiva. No entierran -o lo pretenden- dos siglas, qué va, incineran las doctrinas que han llevado al mundo el estado de bienestar. Estos, no obstante, deben corregir a fondo esa trayectoria lamentable que les lleva al alejamiento ciudadano, cuando no a una meritoria desaparición por sus hechos falsos, disolutos, fétidos. Aquellos, sobre todo Podemos, anuncian -cual profetas sin causa-la llegada redentora del nuevo salvador. Adivinan (proclaman) problemas y vicios reales, auténticos, pero fantasean, engañan, cuando se postulan como solución. Ni la Historia ni el momento actual contemplan un país marxista donde se haya conseguido bienestar amén de libertades individuales. Me asombra hasta qué punto llega o alcanza la necedad personal y colectiva.

Curiosamente, el único país comunista que ha logrado una economía digna, por tanto cierto grado de bienestar (pese a la falta de libertades), es China. También allí -no menos cierto- se da una explotación laboral sin precedentes. Pagan el incómodo, terrible, peaje del menoscabo semántico; quiérase o no, aquello es una dictadura. Con excesiva frecuencia, utilizamos un lenguaje impropio, desnaturalizado, para que pueda servir “tanto a un roto como a un descosido”. Son vocablos cambiables cuyo objetivo es acomodarlos al interés del momento. En ocasiones, su uso reiterado genera una realidad virtual, opuesta a la auténtica. Suelen utilizarlos quienes pordiosean categoría, pelaje, exhibiendo insolvencia ideológica, penuria doctrinal cuando no orfandad plena. Confirmo que quien reniega del sistema democrático se empecina en manosearlo utilizando dicho vocablo atributo rutinario. Así, existen formas, gestos, argumentos, motivos, doctrinas, desvelos, actitudes, y un sinfín más, “democráticos”. Tanta porfía constituye el perfil probado de cualquier dictadorzuelo de tres al cuarto. ¿Nombres? Reflexionen y aparecerán legión sin apenas esfuerzo. Residuos tiránicos tienen muchos, prácticamente todos, pero solo unos cuantos muestran entraña innegable.

El lenguaje es carne de manipulación también entre periodistas y tertulianos. Pruritos, mercedes, dogmas, constituyen biombos que camuflan oscuras razones. He visto comunicadores de diferentes orientaciones defender lo uno y los contrario con pasmoso cinismo. La lógica se enfrenta maniatada al pelotón de fusilamiento formado por el dogma irracional. Esta izquierda -desnortada dentro del marco capitalista- huye de la dialéctica y por tanto de su columna vertebral, hace tiempo loada y hoy remisa. Todo político falso, liberticida, esconde una máscara totalitaria bajo el vocablo “gente”: democrático, engañoso, sugestivo.

La palma, emblemática en Semana Santa, se la lleva Isaura Navarro. Esta señora, diputada de las cortes valencianas, aglutina una golfada y un menoscabo lingüístico. Denuncia al arzobispo de Valencia por un presunto delito de malversación de caudales públicos, otro de falsedad y cesión de trabajadores porque veintidós profesores, contratados para dar clase, realizaron labores no docentes dentro del arzobispado. Menudo melón ha abierto la señora Navarro. ¿Qué ocurriría si la sociedad emprendiese parecido proceder con las decenas de miles de enchufados asesores, gerentes, directivos (o meros trabajadores, es un decir) de instituciones y empresas públicas -claramente deficitarias- cuya práctica resiste a la perfección el calificativo de ruinosa? ¿Qué decir del sistema autonómico que no es precisamente la racionalidad administrativa de un Estado elefanciaco? ¿A quién responsabilizamos? Sin duda, a ese colectivo al que pertenece doña Rosaura y que tan alegremente ha puesto en el disparadero de las iras públicas. Mientras no se contrapongan argumentos convincentes, le sobran razones pero le falta calma, humildad, autocrítica. Las golfadas económicas son graves, delictivas, sin duda. Pero, ¿qué opinan ustedes del marxista -sea político o comunicador- que llama facha o fascista a quien no piensa como él? ¿Eso de: “Le dice la sartén al cazo…? Analicen el alcance de su malignidad democrática, del odio que encierra y el desgarro que lleva implícito en la convivencia. Sin menospreciar el lenguaje, cara y cruz forman parte de la misma realidad; fascismo y antifascismo también.

          

viernes, 7 de abril de 2017

TIEMPOS DE OSCURIDAD


Si curioseamos en el diccionario de la Real Academia, encontraremos tres acepciones que, paradójicamente, iluminan con precisión el vocablo oscuridad. La primera invoca falta de luz para percibir las cosas. El tercer punto refleja escasez de fulgor y conocimiento en las facultades intelectuales o espirituales. Por último, un quinto apartado indica carencia de noticias acerca de hechos, de sus causas y circunstancias. Sobra el resto para conformar criterios sólidos, rigurosos, cuando profundizamos los porqués de zambullirnos con tanta frivolidad en esta coyuntura inquietante. Cada cual toma el epíteto como considera oportuno, amén del enfoque crematístico o intelectivo. Armado en buena medida de una fe endeble, creo que la gente participa, probablemente cometiendo yerros, sin predisposición maligna o condicionantes viciados, transgresores. Son, a la postre, tiempos laberínticos, de extravío.

Que vivimos envueltos en nebulosas sombrías se hace patente día a día. Digitales y noticieros televisados nos intimidan con informaciones a caballo entre el esperpento egregio y la añeja atracción que desprendían aquellas esquelas del ABC o las crueles noticias del desaparecido Caso. Divulgaban en su lóbrega envoltura ese consuelo de tontos al decir de una sentencia apodíctica. A su sombra dormitaban espíritus rebeldes cuando no escépticos. Eran tiempos de infortunio, de pena, cuya terapia venía sigilosa, reservada, en aquellas lecturas insanas. El personal de a pie, ahíto de candidez (quizás de necedad), busca apasionado, borracho de sensaciones, el pasatiempo vidrioso, con la mayor dosis posible de morbo, para compensar momentos de inquietud y quebranto. El individuo, ayer, hoy y siempre, conforma la misma compleja aleación de cuerpo y alma. Nos encontrarnos ante el alcohólico que pretende curar su adicción echando vino al brebaje aconsejado por el terapeuta. Además de polvo, estamos formados por incoherencias y paradojas. He ahí la raíz de nuestros desvelos.

Como he indicado en otras ocasiones, el individuo corriente pasa desapercibido porque no es modelo de nada ni tiene porqué. Puede permitirse desbarres sin precisar silencios u ocultaciones sonoras. Implica una ventaja cuyo valor solo aprecia quien esté ubicado lejos de tal marco, aunque sea de forma coyuntural. Prebostes adscritos a diferentes élites sienten en sus carnes los dardos, certeros o no, de la crítica más o menos ácida, tal vez desmedida, injusta e irreverente. Reniego a enaltecer estos hechos, con los que conecto pocas veces, y constato ese marco -insólito pero habitual- de cosechar glosas solo después de muerto. Constituye un resabio inconsciente de nuestra idiosincrasia e inercia ante la muerte, sus connotaciones, su boato.

Imagino bastantes discrepancias a lo que expondré de inmediato. Hace escasas jornadas, me abrumaron las palabras proferidas por el consejero de educación madrileño. Manifestaba que: “No es voluntad de las familias adoptar el modelo educativo cántabro, una semana de vacaciones cada dos meses”. Esto mismo, dicho por un responsable social o familiar en sentido restrictivo, sería sensato, lógico. Sin embargo, el señor Grieken -sin proponérselo- redujo la educación a un almacenamiento de querubines, o menos, mientras sus padres se dedican a otros menesteres incluyendo los laborales. Si hubiera defendido la hipotética inconveniencia pedagógica del modelo cántabro, nadie podría censurar tan sabia (a la par que loable) reflexión. No es de recibo que un responsable docente desestime la esencia de su cometido: facilitar al alumno el perfeccionamiento máximo de sus facultades intelectuales y sociales. Priorizar sin matices el interés familiar, además de error estratégico, es seguir alimentando un monstruo que nos devora desde tiempos inmemoriales. Procede el análisis, la cautela, por encima de cualquier circunstancia.

Lo expuesto constituye una muestra significativa de oscuridad en la acepción de ausencia de luz intelectiva que lleva a confundir nuestras apreciaciones. Por fortuna, existen también episodios, luminiscentes, clarificadores, como la negativa de Podemos a condenar el golpe de Estado, con repliegue incluido, dado por el Tribunal Supremo de Maduro. Eso sí, eclipsándola con argumentos tan inmateriales que, por el contrario, refuerzan su visibilidad. Otros, menos confiados o más discretos, prefieren poner vendas retóricas a los ojos ciudadanos. El presidente murciano oficialmente dimitió de manera voluntaria. Yo difiero de la versión oficial. Creo que todo se redujo a un contubernio (voz en caída libre) PP-Ciudadanos, del que ambos obtienen rentas políticas. Aquella pregonada moción de censura fue un habilidoso fuego de artificio para justificar el fallo del PP sin provocar ardores inútiles. ¿De verdad creen que Rivera iba a dilapidar su capital político mediante un pacto con Podemos? Sería ingenuo pese a que la ficción supera la propia realidad, según reza un dicho muy conocido. De momento, dudamos de su certeza.

Mis ocasionales lectores saben cuánto esfuerzo realizan para lograr algún epílogo preciso. Unos y otros ambicionan crear un escenario de ocultación donde gestos y palabras se encuentren en las antípodas de los productos. Se emplea la apariencia, la máscara, que vienen enmarcadas por la desorientación del individuo. Interesa que el río ande revuelto, no ya por la pesca excelente sino para atemorizar a quienes, desde la orilla, contemplan esa incidencia intranquilizadora, mensajera de estragos a falta de remedios lenitivos. Tal desazón, ese andar ciegos, absortos por asechanzas diversas, permite a las élites usos y abusos extremos, sin determinar con justeza y justicia. Al fin, la oscuridad nutre nuestra propia naturaleza humana.